Partida Rol por web

Darren baja con algunos útiles en las manos, dispuesto para empezar a colocar cosas cuando cae en la cuenta de que Raimond no había dado aún señales de vida. Si les estaba dando tiempo de más para la intimidad, lo estaba haciendo a conciencia. 

Mira a Mara, aún abstraída en sus pensamientos, y... no puede evitar pensar en algo algo travieso. Deja con cuidado las cosas a un lado, se acerca sin hacer ruido y... se para bruscamente cuando ella se da la vuelta, mirándole con gesto severo por tratar de asustarla.

Casi había esperado recibir un bofetón, pero algo se revolvió en él al ver a la chica.

- ¿Qué haces? - pregunta con tono mucho más seco de lo que habría pensado. Pero no deja que ella contesta, en vez de eso sigue hablando. - No, ¿QUÉ HACES AQUÍ? No deberías estar en este lugar... ¿Crees que tengo tiempo para estar tonteando? ¿Tienes la más mínima idea de lo que está en juego? No, claro. Ni siquiera sabes quién te ha enviado. Tal vez entonces me puedas ser de utilidad.

Clava sus ojos en los de Mara, respondiendo con una fría mirada a la incertidumbre y la creciente ira de la chica.

- Ahora, vete - dice señalando la puerta. - O mejor... ¡VETE!

Un remolino de aire rodea a Mara, que mira a Darren horrorizada. El anticuario hace un gesto hacia ella, no está muy claro si para agarrarla o para potenciar el conjuro, pero su mano no llega a tocarla. El aire se oscurece rápidamente y unas pequeñas luces amarillas empiezan a brillar en determinados puntos, dando vueltas a toda velocidad alrededor de la chica.

Un momento después, donde estaba Mara sóo queda un pequeño resplandor brillante que se difumina poco a poco, grabándose en la retina de Darren.

Aún estás dudando qué contestarle a la camarera cuando se te eriza el pelo de la piel. Algo está ocurriendo en Rey's Antiques, una explosión de magia bastante más potente de la que has sentido nunca utilizar a Darren. La idea del señor sidhe acudiendo a la tienda valiéndose del caballo acude rápidamente a tu cabeza.

Raymond iba a sonreir a la camarera cuando sintió algo. Algo que le preocupó mucho.

Puede prepararme tres cafés más para llevar. Junto con otros tanto croissants, que estaban muy buenos. Ahora vengo a por ellos.

Dejó un billete de 20* y se dirigió a la tienda rapidamente. En la cafetería consiguió no correr si no andar apresuradamente, pero una vez fuera le faltó tiempo para cruzar la calle y entrar por la puerta lateral.

Mierda. Mierda. Mierda. Sólo han sido unos minutos.

Aún con la mano alzada, un escalofrío fruto del inmenso poder que acababa de atravezarlo le recorre el cuerpo. Conoce esa sensación, pero no recordaba que hubiese sido nunca tan intensa. El dibujo de esa fuente de luz se queda clavado en su mente, la expresión asustada de ella...

Darren abre la boca dejando escapar hasta el último resquicio de aire que le pudiesen quedar en los pulmones. Da un paso adelante con los ojos muy abiertos... y se arodilla, apoyando las manos en los muslos con un rictus mortecino.

El otro era una cosa, pero el mismo Choronzón, el señor del Umbral, su señor, patrón y maestro. Al que debía lealtad por encima de todas las cosas... Darren se recrimina en silencio el desliz con Mara. ¿Cómo podía haber llegado a imaginar nada con ella siquiera? No podía permitirse perder el tiempo en cosas banales como aquella. Una cosa era un encuentro casual o las amigas en su agenda, pero con ella... si, con ella siempre es diferente. Todo es diferente.

Si aquello era tan importante como para molestarse en canalizar tanto poder, era seguro que su señor estaría ansioso para que siguiera moviéndose. Y no pensaba hacerlo. No hasta saber en qué dirección quería que siguiera andando. No hasta saber dónde había mandado a Mara y si estaba o no a salvo.

- Haz tu voluntad será toda la ley. Amor es la ley, amor bajo la voluntad - Empieza con aquel mantra que usaban aquellos que decían adorar las sombras de las que Chorozón era parte, aún sin saber cual era realmente su papel - Voluntad del amor donde es ley. Hacer tu voluntad será toda ley - Retuerce él a su gusto antes de continuar. - Mi señor choronzón, no puedo cumplir tu voluntad si no sé cual es y qué está en juego. No podré serte útil si no sé dónde la has enviado y si está a salvo. - No se atrevería a ser irrespetuoso con su patrón. Era el maestro. Era la voz. Su existencia mantenía en su lugar a las criaturas del otro lado, y en sus momentos de soberbia le gustaba pensar que él ayudaba a darle ojos en aquel otro lado del Umbral y a mantener ciertos horrores a raya. Choronzón para él estaba por encima de cualquier otra lealtad. O al menos, eso era lo que le decía la razón. El corazón del anticuario estaba exprimido por la preocupación.

Si era necesario esperaría medio minuto y repetiría la misma frase. Una y otra vez, quieto... esperando por una respusesta hasta que su señor considerase que debía saber algo o su propias ansias e impaciencia lo volcasen a hacer algo diferente.

Al llegar Raymond a la puerta casi se estampa con ella, como tendría que haber imaginado si su cabeza hubiese estado donde debía. Que desde luego no era allí. No le pidió las llaves a Darren, aunque tampoco se las habría dejado tal y como estaban actualmente.

Muchas cosas pasaron por la cabeza del mago en un instante. Si el tipo que les vigilaba avisó a quienquiera que estuviera allí dentro. Si dentro estaba el shide. Y si Darren se enfadaría mucho con él por romperle el picaporte.

Ventus servitas.

Raymond acumuló la energía mágica en su interior y la lanzó en forma de un chorro de aire que golpeó el picaporte como si fuera un ariete. No era algo sutil, pero no tenía tiempo para eso. En cuanto la puerta se abrió entró en tromba hacia donde se encontraban Mara y Darren.

Conjuras el viento para abrir la puerta con un fuerte golpe. Seguramente el poder que empleas en el hechizo sea suficiente para hacer ceder cualquiera de los otros accesos del callejón, pero te das cuenta, demasiado tarde, de que aunque Darren no sea un mago del Concilio Blanco, sí tiene poderes sobrenaturales. Y no es la primera vez esta tarde que te enfrentas con sus barreras.

Un halo azul resplandece alrededor del picaporte cuando el ariete de aire lo golpea, invirtiendo su dirección y volviéndolo directamente contra ti. Sientes cómo el impacto te vacía de aire los pulmones y te empuja hacia atrás, haciéndote tambalear.

Desde luego, como forma de llamar a la puerta, no ha sido la opción más sutil.

Anonadado, empiezas a invocar mentalmente a Choronzón exigiendo respuestas una y otra vez. Cuando la intensidad de la luz grabada en tu retina disminuye, puedes empezar a ver lo que hay a tu alrededor mientras repites tu letanía y durante un instante te sientes tentado de dejarte caer en el sillón en el cual se econtraba Mara. Pero consigues mantener la concentración invocando a tu señor incluso cuando ves una sobra rectangular oscura en el asiento. El móvil de tu amiga.

«¿Amor es la Ley?» escuchas finalmente en tu cabeza. «¿Eso ha salido de la Biblia? La segunda parte me gusta más... Pero no necesitas conocer Mi Voluntad para saber lo que debes hacer. A estas alturas deberías saber que hay una guerra en ciernes y que la integridad de los Portales que debemos proteger está en peligro. En toda guerra hacen falta aliados, sólo tienes que buscarlos entre aquellos que pueden tener objetivos afines. Y asegúrate de escoger el bando correcto, pues no siempre es fácil distinguir amigo de enemigo.»

«En cuanto a tu amiga, nos será útil. También ella puede trabajar para salvaguardar los accesos. Después de todo, no somos los únicos a los que les interesa mantener la estabilidad del Portal... Y hablando de portales...»

La voz en tu cabeza se desvanece, reemplazada por una alarma mental que liga magícamente tu consciencia a los rituales que protegen tu tienda. Alguien está asaltando mágicamente el local, intentando acceder por la puerta trasera.

Raymond creía que el cilindro saltaría y podría abrir la puerta sin problema. Y cual fue su sorpresa cuando el que salió volando fue él. Cayó de espaldas llevandose bastante daño por ello, con lo que tardó un momento en levantarse con cuidado y sacudirse la ropa para limpiarla. Al menos no había caído en ningún charco.

Recogiendo su sombrero y limpiandolo un poco aporreó la puerta con ganas esperando que alguien de dentro le escuchase y, sobretodo, pudiera abrirle.

- No de cualquier Biblia. - Casi le dan ganas de reír, pero la situación era demasiado seria como para dejar espacio al humor.

Las palabras de Choronzón eran duras y no respondían a lo que necesitaba saber. Aún así aguardó en actitud servil mientras cogía el teléfono apagado sobre el sofá y lo guardaba en el bolsillo interior de su chaqueta, escuchando hasta que la alarma le obliga a reaccionar poniéndose en pie de un salto. 

La imagen del atacante de esta mañana fue la primera idea que pasó por su mente, y aunque también cabía la posibilidad de que aquello fuese un intento bastante burdo por parte del Sr. Raymond de intentar entrar a la fuerza, no podía arriesgarse.

Darren apaga las luces de la tienda dejando que las sombras del lugar le rodeen, cubriéndolo como una segunda piel... Era fácil. Tanto que muchos podrían hasta asustarse. - Ella es mi más fiel aliada en este momento - Prosigue esta vez en pensamiento para no dar más pistas de las necesarias a su probablemente-no-deseado nuevo visitante. - Y sin instrucciones no sé hasta qué punto puede sernos de ayuda. 

¿Está bajo tu protección?

Deseaba que fuera así, aunque no tenía certeza alguna. ¿Por qué le molestaba tanto su presencia? ¿Por qué tantos esfuerzos? Pero él era su señor. A Darren no le correspondía cuestionarlo - Necesitaré al menos que me responda a una pregunta. ¿Desea que el libro llegue a manos del Shide, si o no?

Llega arriba casi esperando un nuevo ataque por parte de quien quiera que estuviese al otro lado alza la voz para ser escuchado desde el otro lado de la puerta - Mis clientes suelen tener una forma más elegante de llamar mi atención. - Su tono de voz había cambiado hasta afilarse como la aguja de un escorpión - A no ser que prefieras que NO te considere un cliente. En cuyo caso serás tratado como una molestia.

Sus ojos van hacia al felpudo. No era el mayor de los disuasores, pero ahí estaba

La respuesta de Choronzón a la última pregunta de Darren (ni, de hecho, a la anterior) nunca llegó. Incluso mientras la formulaba, sabía que el demonio ya no ocupaba su mente.

Frustrado, subió las escaleras lanzando un hechizo de protección. Mientras lanzaba su desafío, comprobó que las plantas no habían sufrido ningún daño, pues las defensas mágicas habían aguantado y no había sido necesario recargarlas. De la misma forma, el felpudo continuaba en su sitio.

Volvió a escuchar los golpes y se dio cuenta de que sonaban en la puerta trasera. Allí no contaba con la protección del felpudo, pero las defensas mágicas servirían de todas formas. Sabiendo que sus palabras se habrían oído igualmente en la parte de atrás, se dirigió hacia allí, quién podría estar aporreando la puerta después de haber lanzado un ataque mágico contra ella. La respuesta no le sorprendió del todo: Raymond. ¿Qué le estaba pasando por la cabeza hoy a ese hombre?

Sientes algo más de magia en el interior: un conjuro de protección, aunque bastante débil. Percibes en él sin demasiada dificultad el aura de Darren y sus palabras llegan hasta ti un poco distorsionadas por la distancia:

— Mis clientes suelen tener una forma más elegante de llamar mi atención. A no ser que prefieras que NO te considere un cliente. En cuyo caso serás tratado como una molestia.

Por su tono, parece dirigirse a ti antes de saber quién eres, alertado por el ataque mágico sobre su puerta. Pero, ¿por qué no está preocupado por la gran explosión de poder anterior? Alguien muy poderoso ha realizado un transporte mágico desde o a la tienda, pero o Darren no se ha enterado o no le ha preocupado demasiado. Algo no termina de encajar, pero con el día que tiene el anticuario, es perfectamente capaz de cabrearse una vez más por que hayas venido corriendo a auxiliarle y hayas intentado entrar a la fuerza.

El ambiente aún rezuma con energía mágica, pero a pesar de todo, el teléfono fijo de la tienda consigue recibir una señal y empieza a sonar sobre el mostrador.

- ¿Y ahora cómo se lo explicamos? - Pasa amargo el pensamiento por su mente. Si ni tan siquiera él tenía respuestas y lo poco que tenía el mago no lo recordaría diez segundos más tarde de haberlo dicho, o lo ignoraría por completo como siembre había ocurrido en las escasas ocasiones en las que había tratado de trasladarle las palabras de su señor al mago o a cualquier otro...

- Y justo ahora suena el teléfono... fabuloso.

Dejándose llevar por la inercia, pero no precisamente de buena gana, va hacia la puerta de atrás para abrir... pero se detiene a mitad del gesto. 

- No. Puede ser una ilusión - El ataque contra sus defensas había sido más que simplemente tocar al timbre. Algo que el mago podría haber hecho perfectamente, si hubiese querido. 

Puede que no fuese Grend, lo cual explicaría que no respondiese a su amenaza con palabra alguna. ¿Una ilusión a la vista, pero no al sonido?. 

Por mucho que fuese su imagen tras la mirilla, prefiere ignorarlo por ahora.

Va hacia el teléfono.

- Rey's Antiques ¿Diga?

Escuchas pasos que se alejan de la puerta y, al cabo de un momento, el teléfono deja de sonar. Intentas agudizar el oído y te parece escuchar la voz de Darren contestando al aparato con un "Rey's Antiques ¿Diga?".