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4º día de del Padre. Mes del Guerrero. Año 286.

Hacía ya tiempo que al maestre se le hacía ya escaso una montura para transportar todos y cada uno de los libros, papiros y cachibaches que se llevaba a la Ciudadela cada año. Por ello, este año, con previsión, había dispuesto una carreta. Volver a la Ciudadela, siempre le traía recuerdos de años pasados, de sus días como aprendiz perdido en un mar de libros. 

El trayecto duraba unos días y aún quedaban suficientes oportunisas para intentar de hacer el año con algún viajero, por lo que Ser Dwain no tardó en ofrecerse como escolta junto a sus caballeros. 

El trayecto transcurrió sin incidentes. No todos los asaltantes de caminos eran tan osados como para enfrentarse a una compañía de caballeros bien armados y a caballo. A la llegada a la Ciudadela, Ser Dwain informó al maestre de que se encargaría de buscarse alojamiento junto a sus caballeros, pues sólo los maestres y aprendices tenían acceso a la Ciudadela, o al menos más allá de la zona reservada a los nobles y estudiosos ajenos los eslabones.

—Nos hospedaremos en Antigua, maestre.— El caballero se acercó al maestre para hablar en un tono más confidencial. —Os agradecería, si disponéis de tiempo, que dedicáseis aunque sea un rato a buscar algo sobre La Diosa. Quisiera contrastar algunas cosas que he encontrado. Con discreción, maestre...—Pidió. Evidentemente, no quería que aquello saliese más allá de oídos suyos y del maestre Paul, 

4º día de del Padre. Mes del Guerrero. Año 286.

Como cada año Paul había estado haciendo los preparativos oportunos para su viaje a Antigua, aunque esta vez había tenido que pedir permiso a su Señor para poder llevarse una carreta si quería transportar todo lo que necesitaba. Tenía varios escritos sobre plantas y medicina que había estado preparando durante el último año y quería presentar ante el resto de sus colegas y algunas muestras que había recogido, además quería conseguir ciertos volúmenes en la biblioteca y buscaría algún libro para añadir a la colección de su Señor y que sus alumnos pudieran disfrutar y si podía encontrar algo interesante quizás alguno para su propia colección o para hacer algún regalo. A pesar de que el viaje apenas duraría unos días se alegró de la compañía de Ser Dwain y sus caballeros, no solo por la compañía sino también por la protección, aunque a los bandidos no solían interesarles las mercancías que un maestre podía transportar, aunque para este seguramente tendrían un valor incalculable en algunos casos, por eso era mejor prevenir. Como era de esperar llegaron a su destino sin inconveniente y antes de despedirse Ser Dwain se acercó a hablar con el maestre. Este no había olvidado la charla que habían tenido y no se sorprendió del acercamiento, estaba claro que el Ser estaba muy interesado por el tema.

-Os agradezco que me hayáis acompañado hasta aquí, nunca se sabe que puede suceder en los caminos y también que aguardéis mi regreso. -El maestre asintió ante la petición del caballero.- Tened por seguro que buscaré toda la información que me sea posible y no os preocupéis, no mencionaré vuestro nombre a nadie. -Al fin y al cabo en Antigua no era extraño que los maestres consultaran entre ellos, solían ser hombres curiosos.- ¿Habéis encontrado algún nuevo dato? ¿Algo que pueda ayudarnos con nuestra investigación?

Si era así prefería saberlo para poder contar con el máximo de información posible antes de buscar en la biblioteca o consultar a alguno de sus colegas.

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El caballero dudó ante la pregunta del maestre. Duda derivada de no estar seguro de lo que quizás había leído o descubierto. Era algo normal y más si no era un hombre tan versado en los estudios como los maestres.

—No lo sé maestre.— Reconoció. —He leído que El Dios Ahogado suele identificarse con el Desconocido. También que incluso con el Señor de la Luz, existe una faceta sombría y oscura, como las sombras que proyecta el fuego. —¿Y si la Diosa Ahogada fuese al Dios Ahogado lo que la Madre al Desconocido, lo que la luz a la sombra?— Se preguntó confuso. Con un poco más de discreción, volvió a preguntar al maestre, consciente de que quizás lo que se planteaba podría traerle problemas.

—¿Podría ser, maestre, que se tratasen de lo mismo, llamado de formas distintas?. Como la música, maestre. Cada región tiene la suya propia, sus cánticos y melodías. Pero en todas partes que está el hombre, hay música. Son diferentes, las llaman de distinta forma, pero sigue siendo música...— 

Negó entonces un poco apabullado por sus propios pensamientos.

—Bueno, no me hagáis mucho caso maestre. Son sólo cosas que me rondan por la cabeza de vez en cuando. Intentad averiguar lo que podáis.—

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El maestre se quedó pensativo sobre las palabras del caballero, a pesar de la confusión que parecía sentir en todo aquel asunto si que le había dedicado el suficiente tiempo como para llegar a conclusiones interesantes. Era cierto que muchas manifestaciones de la religión tenían representaciones similares de ciertas figuras clave: el padre, la madre, la luz, la oscuridad... No descartaría que fueran distintas interpretaciones de una misma cosa como insinuaba Ser Dwain.

-Podría ser, Ser Dwain. Como bien habéis dicho con el ejemplo de la música, en ocasiones se conoce con distintos nombres a una misma cosa, es frecuente que algunas plantas o flores sean conocidas de manera popular de maneras diferentes, incluso algunos animales, así que su suposición no es del todo descabellada, al menos es una opción a tener en cuenta a la hora de iniciar la investigación. Estoy seguro que al consultar los libros y a mis colegas expertos de la Ciudadela el tema se esclarecerá y podremos poner algo de luz, aquí se recoge el conocimiento y estudio de muchos hombres sabios durante centenas de años, si hay un sitio adecuado para buscar es este, así que no se preocupe Ser Dwain, si hay alguna respuesta a sus preguntas estará aquí. -Quiso animar al hombre que parecía perturbado por el tema y además tenía pruebas en las que basar su búsqueda, como el material de aquella extraña armadura que no le causaba ningún daño y sin embargo a él mismo le costaba tocarlo sin sentir una extraña sensación de incomodidad. Por otro lado debía ser prudente con prometer cosas que quizás no fueran capaces de conseguir, no todo el conocimiento estaba aún descubierto y esclarecido.- Quien sabe, quizás los conocimientos o el enfoque que vamos a aportar en este tema abran nuevas vías de investigación en este campo, a veces no todos los misterios han sido descubiertos. Pero haré lo que esté en mi mano. Cuando encuentre alojamiento mande un recado a mi nombre a la Ciudadela, por si necesitara ponerme en contacto con usted estos días.

Quizás en la búsqueda surgieran nuevas preguntas o alguno de los maestres consultados quisiera comprobar de primera mano el material de la armadura, por eso era mejor saber donde se hallaría Ser Dwain.

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Ser Dwain asintió y se despidió del maestre rumbo a la ciudad. Antigua era una ciudad que nada tenía que ver con los pequeños pueblos y ciudades de la mayoría de los Siete Reinos. Con medio millón de habitantes, la vida en la ciudad y sus barrios era más rápida, sin pausa. Y eso se reflejaba en la Ciudadela, siempre un hervidero de movimiento. La zona de libre acceso y consulta de viajeros, sanadores y nobles, estaba siempre viva y despierta. Todo lo contrario que el interior, al que sólo tenían acceso maestres y aprendices. Puede que alguna vez se hubiese hecho alguna excepción con algún alto noble por algo muy específico y concreto. Pero ni siquiera ellos habían tenido acceso a las Doce celdas, donde se encontraban las más importantes obras del conocimiento, al que sólo tenía acceso el Archimaestre y aquellos que consintiese.

Paul se dirigió entonces a la entrada siendo recibido por el Maestre Ducan. Llevaba en aquel puesto ya casi tantos años como Paul al servicio de los Stronghorse. Hacía ya tiempo que había dejado de preguntarle por cómo le iba al servicio de los Stronghorse. Sólo los dos o tres primeros años lo había hecho, dando ahora por sabida la respuesta. Resultaba curioso en cualquier caso, que siempre que se encontraban, Ducan parecía actuar como si sólo hubiesen pasado unas horas, un día a lo sumo, desde la última vez que se hubiesen visto, cuando en realidad, solía ser un año. 

— Maestre Paul...¿Traéis muchas cosas esta vez?— Sonrió como si ya supiese que había venido en carreta. Probablemente ya le habían informado de su llegada. —Ya han ido a prepararos una celda— Informó, mientras le registraba en el libro de entrada.

— La cena a las nueve, como siempre.— Dijo mientras cerraba el libro.—¿Cuánto tiempo os quedaréis esta vez?— Preguntó como cada año. 

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Paul caminaba feliz hacia la Ciudadela, para él era como regresar a su hogar y en ese sentido se consideraba un hombre afortunado pues sentía que tenía tres hogares distintos por los cuales sentían diferentes cariños. Pasó despacio por la zona libre de acceso, siempre llena de vida y de gente que acudía en busca de los conocimientos que la Ciudadela podía ofrecer y después continuó hacia la entrada, donde como solía ser habitual le recibió en Maestre Ducan, como si no se hubiera marchado nunca, no pudo hacer otra cosa que sonreír y responder con amabilidad.

-Me alegro de veros Maestre Ducan, gracias por vuestro recibimiento y la amabilidad de haber dispuesto una celda. Esta vez vine algo más cargado de lo habitual, ha sido un año provechoso y también me gustaría poder llevarme alguna copia en mi viaje de vuelta. -Nada había cambiado y eso hacía que su llegada y adaptación fuera mucho más fácil. Aunque acostumbrado a las nuevas rutinas de Riverside seguía conservando un buen recuerdo de las de su época de aprendiz.- Gracias por la información, estaré puntual en el comedor. He de suponer que el resto de horarios tampoco ha variado ¿Verdad? -No era probable.- Me quedaré unos días, aún no sabría decirte cuanto, quiero exponer mis escritos a nuestros colegas y reunir algunos libros e información, además de investigar ciertos temas y acudir a alguna disertación si es posible, aunque tampoco puedo alargar mucho mi estancia en La Ciudadela, mis deberes en Riverside no pueden ser dejados de lado durante mucho tiempo.

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El maestre asintió como si las palabras de Paul tuviesen todo el sentido del mundo y fuesen lógicas. Un maestre asignado a una casa no disfrutaba de la libertad que los maestres de la Ciudadela disfrutaban. Algunos incluso no volvían a pisarla tras entrar al servicio de una casa. Como todo, tenía sus ventajas e inconvenientes.

Hizo un gesto a un novicio, a un aprendiz para que guiase al maestre hasta su celda.

—Que tengáis buena estancia, maestre. Os veré en la cena.—

El aprendiz guió al maestre hasta su celda en el interior, Donde tuvo oportunidad de cruzarse con algunos conocidos con los que pudo intercambiar breves saludos corteses e intercambiar algunas palabras, que seguro se convertirían en conversaciones más adelante.

Algunos aprendices, ya se habían encargado de descargar los bultos de la carreta del maestre ya se encontraban en su habitación, aunque sin abrir o colocar, por supuesto.

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-Gracias Maestre Ducan, os deseo un buen día. Me alegrará seguir charlando con vos durante la cena si gustáis.

Paul se despidió de su compañero y siguió al aprendiz hasta la que sería su celda durante la estancia en Antigua. Tuvo una pequeña conversación informal con el muchacho preguntándole su nombre, procedencia y sus materias de estudio favoritas, también saludó a otros compañeros con los que se fue cruzando por el camino, la mayoría viejos conocidos. Al llegar todo había sido diligentemente depositado en la estancia, así que Paul despidió al aprendiz y comenzó a desempaquetar y organizarlo todo para su posterior utilización. Cuando terminó aún faltaba un tiempo para la cena así que se dirigió a la sección de la biblioteca que trataba sobre los dioses y sus mitos quizás encontrara algún volumen interesante que estudiar o a alguno de sus compañeros expertos en la materia con los que conversar del extraño caso que le había propuesto Ser Dwain.

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Lo que la mayoría de las personas sabían de la Ciudadela, era que albergaba la mayor biblioteca de Poniente, puede que incluso de todo el mundo conocido. Que era una basta fuente de conocimientos de todo tipo. Lo que casi nadie se paraba a pensar era que igualmente importante que esa pila infinita de libros, era su mantenimiento y orden. Sólo una de esas salas, eran volúmenes enteros con los registros de los libros de los que disponían. Allí era donde toda investigación comenzaba. 

Durante un rato el maestre buscó en los índices los libros que le parecieron más acertados a la hora de encontrar algo sobre aquella doctrina, pero no encontró nada. Tras un rato en la que no pudo evitar sentir cierta frustrtación, recordó que el libro que Ser Dwain le había enseñado no era un libro dedicado a mitos y cultos, sino uno dedicado a las costumbres. En ese momento, el maestre, decidió darle un enfoque distinto, buscando en otro tipo de temáticas tales como historia, antropología, en incluso zoología (por si había algo que uniese los relatos del kraken con aquel culto, aquella creencia).

La luz del día comenzaba a anaranjarse y el maestre convino consigo mismo tomar una de las velas que los aprendices comenzaban a encender, mientras seguía absorto en su lectura. No debía quedar mucho para la hora de la cena, pero aún así, no se puso nervioso. Había investigaciones que tomaban años. No era novato en ello.

Pero cual suerte del principiante, pareció dar con algo en un libro que hablaba de las costumbres antiguas en lo que ahora son las Tierras de las Tormentas.

El libro especificaba como se rendía culto a una Diosa del mar, para apaciguar la ira de "Curlan"(que según el manuscrito, significa demonio marino en un antiguo dialecto olvidado, que usaban los primeros marineros y pescadores hace miles de años). Por su descripción, sin duda se trataba de un kraken de dimensiones imposibles. Tan grande casi como una pequeña isla. 

También encontró una leyenda que contaba como una diosa con forma de mujer hecha de agua de mar (a la que denominaban Marae), llegó a un pacto con Curlan por el cual se le ofrecería un hombre, un guerrero, como sacrificio para que, si el kraken lo consideraba digno, lo abrazase y lo regresase a tierra, portando su ira, para que esta no recayese más sobre las gentes, extendiendo su ira, más allá de aquellas tierras. Esta leyenda dio como resultado que miles de años atrás, el los veranos más calurosos, cuando Curlan subía a la superficie (según cuentan), se sacrificase al más  bravo y habilidoso de los guerreros, esperando que fuese abrazado por el Kraken para calmar su ira, haciéndolo portador de ella. 

Sobre la piel de Kraken, pudo encontrar my poco ese día. Tan sólo algunas afirmaciones recogidas de viejos cuentos que pasan de boca en boca, generación, tras generación, que afirman que su piel, incluso de las zonas más frágiles y sensibles, es dura como el acero y elástica como un junco. También que está hecha para convivir en perfecta sinergia con el mar.

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El maestre sabía que debía comenzar su búsqueda en la sala de índices, buscando algún título que pudiera englobar los temas que buscaba pero por desgracia ninguno parecía ajustarse a sus necesidades. Por un momento la impaciencia que siempre surgía en las primeras fases de una investigación se hizo visible, pero Paul era un hombre ya experimentado y supo reconducir la situación.

El libro que tenía Ser Dwain no hablaba de religión si no más bien de costumbres.

Este pensamiento le ayudó a reconducir la búsqueda aportando nuevos puntos de vista. El tiempo pasaba y el atardecer comenzaba a ceder su lugar a la noche, las velas comenzaron a hacerse necesarias y Paul tomó una para poder continuar su investigación. A pesar del nuevo enfoque el maestre sabía que una investigación como aquella podía llevar años o incluso acabar sin resultado alguno, pero al menos debía intentarlo y la perseverancia y por que negarlo algo de suerte hicieron que finalmente encontrara un libro interesante sobre las antiguas costumbres en las actuales Tierras de las Tormentas. Anotó la referencia del título y el lugar donde se encontraba depositado y se dispuso a encontrarlo. El contenido no solo era interesante si no que parecía encajar a la perfección con lo que buscaba Ser Dwain. Juntando varias referencias se podía afirmar que existía una diosa marina que tomaba forma de una mujer aquosa y que para apaciguar la ira del demonio Curlan, que tenía la forma de un kraken tan grande como una isla, ofrecía un valiente guerrero en sacrificio, si este era aceptado el guerrero volvía a la vida con parte de la ira de Curlan en su interior para esparcirla por la superficie.

Desde luego eso explicaría lo buen guerrero que es Ser Dwain y parte de su forma de ser.

Paul sonrió con el pensamiento y siguió leyendo. Sobre la piel del Kraken no había mucha información pero todas las referencias hablaban de que era dura como el acero y elástica como un junco, cosa que coincidía con el material que había tocado en la armadura de Dwain. Cuando se quiso dar cuenta las horas habían pasado y ya se acercaba la hora de la cena. Depositó el libro nuevamente en su lugar y se dispuso a compartir aquel momento con el resto de los maestros presentes, la investigación podía esperar, aún tenía unas jornadas por delante para seguir leyendo más información y aquel día había encontrado unas referencias muy interesantes.

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El maestre se dirigió a la pequeña sala que ya conocía desde hacía años, donde los maestres de la ciudadela se sentaban para compartir las comidas. Su llegada provocaron algunos saludos de compañeros y breves intercambios de palabras, un instante antes de sentarse formalmente a la mesa. Entre los asistentes, estaba como cada año el Senescal Luwan, el archimaestre Ducan, Dario, Tular y otros maestres. 

La cena era servida por los aprendices que habían preparado una sopa fresca de verduras con pan y pescado al horno con limón. Pero antes de comenzar la cena, el Senerscal pidió silencio con un gesto, para dar la bienvenida a Paul.

—Maestre Paul, como cada año más o menos, es siempre agradable daros la bienvenida a vuestra casa. Este año no podríais ser más oportuno pues el maestre Qyburn, nos deja una temporada para avanzar en sus estudios y todos en el cónclave hemos coincidido en que no hay mejor candidato para portar la máscara y la vara de plata que nuestro querido Paul. Sabiendo que podemos siempre contar con su presencia al menos una o dos veces al año, estoy seguro de que vuestra aportación al Cónclave, será más que beneficiosa para la orden.—

Varios asistentes asintieron sonrientes a las palabras del Senescal, y miraron a Paul asintiendo dando fe de su conformidad. Qyburn inclinó la cabeza hacia el maestre Paul diciéndole algo en voz baja.

—Si os parece bien mañana durante la mañana puedo mostraros cual será vuestra celda permanente y poneros al día de todas las últimas adquisiciones que hemos hecho tanto de libros como de escritos y objetos de vuestra rama que aún andaba catalogando.—

No parecía que nadie de los presentes, fuese a dar por posible una negación al nombramiento del maestre, ni tan siquiera de él mismo. Así que tras aquellas palabras, Luwan dio orden de que se fueran sirviendo los planos con un gesto.

—Por supuesto mañana se llevará a cabo la ceremonia de investidura en un pequeño acto entre los maestres y aprendices para daros la bienvenida al Cónclave.— Irformó a Paul.

—Pero decidme, habéis traído muchas cosas en esta ocasión. ¿Algo relevante en esta ocasión?— Preguntó con curiosidad 

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Como siempre fue agradable reunirse con sus viejos conocidos y las horas de las comidas eran la ocasión propicia para poder verlos a todos juntos pues el resto del día cada uno solía estar ocupado en sus quehaceres. La cena era sencilla pero a la vez gustosa y con lo necesario para reponer las energías gastadas durante la tarde, aunque no demasiado pretenciosa para resultar pesada ante el sueño nocturno. Se levantó para saludar y haciendo una reverencia respetuosa hacia el Senescal y el resto de sus compañeros cuando recibió la bienvenida, algo protocolario que se solía hacer en la Ciudadela en esos casos, aunque lo que no se esperaba era la siguiente noticia, se quedó callado sin saber que decir mientras Qyburn, que estaba a su lado, le susurraba algo. Paul asintió de manera casi imperceptible hacia su compañero antes de alzar la vista y la voz para dirigirse al resto.

-Como siempre es una gran alegría regresar a la Ciudadela y reencontrarme con mis compañeros y maestros. -Hasta allí era todo lo que se solía decir como respuesta a la bienvenida, algo general pues no era tiempo de saludar uno a uno, eso se iría produciendo más adelante mientras se fueran encontrando en el edificio y sus aledaños. Después tomó aire para referirse al asunto de su nombramiento como Archimaestre, una gran responsabilidad pero que no iba a rechazar, no porque pensara que era el único merecedor de aquel privilegio, si no porque sabía que tras aquello se había producido una deliberación del Consejo y rechazarlo era como poner en duda su conocimiento y capacidad de liderazgo, asuntos en los que estaba seguro y confiado.- Es un gran honor recibir la máscara y la vara de plata, espero poder estar a la altura de lo que se espera de mi, tal y como el Maestre Qyburn ha hecho hasta ahora, le deseo mucho éxito en su futura investigación. -Giró levemente la cabeza hacia Qyburn al que consideraba un gran estudioso de la medicina, estaba seguro que conseguiría traer un mayor conocimiento a la Ciudadela en su próximo estudio.- En cuanto a este viaje he de decir que he traído un pequeño carro para poder transportar los diversos hallazgos realizados durante este año así como abundante documentación con los registros, estaré encantado de compartirlos con mis colegas y cotejarlos con la información disponible, así como espero poder consultar nuestros tomos para avanzar en algunas teorías.

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—Fantástico.— Comentó Duncan. —Mañana pondremos a los aprendices a catalogar lo que hayáis traído.— Propuso mirando al Senescal, el cual asintió mirando a Paul. 

La cena transcurrió con tranquilidad, con temas algunos relacionados con asuntos en la vida diaria de la Ciudadela, aunque muchos, fueron comentarios sobre la Rebelión de los Greyjoy. Comentarios sobre qué maestres estaban asignados a los territorios de las Islas, posibles consecuencias de una victoria de un bando o de otro, temas similares. 

Al acabar de cenar, siempre se hacía una sobremesa en la que se disfrutaba de un licor que ayudaba a hacer la digestión y de frutas frescas, en las que algunas tertulias podían alargarse hasta largas horas de la noches.

Qyburn inclinó la cabeza hacia el maestre con intención de comentar algo, tratando de interrumpir  los coloquios. 

—¿Os parece bien que quedemos mañana al mediodía tras vuestro nombramiento?—

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Paul asintió ante las palabras de Duncan, al día siguiente pondría todo el material recopilado a disposición de la Ciudadela donde los aprendices comenzarían a catalogar todo y a filtrar cada cosa al departamento correspondiente, era un método eficaz. Disfrutó de la cena y sobre todo de la compañía de sus camaradas y de las conversaciones, casi todas centradas en la reciente rebelión de los Greyjoy. Aunque los maestres siempre permanecían neutrales en aquellos asuntos políticos eso no quitaba para que mostraran preocupación por lo que podía suceder e interés por como se desarrollaban las cosas. En su caso además pertenecía a una de las casas que se podían ver afectadas por el conflicto y por tanto toda la información extra que pudiera obtener serviría para aconsejar mejor a Lord Everam si este así lo necesitaba. Fue Qyburn, siempre tan centrado en su trabajo, el que interrumpió su atención.

-Por supuesto Maestre Qyburn, mañana tras la ceremonia nos reuniremos. Estoy ansioso por intercambiar algunos conocimientos de medicina que he estado estudiando con usted, así como saber cual va a ser su siguiente proyecto de estudio, si tiene a bien compartirlo conmigo.

Cada maestre enfocaba sus estudios de una manera diferente, algunos lo hacían abiertamente, pidiendo y esperando ayudas y aportaciones de sus compañeros, otros preferían enfrascarse en un estudio individual y solo presentar el resultado cuando hubieran hecho algún hallazgo importante, entre ambos extremos podían darse diferentes grados de estudio y participación en otros casos.

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Al día siguiente, tras el desayuno, se llevó a cabo una pequeña ceremonia, un acto institucional para el nombramiento de Paul y otorgarle así la máscara y vara de platas que le distinguiría como archimaestre en la rama de sanación. Era un acto privado, en el que sólo miembros de la Ciudadela acudían, pero no por ello poco concurrido. A parte de las principales figuras que custodiaban la vida en la ciudadela, también estuvieron presentes aprendices. La ceremonia constaba de dos partes. Una al "publico" y otra privada con el cónclave de archimaestres y el senescal, donde se le hacía entrega de un juego de llaves que le daba acceso a todas las zona de la ciudadela y a todos sus más preciados contenidos.

Tras aquella ceremonia, Qyburn se encargó de mostrarle cual sería su celda, ya vacía, cada vez que regresase a la Ciudadela. Era mucho más amplia que las celdas comunes. Las paredes estaban casi forradas en su totalidad de estanterías y disponía de varios arcones. Era bastante luminosa, pues tres ventanales se encargaban de que la estancia pudiese aprovechar a la perfección la luz del día. El camastro era bastante más amplio y por su aspecto más confortable que los habituales. A parte, le presentó a un joven que sería su ayudante de cámara, siempre que tuviese que disponer de su habitación durante sus visitas.

Finalmente, Qyburn quería presentarle a alguien más pero mantuvo el suspense, proponiendo ir a la zona común. Durante la espera, Qyburn hizo alusión, en referencia a sus investigaciones, a la similitud del cuerpo humano con cualquier máquina. —Cuando una catapulta se estropea, siempre se puede volver a reponer piezas y lograr que vuelva a funcionar. Lo curioso del ser humano es que aún haciendo lo mismo y dejando un cuerpo totalmente funcional, si el Desconocido lo ha visitado, nada puede hacerse al respecto. Debe haber algo, como la madera al fuego, para que para que pueda  volver a funcionar, a vivir— Parecía ser que la búsqueda de esa "madera" era lo que acaparaba los estudios de Qyburn. Incluso en las muertes naturales, nada traumáticas, el maestre se preguntaba qué era exactamente lo que hacía que un cuerpo tuviese vida y un instante después no.

Al cabo de un rato conversando, la figura de una mujer encapuchada se aproximó hacia ambos. Qyburn se inclinó como forma de saludo. Sin duda la calidad de sus ropas, indicaban que era de origen noble. 

—Maestre Paul, quisiera presentaros a Lady Malora Hightower...—

—Lady Malora es una gran estudiosa de nuestra rama y de seguro que podréis servila de guía en mi ausencia... —

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Los nervios le impidieron dormir como le hubiera gustado, no porque fuera un hombre vanidoso al que la ceremonia le provocara orgullo por una meta alcanzada, si no más bien por la responsabilidad que tenía implícita el nuevo cargo. Tampoco se consideraba alguien indigno de aquella posición, pero seguramente había otras personas que podían optar a ese cargo tan honrosamente como él. No tuvo que esperar mucho y tras el desayuno comenzó la doble ceremonia, pronunció breves y sinceros discursos sobre su intención de mantener y aumentar el nivel de estudio y conocimiento y ayudar a compartirlo para que todos pudieran beneficiarse y recibió la vara y la máscara plateada así como también las llaves de todas las zonas de la ciudadela a las que ahora tendría acceso. Tras terminar y ser felicitado por sus compañeros acompañó a Qyburn a la que se convertiría en su celda a partir de entonces, más luminosa y con algunas comodidades extra con las que no contaban las otras en las que se había alojado.

Pequeños privilegios de ser Archimaestre.

Tampoco es que fuera a disfrutarlos mucho, la mayor parte del tiempo estaría en Riverside, pero cuando visitara la Ciudadela el acceso a cualquier zona y disponer de un ayudante harían sus consultas mucho más rápidas y efectivas. Tras hacerse con el lugar y recibir algunas instrucciones y consejos de su predecesor acompañó a este a una reunión, quería presentarle a alguien pero mantuvo la incógnita de su identidad hasta el mismo momento de verla y mientras esperaban Qyburn le reveló el camino que seguiría con sus investigaciones.

-Es una importante investigación la que emprendes amigo Qyburn, estoy deseando leer tus hallazgos y avances. -La empresa se le antojaba, en aquel momento, casi imposible, pero si alguien no empezaba el camino jamás podrían recorrerlo. Qyburn estaba siendo muy valiente. Paul hablaba con entusiasmo, avanzar por ese sendero podría cambiar la vida de la gente tal y como la conocían.- Es evidente que hay algo que "nos desgasta" y aunque no creo que el proceso de la muerte pueda ser erradicado, si que podría "retrasarse". O la posibilidad de poder poner a un soldado uno de sus miembros amputados de nuevo... ¡Extraordinario Qyburn, extraordinario!

Ahora mismo se le antojaba imposible, pero la ciencia siempre acababa por sorprenderles si obtenían los conocimientos necesarios, esperaba que su colega triunfara en su investigación. Tras la breve conversación llegó la mujer a la que esperaban, de origen noble por sus ropajes. Paul se sorprendió al descubrir quien era. 

-Lady Malora. -Dijo haciendo una respetuosa inclinación a modo de saludo.- Encantado de conocerla, soy el maestre de Riverside. -Quiso hacer aquella aclaración pues los Stronghorse eran vasallos de los Hightower y quizás aquel encuentro podría abrir futuras posibilidades.- ¿Está usted interesada en la sanción y la cura de enfermedades? Algo magnífico y loable, sin lugar a dudas. Espero poder serle de la misma ayuda que mi compañero, el maestre Qyburn.

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—Maestre Paul...— Respondió junto a un leve gesto de saludo. Miró entonces a Qyburn sin mediar palabra. Este realizó una inclinación y se dispuso a marchar.

—Debería felicitaros por lo que tengo entendido.— Sonrió, pues aquella información no debería de haber llegado tan rápido hasta sus oídos. Al menos no a ella primero.

Tomó al maestre del brazo con cierto descaro, y sin el más mínimo rastro e vergüenza para empezar a caminar.

—Sí, llevo unos años entreteniéndome con este tipo de asuntos. Aunque reconozco que me decanto más por otras materias no tan "clasicas", dentro de vuestra especialidad, maestre.—

Paul pudo comprobar que realmente la hija mayor de los Hightower, no levantaba especial interés en los asiduos de la Ciudadela. Probablemente aquello demostraba que era cierto que pasaba mucho tiempo por allí, entre libros y consultas. No obstante, nadie de los que se cruzaban con ella, evitaba el saludo que por posición le correspondía.

—Qyburn dice que sois un gran erudito. Supongo que un gran lector.— Conjeturó sobre Paul.

—Decidme maestre, ¿qué sabéis de los Otros?. ¿Existen pruebas de que hayan existido o de que existan?— Preguntó con total naturalidad.

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Paul hizo un gesto de despedida hacia Qyburn antes de que este se retirase y lo dejara a solas con Lady Malora. Se sorprendió de lo rápido que la mujer se había enterado de su nombramiento, no es que fuera un secreto, pero no había pasado demasiado tiempo.

-Muchas gracias Lady Malora, será un honor para mi llevar esta responsabilidad y espero hacerlo igual de bien que mi predecesor el maestro Qyburn.

El maestre se vio sorprendido por la familiaridad con la que la mujer lo cogía del brazo pero aceptó acompañarla caballerosamente. Por las reacciones de la gente daba por sentado que Malora era una habitual de la Ciudadela, así que realmente tenía interés por el estudio y no eran solo palabras vacías, aunque Paul no consideraba la medicina  un "entretenimiento" como daba a entender su acompañante.

-¿Qué tipo de materias son las que le interesan Lady Malora? -Preguntó con curiosidad.- Me gusta leer e informarme de los avances que se producen en todos los campos del saber, aunque he de admitir que suelen interesarme más los relacionados con la medicina. Aunque personalmente creo que lo más maravilloso de esta rama del saber es ponerla al servicio de la gente y contribuir a salvar vidas o a mejorar las de los que sufren.

Un conocimiento exclusivamente académico de la medicina no le parecía suficiente si no iba acompañado de la práctica de la misma, cosa que además ayudaba a una mejor comprensión de la materia. Le sorprendió la pregunta que la noble le hizo.

-¿De Los Otros? -Algo había leído sobre el tema, aunque tampoco se consideraba un experto, aquello era uno de los misterios de los que no se tenían apenas datos y los pocos que había eran de muchas generaciones atrás.- Los relatos de antiguos maestres así lo acreditan, para nosotros eso es una prueba de su existencia, pero si pregunta por algún otro tipo de señal u objeto... Me atrevería a decir que no.

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—Así que basándose en los escritos de vuestros antecesores, podría decirse que si que creéis en su existencia...— Convino con cierta sorpresa agradable.

—Y decidme, maestre Paul...¿qué podría llevar a poder caminar como un vivo, un cuerpo que halló la muerte?— Preguntó interesada en saber la opinión del maestre.

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El maestre caminaba tranquilamente junto a Lady Malora, la conversación estaba resultando interesante, nunca habría imaginado el tema que la dama iba a presentarle, no solía ser frecuente que la gente hiciera ese tipo de preguntas y menos una dama.

-Usted conoce bien la Ciudadela. -Respondió dando por sentado que sus frecuentes visitas le habían dado una visión bastante fuerte de lo que allí hacían.- Somos gente a la que le gusta estudiar y experimentar, así como también recoger todos esos hallazgos para que otros puedan seguir obteniendo conocimiento o mejorando el existente. Por lo tanto debemos dar por sentado que los maestres que escribieron sobre Los Otros lo hicieron no solo en base de su experiencia si no en aras de una mejor comprensión y conocimiento futuros.

Así lo creía el maestre Paul. En la Ciudadela había un incontable número de volúmenes que recogían casi todas las experiencias y conocimientos posibles en cuanto a los hombres se refería, algunas no estaban suficientemente documentadas o estudiadas porque no se daban con mucha frecuencia o eran difíciles de estudiar, pero eso no quería decir que no existieran. Los Otros era uno de esos extraños casos.

-Creo que mi respuesta la decepcionará pues desconozco los mecanismos que harían eso posible. Paso mucho tiempo intentando aliviar el dolor y curando enfermedades, he tenido que remendar heridas de mayor y menor gravedad y podría decir que muchos hombres y mujeres han pasado por mis manos. Algunos que parecían fuertes y sanos han muerto y otros cuyas posibilidades de sobrevivir parecían menores siguen vivos. No sabría decirle a que se debe esto, es algo que a día de hoy escapa a mi conocimiento y comprensión. Aunque quizás pronto dispongamos de una respuesta, el Maestre Qyburn nos deja precisamente para ahondar en ese campo de estudio, cuyos resultados pueden resultar fascinantes. ¿Se imagina poder curar la mayoría de las enfermedades? En cuanto a los muertos que caminan como vivos... A veces se han dado casos de una persona que se la da por muerta pero en realidad no lo está, hay cosas que pueden "ralentizar" los ritmos del cuerpo hasta el punto de que parezca muerto, algo parecido a lo que experimentan algunos animales a la hora de invernar. Pero la verdad es que no tengo datos suficientes. Me atrevería a decir que intervienen un par de factores diferentes, claro que es simplemente una divagación improvisada, no un estudio refrendado por la experiencia. Por un lado está el factor físico, nuestro cuerpo sufre un desgaste que finalmente acaba por una pérdida de "funcionamiento" que nos conduce a la muerte. A veces no es necesario llegar al desgaste pues la pérdida de algún miembro puede desembocar en el mismo resultado prematuramente. Y me atrevería a decir que hay un segundo factor, desconocido hasta ahora, que nos da "la energía" para vivir, me atrevería a decir que este segundo factor es la clave para el fenómeno de Los Otros. Pero no quiero aburrirla con mis divagaciones, quizás lo mejor sería consultarlo a alguno de los maestres expertos en ese campo.