Partida Rol por web

Jade se sienta cómodamente en la silla, observando todo a su alrededor con la curiosidad innata que la caracteriza. Ya había venido otras veces obviamente, pero cada vez que iba observaba detalles nuevos que no había visto anteriormente, o gente nueva con historias por contar a las que Jade deseaba poderse acercar y preguntar… Pero sabía que muchas de las personas reunidas allí preferían que no se las molestara, y realmente era una lástima.

Sonrió animadamente a Avallach cuando éste se acercó a preguntar que querían por tomar, - ¿Tenéis alguna bebida afrutada o algún té con especias? – preguntó, intentaba siempre que venía pedir algo nuevo. Se mantuvo en silencio mientras Raymond preguntaba sobre otoño, había aprendido a base de experiencia que si iba con alguien sobrenatural y éste hacia las preguntas era mucho más fácil que encontraran respuestas. A veces le daban ganas de gritar de lo paternalistas que eran muchos de los que vivían en ese mundo oculto cuando se encontraban con una mortal.

El sidhe sonríe cuando le pedís la bebida y asiente, seguro de sí mismo. — Por supuesto, tenemos un té afrutado que encaja perfectamente con lo que necesitan — dice amablemente.

Cuando el mago pregunta por Otoño, frunce el ceño, desconcertado.

— Me temo que no sé a qué se refiere, señor Grend... — Jade, mucho más acostumbrada a tratar con la gente que Raymond, se da cuenta de que realmente no entiende la pregunta. Si quieren obtener algo de los dos dueños del Eliseo, van a necesitar ser mucho más claros con la información que les están dando.

Duda un momento y después continúa. — La verdad es que había imaginado que su visita sería por un tema completamente diferente. Me sorprende que el señor James no haya venido por aquí para preguntar por los eventos de hace dos noches... Mi hermano y yo hemos estado hablando y creemos que compartir información sobre ellos no rompería los Acuerdos.

Sonríe un momento y se da la vuelta para volver a la barra. A penas un minuto después, su hermano se acercó a la mesa con una tetera humeante y un par de tazas.

Raymond asiente, no esperaba que fuera a ser fácil. Aunque después del día que había tenido una buena noticia habría estado bien.

No le falta razón. El Guardian James está ocupado con asuntos importantes. Y me ha dejado a mí el tema que ha sacado a colación. Es bueno que le recuerden a uno, supongo. Y me encataría que pudieran compartir esa información conmigo, seguro que el Consejo lo apreciaría y lo agradecería.

Chasqueó un poco la boca, pues lo que iba a decir a continuación les haría tener ventaja a los shides en una negociación, cosa que ya de por sí siempre parecían tener. Pero estaban con el tiempo justo, por lo que se tendría que arriegar.

No obstante nuestra presencia aquí se debe a otro motivo. Hemos de ir al Nuncamás, y se nos...ha indicado que aquí podríamos hallar la manera de llegar. Una rápida y segura.

Jade sonrió con agradecimiento cuando el sidhe volvió con la bebida y sirvió las dos tazas mientras Raymond hablaba con Avallach. Tomó un breve sorbo del té, saboreando la deliciosa bebida mientras observaba la reacción de Avallach ante las palabras del mago.

¿A que se referían con lo ocurrido hacía dos días? ¿Otro misterio? Inspiró profundamente, notando el aroma afrutado del té, su prioridad era Mara, si quedaban misterios sin resolver cuando la encontraran y la regresaban a casa, ya se ocuparía de ello… O quizás le podía preguntar a Raymond en el viaje por el Nuncamás, no es como si pudiera escapar y a saber cuánto tiempo pasaría hasta que encontraran a Mara.

El sidhe oscuro llega con el té que habíais pedido y sigue la conversación como si hubiérais estado hablando directamente con él en vez de con su compañero rubio.

— Una poderosa entidad sobrenatural apareció hace unos días en las afueras — comentó. Luego pareció leerle la mente al mago... o sencillamente suponer qué es lo que estaba pensando, con los sidhe nunca se sabe. — No, no provenía del Nuncamás, lo cual es aún más preocupante. Sin embargo, su llegada sí ha alterado de alguna forma los accesos a nuestra tierra. ¿Han oído algo sobre las desapariciones en los puentes? Parece que se están generando portales aleatorios allí...

Jade estaba pensando en los guardianes, que por lo que sabía eran los magos del Consejo Blanco que velaban por que se cumpliesen las Leyes de la Magia. Había oído hablar de ellos, más como amenaza si revelaba información de temas sobrenaturales que por otros motivos, aunque suponía que eso no era del todo ilegal... Tomó nota mental para peguntarle a Raymond después, mientras pensaba si James sería el nombre de pila o el apellido de uno de esos Guardianes.

Pero, cunado llegó Avender, no dejó de prestar atención, sobre todo ante la mención de los puentes. ¿Sería eso lo que le había ocurrido al señor Wells y que tenía intención de contarle al día siguiente? Casi se sintió tentada a sacar una libreta y empezar a tomar apuntes.

A Raymond, sin embargo, le preocupó más el tema de la criatura sobrenatural. Si no estaba en este plano y no provenía del Nuncamás, quedaban tres opciones, cada cual peor que la anterior: el Cielo (cualquiera de ellos), el Infierno y, dios no lo quisiera, más allá de las Puertas Exteriores. El último caso estaba prácticamente descartado, pues cualquier guerra entre magos y vampiros sería algo trivial comparado con la aparición de un Intruso.

— Sobre el viaje al Nuncamás, me sorprende que precisamente un mago necesite ayuda con eso... Aunque no he entendido muy bien lo del Otoño — os sigue rompiendo la cabeza que el sidhe oscuro hable de eso, cuando se lo habíais comentado al luminoso. — Yo os podría llevar a Invierno, y Avallach a Verano, pero... ¿qué es eso de Otoño?

Raymond asiente ante el comentario sobre la entidad y el desbarajuste de los accesos.

Sí. Soy consciente de...las alteraciones a los accesos al Nuncamás. El Concilio lo está investigando, o al menos lo debería estar haciendo a quién se lo han encargado. Lo que pasa es que me ha surgido un problema personal que tiene prioridad. Aún así tomo nota de lo de la entidad y lo estudiaré cuando vuelva.

Se masajeó las sienes pues empezaba a dolerle la cabeza.

El hecho es que precisamente por las alteraciones es por lo que buscaba un pasaje seguro al Nuncamás. En cuanto a lo de Otoño, es otra pieza del puzle.

Está en algún lugar custodiada por una gran fuerza, hay un guardián, y también puedes abrir el camino si Verano e Invierno trabajan juntos para alcanzar Otoño.

El mago sabía que se arrepentiría de decir lo siguiente, pero algo le decía que no tenía tiempo para sutilezas.

La verdad es que estoy algo desesperado, y no encuentro solución a esa parte. Es otra de las razones de haber venido aquí.

Le dio un trago a su bebida y por un momento deseó que fuese algo más fuerte. Pero necesitaba estar lo más centrado posible.

El sidhe rubio se acercó justo cuando Raymond citaba las palabras textuales que le había dicho Jade, tal y como se las comunicó antes Adrian, que eran exactamente las mismas que el changeling había escuchado en su ritual.

— ¿Un guardián? Igual teníais que empezar a buscarlo... — dijo con una sonrisa.

Su gemelo oscuro, como muchos le conocían a pesar de que no fueran familia, le miró con severidad. — Ha dicho que es urgente, y deben de estar en el único sitio de la ciudad donde trabajan juntos Verano e Invierno.

— Pero, ¿Otoño? ¿Qué se han creído que es esto? ¿La obra de Vivaldi?

— Bueno, yo soy más de rock pero, ¿dime que nunca te has preguntado dónde llegaríamos abriendo juntos un portal?

— Muy probablemente, al fondo del mar — contestó Avallach, sarcástico.

— El lado bueno es que ninguno de nosotros tendría que cruzarlo... — la siniestra sonrisa de Avender hacía de su pálido rostro algo aún más terrorífico, si cabe.

— Y, ¿está el mago dispuesto a correr el riesgo? — Preguntó el rubio mirando a Raymond.

— Eso es problema suyo. El nuestro es, ¿qué ganamos por ayudarles? — Concluyó el sidhe de la corte de Invierno alternando la mirada entre Raymond y Jade.

Raymond miraba estoicamente a los "gemelos". Lo cierto es que no tenía más remedio que aguantar sus bromas y chascarrillos. Lo que más le preocupaba era el pago que iban a pedirle.

El mago está dispuesto a correr el riesgo. Aunque tal y como habláis alguien podría pensar que es una cosa peligrosa.

Miró a Jade cuando lo dijo, pues no podía, ni quería, hablar por ella. La joven había decidido venir en ayuda de su amiga, pero en realidad no era consciente de lo que se estaban jugando. Sería mejor que se quedara allí, aunque el mago también estaba convencido de que no lo haría. No obstante tenía que intentarlo.

Como ve, srta. Keen, el viaje que tenemos por delante es peligroso. ¿Sigue dispuesta a venir? Nadie le reprocharía nada.

Jade abrió los ojos por sorpresa, ¿desapariciones en los puentes? ¿Cómo el guardia, Wells, que habían ido a visitar esa mañana? Estaba claro que no tenía amnesia y si se había trasladado por un portal entendía perfectamente que no quisiera hablar de ello en un principio.

¿Hay alguien investigando esos portales? – preguntó curiosa a Raymond, más para confirmar que en búsqueda de información. Era bueno saberlo, e ir a la entrevista con Wells con conocimiento de causa podría influir en entender mejor la situación en que se había encontrado el guardia al cruzar el puente y como había vuelto.

Asintió, abrir el portal juntos seguramente fuera lo que se refería con trabajar juntos, aunque seguía teniendo curiosidad por la referencia de Otoño. Se giró hacia los gemelos, - ¿No existe algún lugar de Nuncamás que sea una mezcla de Primavera y Verano? ¿Suficientemente diferente de ambas para ser una excepción? – preguntó interesada, buscando entender si la referencia de Otoño era directa o abstracta.

Por Mara lo que sea necesario, señor Grend, - aseveró con firmeza.

 Jade miró a los dos sidhe y parpadeó, repitiendo lo que le acababa de decir a Raymond. — Es por nuestra amiga...

Avender miró al sidhe de verano. — ¿Tú harías algo así por mí?

— ¡Ah! ¡Qué pregunta! — Negó con la cabeza. Los sidhe no podían mentir, o al menos eso se decía. Miró al mago, sabiendo que él sí comprendería lo que iba a decir. — Está bien, os ayudaremos. Pero nos deberéis un favor, ¿de acuerdo?

El señor Grend palideció un poco mientras tomaba un sorbo del té. Deber un favor a las hadas no era ninguna tontería y eso lo sabía bien, pero, ¿tenía alguna otra alternativa? Después de todo habían venido aquí sin nada con lo que negociar con la pareja, así que no era probable que pudieran obtener un trato mejor.

Raymond carraspeó un poco cuando Jade le preguntó si había alguien investigando lo de los portales, a lo mejor si hubiese hecho lo que le pidieron en lugar de querer ayudar a Darren no estaría en aquella situación. Aunque también era posible que Mara siguiera estando en apuros y él no supiera nada de ello y no pudiera ayudar.

Hay alguien. Aunque se lo está tomando con calma.

En cambio la mención de Erlking captó toda su atención y se puso muy serio. Aquello no era nada halagüeño. Si Mara estaba con él, o en su feudo, estaba en graves problemas.

Suspiró resignado cuando los shides le pidieron un favor. No le gustaba nada deber favores, y menos a hadas. Pero no había más remedio si querían ayuda para llegar a ese otoño.

Muy bien. Acepto sus condiciones y les deberé un favor. Pero sólo yo, no la joven. Y no haré nada que vaya en contra del Concilio Blanco.

El mago quería ser intransigente en aquello, en especial con lo de Jade, pero lo cierto es que sabía que estaba en manos de los hermanos. No obstante sabía que si no tratabas de imponerte un poco en una negociación con hadas luego era cada vez más dificil hacer tratos con ellas. Así que mejor era tratar de sacar algo para no ponerselo tan fácil.

Asintió hacia Grend, dejando a un lado el tema de los portales de forma momentánea. Ahora lo importante era Mara… pero cuando volvieran tendría que investigar más ese asunto, pensó a medias curiosa por lo que pudiere estar ocurriendo y también queriendo ayudar en lo que pudiera.

¿Erkling? Por el tono de voz y los rostros serios parecía un lugar peligroso… ¿Y Mara estaba allí? Cruzó los dedos para que no fuera así, por que Mara estuviera a salvo.

Frunció el ceño, no quería contradecir a Raymond en una negociación con hadas, sabía que eso podía ser peligroso, pero no podía permitir que se llevara él todo el cargo del pago del favor que deberían a los hermanos… Hablaría con él más tarde para asegurarse que el señor Grend la tenía en cuenta para ayudar a pagar ese favor.

Raymond había leído poco sobre el Erlking, una poderosa criatura del Nuncamás que no está afiliada a ninguna de las dos cortes. Lo poco que sabe de él es que lidera una hueste de espíritus y otras criaturas feéricas en lo que se ha conocido como la Cacería Salvaje. A pesar de no pertenecer a Invierno o Verano, no parece demasiado probable que esté relacionado con lo que parece que están llamando Otoño, sino que se trata sencillamente de un hada salvaje lo suficientemente poderosa como para resistir el poder de las Reinas de las dos Cortes.

Jade se queda un momento pensativa. Desconoce los detalles sobre la identidad del Erlking, pero una vez más le maravilla cómo una criatura que siempre había considerado parte del folclore nórdico que Goethe había utilizado para sus poemas, está realmente basada en un ser real. Pero para ella ese nombre corresponde a un siniestro elfo que mata a los niños que se pierden en el bosque. Nada muy lagüeño, de cualquier forma.

Mientras repasan mentalmente lo que saben, los dos dueños del local se miran entre ellos.

— Dos personas, dos favores... — responde Avender.

— ...Quién pague esos favores nos es indiferente — concluye Avallach.

No parece haber ninguna otra alternativa, así que el mago se encoge de hombros y los dos sidhe sonríen.

— Venid por aquí — dicen prácticamente al mismo tiempo, dándose la vuelta para entrar en la parte privada del local.

Les seguís hasta allí y, tras atravesar la parte trasera de lo que podía ser un bar cualquiera, con barriles de cerveza y una cocina en la que se puede ver a un par de empleados trabajando (¿uno de ellos tiene cuernos de cabra? Se gira demasiado rápido como para que podáis confirmarlo) llegáis a una escalera que desciende a un sótano.

— Por favor, pasad — dice Avallach de forma casi casual, pero por algún motivo Raymond se da cuenta de que, de no haber escuchado esas palabras, les habría costado cruzar la puerta que encuentran al final de la escalera. Las protecciones mágicas en el lugar son tan potentes las más fuertes que haya podido sentir en cualquier otro lugar durante toda su larga vida.

— Me temo que no va a poder ayudarnos mucho en este ritual — comenta Avender mirando al mago y confirmando sus temores. Cualquier magia que no sea la de estos dos estará severamente restringida en este lugar que debe ser lo más parecido al sancta sanctorum de los dos sidhe.

Al menos eso os deja un momento para admirar la habitación... si es la forma correcta de llamarla. Si no estuviérais en un sótano probablemente pensaríais que os encontráis al aire libre. Aunque estimáis que la superficie debe ser similar al salón del bar en la planta superior, no podéis ver las paredes, tal vez por la maraña de vegetación que bloquea la vista antes de llegar a ella. Hay árboles de todo tipo, desde algunos de hoja caduca cubiertos de nieve hasta otros con los frutos típicos del verano. Intentáis no fijaros en la temperatura que hace aquí, porque sentís al mismo tiempo frío y calor y pensar en ello hace que os duela la cabeza.

Raymond torció el gesto, pero no había mucho que hacer. Los hermanos le tenían pillado y lo sabían. Al menos había podido incidir en lo del Consejo, sólo le faltaba hacer algo para contrariarlos aún más.

El mago no le dio importancia al hecho de que uno de los concineros tuviera cuernos, sabía donde se encontraba, pero entrar por el portal fue otra cosa. No le gustaba que sus poderes estuvieran tan mermados, por ser generoso, pero procuró que no se le notara para no preocupar a Jade.

No pasa nada. Seguramente molestaría más que otra cosa, no se me suelen dar bien los rituales.

Después de aquello se quedó admirando la estancia. Seguramente habría mucha gente que hubiese estado en aquella sala, a todas luces importante de los hermanos, pero lo cierto es que no conocía (que supiera) a ninguno. Se obligó a despejar su mente y relajarse. Tenía que estar preparado para lo que hubiera al otro lado. Algo que ni los hermanos parecían saber. Sonrió a Mara.

Tranquila. Todo irá bien. Son profesionales y saben lo que se hacen.

Finalmente acordaron el viaje a Nuncamás, aunque se sorprendió de la rapidez. Jade apuró su bebida antes de levantarse y seguir a las dos hadas tras Raymond. Trataba de mantenerse seria, pues era un asunto importante, pero… internamente no podía dejar de dar saltos de ilusión, ¡iba a ir a Nuncamás!

Siguió a las dos hadas hasta una ¿habitación? en el sótano del pub. Le entusiasmaba descubrir las cosas tan interesantes que podía crear la magia, ya fuera arcana como la del señor Grend como la faerica como la de las hadas. Intentó memorizar el máximo de detalle de ese lugar, no lo iba a incluir en ningún libro, tenía un mínimo de sensatez, pero iba a ir a su cajón de maravillas sin lugar a dudas.

Sonrió a Raymond, - Confío en ellos, han hecho un trato – respondió con seguridad, tratando de recordar cada aspecto del ritual que estaban realizando los gemelos. – Pero tendremos que hablar del favor, puedo ocuparme de mi parte, señor Grend. No pedirían algo que no sea viable para la persona que ha de pagar. Y es por Mara. – susurró, más por tratar de molestar lo mínimo posible en la concentración de los gemelos, pues tenía presente que en el mundo de la magia las únicas palabras que quedaban sin escuchar eran las que no se decían.

La magia de las hadas es algo extraño y maravilloso. Extraño para Raymond, cuya magia proviende del conocimiento arcano y de rituales, mientras que para estos seres parece algo completamente innato: tal vez la magia feérica esté más limitada que los poderes que utilizan los magos, pero para algunas cosas parece una aplicación mucho más natural de ese poder. Maravilloso para Jade, que a pesar de vivir rodeada de seres con poderes sobrenaturales pocas veces ha podido presenciar algo tan complejo como un ritual que abra un portar a otro mundo.

Los dos sidhe hablan entre ellos un momento, pensando cómo pueden crear un acceso a un reino del que nunca han escuchado hablar. Por lo poco que les habéis comentado, parece que actuando juntos deberían poder lograrlo y deducen que ambos tienen que abrir un portal conjunto.

Deciden que sea Avallach quien comience el conjuro, empezando a abrir un portal a las tierras de Verano. Murmura unas palabras en un lenguaje que ninguno comprendéis y alguna de las plantas de la habitación parece tomar vida. Los zarcillos de una enredadera se extienden y crecen formando un círculo en vertical, de unos dos metros de radio, prácticamente apoyado en el suelo en su punto inferior. La luz empieza a distorsionarse en ese círculo y, de forma similar al aire sobrecalentado por el asfalto en verano que parece hacer que el otro lado de una calle se difumine ligeramente, véis cómo lo que hay más allá de esa zona empieza a oscilar y poco a poco deja de verse con claridad. En pocos segundos os parece que la imagen que véis no tiene nada que ver con la extraña habitación-jardín en la que os encontráis, pero os parece distinguir algo de vegetación al otro lado del círculo.

Entonces Avender asume el control del conjuro mientras Avallach sencillamente lo mantiene. El tiempo parece acelerarse y los zarcillos de la enredadera se empiezan a secar y perder color. En cuestión de segundos, el círculo de ramas verdes se marchita y dejan caer las hojas. La imagen del interior también va cambiando y lo que parecía un campo veraniego poco a poco avanza hasta verse dominado por los tonos rojizos y dorados del otoño.

— Daos prisa, atravesad el círculo antes de que Avallach se canse y el portal llegue al invierno — dice Avender, instándoos a moveros.

Dudáis un momento y corréis hacia las enredaderas, atravesando el aro que forman y sumiéndoos en un viaje al Nuncamás.

Tal y como esperábais por la visión del portal al otro lado aparecéis en un bosque. Los tonos rojizos, marrones y dorados llenan vuestra visión. Parece que, si las apariencias son ciertas, los dos sidhe han conseguido realizar el conjuro tal y como pretendían y habéis llegado a algún lugar de Otoño.

Os sentís ligeramente desorientados durante unos momentos, pero pronto Raymond consigue centrarse y empieza a preparar el ritual para localizar a Mara*.

Jade está casi igualmente interesada en la magia de su compañero como en el propio entorno. ¿Este es el mundo de las hadas? ¿El Nuncamás? Se agacha para coger alguna de las hojas que cubren el suelo. Parecen reales, igual que las de su propio mundo, pero tal vez con un poco más de color, más... perfectas.

El mago aún no ha terminado su conjuro cuando una ráfaga de viento levanta las hojas a vuestro alrededor. Frunce el ceño, pues sólo lo hace en una zona muy localizada, de alrededor de un metro de ancho, pero casi inmediatamente devuelve su concentración a la magia que está realizando.

A pesar de la confianza que había dicho que sentía por los hermanos, lo cierto es que a Raymond le preocupaba un poco el viaje. Si hubiese sido un portal normal no lo estaría, pero estaban intentando algo nuevo. Lo cuál como habían dicho podía salir muy bien o muy mal. Afortunadamanete salió bien, o al menos eso parecía.

Bueno. Hemos llegado. Voy a preparar el ritual para localizar a Mara. Ten los ojos abiertos y procura no tocar nada, sobretodo si son cosas que te llaman mucho la atención. No es que todo aquí sea peligroso, pero pocas cosas no lo son.

Dicho esto el mago sacó varios utensilios de sus bolsillos. Por un lado los cabellos que le había traido Jade, los cuales enrolló meticulosamente a un clavo largo de hierro. El que sea de hierro había sido intencionado al venir a aquel lugar, ya que evitaría que la mayoría de los seres de allí se lo quitasen. Luego ese mismo clavo lo ató a un trozo de cordel rojo, uno resistente y un poco grueso, y le hizo un lazo para pasarselo por la muñeca.
Y con eso ya estaba toda la parafernalia, no dejaba de ser una especie de brújula que les guiaría hasta donde estaba la chica. El clavo se movería en su dirección y el cordel evitaría que saliese volando. Sencillo, útil y rápido. Eso solía ser lo mejor para los conjuros.
Eso en cuanto a los objetos, el ritual ya costó un poco más. Raymond se puso a murmurar palabras en latín, primero vocalizaba, luego susurraba y finalmente murmuraba. Mientras lo hacia extraía su energía mágica y la traspasaba al clavo.

Jade atravesó el portal que habían creado los gemelos sin dudar. Al posar sus pies en Nuncamás, una sonrisa ilusionada asomó en su rostro mientras giraba sobre si misma para tratar de abarcar todo con su mirada. - ¿Puedo llevarme una hoja a casa? – preguntó a Raymond mientras le enseñaba la hoja que había recogido. – Es una tontería, pero… ¡estamos en Nuncamás!

Enseguida, pero, su rostro se relajó y volvió a asomar la preocupación por Mara. Observó curiosa el clavo atado al cordel rojo. - ¿Señala también lo cerca o lejos que está? – preguntó curiosa por la simplicidad del conjuro. - ¿Si crearas otra de estas pulseras la podría llevar yo? ¿O estas manteniendo constante el conjuro y es necesario que lo lleve alguien con poder arcano? – comentó con curiosidad académica. – Por si acaso nos separamos… o nos separan – explicó.