Partida Rol por web

Olenna presta atención a la conversación entre el falso rey y la mujer del lobo. Niega con la cabeza cuando ella pregunta, aunque no queda claro por su expresión qué piensa exactamente. Lo que sí hace un instante más tarde, cuando ella le desea suerte, es asentir con la cabeza.

—Veremos —enuncia antes de que algo parezca encajar en su cabeza. Nunca se le han dado bien las indirectas, y no sabe si se encuentra ante una—. ¿Queréis cena?

Es en ese momento cuando el combate comienza, y los muertos lo pueden ver sobre el fuego. Olenna está ligeramente tensa en este lugar, con la mandíbula un poco apretada, y para cuando todo termina emite un suspiro. No necesita mirar dos veces para saber que el negro ya está muerto: lo siente en su cabeza. De modo que aguarda a que llegue con los demás y le da la bienvenida.

En el lugar están casi todos los caídos a excepción del que fue víctima de la podredumbre el primer día, Roy y la chica de la pantera. El falso rey está sentado sobre un sillón igual al que tenía cuando los recibió al entrar en la ciudad, y la chica del lobo está sentada a su lado. Alrededor de la hoguera Yaiza está tumbada y cerca, junto al chico de las cartas, hay un trozo de cuero extendido en el suelo. En él hay una serie de drogas además de tabaco.

Pero el elemento más discordante es, sin duda, la música. Cuando Oliver llega al lugar puede ver a Olenna con uno de los cascos del reproductor del chico de las cartas en el oído, y los sonidos que llenan su cabeza resuenan en todo el bosque. En esos momentos se oye una canción que ella no había oído antes, Feeling Good.

Con la llegada del negro Olenna le hace un gesto invitándole a unirse a los demás. Le resulta un poco raro moverse con eso en la oreja, pero aún así asume su papel con la mayor naturalidad posible. Al escuchar su pregunta señala con la mano, indicándole dónde se encuentra el falso rey, pero antes de que el negro pueda dirigirse a él ella interviene.

—Los vivos hablan —dice—. Dicen que muerto estás libre, y que te creen. Que quién te ayudaba.

Y bajo aquel sonido embriagador, el alma de Nimay desaparecía de aquel lugar...

- Aquí estoy. ¿Qué te ocurre, hermano? - pregunto al recién llegado mientras acaricio la cadera de Deidre con suavidad. Es agradable tenerla a mi lado - Imagino que vienes a acusarme como todo el mundo... Siéntete libre de ello - digo encogiéndome de hombros - En este lado tu vistosa azada - digo cambiando el nombre de su guadaña intencionalmente por el de otro elemento de agricultura mucho menos agresivo - no inspira demasiado temor, debo decir. Por si te sirve de algo, ni soy semilla ni tengo nada que ver en que tu digas ser una también. Aún si hubiera sido tal y hubiera tenido tal poder ¿crees que te habría escogido antes que... no se, Theora, Olenna o Smel? Seamos claros hermano, no eres precisamente el adalid del engaño y la manipulación. A la vista está, si es que dices la verdad, que quien te escogió para tal propósito erró de plano... Con todo mi respeto, si hubiera estado en mi mano hubiera elegido a este noble lobo - digo acariciando con suavidad la cabeza de Tyr - antes que a tí. Y no solo porque su dueña sea especialmente agradable... - río con suavidad.

Me giro en dirección de las palabras que me dirige Alastor y las escucho atentamente:

- Ahora entiendo porque tienes tantos seguidores y que elogian tu tremendo carisma- le respondí con ironía a su desprecio hacia mi- y tienes razón!, no soy ni un manipulador ni un asesino, de hecho, nunca participé en ninguna muerte; pero es extraño no? justo con tu muerte, me convierten en semilla; quizas no con la intención que yo hiciera daño, sino mas bien para, solo causar daño y destruir confianzas- le miré tratando de desentrañar sus intenciones- al menos mi muerte me ha liberado y mi conciencia en paz.

- Ah, te ha librado, ¿eh? - río por lo bajo - Que bien estaría para una semilla que la gente creyera eso para que te llevasen de vuelta, ¿no crees  cordera? - le digo a Deidre - Además, piensa un poco hermano. ¿Me crees tan idiota como para hacer uso de tal poder inmediatemente tras mi muerte? ¿No te parece que si ha sido así ha sido para incriminarme? Si es que de verdad ha sido a la par de mi muerte claro... - de ello solo se tiene su palabra. - Créeme, ni hubieras sido mi objetivo si hubiera sido yo ni lo hubiera hecho nada más morir. Yo aún estoy a la espera de que las luces obren alguno de sus milagros en mi. Aunque quizás esta señorita sea mi milagro, ¿no crees? - termino en tono distendido mientras acaricio el hombro de Deidre con una sonrisa.

Olenna observa la vuelta del hombre elefante y no parece que esta le sorprenda demasiado. Aunque a estas alturas, ¿qué podría sorprenderla ya? Escucha luego la conversación entre los dos Grovehn y se dirige una vez más al negro.

—Los vivos preguntan quién te ayudaba —insiste con tono duro—. Vivo dijiste que la de fuego. ¿Sigues diciendo?

-si..., la letrada es semilla, no sé desde cuanto tiempo, pero lo es...- le respondí a Olenna sin dejar de mirar al falso rey.

Volvía a estar en este lugar desolado. 

Miré a mi alrededor, contemplando a los presentes. Sabía a ciencia cierta, que compartía emplazamiento con muchos de los traidores, aunque eso ahora de poco importaba. 

Olenna seguía con su labor de intermediaría de los dos mundos, siempre trasmitiendo información a cuentagotas. No se fiaba de aquella muchacha, ya que consideraba que su poder era demasiado grande y le resultaba extraño que los semillas no hubieran acabado con ella. 

Me senté en un lugar apartado, junto a Raffariel. Ella había sido una persona importante para mí y siempre le estaría agradecido. Deseaba que regresará al mundo de los vivos, ya que su muerte había sido un completo error o venganza de algún renegado. Respecto a los demás presentes, no me importaban demasiado. Con algunos de ellos nunca llegué a cruzar palabra y sus acusaciones y debates no me resultaban de interés.

-Dyehuty, mis ratas probaron tu sangre y me transmitieron tu condición. Aunque seas un maldito traidor, ahora de nada importa ya que estás acabado, como yo-comenté al árabe traidor, desde mi sitio remoto.

Escuché las recientes palabras del portador de la guadaña y contesté al instante.

-¿Un semilla delatando a otro de los suyos? ¿Pretendes que alguien se tome en serio esa pantomima?

Las caricias de Alastor compensan el tono álgido de la conversación entre él y Oliver,  sólo que prefiero disfrutar plácidamente las ironías por parte del Grovehn mientras el moreno se defiende con nada. Simples acusaciones. 

-Ya sabes,  creo que esa "excusa" sirve para regresar mi querido Rey. La idea es contigo,  se pondrá divertido. - respondo a Alastor mientras acaricio dulcemente su barba en un tono irónico. -Sin embargo,  repito lo anteriormente dicho,  de nada sirve acusar porque estamos muertos. Si quieres hacer algo,  busca la utilidad. Por ejemplo,  responde a Olenna o relájate observando el fuego o consumiendo drogas. - determino a través de una fría mirada, las disyuntivas de bienvenida ya eran moneda corriente. Solo esperaba que el moreno lo comprenda ya que a él iba dirigido. 

-¿Yo tu milagro? Me halagas Alastor. - pregunto luego de besar su mejilla cerca de la comisura de sus labios. Y como Oliver respondió, escucho atentamente la conversación. 

- si no tienes nada que aportar hombre rata, mejor guarda silencio- le dije sin mostrar mucho entusiasmo en conversar con Sarghagas- yo no pedi ser semilla, y estoy seguro que éste- dije apuntando con mi boca a Alastor- tiene algo que ver con que me convirtieran en semilla, a mi me da igual que les pase a los traidores.-

Al escuchar las palabras del negro Olenna le observa durante un par de segundos, pero lo hace con una expresión que no parece precisamente la de alguien que confíe en lo que oye. Después escucha hablar al hombre alimaña y ladea la cabeza en su dirección.

—Hablar es bueno —enuncia—. Si las semillas mienten y sabemos que mienten, descubrimos verdades.

Entonces hace un gesto con la cabeza señalándole.

—Tu muerte —dice—. No entiendo. La del martillo la atacó a ella —explica haciendo un gesto hacia la chica de cara pintada—. ¿A ti?

Después de la masacre, casi sin darme cuenta despierto en un nuevo lugar.

- Qué es esto... Piensa la ahora voz tímida de mi cabeza. - ¿Lo tenías controlado, no? - Calla, muchacha idiota... Quedate donde estás... Es donde perteneces... 

Miro a mis alrededores, puedo ver que están todos aquellos que habían caído antes que yo.

- Así que estoy muerta... Ni siquiera la muerte es tan solitaria como estaba en vida...

Me mantengo escuchando las palabras de aquellos que me rodean. Olenna está entre nosotros y me enfoco en su presencia.

- Olenna, era verdad que te comunicas con los muertos. Si puedo ser de ayuda para encontrar a las semillas cuenten conmigo, pero para variar no tengo información valiosa para desenmascarar.

Tras dar la bienvenida a la chica de cara pintada Olenna asiente. Entonces escucha su oferta y no tarda en responder.

—Puedes —dice contestando a sus palabras—. Habla. Habla mucho, di lo que sepas y lo que imaginas.

Después de un instante, sin embargo, algo capta su atención. Es en ese mismo momento en que fuera de su cabeza dos luces más se encienden. Sus ojos buscan entonces al chico de las cartas.

—Tu luz —enuncia—. Te ha hablado. ¿Qué dice?

Sonrío desde mi posición, recostado en el suelo, todavía fumando. -Hola, Ollie, Bienvenido. Veo que seguimos tan agresivos como siempre.- 

Entonces, vuelvo mi atención a Olenna, con media sonrisa en la cara, mientras le miro a los ojos.  -Seamos sinceros. Diga lo que diga, no me vas a creer, así que no estoy seguro de por qué preguntas.-  Giro la cabeza, mirandola aún, con una sonrisa que indica que claramente disfruto de la situación. -... Lo cual nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría si murieses, amiga mía?

Olenna escucha con atención las palabras del chico de las cartas, y con las primeras frunce el ceño. Sin embargo no tarda en encogerse de hombros.

—A veces creo —asegura—. A ti más que a él, o a ella —enuncia haciendo un gesto hacia el falso rey, y luego hacia la chica del búho, para señalar después a la mujer flotante—, o a ella. Tú dices eres semilla. Estamos de acuerdo en eso.

—Si muero no pasa nada —prosigue después, hablando como si no fuera importante—. Se para el corazón, nada más. Mi cabeza se enfría, el fuego se apaga, pero seguimos aquí. Y sigo viendo lo de fuera. Es el regalo de las luces para mí. Pero podemos probar —propone con naturalidad. Nunca ha parecido que morir le importe demasiado, ahora tampoco—. Creo que me llevarían de vuelta mañana.

Tras esas palabras hace una pausa, mirándole durante un par de segundos.

—O si lo que está muerto puede matar, podemos hacer trato —dice entonces, y sus ojos brillan por un momento.

—Tú eres semilla, yo no. Si puedes matar puedes elegir a alguien que fastidia a los dos. La que grita está haciendo ejército. Dos cada noche. Cuando acabe no importará semilla o no semilla —expone—. Quedamos pocos vivos. Pronto termina. Tú vas a seguir muerto. Que ella muera ayuda a semillas y a nosotros. Si quieres ayudar a semillas puedes matar otros. Pero ella es urgente para todos. Queda una semilla: no ganará antes de que ella acabe. Si la que grita no muere, todos perdemos. Pero si ella muere —enuncia antes de mirarle como si tuviera algo que ofrecer. Sabe que no es gran cosa, pero es lo único que el chico ha pedido y no ha tenido— yo doy cocaína. Y la semilla que queda tiene oportunidad.

—La que grita dice que tiene coraza contra ataques mientras duerme, dice que se la dieron las luces. La semilla no podrá matarla de una vez. A mí sí. Ella puede hacer tu trabajo, y tú el suyo.

Me río  y la señalo a Olenna con la pipa. -Me parece a mí que tu sales mucho más beneficiada de este trato de lo que yo puedo salir... Veamos... Tanto Sylvia como Bethanny y Fiona todavía no han pisado este lugar, ¿correcto? Supongo que con un poco de suerte, podría dar un tiro a ciegas, y los muertos dejaríamos de tener esa mala costumbre de no quedarnos muertos...-

Miro a los presente con una gran sonrisa. -Vais a tener que mejorar la oferta.-

Olenna escucha las palabras del chico de las cartas y lo mira profundamente interesada. No parece temer su propia muerte, ni mucho menos.

—Puedes hacer eso —concede—. Y la que grita puede acabar su ejército. ¿Que los muertos resucitan es malo? —pregunta y ladea la cabeza, claramente curiosa por el rumbo de la conversación—. Es, para ti. Pero quien resucita puede morir esta noche por semilla. No somos muchos vivos, y todos saben lo que hace una de las que has dicho. Y no es resucitar. La semilla puede acertar más fácil que tú, pero no puede matar a la que grita. Además quitarnos la cabeza de la que grita a los que estamos dentro ayuda a la semilla: ahí confiamos unos en otros. Contamos todo. Pronto la encontramos. ¿Yo gano? —pregunta encogiéndose de hombros—. Un poco, pero la semilla también.

—Haz como quieras: tu luz es tu luz. Cada uno, cada uno.

Ser una roca y no rodar...

Desde mi suelo escuché todo lo que decían con atención. 

A causa de mi estado, relajado, no pude hablarle a Nimay, pues cuando menos me lo esperaba, su esencia se evaporó. Sonreí ligeramente, me alegré por él. Habíamos cambiado al chico del elefante por mi ejecutor, pero aún no era el momento de hablarle, pues primero, fijé mis ojos en el árabe, en silencio. Seguidamente acabé dirigiendo la vista al cielo.

- Pienso lo mismo...nada cambia lo que somos - ladeé el rostro, nublando mis pensamientos - ¿tu historia sería muy distinta? - desvié mis ojos hacia él otra vez - ¿porqué?

Segundos después me fijé en Deidre y me reincorporé suavemente - siento que seas huérfana, no me alegro de ello, pese a nuestros bandos, que nos mantienen enfrentados...- bajé la mirada - la pena es...que nos hemos cavado un futuro incierto. Deberemos convivir con esa carga a las espaldas. 

Perdiendo los dedos por entre la tierra sobre la que estaba posada, decidí no mirar a Oliver, pero su afirmación de no haber participado ante ninguna muerte me enfureció  - Participaste en la mía - el vencejo abrió las alas - Me sorprenden tus palabras...vas a resultar el más manipulador de aquí al final, pues la letrada no es semilla, deja de engañar y de mentir - mostré un gesto de desprecio y odio hacia él. El ave removió sus plumas y las cerró.

Girando mi rostro observé a Raffariel, el poder de convicción de aquellos portadores de traición estaban destruyendo a Oldland y a sus almas.

Me senté cruzando las piernas con molestia ante la nueva llegada y cerré los ojos, tratando de buscar paz buscando en mis recuerdos una canción.

Desconecté brevemente.

Muchos hablan, y yo hago intención de descansar: poco importa ya. Me vuelvo a tirar a un lado del fuego a ver pasar la muerte. No se está tan mal, la verdad.

Pero entonces el portador de la peste me habla, y le miro con cierta severidad.

Tus ratas probaron, tus ratas vieron. Vieron los restos, la marca que dejó la traición, pero también vieron que pude haber hecho que otro muriese en mi lugar, también debieron haber visto que Oldland me unió a alguien. Piensa, portador de la peste: ¿por qué nadie murió en mi lugar?

Me encojo de hombros tras mis palabras. Alzo mi mano hacia el cielo del lugar.

Con quien Oldland me unió... debía ayudarle a salir. Este es el mejor modo, si sólo queda una semilla, está claro quién és. Pero mientras ella viva, yo debo permanecer aquí... o tendré que ayudarle. O morir.

Luego veo a Gámbito haciendo un juego de cuentas.

Se acaba el tiempo para cazar, pero aún queda tiempo.

Miro a la mujer del bastón entonces.

Protección por la noche no es protección contra el juicio popular. Cuando amanezca, no estaréis todos dentro, así que tenéis oportunidad aún ¿cierto?

Pero cuando la arquera me mira, dibujo una calma sonrisa y le miro.

Una línea cambia una historia. No es lo mismo arder en la traición para luego cambiar, que buscar la traición para luego cambiar. Menos aún, cuando Oldland te pone al servicio de aquel con quien te cambian.

Asiento tranquilamente y mi sonrisa se amplía.

Y tras ello, aún tendría la oportunidad de robar otra historia, en lugar de haber tomado la de un Júpiter sin truenos. Robar historias cansa, es difícil. Pero vivir tu historia hubiese sido... muy diferente. Y más sabiendo que tú hubieses vuelto. Y seríamos dos viviendo tu historia. Suena... casi místico.

Y finalmente vuelvo a cerrar los ojos para descansar.

Cada uno, cada uno.

Digo, con firmeza.

 - Daeron, el problema es si la que grita de alguna forma consigue sobrevivir al linchamiento… Entonces todos perdemos menos la que grita, claro está… Aun así es tu decisión, sea cual sea juega bien tus cartas, pues esta en tus manos.