En cuanto a mi compañero de compartimento, solo podemos hablar por la noche o podemos hablar ahora????
Podéis hablar ahora también. Lo pondré en las FAQ, que creo que esto no está claro en las reglas.
Siento importunar y sobretodo si esto supone alguna clase de abuso. Pero, ¿podría, por favor, máster editar y cambiar mi post de ayer por el siguiente y ponerlo bajo el enlace de Youtube? Lo haría yo mismo, pero la página no me lo permite editar.
No es un pedido usual, de hecho creo no haberlo hecho nunca, el caso es que ayer entre arreglar mi ficha y el poco tiempo que disponía leí y escribí con bastantes prisas (puesto que pensé que la presencia en escena del detective era importante) y veo que hay uno o dos datos que rechinan con los del resto de jugadores.
Por ejemplo, había puesto que habían pasado días desde que nos recibió el revisor, cuando leo que no es así y me gustaría enmendar mi error.
Muchas gracias por las molestias que pueda ocasionar y afirmo que no se repetirá, pues ahora mismo intentaré ponerme al día.
El post es el siguiente:
El caso había resultado decepcionante. ¿Por qué no decirlo? Vistos todos los hechos, los protagonistas de aquél pequeño drama, y sus inevitables consecuencias. En conclusión, había resultado menos misterioso y menos estimulante de lo que habían sugerido la prensa, el gobierno turco, y su propia y expectante (o ávida) imaginación, a primera instancia. Menos irresoluble de lo que se lo habían “vendido” aunque, por lo contrario del esfuerzo supuesto, le habían compensado con una generosa retribución económica que no conseguiría levantar su estado anímico entristecido y aletargado por la mediocre inventiva de la “farándula” criminal.
-Kilómetros recorridos- se decía, lamentando el hecho de que podría haberse resuelto, sin moverse de su sillón de cuero en la comodidad de su hogar en Londres, de haber tenido las pruebas y un par de testigos a mano. Distancia que podría haberse ahorrado, o tiempo que habría empleado en otros asuntos, de no ser por la incompetencia de las autoridades locales y de los responsables del servicio secreto del gobierno turco.
Aletargado, Phineas Poirot Lansbury, el gran detective, suspiró mientras su esposa lo arrastraba por el atestado andén. –Sé que se nos va, querida. Es lo que suelen hacer los Ferrocarriles cuando da la hora, estén o no en ellos sus posibles pasajeros.- Se quejó puntualizando un hecho, aunque ella no le escuchaba.
Detrás de ellos el cochero resoplaba cargando, al ritmo del matrimonio, con todo el equipaje. Phineas sintió lástima por el asalariado.
Trotando, y prácticamente tropezando con todos los usuarios que esperaban o bajaban de algún que otro ferrocarril, el detective resistía, por orden de su conyugue, pero sin conseguirlo, innatas tentaciones de distraer su mente analizando con la mirada a cada uno de ellos.
Finalmente pudieron hacerse con un camarote de segunda y entrar al maldito tren.
Un viaje que, desde las prisas de su inicio se auguraba, como mínimo para él, menos placentero de lo que anunciaban los carteles de la compañía y de lo que le había promocionado esa misma mañana Abbey, con risueña expresión. Lo había encontrado habiendo pasado la noche tumbado en el sofá, con la cabeza enterrada bajo un insípido libro que no le había distraído en absoluto. Al verlo, la joven sorteó los periódicos, con sus noticias remarcadas o subrayadas, abandonados por el suelo del hotel, para ir a rescatarlo de debajo sus páginas. Al despertar, su mirada enérgica se sometía perdida y vidriosa como la de un pez, lo que delataba que otra vez se había dormido bajo los efectos del alcohol mezclado con peligrosas cantidades de pastillas de litio. Algo para nada inusual cuando su mente no encontraba ningún reto, o estímulo, que le alejara de sus vicios. Mala costumbre que su exasperada mujer no conseguía erradicarle.
- Un placer tener a un ilustre Poirot en el pasaje.- Manifestó el revisor* sacándole de su frustración pintada mientras acompañaba al matrimonio a su compartimiento.
-Diez dólares para usted, si no vuelve a repetir eso en voz alta, mi buen señor.- Le replicó brindando tal billete con una sonrisa contrariada que proclamaba algo de intimidad.
~
Habían pasado los minutos, lentos, carentes de novedades y sin ninguna esperanzadora clase de estímulo. El paisaje, con la atención fija y perdida era poco más que manchas arrastradas por la velocidad del vehículo a vapor.
Conociendo los aspectos nocivos de su inactividad, Abbey decidió intentar convencerle de arrastrarlo al vagón restaurante. Phineas se incorporó sin mucho ánimo, esgrimiendo una mueca resignada, y la siguió.
Una vez allí, la joven intentó de motivarlo con “niñerías” de juegos deductivos, sus ojos brillaron y sus labios se separaron dispuestos a soltar un sinfín de detalles que flotaban en aquella habitación y sus ocupantes cuando se acercó un desconocido a importunarles.
Levantó una ceja inquisitivamente observando la “divertida” escena.
¿Puedo usar mi habilidad la primera noche?
Veamos, el texto original es este:
El caso había resultado decepcionante. ¿Por qué no decirlo? Vistos todos los hechos, los protagonistas de aquél pequeño drama, y sus inevitables consecuencias, en conclusión, había resultado menos misterioso y menos estimulante de lo que habían sugerido la prensa, el gobierno turco, y su propia y expectante (o ávida) imaginación, a primera instancia. Menos irresoluble de lo que se lo habían “vendido” aunque, por lo contrario le habían compensado con una generosa retribución económica que no conseguiría levantar su estado anímico entristecido y aletargado por la mediocre inventiva de la “farándula” criminal. “Kilómetros recorridos” se decía, cuando podría haberse resuelto sin moverse de su sillón de cuero en la comodidad de su hogar en Londres, de haber tenido las pruebas y un par de testigos a mano. Distancia que podría haberse ahorrado de no ser por la incompetencia de las autoridades locales y de los responsables del servicio secreto del gobierno turco.
Aletargado, Phineas Poirot Lansbury, el gran detective, suspiró mientras su esposa lo arrastraba por el atestado andén. –Sé que se nos va, querida. Es lo que suelen hacer cuando da la hora, estén o no sus posibles pasajeros.- Se quejó puntualizando un hecho, aunque ella no le escuchaba.
Detrás de ellos el cochero resoplaba cargando, al ritmo de ellos, con todo el equipaje. Phineas sintió lástima por el asalariado.
Trotando y prácticamente tropezando con todos los usuarios que esperaban o bajaban de algún que otro ferrocarril, el detective resistía, por orden de su conyugue, sin conseguirlo, innatas tentaciones de distraer su mente analizando con la mirada a cada uno de ellos.
Finalmente pudieron hacerse con un camarote de segunda y entrar al maldito tren. Un viaje que, desde las prisas de su inicio se auguraba, como mínimo para él, menos placentero de lo que anunciaba los carteles de la compañía y de lo que le había promocionado esa misma mañana Abbey, con risueña expresión.
- Un placer tener a un ilustre Poirot en el pasaje.- Manifestó el revisor* mientras acompañaba el matrimonio a su compartimiento.
-Diez dólares para usted, si no vuelve a repetir eso en voz alta, mi buen señor.- Le replicó brindando tal billete con una sonrisa contrariada que proclamaba algo de intimidad.
~
Habían pasado los días, lentos, carentes de novedades y sin ninguna esperanzadora clase de estímulo.
Abbey, encontró por la mañana a su esposo tumbado en el sofá, con la cabeza enterrada bajo un insípido libro que no le había entretenido en absoluto. Cuando lo rescató de debajo sus páginas, su mirada enérgica se sometía perdida y vidriosa como la de un pez, lo que delataba que otra vez se había dormido bajo los efectos del alcohol mezclado con peligrosas cantidades de pastillas de litio. Mala costumbre que su exasperada mujer no conseguía erradicarle. Conociendo los aspectos nocivos de su inactividad, decidió intentar convencerle de arrastrarlo al vagón restaurante. Phineas quizás no le quedaban botellas que vaciar puesto que se levantó con una mueca resignada y la siguió.
Una vez allí, la joven intentó de motivarlo con “niñerías” de juegos deductivos cuando se acercó un desconocido a importunarles. Levantó una ceja inquisitivamente observando la “divertida” escena.
Por lo que veo, sólo corriges errores conceptuales para dar coherencia a la narración, pero no añades o quitas elementos importantes del fondo de la misma. Así que, dejo el texto aquí para que conste el hecho y lo sustituyo en la escena principal por el que tú sugieres.
Edito: No sé qué ha pasado con el corte de Pau Casals que habías enlazado. Ahora no lo veo.
Por supuesto, Sor Lorenza ^__^
Miles de gracias!!!! ^^
Si el diplomático escoge como escudo humano a uno de los asesinos y le atacan los asesinos ¿que pasa?
Lo mismo vale para justiciero o medico como escudo/atacante
¡Buena pregunta! En ese caso no sería compatible y no actuaría su poder. En este caso, el asesino/justiciero/médico traicionaría la confianza del diplomático y no habría nadie para defenderlo. Lo pondré en las FAQ, para aclarar este punto.
Ufff acabo de ver la escena del tren y me he asustado, no se si podre ponerme al dia, ni interactuar con tanta gente...
¿Todos me tienen que conocer? O podria ser vergonzoso o estar intimidado por la posicion social de los demas pasajeros?
No sé si debería, pero no veo ninguna de las historias de los demás PJ. Lo digo porque me ha sorprendido que Elga Von Hollard haya nombrado Viena (como pone en mi historia) y me ha hecho pensar que a lo mejor sí se pueden ver. ¿O ha sido fruto de la casualidad?
Si pudieras ponerte al día, mejor, pues ha sido bastante divertido y así sabes de qué pié calza cada cual. Por otra parte, no es necesario en absoluto, lo decía por tu propio divertimento. Si roleas que sales ahora del compartimento, justo a la hora de la cena, que comienza hoy, tampoco quedará mal y si alguien te hiciera referencia (que no creo) a algún dato dicho antes, siempre podrás alegar que tú no estabas.
En resumen, por mi parte si lo que quieres es salir a escena, decir lanzar un tímido saludo (o ni eso) y dirigirte directamente a una mesa donde te sirvan la cena, no te pondré ningún problema.
Si haces click sobre la imagen de Elga (la que aparece a la izquierda de sus comentarios), deberías ver la información que ha puesto como pública. Estoy convencido que otros jugadores la ven. En el caso de Elga, por ejemplo, deberías ver:
Viuda prusiana de un fabricante de chocolate.
Mujer de unos 60 años, 1,60 y 80 kilos. Siempre de buen humor y apariencia bonachona
Otros han escrito más, otros menos.
Si no es así, dilo que investigo qué pasa (igual soy yo que lo tengo mal entendido).
Sí, es exactamente como tú dices. Lo que pasa es que soy burro y no se me había ocurrido. Me había obcecado en que al apretar el botón de arriba, el de personajes, sólo salía el mío.
¡Graciaz! XD
-Mire señor revisor, vengo a preguntarle sobre las implicaciones que tiene con las reglas un posible complot por la noche en un aseo para asesinar a uno de los viajeros del tren.
Cuando me responda le digo un cortés gracias.
- Las reglas no interfieren, si esa es su elección, caballero. Más deberán asumir cierto riesgo de verse comprometida su intimidad en el caso de que alguien más desee acceder al baño y, ante la imposibilidad, quizá decida esperar en la puerta. Es difícil, pues seguramente se reunirán en mitad de la noche, pero es probable y habrá de tenerse en cuenta tal probabilidad.
Gracias :)
Duda ^^
¿Durante el turno nocturno sólo se puede rolear en los compartimentos? ¿O habrá alguna escena donde se pueda charlar con el resto?
Como mucho el Jueves aun se podrá pulular por el vagón restaurante, pero luego sólo podrá estarse en los compartimentos... o levantarse a media noche a hacer un pipí ^___^
Por eso mismo prefiero abreviar el turno nocturno todo lo posible, para evitar que la gente se aburra esperando.