Partida Rol por web

Si hubiese sido otra la ocasión, Willow seguramente se habría quedado fascinada al ver aquellas imágenes que parecían salir de una televisión muggle, pero ni tan siquiera su amor por esa cultura pudo aliviar un poco el horror que sentía al presenciar aquellos hechos.

- No, no lo es. No lo es. -Apartó la mirada de la visión de los cadáveres de sus compañeros.- No es verdad. -No podía dejarse pensar lo contrario, porque entonces estarían perdidas de verdad. Tenía que ser fuerte. Por sus compañeros, por ella misma, por sus padres y por Greeny. El puffskein no había tenido oportunidad de luchar, ella sí.

Afirmó con la cabeza ante la solución de Asterope. Aquello no podía retrasarse más, era la única opción que les quedaba, por mucho que le pesase a la pequeña. No se le daba bien nadar, y tampoco conocía ningún hechizo que pudiese ayudarla a hacerlo mejor, así que a pesar de que normalmente su cabeza estaba llena de pensamientos positivos sin importar qué, esta vez no era así.

- No des la vuelta por mi. Es importante llegar. -No tenía muy claro a dónde, pero fuera donde fuese, alguien tenía que hacerlo.

Y justo detrás de la Slytherin, se tiró al estanque.

Podría haber ocurrido muchas cosas, como que las niñas al tirarse al estanque fueran absorbidas a las profundidades y murieran, sin dejar cuerpo ni recuerdos, tan solo una cama deshecha en sus salas comunes.

Incluso que aquello fuera un portal a otro sitio y acabaran trasladadas fuera de aquel lugar. ¿Una entrada al velo, donde residían los espíritus corruptos? Mala pinta tendría eso, pero no, en esta historia eso no podía ocurrir.

Una mente prepúber llena de imaginación sería capaz de pensar en miles de resultados para la locura que estas niñas estaba cometiendo...

Pero fue algo gracioso, pues las crías pensaban estar sacrificándose, estar arriesgándose, haciendo un acto de fe. La adrenalina que había palpitado en sus venas, el corazón resonando en sus tímpanos y sus cuerpos listos para afrontar lo que viniera solo se encontraron chapoteando en un estanque de un palmo de profundidad. ¿Qué estaban pensando estas chicas?

Nada había cambiado.

Asterope había cerrado los ojos al tirarse al agua. Imaginaos su decepción al ver que no ocurría nada. No sentía agua más que en los pies y no notó que la hubieran trasladado a ninguna otra parte. Tampoco parecía que estuviera muerta, porque la mano seguía doliéndole horrores.

Abrió uno de los ojos y comprobó, para su desesperación, que seguían en el mismo lugar, metidas las dos en el estanque que tanta magia había logrado con los cuadros y con ellas no. Bueno, la broma ya está bien, pensó cabreada. ¿Acaso no iban a poder salir de ahí nunca? ¿Qué tenían que hacer para seguir avanzando? No sabía cómo se sentiría Willow, pero la pobre serpiente estaba al límite de lo soportable.

- No puede ser, no puede ser. ¿Por qué no funciona nada? –Salió de ahí y se puso a mirar como loca qué diantres se habían pasado por alto, cualquier tontería. Bueno, si es que se habían pasado algo por alto. A Asterope le daba la sensación de que alguien estaba jugando con ellos.

Cuando Willow fue consciente de que no ocurría absolutamente nada fuera de lo normal, miró a Asterope con desesperación.

Ni habían desaparecido, ni habían visto a los de la puerta XIII, ni habían muerto... ni se habían ahogado, a pesar de que cuando habían tirado los cuadros aquello parecía ser tan profundo que no podía verse su fin, cuando ellas se metieron el estanque parecía una piscina para pygmy puffs.

- No lo entiendo... -Imitó a la Slytherin y salió del estanque mirando con detenimiento aquel lugar. Se fijó en las paredes, dejó de fijarse en ellas, mirando por el rabillo del ojo por si allí también hubiese algún tipo de puerta oculta, miró los cuadros... Pero no creía que hubiese nada más en aquel sitio. ¿Podría tratarse de una ilusión en la que estuviesen encerradas?- ¡Finite Incantatem! -Apuntó al techo como ya había hecho anteriormente, aunque durante un momento dudó si hacerlo contra el estanque. El hechizo había funcionado con la luz, quizás ahora funcionase allí. Y la magia servía, porque aunque no fuese el mejor del mundo había logrado hacerle un vendaje a Asterope.

¿Qué pasaría si funcionaba? La niña se imaginaba que el techo comenzaría a deshacerse, desmoronando todo lo que veían y dejándoles ver dónde se encontraban en realidad.

Si los cuadros fuesen como los de Hogwarts, los retratados estarían riéndose a mandíbula batiente al ver primero el arrojo con el que se lanzaban las niñas a la piscina infantil, segundo al verlas chocar y casi vaciar de agua el estanque y por último al fijarse en las expresiones de las pequeñas. Pero aquellos cuadros eran simples representaciones del fracaso, recuerdos de niños perdidos en la recuperación del tiempo para que año tras año los niños elegidos los vieran colgados. Los desaparecidos del 2037, del 2036, del 2035... grupos anuales de niños que compartían algunos rasgos, como los ocho retratos del 2033 donde 6 niños y 2 niñas compartían los ojos rasgados de la escuela de Mahoutokoro, o los pequeños del 2034, blancos, de rasgos duros y bastantes más agraciados que un conocido Anthony, que les hacía identificables como alumnos de primero de Koldovstoretz. Todos los cuadros alineados, que junto a los pertenecientes a alumnos de Hogwarts, se agrupaban en series de ocho, un total de once series. Niños de piel oscura, niños de piel mulata, rubios casi albinos... 88 cuadros en total, ordenados, con solo los cinco últimos sin acabar.

Asterope por querer alejarse de las enseñanzas de su familia siempre se había interesado por cosas muggle. Y a veces en el mundo mágico cuando los conocimientos de la sociedad cerrada y dictatorial no resolvía tus dudas, ciertos recuerdos muggles servían. En la época del señor oscuro los padres magos nunca se hubieran rebajado a aterrorizar a sus retoños con historias del que no debe ser nombrado, pero en el mundo no mágico el causarle trastornos a los hijos estaba a la orden del día. Cuentos del coco, del hombre del saco, el babau egipcio, la gran oruga Awd Goggie de Yorkshirey y tantos otros bogeyman. En Quebec se aterroriza a los niños con el hombre de las siete en punto, que visita las casas a esa hora para llevarse a los niños que se portan mal y no se acuestan cuando deben, llevándoselos a su cueva para alimentarse de ellos. O el Jumbi de Guyana, que solo vive en la oscuridad, en los armarios o debajo de la cama, que se come a los niños empezando por las piernas hasta llegar al cerebro, cuando los pequeños se niegan a comer lo que hay en la mesa. Hay incluso una figura inglesa muy conocida, mucho más usada en el folklore muggle que en el mágico, de una vieja bruja reconocida por su paladar por los niños...

Willow lanzó su conjuro, el mismo que le había funcionado hacía... ¿minutos, horas? con el tiempo detenido quizás podía decirse que acababa de lanzarlo, ahora al mismo momento que entonces. Una especie de armonía, repetición que podía fácilmente potenciar su conjuro. Una breve inscripción apareció inscrita en el borde del estanque, antigua, desgastada, compleja de leer.

Por mucho que mirase los cuadros, salvo por el hecho de que estaban agrupados en series de ocho, no parecía haber ninguna pauta a seguir. Los alumnos pertenecían a distintos colegios de magia, así que, aquella misión parecía que se movía aleatoriamente por los colegios del mundo, escogiendo a sus victimas sin importarle nada más que el curso. Todos parecían de primero.

Willow dejó de lado sus cabilaciones cuando se percató de que su hechizo había funcionado. Se acercó al estanque y vio cómo en el borde de este aparecía una especie de escritura. Se quedó mirandola pensativa, tratando de recordar si había visto algo parecido en alguno de los libros que había devorado este último verano. Recordaba haber leído algo sobre diferentes escritos, pero no sabía si era lo que estaba buscando.

Asterope pensaba y pensaba sin parar. Pero tenía tantas cosas en la cabeza y, en ese momento, estaban tan mal amuebladas, que le costaba. Se paseaba mirando los cuadros. Había muchísimos, en grupos de ocho. No los contó, pero si no llegaban a cien, cerca estarían. Niños de todas las partes del mundo que fracasaron en su intento por resolver el problema del tiempo congelado.

Qué miedo habrán pasado todos ellos, pensó la serpiente, imaginando que las vivencias de esas criaturas habrían sido similares a las suyas. Miedo... Parecía que, desde el momento en que entraron en la sala circular donde los recibió Booky, todo lo que les ocurría había tenido el propósito de asustarlos, de llevarlos al límite de lo soportable. Igual que hace mi padre a veces o igual que hacen los cuentos muggles. Tanto el progenitor de la niña como las historias infantiles la llenaron de temor en ciertas ocasiones. Claro que en un caso era de forma inocente y, en el otro, con toda la intención del mundo.

Asterope no era muy aficionada a los cuentos muggles y su afición por las princesas delicadas, pero sí que había leído diferentes leyendas más terroríficas. Y había llegado a la conclusión de que los muggles eran raros. En lugar de educar a sus hijos con palabras y buenas acciones, les resultaba más sencillo asustarlos para obligarles a hacer cosas o evitar que hicieran otras. Era curioso que Asterope los juzgara de educar incorrectamente a sus hijos cuando sus propios padres no eran lo mejor del mundo en ese aspecto. Pero ahora no quería pensar más en ellos. O, más bien, no podía. Porque esos personajes y esas leyendas se le habían quedado fijas en la cabeza.

Volvió a pasar la mirada por los cuadros de esos críos que descansaban como si estuvieran dormidos más que muertos. Seguramente muchos de ellos eran de origen no mágico y tendrían sus propias pesadillas con diferentes personajes. Bestias feroces, espíritus malvados, secuestradores de niños e incluso brujas. ¡Brujas! Qué cosas tenían. Y poco sabían los muggles de ellas, que pensaban muchas veces que comían a los niños. De hecho, todos esos seres llevaban una equilibrada dieta a base de chiquillos que se portaban mal.

- Es horrible –dijo en un susurro, aunque lo suficientemente alto como para que Willow la escuchara-. Miro a estos niños, recuerdo sus cuerpos sin carne que vimos en el estanque, recuerdo lo que hemos pasado nosotras y pienso “Es como si estuviéramos en una pesadilla”. Como una de esas que nos despertaba llorando de muy pequeños por la noche. Solo que ahora la estamos viviendo. Tengo mucho... –Se giró hacia Willow, que acababa de lanzar un conjuro y miraba absorta el borde del estanque. Antes de que pudiera completar su frase con un “miedo”, se acercó a ella-. ¿Has descubierto algo?

El texto daba la vuelta a todo el estanque. Se sabía donde empezaba porque una A grande indicaba el comienzo. Las letras picudas, hendidas en la piedra que servía de reborde leían:

At three o'clock there is a shift in the air,
a bone tremblinG chill that tells you she's there.
There are those who believe time is lost,
but truth is that time will come back.
What she waNts is well known,
and year after year she always returns.
ShE longs for friends and plays with their shadows,
until she is hungry and eats on their marrowS.

Se quedó boquiabierta un momento, buscando el inicio del texto, hasta dar con la A. Se había quedado tan ensimismada que aunque escuchó la voz de Asterope, no se enteró de lo que decía. Se limitó a hacerle un gesto con la mano para que se acercara, y entonces comenzó a leer*

- A las tres en punto hay un cambio en el aire, un frío que hace que se estremezcan los huesos indica que ella está ahí. Están aquellos que creen que el tiempo se ha perdido, pero la verdad es que el tiempo volverá. Lo que ella quiere es bien sabido, y año tras año siempre vuelve. Anhela tener amigos y juega con sus sombras, hasta que tiene hambre y devora su esencia.

Tragó saliva tras terminar, pero no miró a Asterope aún, había algo más que llamaba su atención. Letras en mayúsculas. Si las tenía en cuenta todas, se formaba AGTWNSES, lo cual no tenía sentido, pero tras fijarse aún más detenidamente, se dió cuenta de algo.
- Agnes. -Miró a Asterope con cierto miedo en los ojos.- Si miras las letras en mayúscula y quitas las que se supone son el inicio de una frase, queda ese nombre. Agnes. ¿Te suena de algo?

Asterope no había terminado de leer la inscripción cuando Willow dio la respuesta al acertijo-. Guau, qué rápida –A la Bletchley siempre se le habían dado bien los acertijos, pero solía tardar un poco más en resolverlos-. Espera un momento, espera... ¿Agnes? –Aunque se había puesto con la adivinanza, no había olvidado sus anteriores pensamientos. Y relacionó rápidamente el nombre con una de las figuras que había pasado por su cabeza-. Madre mía, Black Agnes, o La Negra Agnes, es una bruja de las leyendas de terror muggles. Los muggles tienen bastante miedo a la magia y muchas veces nos usan para asustar a los niños -¿Pero sería posible que ese personaje tuviera algo que ver con todo esto? ¿Cómo era posible? Si no era más que un cuento...

Ordenó sus ideas para acceder a la historia de ese malvado ser. Y, mientras miraba el estanque, todo cobró incluso más sentido. Le señaló a Willow el mosaico-. Agnes vive en una cueva que ella misma construyó con sus garras de acero. Y en la entrada hay un árbol. No recuerdo si era una encina o un roble. Siempre los he confundido –Eran árboles muy parecidos que compartían fruto e incluso su nombre en latín era similar. Pero ¿en qué estaba pensando? No era momento para lecciones de botánica- Y... come niños. Luego esparce sus huesos y cuelga sus pieles al sol... –Cuanto más recordaba de la historia, más se asustaba.

- ¿Crees que Agnes es la que está detrás de todo esto? –Era tan irreal, pero todo encajaba-. No recuerdo que tenga nada que ver con el tiempo, pero quizás los muggles decidieron eliminar esa parte porque... no sé, porque no la entendían. 

Willow escuchó boquiabierta la explicación de Asterope. Aún le quedaban tantas cosas que aprender sobre los muggles...

- La verdad es que eso explicaría la visión aquella que tuvimos... la de los huesos. Y también coincide con el mosaico. -Señaló el estanque y se quedó tal cual, sin saber qué hacer. Tirar los cuadros no funcionaba, meterse ellas mismas allí tampoco... y no había mucho con lo que interactuar en aquella sala. ¿Habría que convocarla?- ¡Agnes, Agnes, Agnes! -El último verano había visto una película muggle llamada Beetlejuice, el protagonista, aparecía cuando se le nombraba tres veces.

Mientras esperaba a ver qué ocurría, comenzó a pensar en varios hechizos que podría utilizar en el caso de que aquello no funcionase, lo cual era muy posible, pero al menos así intentaría ganar algo de tiempo sin estar de brazos cruzados.

Lo que Willow decía era cierto: Todo coincidía. Por eso Asterope estaba tan asustada. Ese personaje era uno de los peores sobre los que había leído. Quizás habrían avanzado en su aventura averiguando quién estaba detrás de todo, pero eso no alegró a la pequeña.

Pero cuando realmente puso cara de mucho susto fue cuando Willow comenzó a invocar a Agnes. En el primer segundo sintió la necesidad de gritarle: “¡No lo hagas, loca!”, pero solo pudo abrir la boca de la sorpresa. Luego pensó que quizás había hecho lo correcto. Si Agnes era la responsable, tendrían que enfrentarse a ella tarde o temprano. Intentó recordar más cosas sobre ella, la información era poder. ¿Se sabía algo de esa bruja en el mundo mágico?

- ¿Crees... crees que vamos a poder con ella? Come niños. Muchos –Ya había olvidado el dolor de su mano. Incluso sujetaba con ella fuertemente la varita, en tensión. Y, con la otra, se agarró del brazo de Willow, a la espera de que algo ocurriera...

Agnes, Agnes, Agnes

Beetlejuice era un fantasma que solo trataba de asustar a los inquilinos que residían en su casa. Gracioso para algunos, molesto para otros, pero no peligroso.

Agnes, Agnes, Agnes

En realidad aquello podía compararse más a la leyenda de Bloody Mary, que podía viajar por universos usando cualquier superficie reflectante. Se la podría invocar allí mismo, en el pozo mágico, y nada hubiera sido peor...

Agnes, Agnes, Agnes

Como pasaba con varias leyendas, el nombre por el que se la conocía no era su verdadero nombre. Una salvaguarda popular para impedir que niños inexpertos o adultos necios hicieran lo que no debían.

¡Black Agnes!, lo que no había conseguido sacar antes Asterope al pensar en el pozo mágico, consiguió recordarlo ahora.

Pozos mágicos: inexistentes. Usados en la ficción para asustar a los niños magos que se portan mal. La leyenda más conocida es la de Black Agnes. Bajo la imagen de niña cándida su poder no conoce límites. Se dice que juega con los restos de los niños. Los despoja de cuerpo, de sombra y se alimenta de su alma. El alma de un niño es poderosa, cuanto más inocente y pura, más fuerza da. Eso hace que Agnes solo pueda con un número de niños cada vez. El empacho es su perdición. No convocar nunca.

Asterope estuvo unos segundos agarrada a su varita y a Willow, mientras esperaba que algo ocurriera. Pero no fue así. Nada ni nadie apareció. Quizás esa no fuera la forma de convocar a Agnes-. O no nos ha escuchado o lo hemos hecho mal.

Se soltó del brazo de la Ravenclaw, aunque no aflojó el puño que sujetaba la varita. Se asomó de nuevo al estanque, fijándose en el mosaico. Su mente seguía trabajando, intentando descubrir algo más. Y entonces le vino. Los pozos mágicos, ¡por supuesto! Todo el mundo creía que eran inexistentes. Pero de ahí salía Black Agnes-. Willow, ya recuerdo la leyenda de Agnes en nuestro mundo. No come niños... come sus almas. Los cuerpos los usa para jugar. Y... y tiene aspecto de niña buena para engañarnos a todos. Siempre advierten de que nunca jamás hay que convocarla.

Sin duda, uno de los peores seres con los que unos inocentes niños podrían encontrarse. Inocentes... –Ahora entiendo lo que quería decir Booky. Las almas de los niños son muy, muy fuertes. Y cuanta más inocencia y pureza, más fuerza tiene. Entonces Agnes no puede comer todas las almas que quiera, porque todo ese... no sé cómo llamarlo... “poder”, le sentaría muy mal.

¿Acaso podrían vencerla con la fuerza de su alma? Pero no podía ser, para eso tendrían que dejarse comer y eso no era buena idea. Bueno, eso lo tendrían que pensar más tarde. Ahora debían preocuparse por salir de ese lugar- Si somos tan poderosas, quizás podamos llegar nosotras a Agnes en lugar de al contrario –Señaló el estanque-. A través de ahí. Es un pozo mágico. En ese mosaico que hemos visto vive Agnes y, si ella puede salir de aquí cuando se la invoca correctamente, nosotras podremos llegar, ¿no? –No estaba segura de si lo que decía tenía todo el sentido del mundo o era la mayor tontería que había salido de su boca.

Willow esperó nerviosa, y su mano también se agarró al brazo de Asterope. Por desgracia, allí nada ocurrió, aunque para alivio de Willow, parecía que la serpiente no daba tantos palos de ciego como ella. Estaba resolviendo gran parte del misterio. ¿Seguro que no tenía que estar en Ravenclaw? Si fuese así al menos le haría compañía.

Su mirada se volvió a posar en el estanque, aunque en realidad no se estaba fijando en nada, simplemente estaba recordando todos los hechos hasta que habían vuelto.

- Quizás... -entrecerró los ojos, mirando la entrada del mosaico y luego puso el brazo justo delante de Asterope, empujándola suavemente hacia atrás.- ¡Engorgio! -Y haciendo una floritura con la varita, apuntó al mosaico. No habían podido entrar porque cuando habían intentado sumergirse, aquello no cubría absolutamente nada. ¿Y si agrandaban el mosaico? Si funcionaba tenían que poder entrar, ¡seguro!

Una esfera de luz cerúlea emanó de la varita de Willow, irradiando un rayo que impactó en el estanque. Quien sabe si la idea era agrandar el mosaico o el estanque por completo, pero había una cosa clara, que lo primero en lo que el rayo penetró fueron las aguas de poca profundidad. La luz que surgía de la varita de Willow empezó a crecer, como si tratara de combatir algo que la sobrepasase, cuando en realidad lo que estaba pasando era que las aguas mágicas estaban absorbiendo el poder de su varita, cada vez con más ansia, exigiendo más poder, exprimiendo el núcleo de su interior.

Armonía, eco, paridad, fuera lo que fuese, aquel sitio de tiempo detenido y añeja magia hizo que de la varita de Asterope también surgiera un rayo parecido, sin que la niña hubiese hecho ningún movimiento. Dos fuentes de alimentación, unicornio y dragón, que penetraban en las aguas, que absorbían todo aquello como si de un agujero negro se tratase.

Las varitas subieron de temperatura, sobrecargándose, llegando al límite de su poder, mientras las aguas seguían tranquilas, calmas, como el trozo de océano dentro del ojo de una tormenta, hasta que finalmente se quedaron vacías... Las varitas se quebraron, rotas, inútiles, gastadas de todo poder.

El tiempo ya estaba congelado, sino sería un momento perfecto para decir que el tiempo se detuvo para las niñas. Pero algunos sitios son malignos y algunos entes perversos, por lo que no hubo momento de respiro ni pausa. Las aguas del estanque empezaron a moverse hasta que se convirtieron en un torbellino, que en vez de ir desapareciendo por un desagüe, empezó a aumentar de volumen. Las aguas superaron el borde y se extendieron por todo el consistorio, golpeando las paredes y subiendo de nivel poco a poco, como si no existieran salidas, pues en realidad no existían...

Esperaba que el hechizo de Willow funcionara. ¿Sería tan fácil como lanzar un encantamiento aumentador al estanque? Miraba fijamente al agua, pero esta no parecía cambiar en nada su estado. Sin embargo, el rayo de su compañera seguía activo y cada vez más luminoso.

- ¿Qué está pasando? Es muy rar... –Pero antes de que pudiera continuar, su propia varita lanzó, sin permiso de su dueña, un chorro de luz al estanque, que tragaba ambos rayos como si de ellos se alimentara. Asterope estaba cada vez más asustada, si es que eso era posible. No había visto algo así en su vida. Claro que nada de lo que había vivido esa noche lo había visto alguna vez-. No puedo controlarlo –Decía mientras intentaba hacer parar a su varita, sin éxito.

Notaba en su mano el calor de la madera. La sensación era parecida a la de una olla tapada con agua hirviendo cuyo vapor luchaba por salir. En este caso, el poder que sostenía la niña entre sus manos era tal que el delicado instrumento no parecía ser capaz de contenerlo. Finalmente, la niña vio impotente cómo la vida de su preciada y única arma se apagaba, como si se le hubiera secado la magia, quedando rota e inservible-. Mi varita...

Una lágrima comenzó a caer por su mejilla, pero no le dio tiempo a seguir llorando, pues al instante las aguas comenzaron a revolverse y esto asustó tanto a la pequeña que hasta sus glándulas lagrimales se paralizaron. El estanque se desbordó y su nivel aumentaba, como el miedo de Asterope. ¿Qué habían hecho? Recuerda tus clases de natación. ¿Pero qué demonios pensaba? Si ella nunca había tenido clases de natación. Aprendió solita a flotar y a moverse un poco por el lago que había cerca de su casa. ¿Y si usamos los cuadros como balsas? Niña tonta, ¿no veía que eran demasiado pequeños? Además, de nada serviría ninguna de las dos ideas. Por ahí no había salidas, así que por mucho que nadaran o se subieran a un objeto, acabarían ahogadas igualmente.

Miró a Willow con desesperación. ¿Se le ocurriría a ella algo?

Sonrió cuando vió el brillo en la punta de su varita, aunque tal gesto no duró demasiado en su rostro al darse cuenta de que aquello no era normal en absoluto. La luz que salía de la varita de la pequeña, parecía ser absorbida por las aguas de aquel estanque.

Miró sorprendida tanto su varita como la de Asterope, que había comenzado a emanar luz sin que su dueña hubiese dicho nada.- Pero ¿qué...? -Notó el cambio de temperatura en su varita, y aunque en un principio pensó en soltarla, acabó finalmente agarrándola con las dos manos. No podía permitirse perder la varita, y menos aún en una situación así.

No... Su temor se había convertido en realidad. Cuando la luz cesó, su varita rompió, convirtiéndose en pequeñas astillas que cayeron al suelo. Miró con horror cómo Asterope estaba pasando por la misma situación. Aunque se había quedado paralizada, pronto se sobresaltó al percatarse de cómo las aguas del estanque comenzaban a moverse. Dio un par de pasos hacia atrás cuando las aguas rebosaron, y lo único que se le ocurrió hacer fue agarrarse a la mano de Asterope, horrorizada, al darse cuenta de lo que estaba por pasar.

Sin salida, el semicírculo del consistorio era una trampa mortal para las pequeñas. El agua no podía salir y por el ritmo que llevaba y la magia que había absorbido, era posible que llegara hasta el techo. Sin embargo las niñas tenían la opción de salir, pues las puertas tímidas aún estaban activas, pero... ¿qué podían esperar si salían? Nada bueno...

El nivel de las aguas ya les llegaba hasta la cintura y apenas quedaba un palmo para que alcanzase los cuadros colgados. ¿Qué ocurriría cuando los cinco cuadros sin rostro fueran absorbidos por aquella marea creciente?

Sintió la mano de Willow aferrarse a la suya y Asterope la correspondió. Fueran donde fueran, les pasara lo que les pasara, al menos no estarían solas. Lo peor de todo era la lentitud con la que el agua aumentaba, como si estuviera jugando con las niñas a torturarlas poco a poco, a que sintieran cada largo segundo de sus posibles últimos momentos de vida.

Asterope miraba a todos los lados. El agua les llegaba ya por las rodillas. El camisón se le pegaba al cuerpo y era horriblemente incómodo, aunque en ese momento la comodidad era lo último en lo que pensaba. Ella buscaba algo que las ayudara. Pero nada. Lo único que le vino a la cabeza era salir por donde habían entrado, pero prefería dar su vida ahogada que enfrentándose de nuevo a los entes espectrales.

Y el estanque seguía creciendo. El camisón se le subió flotando dejando sus piernas descubiertas por debajo del agua, pero tampoco le importaba mucho. Las niñas ya estaban cubiertas hasta la cintura y aún no había solución.