Partida Rol por web

Historias de Ultratumba: El Ritual

I. El Paseo de los Reyes.

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12/11/2021, 15:40
Remo Williams

La cara le pesaba. La sentía como un balón, inflado, a punto de reventar. Con la poca sensibilidad que tenía en la boca notaba como chorreaba saliva, regando el bosque. Abrió un ojo, todo se veía nublado. ¿La saliva era roja? No podía pensar, volvió a dormir. 

Cuando volvió en si seguía viajando. Lo hicieron caminar. Lo hacía por inercia, no podía presentar resistencia en aquel estado. Ayudó a Von Haus como un robot. Cuando llegaron observó el asentamiento. Prestó atención a todo, pero se detuvo en las cruces. Ya habían sido utilizadas. 

Se dejó conducir a la celda, no tenía sentido tratar de huir en aquellas condiciones. Pero si se hizo una imagen mental de toda aquella aldea ardiendo y él con una antorcha en la mano.

Se alegró más de lo que hubiese pensado al encontrar a Prue ahí, pero enseguida una sombra cruzó su mirada. Tak no estaba, y la chica no parecía estar en buenas condiciones. Mañana a la noche, les habían dicho. No hacía falta preguntar que pasaría entonces.

Se quedó un rato en silencio, tal vez procesando las últimas horas, o qué habrían podido hacer distinto para no terminar así. No tenía mucho sentido, pero la mente divaga. Le era difícil concentrarse. 

Rainer empezaba a divagar de nuevo. Era lógico, no era fácil acomodar un golpe como el que les habían dado. Insistía con lo de la marca de Prue, pero para Remo era lo mismo. Evidentemente había algo que no podía explicarse, o al menos él no podía, pero eso no significaba que no pudiese tener una explicación razonable. Aquella vieja bruja sabía algo de Von Haus, y de Rainer, les había dicho algo que relacionó con los sueños que habían tenido. Seguramente con Prue también sucedía lo mismo. Pero los iban a matar igual. Aceptasen o no lo que sea que les hubieran ofrecido, daba igual. Aquellos eran unos dementes y no entenderían otra cosa que no fuera la violencia. El problema era, ¿cómo escapar de allí?

- Malditos sean -dijo después de un rato.

Dejó pasar uno segundos en silencio, oyendo en su cabeza el eco de sus propias palabras.

- ¿Sabes cuanto me costaron estas botas? -completó su reflexión, afligido, observandolas.

Además había perdido su gorra favorita. Tenían que hacer algo, pero ¿qué?   

Rainer estaba seguro de que había encontrado la respuesta, pero claro, cuando todavía aquello ni había empezado ya estaba hablando con los árboles. 

- Necesito alambre, o algo similar -dijo en voz alta, buscando en el suelo, en las paredes, en sus bolsillos. Si encontraba algo podría tratar de liberarse de su grillete. No sería fácil, pero no estaba muy entusiasmado por esperar la muerte cruzado de brazos. Tal vez en su bota restante encontrase algo metálico para utilizar, en el cierre del pantalón, algo tenía que encontrar.

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13/11/2021, 05:35
Albert Von Haus

Al final me dejaron el bastón, pero no porque los hombres quisieran, sino porque aquella mujer, aquella niña perdida, así lo quiso. Parecía que allí mandaban ellas, pues se encargó de que mis compañeros recibiesen menos golpes. De hecho, se encargó de que el trato más favorable en el camino lo tuviese yo. No sabía si era por mi fea cicatriz o porque le ponían los tullidos o quizás mis ojos azules habían ganado al resto.

Aún así los hombres se excedieron con Remo y con Rainer no mostraban demasiada clemencia.

Pero yo, yo era distinto y no entendía el motivo. De hecho hicieron que uno de mis compañeros me ayudase a caminar cuando literalmente, ya no podía más. Estaba roto, pero ellos no estaban mejor que yo. Mi capacidad de pensar se veía anulada por el dolor y me habían quitado la vicodina. El camino se hacía largo y pesado y el efecto de mi última pastilla iba esfumándose a cada paso que daba por aquel maldito bosque.

Un bosque donde nunca debimos entrar.

Sin entender aún el trato tan cruel, llegamos a su poblado o campamento y una vieja desdentada nos habló y la rubia lo tradujo en inglés. Entonces comprendí porqué el trato hacia mí era distinto. "Le gustaba". Pero aún así, me matarían, no solo de hambre, sino de dolor, algo que sabían pero que no mencionaron o tal vez sí... pero aquella niña no lo dijo. Lo bueno de esa muerte es que cuando el dolor fuese intenso, me desmayaría y con suerte no despertaría jamás. De hecho no envidiaba la forma de morir de Rainer, aunque sí la de Remo, pero con el mono, lo mismo no me enteraba de nada.

- Cgreï que segrían nuestgros salvadogres... y son sus adogradogres. - Me lamenté y miré a la vieja. - ¿Pogr quë le gusto? - Pregunté. - Quiegro sabegrlo antes de mogrigr. ¿Y quë ha dicho de yo? Hablö mucho piegro tu decigr poco. - Le dije a la mujer rubia antes de que la vicodina dejase mi cuerpo y no volviese a ser yo. Más no obtuve respuesta y fui encerrado con los demás en una celda con el tiempo de vida en nuestras cabezas. Se notaba que ya no era yo en mi mirada, no sin los opiáceos en mi cuerpo.

Caí en el suelo y nuevamente no fui atado como los demás, pero me retiraron el bastón. En parte, lo veía como algo de clemencia hacia mí, pero no entendía el motivo... claro que sin bastón no iría lejos, pero descansando y con un palo... tampoco me alejaría mucho más, pero lo suficiente para ponerles nerviosos.

Antes de que se cerrase la puerta les grité, con un frialdad propia en mí, pero oculta siempre en lo más profundo de mi ser, que demostraba hasta que punto me importaba yo mismo, no los demás*. - ¡Mis pastillas! ¡Niecesito las mïas pastillas! - No había súplica, ni ruego, tampoco era una exigencia, era una necesidad de mi propio ser, del dolor que aumentaba y que pronto me dejaría K.O. Me daba igual la comida, me importaba una mierda el agua, quería mis pastillas, nada más.

Ese era mi motor, mi punto más débil.

Y la puerta se cerró y nos quedamos a solas, sorprendentemente con Prue allí también. Por lo visto la habían cogido y cambiado de ropa. Rainer la veía como a la liberación, como a un ángel y por como estaba vestida, no andaba muy equivocado... solo que era el ángel de aquel demonio... - Grainegr no se equivoca mucho. - Me desplomé en el suelo, muerto de cansancio y de dolor. - Sus gropas. Iban a idolatgragrla, a convegrtigrla en... ¿su sacegrdotiza quizäs? Ella os lo contagrä miejogr cuando diespiegrte. - Añadí llevándome la mano al muslo, mientras mis ojos miraban casi sin ver.

- Piegro ella es diesconfiada, indomiable. Se ofgreciö a la bestia en el suegno, egra suya... piegro no de ellos. La suya sialvaciön egra segr su... ¿lídegr? Ahogra mogrigrä como niosotgros...

Y escuché la petición de Remo. - Pgronto estagré con el mono... con el diologr... o lo que es lo mismo, no iestagrë... piegro biuscagrë piogr ti. - Algo debía haber bajo tanta mierda, mantas y mal olor a parte de muerte.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Si no consideras oportuno que las tiradsa se hagan así, resta 10 a la que corresponda.

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13/11/2021, 22:29
Director

La mujer rubia había traducido las palabras de Von Haus a la anciana quien le había sonreído con los pocos dientes que le quedaban, añadiendo unas cuantas palabras más en aquel dialecto quebrado y siniestro que arrastraba las letras igual que un asesino en serio arrastraba cadáveres hacia la tumba.

—Tú sufrir, eso gustar —tradujo la mujer una vez más —. Él ver vida tuya. Él ver tu yo, tu verdad. Él poder hacer de ti gran hombre, gran espíritu guerrero. Porque tú sufrir. Tú valer. Tú alimento. Tú poder creer. Tú elegir otra cosa. Ahora tú morir hambre. Porque Él disfruta de tu agonía, de tu miseria. Tú alimento para él.

La anciana soltó una sonrisilla, dijo algo más. La mujer rubia no lo tradujo, indicó a los cazadores que empujasen a Von Haus y lo internasen en la cabaña.

 

***

 

Prue se sobresaltó al escuchar voces. Tiró de la cadena, intentó ponerse en pie y escapar. La cadena se tensó, cayó de bruces. Se quejó, giró sobre el suelo y volvió a sentarse en el mismo lugar. Se retiró la oscura melena de su rostro sucio y los vio. Quedó tan sorprendida como extrañada.

—Vosotros…—murmuró.

Para ser un prisionero y haber sido sentenciado a muerte Rainer se encontraba pletórico. Así se lo hizo saber a todos. Así se lo hizo saber a Prue.

—No soy un ángel. No soy especial —estaba quebrada, rota, su voz era trémula, danzando al borde del llanto, tonteando con la desesperación.

Von Haus también habló. Fue más crítico, menos entusiasta. Sus palabras eran cuchillos. Hace un solo día Prue se hubiera rebelado contra él, le hubiera saltado encima como un animal salvaje. En su estado actual Prue ya no quería pelear. Estaba demasiado cansada. Se abrazó a sus piernas, temblaba.

—Tuve miedo, estaba confundida. Esa cosa me tenía entre sus manos. Sus ojos eran hipnóticos. Fue en la cabaña, la primera noche —confesó, aunque todos lo sabían —. Rainer me había dicho que podía confiar en el bosque —no era un reproche, solo un hecho —. Esa cosa me tenía entre sus manos. Sabía que si no lograba escapar me pasaría lo mismo que al ciervo. Olía a cadáver, a muerte. Tenía miedo. No quería ir con él. No podía escapar. No quería morir…no quería…—sus lágrimas eran silenciosas, su voz se hundió varias veces, sollozó, apretó los puños, maldijo por lo bajo —. No quería morir. Pero no quería esto. Cedí a su deseo solo porque pensé…que quizás…podría escapar más tarde. O que Rainer tendría razón. Si era un ser benévolo. Pero no lo era. Ahora estoy unida a él —se palpó la frente —. No puedo escapar —se estremeció.

La escucharon llorar desconsolada por unos minutos. Una adolescente, sencillamente, que había metido la pata. Errores que no habían sido meditados, fuerzas capaces de engatusar. Von Haus había burlado el engaño, Rainer también. Remo no había entregado en el juego. Uno era fuerte, otro astuto, al otro le había salvado el amor. Prue era solo una niña que jugaba a ser mayor. Como todos a su edad. Había caído en una red de la que había tratado de zafarse dándose cuenta de que no había posibilidad de escapar.

—¿Y Tak? —preguntó cuándo se hubo calmado —. ¿Está…? ¿Lo atrapó como a Clark?

Había alzado sus ojos claros, los miraba desde la distancia. Ella se encontraba encadenada en la pared opuesta a la suya, no podrían tocarla. Agachó la mirada.

Von Haus trató de ayudar a Remo. Ambos buscaron entre la inmundicia sobre la que se encontraban. No había nada. Nada que pudiera usar para forzar los grilletes. No un hueso, ni una alambre, ni una astilla. Rainer les imitó sin tener más éxito. Sus posibilidades se habían reducido a cero. No había nada que hacer salvo esperar, sucumbir.

—Chicos —su voz sonó, por primera vez, como la vieja Prue, entre lo dulce y lo rebelde.

Los tres se quedaron mirándola. Sus ojos eran claros y radiantes, su piel era suave y fina, poseía una belleza femenina pero no podían verla como una mujer, no aún. Ni siquiera Von Haus. A pesar de la suciedad, de la horrible túnica que vestía, de su propio agotamiento, la vieron con otros ojos. De una forma especial. Ella sonreía y, aún con la desesperanza clavada en sus corazones, su sonrisa tímida, con un toque de picardía, calmó sus miedos insuflándoles algo de fuerza y de calor perdido. Rainer había dicho que era un ángel. Ahora mismo si podían creerle. La ilusión se desvaneció pronto. Quizás no habían sentido lo que creían haber sentido, aunque los tres se encontraron mejor. Aún sedientos y hambrientos, pero algo había cambiado en ellos.*

Sin embargo, lo más importante no era la Prue misma o si ligera sonrisa, sino el motivo de la misma. Al final de su mano, después se mesarse el pelo, la había encontrado. Una horquilla.

—Para ti, vaquero —se la arrojó con precisión y Remo la cogió al vuelo.

Notas de juego

*A pesar del agotamiento, no habrá restricciones para las siguientes tiradas. Remo sentirá que ha recuperado su fuerza y su resistencia. A Von Haus dejará de dolerle  la pierna, no tendrá mono y su mente estará clara y despejada. Respecto a Rainer, podemos olvidarnos de sus trazos de locura y su fe se verá reforzada, ya que para él este pequeño gesto significa algo más. Ya no necesitará tener fe porque ya tiene una prueba. Ha encontrado la paz de espíritu.

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14/11/2021, 18:35
Rainer Maria Holtzmann

La exaltación de Rainer no había sido muy compartida por sus dos compañeros, aunque Von Haus parecía darle la razón en parte. Sólo en parte.

No, no, no. Te equivocas: Prue no va a morir. Nosotros tampoco. Ella nos salvará.

Fue entonces cuando la joven dio señales de vida y pareció despertar. Les contó algo acerca de su sueño, de que se entregó al bosque, de que estaba unida a él.

Las fuerzas sobrenaturales pueden ser aterradoras y este bosque está maldito, pero estoy seguro de que tú romperás esa maldición, Prue. Tú eres la puerta al alma del mundo. Aquí.

¿Desvariaba Rainer? Quizá, pero entonces… Entonces ocurrió aquello. Todos lo debieron ver, todos lo debieron sentir: Prue mostró su verdadero rostro. Rainer no necesitaba más: había creído en ello, Bianka se lo había dicho y ahora tenía la certeza frente a él. Su espíritu se hinchió de gozo, de un profundo gozo y una profunda esperanza. Lo sabía. Era cierto. Aquello era verdad. Todo iba teniendo sentido. No sabía cómo lograría entrar, pero la puerta estaba allí, era ella, realmente era ella.

Prudence… —murmuró con una sonrisa radiante en la cara—. Tú no eres la sierva del bosque. El bosque es tu siervo. Tienes ese poder, créelo porque lo tienes. El bosque es tu siervo. El bosque te obedecerá. Tú eres el ángel que lo gobierna.

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15/11/2021, 01:07
Director

—No, Rainer. No me siento conectada al bosque. Algo dentro de mí me dice que este no es mi lugar —emitió una sonrisa descreída —. Bueno, siempre he pensado lo mismo; mi casa, el instituto. Siempre en movimiento buscando un hogar. Siempre sola. Yo no gobierno aquí, Rainer. Ya sabes quién es el rey. Lleva una corona astada y camina a cuatro patas.

Silencio, la cabeza gacha. Se mantuvo pensativa.

—Curiosamente, si me siento ligada a vosotros...de alguna manera... —dijo con un hilillo de voz.

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15/11/2021, 15:33
Remo Williams

Aquella horquilla que tenía en la mano era la mismisima esperanza. Escuchó a Prue y se avergonzó de sus propias actitudes anteriores.

- Lo siento, chica -dijo sin mirarla. Por lo de antes.  Como si aquello pudiera servir de algo. Sabía que la había tratado mal, igual que a los demás, y ahora estaban en aquella situación imposible. Tú eres parte del grupo, y también lo es Tak. Lo buscaremos cuando salgamos.

El "cuando salgamos" había sonado irreal, hueco. Como una mentira que dices a los niños para protegerlos de alguna verdad terrible. No le salió decir más nada por un rato, mientras doblaba con cuidado la horquilla para utilizarla en la cerradura.

- ¿Les dije que cuando era joven no era el hombre de bien que soy ahora? -quiso decir con algo de humor, que sonó vacío. En aquel momento me juntaba con amigos que no hacían cosas del todo legales. Uno de ellos, Derek, era un mago con las cerraduras. De autos, de casas, ninguna se le resistía. Me enseñó algunas cosas -concluyó, mientras se tomaba su tiempo para intentar abrir la suya.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Hago la tirada oculta para darle emoción. :)

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16/11/2021, 02:31
Albert Von Haus

Había sido duro de nuevo, pero Prue me hastiaba y enojaba bastante con su comportamiento. Había conocido y estado con chicas de su edad mil veces más maduras que ella. Su físico me decía que era una mujer, sus actos que era una mentirosa y una estúpida que trataba de manipular a los demás, hasta que por fin se abrió a los demás contando aquello que no hizo de su sueño.

A pesar del dolor, a pesar de sentir que necesitaba la medicación por el mono, la vi encogerse al contarnos el horror de su pesadilla. Al menos en mi sueño disfruté, ambos lo hicimos... hasta que aquella cosa pensó que me tenía en sus manos o en sus pezuñas y quiso lanzarme la red. Quizás si me hubiese pillado sobre ella... pero en los preliminares, podía parar y pensar.

Ese fue su error y mi salvación.

Para ella, entregarse a él fue su error, pero también su salvación aunque no lo viese así.

Y al final la vi tal y como era, una niña asustada, en el cuerpo de una mujer, que aún no había encontrado su sitio en este mundo y ahora estaba condenada a morir como los demás. La pierna me dolía demasiado para acercarme a ella de pie, además, buscar algo para darle a Remo y que se liberase había gastado las pocas fuerzas que me quedaban, pero no mi último aliento.

Me arrastré hacia ella, cual gusano me sentía en aquel momento. La verdad era que si ella hubiese querido hubiese podido hacer conmigo lo que le hubiese dado la gana, en la cama, claro. Pero su inmadurez hizo que me sintiese mal y volviese a salir ese padre protector que perdió todo en un accidente de tráfico. - Pgrue, antes de que el mono me haga pedegr la cabeza y ya no sepa lo que digo y hago, lo siento. - Me quedé a unos centímetros de ella, con mi mano estirada hacia su cuerpo. Quería coger su mano, pero no quería que ella volviese a ponerse a la defensiva conmigo ni me golpease gratuítamente.

No después de ver y saber lo que le hice a "la otra Prue".

- Desde la muegrte de mi familia me volvï un cabgrön egoïsta quien solo ve a las mujegres como algo pagra usagr y tigrar cuando tu te cansas de ellas. Piegro no vi que tü no egras asï... no te miegrecïas mi tgrato como iuna mäs, sino el que olvidë como se diaba hace años... iuno piategrnal. Uno que te escuche y que siepa dagrte siegugridad. - ¿Desvariaba ya por el mono? Podría ser, pero estaba hablándola convencida de mis palabras y con toda la sinceridad que podía sin contar más de mi atormentado pasado y mi arrepentimiento era genuíno y real. - Y es iuna piena que lo vea ahogra, ahogra que nuestgro tiempo se va... el mïo no tagrdagrä mucho en consumigrme y segrë la pegrsona mäs desaggradable que has conocido... mäs que ahogra, Pgrue. Pogr eso te gruego mi pegrdön... si hubiegras confiado antes... si yo no te hubiegra visto como una mäs... jamäs te hubiegra tgratado asï a tü.

Y con el brazo extendido en el suelo, dejé reposar mi cabeza sobre el mismo. Estaba cansado y ya no me quedaban fuerzas para mucho más. No podría luchar contra los primeros efectos del mono y esa criatura se alimentaría de mi dolor y se regodearía con mi sufrimiento... y lo peor era que no podía hacer nada para evitarlo. La única manera de mantener la calma y la cabeza en mi sitio, era haciéndome daño a mí mismo. Un puñetazo en la pared serviría, pero en aquel momento todo estaba demasiado lejos de mí. Y es que el cuerpo no era tonto, enviaría las señales del dolor a mi mano y mi pierna dejaría de dolerme durante un rato.

Cuando volviese el dolor, solo tendría que repetir y dañarme de nuevo.

No oí su perdón, pero sí como nos llamaba a todos y la miré como pude. Estaba radiante, tanto que creía que alguien me había metido una buena dosis de vicodina y estaba flipando al verla. Pero no fue así y algo cambió en mí.

El dolor desapareció al igual que los efectos del mono. Me sentía como en el sueño, los suficientemente fuerte como para correr y moverme sin el bastón. Pero miré mi pierna y la cicatriz seguía allí aunque no podía negar la evidencia de lo que había pasado. Ella nos había sanado de alguna manera... y vi su gesto al sacar la horquilla y lanzársela a Remo.

- ¡Ieso es! - Exclamé mirando a todos y poniéndome en pie como si mi pierna jamás hubiera sufrido nada. No había dolor, así que con suerte podría moverme sin el bastón, con mala suerte tendría que hacerme con uno... pero lo importante no era eso. - ¡Ya sé como funciona el tuyo don! - Di un paso hacia ella y la tendí la mano para que se levantase, aunque sabía que nuevamente lo despreciaría, porque eso era lo que sentía por mí: desprecio. - La espegranza. - Dije mirándola a los ojos.

- Al tenegr la hogrquilla en tu podegr, al sabegr que Gremo podgrïa usagrla piagra saligr de aquï, has tenido espegranza en nosotgros o al menos en ël... y eso ha abiegrto esa pugerta que nos ha dievuelto las fuegrzas a todos. Piegro dime, ¿tü iestäs bien? - Pregunté a Prue con auténtica preocupación, esta vez como si de un padre a su hijo se tratase, porque a fin de cuentas, eso era lo que ella necesitaba ahora, un padre, unos compañeros, unos amigos... Daba igual el lugar que ocupase cada uno, tenía la necesidad de sentirse protegida y eso podíamos dárselo nosotros.

Debíamos dárselo y sabía que yo era quien peor lo tendría y debería ganármelo a pulso.

- En cuanto a Tak, cgreïamos que iestaba contigo, piegro como dice Gremo, en cuanto sialgamos de aquï, pogrque vamos a saligr de aquï, le encontgragremos. - Miré hacia la puerta. - Lo malo es que hay que cgriuciagr tioda su casa piagra saligr de aquï... y nein tienemos agrmas...

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21/11/2021, 00:09
Director

La antesala del infierno. El lugar ideal para hacer examen de conciencia, exorcizar viejos fantasmas y sacar los esqueletos del armario. Rainer era un devoto confeso que había visto la luz que hasta ahora solo era una creencia, teoría grabada en el  poema de una persona que se había ido demasiado lejos. Cuando la sagrada escritura se tornaba realidad, carne y hueso, algo dentro de él se estremecía, miedo y curiosidad a partes iguales, coraje y decisión.

Remo confesó sus crímenes de juventud y presentó sus disculpas. Breve, conciso, directo. Sus palabras tenían la misma contundencia que un gancho de derechas dirigido a la mandíbula. Así era él.

Von Haus se sinceró, abrió su corazón, contó sus secretos, como se sentía. Pidió perdón. Solo quería ser un apoyo. Su maldición era que la gente a la que quería ayudar siempre le veían como lo opuesto. Su carácter agrio y su rostro sin afeitar no encajaban con su corazón de oro. Estaba herido, no solo en la pierna. Dentro de él la herida nunca había dejado de supurar. Trató de ponerse en pie pero la pierna le falló. El cansancio, la vieja herida. El dolor se había esfumado, no así su dolencia. Necesitaría su bastón para caminar, o ayuda. El salvador que necesitaba ser salvado.

Quizás Prue no era lo que pensaban. Quizás, a pesar de su eufórico estado, solo habían sufrido una alucinación; privación de sueño, dolor, hambre, sed, agotamiento. Factores a tener en cuenta. A mirar a Prue solo vieron a una niña asustada, con los pies sucios, el rostro cubierto de lágrimas secas y una túnica que le quedaba grande.

—No estoy bien —respondió a Von Haus, la longitud de la cadena impedía que se acercase a ella a menos de tres metros —. Tengo miedo. Miedo de esos hombres. Miedo de las cruces. Del bosque. De lo que hemos visto. Tengo miedo de dormir y volver a tener pesadillas. Tengo miedo de volver a casa…sin respuestas. Tengo miedo de esta marca —se palpó la frente, volvió a abrazar sus piernas —. Siempre pensé que los monstruos solo existían en las historias, en el cine —tomó aire, su mirada se perdió en los recuerdos —. Fue durante el baile de graduación. Quisieron gastarle una broma pesada a esa chiquilla. No recuerdo su nombre. Siempre había tenido un perfil bajo, la típica niña que no destaca por nada salvo por su torpeza. Ni siquiera los profesores le tenían simpatía.

»Cometió el error de cruzarse en el camino de Kimberly. Eran como la princesa y el sapo. Decidieron gastarle una fea broma. Ella y su novio, Eddie. Mala gente, me juntaba con ellos por entonces. No sé porque me pareció buena idea. La hicieron llorar. La hicimos llorar. Y el baile se convirtió en un espectáculo sangriento. Tuvieron que abatirla a tiros. Cerraron el caso. Le gente habló de un accidente en el sistema de incendios, una desgracia. Pero yo sé lo que vi. Desde entonces he buscado respuestas. Y ahora…esto. Cómo si todas esas historias de monstruos o fantasmas estuvieran detrás de mí, recordándome que yo también debí morir ese día.

Agachó la cabeza, su mirada clara desapareció de la vista. Seguramente para llorar en silencio.

—Esta vez nadie vendrá a salvarnos. Esta vez estamos solos. No hay…esperanza…

Silencio, denso, apabullante, llenando la sala. Tan estruendoso, que en mitad de él todos oyeron el clic de los grilletes de Remo. Estaba libre.

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23/11/2021, 23:51
Rainer Maria Holtzmann

Rainer escuchó a Prue mirándola con los ojos abiertos, lleno de curiosidad. Decía que aquel no era su lugar. Que ninguno era su lugar. Claro. Ella era un ángel, no pertenecía a este mundo: ella era la puerta a otro mundo. ¿Pero cómo?

Von Haus entró en una fase de depresivo sentimentalismo, hasta que explotó de alegría.

¡La esperanza! Claro, eso es.

Pero entonces, mientras Remo intentaba abrir las cadenas, Prue expresó su miedo.

Prue. Creo que tú eres la puerta. No tengas miedo —le dijo con calma—. Dices que no encajas en ningún lugar. Creo que es porque no eres del todo de este mundo, sino que eres la puerta que une distintos mundos. Eres la puerta hacia el alma del mundo. Creo que tiene sentido. Y creo que nuestra esperanza, la de Albert, la de Remo, la mía y quizá también la de Tak... creo que esa esperanza es la que puede abrir el portal. ¿Estamos solos? Quizá. Pero estamos juntos. —Sonrió—. Sí hay esperanza, ¡claro que hay esperanza!

El clic de los grilletes de Remo llenó el lugar.

¿Ves? Lo haremos, Prue. Saldremos de aquí. Y luego...

Luego visitaremos el alma del mundo y salvaremos a Bianka, sanaremos este mundo enfermo, pensó Rainer con una sonrisa en la cara.

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24/11/2021, 22:43
Remo Williams

La sonrisa de Remo hacía ruido. No había estado tan feliz en ningún momento desde que bajara del avión. Ni siquiera cuando había encontrado las revistas picantes. Aquel pequeño triunfo le había dado lo que hacía largas horas que no sentía, esperanza.

Faltaban dos. El caminero empezó con Prue, luego seguiría con Rainer. Consideraba prioridad a la chica, podía utilizar aquel "milagro" si eran descubiertos, y además necesitaba confianza. Se puso a trabajar en su grillete, ahora un poco más cómodo ya que podía usar ambas manos. 

- Tranquila chica -le hablaba mientras trataba de liberarla-, les meteremos el miedo a ellos, y las cruces donde no da el sol. Los que sobrevivan tendrán miedo de soñar con nosotros, ya lo verás -aseguró con decisión en su voz. Esa marca se borrará, y si no lo hace ya estarás lejos para que te afecte. Volver sin respuestas sigue siendo volver -finalizó.

Habló entonces a los demás.

- Tenemos que trazar una estrategia. Propongo que esperemos a bien entrada la noche, y salgamos de aquí. Tenemos que llegar a ese armario con las armas.

Era más fácil decirlo que hacerlo, pero al menos había posibilidad ahora.

- Tiradas (3)
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25/11/2021, 23:46
Director

Prue no entendió muy bien las palabras de Rainer, la clase de puerta que se suponía que era ella o a donde conducía. Remo, enérgico y libre, fue utilizando la horquilla de Prue para liberarlos a todos. La muchacha se frotó el miembro libre, mirando el grillete con el mismo miedo que miraría a una serpiente.

—A veces traen comida. O entran para llevarse el orinal —señaló un cubo aspestoso en una esquina —. Si nos ven libres, tendremos problemas. Son…fuertes. No como tú, Remo. Ellos juegan con la baraja trucada. No conviene pelear.

La cerradura de la puerta era otra historia. Más grande y compleja, la horquilla de Prue bailaba en el ojo de la cerradura como una bailarina a la que hubieran dejado todo el escenario para ella sola. Deambulaba al ritmo de la música, y de la desesperación, sin conseguir un solo aplauso. No la abriría. Necesitaría algo más resistente. Unas ganzúas, claro. Pero allí no había nada que pudiera usar.

Cuando callaban podían escuchar voces en la distancia, serias, sin risas. También había un sonido que provenía de arriba. El techo de madera de su prisión era alto, no correspondía con el nivel por el que habían entrado a la cabaña, sino que debía dar a la buhardilla. De vez en cuando, aquí y allá, esparcidos como gotas de lluvia, escuchaban algo deslizarse sobre el suelo. Como tierra seca o un pedazo de pergamino quejumbroso, uñas muertas rascando la madera. A veces era más continuado. En otras ocasiones duraba lo mismo que un parpadeo.

—Sea lo que sea...me pone la piel de gallina.

Notas de juego

Miniturno. Ahora es cosa vuestra. Es de noche, estáis agotados (Menos Prue). Tenéis toda la noche y el día siguientes antes de que, según os han prometido, vengan a por vosotros. Aunque como ha señalado Prue es probable que vengan a visitaros. Es cosa vuestra como salir de allí, o como perecer.

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27/11/2021, 20:36
Albert Von Haus

Sonreía pues no sentía dolor. Hacía años que no tenía aquella sensación, ni por dentro ni por fuera. Prue lo había aliviado y no sabía ni como. Pero me había quedado tendido allí en medio de la nada, descansando un poco, pues, a pesar de no tener dolor, la pierna en sí con aquel agotamiento, era algo inútil y no tenía fuerzas para ir a la pata coja junto a la joven.

Mientras, escuché a Rainer y una de sus locas teorías, hablando de cosas que a saber si existían, pero al menos había comprendido que era la esperanza lo que hacía que Prue activase ese don. - Grainegr, nein la confiundas mäs. - Le dije al hombre tras escuchar el relato de Prue.

- Lo liamento Pgrue. En la tuya migrada veïa que no egras inocente... piegro nein pensë que segrïa algo como eso lo que quiebgro la tuya inocencia. Tie tomë piogr lo que no egras... y nein te priecupes mäs piogr mï. Nein te hagrë nada, al contgragrio... El mïo hijo tiendgrïa ahogra tu edad. 

Y volví a arrastrarme hacia ella, para sentarme a su lado al tiempo que los grilletes de Rainer y de la misma Prue eran soltados. Me apoyé en la pared, sentado y alcé la cabeza hacia el techo, de donde venían innumerables sonidos, a cual más desagradable.

Remo quería luchar, pero yo no podía ni dar un paso sin ayuda. No era más que un lastre para ellos. - Ientonces que Gremo no piegrda esa... cosa. - Dije refiriéndome a la horquilla. - Y cuando viengan atagrros de nuevo los tiobillos o pionegrlos que piagrezca que estäis atados. - Y miré a Prue, con la que había dejado un palmo de distancia.

- Y nein, tü no sogniagräs con ël iesta noche. Nein lo hagremos ninguno piogrque siomos suyos ahogra. Biuscagrä a Tak si aün vive o al caciadogr de anoche. Piegro si aün tienes miedo, Pgrue, los mïos briazos te greconfogrtagrän como los de un piadgre. Sin tgrucos. Y si te incomodo, me igrë al otgro lado de este liugagr, piegro piensa que me cuesta miovegrme y no violvegré si me lliamas y ellos dieben dogrmigr ciegrca de sus cadienas, piogr si vienen mientgras dogrmimos.

Entonces miré a los hombres. - Piogrque si no diormimos no piodgremos hacegr nada. Y si tgriaen agua y comida, miejogr. Niecesitamos grecupegragr fuegrzas y piensagr como abgrigr esa puegrta y saligr de aquï. Llievamos un dïa y una nioche sin piagragr, niecesitamos diescansagr. Incluso tu, Pgrue, niecesitagrás diogrmigr un poco al final y si tienes piesadillas, llamanios y ten fe y espegranza en que igremos, pogrque si lo cgrees y lo sientes de viegrdad, iestagremos ahï piagra pgriotegegrte.

Pasé mi mano sobre mi muslo, casi por inercia, una costumbre que tenía cuando dolía. La cicatriz, la carencia de músculo seguía ahí, pero no el dolor. - Y griacias Pgrue piogr este riegalo. Iespegro que dugre mucho. Encontgragré la mianegra de compiensägrtelo. Es una pgriomesa.

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29/11/2021, 12:12
Rainer Maria Holtzmann

Está bien, está bien —dijo Rainer tranquilizándose.

Se daba cuenta de que estaba un poco acelerado y de que las palabras salían a borbotones de su boca, no siempre haciendo mucho sentido. No estaba loco, eso lo sabía, no era como aquella mañana, lo tenía claro. Tenía certezas, aunque quizá no sabía aún certezas de qué, pero estaba en el buen camino. El camino prometido.

Si bien Remo proponía un posible plan de escape, Von Haus llamó la atención sobre el cansancio que los tenía atenazados. Era cierto, Rainer sentía sus miembros agotados a pesar de la esperanza recobrada. Pero, a la vez, el tiempo acuciaba antes de su ejecución. El plan de Remo parecía una locura, pero quizá fuera su única opción de sobrevivir.

Von Haus tiene razón. ¿Cómo enfrentarse a esos animales con el cansancio que arrastramos? Quizá, mientras esperamos a que la noche esté más entrada para ejecutar el plan que propones, Remo, podemos descansar un poco. Nos vendrá bien. Eso sí, ya os digo que yo con armas... —Negó con un gesto de la cabeza, mostrando su nulidad con esos cacharros.

Rainer miró hacia el techo un rato, como si quizá pudiera llegar a ver qué había al otro lado.

¿Qué creéis que es ese ruido? ¿Será uno de esos... ciervos?

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29/11/2021, 12:28
Remo Williams

Remo estaba frustrado. Estaban libres de los grilletes pero muy lejos de la verdadera libertad. Y cerca de la muerte. Un metafórico reloj de arena se deslizaba en la nuca de cada uno, roto desde abajo, derramando sus últimos momentos de vida. No podían dejarse llevar al matadero así como así.

- Bueno, pero algo tenemos que hacer, se nos agota el tiempo -apuró a sus compañeros. ¿Qué proponen?

Se quedó pensando, escuchó lo que tenían para decir.

- Se me ocurre una opción, aunque tiene con grandes posibilidades de salir mal. Se podría simular que aún tenemos los grilletes. Cuando vengan a traer comida o quitar el orinal, si es sólo uno, o una, lo tomamos entre todos, uno de cada mano, yo apretando su cuello con mi brazo, tratando de ahorcarlo. 

Si no, es esperar la oportunidad, pero puede que nunca se dé. Y la noche trae esos malditos sueños, y no sabemos cómo podemos despertar...

El ruido no le importaba, no podían llegar a él, de todas formas...   Salvo que...

Se levantó, se sacó la bota, y la lanzó hacia el techo, haciendo ruido. Repitió el movimiento, esperando una respuesta. Si lo que fuera que estuviese arriba no era de ellos, tal vez los pudiese ayudar.

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30/11/2021, 00:12
Director

La Puerta, el Camino. Todos habían acudido a la cabaña buscando una explicación, un sentido a un hecho extraordinario en sus vidas. Un hecho que devoraba cada pensamiento, que asfixiaba todo, que lo llenaba todo con su oscura presencia. Una pérdida, generalmente. Familia, amor, amistad. Un hueco en sus vidas que debían rellenar con una explicación, con esperanza. Con conocimiento. Un hecho extraordinario que asustaba. Ahora veían, por primera vez en mucho tiempo, que lo especial no era precisamente lo que no podían explicar, sino aquello que entendían;  lo mundano, lo común. El amor de un padre, de un esposo, la lealtad entre amigos. Vínculos, sentimientos, más que palabras. Siempre habían sido ellos. Solo ellos. El resto era atrezo. No era tan importante. Ellos eran el valor, el tesoro.

—Cuando estaba sola venían dos de ellos a traer la comida. Uno con la bandeja, otro armado —dijo Prue —. Por la noche solo venía uno. Están ocupados, con sus rezos, sus rituales. No sé lo que harán ahora.

La muchacha miró a Von Haus como si le viera por primera vez. Se arrastró por el suelo hasta pegarse a él. Su calor traspasó la ropa de él para llegar a su corazón. La escuchó sollozar y pedir disculpas. Colocó su cabeza sobre su hombro; mitad necesidad, mitad penitencia. Cerró los ojos y pronto la vieron dormitar. El agotamiento había podido con ella. En ellos ya había hecho mella. Sus mentes estaban lúcidas, sus cuerpos habían sido torturados. La noche los reclamaba.

Remo intentó algo más. Arrojó su bota contra el techo. Un golpe. Repitió la operación. Entonces, esperó. Los tres hombres miraron el techo, sucio, lleno de telarañas, igual que si esperasen los anuncios en mitad de la Super Bowl. Y alguien, o algo, respondió. Los golpes eran tan débiles que costaba oírles. Estos no eran tan sedosos, aunque seguían sonando acolchados, como si alguien, o algo, estuviera golpeando el suelo con un bastón envuelto en pergaminos. Tres golpes cortos, muy débiles, otros tres golpes más largos. Y la secuencia volvía a repetirse. Tres golpes cortos, tres golpes largos, tres golpes cortos, tres golpes largos.

Y en ellos percibieron no solo comprensión, sino también el sonido de la desesperación.

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30/11/2021, 00:46
Albert Von Haus

- Ientonces el plian de Gremo no es tan alocado. Piegro estamos muy cansiados piagra hacegrlo... sialvo... uno agrmado y otgro con la comida... yo suelto no hiago nada, piegro Gremo sï. Miagnana podgrïamos cambiärgnos el sitio. Gremo dogrmigr en la puegrta y yo biajo las tielas, atiado... cuando ientgren, si cgreen que soy yo, Gremo les piuede tiumbagr. - Dije con brillo en mis ojos. Quizás fuese el sueño o algo de esperanza, pero era una idea.

Lo que no me esperé fue que Prue se acercase a mí. Creí que me rechazaría y me lo tenía merecido. Al principio me quedé helado, no supe como actuar con ella, susurrándome sus disculpas, lo único que se me ocurrió fue darle mi apoyo ayudándola a acurrucarse contra mi cuerpo.

- Todo igrä bien. Iencontgragremos a Tak y huigremos de este infiegrno. - Fue lo poco que la supe susurrar en ese momento. Que después de todo lo vivido se acercase a mí con esa confianza me había dejado helado. No me lo esperaba para nada y menos aún que se quedase dormida tan pronto sobre mí, aquel viejo sátiro que solo quería acostarse con ella.

Ese estaba cansado y fatigado y descansaba dentro de mí y ahora debía controlarle, porque sino perdería a otra hija para siempre.

Y Remo lanzó su bota al techo y miré hacia arriba. Curiosamente hubo respuesta. Una que conocía de mi tiempo en las montañas, no solo con mi padre, sino con mi hijo. Era prácticamente lo que nos enseñaban a hacer el primer día que te ibas de acampada libre. - Es un S.O.S. en cödigo mogrse... tgres golpes cogrtos, tgres liagrgos, tgres cogrtos... - Les dije a los hombres. - No së mäs sobre ese cödigo, lo justo para hacegr o recibigr la llamada de ayuda. Quizäs sea Tak quien iestë agrriba... o puede que nios estën tiomando el nuestgro pelo, piegro les veo diemasiado pgrimitivos piagra que sepan eso... - Quien sabía.

- Lo ünico que së ahogra, es que mi cuegrpo no piuede mäs y que con el calogr de Pgrue a mi liado, no aguantagrë mucho mäs despiegrto.

Y miré como acomodarme, sin desvelar a Prue ni dejarla que se separase de mi viejo cuerpo. Ella lo necesitaba pero yo también. Necesitaba volver a sentirme padre por una vez y frenar a quien me convirtió aquel accidente, según el parte policial, intento de homicidio y homicido en grado uno, según lo que yo sabía. Porque aquel accidente no fue como tal, fue algo preparado para mí, para darme una lección.

Una que me costó la vida entera.

 

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01/12/2021, 14:41
Rainer Maria Holtzmann

Rainer estaba contenidamente exultante. Creía que todo saldría bien. Miró atentamente, con calma, a Remo mientras planteaba su plan.

Sí, hagámoslo —murmuró.

Después miró sorprendido el lanzamiento de bota. Sorprendido y admirado por la ocurrencia. Pero aquellos golpecitos, aquellos golpecitos le hicieron dar un vuelco el corazón. ¡Tak!

—respondió a Von Haus—. SOS. Es un pedido de ayuda. Es... Debe ser... Tak. Está vivo. Debemos rescatarlo. Nos necesitamos mutuamente. Los cinco. Hagámoslo.

Su cuerpo estaba agotado y se notaba, pues apenas se movía de su sitio en el lodo del suelo, apenas era capaz de articular las palabras, pero su espíritu estaba fuerte y preparado, estaba casi exultante. Había llegado hasta allí y no podía ser por nada. Todo debía tener sentido. Y él estaría despierto para entenderlo todo, aunque su cuerpo desfalleciera. Finde die Seele der Welt, finde die Anima Mundi.

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02/12/2021, 23:37
Remo Williams

Los ojos de Remo estababan clavados en el techo. Pese a que había intentado comunicarse, no esperaba realmente que alguien (o algo) contestara.

Un S.O.S., decía Rainer. ¿Sería Tak? ¿Sería otra víctima de aquellos dementes?

- Había cuatro cruces -murmuró. Yo asumía que eran para nosotros cuatro pero..  ¿Y si uno de nosotros no será sacrificado? -dijo mirando a Prue. No temas, niña, no digo que estés de su lado, digo que en su mente retorcida tal vez decidan mantenerte con vida. Para nada bueno, seguramente. O eso, o nuestro vecino del piso de arriba es quien no tiene la muerte programada.

Volvió a mirar arriba. Escuchaba los ruidos de alrededor, tratando de hilar una idea, algo que los ayudara. Pegó su oido a la puerta, trató de mirar por la mirilla. No estaba tan seguro de atacar a quien viniese, porque sospechaba que estando los cuatro, y Von Haus suelto, no vendrían solos.

Quedaba esperar. Odiaba esperar.

- Oye -dijo con voz fuerte, pero sin gritar. Soy Remo, ¿puedes decirme tu nombre? Si no puedes hablar, golpea una vez para si, dos veces para no.

Si obtenía algún tipo de respuesta preguntaría: ¿Eres Tak? ¿Estás herido? ¿estás encerrado? Golpea por la cantidad de días que llevas aquí.

En linea con aquello, le diría sus nombres, y un brevisimo resumen de cómo habían llegado. Eran 5, se encontraron en una cabaña, se perdieron, soñaron con un monstruo astado, los atraparon.

Notas de juego

Perdón por el retraso!

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05/12/2021, 23:46
Director

Las palabras de Remo fueron respondidas con otro golpe. Y otro. Y otro. Se sumaron más, quejumbrosos, lamentables. Débiles pero insistentes. Pronto el código Morse quedo opacado por una cacofonía de pies arrastrados y golpecitos. Escucharon también algún gemido, como si una colonia de leprosos hubiera decidido golpear las tablas del suelo en su agonía. También arañazos de algo blando y seco. Arriba no había solo una persona. Escucharon incluso alguna silla al arrastrarse y algo grande al caer, un ruido sordo y amortiguado. Demasiado ruido.

Una pareja de cazadores no tardó en aparecer. Cara de pocos amigos, pesados garrotes en sus manos. Encontraron a Remo descalzo y mirando al techo. Le gritaron algo. El más grande de los dos, un tipo asalvajado con una mata de pelo que parecía alambre, se acercó a él y le noqueó de un solo golpe con uno de los garrotes. Mirando a los demás, exhalaron un exabrupto de advertencia y cerraron dando un portazo.

No tardaron en escuchar más voces en el piso de arriba. Los cazadores de nuevo. Pusieron orden, callaron los golpes, los arañazos y los gemidos. Tras ellos solo quedó el silencio bañado por un sollozo roto, sin lágrimas.

Vieron que Remo estaba bien a pesar del moratón en la frente y del dolor de cabeza que tendría al despertar. Decidieron descansar, la fatiga había hecho mella en ellos. No les dió cuartel. Von Haus y Rainer se adentraron en el reino de los sueños. Pronto sus miedos, temores y esperanzas se vieron aguados por un sueño profundo del que tardaron en salir.

 

Pasó la noche y parte del día. Dormitaron. Alguno fue capaz de despertarse y arrastrarse hasta uno de los platos de comida que les habían traído para comer. También bebieron algo del agua marrón que lo acompañaba. La comida estaba fría y mayormente cruda, eran piezas de caza; codornices, conejos, jabalí. Ciervo.

El agotamiento quedó mitigado. La sensación que Prue había provocado en ellos también. ¿Había sido real o parte de un sueño? Había un regusto suave en sus corazones, como el dulzor que dejaba en la boca el chocolate, pero nada más. Ninguno tuvo sueños, tampoco pesadillas.

 

—Ya están aquí, despertad. ¡Despertad!

Prue estaba alarmada, nerviosa. Dieron un portazo, entró la anciana, la chica rubia y cuatro cazadores, todos ellos grandes, fibrosos, de aspecto bestial, arrastrando mal olor. Llevaban garrotes, ni cuchillos ni armas de fuego. Si había problemas no querían matarles. Tenían otro fin para ellos. *

La anciana les miró, complacida. Era realmente vieja. En su cara se abrían arrugas que parecían grietas, desconchones. Aun así poseía un aire atemporal, como si el tiempo no corriese por ella. Sus viejos ojos, que hacía años no habían mostrado júbilo por nada de un mundo que ya conocía de sobra, estaban llenos de ilusión, como un niño el día antes de Navidad. Hoy era un gran día, un día esperado.

Les habló en una lengua muerta, era como escuchar los pies descalzos de un cadáver caminando por su fría tumba.

—Es hora — tradujo la chica rubia, sus ojillos inertes poseían un brillo de emoción —. ¿Quién primero?

Prue se tambaleó antes de ponerse en pie, le temblaban las piernas, los hombros. La voz no.

—Seré yo.

La chica rubia sonrió. El gesto estaba allí, pero resultaba extraño, ajeno, como ver sonreír a un lobo.

—Claro. Otro también. Para la cruz. Primero en subir, primero en colgar.

Prue no se atrevió a mirar a ninguno de sus compañeros, sabía que eso les condenaría. Lo mismo daba, todos tendrían el mismo destino. Cuatro cruces de madera.

Notas de juego

Uno de vosotros se marchará con Prue, la anciana, la chica rubia y tres de los cazadores. El cazador restante se quedará en la celda con los otros dos, mirándoos de frente, con la puerta abierta a sus espaldas. No hay problema, piensa, porque en principio estáis encadenados y los otros no tardarán en volver. Ha empezado el ritual.

*Entiendo que no intentáis un ataque directo contra los seis, pero como siempre podéis intervenir y hablar cuando lo deseéis.

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06/12/2021, 01:16
Albert Von Haus

No sabía quienes estaban arriba, pero sin duda no era solo una persona. Eran varias. No entendía para que las retenían ahí y a nosotros nos ejecutaban. ¿Qué clase de destino les esperaría a ellos? Pero el sueño era poderoso al igual que en cansancio y acabé recostándome en las pieles, para luego colocar a Prue sobre mi torso de la manera más inocente y protectora que pude y cubrí su cuerpo con una de aquellas pieles apestosas e hizo lo mismo con el mío. El frío era un enemigo del descanso.

Y las horas fueron pasando y al menos Rainer y Remo seguían sueltos. Tras la visita por los golpes no se dieron cuenta de que no estaban atados a sus tobillos. Comí algo y bebí cuando pude, para luego volver a ser el refugio de Prue aquella noche. Y tal y como dije, no vino a vernos esa noche.

Pero los gritos de Prue me sacaron de mi sueño. El efecto de su don se había esfumado. Volvía a sentir dolor y empezaba a notar el mono de las pastillas. Por un momento estuve a punto de llorar por aquello, pero la llegada de aquellos malnacidos lo impedió.

Miré a Rainer y a Remo. Si alguno podía hacer algo eran ellos, pero no con los seis. Yo ya no era útil para nada si es que lo fui alguna vez.

La vieja habló y la joven nos tradujo sus palabras y sentí como Prue se separaba de mi lado, temblorosa y sin que su voz flaquease, se ofreció voluntaria para ser la primera en morir. Pero no acabó ahí, querían a alguien más y dado mi estado... era mejor quitarme del medio.

Me arrastré a la pared y con dolor y como pude me puse en pie. - Yo igré. Piegro niecesito el mïo bastön o que iellos me llieven. - Dije señalando con la cabeza a los salvajes que iban con las mujeres. - El diologr no mie dejagrä caminagr. - Mi imagen ya era la de un yonki con el mono y mis ojos estaban llorosos por el dolor. Si me golpeaban incluso me vendría bien, pues mitigarían parte del dolor de mi pierna... o quizás todo.

Y si me llevaban entre ellos, recé por vomitarles encima a causa del mono y que se jodiesen. Total, ya estaba sentenciado y no podía hacer nada más que joderles de esa manera.

Miré a Remo y a Rainer, como si aquello fuese una despedida y es que así lo era. Si Prue no tenía esperanza no había nada que hacer... era ella quien podía marcar la diferencia. - Quizäs no piuda sialvagrte, piegro estagrë al tuyo lado, mi piequegna nigna. ¿Y viste como tienïa griazön? Esta nioche nein vino... Diebes cgreegr, Pgrue. Diebes cgreegr en ti.- Me moví hasta ella como pude a la pata coja y me aferré a ella para no caerme al suelo, al tiempo que mis labios buscaron su oído. - Tie siubestiman, yo nein puedo hacegr nada, piegro Gremo y Grainegr sï. Ten iespgranza en ellos... eso nos sialvagrä, Pgrue, la tuya iespegranza.