Partida Rol por web

-Está bien, lo intentaré otra vez...pero te portas demasiado bien. Antes lo hice fatal.

Me rasco la cabeza y releo el libro en busca de fallos en lo que he hecho para corregirlos.

-A ver...¡Lumos!

En esta ocasión la luz es bien visible.

-¡Bien! Ahora a ver si la puedo apagar...

Agito mi varita pero...lo único que consigo es que la luz ilumine al techo en lugar de al frente. Lo vuelvo a intentar tras concentrarme y respirar.

Veamos...

-¡Nox!

 -Bueno, prueba tu a ver si te sale. Si haces los dos a a primera me habrás ganado.

Tras el segundo intento tu varita se apaga y Anne suspira sorprendida.

- ¡Entonces me toca a mí! ¡Lumos!

No consigue encenderla a la primera, pero si con el segundo intento. El Nox se le resiste más y la luz parpadea sin querer extinguirse hasta el tercer intento, cuándo lo consigue definitivamente.

- ¡Yupi! Creo que aun quedan un par de horas antes de cenar, así que tenemos tiempo de sobra para practicar.

-Perfecto. Sigamos hasta que nos salga bien siempre, Anne.

Vuelvo a intentarlo, dispuesto a predicar con el ejemplo.

Poniendo a oreja en las diferentes puertas consigues dar con una clase vacía que, como de costumbre, estaba abierta. Al parecer en Hogwarts no cerraban las puertas normalmente, a excepción tal vez de las salas comunes, pues al menos sabías que la tuya iba con contraseña.

El aula es simple: pupitres, armarios con cachibaches, pizarra y mesa del profesor.

Entré en el aula y cerré la puerta tras de mí. Si iba a hacer el ridículo, no lo iba a hacer delante de nadie. Dejé limpia una pared por si pasaba algo y dejé los pergaminos con los conjuros encima de una mesa. Me preparé, adoptando una postura poco ortodoxa pero que a mí me parecía cómoda, como si esgrimiera una espada de esgrima, de lado. Focalicé todos mis movimientos en el hechizo que iba a conjurar primero, avis. Primero lo leí con calma, y luego intenté el movimiento. Me encogí de hombros. Nada había pasado. Luego cerré mis ojos y procurando seguir el movimiento de la varita indicado lancé el conjuro otra vez, esperando obtener diferentes resultados.

Te parece que va a salir algo de tu varita, al cuál empieza a temblar, parece que una pluma sale disparada y estás casi segura de que lo has conseguido... Hasta que en lugar de aves una explosión de plumas sale desde la punta de la varita llenando el espacio a tu alrededor, cómo si hubieses abierto un puñado de almohadas y las hubieses lanzado por el aire.

Sin duda eso va a costar de limpiar... Aunque siempre puedes dejarlo ahí y pretender que no has sido tú. Al fin y al cabo, nadie te ha visto.

Es la segunda vez que me pasa esto. ¿Por qué la desdicha me persigue tan tozudamente? Miré el destrozo. No quería que el karma, como lo llamaba mi padre, me jugara una mala pasada. Seguiría intentando el hechizo hasta que viniera un adulto o algún chico más grande y le pediría que me ayudara a limpiarlo. Sería lo mejor, porque viendo el estropicio iba a ser muy difícil limpiarlo sola. ¡Seguro que había algún hechizo para limpiar! Tuve que lanzar el hechizo dos veces más, pero finalmente, me salió, cuando pensaba que ya el libro me estaba tomando el pelo. -¡Avis!- Y quedé asombrada. No es que el hechizo me pareciera especialmente bonito, pero me parecía divertido. Miré hacia la pared e hice una mueca. Esperaba que no sintieran el dolor... Esta vez me hicieron falta cinco veces para que los pájaros fueran volando hacia la pared y se estrellaran contra ella. Cerré los ojos cuando vi que se acercaban a toda velocidad, haciendo una mueca de entre pánico y disgusto cuando vi que se estrellaban. -¡Ay...!-

Las aves tardan en recibir tus órdenes, o tal vez el hechizo no lo formulas bien, pero al final parecen entenderte. Cómo si de suicidas se tratasen, vuelan con velocidad hacia la pared, estrellándose con ella. Por suerte son invocaciones mágicas que desaparecen al chocar, aunque dejan alguna que otra marca y pluma por el camino.

Mentiría si no dijera que me llegué a sentir tonta cuando ordenaba a las aves estrellarse contra la pared. Quizá estaba contra sus normas el inmolarse sin sentido. Pero no. Sorprendentemente, las aves se espanzurraron -"siempre me ha gustado esta palabra."- pensé, divertida, acercándome a las aves que habían hecho del estropicio algo incluso mayor. Esta vez me costó cuatro intentos conjurar los pájaros, y me sorprendí mucho al ver que al lanzar el Oppugno los pájaros se dirigieron rápidamente hacia su destino, hacia aquél muro fatal.

El resultado fue el mismo que el de la primera vez: los mágicos pajaros se estrellaron contra la pared dejando alguna que otra pluma por detrás y algun que otro rasguño en la pared.

Miré a mi alrededor. Me molestaba, en cierta manera, que un hechizo lo practicara cuatro veces más que el otro, así que me fijé en ver si algo serviría para hacer el oppugno varias veces. Supuse que algunas plumas o cadáveres de pájaros que habría por el suelo saldrían despedidas contra la pared otra vez si volvía a lanzar el hechizo, así que me centré en Oppugno un rato. Parecía ser bastante más difícil que el Avis, a priori, y muchas de las diez veces que lo probé obtuvieron un resultado infructuoso. Me leí el hechizo, para ver qué hacía mal. No entendía por qué pasaba esto. -Ay...- Suspiré, mirando con un gesto desaprovatorio la varita. Apliqué un poquito de saliva a una de mis mangas y la usé para limpiar la varita con suavidad. -Siempre me olvido de esto.-

Al parecer el hechizo no es nada fácil pero cada vez que lo consigues las cosas a las que apuntas te obedecen: las plumas salen disparadas contra la pared al igual que hicieron las aves (aunque su velocidad se ve afectada por su ligereza contra el viento y seguramente, si la pared fuera un enemigo, no le haría ni cosquillas). Parece ser que puedes guiar a todo lo que te apetezca con ese hechizo. ¿Podrías con cosas más grandes?

Esta vez, quise crear más aves antes de lanzarlas, para ver si se lanzaban por grupos o individualmente. Me volví a leer los dos hechizos antes de usar la varita, en lo que fue una de mis clásicas lecturas diagonales que nunca estaban de más, y me dio un ataque de tos que duró poco más de un minuto, en el que hasta me puse pálida y nerviosa. Me tuve que apoyar en la mesa sobre la que estaban los hechizos apuntados, incluso, ya que las piernas me traicionaron y poco faltó para que me cayera al suelo. Quizá estaba enfermando, y no lo sabía. Bueno, después de todo, no estaba dispuesta a ir a la enfermería por estar un poco mala. Quizá incluso estaba forzándome a hacer cosas que no debía hacer por ese motivo, pero no importaba.

Todo parecía ir bien y saliendo cómo tu querías: los pajaros iban a dónde tú los mandabas pero no necesariamente todos, sólo los que tú querías. Los podías hacer atacarse unos a otros si querías. Sin embargo en tu último intento con Oppugno pasa algo raro: las aves parecen detenerse por un instante y todas te miran de repente... Y entonces te das cuenta de que te van a atacar.

Lamentablemente no sabes cómo parar el ataque pues no has buscado un hechizo que sirva apra eso así que te quedan dos opciones: pelear o huir.

Bien, parecía que la situación era algo más delicada que de costumbre. Pero no era una chica acostumbrada a huir de mis problemas, y esta vez no iba a ser una excepción. Pensando rápido, si había podido hacer que se pelearan entre ellos seguro que podía hacer una pantalla de pájaros, pese a que me costaba hacerlos. Lo primero que hice fue tirar un avis justo delante mío, y después, para intentar evitar que se me lanzaran encima tiré un engorgio hacia el grupo de pájaros, esperando que se hicieran grandes y con ello detuvieran o pararan el avance de las agresoras. ¡Desagradecidos pájaros! ¡Querían herirme! A parte de eso, cubrí mi cara con la túnica de mago por si me golpeaban, que no me dejaran ciega.

La idea no era mala... pero tenía dos pequeños fallos:

Las aves defensoras estaban aterrorizadas y confusas ya que, al contrario que las otras, no tenían órdenes. En cambio habían aparecido en medio de un ataque sincronizado.

El Engorgio fue perfecto pero... sólo afectó a un pájaro. El rayo sólo podía tocar un objetivo y no varios a la vez. 

Sin embargo habías conseguido una barrera improvisada suficientemente espesa cómo para que los pájaros se estrellasen unos contra otros, creando una confusión de ruido, plumas y picos capaz de detener el ataque. Ahora todos los pájaros, incluido el del Engorgio,(el cuál debía medir un metro, un pájaro bastante terrorífico a decir verdad) volaban y piában, se estrellaban y desaparecían con un "pof!". Sin duda alguien oiría esto ¡era imposible no oírlo! Tal vez era hora de arreglar esto...o salir por patas, pues la hora de la comida estaba próxima y los alumnos inundarían los pasillos.

Me escondí agachada bajo una mesa hasta que la acción pasó. ¡Qué una de ruido, parecía que había acudido a una procesión de tamborileros! Una vez todo estuvo calmado decidí salirme de la habitación antes de que alguien quisiera echarme la culpa de lo sucedido. Salí de la mesa. Los cortos y suaves pasos rompían un silencio un tanto incómodo. Miré a la habitación. Parecía un campo de guerra después de una batalla, sin cadáveres pero todo hecho un desastre. Salí hacia el gran comedor a pasos rápidos, escapando del lugar. No sabía ni qué aula era, pero antes de salir dejé una nota con la palabra "perdón por el desastre".