Partida Rol por web

 Las oscuras criaturas se miran entre si y murmullan. Al cabo de unos segundos os indican que os llevarán ante su rey pero que no desenfundeis vuestras armas.

Avanzais por el corredor hasta traspasar una puerta y llegais a una habitacion algo mas grande. Aqui podeis estar depie comodamente, hay una puerta en el lado opuesto de la habitacion y las paredesestan forradas con repisas llenas con las sencillas pertenencias de los ardites. Aqui varios ardites mas, unos seis podeis contar, estan  reunidos y os miran con curiosidad. Os parais un segundo para estirar la espalda, pero rapidamente los ardites os instan a que continueis avanzando y os señalan una de las puertas.

Tras haber envainado mi espada a regañadientes, he seguido a mis compañeros hasta esta sala. Me siento fatigado, colérico, son demasiadas emociones en  tan breve lapso de tiempo. No quieren que nos detengamos. Me siento un poco febril, el sol no llega aquí abajo, es como si estuviésemos enterrados en vida.

Pienso que el rey de estos diablillos fue alertado de nuestra incursión de anoche en sus dominios, por el gato o cualesquiera otros vigías de los que disponga. Entonces, ¿es que, llevado por algún tipo de necesidad, hizo capturar al desdichado hijo del mercader para atraer a aventureros como nosotros? ¿O habrá alguna otra razón para nuestro requerimiento, más siniestra, más insondable?

No estoy muy conforme con la idea de seguir a estos seres pues no me inspiran confianza, pero lo hago pues siempre sigo la decisión de mis compañeros aunque estoy preparado por si tengo que sacarlo rápidamente. Señalan una puerta.

-Supongo que tenemos que atravesarle... allí estará ese maldito rey-les digo a mis compañeros sin cortarme a pesar de saber que los ardites nos escuchan.

 En ese momento aparece un ardite, algo distinto a los  que habeis visto. Lleva en su mano una pequeña rama de arbol y tiene tres plumas de paloma en la cabeza, asi como un brazalete de bronce en uno de los brazos. Se planta ante vosotros y os habla.

-Soy Kamalda, li...Chaman de los ardites. Nuestro rey quiere veros. Teneis que acompañarme, nadie os hará daño si no os mostrais hostiles con nosotros.-dice mientras sus negros ojos os miran penetrantemente.

El guerrero enano miró con asombro a aquel ser extraño. Estaba resultando ser una mañana muy rara, y aun no sabía como reaccionar ante esa situación.

El enano no dijo nada, pero llevaba su hacha colgada del cinto, y por ahora no tenía intención de utilizarla. Aquellos seres cada vez le intrigaban más, y quería averiguar que es lo que querían.

Empezaba a pensar que no eran tan malos como los pintaban, pues si hubieran querido acabar con ellos, lo podrían haber intentado en vez de llevarlos ante su rey, y además permitiendoles conservar sus armas.

Todo era muy extraño, y algo no acababa de encajar en la mente del enano.

Artin observó al supuesto chaman, con curiosidad. Tuvo que contener el impulso de levantar una ceja al ver las tres plumas de paloma, pero tuvo la sensación de que hubiera sido de mal gusto y no quería provocarlos más. Hasta el momento, las cosas parecían ir bien.

Parecían, por lo menos.

Pero algo no encajaba, y a Artin le había parecido notar cierta vacilación en aquel ardite en particular, como si se hubiera corregido a él mismo cuando iba a decir algo.

Le observó, penetrantemente, como si quisiera desentrañar qué había detrás de todo aquello en los extraños ojos del ser.

Me resulta gracioso esa especie de cosa con plumas en la cabeza. Seguía con mi arco guardado y ya comenzaba a asomar mi carácter confiado y esos seres comenzaban a parecerme hasta simpáticos a pesar de pensar que sé que esos seres raptaron al hijo de aquel buen hombre.

"No tienen por qué hacernos daño si dicen que no van a hacerlo" pienso con mi ya conocido carácter confiado.

Jo aqui poco se podra robar

Alaina pasea sonriente mirando con curiosidad todo lo que les rodea al escuchar la palabra Chaman su tez cambia un poco y se torna más tensa.

Apenas aguanto a Artin y eso que demostro ser una gran compañera .... no me gusta ningun tipo de mago.

Tras eso se aproxima al enano y le comenta

Jo!!!! cuando salga de aqui tomaria una gran jarra de hidromiel......si alguien con buen corazón me invitara ya que soy muy pobre

El chamán se expresa mejor que sus semejantes, es algo, denota cierto grado de civilización, lo cual es tranquilizador. Pensándolo bien, los que hemos venido trayendo muerte hemos sido nosotros: primero el gato, luego ese hombrecillo de la entrada… Me cuesta tragarme mi indignación y mi repugnancia, para decir:

-Nos portaremos bien, Kamalda. Más nos aprovecharán las explicaciones de vuestro rey que una matanza sin sentido.

Gog miró de medio lado a Alaina, mientras, instintivamente, llevaba la mano hasta la pequeña bolsa donde guardaba las monedas.

- Descuida. Murmuró, guiñando un ojo. - Cuando salgamos de aquí, si salimos, no una, sino toda las reservas del lugar nos tomaremos.

- Y ahora, no te acerques tanto, pues sabes que las tengo contadas. Dijo el enano a modo de broma, aunque en cierta medida, había algo de verdad en sus palabras.

-Seguidme-os dice Kamalda mientras os siguen los Ardites. 

Atravesais la puerta y subis, trabajosamente, unos pequeños escalones por un tunel estrecho. Cada escalon esta tallado en la propia roca y estan echo para los pies de las criaturas por lo que es normal trastabillar. Llegais a una pequeña habitación repleta de toda clase de cosas: Tarros de ungüentos, frascos de liquidos extraños, crisoles quemados y cosas así. En una esquina hay una diminuta cama. En otra, un libro de tapas de cuero descansa sobre un podio brillante. En el centro de la habitación, el cadaver de un mediano yace sobre la mesa, con el cuerpo cubierto de vendas.

-Vamos seguidme-insiste de nuevo kamalda atravesando la siguiente puerta.

Despues de otro tramo de incomodas escaleras llegais a lo que parecen ser las camaras reales. Una gran sala con tan solo dos tronos dorados en el centro de la misma. Sentados en ellos hay dos ardites, lo que parecen ser el rey y la reina. Se distingue el rey por ser un poco mas alto que el resto de la multitud de ardites, lleva una cota de malla, algo tosca y oxidada y un colgante dorado alrededor de su cuello. La reina tambien lleva una armadura muy parecida aunque con algun pequeño anillo en su mano derecha.

Kamalda se inclina y se acerca a ellos, os dais cuenta que el resto de los ardites se ha inclinado, haciendo una especie de divertida reverencia. Los reyes os miran fijamente. Hasta que habla la reina.

-Habeis tratado de entrar aqui a la fuerza, habeis matado a un hermano...¿Que es lo que quereis?

Los Ardites se inclinan ante sus monarcas, con lo que parece sincero respeto y devoción. Artin, tras observar la estancia, el panorama, y a los susodichos, se adelanta un paso de sus compañeros, y con una elaboradísima reverencia, saluda a sus Majestades antes de hablar.

- Majestades Ardites. - Murmura, en plena ejecución. Cuando por fin retoma la posición vertical, mira a ambos seres con serenidad y firmieza, como si no estuviera dispuesta a concederles más honor que aquel. Sonrió, de medio lado. - Hemos llegado aquí por la fuerza, sí, y uno de sus súbditos murió a nuestras manos en una confrontación inesperada, es cierto. Son hechos que no vamos a negar, Majestad, por que han ocurrido y son así. Pero hay una razón para ello: hemos sido informados de que recientemente un mercader y su hijo que pasaban por estos lares fueron asaltados por la fuerza en una confrontación igualmente inesperada. Y el hijo fue retenido por vuestros súbditos, mi señora. Es a él a quién queremos. Por él hemos venido. Y nos marcharemos tan pronto como nos sea posible sin alterar más vuestra paz si estáis a bien de entregárnoslo pacíficamente para devolvérselo a su señor padre.

Gos se removió incómodo en su posición al oír las palabras de Artin. Su temperamento beligerante lea había vuelto a meter en líos, pero es que al ver como amenazaban a Alaina, el instinto del enano fue defender a su compañera.

Ahora, empezaba a sentirse mal, pues aquellas criaturas no parecían demasiado hostiles, y es más hasta parecían razonables.

Todo aquel asunto del mercader empezaba a olerle muy mal, y no le gustaba que le tomaran el palo.

Observando a su alrededor, y con cierta impaciencia, el pelirrojo enano se mesaba las barbas preocupado.

Observo la situación en silencio. Mis ojos pasan de uno a otro de mis compañeros, Artin habla a los ardites, Alaina se mantiene en su posición sin mostrar atisvo de nerviosismo como suele ocurrir habitualmente, Mircea descansa tranquilo aun con mis vendajes cubriendo su herida y Gog comienza a estar tenso. Mi mano se posa en el hombro del enano.

-Tranquilo, verás que todo sale bien, amigo-le susurro tranquilamente.

Mis ojos se centran en esas pequeñas criaturas que descansan en los tronos y espero apciente su respuesta, pues Artin, les ha dado bastante bien als razones de nuestra intrusión.

 La reina entrecierra los ojos y mira al rey ardite que aun os sigue observando con curiosidad. Kamalda se adelanta y responde a Artin con un tono molesto

-¿Y quien os dice que hayamos sido nosotros los que hemos hecho eso? Ademas-dice dando una vuelta sobre si misma y caminando em la otra direccion- ¿Que os hace pensar que ese chico no se escapara por su propia voluntad y que ahora este libre de su padre?¿Para que lo quiere él?

La sonrisa sigue bailando en los labios de Artin, que tras hablar se había dedicado a observar a los dos monarcas, con serenidad. Esperaba que cualquiera de ellos respondiera, pero la reina había girado la cara, y el rey se había mantenido en silencio, devolviéndole la mirada sin ninguna dificultad.

Cuando la voz del que se había autodenominado Chamán se alza en el silencio de la sala, Artin no puede reprimir un gesto de sorpresa y centra su mirada en él.

- Creía que tenía que hablar con tus monarcas, Kamalda. - Comenta, con auténtico cinísmo, clavándole la mirada al pequeño ser. El fingido tono de inocencia de su voz no engañaría a nadie. - Ruego sepas disculpar mi error respecto a vuestra cultura si, como parece, el chamán está por encima de su rey...

Y mientras saluda a este también con una reverencia (muchísimo menos elaborada que la anterior), mira de soslayo al monarca, como disculpándose, sin responder a ninguna de las preguntas que acaban de hacerle. 

 En ese momento la reina habló.

-No esta por encima de su rey y de su reina pero es un consejero sabio y venerado. Comparto sus dudas, ¿que os hace pensar que el chico esta aqui?¿ Y por que creeis que el querría volver a su casa?

El enano volvió a removerse de pie en su sitio. No tenía respuesta para muchas de aquellas preguntas y esperaba que sus compañeros si las tuvieran. Aun con todo Gog abrió la boca.

- Discúlpenme. Empezó a hablar Gog, con un ligero carraspeo para llamar la atención. - ¿Nos estáis diciendo que el padre del chico miente? ¿Que aquel chico no desapareció ni fue atacado, y que el mercader se lo inventa todo? El guerrero frunció el ceño, pues todo aquello empezaba a olerle mal.

Con gesto pensativo se mesó las barbas. - ¿Por que razón aquel hombre haría algo así?¿Porque nos mandaría a buscar a los Ardites, si estos no son los culpables...?

Hizo estas preguntas en voz alta, aunque no esperaba que nadie le respondiera.