Partida Rol por web

Ante las palabras de Zyllah Eko simplemente emitió un largo suspiro. Tetsuo no era ni por asomo lo honorable que se suponía que era, y que Syd continuara muerto era prueba de ello. Sin embargo, su cambio de bando había sido sin duda un duro golpe.

- Si tenía el suficiente dominio de sí mismo como para suicidarse - Le dijo - podría haber dicho algo. Habríamos encontrado qué hacer. - Completó con un nuevo suspiro, antes de quedarse de nuevo callado.

El combate estaba cada vez más cerca, y eso se podía notar en cada molécula del aire en la otra realidad, y en su sangre en esta. Incluso Àine estaba más inquieto. Eko negó con la cabeza en dirección al pájaro, sabiendo que en este día ambos se quedarían un poco al margen. Mientras tanto, con la mano que cruzaba por sus hombros, Eko llevó una suave caricia a la mejilla de Zyllah, acabando en sus labios.

- ¿Alguna vez te has enrollado con alguien con el pecho perforado? - Preguntó con una media sonrisa.

Sus dedos recorriendo mi mejilla dejaban un rastro de calidez, y cuando se posaron en mis labios y su susurro me puso de gallina la piel del cuello me giré un poco para mirarlo sorprendida. Lo cierto es que después del día que habíamos pasado no me esperaba que se mostrase tan cercano.

A pesar de que mi cabeza no terminaba de estar en este lugar por completo, mi sangre se encendía una vez más al sentir la proximidad del combate. Mis ojos brillaban con las pupilas dilatadas y el escalofrío que me produjo su caricia me hizo recordar el combate del día anterior. Había sido increíble. - La verdad es que no... - Respondí en un susurro, esbozando una media sonrisa traviesa, decidida a apartar las preocupaciones de mi mente durante el tiempo que durase la pelea. - No soy tan experimentada como tú. - Terminé, encogiéndome de hombros mientras acortaba la distancia entre nuestros labios, apretando sus dedos entre los míos.

Al ver cómo había sido recibida su invitación la media sonrisa de Eko se volvió más traviesa y ligeramente ansiosa. El combate estaba a punto de empezar, y casi daba la sensación de que llevaban todo el tiempo perdido.

- No sé por qué dices eso... - Respondió en un susurro mientras acercaba sus labios a los de ella. - Yo tampoco lo he hecho nunca. - Afirmó, antes de tomar entre los dientes su labio inferior.

Aquello fue como el pistoletazo de salida. De inmediato la buscó con toda su boca, usando el brazo que cruzaba su nuca para apretarla más contra él. Su cuerpo pedía más acción de la que tendría durante el combate. La adrenalina no entendía de lesiones, y se moría de ganas de desahogar contra ella todas las emociones que se encontraban en su pecho, borrando todo lo sucedido desde el amanecer con la fuerza de sus lenguas cruzadas.

Me encogí de hombros como respuesta y una risita salió de mis labios mientras él los tomaba entre los suyos. Contuve la respiración en cuanto entramos en contacto y antes de que comenzase el combate ya estaba sentada sobre él, haciendo esfuerzos por tener cuidado con sus heridas. 

Como el atardecer anterior mis ataques en el otro lugar fueron distintos, más instintivos, más salvajes. Mientras tanto en este mi lengua se movía buscando la de Eko con cada golpe. Y como el atardecer anterior, cuando me separé de él tenía los ojos teñidos de deseo y la respiración agitada.

Sin embargo, el gesto de fastidio en mi rostro era evidente. - Joder, ¿en serio? ¿Es que no se va a morir nunca? - Mascullé entre dientes al ver que Liam seguía en pie. Inmediatamente después Nil cayó al suelo y mi boca se abrió por el asombro mientras buscaba los ojos de Eko. - ¿Qué le ha pasado a Jared?

Pero parecía que todo había decidido suceder de repente y antes de que pudiera reaccionar, las palabras de Zagam me hicieron estremecerme. Si hacía desaparecer el sitio con nosotros todavía dentro... - Zagam, por favor, si lo vas a hacer, asegúrate de sacarnos antes. Por favor. - Dije en voz alta, mirando hacia arriba. Finalmente busqué de nuevo los ojos de Eko, con expresión confusa. No sabía muy bien qué hacer con todas las emociones que me provocaban los sucesos de la otra sala. Eran demasiadas cosas juntas.

En cuanto Zyllah se sentó sobre él Eko dobló las piernas, buscando estar pegados. Y durante el tiempo hasta que el combate terminó disfrutó de su contacto. De tenerla allí sin jersey, anidando en su boca, después de todo el día de una ausencia que aún no terminaba de entender del todo.

Cuando Liam sobrevivió una vez más Eko ya se esperaba que, al igual que ayer, las cosas parasen en esta realidad durante unos minutos. Sin embargo, que los acontecimientos de repente se desencadenasen de esa forma hacía la situación aún más complicada.

- No lo sé. - Respondió sorprendido al ver lo que le había sucedido a Nil, con los ojos bien abiertos. Y cuando Zagam habló alzó la vista al mismo tiempo que Zyllah.

- No creo que lo haga de otra manera. - Dijo, en un tono tranquilizador, mientras aún le daba vueltas al combate. Rodeándola aún con los brazos, y con la respiración agitada, se dispuso a hablar. - Quizá tengas razón. Tomar a Andrew y acabar con Liam puede ser una buena idea. - Enunció, llevando los ojos a los labios de ella, sin quitárselos aún de la cabeza a pesar de lo que acababan de ver.

Respiré despacio al escuchar el tono tranquilizador de Eko, esforzándome por conservar la calma y recordando la decisión que había tomado por la mañana. No más dudas ni miedos delante de él. Asentí a sus palabras con la cabeza. - Creo que esa es una gran idea. Yo haré que Yormund se encargue de Ira y voy a tratar de que Alexia la dirija hacia Lennish. Está tan callada que ni lo notaremos si mañana no amanece con nosotros. 

Después, me centré en él, y mirando sus ojos acaricié su mejilla suavemente. - ¿Confías en mí? - Le pregunté en un susurro, emulando sus propias palabras unos días antes. 

Eko escuchó la respuesta de Zyllah y permaneció unos instantes callado, hasta que ella volvió a hablar.

Cuando lo hizo con una pregunta tan grande escrutó sus ojos durante largos segundos. Grises, aún afectados por el combate. Tomó aire antes de hablar con voz decidida. Que ella estuviera sobre él le hacía sentir en cierta manera falto de control, y la forma que estaba teniendo ella de hablar no ayudaba demasiado.

- Para todo lo importante. - Respondió seguro, asintiendo despacio con la cabeza, mientras sus dedos se fijaban en la cadera de ella.

Asentí con seriedad, sin apartar mis ojos de los suyos. De alguna forma me pareció curioso que repitiera las palabras que le había dicho a Nil sobre mí el día que llegamos, justo cuando éste acababa de dejarse morir sin más. - Bien. Estoy poniendo algo en marcha para acabar con Ira esta noche sin que pueda dañarnos. Pero no estoy segura de que salga bien... Y si Zagam va a sacarnos de aquí no tendremos forma de hablar sin que sea delante de todos. No podré explicártelo si necesito que participes de alguna manera... - Hice una pausa y me mordí el labio inferior, sin estar segura de cuánto debería contar hasta tener el plan más atado. - Puede que quizá haya una baja, pero creo que a ninguno de los tres nos va a doler demasiado. - Suspiré y dejé mi mano en su cuello, acercándome para mirarlo todo lo que podía sin que su rostro se desenfocase. - Claro, todo esto en caso de que el plan de Zagam de meterlos aquí a los dos y dejarlos a la deriva no funcione. Deberíamos establecer alguna contraseña los tres. No sólo para las votaciones, sino para los poderes. Para que podamos comunicarnos sin que todos se enteren.

Eko escuchó con atención las palabras de Zyllah. Tras su pregunta esperaba algo más arriesgado que eso. O al menos algo que requiriese un sacrificio por su parte. Asintió, frunciendo levemente el ceño mientras hacía repaso de las opciones que ella podía estar barajando.

- Sólo se me ocurren tres combinaciones para conseguir eso. - Le dijo mirándola con los ojos entrecerrados. - Y no te voy a pedir que me lo expliques ahora. Confío en ti. Y creo que la baja de la que hablas no será más que un silencio agradecido. Aunque no pierdas de vista todo lo que esa persona podría hacer al morir. Podrían complicársenos las cosas un poco. - Le recordó, valorando qué señal podría no ser demasiado evidente. - Un golpe con el tacón en el suelo antes de hablar con alguien o decir su nombre, para usar el poder sobre él. - Propuso. - En mi caso, lo mismo con el muerto que esperéis que tome.

Asentí de nuevo a sus palabras mientras pensaba en ellas. ¿Tres formas? Joder, a mí sólo se me había ocurrido una. - Sé mejor que nadie lo que podría hacer ella al morir, te lo aseguro... - Respondí, con una pequeña sonrisa, más tranquila después de confirmar su apoyo. - Tendremos que arriesgarnos y cruzar los dedos, supongo. Si sale bien, probablemente mañana salgamos de aquí. Y créeme que que los tres vamos a agradecer su silencio. - Añadí, esbozando una pizca de malicia en mi sonrisa. - Estuve pensando en lo que dijiste antes de ayer por la noche, ¿sabes? Creo que quizá tuvieras razón.

Después añadí la nueva seña a las anteriores almacenadas en mi mente. - Tocar el arma para votar. Coger muñeca para ir de farol. Tacón para los poderes. - Una vez hecho esto, suspiré, agotada y fastidiada a partes iguales por el resultado del combate. Finalmente colé uno de mis brazos por detrás del cuello de Eko y mi sonrisa se estiró despacio, milímetro a milímetro, mientras mis ojos se clavaban en los suyos. - ¿Por qué no me besas hasta que desaparezcamos de este lugar? Después no podremos hacerlo más...

Eko respondió a la sonrisa maliciosa de Zyllah rodeándola un poco más con los brazos, acercándola a él. Pero cuando le hizo su petición se apartó un poco, con el ceño ligeramente fruncido por la preocupación.

- Si no tomo el poder de Andrew - Comenzó - quizá haya una forma de que nos mantengamos en contacto. - Le dijo, escrutando en sus ojos, mientras su sonrisa se volvía más traviesa. - Más que nada porque paso de no poder besarte más. Y mientras sobrevivamos los tres, por mí Liam puede esperar un día más. - Añadió, acercándose a ella para acariciar sus labios, hablando realmente cerca. - Si Zagam va a echarnos de aquí... ¿Crees que ha llegado el momento de buscarnos un sitio a solas?

Mis ojos se abrieron ligeramente con sus palabras y lo miré, escrutando el fondo de los suyos, intentando averiguar si hablaba en broma o no. Sin estar segura del todo solté una risita al sentir sus labios acariciando los míos al hablar. - ¿Quieres que nos independicemos ya? ¿No somos demasiado jóvenes todavía? - Bromeé, sin separarme ni un milímetro de él, dejando que mi aliento acariciase su rostro y suspiré antes de hablar más en serio. - Conseguir un sitio donde hablar cuando Zagam nos saque sería estupendo, la verdad. Pero no sé si funcionaría lo que creo que estás pensando. Y la otra opción que se me ocurre no me gusta nada... - Me encogí de hombros. Sin saber qué le estaba pasando por la cabeza era difícil opinar. - Confío en ti. - Terminé, antes de avanzar el pequeño espacio que nos separaba y empezar a besarlo lentamente.

Hablar así, convirtiendo cada sílaba en una caricia entre sus bocas, era estimulante. De repente parecía que toda la falta de comunicación de por la mañana había desaparecido, como si realmente se entendiesen mejor estando pegados el uno contra el otro.

Las últimas palabras de ella parecían dar por zanjada la conversación, y ahora sólo quedaba dejar que fuesen sus salivas las que hablasen. Las manos de Eko recorrían el cuerpo de ella más despacio que de costumbre, por si acaso esto fuera una despedida. No sabía lo que podría pasar cuando el ilusionista les echara, y más le valía haber memorizado bien cada parte de su cuerpo. De vez en cuando se detenía un poco más en su trasero, apretándola contra él. Mientras tanto su boca se movía codiciosa, buscando en su lengua la calidez que había faltado durante el día.

Cuando quiso darse cuenta todo su cuerpo se movía al ritmo de los besos. El dolor del pecho parecía poco más que una molestia, teniendo aún en las venas el espíritu del combate, y mancharla de sangre no iba a ser un impedimento si a ella no se lo parecía.

Pasaron varios minutos en los que la temperatura ascendía sin descanso antes de que él se separase lo más mínimo. Poco a poco había aprendido a entenderse con sus besos, desde aquel primero que ambos después habían negado. Aquel gran error que tanto se alegraba de haber cometido. Al tomar finalmente algo de distancia su respiración volvía a estar agitada, y con las dos manos enredadas en su pelo sujetaba su cabeza para que no le buscara todavía. Con calma repasó todo su cuerpo, humedeciendo sus labios, antes de volver a clavar la vista en sus ojos.

- Teniendo en cuenta cómo besas, me muero por ver cómo follas. - Le dijo en un susurro ronco. Aunque realidad no se trataba de cómo besara, sino de mil cosas más. Una vez más, el verla así durante el combate, manejando a Irad de esa manera. El saberla capaz de doblegar las voluntades de otros. Ser consciente de lo fuerte, de lo decidida que era. Y sobre todo, algo que jamás reconocería: el que ella fuera capaz de mirarle a la cara aún tras conocer parte de su pasado.

De alguna manera saber que, si a Zagam le salía bien su jugada, podría ser la última vez que nos besáramos, me hacía sentirlo diferente. Casi como una despedida. Como uno de los momentos de antes de dormir, sin saber qué encontraríamos al despertar. Mi cuerpo se mecía al ritmo de nuestros labios, envuelto en una calidez dulce.

Intenté no dejarme llevar por completo, tratando de no apoyarme en sus heridas, esquivándolas al acariciar su pecho. Sus manos recorriéndome eran familiares. Pero no por ello dejaban de despertar pequeños escalofríos por todo mi cuerpo, dejando a su paso mi piel erizada por su contacto. 

Cuando se separó, mi cabeza se movió unos milímetros, buscándolo de nuevo, hasta que sus manos me detuvieron. Abrí los ojos despacio, buscando los suyos con una mirada interrogativa. Al escuchar sus palabras, durante un instante lo miré sorprendida, mientras mis mejillas empezaban a sonrosarse a toda velocidad. Solté una risita nerviosa y antes de empezar a hablar, ya me había ruborizado hasta la raíz del cabello. - Oh, yo... - Empecé, titubeante, apartando la mirada de sus ojos para bajarla hasta el tatuaje de su pecho. Carraspeé, sin saber muy bien qué decirle. Desde luego no tenía ninguna intención de admitir en voz alta que era virgen. Pero tampoco quería fingir que era una diosa del sexo para que luego, si se daba el caso, se llevase una decepción. - En realidad, no deberías esperar mucho de mí en ese sentido. - Dije finalmente, tratando de buscar un punto intermedio. Mis dedos se movían nerviosos en su cuello, haciendo el gesto de enrollar y desenrollar el hilo, directamente contra su piel. - Ya te dije que no tenía tanta experiencia como tú. No me gustaría que tuvieras las expectativas muy altas y luego te decepcionases... - Terminé, sin querer entrar en el hecho de que ni siquiera sabíamos si algo así iba a poder suceder. Realmente, viendo cómo esquivaba el tema de quedarse conmigo esta mañana, yo desde luego no esperaba que llegase a pasar.

Al ver cómo ella comenzaba a enrojecerse Eko rió de buena gana. No era lo que había pretendido, pero desde luego su reacción era, cuanto menos, graciosa. Tampoco tenía claro qué imagen tendría ella de él para una diferencia tan grande de experiencia, pero tampoco es que eso fuese algo importante. Quizá se había pasado años con el mismo chico, o con un par de ellos. Al fin y al cabo, no parecía de las de aquí-te-pillo-aquí-te-mato. Pero lo relevante era el ahora.

- Cuando llegué aquí no me habría imaginado enrollarme contigo. - Le dijo en tono grave, pues para ella el asunto sí parecía ser algo a tener en cuenta. - Cualquier cosa que suceda mejorará esa expectativa. - Añadió, conciliador, antes de buscar con ansia de nuevo sus labios.

Las palabras de Zagam al otro lado, confirmando que no podría sacarlos de allí, le hicieron respirar más tranquilo, pero no por eso sus manos se detuvieron. Acariciar su espalda, sostener su nuca o entrar por dentro de su pantalón se había ido convirtiendo cada vez más en casi una necesidad. Sus dedos recorrían la piel de ella como si realmente esa fuese su última oportunidad, y ahora sí sentía como si cada caricia importara. No era tiempo de juego. La única contemplación permitida era la de la memorización. Por lo demás, frenetismo y dedicación a partes iguales, buscando no sólo su lengua, sino todo su sabor.

Sin embargo, cuando Gabriel habló, ahí sí se apartó de nuevo de ella, con la respiración desbocada.

- Zagam. - Dijo al ilusionista con la voz tomada. - No sé si vas a meter aquí a Gabriel o no. Pero si lo haces, entra con él. Así al menos podremos hablar los cuatro.

Me costaba un poco concentrarme en lo que teníamos entre manos en este lugar mientras Gabriel se encontraba delante de mí con los ojos vueltos en el otro. Era cuanto menos inquietante. Pero las manos de Eko sabían cómo distraerme y arrastrarme a la calidez compartida entre nuestros labios. Las mías se paseaban por su cuerpo, todavía con cuidado de no rozar sus heridas.

Cuando se separó de mí, me encontraba aliviada por el silencio de Gabriel en el otro lado. Mi respiración estaba agitada cuando respiré profundamente para poder hablar. - Creo que Gabriel quiere venir para pedirme explicaciones. - Dije, acariciando suavemente el cuello de Eko con la punta de los dedos. 

Entonces alcé la voz para dirigirme a Zagam. - Creo que es buena idea. Si lo metes, entra también tú y así podremos hablar tranquilamente. - Me mordí el labio, frunciendo el ceño antes de seguir. - De verdad siento que no hayas podido sacarnos... Creo que la única forma de salir es morir y no me gustaría que me sucediera. Pero de verdad lamento que tu plan no funcione.

Mientras Zyllah hablaba Eko la observaba con los ojos oscurecidos por el hambre.

- Me parece perfecto. - Dijo en referencia a lo de Gabriel. - Creo que por mucho que diga ver más allá parece que necesite un bastón de lo ciego que está. Tenerle aquí puede ayudarnos mucho, a hacer frente común y a que vea cómo hemos estado colaborando los tres este tiempo. - Explicó, aún con el sabor de su boca en los labios.

- No quiero esconderle esto. - Afirmó luego con una expresión traviesa, colando una de las manos bajo su camiseta al imaginar durante un instante hasta qué punto podrían mostrárselo.

Asentí a sus palabras, ligeramente sorprendida. Hasta ahora había sido él quien se oponía siempre que yo proponía traer a alguien. Y ahora de repente no sólo le parecía perfecto sino que parecía que quería que nos enrollásemos delante de él. ¿No era suficiente con que Zagam estuviese mirándonos siempre? - Pensaba que no te gustaba la idea de traer gente. - Dije, mirándolo con curiosidad. - ¿Y qué es lo que no quieres esconderle exactamente? - Pregunté finalmente sintiendo como un escalofrío se extendía por mi piel desde el lugar donde su mano la tocaba.

La sonrisa de Eko se volvió lupina al escuchar su pregunta, pero decidió aplazar unos segundos la respuesta.

- No me gusta la idea de traer a gente. - Le dijo con un tono suave. - Pero si hay que traer a alguien, creo que Gabriel es el adecuado. Es comprensible que quiera explicaciones, y podrá ayudarnos mucho si se las damos. - Susurró, mientras su mano ascendía despacio, ahora que el tono general parecía más calmado. - Además, pronto nos quedaremos a solas. - Continuó luego, con un brillo de expectación en los ojos. - No pasa nada por aguantar hasta entonces al Señor del Tiempo por aquí, si Zagam quiere traerlo. - Explicó, mientras sus dedos llegaban a la parte alta de su vientre y se cerraban alrededor del centro de su sujetador para tirar de ella, acercándola de nuevo a sus labios.

- Y esto es lo que no quiero esconderle. - Añadió contra su boca, dejando que su respiración llenase de calor su piel, antes de morder con suavidad su labio inferior.

Mi espalda se llenó de escalofríos mientras su mano ascendía despacio. No terminaba de entender su cambio de actitud, pero no me parecía mal. Yo había querido traer a otros desde el primer día. Para cuando su mano llegó a su destino, no me quedaban ganas de preguntar más sobre el tema. Tan sólo quería seguir derritiéndome entre sus caricias.

Dejé que me arrastrase hacia él mientras en mis labios se dibujaba una sonrisa de medio lado. - No te conocía esta faceta exhibicionista. ¿Es por lo que me dijo antes? - Susurré despacio contra su boca, rozando sus labios con cada sílaba y sin hacer nada por soltarme de sus dientes.

Mis dedos rodearon su nuca entonces, mientras con la punta de la lengua empezaba a humedecer nuestros labios al mismo tiempo. - ¿Ya tienes a Andrew? - Murmuré, alargando el momento de lanzarme a por su boca.