Partida Rol por web

Finalmente, el joven Joan terminó por encomendarse a tí, confiado.

Hace unos días, salí sólo a pescar -comenzó-, antes de tu llegada. Padre estaba dolorido de la espalda, por lo que fui yo sólo. Cuando faenaba cerca de la costa, escuché un canto dulcísimo, y me pareció ver en la ladera de la montaña de Montjuic la figura de una mujer; era alta, de espesa y enredada mata de pelo. No sé si me lo pareció o fue mi imaginación, pero parecía que quería invitarme a que acudiera a ella. Era casi el amanecer, y en ese momento salió el sol en el horizonte. Cuando cantó el gallo, parpadeé un momento de la impresión, y ella ya no estaba allí.

Joan dió el último sorbo al vaso de vino.

Hermano, cada noche el canto de la mujer viene a mi cabeza, sin dejarme dormir, y hasta me trae el recuerdo de su cuerpo... desnudo, que creí ver por un instante. Aunque eso no es lo peor...

-Sabia que era por una mujer. Pero no de estas caracteristicas... Seguro que no era un sueño? Ya sabes, por la hora.. y el cansancio..

Las piezas empezaban a encajar en mi cabeza Joan estaba obsesionado por una mujer misteriosa..

-Continua hermano. Si eso no es lo peor...

...Pues que cuando salgo a faenar en la barca con Padre, siento la necesidad de dirigirla hacia la costa de Montjuic, hacia su pedrera, para reunirme con la mujer... -estaba claro: tu hermano Joan se consumía a ojos vista, y parecía estar cada vez más delgado y febril...de amor-.

Finalmente Joan no pronunció más palabra. Esa pequeña catarsis que le sobrevino nada más revelarte sus pensamientos hizo que se levantara y se marchara de allí. Vuestro padre había quedado pagado los vinos, y Pere, dueño de Dracs, hizo un gesto con la cabeza en señal de despedida.

Salísteis por la puerta y no tardásteis en llegar a casa, no muy lejos de la taberna. Joan volvió a decir que le alegraba tu llegada, pero sus ojos y cabeza parecían estar en otro lugar. En pocos instantes se metió en casa y se fue directo a dormir. Compartíais cuarto.

Las cosas empezaban a estar mas claras... Joan estaba realmente obsesionado por una mujer... Tan obsesionado que no podia dejar de pensar en ella, incluso hasta el punto de desperdiciar las horas de trabajo parta acercarse a donde la vio... Pero sin haberla visto otra vez. Tengo que saber mas de esa mujer. Pienso una vez tumbado en la cama, mirando a mi hermano que ya duerme.
 

Al dia siguiente, muy temprano porque no habia conseguido dormir bien, me levanto, desayuno, y me encamino a la costa de Montjuic. Con la esperanza de hablar con algun pescador, pero con la intencion oculta de poder ver a esa hermosa mujer de la que habla mi hermano.

Te levantaste temprano y saliste de casa. El amanecer acababa de despuntar, y Joan y tu señor Padre dormían aún. Saliste hacia la costa de Montjuic, pero nadie había por allí: la costa y la pedrera parecían vacías. Volviste entonces sobre tus pasos y decidiste andurrear por el puerto. Por el puerto siempre había gente (desde el más tempranero pescador con caña hasta el último borracho de las tabernas, aún despierto). Preguntaste a uno de ellos.

Ah sí... esa mujer... -dijo el tipo sin dejar de mirar su caña-. vive cerca de la pedrera* que hay en la falda de la montaña. la llaman "la Loca", porque va como desgreñada y tiene los ojos como salidos. Parece que sólo se la vé de noche, jóven -aseguró-. Se la ve en la orilla muchas noches, pero nadie ha conseguido encontrar su guarida. Qué tipa más rara -añadió-.

Que pena que justo haya amanecido. Cada vez tenia mas ganas de saber sobre esa mujer que tenia loco a mi hermano, lo mas seguro era que se le pasara la tonteria si se la presentaba. Pero primero tenia que encontrarla y el viejo pescador me habia dado una pista. -Gracias, buen hombre. Dios se lo page.

Pensando que aun era temprano para ir a faenar me dirijo a la pedrera de la que hablaba el hombre.

Fuiste a la pedrera, dejando atrás el puerto. Mientras te ibas, los primeros pescadores en los botes ya llegaban para faenar. Anduviste unos cinco minutos y llegaste enseguida a la parte accesible de la pedrera por la que se podía ir andando. Para avanzar por el otro tramo había que cruzar un tramo de bahía (y allí no tenías el bote). Indagaste por allí y no había nada. Tan sólo te sorprendiste (te asustaste, vaya...) por que te salió al paso un cazador.

Parece que has perdido jóven -por las pintas parecía un cazador-. ¿No estarás buscando a "la Loca"?, ja ja ja -te lo decía con cierta guasa, pero enseguida enmudeció y se tornó su rostro serio-. ¿Vas a buscarla, muchacho? Yo que tú me daba media vuelta... dicen que vive por aquí: yo me adentro en el monte porque no tengo más remedio -extendió su brazo y víste la ristra de conejos que tenía sujetados por las orejas-. Si no no vendría por aquí...

-Pero que tiene esa mujer que tantas impresiones levanta? Tiene a mi hermano medio loco por ella. Y en el puerto tambien me han contado historia... -Digo cada vez mas preocupado.

-La has visto alguna vez? sabes donde vive?

Espero a que el hombre me conteste, luego me retiro al puerto a ver si veo a mi padre y a mi hermano de camino al bote.

¿Vuestro hermano, decís? -dijo el cazador-. Pues guardadle bien, muchacho. Ver a la Loca no es sino cosa de mal agüero. Algunos que la han visto, según se dice, empiezan a enfermar, en incluso termienan muriendo o desapareciendo de su hogar para no volver. Bueno... tengo que volver a casa.

El cazador te saludó y tu seguiste tu camino.

Al volver no viste a Joan. Padre tampoco estaba faenando. Últimamente acostumbraban a pescar de noche, sobre todo porque había más peces dispuestos a comer más cerca de la orilla. Además, el bueno de Joan había encontrado trabajo de recadero para un señor de la ciudad. Volviste a casa esa mañana, y tras pasar el día vislumbrando la vida de nuevo en el puerto de Barcelona, volviste pronto a casa.

En breves anochecería, y tu padre y tu hermano se estaban preparando. Padre instó a que fueras con Joan, pues seguía en sus trece para que averiguaras más sobre tu hermano. Ambos dos, entonces, fuísteis al puerto, tomásteis el bote y salíteis a la mar. El agua parecía en calma, y ahora sólo las pequeñas luminarias iluminaban el derredor más próximo.

Tras lanzar y recoger las redes durante quince minutos, Joan se encaramó al borde de la barca, apoyándose en ella. Miraba a la lejana orilla y enseguida gritó sofocado.

¿No la oyes? ¡Está cantando! ¡Me llama! -decía tu hermano avistando con fuerza la negra orilla-. Tu, desde luego, no oías absolutamente nada (y eso que hiciste hincapié en esforzarte. Te diste cuenta de que Joan estaba ahora dirigiendo, sin darse cuenta, la barca hacia la costa (tal y como él mismo te avisó de tal irrefrenable deseo).

No era una persona en exceso supersticiosa... La vida en la ciudad me habian enseñado a estar mas pendientes de los vivos que de los muerto. Pero gracias a mi oficio me conocia muchas leyendas e historias... Se me paso por la cabeza la imagen de una bella sirena de pechos turgentes, cantando y encantando a los navegantes, atrayendolos a la afilada muerte de las rocas costeras.

Aun asi, la intriga de saber que pasaba y las ansias de ayudar al casi enfermo de Joan, me hacen tomar una decision arriesgada.

-La oigo, hermano.- Miento. -Tranquilo, sigue remando.

Le dejo que guie la barca.

Joan, entonces, comenzó a remar en la dirección de la costa, hacia la orilla. En pocos minutos atracásteis sobre ella y tras bajarse del bote comenzó a subir por la escarpada ladera de la pedrera. Tú lo seguiste y notabas que tu hermano mantenía fijos los ojos hacia delante, sin reparar en tí. Pronto te iba dejando atrás en el ascenso.

Pero de donde ha sacado esa energia, si hace un momento parecia apunto de desmayarse. Pienso, mirando por un segundo hacia abajo. Aunque no habia trepado demasiado, los pocos metros que me separan del suelo me hacen marearme durante un instante. Porque no podia ser una ninfa y vivir en el monte. Pienso acordandome de otra criatura mitologica.

Efectivamente, Joan ascendía de una forma... asombrosa. Él trepaba, empero que lo hacía más rápido que tú; tanto que lo perdiste de vista mirando hacia arriba. La negrura nocturna pareció tragárselo, y cuando llegaste a un saliente víste que, delante de tus ojos, se alzaba, muy oculta en la roca, la entrada de una cueva. Viste a Joan, a unas veinte o treinta varas delante de tí, dirigiéndose como con pasos de borracho a su entrada, a un lado de la pedrera. Finalmente, despareció en su interior (se introdujo a oscuras).

Llego cansado y mareado al saliente. Mientras me recupero, desplomado en el suelo, veo como mi hermano se mete en las profundidades de la gruta. Asustado de que le pueda pasar algo le grito, casi sin aliento: -Joan! Espera... Vayamos juntos... Es peligroso!

Una vez recuperado busco por los alrededores algun arbusto para arrancar una rama y hacerme una antorcha, utilizando un trozo de mi ropa, que me ayude a explorar la caverna sin caer en un agujero.

Si no hay nada que pueda ayudarme, voy caminando pegado a la pared, con cautela. Intentando escuchar cualquier sonido.

Arrancaste unas matas y las colocaste en la punta de un madero que había por allí. Hacer fuego no resultó nada fácil, et que no te atreviste a entrar hasta que el fuego comenzó a prender más o menos sobre el palo. Tras ésto, te internaste por el mismo lugar donde lo había hecho tu hermano. Con la pequeña luminaria, lograste observar que aquella cueva (más bien un estrecho pasillo en la roca) se iba ensanchando más y más a medida que avanzabas. Finalmente encontraste a tu hermano en una sala natural bajo la pedrera, pero no estaba sólo: una mujer de aspecto terrible estaba frente a él, como hacíendole gestos.

Cantaba también, y ésto encandilaba a tu joven hermano. Su cuerpo desnudo y hermoso contrastaba con su gran mata de desordenado pelo negro y su rostro afilado. De sus ojos emanaba rojez, et brillaban como dos carbones encendidos... Tu intentabas hacer el menor ruido posible, pero tus lentos pasos hacían que la suela de tus botas sonara contra la roca... Et entonces notaste, ya muy cerca de Joan, cómo la mujer te miraba ahora a tí. Ahora tú centrabas su atención, esos ojos candentes y brillantes... Te sonrió dulcemente y comenzó a cantar... para tí.

Despues de la travesia en semi-oscuridad mis ojos se habian acostumbrado a la falta de luz y pude observar la dantesca escena, ninguna de las leyendas e historias que conocia me habia preparado para un escenario tan morboso.

El cuerpo desnudo de la mujer contrastaba enormemente con su horible rostro y cuando sus ojos se posaron en mi y me sorio... se me helo la sangre.

Conocia el poder de la palabra, el poder de la musica y del canto... Asi que cuando comence a escuchar su cancion me tape los oidos con las manos y empece a caminar de espaldas, alejandome de ella poco a poco.

Incauto uno, el jóven, et cauto (et mucho) el otro, aquel bufón que parecía el hijo pródigo en Montjuic. Muy acertadamente tapaste vos los vuesos oídos, et que entonces no oíste el canto de aquella mujer. Tenga vuesa merced por seguro que no era tan bello el suyo canto como el que Odiseo et los suyos en su ardua travesía oyeron de las sirenas Escila y Caribdis... Pero al menos era atrayente, sin duda.

Claro que, la mujer, no pudiéndote embaucar con su bella melodía, hizo un bufidos con su boca, similar al de una serpiente, y pudiste ver con la luz de la antorcha que poseía buenos colmillos et garras de salvaje anima ¡Cristo bendito! ¡Acabara aquel día de infames visiones! Aquella escena perpetró en tu interior* y te hizo dudar acerca de qué horrores albergaba la noche et aquellas cuevas et pedrera.

Entonces, antes de que huyeras, la lamia dio un empellón a Joan, haciéndole caer al suelo y quedándole aturdido, et que se lanzó contra tí con sus fieras garras.