Partida Rol por web

Continué mi ascenso despacio, pero sin detenerme ni prestar atención a la gente que hablaba alrededor de los cadáveres. Sin embargo, no pude evitar escuchar la lista que recitaba Eko. Suspiré al oírlo y apreté los dientes sin volverme. Siempre tenía que ser el centro de atención. Alguien empezó a discutir con él y no me extrañó lo más mínimo, pero tampoco presté atención a esa discusión.

Cada uno de los pasos que daba hacía que la incertidumbre aumentase en mi interior. Había imaginado este momento millones de veces, pero lo que me había encontrado no se parecía a ninguna de ellas. Se me ocurrían varias cosas que podrían significar que la guardiana del Templo estuviese muerta. Y ninguna era buena. Si no hubiera retrasado tanto mi viaje quizá habría llegado a tiempo, pero... Todavía podía hacer lo que debía. Por fin estaba en el lugar correcto.

Noté que algunos ascendían detrás de mí y al escuchar pasos que corrían dejé sitio sin detenerme ni mirar atrás. Si alguien tenía interés en llegar antes que nadie, no sería yo quien se lo impidiese. 

Ira siguió al grupo en completo silencio, ese mismo silencio que para muchos era una condena, pero que para ella era un placer. Ese mismo silencio que había reinado durante tanto tiempo en su vida y que ahora no sabía si debía ser interrumpido por los nuevos sucesos. A falta de saber, prefirió seguí callada. Por primera vez su cabeza bajó suavemente, sus ojos se clavaron en el suelo, mientras sus cabellos empapados cubrían por completo su rostro. "Tierra e infierno... Sumidos en un mismo caos" pensó mientras caminaba tranquilamente, lentamente sacó las manos de los bolsillos, llevando una hacia la parte baja de la espalda, acariciando con sus dedos su arma, asegurándose de que estaba ahí, y así era por lo que volvió a dejar los brazos colgando a los lados del cuerpo, de manera relajada...

Pero eso cambió, un olor familiar invadió sus fosas nasales, despacio alzó la mirada y al hacerlo se quedó petrificada. El cuerpo de aquella mujer despertó en ella multitud de recuerdos, de sucesos de su otra vida. Imágenes y sonidos en su mente la bombardearon hasta el punto de aturdirla, hacía demasiado que algo así no ocurría, había dejado de tener sueños inquietantes con su pasado y creía que eso era parte del olvido, pero ahora se daba cuenta que no. Lentamente desvió la mirada hacia otro lado, había visto demasiado ya. Aquello no era cómo lo que ella disfrutaba, esa escena solo atraía a su mente un pasado demasiado desgarrador...

-Yo y mi pequeña también vamos.-Por primera vez desde que había llegado al lugar habló. Su voz sonó serena, con toques suaves y casi inocentes, sus ojos viajaron hacia los otros que ya habían decidido que seguirían a la par que se colocaba junto a otro de los "Suyo" (Liam), suavemente escurrió sus cabellos, limpiándose después las gotas de lluvia que se deslizaban lentamente por su rotro, suicidándose al llegar al mentón.

El cadaver que encontraron en los escalones del templo, no habia despertado ningun sentimiento en Syd. Que no lo imaginaba como nada mas que otro cadaver en las calles. Solo algunas de las discuciones parecieron sacarlo un poco de su estado distante con el mundo. Miro primo al del escudo y luego al de la pistola, ambos compartian el mismo legado con él eso era obvio. Lamentablemente parecian compartir el mismo temperamento que el resto como si fuera algo que sirviera.

Sabia que la masacre empezaria con ellos dos, aunque ahora era distinto habian otros legados que talvez podrian evitar tanta muerte. Calmense... pronucio sin emosion alguna a ambos, aantes de seguir a los que se internaban en el templo.

Mientras avanzaba pensaba en los nombres dichos por Eko, pensaba que iba por buen camino. Aunque su cara no lo expreso en ningun momento.

-No, la verdad es que no conozco ninguno de esos nombres, Seele.

Respondo con sinceridad, había venido desde muy lejos, y la posibilidad de haberme cruzado alguna vez con esa gente era un hecho bastante improbable. Asentí con la cabeza ante las palabras de Nil -Tienes razón Nil, no la conocía pero todo el mundo se merece una digna sepultura. -Me acerqué para cargar con ella si era necesario, pese a no estar seguro de poder hacerlo yo solo, sin embargo poco después se acerca ese joven, Liam. Yo me encargo de ella -Dice con seguridad, y parecía bastante capaz de hacerlo sin mucha dificultad, le agradecí que él se encargara.

Después examiné aquella pulsera, concentrándome en sentir o percibir algo fuera de lo común en ella, después de todo los Melknhar teníamos cierta afinidad para cosas así, dejé que Alice la observara también, y acepté de buen agrado el suave contacto de Seele sobre mi mano, no me importaba, no pensaba robarla, simplemente quería investigarla para buscar algo que pudiera beneficiarnos a todos, sin embargo había algo que no estaba dispuesto a permitir.

-No-Respondí con tono sombrío a las palabras de Andrew.-Te lo daré cuando aprendas a comportarte.

El niño no tardaría en descubrir que robarle algo de las manos a alguien capaz de manipular el tiempo no iba a ser tarea tan sencilla, alargó la mano y la mía ya no estaba allí, ni siquiera el resto de mi cuerpo, que apareció tras él, pero no para burlarme, si no simplemente para darle una pequeña lección de humildad.

-¿Que vas a hacer, muchacho, vas a pegarme con tu escudo?

Sonrío de nuevo, y me alejo reapareciendo de nuevo junto a Seele. Cuanto tienen que aprender...

Avanzo cubierta por el escudo entre Poron y Andrew. Ambos van hablando circo animadamente y yo les escucho en silencio.

Al llegar a la escalinata veo a Gabriel y Seele parados obeservando un cuerpo en el suelo, una mujer ensangrentada. A mi lado Andrew se tensa y avanza más rápido dejandonos atrás a Poron y a mi. Con una mirada interrogante ambos le seguimos. Escucho la letanía de nombres que murmura Eko, no reconozco ninguno pero, por las conversaciones que me rodean, intuyo a qué se refiere. ¿Cuantos de ellos murieron y cuantos de nosotros acabaremos igual?

Nos paramos cerca de Andrew que se está enfrentando a Gabriel, durante unos segundos parece que estén dispuestos a matarse. Sakia, sentada a mi lado, gruñe mirando hacia la entrada de la catedral.

-Lo siento, pero tendremos que entrar- le digo pensativa. La reacción de la loba es evidente, no le gusta ese edificio. Tal vez, lo que sea que ha provocado semejante carnicería, consiguió superar a la guardiana y aún está dentro.

Andrew vuelve con nosotros y cambia totalmente de actitud, me desconcierta su repetino cambio de humor, ahora sonriente parece que los minutos anteriores no hubieran sucedido nunca.

-Creo que deberiamos entrar con los demás. Cuanto antes entremos, antes sabremos que narices ha pasado en esta ciudad- propongo mientras avanzo hacia la entrada con Saskia pegada a mis piernas.

Encontrarnos a la Guardiana asesinada ha sido significativo para la mayoría de los presentes. Para mí, significa que algo realmente imparable y poderoso se ha desatado. Si se han llevado lo que ella guardaba, poco podemos hacer ya para remediarlo. ¿Cuánto hace que está muerta? ¿Pueden estar cerca los responsables? Soy más afín de creer que deben de estar en algún lugar resguardados riéndose de todos nosotros por ser tan lentos y soporíferos, pero no hay que descartar ninguna posibilidad. No sería descabellado pensar que alguno de los responsables se haya podido quedar más rezagado para comprobar si alguien llegaba a tiempo o no…

Gabriel y Andrew chocan por la pulsera que la Guardiana aferraba como si de ella dependiera el futuro del mundo. Eko y Yormund chocan por, a mi parecer, una tontería que se vuelve más importante debido a las maneras de tratarse de uno y de otro. El resto… el resto parecen más centrados, quitando alguna excepción.

- Estoy de acuerdo en que debemos de darle sepultura, pero quizás deberíamos de echar un vistazo antes a lo que queda de catedral. Si hay alguna pista, la lluvia puede que se la lleve si no llegamos a tiempo.

Obviamente, tendríamos que dejar su cuerpo descansar en algún lugar seguro antes de perderla de vista y luego darle la sepultura, aunque… ¿a dónde puede ir un cadáver? No muy lejos, creo.

Llevo mis pasos hacia el interior, sujetando con la mano libre parte del vestido para que el bajo no roce las escaleras. Debemos estar prevenidos, alerta, concentrados. Sin embargo, algunos parecen tener en la cabeza más de una cuestión rondándoles además de la que tenemos todos entre manos. ¿Estaremos preparados para llevar este asunto?

El intento de Andrew de quitarle la pulsera a Gabriel no sale como él esperaba. Cuando escucha su voz a su espalda se da la vuelta rápidamente y se pone en posición defensiva. Sus ojos muestran el enfado que corre por sus venas, alimentando el odio hacia aquel semidemonio que trata de inculcar humildad desbordando tanta arrogancia. Sin pensárselo dos veces se lanza a por él cuando se coloca al lado de Seele.

Pero algo ocurre. Andrew se detiene a medio camino, cierra los ojos y se lleva ambas manos a la cabeza, agachándose mientras grita. Mueve la cabeza bruscamente varias veces antes de parar en seco. La escena no dura más que unos segundos. Después de eso Andrew vuelve a incorporarse, mira a Gabriel con gesto de disculpa y baja la cabeza avergonzado.-Lo siento, señor. No pretendía ofenderle. No debí hablarle de esa manera. 

Levanta la vista para mirarle a los ojos, se puede ver la súplica en ellos.-Te lo pido por favor, Gabriel. Esa pulsera significa mucho para un amigo. La necesita. Es... Como un recuerdo. Si no conoces a Elizabeth esa pulsera no será más que una baratija con unos nombres, pero para él es mucho más que eso. Dámela, por favor.

Andrew levanta la mano en dirección a Gabriel y mantiene su posición esperando la respuesta del hombre. De su rostro ha desaparecido cualquier muestra de odio o enfado.

-Señorita Liddel, nadie le ha pedido que medie o su opinión sobre mi gigantesco miembro viril. Así que cállese y vaya a perseguir conejos blancos. La calma es para los muertos, pero no te preocupes yonki de dildo gigante afilado, puede que la encuentres en breves.

Con una risa aguda y estridente, decido empezar a saltar los escalones impares. 

-¿No hay peligro de muerte inminente?- Digo alzando el tono hasta terminar en un agudo falsete mientras me estiro hasta terminar de puntillas. Un momento de silencio, como una estatua bajo la lluvia con la espalda arqueada hacia dentro y la cara hacia un cielo que lloraba nuestras penas, puesto que nuestros ojos estaban secos con el paso de los años. Después súbito, me agacho y de un salto me pongo en el escalón que el vaquero iba a pisar, acerco mi boca a su oreja.- Dime...querido-Susurro a su oído, rozando con mis labios su piel.- ¿Cuantos de esos nombres que has dicho salieron de aquí con vida? Shhhhhh....- Apoyo un índice en su boca.-... No respondas. Escucha.- Me quedo callado mientras entorno los mis ojos azules y clavo la mirada en sus ojos castaños.- ¿Lo oyes?.- No, él no sabía de lo que le hablaba, tal vez mis compañeras de herencia sí.- No hay grillos en la lluvia, no hay caracoles en las paredes, no hay presas, y no hay depredadores. No hay vida. Ninguna vida. El ciclo se detiene dando sólo muerte. Muerte estéril, muerte que no aporta nuevas vidas ni alimenta a las existentes. Te pregunto de nuevo ¿No hay peligro de muerte inminente?

Me aparto con una sonrisa burlona, y subo corriendo, chapoteando como un niño, hasta alcanzar a quién vaya más adelantado. No quería perderme nada, pero tampoco ser el primero.

Camino hacia la entrada de la catedral cuando un grito ensordecedor suena a mi espalda y me giro rápidamente. Saskia reacciona poniendose delante gruñendo amenazadora.

Andrew se sujeta la cabeza con ambas manos, gritando doblado de un dolor intenso mientras Gabriel se limita a mirarle fijamente, su poder es increible. No puedo evitar mirar la escena, parece mentira que estén dispuestos a enfrentarse por una pulsera sin más valor que el estrictamente sentimental. Agito la cabeza en señal de negación, las demostraciones de testosterona sobran, el culpable de tanta destrucción puede estar al acecho y ellos intentando demostrar quien es el más duro.

-Deberíamos dejar de entretenernos, el que la ha dejado en ese estado- digo señalando el cuerpo destrozado de Elisabeth- puede atacarnos en cualquier momento y aunque no sea así los enfrentamientos no nos ayudaran a encontrar respuestas- añado mientras continuo caminando hacia la entrada. Algunos han ignorado la escena y se entran ya en la catedral.

Eko dedica una mirada a Alice y a Syd cuando se dirigen a él, absteniéndose de responder. Quizá sólo habían escuchado parte de la conversación o no habían prestado la suficiente atención. En todo caso, suspiró sin dejar de caminar.

A su alrededor otros comenzaban a ponerse nerviosos. Eko observó de reojo el enfrentamiento por la pulsera, pero fueron las palabras de Andrew las que helaron su sangre. Sin embargo, antes de que pudiera responder todo parecía haberse desarrollado, haciendo el momento pasar. Una extraña sensación hizo que algo se le revolviera por dentro, pero con un carraspeo se decidió a continuar. No iba a tomar partido en la disputa entre el chico del escudo y Gabriel sin saber antes más, eso estaba claro. La forma de comportarse del Grovehn era extraña, y en todas sus referencias no había alguien así, de modo que se mantuvo atento, esperando un momento de mayor intimidad para hablar con él al respecto.

Cuando el Lince lo interceptó, Eko no reprimió una mueca de disgusto. Se mantuvo quieto, mientras esa expresión se transformaba en una sonrisa, al ver el dantesco espectáculo que el hijo de Eve ofrecía. Lo vio subir luego la escalera, y no se molestó en hacer nada por detenerlo. Si el hombre asumía que se matarían entre todos, no iba a ser él quien le sacase esa idea de la cabeza.

Ahora sí aminoró el paso Eko, pendiente de la resolución del conflicto alrededor de la pulsera. El grito de Andrew le había llamado la atención, y esperaba poder cruzar pronto unas palabras con él.

Me quedo mirándo al chico fijamente esperándo a ver hasta donde estaba dispuesto a llegar, confiaba en mis capacidades para poder apartarme en el último momento, no obstante, Andrew se detuvo antes de que la cosa fuera a peores. Bien hecho, muchacho. No pude evitar sorprenderme, parecía desquiciado, o trastornado de alguna forma... Sin duda la pulsera debía tener mucho valor sentimental. 

-Veo que significa mucho para tí, y para mí eso es suficiente. -Alargo la mano y coloco la pulsera en su mano, sosteniendo su mirada durante unos segundos. -Toma. 

Sonrío de forma amable tras entregarle aquel objeto, yo no lo quería, se lo hubiera dado de buena gana si sólo hubiera tenido un poco màs de paciencia. 

-Subamos junto a los demás, Seele. 

Vuelvo a tenderle el brazo para subir por las escaleras, su cercanía me reconfortaba. 

Tiene razón Alexia -dije rompiendo ese incómodo silencio que se instaló por unos segundos en el lugar-. La tensión se palpaba no pude evitar mirar al tío del gato y al que mencionó aquellos nombres.....esos nombres...no era la primera vez que los escuchaba...

Esperando la reacción de Gabriel ante las palabras de aquel muchacho que extrañamente "exigía" aquel objeto...empecé a subir las escalinatas viendo a lo lejos como unos cuantos llegaban al final de las mismas.

Andrew al fin parecía algo más calmado y la disputa parecía disiparse. Aun así, pensé, mientras la lluvia seguía golpeándonos con fuerza, que había algo que no nos terminaba de contar.

-Quizá sea buena idea que nos cuentes algo más, Andrew. Cómo conociste a Elisabeth, qué labor desempeñaba aquí exactamente y quién es ese amigo en común que tenéis y si también puede estar en peligro. Estamos todos en esto y todo lo que pueda ayudar a resolver este misterio puede sernos de utilidad, aunque sea el más mínimo detalle.

La relación de Andrew con Elisabeth me intrigaba mucho. Y sobre todo por qué ese empeño en la pulsera con los nombres.

-Por cierto, gracias -dije al chico que portaba el cadáver.

De pronto caí en que junto a ella había un macho cabrío también muerto. Debía pertenecer al legado de Eve, por lo que cargué sobre mis hombros al pesado animal. Cualquiera de Eve querría ser enterrado junto a su compañero animal...
 

Annie miró el cuerpo de la guardiana con gravedad. No se consideraba una cobarde, pero si algo había matado a esa mujer, probablemente seguía por los alrededores. Y una cosa era tener coraje, y otra ser un necio.

Si todos querían entrar en la catedral, ella no sería la idiota que se quedase ahí fuera, para que el peligro la enfrentase a solas y acabase con ella en el acto. No quería buscar el ser una víctima, de modo que siguió a los extraños que se habían convertido en sus improvisados compañeros de viaje, mirando alrededor, con una ceja enarcada. 

Se sentía extrañada al ver que la mayoría se trataba como si ya se conocieran de algo, cuando lo más probable era que fuesen unos desconocidos, los unos para los otros, tal como ella lo era para todos los presentes y todos los presentes para ella, y se preguntaban por qué todos querían entrar en el templo de Baal. ¿Es que no tenían temor o al menos decisión propia? 

¿Que si he puesto a prueba su voluntad...? Ivhone levantó la mirada y observó al joven de cara estigmada, mientras éste intentaba darle una lección ¿de humildad...? Sería guapo si no fuera por esas horribles grietas... Pestañeó y sus pupilas se empequeñecieron, mientras que las palabras de Gabriel iban llegando a sus oídos. Palabras que le trajeron recuerdos dolorosos... Podía verle allí, de pie, sosteniendo aquel cuchillo y mirándola con odio... La joven empezó a temblar y Shia sintió su dolor...

La enorme araña asomó por un costado y observó con curiosidad. Pero Gabriel ya se alejaba, dejando a Ivhone rota, perdida en aquellos recuerdos...

Tenía que sobreponerse y volver a enterrarle en lo más profundo de su corazón. Allí era donde yacía y debía permanecer. Alargó una mano y recogió a Shia, protegiéndola con la otra, del aguacero... Se la llevó a los labios y depositó un suave beso en su duro caparazón. Tras eso la dejó sobre su hombro, para que ella buscara el rincón que prefiriera para ocultarse.

Cerró un momento los ojos, mientras sentía las suaves patitas de Shia recorrer su cuerpo. Una sonrisa se formó en sus labios... La lluvia continuaba cayendo sobre su rostro, pero ya no importaba, más no podía mojarse. Abrió de nuevo los ojos y se dio cuenta de que se había quedado sola. Por el aire flotaban voces alteradas. ¿Qué pasa ahora...? ¿Habrán descubierto lo ocurrido...? 

Él de nuevo estaba enterrado y ella había conseguido endurecerse. Metió las pálidas manos bajo la capa y volvió a caminar en dirección al templo.

Llegó y observó en silencio. Un chico cargaba el cuerpo muerto de una mujer. ¿Quién era...? Se preguntó sin entender por qué aquella deferencia. Habían visto muchos cadáveres y aquel parecía despertar la compasión de muchos de ellos... 

Elizabeth... Ese nombre reverberó en las piedras. Lo había pronunciado alguien, pero a Ivhone le llegó como el eco de la muerte. 

Desde donde se encontraba observó al joven que le había hablado. De forma galante ofrecía su brazo a la mujer pálida y juntos empezaban a subir las escaleras. Ivhone apretó los dientes y cerró los puños. Sentía que él deseaba volver, pero no podía permitirlo... Ocultando su rostro bajo la empapada capucha, empezó a subir los escalones, cerrando aquella extraña comitiva.

Conforme pasaba el tiempo, las tensiones entre unos y otros chocaban salvajemente, quizás fueran originadas por el ego, o por otras razones, lógico teniendo en cuenta las personalidades tan dispares entre unos y otros lo raro sería que todos nos llevarámos bien, era algo harto difícil. Lo que tenia claro es que no me involucraría directamente en inguno, era algo ajeno para mí. Además, estaba demasiado ocupado en transportar el cuerpo de la que fue guardiana del decadente templo.

Cuando me percato del evidente enfrentamiento entre el portador del escudo y el Melkhar algo llama mi anteción, la actitud del rubio, si tan importante era ese colgante, y si tan importante era la tal Elisabeth, ¿por qué no cargó el cuerpo en un primer momento? Algo que seguramente le pregunte más adelante cuando la situación sea más propicia a una conversación de esta naturaleza.

Otro remarcable momento tenso es entre un chico moreno, con rasgos felinos, y no solo en los físicos, y otro que lleva un pendiente, ¿Eko Létang decía? Un intercambio de palabras nada amistoso, me encontraba cerca, así que pude escucharlo, y eso me llevó a la siguiente conclusión. La cordura tampoco abundaba por aquí.

Recibí la gratitud de ambos sujetos muy contrarios entre sí, no dije nada, solo los miré como si lo entendiera a la vez que una mujer de flagante pelo rojo se situó al lado mía en silencio, algo que no me incomodó, por ahora. Había que buscar un lugar adecuada para enterrarla, así que con calma y dejando que los que quieran me adelanten avanzo con cautela las escaleras para llegar al siguiente punto, la entrada. 

No sabría que nos esperaría más adelante, aunque visto el estado de la ciudad, y unos cuantos cuerpos, no me extrañaría en absoluto que fuera más de lo mismo. No me asustaba pensarlo, pero tenía que adimitir que estaba algo nervioso. El desconocimiento produce miedo, y el miedo nos hace actuar de forma estúpida y temeraria, ¿debía hacer caso de mi instinto en esta ocasión? Debía pensar en la respuesta.

Zagam continúa en silencio y no puedo sino resoplar. Pronto la discusión comienza y pronto se apaga. Desde luego que el grupo que nos hemos juntado parece completamente dispar, de hecho continúo buscando algún lazo que pueda dar la apariencia de unión dentro del propio grupo en sí, debido a que por ahora no he encontrado lo que busco.

Abro la boca para hablar, pero las palabras de Yormund me hacen guardar silencio y fijarme en los detalles que él mismo ha expuesto. Y es cierto que, salvo por nuestra presencia, el lugar parece yermo y desolado. Un ligero matiz de tristeza, más característico de un seguidor de Eve que de uno de Melknhar, aparece en mi faz, no por la premura muerte o, como sugieren, el enfrentamiento entre hermanos, si no por la carencia de naturaleza del lugar.

Avanzo un par de pasos y agacho mi cabeza, apagando mi vitalidad anterior y rezando algunas palabras por el correcto destino de la caída y su compañero. No es más de medio minuto y entonces alzo mi cabeza, dispuesta a volver con el grueso y que, a mi parecer, ha decidido quedarse un rato más en esta sala, pero mis ojos van hacia la silueta que cada vez se aleja más de Yormund, un individuo realmente... curioso.

Poron de Old observo el cadáver que un día albergaba vida de la vieja baba y al verse sopesada por uno de ellos alzo la mirada para ver quien era. -Otro desconocido

Antes de que este se la llevara, Poron uso su mano libre para tocar la frente de Elisabeth y despedirse de ella.-Gracias por ayudar a Norop.-Susurro antes de que Andrew contestara a su pregunta no muy lejos de él y quedo observándole. Mientras, algunos subían las escaleras y otros parecían pelear. Nada extraño, era un recuerdo recurrente, solo que ahora estaba pasando, otra vez. En silencio observo al actitud de su nuevo amigo junto a Alexia y solo cuando volvió a su lado emprendieron el camino de nuevo.

-¡JE! Pues puedo decirte que llevo una nar...-No pudo terminar de contestar a Andrew cuando este volvió a la carga contra Gabriel. Después un grito de desesperación, un grito que hacia tiempo que no escuchaba tan cerca y el cual le ayudo a comprender algunas cosas del "escudero".

-Es muy parecido, parece que...-Se perdió entre sus pensamientos, mientras Alexia intentaba apaciguar los actos de ambos y todos parecían calmarse. Al menos donde el estaba, pues mas arriba los enfrentamientos se hacían cada vez mas comunes. Sin duda todos ellos tenían la sangre de Cain.

Bajo su improvisado paraguas, que no era mas que un gran cascote de escombro con una barra de hierro oxidada como mango, asintió a Alexia mientras observaba las escaleras y todos los que había en ellas. Y recordó el echo de que algunos como Andrew conocían a la vieja baba o que incluso eran hijos de esos nombres que tenia grabado la pulsera. Seguramente ellos podían darles respuestas a su pesadilla. ¿Pero como abordarlos sin que se tiren al cuello?

-Oye Andrew, ¿Tu has estado aquí antes?-Aprovechando que la mujer de pelo de chicle le había hecho una pregunta, Poron quiso hacerle otra.

Al llegar arriba apoyo la espalda contra las puertas de la catedral. 

-Aunque no lo hayáis visto nunca, lo reconoceréis o notaréis su presencia. - Comento como el guía de cualquier excursión.- Todos los nacidos en este maldito pueblo, hemos sido expuestos a su retorcida magnificencia en nuestra niñez. No es la primera vez que el guardián muere, ni será la última. Elisabeth te cogía de la mano, y nos contaba nuestros orígenes, nos contaba la historia del Sello, y después te devolvía a la entrada. La guardiana más amable que ha tenido este lugar en mucho tiempo. Sabía que el Sello atrae grandes influencias y oscuras ambiciones, que algún día moriría. Pero su sabiduría y su labor, debían perpetuar. Para eso estamos aquí. Para ajusticiar a quien haya perpetrado ese crimen, y establecer el orden en el lugar, una vez más. 

Una carcajada brota de lo más profundo de mi pecho.

-... ¡Y trás la puerta número uno!...- Como si esto fuera "El precio justo" empujo la doble hoja de madera.  

Todos ascendían la escalinata de la Catedral, incluso alguno se permitió ir hasta las jambas donde antiguamente estaban las puertas, y mofarse de la situación, como si de un concurso se tratase, pero aquel tono jocoso cambio cuando sus retinas observaron el interior del lugar.

A pesar de que todos habían avanzado, y estaban casi arriba al llegar, miraron atrás, miraron el cadáver que portaba Liam, y esperaron a que la antigua Guardiana fuera la primera en entrar.

Liam comenzó a ascender comprendiendo el movimiento de los presentes, y tras el Alice, portando el cadáver de aquel animal. Como seguidos de un cortejo le siguió Nil que aún portaba a la pequeña, y tras él todos los demás…

Las risas y hostilidades fueron tornadas en silencio, pues la Catedral que se abría a sus ojos distaba mucho de aquel lugar que todos esperaban encontrar, seguía derruida, pero la lluvia no alcanzaba el suelo del lugar… como si incluso las nubes tuvieran prohibida la entrada en el lugar.

Tras el quicio de la puerta, los muros seguían derruidos, pero llamas consumían la fría piedra, y dejaban un olor herrumbre en el lugar.

Cuando hasta el último de ellos entro, se percataron de que la entrada estaba flanqueada por una cortina de fuego, que parecía querer consumir la ya olvidada puerta del lugar. Frente a ellos se disponía una senda de cirios encendidos, que iluminaban las ruinas del lugar, ocultando aquel frio azul, en un leve naranja a pocos centímetros de sus pies.

Liam parecía saber perfectamente lo que necesitaba aquel momento, y avanzó y dejó descansar el féretro de Elisabeth sobre una losa rota, rodeada de aquellos cirios, y a sus pies, dejó Alice, el cadáver del animal, mientras una lágrima se escurría entre sus mejillas, consumida por el ambiente que aquel silencio creaba, siendo el lugar perfecto para el entierro de Elisabeth.

Los ojos de todos ellos se posaron sobre final, de la sala, como esperando la llegada de cualquiera al entrar, allí el segundo piso parecía haber caído, y las ruinas se arremolinaban ante un jubón de tumbas que destrozabas circundaban una sala circular…

Un crujido lejano los advierte de que esa es la dirección, y tras depositar Nil a Cameron en un destrozado banco de madera, la cubre con su chaqueta, y comienza a andar.

Ya la lluvia no caía dentro aunque el sonido, apremiaba que fuera seguía siendo un vendaval.

Todos avanzaban sin perder compás, pero con paso lento, como si el sonido de sus pasos, fuese el último adiós a la guardiana, como una última palabra, antes de decir adiós.

Por fin estaban en aquella sala donde algunos nombres rezaban, entre rotos trozos de mármol y piedra…. Simon Remy…. Marie Zynne…. Iago Yghdraform… Therry Mikes… Helmuth Thompson… Victoria Mouthson… Eonthres Valinov… Wedna Smiths… Gondor Houdson… Gaia Phinks… Melinda Adson… Saun Morris… Michelle Braxton.

Los ojos de todos vosotros desfilaron sobre cada una de las inscripciones que permanecían integras, a pesar del destrozo de las losas que las contenían, incluso una vieja losa… distinta a las demás, algo más rustica, y en cuyo perfil habían sido grabadas letras a mano, dejando un rastro de sangre en los últimos trazos de aquel corto nombre… Valfar.

Diversos nombres que para muchos no significarían nada, para otros un trozo de historia y para el resto, la suya propia, y parte de su última oportunidad.

Un nudo de angustia oprimía el cuello de alguno de vosotros, mientras que otros intentaban esconder la mirada hacía una esquina solitaria, queriendo evitar aquel sentimiento que por desgracia les recordaba, que aún seguían siendo humanos… y que seguían sintiendo y transmitiendo sus razones, sus pensamientos, en definitiva… su verdad.

Tras el centro de la sala parecía que el derrumbe dejaba ver una especie de gruta, como confinada a perderse en la oscuridad, mientras el silencio consumía la sala, a penas roto por la melodía de la lluvia que aún entraba desde la entrada, a pesar de que sus cuerpos estaban ya secos… un poco húmedos, como sus gargantas, y la tibieza del lugar.