Partida Rol por web

Tras el día agotador, lleno de emociones y misterios, cuando llegas a la habitación y cierras la puerta a tus espaldas, una imagen ronda tu mente, la de el mayordomo, Alfred Dyle, y su subordinada, Eleanor Morstan, cuchicheando tras hacerse los encontradizos, contra toda norma de etiqueta y moral.

Agotada por las tensiones del día, cuando llegas a la habitación y cierras la puerta a tus espaldas, una imagen ronda tu mente, la Penny Barrow y su hermano, Wesley Barrow, haciéndose crípticos gestos mutuamente, contra toda norma de etiqueta y moral.

Por la mañana al despertar, algo te llama la atención. Algo que antes no estaba ahí. Sobre una repisa, un cuadro de medio metro de lado descansa con intención de ser bien visible. El cuadro no contiene ningún dibujo o paisaje, contiene el texto de una canción infantil popular.

Agotada por las tensiones del día, cuando llegas a la habitación y cierras la puerta a tus espaldas, una imagen ronda tu mente, la Penny Barrow, que aprovechó un momento antes de salir del comedor para capturar la mirada de Gustave con sus ojos azules. Y una vez creyó haber llamado su atención, miró hacia fuera a través de la ventana con una sonrisa en los labios e hizo un pequeño gesto interrogativo con la cabeza, señalando hacia fuera.

No esperó confirmación antes de volver junto a los demás, con la esperanza de que el hombre la hubiese comprendido.

Tras tu reunión en la Sala del Piano y tras hacer tus investigaciones caninas, intentas conciliar el sueño torpemente. En una de tus vueltas en la cama, oyes a tu vecina, Jacqueline Dupont, abandonar su habitación. Luego vuelves a conciliar el sueño hasta la mañana siguiente.

Si bien el día ha estado plagado de emociones, no se te ha escapado cómo Wesley le hacía gestos indecorosos a su hermana durante el almuerzo, cuchicheando además. Es más, distinguiste perfectamente como asentía a su hermana con una sonrisa y sacó sus llaves. - Y pronto. - Dijo bajo y tranquilo.

Llaman a la puerta de la habitación. Se trata de Wesley Barrow, que saluda amistosamente con la esperanza que Sally lo deje pasar.

Wesley estaba esperando en la puerta, ¿es que ese hombre no sabía lo que era la decencia? Todo el mundo hablaría de la visita de Barrow por la noche a la habitación de Sally. Claro que si no abría salvaría su reputación al menos un poco.

La puerta se abrió despacio y le hizo un gesto para entrar. Aunque su mirada no era todo lo cordial que solía ser en el alegre rostro de Sally.

-La gente va a pensar mal de nosotros. 

Entras en la habitación de Sally Miles y te recuerda enormemente a la habitación de Penny. Es igual que la suya, pero todo orientado al lado opuesto, como si una fuera el reflejo en un espejo de la otra.

Nota como esta se siente en un apuro por aparecer en su cuarto. Agacha la cabeza unos centímetros, algo avergonzado y una vez dentro se dirige a ella. - No creo que levante sospechas una reunión entre todas las que hay. - Dice delicado, tratando de quitarle importancia a los motivos que la llevan a preocuparse. - Además, seguro que una habitación ofrece más privacidad que un lugar común de la casa. - Expone manteniendo aún una pose formal, evaluándola para no enfadarla.

- Buena puntería con Everett, señora Miles. No dudé en transmitir mi desconfianza hacia él, susurrando a la gente en la que confío. - Ladea la cabeza y con tono elocuente continúa. - Evidentemente, no la mencioné a usted. Por ahora Everett se mantiene silencioso... - Abre los ojos como platos y se explica. - Me refiero a, ya sabe... - Parece recordar algo y chasquea los dedos. - Ningún negrito se rompió por él, y tampoco por Morstan... ¿Usted cree que nos hemos deshecho de dos asesinos? 

Sally no se encontraba tan a gusto en esa situación como Barrow aparentemente se encontraba. Por la noche todo se oía y los de las habitaciones contiguas oirían pasos o incluso voces saliendo de la habitación de Sally. Es cierto que habían preocupaciones más importantes que quien hablaba con quien, y de hecho por esa misma razón permitió al hombre a entrar en su habitación. Moría gente, y debían averiguar quien lo estaba haciendo y detenerlo.

-  Puede que hayamos acertado con Everet, aunque las circunstancias de las pruebas contra él son poco menos que curiosas. Si yo no sospechara ya de él previamente habría dudado algo más. Su actitud era la de un loco asesino, sin duda, no obstante la sensación de que ha resultado muy fácil y conveniente no deja de picarme en la nuca.  -  Sally no era de las que leían demasiadas novelas de suspense, lo suyo era más el drama o incluso los hechos históricos. Pero lo poco que había leído implicaba siempre tramas rebuscadas y asesinos poco evidentes. Era consciente de que realidad y ficción divergen enormemente, pero lo que les estaba pasando, lo de las figuritas... bien podría ser el argumento de una novela de suspense.  -  Discúlpeme, usted intentando haciéndome ver que puede que hayamos avanzado y yo desconfiando de todo el mundo. Aún con mis dudas, espero haber acertado y el hecho de que no era un negrito.  -  Cosa que ya sabía ella misma.  -  Le hace posible como asesino.

Nadie que viera a la viuda en el estado en el que se encontraba ahora y la conociera de antes podría decir que era la misma persona. La Sally en circunstancias normales era positiva, alegre y dulce. Y ahí estaba, temblorosa y sospechando de todo el mundo. O de casi todo el mundo. Se acercó a Barrow.  -  Yo misma le dije ayer que el que una persona no represente a una figura no significa que sea culpable, pues es mi caso. Aún con eso, no sabemos cuales son las intenciones de las personas a menos que sepamos que sí forman parte de los negritos. Por desgracia aún no conozco quien de nosotros lo es, solo que el escritor y yo no somos negritos. Esta noche.  -  Hizo una pausa y se acercó aún más a Wesley. Sus ojos denotaban cansancio y miedo pero también esperanza. Al menos cuando miraba a aquel hombre, y la sensación de que pudiera pasarle algo empezaba a resultarle dolorosa.  -  Veré si tú eres un negrito o no. Si lo eres, estarás en peligro. Es posible que lo mejor será que, como hoy, no diga nada a nadie salvo a ti, para no facilitarle el trabajo a los asesinos. Si es que resultas ser un negrito. Si no lo eres, y no digo nada mañana, los asesinos seguirán tomándote como un posible objetivo. Y a mí no me gustar...

No terminó la frase. Se dio cuenta de que su opinión no era objetiva, más bien egoísta. Sally, que había callado la información de que no era una figurita por el bien de todos aunque eso la pusiera en riesgo, se preguntaba ahora si decir algo que pudiera salvar a la persona que tenía delante, solo para protegerla. Incluso estuvo a punto de tenderle la mano para que la tranquilizara, pero la retiró a medio camino. ¿Como podía pensar en cosas como esas en una situación así? ¿Pero como podía negar los impulsos que su corazón asustado le decía tan claramente?

- Prefiero pensar que hemos acertado, señorita... - Chasque la lengua, visiblemente cansado de formalidades. - Sally. Hablé en varias ocasiones con él, y es vox populi que estaba perturbado. Tenemos que confiar en nuestras acciones para poder seguir hacia delante y no volvernos locos. - Le dice a la viuda con tono cercano. No puede evitar sorprenderse cuando esta se acerca a él. Traga saliva y se dispone a escucharla, pues parece anunciar algo importante.

- Creo que es lo correcto. Si quiero que confíes en mi, debes saber qué soy o no soy. No soy ningún asesino, y no pretendo nada más que abandonar Devon con mi hermana y todos los que pueda. Aunque todos hayamos hecho algo, no somos como ese sucio violador. Penny... Me salvó de mi madre. Ella me maltrataba, y yo no podía hacer nada, pero Penny... Bueno, ella es mi hermanastra, y mi madre no era la suya, por lo que actuó más fríamente, para mi suerte. - Sonríe con tristeza y quita importancia a su historia con un gesto de la mano. - Yo hice algo similar con su antiguo marido, un verdadero monstruo... Lo que quiero decir, es que aunque nos una el asesinato, siento que puede haber almas buenas entre nosotros. Tú me pareces una. - Confiesa llevando, quizás invadiendo el espacio de Sally, pero con afán consolador, su mano al hombro de Sally. Lo sostiene con firmeza y busca sus ojos. - No te preocupes por mi. - Dice a la viuda con una sonrisa triste y suelta finalmente su hombro. Llegados a este punto no sabe como resolver esta cercanía, por lo que baja la mirada y suspira. 

- Que confíes en mi como para darme esa información, en exclusiva... Gracias. De verdad. Al anunciar mi don, generé tanta desconfianza que creí que no saldría de esta como para encontrar a alguien especial, de confianza. - Su sonrisa ahora es más animosa, si bien melancólica.

Sally estaba paranoica pero se sonrojó cuando el joven le dijo que confiara en que habían acertado con Schuls, pues no era su intención romper el optimismo de Wesley. En realidad, ella confiaba en que habían hecho bien sospechando de Everet, o si no no le habría elegido como sospechoso. Pero eran tantos los nervios que pasaba que no podía permitirse el lujo de estar segura de nada. O al menos de casi nada.  -  No me hagáis caso.  - Al ver que seguía con el tono formal cuando el joven le hablaba de tú le hizo sentirse mal consigo misma. Sabía que no era momento de preocuparse de tonterías así, que era indecoroso no solo invitar a un hombre a su habitación a esas horas de la noche. A hablarle sin formalidades. Aún así, lo hizo, obedeciendo de nuevo a un corazón que cada vez era menos capaz de controlar.  -  Perdón, no me hagas caso. Hemos acertado, hemos tenido que hacerlo. Schuls era despreciable y seguramente estaba detrás de los asesinatos o era cómplice de ellos.

Fue entonces cuando Barrow posó su mano en el hombro de la viuda. Se estremeció brevemente. Esperó que su interlocutor no lo percibiera. No obstante, dejó que la mano siguiera ahí y mantuvo su mirad fija en él.  -  Fuiste valiente al contar lo que puedes hacer, eso hizo que confiara en us... ti. En realidad yo si no lo hago no es por miedo a lo que me pueda pasar, pues pongo mi vida en un peligro mayor si no lo digo, si no todo lo contrario. Los asesinos no me verían como un objetivo pero acabarían antes con su trabajo. Y yo le tengo mayor simpatía, hayan hecho lo que hayan hecho antes, a los negritos que a los que nos han traído aquí con motivos retorcidos. Como tú dices, no creo que todos seamos iguales. Yo maté para sobrevivir, mi marido acabaría conmigo si no lo hacía yo antes.

Aunque se había repetido una y mil veces que había hecho lo correcto, en el fondo sabía que sesgar una vida aprovechando que su marido dormía, le hubiera hecho lo que le hubiera hecho, no estaba del todo bien. Seguía siendo a sangre fría. Eso le hizo volver a recordar todo por lo que pasó, las palizas y el verse convertida en un monstruo para librarse de otro. Los recuerdos trajeron a su vez lágrimas que comenzaban a caer sobre su rostro. ¿Seguiría pagando toda su vida lo que hizo? ¿Se merecía morir como decían los anfitriones? No, eso no, había que luchar por su vida mientras pudiera.