Partida Rol por web

 Una vez atravesáis el umbral, os encontráis en un túnel bajo y apretado que desciende hacia la oscuridad en un angulo pronunciado. El pasadizo tiene tan solo un metro escaso de ancho y dos de alto; el ancho justo para pasar en fila india y el alto justo para que un hombre no se golpee la cabeza contra el techo. En otras palabras; es angosto, pero no está tan mal.

Mis ojos de semielfo se acostumbran rápido a la penumbra del lugar.

-¡Qué lugar tan angosto!-menciono bastante molesto pues lo sitios tan pequeños nunca me han gustado-. Es un lugar peligroso, pues el que vaya delante abrirá el camino y será quién se enfrente a los posibles peligros... pero somos un gran equipo, todo saldrá bien. Yo iré detrás... mi arco será útil mejor desde detrás a pesar de ser un pasillo estrecho... si os parece bien-propongo emocionado ante la idea de poder seguir adelate para buscar a aquel pobre muchacho.

Artin escuchó al semielfo hablar, todavía intentando acostumbrarse a la penumbra del lugar. Pero si Reithar decía que era un un pasillo angosto... le creía.

Meditándolo un instante, respondió a su compañero.

- En ese caso, yo iré por delante de ti, Reithar. La vanguardia nunca ha sido mi lugar, y si estás detrás de mi puedo cubrirte las espaldas mientras tu cubres las mías. - Comentó, con la lanza presta.

- Siguiendo mi instinto, y por lo vivido en anteriores aventuras, coincidiréis conmigo, que Alaina abra la marcha. Estas viejas ruinas, no se porque, siempre guardan alguna clase de trampas, y quien mejor para detectarlas, que ella, pues ya ha demostrado sobradamente que tiene esa capacidad innata. El guerrero enano, esperaba apoyado en su hacha mientras hablaba.

- Yo iré justo detrás de ella, pues si hay algún peligro, pues no necesito luz alguna. Se señaló los ojos con un una media sonrisa en sus labios. - Ya sabéis que los míos pueden ver perfectamente en los oscuros túneles.

Mientras departen, con la yesca y el pedernal, prendo el cáñamo de la antorcha, embadurnado de brea, antorcha que he sacado de mi zurrón.

-Ajá –digo, blandiéndola ante ellos –, pues si no he entendido mal, me toca ir en los medios, entre Artin y Gog, con mi espada preparada.

 Con Alaina en cabeza emepzais el descenso por la oscura gruta. Las antorchas crepitan y vuestros pasos resuenan en el angosto tunel con un eco apagado. Poco a poco avanzais cuando Alaina nota algo tras un recodo y os hace pararos. En un lado la roca forma un pequeño recodo. Cuando Alaina os hace parar os fijais en lo que parece ser una pequeña puerta, que de haber seguído caminando hubierais pasado por alto.

Gog permaneció atento a la gruta, por si algo decidía molestarles en aquel momento.

- Querida amiga, es hora que te ganes el jornal... Dijo con una media sonrisa bajo su espeso bigote a Alaina.

El enano tenía malas experiencias con trampas en puestas y pasillos, y en su cuerpo había cicatrices que lo atestiguaban, así que esperó a que la pícara diera el visto bueno para avanzar.

tras mirar un poco la puerta y tras no detectar nada alaina pone en marcha su arte con las cerraduras

 Con un ligero chasquido la puerta se abre, Alaina la empuja con suavidad hasta que se ve el interior de la gruta. Un pequeño espacio es lo que hay tras la puerta y en el dos pequeñas criaturas de color negro, los ojos y los dientes también. No tienen ningun solo pelo y sin esperar mas se lanzan sobre Alaina y uno de ellos la agarra de las manos tratando de inmovilizarla. Cuando derrepente os hablan, y su voz sale al unisono de las pequeñas criaturas como si vinieran de un coro de niños.

-¡Rendios!-gritan enfadados.

- Por fin!! Gritó el enano con una amplia sonrisa malévola debajo de su rojizo bigote. Y sin mediar más palabra se lanzó hacha en mano contra las extrañas criaturas.

Los bichos iban listos si creían que Gog Barbasangre se rendiría sin luchar, y más amenazando a uno de sus camaradas y colegas. No, aquella afrenta la pagarían cara.

 El enano se lanzo contra uno de los Ardites, el que tenía cogido a la joven picara y le golpeó con su hacha en la espalda. El enano sintió la vibración en el mango como si golpeara contra la roca viva, pero el filo del hacha se hundió y la criatura se derrubó en el suelo. Gog levantó la mirada en ese momento y se lanzó contra el segundo Ardite que consiguió esquivar el golpe.

¡Rendios!-volvió a insistir la criatura, que sujetaba su lanza hacia el enano sin llegar a atacarlo.

Pero qué forma más negligente de operar la de Alaina... ¿Pues no ha ido directamente a meterse en la boca del lobo? ¿Acaso le ha disgustado que el enano le dé órdenes? ¿Le ha ganado la petulancia a nuestra pícara, de modo que se crea que viene de vuelta de todo?

O ha sido el susto de encontrarse rostro con rostro con aquellas… criaturas. Yo mismo tengo el vello como escarpias. Gog, como accionado por un resorte, ya se ha lanzado a derrotarlos. “¡Deja a alguno vivo!”, estoy a punto de gritar, “¡Sus voces tienen un gran potencial orquestal!”

Al menos Alaina ha quedado libre. Pasar por aquella pequeña puerta puede provocar un pequeño tumulto, pero allá que voy, escurriéndome de medio lado, confiando en que rayos místicos y flechazos no me alcancen en el cogote, para apoyar al enano.

-Ríndete tú, demonio –replico con un mandoble. Mi propósito, antes que otro, es desarmarlo.

Algo sorprendido por el repentino ataque a esas criaturas casi no me da tiempo a reaccionar, pero mis manos vuelan audaces hacia mi arco y lo sacan con maestría apuntando facilmente a una de esas malditas criaturas.

Noto como la sangre fluye por mi cuerpo al tensar la cuerda de mi arco. Una expresión poco habitual en mi se refleja en mi cara.

-A las señoritas se la trata con respeto... malditos destrozafamilias-digo susurrando de tal modo que sólo Artin pudo oírlo.

El bardo se lanzó contra el Ardite. Una espada erró el golpe, pues la lanza de la pequeña criatura se movía rapidamente. Aquello no le salvó de la flecha del elfo, que con precision le daño un costado, aun asi aprovechó la posicion del bardo para clavarle la lanza en un muslo, haciendole una pequeña herida.

-¡Rendios!-volvió a gritar el Ardite.

pero a quien se supone que nos rendimos? identificaros por favor

dijo alaina para despistar mientras saca su  ballesta

 El Ardite inclina la cabeza y despues responde a Alaina:

-Nuestro rey quiere veros, dejad las armas y venid conmigo-dice la pequeña criatura levantando su lanza de manera defensiva.

- Jajajaja. ¿Deponer las armas? ¿Contra un misero oponente?¿Estas loco? Gog no podía creer lo que oía, aquellos bichejos estaban mal de la cabeza.

- Deja tú tu arma, y tal vez te escuchemos. Ladró el enano mientras se colocaba en posición defensiva.

 El Ardite miro a su compañero inerte y de nuevo al enano. 

-Rendios, nuestro rey quiere veros-insistió una vez mas.

Escucho a aquella pequeña bestia. Realmente no hicieron daño a Alaina cuando ésta abrió la puerta, sólo se limitaron a defenderse.

-Igual deberíamos escucharlos-casi les susurro por miedo a que descarguen su ira sobre mí.

Nunca he sido persona de llevar la contraria y menos a mis compañeros, esta vez no será diferente y si deciden luchar, yo lucharé con ellos.