Partida Rol por web

Torció el gesto, sin dejar de sonreír, cuando escuchó las primeras palabras del reverendo, y miró, de nuevo, hacia el horizonte, hacia el punto donde la calle principal se volvía mucho más estrecha, y sólo dejaba un minúsculo hueco que permitía ver el mortal desierto. Sobre todo para él.

De pronto, se sintió sediento.

Giró un poco su silla de ruedas cuando Strong se decidió a contarle del asunto. Era un hombre parco en palabras el coronel, pero sabía escuchar, y tenía una habilidad increíble para conocer los detalles de las personas más por lo que callaban que por lo que decían.

—¿Del Sheriff y de la mujer?— repitió, haciendo una mueca con el rostro, como si hubiera lamido un limón—. Me parecen un estorbo. Y me parece que no van a arreglar nada— se sinceró.

Durante el día que habían estado confinados en el Saloon, Luisiana había estado pensando acerca de esos dos personajes, y no tenía claro que quisieran arreglarlo ellos en tanto en cuanto fuera el mismo pueblo el que se encargara de solucionar el problema.

—Y, ¿usted? ¿Qué piensa?— preguntó el coronel, mirándolo fijamente, frunciendo el entrecejo al mirarlo a contraluz—. ¿Qué cree acerca de ellos?  Y, sobre todo, ¿quién piensa que pudo hacerlo?

Yo le puedo prometer dos cosas Padre.. averiguar con su ayuda los culpables de ambas cosas y creo que otra aun mas importante... no volarle los sesos cuando los encontremos... creo que me esta intentando enseñar eso, nada de ahorar,quemar ni volvar los sesos,los llevaremos ante el juez, Francis muestra una gran sonrisa de satisfaccion como quien a aprendido a atarse los cordones.

EL viejo irlandes toco un par de veces a esa puerta entre abierta y asomo la cabeza con su sombrero en lo alto de ella.

-Buenas, reverendo. ¿Que se le ofrece? El hijo de... ese mocoso me ha avisado de su atención con un buen pisotón, aun me duele la uña de mi pobre dedo. Espero que tenga un buen trago para compensarmelo.-Sonriente termino de entrar esperando ese trago y la razón de ser llamado.

Llegó aquel pilluelo con la nota del "sheriff en funciones". - ¡Menudo circo! - Pensé en aquel instante, pero después de pensarlo mejor era una excusa como cualquier otra para salir de la reunión de tarados en que se estaba convirtiendo el Saloon.

Llegué a la carreta con un nuevo cigarro en el boca. El aire del desierto me invita a filtrarlo con tabaco.

- ¡Qué hay Padre! ¿O debo llamarle Sheriff a partir de ahora? - Pregunté con un deje de hastío en la voz que dejaba bien a las claras que toda aquella situación me estaba gustando más bien poco. - ¿En qué puedo ayudarle?

Contemplando a su pastor tan abatido sentado al suelo, Wyatt apresuró su paso apiedándose y preocupándose por él, se precipitó dispuesto a ofrecer sus buenos ánimos, agua o una mano para levantarlo. 

No obstante no fue necesario ni lo uno ni lo otro, ni lo tercero, pues pronto lo percibió y lo recibió por medio de sus propias fuerzas. -¿Se encuentra usted bien?- Añadió a su cartucho de preguntas. 

Pero toda respuesta se hizo esperar a un ambiente más tranquilo, y más intimo. Lejos de las miradas curiosas y posibles oídos de los pérfidos y los interesados.

Dejó que el reverendo fuera el primero a expresarse y ofrecer un descanso para sus pensamientos. Estuvo apunto de contrariarlo cuando afirmó no ser el más indicado, no mas, aguardó a que terminase de exponer sus tribulaciones. -¡Por supuesto! Cuente conmigo para lo que sea. Será un placer aliviar su carga. ¿Qué necesita?¿En qué puedo ser de ayuda?- Repitió al final con una afable sonrisa que alejaba cualquier sombra de problema. -Soy un hombre humilde. E "intruido" no hace al "sabio", pero haré cuanto esté en mi mano.

Cuando la camarera se acercó para examinar su herida Adam Strong permaneció quieto, sin llegar a apartarse ni tampoco ofrecerse. No se sentía totalmente cómodo, pero no había motivo para sentir pudor o rechazo ante algo así. El torso del reverendo ya se encontraba vendado por debajo de la camisa, aunque la sangre seguía presente en la tela de la prenda.

- Estoy bien, estoy bien. - Le dijo, tratando de tranquilizarla. - Fue de repente, en el Saloon, más o menos a la vez que lo de El Revenger. - Comentó. - No quiero asustar a la gente, así que por favor, no digas nada. Sólo quería prevenirte. - Se explicó, volviendo a abrocharse la chaqueta.

- Nadie parece haber visto nada, Susie. - Continuó. - Pero alguien ha intentado matar al menos a dos de nosotros, y si yo no hubiera tenido suerte ahora estaríais cavando mi tumba. Tenemos que arreglar esto, y tenemos que hacerlo pronto.

El reverendo escuchó con calma a la salvaje, tomándose su tiempo para reflexionar sobre sus palabras. No era un hombre de prisas: con el tiempo había aprendido que cuando uno andaba apurado el resultado siempre era peor. De modo que antes de volver a hablar dio algunas vueltas a lo que ella había dicho.

- No estoy seguro de que Prescott sea uno de los culpables. - Dijo al fin. - El chico no tiene muchas luces, y a pesar de que en esta ciudad la gente es bastante abierta no todo el mundo es así: a la mayor parte de América se le enseña un hacha y de inmediato piensa en tu pueblo. No voy a pedir que le disculpes, pero no creo que sea tan inteligente como para acabar con El Ravenger usando un hacha para luego echarte la culpa.

- La verdad es que yo no tengo muy claro quién puede estar detrás de esto. - Reconoció entonces, liberando un suspiro y llevando la vista al suelo. - Me cuesta creer que sea gente de aquí, pero tampoco imagino qué interés podrían tener unos forasteros en levantar todo este polvo. - Afirmó.

- Si las cosas siguen así, lo más probable es que no le de ningún nombre a la señora de Pinkerton. Cada cual es libre de hacer lo que quiera, pero no quiero que un inocente muera por mis palabras si son infundadas.

El reverendo recuperó la seriedad paulatinamente conforme dejaban de hablar de lo que él iba a hacer en las siguientes horas con esa especie de complicidad. Poco a poco su pose volvió a ser la que era, aunque al posarse en Canary sus ojos dejaban claro que su percepción sobre ella había cambiado mucho en ese rato.

- No creo que Prescott sea tan inteligente. - Comentó. - El chico es un vaquero con muy pocas luces y menos de dos dedos de frente. Hasta ha venido a pedirme ser ayudante de Sheriff para que las chicas le hagan más caso. - Explicó. - Eso no le descarta como sospechoso, ni mucho menos, pero si está intentando desviar la atención de la gente creo que será a instancias de otro.

- Sin embargo sí me resulta más sospechosa ella. No por el hacha, ni mucho menos, si no... - Empezó antes de hacer una pausa, dejando que su mirada se perdiera para buscar las palabras. - Su manera de hablar me escama. Hemos tenido una conversación, y ha tratado de convencerme de que él era culpable y de saber qué nombre iba a dar yo a la de Pinkerton. No creo que alguien que tenga la verdad de su lado necesite hacer eso cuando sólo Francis la ha acusado, y más habiéndose retractado.

El reverendo observó a Giesie durante algunos segundos antes de emitir un suspiro. Al volver a hablar puso una mano en su hombro de manera familiar.

- Estamos en el Salvaje Oeste, muchacho. - Le dijo. - Estas cosas sólo pasan aquí, pero pasan. A pesar de que no deberían. Lo que debes hacer es pensar en la gente que te importa, y en qué vas a hacer para salir adelante tú, y también ellos.

- Sé que Prescott no te gusta, y que no se está comportando como debería. - Apuntó entonces. - Puede que sea culpable, puede que no, pero al margen de él, ¿tienes algún sospechoso?

Adam Strong aguardó a que Joey terminase de hablar, mirándole directamente a los ojos. No había juicio o enfado en él, sólo ganas de comprender lo que el croupier decía.

- Entiendo. - Dijo, aunque no estaba seguro de terminar de hacerlo. - Ya suponía que usted no usaba sus cartas para eso: he visto más de un tahúr o un mentalista en mi vida. - Comentó. - Pero de lo otro no sabía nada.

- Supongo que es una suerte para usted. - Le dijo. - Aunque la verdad es que esperaba que usted pudiera serme de ayuda de algún modo. - Explicó mientras se desabotonaba la chaqueta, revelando debajo de ella una camisa manchada de sangre. - Alguien ha intentado matarme esta noche.

El reverendo escuchó atentamente a pesar del cansancio la respuesta de Riley, y cuando él terminó de hablar le miró largamente. Sus ojos revelaban un temor profundo que no pondría en voz alta.

- A mí tampoco me gustan nada. - Le concedió. - Para ellos esto no parece más que un juego, pero para muchos esta ciudad es nuestra vida. Y ya han muerto dos personas. Ni siquiera se han molestado en interrogar a los presentes, o algo parecido.

- Sin embargo no estoy seguro de que lo mejor sea que se encargue alguien del pueblo. - Continuó después. - Tanto Rosalind como yo ahora mismo no somos más que los siguientes objetivos de quien le haya eso a El Ravenger.

Adam Strong asintió con rotundidad cuando el Coronel dijo que los recién llegados eran un estorbo. Estaba totalmente de acuerdo. Imponían su manera de hacer las cosas, pero ayudaban en más bien poco. El reverendo se encontraba cada vez más cansado. Las cosas que habían sucedido a lo largo del día eran como una losa sobre sus hombros.

- Yo me pregunto si esos asesinatos habrían sucedido si no hubieran venido. - Comentó. - Ella ha dejado claro que venía buscando a alguien, supongo que a los culpables, pero quizá fue su presencia la que inició todo esto. - Dijo antes de mirar al Coronel. - Puede que lo mejor fuese pedirle que se marche. Al menos si no va a aportar nada.

- Sobre quién pudo hacerlo... - Continuó, dejando la frase en el aire mientras hacía un repaso de los presentes. - Tengo muchos candidatos, pero no terminaría de creérmelo de ninguno. Además, temo que mi palabra acabe con la vida de alguien.

- Usted desconfía de Prescott, ¿no es así?

Mientras el reverendo hablaba Maybelle volvió a tomar tabaco de su bolsa y empezó a liar un nuevo cigarro de forma parsimoniosa pero precisa, con el gesto de quien está más que acostumbrado a realizar esa acción. No necesitaba mirar lo que tenía entre manos y sus ojos estudiaban tranquilamente al sacerdote mientras escuchaba sus palabras y su rostro fue recuperando la neutralidad. Sin embargo, al escuchar las intenciones del ganadero una breve sonrisa de medio lado asomó a sus labios durante un instante. 

Fueron las palabras sobre la indígena las que hicieron que Maybelle contemplase al reverendo sorprendida. - ¿Cree que el ganadero estaba en lo cierto con ella? - Su ceño se frunció levemente mientras meditaba sobre esa idea y dejaba el cigarro descuidadamente en la comisura de sus labios, sin llegar a encenderlo todavía. - La indígena se encontró con un par de personas anoche gracias a mi empujón. Con la corista y con el chaval curioso. Por separado claro -informó con naturalidad antes de quedarse callada un par de segundos-. 

- ¿Y ese otro hombre? El calderero... Riley. ¿Qué opina de él? - Preguntó, todavía pensativa sobre el asunto anterior. 

- Eso está bien, Francis, eso está bien. - Respondió el reverendo, consciente de que a él mismo le costaría aguantar sin acribillar a los asesinos si fuesen a por alguien querido para él. - Pero está complicado: el Coronel te ha acusado, y parece que nadie está dispuesto a defenderte.

- Puedo hacer algo si quieres. Aunque salieras votado puedo hablar con Rosalind para que te exculpe. - Se ofreció. - Pero para eso tengo que decirle lo que puedes hacer. Yo me fío de ti, pero ella no va a querer intervenir salvo que esté segura.

Cuando el viejo llegó Adam Strong estaba aguardando con la puerta abierta. Al verle entrar airado y acusando a Cody de darle un pisotón al reverendo le extrañó que eso hubiera sido intencionado, y más aún, que fuera cierto. Pero todos en el pueblo sabían que para Mickey cualquier excusa era buena para pedir algo de alcohol. Por desgracia él no tenía nada dentro de la caseta, apenas un par de sillas y una mesa medio destrozada. Le hizo un gesto para que tomase asiento y aguardó a que se pusiera cómodo antes de hablar.

- Le diré al chico que se disculpe con usted. - Le dijo. - Pero por el momento acepte mis disculpas por adelantado.

- Verá, Mickey, usted es muy conocido aquí, casi una eminencia. Todos le conocen, y supongo que usted conocerá a todos, así que debo preguntarle... ¿Qué opina de todo esto?

El joven vaquero agradece con la mirada la confianza del Reverendo, Padre no se si olvida que ella me a puesto un hacha en el gaznate y no le vacié el cargador en su estúpida cara y bien sabe usted que en mi pueblo ella ya estaría bien muerta y eso nadie lo ve en este pueblo.

Adam Strong aguardó a que Hardigan llegase fuera de la caseta, apoyado contra los mal puestos muros. No se movió para entrar cuando vio llegar al hombre: se sentía más a gusto charlando fuera, y para lo que había dentro...

Al oír cómo el hombre se dirigía a él negó con la cabeza casi de inmediato. - Espero que nadie me llame así, la verdad. Y espero no tener que ocupar este puesto demasiado tiempo. - Le dijo antes de hacer una pausa.

- Ya ha visto lo que ha sucedido. - Le recordó. - Y la verdad es que no tengo ni idea de quién ha podido hacer algo así. Me gustaría culpar a los recién llegados, pero tampoco entiendo qué les llevaría a ello. No le pregunto ni como Sheriff, ni como reverendo, sino como alguien preocupado: ¿Qué opina usted, Hardigan? Parece el tipo de persona capaz de salir airoso de cualquier situación.

Exhalé un bufido por la nariz a modo de carcajada sorpresa.

- Si supiera la de mierda que he tenido que tragar en esta vida, no pensaría igual. Perdone el lenguaje Padre. - Le respondí y agarré el cigarro con la mano izquierda. - Ahí dentro están todos locos, pero no tengo idea de quien puede haber sido. - Siendo un hombre de pocas palabras y escasa religión, me resultaba difícil hablar abiertamente con nadie, aunque fuese el cura del pueblo y callar pudiera incluso incriminarme. Nunca creí en la confesión. - Sólo espero que eso del Ravenger se quede en eso y no le hayan cogido el gusto a tronchar cabezas. Como vengan a buscarme las cosquillas, le aseguro Padre que me las encuentran.

Adam Strong observó agradecido cómo el fotógrago se ofrecía para ayudarle y se preocupaba por su estado. Eso era algo poco común en este lugar: podía contar con los dedos de una mano a la gente que había hecho algo así en los últimos meses. No era que le faltasen amigos, no, era sólo que no los tenía. Pero era algo que había asumido al decidir que su vida caminase de la mano de Dios.

El reverendo agradeció la humildad y la oferta de ayuda y antes de hablar emitió un suspiro.

- Ya ha visto lo que ha sucedido. - Afirmó. - Evidentemente nadie sabe nada, y yo el que menos. Pero no podemos seguir así o pronto estaremos todos como los dos que ya han fallecido. - Explicó, antes de quedarse callado unos segundos.

- Le enseñaré una cosa, pero es un secreto. - Dijo - No debe salir de aquí, o la gente entrará en pánico. - Le advirtió mientras se desabotonaba la chaqueta. Su camisa estaba manchada de sangre aún húmeda. - Yo también he sido atacado esta noche, pero he tenido más suerte que El Revenger. - Aseguró antes de hacer una pausa y mirar al hombre directamente a los ojos. - Estamos en peligro, Stolesouls.

El hombre que era el reverendo había cambiado mucho a lo largo de los años. Sin embargo empezaba a pensar que en realidad no lo había hecho tanto, sino que había ido acumulando capas y más capas sobre algo que todavía seguía ahí. La presencia de esa cazarrecompensas en búsqueda de quienes habían matado a su familia, su manera de hablar y de enlazar un cigarrillo con el siguiente le hacían sacar pensamientos y formas de proceder que creía haber aparcado. Hablar de la gente a sus espaldas. Mentir. Valorar acabar con la vida de otros únicamente por supervivencia. Aquellas no eran cosas que los hombres de Dios habituales hicieran. Aunque si él era algo, no era precisamente habitual.

- Creo que está tan cerca de la verdad que está a punto de quemarse. - Respondió refiriéndose al vaquero. - Es posible que caiga en estas votaciones, pero interceder sólo serviría para que muriese él, y quien le defienda detrás.

- Sobre Riley... Sé más bien poco. - Continuó después. - Le he pedido que viniera, pero aún no hemos hablado demasiado. De hecho usted - Dijo mirándola fijamente, y marcando esa palabra de una forma más cercana de lo que pretendía. - es quien más se ha explayado. Y eso que no es mujer de muchas palabras.

- Hay más cosas que he averiguado. - Continuó. - La cantante dice haber emborrachado ayer a Joey Thorton. Dice que está como una cabra, y que pretende que todos lo estemos. - Afirmó. - También que tiene tanta suerte que aunque le ataquen tendría una segunda oportunidad porque no lograrían acabar con él. - Dijo, deteniéndose durante unos segundos antes de volver a hablar. - Esto último él lo ha confirmado.