Partida Rol por web

- No lo olvido. - Aseguró Strong, mirando largamente al vaquero. - Y prueba de ello es que pase lo que pase no tendrás mi voto.

- Pero, ¿sabes qué pasa, Francis? Ha habido gente que ha venido aquí a decirme que creen que eres culpable, y les estoy intentando convencer de lo contrario. Pero no es fácil. Además, el voto que tienes del Coronel no ayuda nada. Si pudieras darme algo con lo que trabajar todo sería más sencillo.

- La gente está nerviosa y no sabe a quién votar: al llamar tanto la atención puede que te hayas puesto una soga al cuello. Estoy intentando salvarte, pero si no me ayudas a deshacer el nudo es muy complicado.

La sonrisa de McFinnigan se invirtió en su viejo rostro cuando lo único que conseguiría por aquel pisotón fuera una simple disculpa y palabras aduladoras.

-Eminencia... vamos señor, no soy yo el reverendo. Esas palabras son mejor para gentes con títulos, yo solo soy un hombre que ha visto demasiados años a su espalda. Y creo que no puedo ser tan conocido como el propio reverendo.-Comento en tono bajo y con la sonrisa una vez mas en su rostro, antes de quitarse el sombrero y buscar en su interior una pequeña petaca de la cual poder mojarse los labios antes de repetir el ritual a la inversa y seguir conversando.
-Malta de Brooklyn, muy fuerte.-Comento re-colocando su sombrero en su sitio.-Disculpe que no le ofrezca pero ya apenas me queda.-Finalmente se sentó acompañando el gesto con un sonido cansado.

-Vaya, que cómodo. Bueno, ¿Entonces quiere el consejo de este anciano?-Se paso la mano por la barba meciéndola suavemente.-Bueno, opino que esto ya ha pasado antes, 3 o 4 personas que se creen mejor que la media que deciden jugar a los lobos entre corderos y piensan que van a salir de rositas porque son mas listos que nosotros. Pero nunca tienen en cuenta que algunos somos viejos zorros con trucos en la manga, como usted o como yo. ¿Mi recomendación? Que tenga cuidado y no se fie de nadie. Aunque este es el consejo de un viejo borracho, que sabre yo.-Alzo las cejas y se reclino en el sofa, disfrutando de su cálido abrazo.

Adam Strong escuchó la especie de risa de aquel hombre y lo miró durante unos instantes, prestando atención a su respuesta, antes de responder.

- Si ha tragado tanta mierda y sigue vivo para contarlo es precisamente la ayuda que estoy buscando. - Le dijo. - Es cierto que la gente está loca ahí dentro, mucho más de lo que podamos imaginar. - Aseguró. - Pero le puedo asegurar una cosa: no sé si esto se quedará sólo en lo del Ravenger: pero si no lo hace, tenemos que estar preparados.

El rostro de Adam Strong formó una expresión de disculpa cuando el viejo le corrigió. Quizá no se había explicado bien, no se habían entendido, o simplemente el hombre era más humilde de lo habitual. En cualquier caso Strong no llegó a explicarse: no parecía habérselo tomado como una ofensa, y sin daño no merecía la pena. Tenían cosas más importantes de las que hablar.

Una media sonrisa casi cómplice se formó en el rostro del párroco al ver cómo él sacaba la petaca y negó con la cabeza, rechazando una oferta que no llegó a tocar el aire. Luego escuchó con atención sus palabras, asintiendo sólo de vez en cuando.

- Me alegra que usted lo entienda. - Respondió. - Las personas con las que he hablado suelen decir que esto no es nada, que sólo ha sido El Ravenger, y que no irá a más. Pero creo que sea ese el caso o no, debemos estar preparados.

- Es difícil saber en quien confiar, señor. - Comentó tomando asiento. - O más bien es difícil saber en quién no hacerlo. Llevo con la mayor parte de estas personas muchos años, y no veo por qué unos forasteros iban a querer hacer de Bala Dorada una carnicería.

Susie se apartó prudentemente cuando el reverendo se abrochó la chaqueta, cayendo en la cuenta de que quizás no había sido muy apropiado. Sin embargo, ese tipo de convencionalismos no solía ir con ella. Durante unos segundos dio unos golpecitos sobre su silla, pensativa.

Nadie ha visto nada porque estábamos todos durmiendo o medio dormidos. Suspiró de nuevo. Parecía indecisa, como si estuviese debatiendo algo interiormente. Finalmente sacudió la cabeza. Bah, a la mierda. Uy, perdón, reverendo, se corrigió rápidamente. Con un gesto cuidadoso, se levantó la falda marrón que le cubría normalmente hasta los tobillos para mostrarle la pierna derecha. Sonrió, sabiendo que si cualquiera viese semejante situación pensaría mil cosas escandalosas.

Tranquilo, no estoy intentando seducirte, eso se lo dejo a Ella. La mujer le enseñó la pierna. En el muslo tenía un gran corte, como si alguien le hubiese dado un hachazo pero hubiese pasado rozándole. Llevaba unos buenos vendajes y la herida parecía perfectamente desinfectada. Yo también fui atacada. Por suerte, como tengo el sueño ligero, no llegó a suceder nada peor. No pude identificar a quien lo hizo. Eso significa que tres personas hemos sido atacadas hoy, una con desenlace fatal.

Volvió a dejar caer la falda, mirando de reojo el torso del reverendo. No dejes que se ensucien mucho esos vendajes. Si necesitas ayuda, ven a mí. La primera vez que hice un torniquete fue con once años, cuando unos bandidos atacaron nuestra granja y mi padre perdió la pierna. Tengo más talentos aparte de hacer los mejores huevos escalfados de la región. Sonrió ante el lejano recuerdo. Mucho había llovido desde entonces.

Volviendo al tema. ¿Qué propones, Adam? Susie le miró con curiosidad.

Adam Strong no era un hombre fácil de impresionar. Sin embargo no comprendió qué hacía Susie subiéndose la falda delante de él. De haber sido otra persona se habría planteado que estuviera buscando un revólver que llevase en el liguero, o algo parecido, pero con ella no sería el caso.

Al escuchar la aclaración sobre que no se trataba de un intento de seducción una incómoda sonrisa apareció en su rostro, y no fue hasta que dijo ese Yo también fui atacada que comprendió y llevó la vista a la pierna de la mujer.

- Hemos tenido suerte entonces. - Comentó cuando ella le explicó que habían sido tres los atacados. Luego esperó a que ella terminase de darle unos consejos que él no debía desoír, y al escuchar su pregunta simplemente mostró las palmas de sus manos.

- No tengo un plan. - Reconoció. - Al menos, no todavía. Sólo espero poder llegar vivo a mañana. - Comentó. - Ya me daba miedo que quisieran terminar el trabajo en otro momento, pero ahora con eso de que me hayan nombrado Sheriff... - Dijo, desviando la mirada. - Las cosas se ponen difíciles.

El viejo irlandés se encogió de hombros torciendo los morros.
-¿Por aburrimiento? ¿Poder? ¿Estar cansados de siempre estar en un segundo plano y querer destacar? Las personas son volubles, se dará cuenta de esto a lo largo de los siguientes días, si es que no se ha dado cuenta ya.-Comento tranquilo y sereno.-¿Porque cree que en esta ciudad ha habido tantos Sheriff? Porque la gente quiere hacerse notar y eso no les gusta a otras personas. Sinceramente... creo que hemos tenido mala suerte, como lo tienen otras ciudades. Es una tormenta y ha de pasar, solo que nosotros somos el cielo azul.-Comento jocoso aquel borracho.-Supongo que los aliados del pueblo saldrán a la luz día a día. Por eso es mejor desconfiar hoy de todos y confiar uno por uno.-Se limpio la nariz, sentía un pequeño cosquilleo por culpa de su bigote.

-Usted es afortunado reverendo, no sabe cuanto o y también por tener esta cabaña donde hablar a solas con la gente, sisi.-dibuja una ligerisima sonrisa en sus labios y asintió a sus palabras, aun apretando los brazos de aquella silla.-Oiga donde a comprado esto, ¿Me la puedo llevar? Me haría un gran favor. Una buena compensación a mi juanete pisoteado

Adam Strong quiso negar las palabras del viejo Mickey. Decirle que no tenía razón, que nadie haría algo así. Sin embargo, los hechos hablaban por sí solos. Lo hacían mucho más de lo que al reverendo le gustaría, de hecho.

- Yo no he tenido suerte. - Respondió. - Esta caseta no es más que el motivo por el que irán a por mí. - Aseguró, antes de tomar aire y añadir algo. - Otra vez. - Comentó, empezando a desabotonarse la chaqueta para mostrar una camisa manchada de sangre.

- Si lo prefiere puedo darle una silla mejor de la sacristía. - Se ofreció entonces, cambiando de tema por pura frustración. - Se la llevaré al Saloon esta noche.

Yo también tengo miedo de que vuelvan a por mí. No creo que pueda tener la misma suerte otra noche más, Susie se apartó el pelo de la cara en un gesto mecánico. Apoyó la espalda contra el respaldo. Si mañana amanecemos de nuevo, será que Dios nos ha puesto la mano encima. La camarera rio un poco sin ganas. El reverendo sabía que no era una persona demasiado religiosa. De hecho, pocas veces iba a confesarse. Cuando iba siempre terminaba dándole conversación sobre cualquier cosa menos sus pecados.

La ayudante estrafalaria del nuevo Sheriff dijo que debíamos seleccionar a un miembro de Bala Dorada y ajusticiarlo. La muy tonta se pensará que nosotros sabemos quién ha sido el asesino... Si lo supiéramos, ya estaría colgando del cartel de entrada al pueblo. Susie resopló con aspecto indignado. ¿Qué se supone que tenemos que hacer, señalar con el dedo sin más? Yo no tengo ni idea de quién puede haber sido. El ganadero parece odiar a los negros, pero no tenía motivos para habernos atacado a nosotros también. Además, algo me dice que no es un único asesino... Para atacarnos a los tres deben de ser más.

Strong asintió a las palabras de la camarera en varias ocasiones mientras ella hablaba. Sus palabras eran los mismos pensamientos que el reverendo había puesto en alto para alguna otra persona en ese mismo día, pero aún había más.

- No es sólo eso. - Le dijo. - Imagina que damos con uno de ellos y se lo entregamos a esa mujer. ¿De verdad vamos a ajusticiarle sin más? ¿Qué harán sus compañeros con quienes le hayamos delatado? - Preguntó de manera retórica, negando con la cabeza.

Quizás deberíamos intentar descubrir cuántos y quiénes son. Y eliminarlos a todos a la vez, Susie habló con frialdad. Ella era una buena ciudadana que cumplía las normas. A los asesinos los quería bien lejos de ella, su pueblo y su Saloon. Tú ves cosas y escuchas cosas, reverendo. ¿No sospechas de nadie, lo más mínimo? Yo no sé qué pensar. Y la pobre Jess... Ese sheriff acabó con ella de un plumazo, porque sí. Ni siquiera sabemos por qué salió huyendo de esa forma.

Adam Strong no era un hombre al que le gustase hablar mal de la gente, y menos por la espalda. Pero aquella situación no era normal. Y cuando algo así puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte de mucha gente, en ocasiones no quedaba otra.

- Puede que tenga algún sospechoso. - Reconoció. - Pero no querría que mis palabras acabaran con la vida de un inocente. - Continuó después. - Pronto me confirmarán mis sospechas, creo.

- ¿Qué hay de ti, Susie? ¿Quién te llama más la atención? - Preguntó. - Y si no es preguntar demasiado... ¿Cómo te libraste del ataque?

Ha estado hablando con otra persona, Susie la pilló al vuelo. Alguien que siempre se entera de todo lo que sucede por estos lugares... ¿Giesie? ¿O será el viejo irlandés? Ese maldito borracho siempre parece estar dormido, pero podría enterarse de cosas.

Sinceramente, yo no sospecho de nadie. En todo caso, quizás de los nuevos. La cazarrecompensas, el ganadero... Pero porque se me hace difícil creer que uno de los nuestros haría algo así. Pero no tengo pruebas. Es lo que me dice la lógica. Susie hizo una pausa. Cuando confirmes tus sospechas, por favor, vuelve a hablar conmigo. Quizás entre los dos podamos sacar algo en claro de esto, o ayudarnos mutuamente. Y sobre lo del ataque... Conseguí salvarme gracias a una mezcla de suerte, habilidad con las vendas y mi whisky mágico. Capaz de devolver la vida a un muerto, sonrió con picaresca. O de traérsela, porque algunos deben tener el hígado como un espantapájaros que sirve de prácticas de tiro.

Maybelle sonrió en silencio cuando el reverendo se refirió a su parquedad de palabras. Después se tomó algunos segundos tras escuchar todo lo que el hombre tenía que decir antes de encender el cigarro. Lentamente aspiró el humo y lo contuvo algunos segundos, los que tardó en ofrecer de nuevo al sacerdote la bolsa de tabaco. Finalmente, vació sus pulmones despacio mientras empezaba a hablar.

- Vaya, padre, no sé si será por este rollo de ser sheriff suplente o si la gente se toma esto como una extensión de su confesionario, pero a este paso se va a enterar de todos los secretos del pueblo. 

Hizo de nuevo una pausa pensativa, todavía con el cigarro colgado de los labios y entrecerrando los ojos por el humo que ascendía delante de ellos. 

- No conozco mucho a la gente de este pueblo, pero sospecho que va a ser difícil que entreguen a la indígena. Antes lo harán con el ganadero. Se han mostrado protectores con ella y probablemente el muchacho y la corista la defenderán. - Volvió a callarse durante un par de segundos antes de mirar al reverendo de soslayo. - Pero tal vez si la mujer de Pinkerton se cargase a uno de esos dos, la indígena querría seguir sus pasos. El deseo puede ser tan poderoso como el amor en ocasiones. 

Sostuvo el cigarro con los dedos y su mirada se desvió hacia el exterior, deteniéndose en uno de los edificios. - Si el ganadero es el escogido, puede que el fotógrafo también pierda un poco los papeles. Se encontraron anoche en la trastienda de la lavandería. - Dejó caer frunciendo el ceño levemente. 

Lila lo escucha con atención, ya que este hombre parecía ser un hombre reflexivo en inteligente. Lila no había perdido la calma por sus palabras, pero le inquietaba la actuación del granjero.

- Verá usted, Reverendo. ¿Acaso no le resulta extraño que me haya acusado con tanta fuerza y luego fingiera que nada ha ocurrido? Si parecía tan convencido de su idea, lo normal es que la defendiera con fuerza, pero apenas no se sintió apoyado, se retractó. Más que los insultos, son los actos lo que lo hacen sospechoso - se abrazó a sí misma tratando de buscar la calma que necesitaba. Ella tenía un corazón salvaje, un ímpetu digno de su gente pero un espíritu pacífico. Trataba de no buscar problemas y evitar los que aparecieran frente a ella.

- Reverendo, él mismo dijo que no creía que el señor Ravenger tuviera un alma. ¿Por qué no lo haría? Creo que se aprovecha de esa insensatez para enmascarar sus verdaderas intenciones. Mi gente es gente de paz, pero su debemos defendernos, lo hacemos. En cambio, él parece querer luchar sin tener por qué y digo que alguien así no necesita un motivo, solo una víctima. Son mis creencias, Reverendo. No quiero matar a un inocente, pero tampoco quiero morir -.

La verdad, reverendo... sospecho de cualquiera de los forasteros. apunta el chico sin escatimar mucho-Todos nos conocemos y si bien no socializamos mucho, creo que ninguno de los conocidos podría hacer algo así- comenta con la esperanza de tener razón. Usted que cree, reverendo?

¡Narices! ¡Eso si que es como para ir al infierno! ¡y yo preocupado!... Padre, no se ofenda, pero yo no soy un pistolero, no he cogido un revolver en mi vida, si no es como ya le he propuesto, no se me ocurre otra forma de ayudar. Mi única arma son las cartas y los faroles.

Adam Strong asintió ante las sospechas de Susie. Era lo más lógico, desde luego. Y al volver a hablar lo hizo de manera pausada, buscando las palabras adecuadas.

- Tengo un sospechoso por confirmar. - Repitió. - Pero algunos inocentes seguros. - Dijo antes de hacer una pausa. - Esto parece como una tela de araña, ¿sabes? - Preguntó de manera retórica. - Pero ni siquiera podemos ver las hebras.

- Uno de mis inocentes seguros es la forastera, Canary. - Explicó. - Y mi sospechosa es justamente Lila Rocarroja. - Se decidió a decir antes de hacer un gesto a la mujer para que aguardase. - Pero no diga nada, no podemos espantar la liebre.

- También sé que la pielroja y Giesie se han estado encontrando a escondidas de todos los demás. De modo que es lógico que él la defienda como está haciendo aunque sea culpable, y lo está haciendo a costa de acusar a una persona inocente. Eso confirma bastante mis sospechas.

- Sin embargo tampoco termina de olerme bien Prescott. - Dijo antes de emitir un suspiro. - Salvo que las cosas cambien lo que yo haré es votar en el último momento. Eso sí: por muy extraño que parezca, si queremos que caiga Rocarroja lo mejor es votar a Giesie y no a ella.

El reverendo formó una media sonrisa ante el comentario sobre el confesionario. Si ella supiera lo vacío que se encontraba normalmente, lo vería de otra forma. Que la gente estuviera contándole sus secretos era por mucho más que eso: era porque él estaba fingiendo hacer lo propio, y eso aún ahora se le hacía extraño. Pero era necesario. No sólo por su supervivencia, sino también porque tenía que asegurarse de que Ella estaría bien.

Asintió ante las nuevas dosis de información que la mujer le ofrecía, tomando nota mental de ellas y reflexionando durante un instante. No pudo evitar sonreír ante el encuentro entre el ganadero y el fotógrafo. - De Stolesouls lo esperaría, pero parece que Francis no es tan hombre como siempre intenta aparentar. - Comentó. - Quizá con una cosa trata de compensar la otra. - Dijo antes de hacer una nueva pausa, retomando lo importante.

- La indígena prácticamente se ha delatado. - Observó. - Con Giesie actuando de ese modo por defender, incluso acusándola a usted, y las cosas que me ha dicho a mí en privado, para mí es una culpable segura. Lo que me gustaría saber es si ella atacó a El Ravenger, a mí... O a Susie, a la que también intentaron matar esta noche.

- Dígame, ¿quién más se ha encontrado?

Antes de volver a hablar el reverendo hizo una pausa. Tenía mucho que decir, y poco tiempo.

- Sé de lo suyo con Prescott. - Le dijo. - Y sé de una persona culpable.

- La diana que yo tengo en la cabeza es enorme y muy bonita, de modo que no voy a arriesgarme a decírselo a todos. Mucha gente va a votarle. A Prescott, quiero decir.

- Yo puedo intentar ayudarles a ustedes dos. He hablado con algunas personas de confianza para que voten a quien sé que ha cometido uno de los ataques. Pero aún así están dudosos. Me está costando convencerles de que no tiene por qué ser cosa de Prescott.

- Yo daré un nombre en el último momento, según cómo vayan las cosas. No puedo arriesgarme a que esa persona sospeche que sé que es culpable para que ella y sus compañeros tengan aún más ganas de matarme y luego ni siquiera caiga en las votaciones. Pero necesito saber que usted y Prescott están conmigo.

- Usted me hizo una buena pregunta antes que me veo obligado a devolverle. Casi no le conozco, Stolesouls, no nos engañemos. Así que dígame: ¿cómo puede ayudarme?