Partida Rol por web

Alzo las piernas para ponerme en pie de un salto.

¡Eso es!

Digo, como si de repente una brillante idea hubiese llegado a mi mente. Miro a la arquera y muevo ligeramente el índice.

¡Arrebatar una historia! ¡Ahí está la clave...! Traté de arrebatártela, pero no pude por que estábamos en distintos lados, pero ahora... ahora no es así. ¡Y no puedo matarte! Sí, tiene que ser eso...

La miro nuevamente y la emoción desaparece tan rápido como llegó, volviendo a un gesto sereno.

El hombre elefante vió que yo era un aprendiz, y seguro que hasta el portador de la peste lo ha visto... si no han estropeado su don. Pero para asegurarlo... ¡Puedo tomar tu historia, arquera! -hago una pausa, cayendo en la cuenta de algo- Si tú quieres, claro... va a doler un poco, te aviso.

Y en un santiamén, muestro una pluma carmesí y la dejo frente a ella.

Si aceptas, sólo debes sangrar y devolvérmela. Bueno, sangrar o lo que quiera que se haga aquí...

Acto seguido me giro hacia la mujer del bastón.

Y si crees que miento, el hombre del elefante puede volver a mirar en mi interior. Sí. Y yo puedo mostrar mi inocencia, además, con el truco de hacer que otro muera en mi lugar. Si el tiempo se acaba, puedo ser tu arma, si consigues que vuelva a la vida.

La miro con seriedad.

No voy a repetirlo, pero sé que eres inteligente y que escuchas. Sé que no te caigo bien, pero sólo por esta vez, si la arquera acepta, te ofrezco mi ayuda para salvaros. Y me ofrezco a que ambos miren en mi interior, aunque... -niego con la cabeza- Esto no podré decirlo donde los demás respiran: Oldland me tiene sometido a la mujer de fuego, no puedo contar sus verdaderos secretos, pese al cambio de la niña. Cada uno, cada uno.

Señalo con el índice hacia ella y hacia la arquera de nuevo.

Si ambas decidís confiar en mí... haré justicia de la historia. Tenéis mi palabra. Con suerte, al volver, esa sumisión se romperá.

Y dicho esto, vuelvo a mirar a ambas, sabiendo que les estaba pidiendo demasiado, pero dadas las circunstancias... era lo más creíble.

Olenna aún permanece atenta, esperando a que lleguen las palabras del chico de las cartas o, en su defecto, a que alguien muera. La noche se acerca y en este lugar ella no parece temerla.

Sin embargo cuando el árabe se dirige a ella la mujer le mira por un instante. Por su expresión parece entender lo que dice, pero pensar que la están intentando tomar por idiota.

—Lo que dices es que busque cómo hacerte volver —expone, aunque parece más una pregunta—. Y que si vuelves será con su historia —enuncia, señalando con la cabeza a Yaiza—. Para eso, ¿por qué no vuelve ella? Ha ayudado más. Todos confían más. Lo merece más. Ella no ha mentido, tú sí.

Ladea entonces la cabeza.

—Pero habla de la de fuego —dice interesada—. ¿Os reuníais en una cabeza? ¿Cómo era?

Es muy simple: si miento, lo sabréis. Y si quieres cazar a la que grita, soy vuestra arma. Estoy intentando hacer las cosas bien, quienes no confían irán por mí... y la que grita morirá.

Digo, mirándola directamente.

Semillas, o la que grita. El tiempo sigue.

Me encojo de hombros, la exhaltación del momento se ha desvanecido lentamente.

No era una cabeza, era un lugar, o eso creo. Hize lo que hize por que estaba sometido, no más, no menos.

Vuelvo a la hoguera para tomar un poco de calor.

No puedo cambiar si ella no está aquí. Ella tiene que querer. ¿Qué necesitas saber de la mujer de fuego?

Pregunto, con un un matiz tranquilo en mi voz.

-Árabe, hablas demasiado. Tus ansias de volver a la vida te están consumiendo-repliqué fugazmente.

Abrí los ojos despacio tras mi breve descanso. Me levanté con serenidad.

"Y seríamos dos viviendo tu historia. Suena...casi místico". Esas palabras me hicieron reflexionar...¿tan fácil era que sintieran en primera persona mi paso por la vida? era extraño a la par que seductor. Nunca había compartido mis secretos  más íntimos y oscuros con nadie. Seguro que de estar viva hubiera notado el vuelco de mi corazón.

Sorprendiéndome ante la inesperada efusividad de Dyehuty, le miré atentamente.

Al ver la pluma que me mostraba, desvié los ojos hacia ésta. 

Sin dejar de mirarla me dirigí a Olenna - no me importa volver, ni siquiera sé si lo merezco o acaso lo quiero. En éstos momentos sólo me importa descubrir más sobre los demás...quizás me ayude indirectamente su propuesta.

Como si tuviera una lámpara mágica ante mí, me sentía totalmente atraída, pues ¿qué podía perder? no me importaba hablar de la verdad cuando ya no tenía sentido nada.

- Te ajusticié - seguía sin mirarle a sus pupilas - recuerda que confío en Sargaghas. Yo mantengo el veredicto de que eres semilla...sin embargo...- cogí la pluma con una mano y agarré una flecha con la otra.

Dejando aquella frase en el aire apoyé el filo del frío metal sobre mi piel. Me rajé, generando una pequeña herida que pronto descubrió su interior, su fluidez.

Mojé la pluma con suavidad y se la devolví.

- Tuya es.

Alzando por fin mis ojos y dirigiéndome de nuevo a la Grovehn del bastón y al árabe, les reproché - dudo que la que chilla sea semilla. Habla mucho y acusó a Deidre...es inocente. Por lo menos para mí.

Ladeando el rostro y dejando caer la sangre a la tierra que tenía justo bajos mis pies, esperé.

Continuaba disfrutando de la compañía de Alastor a través de suaves caricias, escuchaba la conversación pero no me apetecía hablar. Estaban inmersos en una situación de la cual nada tenía que ver y al parecer, como era de esperar, el árabe intentaba manipular los hechos a su conveniencia. 

Incluso cuando Yaiza me respondió, torcí el gesto y asentí, no tenía algo memorable para decirle. De momento me encontraba bien así y seguiría en ese plan hasta que suceda lo contrario. 

-Yaiza... yo...-  traté de hablarle mientras conversaba con el árabe, pero me dí cuenta que quizas nada de lo que dijera sería razonable explicación, por lo que solo moví la cabeza mostrando verguenza- lo siento...- me senté en el suelo y agaché la cabeza.

Y acorde con lo que debería ser un amanecer entre los vivos, volvió la esencia de Nói... y aparecía nueva en aquel lugar, Fiona... un alma más...

Miro a los nuevos en llegar con decepción. -Bah, esto no ayuda a tomar ninguna decisión.- Sonrío y apunto con la mano a las llamas, como si fuese una pistola. -No voy a matar a Vyka, no me cae tan mal como para ello, y además, no considero que la nigromancia sea algo tan malo, si es que es lo que está haciendo.- Cierro un ojo, como apuntando mejor, y justo entonces... -Bang.-

Con la llegada del amanecer en este lugar se forman de nuevo esas esquirlas plateadas que muestran lo que sucede en el mundo de los vivos. Pueden verse los dos muertos, y conforme Olenna despierta el calor del fuego vuelve a crecer.

Siente, más que oye, a los recién llegados. De inmediato les da la bienvenida, invitándolos a unirse a los demás. Alrededor de la fogata hay un sillón como aquel en el que el falso rey los había recibido, y tanto él como Deidre están sobre él: él en el asiento, ella en el brazo. La mujer flotante hace levitar una cerveza oscura y en el suelo, cerca de donde se encuentra el chico de las cartas, hay un trozo de cuero con distintos tipo de droga, así como un montón de botellas. En el ambiente suena una música agradable, que contrasta con el resto del ambiente.

Tras dar su recibimiento a la mujer de fuego y al oriental Olenna escucha las palabras del chico de las cartas y hace un gesto con la mano, quitándole importancia a lo que dice.

—Lo que quieras —enuncia—. Cada uno, cada uno. Te equivocas. Te equivocas mucho. Piensa  lo que dije cuando llegaste la primera vez. Antes falso, ahora... —Se encoge de hombros antes de repetir— Pero cada uno, cada uno. Si vuelvo, bien. Si no, bien también.

Nói abrió los ojos y observo de nuevo ese lugar tan familiar y negó con la cabeza, mientras que su gorra descansaba en su pecho, arrugada por ambas manos.

Dirigió, su mirada a Olenna y negó ligeramente decepcionado, antes de caminar hasta Katalina, de manera inconsciente.

-Ya te dije que no tardaría mucho en volver. -La "saludo" preguntándose por un instante si su erizo estaría también con él.

Tomo la pluma cuando me la ofrece la arquera, de un modo casi ritual.

No hablo mientras ella habla, sencillamente escucho, con algún que otro asentimiento ocasional.

Recuerdo que me ajusticiaste, pero ha llegado el momento de mirar para adelante. Gracias...

Miro la pluma y la guardo entre mis ropajes.

... por la oportunidad. Tomaré tu historia... y haré lo posible por ser digno de tu sangre.

Le sonrío con amabilidad. Niego lentamente después.

Aunque no sé cómo te ayudará.

Pero entonces las muertes del amanecer. Miro a las figuras recién llegadas.

Seré libre, si vuelvo.

Enuncio, como un hecho objetivo de los acontecimientos. El hombre de ébano parece querer disculparse con la arquera, de modo que me echo a un lado para darles... algo de espacio y de intimidad, no sin antes dedicarle una mirada intensa a ella.

Ya un poco más alejado de los demás, me limito a escuchar, sentándome en el suelo con un gesto tranquilo, observando la sangre bajo la arquera.

Fiona caminó confusa, no sabía donde estaba y sentía su cuerpo extraño, como si no pudiese recordar nada... pero al ver el fuego se sintió rápidamente atraída hacia el... el fuego era parte de su esencia, lo que le daba su poder, lo que la hacía ser ella. Con fuerza renovada camino hacia a la hoguera... ahora lo recordaba todo.

- ¿Qué tal chicos?- saludó recuperando su chulería innata- ya era hora de que os trajese un poco de estilo y glamour ¿verdad?- sonrió taconeando confiada, moviendo sus caderas de manera acompasada y elegante, como si aquello de la muerte no tuviese importancia ninguna- por lo menos no me han desmenbrado sólo desangrado... un detalle- se sentó lo más próximo al fuego... -¿alguien tiene tabaco?- dijo dándose cuenta de que no llevaba el bolso- creo que no pude contestar varias preguntas- miró a Olenna con toda tranquilidad- contestaré a todo lo que quieras, querida... tengo todo el tiempo del mundo... sí, llegué a compartir una especie de dimensión con nuestro amigo el árabe, no llegué a referirlo porque la niña estaba muy pesada acusándome y quería tiempo para preguntar a mis llamas, es en determinados momento cuando puedo hacerlo... por eso no he podido atender los deseos de Theora, de todas formas, lo único que puedo añadir es lo que dije antes de que dejaran más tiesa que al mojama... lo siento... en serio, ¿Hay posibilidad de poder hacerme con un paquete de cigarrillos? me los he ganado...

Y mientras el alma de Yaiza parecía de nuevo escapar... la presencia de Olenna se hacía más corporea a cada segundo, cada vez más... como si ahora ella también estuviera con vosotros de verdad allí.

Se encendió su ultimo liado, mientras observaba la presencia de Olenna.

-¿A sido el chico de las cartas Olenna? -Pregunto ante la evidente muerte de ella.

De pie cerca del fuego Olenna escucha las palabras del oriental, y le dedica un asentimiento. Se puede notar que está ligeramente tensa.

—En la cabeza de la que grita preguntan por qué te mataron —expone. Parece a punto de decir algo más, pero calla. En lugar de hablar presta atención a la mujer de fuego, y cuando ella solicita la caja de cigarrillos Olenna hace un gesto con la mano, haciendo que aparezca entre los dedos de la Melknhar.

—No necesitas fuego —enuncia señalando lo evidente. Y un instante más tarde todo se congela. Sobre el fuego una vez más esas esquirlas plateadas muestran lo que pasa fuera, enseñando a todos el regreso de Yaiza... Y la muerte de la propia Olenna. Ella se lleva una mano al pecho, sintiendo cómo su propio latido desaparece y sus pupilas se contraen mientras tanto hasta ser sólo la cabeza de un alfiler.

Le falta la respiración. Durante unos segundos le falta. Y luego, cuando vuelve a exhalar, lo hace de una manera obligada, no por necesidad. Entonces el frío de la muerte empieza a extenderse por el lugar, traído por una brisa que no viene realmente de ninguna parte. En cuanto ese frío roza la hoguera esta se apaga, dejando sólo las brasas incandescentes de lo que pudo haber sido y quizá no volverá a ser. Y Olenna alza la vista, visiblemente impresionada.

Todo empieza a deshacerse alrededor. Los árboles. El bosque. El propio sillón del falso rey. Todo se disipa como convertido en polvo, o en arena, y no pasan más que unos segundos hasta que todos pueden ver cómo efectivamente las cosas no son más que eso: arena. La música que reinaba en el lugar empieza a deformarse hasta convertirse en el sonido del viento, y en cuanto cualquiera de los presentes mira alrededor lo único que ve es desierto. Desierto y ruinas.

—Ha sido —confirma en un murmullo entonces en respuesta al viejo. El aire azota tan fuerte que cuesta ser oído, y los granos de arena que trae normalmente dañarían su piel, pero el dolor ahora mismo no es más que una palabra perdida. Olenna conoce ese lugar mejor que la palma de su propia mano. Después de todo, es su cabeza. De modo que alza la vista y, sin decir nada, echa a andar hacia una de esas ruinas cercanas. De camino deja caer el reproductor de música que su asesino le había prestado, sin quedarse a mirar si llega a enterrarse en la arena. Sólo espera resguardarse del viento.

Y de repente todo a nuestro alrededor cambia radicalmente...

La realidad es que no existía un sillón, ya no estábamos sentados sobre él y todo era desolación. Aún aferrada al Grovehn (Alastor) observo todo a mi alrededor ya que efectivamente, la muerte de Olenna me había caído fatal y el regreso de Yaiza me dio bronca, una imposible de ocultar incluso. 

- ¿Por qué tu? ¿Y por qué regresa? Es su tercera vez y no ha hecho nada relevante. - pregunto y afirmo en un tono ofuscado a Olenna, ella generalmente era quien respondía a mis dudas y me daba claridad en la mayoría de los asuntos. - Quiero creer que ha regresado para traerse a Vyka. ¿no? -  continuo indagando, demasiado silencio para algunas cuestiones. 

Contemplé como todo lo que había a nuestro alrededor se fue disipando lentamente, como si de humo se tratara. Al cabo de un instante el paisaje que nos rodeaba había cambiado completamente, dejando un páramo sombrío y desértico. Miré a mis roedoras, que ante la presencia de Olenna denotaban inquietud.

-Parece que tus idas y venidas de un mundo a otro han dado a su fin.-Mis palabras retumbaron en el aire. Nunca había confiado en aquella muchacha que transmitía información selectiva de un lugar a otro. Quizás no fuera una semilla, pero su poder la había protegido durante demasiado tiempo.

El cuerpo de la arquera abandonó el lugar. Un sentimiento extraño recorrió mi cuerpo cuando esto ocurrió. No sabía si era felicidad o tristeza. Había compartido algunos momentos con Yaiza, pero su inocencia no me quedaba del todo clara.

Me quedé apartado del resto de los allí presentes. -Pronto todo dará su fin y el tiempo pondrá a cada uno en su lugar. Yo mientras tanto, esperaré acontecimientos, como he hecho siempre.

Olenna no detiene sus pasos al escuchar los comentarios de la chica del lobo, ni los del hombre rata. Camina con resolución, decidida a no hacer nada por calmar el viento o la arena que los golpea.

—Ha hecho dos cosas relevantes —dice sin llegar a mirar a la Eve—. Descubrir semillas. Amigos —enuncia en un tono cortante, aunque es evidente que no es por estar molesta con ella—. Por eso vuelve.

—Y no, no ha regresado para traer a la que grita, aunque espero que lo haga. Es peor que las semillas.

Después de eso tarda algunos segundos en hablar. No se le escapa la actitud del hombre alimaña.

—Yo no he ido y venido. Sólo he  venido —le corrige—. Vosotros habéis venido a mi cabeza. Si no te gusta, vete.

Y entonces sí detiene sus pasos. En el otro lado se muestra ahora un nuevo sello, y en este lugar las esquirlas plateadas toman forma sobre la cabeza de todos, en el cielo. Olenna lo mira por un momento antes de hablar a la mujer que flota.

—Tus luces —enuncia con seguridad—. ¿Qué dicen?

- Gracias cariño...- le dijo a Olenna cuando esta le proporcionó el paquete de cigarrillos, Fionna se apresuró en coger uno y encenderlo chasqueando sus dedos- efectivamente... el mechero lo llevo de serie- comentó divertida dando una calada, mientras lo hacía observó como Olenna se materializaba y desaparecía Yaiza, al tiempo que todo el lugar cambiaba drásticamente con el nuevo estado de la medium.

Fiona torció el gesto, no le gustaba aquello.

- Te prefiero entre los vivos- le dijo a Olenna

Y justo cuando iba a decir algo más intervino Sargaghas, la señora del fuego lo miró deteniendo el recorrido de su cigarrillo.

- ¿Aún tenéis dudas del bando al que pertence la chica del palo y la labor de Yaiza? es increible... por eso nos van a matar a todos- dio finalmente al calada- no podemos ser más idiotas...lo único que lamento es no haber atinado mejor con el objetivo de mis llamas... debería de haber mirado a otros- se reprendió con la mirada perdida, animada únicamente por el fuego del cigarrillo.