Partida Rol por web

Al acercarse Willow al edificio con el águila, tuvo la misma sensación de pertenencia, como si aquella estructura ululase y entrara en consonancia con su espíritu, pidiéndole a la cría que se quedara allí con los suyos, o al menos eso era lo que parecían percibir los niños cuando se acercaban a los edificios de sus casas. Al concentrarse en que debía existir una puerta, la pared pareció hacerse más sólida aún, expeliendo una sensación de montaña inamovible, como una tortuga que se mete más aún en su propio caparazón.

Fue a partir de la revelación de Orsolya que empezasteis a ver de distinta forma a las criaturas que poblaban aquella ciudad. La alegría que flotaba por parte de los ciudadanos parecía ser exagerada, tanto que podía incluso semejar una pantomima para los espectadores que acababan de llegar. Como si la luz que les cegara fuera el foco de un acto inicial antes de comenzar una obra de teatro, levantando el telón y con los actores jugando sus papeles a la perfección. Incluso ahora al pensar en la sonrisa de Candy, os recorre una sensación fría, pues su rostro más que candidez reflejaba hambre.

Mientras, todos los entes etéreos siguen como si nada, a la suyo y sin embargo hay una pauta, pues aunque todos los edificios tienen cierta concurrencia, hay uno en especial que no la tiene: un edificio chato, semicircular, que en una ciudad cualquiera podría haber sido el consistorio. En ese edificio no solo no entraba ni salía ninguna de las criaturas, sino que parecía que todos tratasen de evitarlo, como si no existiera en aquella ciudad perfecta. Por lo demás era igual que el resto de edificios, sin accesos.

Escuchó lo que Willow y Orsolya tenían que contar. ¿Dementores? ¿Las criaturas más espantosas que existen sobre la faz de la tierra? Con razón Asterope se sentía tan mal a su alrededor. Decidió fijarse en ellos, entonces. Desde luego su forma de ser parecía de todo menos natural, como si lo tuvieran preparado. ¿Y cómo era posible que esa “gente” estuviera tan alegre? Recordaba la risa de la chica a la que Matt había parado. No le había gustado e incluso ahora que ya se había marchado seguía provocándole escalofríos.

Asterope vio cómo Willow se concentraba en una de las paredes para intentar abrir la puerta. Nada apareció. Obviamente. La Slytherin ya les había dicho que los huecos se ocultaban si fijabas tus ojos en ellos. ¿Habría un acceso también en “su edificio”? Se acercó un poco y miró a otro lado, disimuladamente, como si no se hubiera fijado en que había un rascacielos con una serpiente. Efectivamente, lo mismo que antes. ¿Estarían destinados a meterse cada uno en su sitio?

No le hacía gracia quedarse sola, aunque tenía curiosidad por saber qué albergaba su interior. Claro que entrar allá donde podía verse acompañada de cientos de primos de dementores... Movió rápidamente la cabeza de un lado a otro, para quitarse el miedo de su cuerpo. No, tenía que ser valiente. ¿Acaso no estaba deseando actuar y vivir aventuras emocionantes para centrar su mente en algo que no fueran los acontecimientos de hacía unos días? Rodeada de total tranquilidad y seguridad no lo conseguiría. Necesitaba algo más.

Así que fue caminando hacia el edificio coronado por la serpiente de su casa, fingiendo ser una distraída turista que miraba a todos los lados en busca de alguna señal para ubicarse. Y ahí estaba el hueco, que distinguía todo el rato por el rabillo del ojo-. Veo la entrada -anunció en voz baja. A medida que iba acercándose notó lo que Matt y Willow habían comentado. Sintió que debía entrar en él, pues a él pertenecía. Y esa sensación le impidió fijarse en otros edificios, ni siquiera en aquel que parecía no existir para los entes etéreos, pues la atracción era suficiente como para distraerla de cualquier otra cosa.

Y, entonces, se encontró a un metro escaso del acceso. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no fijar la mirada en él, o desaparecería. Dio un paso y estiró el brazo para intentar meterlo por el hueco. Antes de meterse entera, debía probar que las puertas existían de verdad. Si entraba, significaría que su mente no le engañaba.

Dementores, la sola palabra ya sonaba mal. Matt, que ya pensaba que ese lugar era siniestro y que ya solo de estar allí no se encontraba a gusto, ahora estaba más convencido de que debían de huir. Se sentía algo confuso por estar cerca del edificio con un tejón como figura, y al oír lo de los dementores casi se desmaya.

No soportaba nada que tuviera que ver con ellos ni con los magos oscuros. Le aterraba la idea de estar rodeados por seres que estaban relacionados con ellos. Si antes quería probar suerte con la versión que allí había de su Casa ahora esa idea estaba eliminada de su mente de forma completa.

Se alejó de ese edificio que le "llamaba" y se dio cuenta de que los entes etéreos evitaban una zona, y aunque disimularan bien, era evidente que no les hacía gracia porque ninguno se acercaba a él ni de casualidad. Era allí donde debían ir, tuviera accesos o no. Así que intentó coger a Asterope de la mano para alejarla del edificio con la serpiente.*

-No creo que debamos ir por ahí... habrá muchos seres de esos. Podemos probar a visualizar la puerta y entrar, sí, pero en aquel edificio de allí.

Señaló lo que parecía un consistorio. Y lo intentó mirar de reojo, para ver la puerta. Se esforzaría hasta que dolieran los ojos para ver donde estaba colocada y visualizarla en su mente. Una vez visualizada iría allí, de frente, aunque no la viera, aunque la imagen solo estuviera en su cabeza. Golpearse en la nariz con un muro era poco pago para intentar salir de allí.

Cuando Orsolya compartió con el resto la información que sabía, Willow tomó aire y se quedó durante un momento como paralizada. Dementores. De repente, la imagen que tenía de aquel lugar, que aunque no era un cuento de hadas, tampoco era desagradable en absoluto, se transformó en lo que realmente era, un lugar poco seguro en el que tendría que andarse con mucho cuidado. Apretó los labios entre sí al darse cuenta de lo ingenua que había sido. A veces vivía demasiado en su mundo.

Tras los momentos de incomodidad, y aunque esta no desapareciese del todo, se centró en el edificio del águila y aunque no sirvió de nada el concentrarse en su puerta, si que fue consciente de aquella especie de energía que irradiaba aquel lugar. Realmente era fascinante. Se sentía aún mejor que en la torre de Ravenclaw. Pero no podía ser, no podía quedarse sola allí, no era seguro, ni inteligente.

No, Willow. No. Su mente se lo repetía a sí misma una y otra vez, tratando de hacer calar hondo la idea de que adentrarse en aquel edificio era totalmente suicida. 
Cerró los ojos concentrándose y decidió por fin, no con poco esfuerzo, separarse del edificio con el águila y acercarse a donde se encontraban sus compañeros. Aquel edificio que hasta ahora no había llamado lo suficiente su atención y que todos aquellos entes parecían evitar.

- A lo mejor si que es este el lugar... -Se colocó cerca al igual que sus compañeros, sin mirar el edificio directamente, pero igualmente se concentró en él e intentó hacer lo mismo que Asterope, acercando su brazo a donde se suponía que estaba la puerta. Si el edificio tragaba a la Slytherin, al menos no estaría sola.

Todo aquello era tan extraño que Orsolya prefirió no acercarse al edificio coronado con el tejón. Había visto el gesto que habían puesto sus amigos al acercarse a sus pseudo salas comunes y no le había hecho ninguna gracia. Aquello se parecía demasiado a la forma de actuar de las garzas o las cornejas, que usan migas de pan para atraer a los peces y zampárselos, o los mochuelos que recogen heces para usarlas como cebo para uno de sus mayores manjares, los escarabajos peloteros. No quería sentirse tentada a entrar en aquella especie de tejonera, pues no sabía si luego podría salir. Se le pasaba por la cabeza una imagen de entes incorpóreos alrededor de una mesa, afilando sus cubiertos esperando ansiosos la llegada de la carne magra recién llegada a La Ciudad.

Asistió horrorizada al intento de Asterope de entrar en el cubil de las serpientes y corrió para ayudar a Matthew a obligarla a marcharse de allí. No permitas que el canto de sirenas te atraiga, Astro, intentó convencer a la niña.

Aunque Willow y Matthew se habían dado cuenta que quizás el mejor destino era el edificio al que ninguna de aquellas criaturas se acercaban, Asterope estaba claro que tenía otra idea sobre lo que había que hacer...

Asterope notaba un agradable sensación en la mano que había metido a través de la puerta tímida, como la había llamado ella. Era la sensación de acercar una mano fría al calor del hogar. Las ganas de seguir adelante eran enormes y las posibilidades de salir de aquello muy bajas.

Asterope escuchó lo que Matt decía, pero no miró donde había señalado. ¿Cómo no iban a tener que entrar en los edificios de sus casas? Notó que su mano le cogía la de la niña. Ella le apretó un poco, gesto que para ella significaba "todo va bien, tranquilo" y se soltó. Pero no fue el único que intentó detenerla. Orsolya se acercó a ella rápidamente para advertirle contra los cantos de sirena.

Para entonces, los dedos ya habían traspasado el umbral de ese acceso. Y no pasó nada espantoso. Al contrario, notó en su mano una calidez que pocas veces había experimentado. Ya no había duda al respecto: Ese lugar era seguro y era parte de la misión que entrara ahí. Intentó hacérselo entender a la niña.

- No, Orsolya, no son cantos. Yo lo siento aquí -Se llevó la mano libre al pecho, sin dejar de mirar de reojo la puerta del edificio-. ¿No lo sientes tú también cuando te acercas al tejón? Y está cálido, me da la bienvenida.

Pero aunque hubiera intentado razonar con sus compañeros, ellos no parecían convencidos. Asterope no sabía si la dejarían continuar con sus planes o si seguirían intentando detenerla.

Él sabía por lo que estaba pasando Asterope, porque él mismo había sentido la misma sensación. Incluso recomendó a los demás chicos que entraran en los edificios con los emblemas de sus casas.

Así que se sintió responsable por lo que pasó después. La alumna de las serpientes no se contentó con acercarse al edificio como hizo él... ella calló de pleno. Y cada vez era más evidente que se trataba de  una trampa. La relación entre los entes y los dementores, los seres más peligrosos del mundo mágico si le preguntaban a Matt, parecía estrecha.

Entre la responsabilidad que sentía y que Asterope le caía bien, abandonó la idea de entrar en el edificio solitario de momento para ir a socorrer a Asterope. Si entraba allí la cosa sería muy grave, y él no estaba seguro de que hubiera solución.

-No, Asterope, ¡huye!

Esta vez le cogió del brazo con más fuerza, tirando de ella, intentando que bajo ninguna circunstancia se adentrara en el edificio.

Cuando Willow por fin se dio cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo allí, echó a correr en dirección a Asterope y ayudando a Matthew trató de tirar de la niña.

- ¡Asterope, ahí hay dementores!

Tiró con todas sus fuerzas del brazo de la pequeña, que no parecía dejarse convencer por lo que le decían sus compañeros. Aunque de algún modo Willow la entendía. Ella no había caído del todo en la trampa de el edificio con el águila, pero aún así se había sentido bien. Ella misma podría estar en el lugar de la Slytherin.

La cara de Asterope era como la de los feligreses que salían de su parroquia tras creer haber hablado con su dios, como cuando Sara rezaba a su amigo invisible y entraba en éxtasis; la cara de Simbad escuchando a las sirenas por primera vez o la suya propia cuando entraba a una tienda de telas. Entendía que nada podría conseguir arrancarla de las fauces de los entes etéreos si su voluntad no era firme.

Mientras Willow y Matthew tiraban de ella, Orsolya se acercó más a Asterope, tratando de convencerla. No, no te da la bienvenida. ¡Lucha contra tus deseos!

Aquel edificio parecía una casita de esas Raid para matar hormigas, no podía dejar que su amiga entrara. Apretaba la varita que tenía en la mano sin saber si debía tratar de lanzar algún conjuro contra la pared, sobre Asterope o sobre las sombras que se iban acercando...

Asterope estaba totalmente encandilada, convencida, y si hubiera estado ella sola su cuerpo habría entrado en el edificio que tanto vibraba con su alma, prometiéndole un hogar mejor del que podía encontrar en Swansea. Los entes etéreos se habían dado cuenta de la pugna de la niña y sus amigos, e inconscientemente se habían ido acercando, atraídos por el olor, por la promesa...

Desprovista de voluntad, fue la ayuda conjunta de Matthew y Willow que consiguió tirar de Asterope, luchar contra ella, no solo forzando los deseos de la pequeña sino también el deseo de toda La Ciudad que había conseguido atraparla, y con un ¡plop! sacar su mano de la puerta tímida, puerta deseosa, la puerta de las promesas vanas.

La mano de Asterope estaba desollada, de un color rojo escarlata cubriendo partes del blanco de los huesos. Sin uñas, las falangetas descarnadas bailaban como si la extremidad de la niña no la perteneciera. Aún lo que significaba aquello y su simple visión repulsiva, lo cierto es que no dolía. La sensación era de un ligero hormigueo, como si la mano estuviera dormida.

Los entes se quedaron quietos, extrañados ante lo ocurrido. No era posible que hubiera conseguido escapar de aquello. Empezaron a moverse más rápido, abalanzándose sobre los pequeños y traspasándoles. Las casas no fallaban, nunca fallaban.

Matthew tiraba y tiraba de la alumna como si su vida estuviera en juego. Por un momento incluso pensó que le estaría haciendo daño, pero ni aun así dejó de tirar. Sabía que a Asterope no le importaría un poco de dolor para salvar su alma... y si a ella le importaba, a Matt no. No iba a dejar que a nadie le pasara nada mientras estuviera él. Era tímido y le costaba hacer amigos, pero cuando comenzaba a hacerlos no los dejaba marchar tranquilamente.

Y parece que con ayuda de Willow lo consiguió, Asterope no entró en el edificio. No se podría decir que saliera intacta, pues su mano estaba bastante herido. Su hermana Jessicah, aunque fuera mayor que él, se habría desmayado al ver aquella sangre y hueso que ocupaban el lugar donde ella tenía antes su carnosa mano.

Pero eso no fue todo, los gritos y la lucha llamaron la atención de los entes, que hasta ahora debían pensar que iban ganando. Cuando vieron que eran huesos duros de roer, se encabritaron.

-Tenemos que entrar en el Consistorio como sea- dijo mientras era atravesado por uno de esos seres y sentía el despreciable calor que emitían- es la única salida.

Asterope no entendía por qué todos luchaban para que no entrara. ¡Si ellos sintieran lo que ella estaba sintiendo en su mano! Al final, la niña no pudo resistir la fuerza conjunta de sus compañeros, que acabaron alejándola y sacando su mano de la puerta. Cuando vio toda la sangre, arqueó las cejas mostrando sorpresa. Nada más. Es verdad que en el primer segundo se asustó, pero, al comprobar que no sentía dolor, se le pasó. Estaba en modo temerario, así que un miembro desollado no parecía significar mucho para ella. Notaba un hormigueo, pero ni escozor ni quemazón... Qué extraño.

No tenía uñas y le costaba tomar el control de sus dedos, como cuando se te quedaba dormida la mano. Pero después de tantas lesiones vividas y tanta sangre vista, tanto suya como ajena, no sintió repulsión. Aunque sí que volvió el miedo que se había apoderado de ella el primer segundo. No mucho, pero lo suficiente como para comprender por fin el peligro de esos edificios y para sentirse agradecida por la ayuda que le habían prestado aquellos con más voluntad y visión que ella.

- Si hubiera entrado ahí, me habrían desintegrado entera. Muchas gracias por quedaros conmigo y evitarlo –Dejó de mirarse la extremidad para mira a los tres niños que la acompañaban. Esa gente, a la que no conocía demasiado y que ni siquiera eran de su misma casa, le habían salvado la vida. Pensó en dedicarles una sonrisa, pero de esas andaba demasiado escasa y no pudo forzar su boca-. No sé qué me ha pasado, era tan... atrayente.

¿Qué pasaría con la mano? ¿Se quedaría así para siempre? ¿Encontrarían algo con que curarla? Ella tenía conocimientos básicos de primeros auxilios, pero no estaba segura de que sirvieran para ese tipo de heridas.

- ¿Consistorio? –Levantó la cabeza y, esta vez, distinguió el edificio. También percibió a los entes etéreos intentando atacarles. Por suerte, no podían hacerles nada-. Sí, estoy de acuerdo, Matt. Salgamos de aquí cuanto antes –Desde ahora, dejaría que los demás tomaran las decisiones. Claramente, ella no estaba en condiciones de hacerlo. Echó a caminar, cerrando los ojos cada vez que uno de esos seres la atravesaba y moviendo su mano en carne viva para intentar deshacerse de ese molesto hormigueo.

Supiró aliviada cuando vió que entre ambos lograron sacar a Asterope de allí, lo que fue una auténtica sorpresa fue darse cuenta del estado del brazo de la pequeña. Willow se quedó boquiabierta y señaló el brazo de Asterope. Ella se había dado cuenta también, todos, de hecho, ¿cómo podían no hacerlo? Pero se quejaba, ni nadie se inmutaba.

Tragó saliva varias veces, y durante un momento notó como si el estómago se le pusiese del revés. Se tapó la mano con la boca y apartó la mirada de la mano.

- ¿Seguro que estás bien? -Preguntó, nerviosa. Por si fuera poco lo del brazo, aquellos entes parecían haberse enfadado con ellos. De momento no hacían más que atravesarlos, pero aún así aquello no era buena señal, no después de ver qué ocurrió tras meter una mano en una puerta.

Se puso en marcha junto al resto, y cuando llegaron al consistorio sacó la varita y apuntó al brazo de Asterope. Aunque no mirase directamente el brazo de la niña, no podía quitarse de la mente esa visión.

- ¡Ferula! -Y de la varita de Willow salieron unas cuantas vendas que parecían dirigirse hacia el brazo de Asterope, aunque justo antes de envolverse alrededor del brazo de la Slytherin, cayeron y desaparecieron.- Rayos...

Cuando finalmente consiguieron sacar a Asterope de la trampa, Orsolya se llevó las manos a la boca. No era por el horror de la visión, sino tan solo por la sorpresa. Era cierto que una herida como aquella nunca la había visto, pero sí que había vivido cosas desagradables por culpa de su hermana, que a veces actuaba sin pensar en las consecuencias; señal de ello era la última herida que tenía cerca del hombro y por la que casi se desangró, gracias a Kelly y Erzsébet pudo llegar a la enfermería, dado que los hermanos Knower prefirieron no asumir responsabilidades.

Miró a Asterope a la cara y vio que el gesto de paz interior, aquel sentimiento de pertenencia parecía haberse evaporado. Parco consuelo era saber que una mano desollada era poco para lo que podía haber ocurrido. Al menos parecía que no le dolía o que la niña era tan resistente que podía aguantar el tremendo dolor que debía estar causándole aquello. Willow trató de conjurar las vendas del Ferula, pero pareció que el conjuro no funcionaba en aquel lugar.

Empezaron a moverse en dirección al consistorio, aguantando las embestidas de aquellas criaturas que parecían fuera de sí y que poco podían hacer por retenerles. Orsolya trató de lanzar varios de los conjuros de su repertorio de hechizos de duelo, pero ninguno funcionaba en aquel lugar.

Impelidos por Matthew y con la niña de la mano roja en cabeza, los niños corrieron hasta aquel lugar que parecía que los entes etéreos evitaban. Cualquier conjuro que trataran de usar para alejar a sus atacantes no funcionaba y aunque realmente era desagradable el ser atravesado por ellos, lo cierto era que no causaban ningún daño aparente. En realidad cada vez que alguno de ellos atravesaba a uno de los pequeños, se llevaba consigo parte de la energía vital de los pequeños, algo que podrían haber disfrutado teniéndoles encerrados en los edificios, ahora se veían obligados a tomar por la fuerza y poco a poco.

Frente a los niños se había formado una barrera de aquellos fantasmas, impidiendo que pudieran llegar hasta el consistorio, mientras los perseguidores seguían recurriendo a su táctica de irles matando poco a poco. Si pudieran atravesarlos, quizás podían ponerse a salvo.

La idea que tuvo Willow le pareció estupenda. Una pena que no hubiera funcionado. Probablemente algo seguía bloqueando parte la magia de los niños. Aunque no le molestaba la visión de su mano y no parecía que estuviera perdiendo mucha sangre.

Efectivamente, comprobó que sus conjuros no parecían hacer efecto. Desde su Nox y el Finite Incantatem de Willow, no habían vuelto a probar su varita y, ahora que la necesitaban, había dejado de funcionar. Asterope se unió a Orsolya e intentó lanzarles varios Flamines y Agotattems con su mano izquierda, la sana, pero nada.

La buena noticia es que esos entes no les hacían daño. Y Asterope esperaba que siguiera siendo así, porque frente a la puerta del consistorio se habían agrupado un montonazo de ello. Ahí hay decenas. ¡Más de cien, seguro! Pero podrían con ellos. Les habían estado atravesando todo el camino y no les había pasado nada. ¿O sí? La verdad es que la pequeña se notaba un poquitín más débil que antes, aunque no sabría decir si era por la herida o por los golpes espectrales.

Dio un paso al frente. Lo hizo la primera no por valentía, pues de eso carecía bastante, sino por una mezcla de temeridad, orgullo y deber. Los demás habían resultado ser más útiles que la serpiente hasta el momento y necesitaba demostrar que si ella era una elegida era por algo. Además, por su culpa, por haber insistido en entrar en edificios que no debían, ahora esos seres los estaban atacando. Y no quería añadir más carga de pérdida a su inmadura mente. Así que tenía que actuar cuanto antes y, si al final acababan mal, no sería porque ella no hubiera puesto todas sus ganas.

¿Le daba igual el destino de sus compañeros con tal de demostrar su valía? No, claro que no. Aunque los conociera poco, no deseaba su mal por nada del mundo. Pero en ese momento perfería no pensar en el aprecio que sentía por esos niños. La vida le había demostrado que el cariño, a la larga, acaba doliendo mucho más que cualquier herida física.

Así que corrió hacia el muro de entes espectrales, esperando salir de allí con vida y alejar a cuantos "fantasmas" pudiera de los demás.

Al principio parecía que los seres no hacían nada, pero Matt se sentía algo cansado cuando estos empezaron a atravesarle. Era ahora o nunca. 

Pero habían demasiados, no se sabía si lo conseguirían. No obstante, Matt se hizo el valiente, y se lanzó contra ellos. No sabía qué sería de él, y quizá no volviera a ver a las chicas nunca más. Era el único hombre, y su madre decía que debía de cuidar de las mujeres... y fuera un acto sexista o no, lo hizo igualmente. Intentó enfrentarse al número más alto de entes que la prudencia se podía permitir.

Finalmente, antes de lanzarse a la entrada del consistorio miró a Asterope. Su entrada fallida en el edificio de las serpientes había sido el detonante de ese ataque que estaban sufriendo. Aún así no la culpaba, él mismo había sido culpable por decirles que se acercaran a esos edificios. Y ahora intentaría subsanar ese error.

Por si fuera poco el hecho de que los hechizos no servían y que no paraban de traspasarles aquellos entes del demononio, ahora resultaba que frente al consistorio se había formado una barrera de estos. Y no eran precisamente cuatro.

Aunque más cansada de lo que le hubiera parecido momentos atrás, Willow cogió fuerza e igual que sus compañeros, se lanzó sobre la barrera espectral.

Orsolya nunca había sido una niña fuerte. En los combates con piedras con los críos del barrio, Erzsébet siempre acababa siendo de las mejores, pero a diferencia de su hermana, Orsolya era poco hábil, poco resistente y un poco llorona. Eso no quitaba que la niña no fuese valiente o que incluso no fuera capaz de sacrificarse por un buen amigo. Pero cuando ante el muro de la maldición te encuentras sola y enfrentándote a muchos más de los que eres capaz, las desgracias venían solas y a veces de la mano de música.

En su cabeza sonaba una versión propia de Gloomy Sunday: "On a sad Monday with a hundred white beings; they were waiting for me, oh dear, with a lovely embrace"