Partida Rol por web

Tras desmantelar tu barricada casera a la puerta de tu habitación, sales al pasillo y te deslizas hasta la cocina, en el piso de abajo. 

No hay nadie en el lugar, se respira quietud y olor residual de los guisos preparados de la cena. Todo está recogido y en su sitio, parece que el servicio ha hecho su labor como es debido.

Llegas a la cocina, poniendo un ojo a tu espalda a cada paso que das y vigilando bien mientras bajas por las escaleras. Finalmente empujas la puerta, que está abierta, y entras.

Se respira quietud y olor residual de los guisos preparados de la cena. Todo está recogido y en su sitio, parece que el servicio ha hecho su labor como es debido.

Sin embargo, en la cocina encuentras a alguien, la señorita Elisabeth Cavendish.

Alguien entra en la cocina al poco de haber llegado tú. Al principio te sobresalta, pues a tenor de todo lo sucedido en la casa, los nervios están a flor de piel.

Quien entra por la puerta es la señora Prudence Bennett.

La culpa del recuerdo junto con la escasa cena sumadas a la preocupación del momento hizo que sus pasos la llevaran hasta la cocina, donde no esperaba ver a nadie y si una copa de vino blanco o calentar leche tal vez pero en su lugar encontró a una persona a la periodista de esta mañana.

-Hola querida, ¿Tu tampoco podías dormir?-Pregunto con voz un tanto quebrada, claramente aun afectada por lo dicho aquel fantasma

Miré, desconfiada, cara recoveco de la cocina, no encontrando allí a nadie más. Aproveché para echar un buen ojo al lugar y buscar aquello que había cautivado mis papilas gustativas. Justo cuando me encontraba abriendo uno de los armarios superiores de la cocina, escuché un ruido. Alguien había entrado. Me giré rápidamente, con la mano en el pecho, asustada, para finalmente relajarme al ver que se trataba de la señora "Berett".

Dejé escapar un suspiro de alivio, y sonreí, algo más tranquila.
- En realidad vengo en busca de unos cuantos granos de café. -Le di la espalda a medias y seguí buscando en el armario de la cocina.- Dudo que los echen en falta, cosa que sin duda yo haré si no me hago con algunos gramos. -Y quien dice gramos, dice un par de kilitos.

-Si va hacer café, a mi me gustaría calentar algo de leche, tal vez me ayude a dormir.-Era extraño para ella que a estas hora, la gente bebiera café, normalmente eso era para mantenerse despierto y no al contrario, pero quien era ella para decir lo que estaba bien o mal.

Llegas a la cocina, poniendo un ojo a tu espalda a cada paso que das y vigilando bien mientras bajas por las escaleras. Finalmente empujas la puerta, que está abierta, y entras.

Se respira quietud y olor residual de los guisos preparados de la cena. Todo está recogido y en su sitio, parece que el servicio ha hecho su labor como es debido.

Sin embargo, en la cocina encuentras a alguien, la señorita Elisabeth Cavendish y la señora Prudence Bennet. Parece que se están preparando algo de leche caliente o un café, a juzgar por los olores más vivos.

Mientras estáis preparando algo de leche caliente y café, la puerta vuelve a abrirse y entra en la cocina la señorita Penny Barrow.

Penny entró en la cocina con un libro en la mano y miró sorprendida a las dos mujeres que había dentro. 

- Vaya, buenas noches. Señorita Cavendish, señora Bennet. - Saludó con una sonrisa, haciendo al mismo tiempo una suave inclinación de cabeza. - Parece que nadie duerme esta noche.

- Venía a prepararme un vaso de leche caliente para conciliar el sueño... - Sus ojos azules se dirigieron hacia los fogones. - Como ustedes, adivino. Espero no estar interrumpiendo nada. Lo cierto es que vengo de la biblioteca y no se imaginan la cantidad de gente que se ha reunido allí. Por lo menos seis o siete personas. Me ha impresionado un poco.

Dejó el tomo sobre poesía inglesa encima de la mesa y se acercó a buscar algún vaso o taza en los armarios. - Cogeré la leche y me marcharé, no quiero importunarlas. 

La entrada de la señorita Penny no le sorprendió, después de todo las visitas nocturnas a la cocina no era cosa unicamente de ella, lo curioso es que aquella mujer pesaba igual que ella.

-O, si ciertamente yo al igual que usted vengo buscando leche caliente para ayudar a dormir ya sabe. Por el contrario la señorita Cavendish quiere cafe.-Sus ultimas palabras denotaban asombro.

-¿La biblioteca dice?-Pregunto curiosa.-¿Acaso es lugar de reunión?-Ella entendía que como las presentes buscaran algo de leche o te, ¿Pero la biblioteca de noche? El momento de lectura optimo era con la luz del son no con velas.

Los ojos de Penny reflejaron curiosidad cuando se detuvieron en la señorita Cavendish.

- Vaya, ¿café a estas horas? Si yo me tomase uno no podría pegar ojo en toda la noche. - Comentó con una risita. 

Puso un cazo con leche a calentarse en el fuego y se acomodó junto a las otras mujeres mientras asentía en dirección a la señora Bennett. 

- Eso parece. Yo tenía la esperanza de encontrarme allí con un caballero, pero no dejaba de llegar gente sin parar. Estaban el doctor, ese horrible mafioso italiano, una de las doncellas... Y ese hombre con rostro colorado y aspecto tan afable... ¿Crowden? Bueno y más gente. Un montón. - Se encogió de hombros enarcando las cejas. - Creo que después de lo que pasó antes en el salón pocos son capaces de conciliar el sueño.

- Y ya que hablamos de ello, ¿qué opinan ustedes sobre lo que ha pasado? El doctor decía que estaba convencido de que los anfitriones están entre los presentes. 

- Buenas noches. -Contesté, al ver entrar a aquella mujer que se mostraba tan cariñosa con su hermano.- Lo cierto es que el café no es para ahora. Ni siquiera pretendo hacerlo, tan sólo hacerme con unos cuantos granos. Para otras ocasiones, y para la vuelta a casa. -Al ver varios sacos de café en el armario, tomé uno de los que aún estaban intactos. Dos kilos. Sería suficiente. Tampoco quería pasarme gorroneando.- No me sorprende lo de la biblioteca. Yo también había pensado en dejarme caer por allí, dado el tamaño que debe tener, pero creí que debido al interés que podría atraer justamente por eso, estaría demasiado concurrida.

Medité la pregunta formulada por aquella joven. La verdad es que pese a no haber pensado demasiado en ello, mi mente, de manera casi automática, formuló la respuesta.

- Sin duda no es algo descabellado. Yo, si fuese la dueña de una mansión así, no dejaría a los invitados por ahí sueltos sin ningún tipo de vigilancia. Y menos aún tras haber soltado esas perlas. No sé qué se propone, o proponen, con algo así... Pero la opción menos espeluznante es la pura diversión. Y para eso, tendrían que estar presentes.

- Estoy de acuerdo con usted. - Declaró Penny, asintiendo con la cabeza.

- Como el doctor, también pienso que quien nos invitó está entre nosotros. Él tenía la teoría de que debía tratarse de alguno de los que aceptó rápidamente lo que dijo el gramófono, para incitar al resto. - Penny se encogió de hombros.

- No sé qué decirle. En cuanto al por qué... Lo primero que pensé fue en un intento de extorsión. Pero eso no explica que nos reuniesen a todos de esta manera. Con una simple carta habría bastado. Así que sólo se me ocurre que sea algún tipo de juego morboso y macabro. - La joven suspiró y enarcó una ceja. - Creo que preferiría la extorsión. 

Las conversaciones se diluyen en el cansancio y la banalidad, dejando temas más acuciantes para la refrescante mañana.

Sales al pasillo y te deslizas con cautela hasta la cocina, en el piso de abajo. Tras pisar el suelo enmoquetado del pasillo principal, encaras la puerta de la cocina. Empujas suavemente. Esta abierta.

No hay nadie en el lugar, se respira quietud y olor residual de los guisos preparados de la cena. Todo está recogido y en su sitio, parece que el servicio ha hecho su labor como es debido.

Envuelto en su mantita de punto de cruz Everet toma un cazo y se pone a calentar leche, la gente sale y se ven todos, yo que hago por salir nadie me ve…. Joder para una vez que no mato… nadie me presta atención…

Después de calentar la leche le da un trago y se sienta encima de la mesa de la cocina, la verdad que no tiene sueño y esta francamente aburrido, uhmmmm, uhmmmm, uh joder que asco,

-Esa boca!

-Lo siento madre.

Pero que cojones, si estoy solo!! Ya no esta madre!!!… iré a la famosa biblioteca a ver quien hay….

Envuelto en su mantita y con la compañía de una vela y de un vaso de leche caliente Everet va hacia la biblioteca, por donde se le pueda ver mas.