Partida Rol por web

Las alfombras que cubren las escaleras por la que Rafa asciende, seguido de Gabriela están desgarradas, cubiertas de barro y un reguero de sangre, como si alguien hubiera arrastrado un cuerpo herido hacia arriba. Al llegar al primer piso, un fuerte olor a quemado asalta sus fosas nasales.

Las escaleras terminan en un pequeño hall, todas las puertas están abiertas, por lo que pueden atisbar un poco el interior de las habitaciones; frente a ellos lo que parece ser un comedor con una amplia mesa de roble, a la izquierda una habitación vacía y a la derecha, un dormitorio.

Miguel siente un escalofrío recorrer su espina dorsal al entrar en la casa del terror. El vestíbulo mostraba las pruebas de lo que había ocurrido antes de que ellos entraran y el vacío hizo fruncir su ceño con la ausencia de Rafa y Gabriela. A diferencia de lo que habían notado antes de entrar, ahora no había nadie dentro. Miguel no lo entendía.

—¿Rafa? ¿Gabriela? —grita, pero el eco de su voz parece devorar la oscura casa.

El hombre avanza con paso firme hacia las escaleras y su mirada se encuentra con el reguero de sangre.

—Úrsula, prepárate... Ese hombre, si es Tomás o no, es muy peligroso —dijo, mirando al fondo de las escaleras que una vez ignoraron, después sus ojos conectaron con los de ella—. Debemos subir.

Al ingresar sintió como todo su mundo se vino abajo de golpe, es que esa sangre estaba segura de que pertenecía a Rafa y la culpa le carcome entera. Con un destello de desesperación, nervios y miedo, señaló el rastro estando de acuerdo con Miguel. 

—Es Rafa, estaba herido... Cuando sucedió el choque, por eso me separé de él para ayudarlo— confesó con toda esa fea sensación encima—. Debemos subir, si. No sé qué sucede en verdad aquí, pero como sea debemos encontrarlos. 

No le temía a Tomás, solo quería hallar a su amigo y por eso es que siguió los pasos de su compañero. Cómo sea estaban juntos y podían con esto. 

Rafa miró hacia atrás unos segundos, comprobando que Gabriela le seguía. En cierta medida agradeció que su amiga le siguiera, pero por otra, le había tratado por una persona que no era, como tampoco era el niño asustado y complaciente que había sido siempre.

Nada más llegar a la segunda planta, el olor a quemado le golpeó de tal manera que incluso le hizo pestañear con fuerza. Mientras, su mano, apretó el mango del cuchillo y comenzó a caminar.

— ¿Dónde narices estás, Tomás? — gritó mientras comenzaba a caminar dirección al dormitorio de la derecha, sin esperar siquiera a Gabriela.

Gabriela siguió a su amigo un tanto confundida por la situación que acababa de producirse. Tenía que ser fruto de los nervios...y probablemente de la abstinencia. Su última relación de pareja había sido destructiva, dominante y humillante, si. Y lo peor es que aún no había terminado. Tendría que haberlo hecho hace tiempo, pero no se sentía capaz, ni creía que lo fuese si él se volviese a presentar ante ella. Las palabras de Rafa, que había percibido como un intento de dominarla, habían producido que proyectase sobre su amigo su propia frustración. 

-Rafa...

No acertó a decir nada más. Ni ella misma sabía cómo explicarlo. Ni parecía que a su amigo le importase. Se alejaba de ella ignorándola. Y cuando habló, sentía que no lo hacía para ella. 

Por su parte, se concentró en examinar el rastro de sangre a medía que subían ¿era reciente? Ya arriba, intenta identificar el origen del olor a quemado ¿hay humo? ¿de dónde viene?