Partida Rol por web

Como si notara una presencia extraña, me estremecí al sentir tan cerca a Zoe. Sonreí de manera idiota ante aquel paralelismo, y escuché sus palabras con una sonrisa burlona permanente en mi rostro.

—Sí, hagámoslo ahora— dije, divertida—. Si nos pillan, diremos lo que ha dicho Severus, que no me entero de nada, y eso— resumí con un deje de socarronería—. Y si sale bien, misión cumplida— añadí, alzando un poco la voz, y mirando a nuestro alrededor.

Saqué la varita, aún sonriendo, y miré la punta, totalmente concentrada.

—Vale, a ver— dije, buceando por mi mente—. Usaré el hechizo que Severus utilizó con el asunto de los cangrejos, para volverme invisible— expliqué, totalmente emocionada por el asunto.

Cerré de manera momentánea los ojos, y ensanché la sonrisa al recordar que lo que necesitaba era el encantamiento desilusionador. Moví la varita, pronunciando el conjuro, y abrí los ojos de nuevo para ver si había dado resultado.

Cuando no pude verme las manos, ni absolutamente nada de mí misma, reí, divertida, y miré a Zoe, haciéndole un gesto con la cabeza para avanzar e ir hacia la torre de los leones a llevar a cabo nuestro particular plan. 

Bueno, digamos que pudo ser peor, ahora me puedo considerar un herido de guerra, aunque no creo que me den un premio por acabar en la enfermería. ¿Tú como estás bellezón? - digo guiñando un ojo

Se te ve contenta, estoy con Irina, cuenta que de aquí no te escapas sin soltar todo por esa boquita, y sino enviaré a Irina a que haga una poción para que nos lo cuentas, así que tú misma, o por las buenas o por las malas.

Zoe asiente moviendo la cabeza de manera rápida, claramente nerviosa.

- Ahh... no debería, cómo nos pillen... - susurra sacando su varita cuando tu sacas la tuya. A pesar de lo que dice, ella también realiza el mismo conjuro. en unos segundos el pasillo está aparentemente vacío. 

- London? - susurra muy bajito. notas entonces que su mano te roza el brazo y la aparta rápidamente - Perdona, perdona, es que no sabía dónde estabas. Te voy a agarrar de la túnica para no separarnos, vale? - Notas cómo sus dedos se agarran con cuidado a tu túnica a la altura del hombro.

Camináis por el pasillo saliendo de las mazmorras hasta las escaleras principlaes.

- Su sala común está en algún lugar de las torres. Está mal visto deambular por las zonas dónde estùan las salas comunes del resto, así que no sé exactamente dónde... Podríamos esperar a que algun Gryffindor saliese por aquí, o podemos ir a buscar más arriba... Qué opinas?

Uno de los chicos, el de apariencia más mayor, contesta esta vez.

- No creo que podamos descubrir dónde esá el tesoro. Lo llevan bastante secreto. Sólo sabemos la zona a la que no podemos ir el día de vuestra competición, así que es fácil deducir que estará ahí...

- Lo que sí podriamos hacer... - dice la otra chica, con algo que deduces es una sonrisa que no trama nada bueno - Es usar nuestros Grindylows. Ellos no entienden de normas. Te podríamos enseñar a usarlos cómo transporte y prestarte uno para la prueba. O incluso enviarlos para molestar a tus rivales... Pero eso te costará más regalos, o favores, ya que seguramente nos echen una buena bronca si nos pillan. 

-Me parece bien chicos. Os haré más regalos, incluso podéis pedirme que formas y colores queréis y lo intentaré, o escribidme vuestros nombres y los grabaré...aunque no soy ningún super artista, haré lo que pueda. Y claro, me parece bien ¿Un favor por enseñarme a usarlos de transporte y otro por mandar otros contra mis rivales? ¿tenemos un trato?- sonrío tendiendo la mano.

¡Genial! Transporte Gryndylow y ataques Grindylow contra los demás, mejor de lo que esperaba aunque no sea perfecto.

-Por cierto, tengo otra pregunta pero no tiene que ver con la prueba. Vereis, es que el otro día...hace muchos días...estaba buceando y me atacó un tritón ¿Sabéis? Pero no era como vosotros. Era distinto, y de color negro o mucho más oscuro de piel. Estoy bastante seguro de que no era de por aquí ¿Sabéis algo?

Me entusiasmé gratamente al ver que el hechizo había funcionado, y me enorgullecí de mí misma al haber tenido éxito en un encantamiento que no era fácil. O, al menos, así me gustaba pensar que era.

Pestañeé varias veces, queriendo notar algo diferente, y una cantidad de malas ideas se me vinieron a la mente. Travesuras, bromas algo pesadas. Libertad, al fin y al cabo. Absoluta libertad.

Pero sabía a qué tenía que atenerme, pues le había dicho a Severus que sí, que le ayudaría, que me encargaba del asunto, y que no se preocupara. Sin embargo, un sentimiento envenenado me nació en el pecho, y llegó hasta cada célula de mi cuerpo: me sentía algo utilizada, como un títere bajo las cuerdas de su maestro. Gruñí un poco, y agité la cabeza. No quería pensar algo así acerca de un compañero de Casa, y mucho menos de Severus, pues, aunque fuera algo raro y único, era un buen muchacho. Un pequeño diamante que había que pulir.

Miré a Zoe de nuevo, y le volví a hacer gestos para que me acompañara, pero no fue hasta más tarde cuando me di cuenta de que no me veía, y me reí, evitando carcajearme muy alto, de manera que casi parecía tener un ataque de convulsiones.

—Tranquila, Zoe— le dije cuando me tocó el brazo, y traté de guiarla para que se agarrara bien, y así no perdernos—. Vamos despacio, y en silencio— terminé susurrando, sonriendo.

Sopesé las ideas que la Slytherin daba, y ladeé la cabeza tanto a un lado como a otro. Bien podíamos quedarnos ahí mismo a la espera de que alguien viniera, pero me apetecía ir a merodear por los alrededores de la Sala Común de los leones, y quería ver qué aspecto tenía, y cómo era por fuera.

—Vamos hacia su Sala, a la Torre— indiqué, señalando una escalera de manera absurda, pues no me veía—. Esperaremos frente a la entrada hasta que alguno dé la contraseña, y entraremos tras él.

Seguí caminando, subiendo las escaleras, divertida, y con el corazón palpitándome a un ritmo frenético. Con la mano de Zoe sobre mi hombro, y con la pulsera en mi bolsillo de la camisa, sonreía, algo pícara, mientras nos dirigíamos hacia la Torre. 

Abrazo a Irina y me siento en el otro lado de la cama. Escucho sus respuestas y me río con la broma de Dean.

- Bueno, técnicamente también soy una herida de guerra, también acabé aquí-le respondí a mi compañero. Me encogí de hombros-. Bueno, vamos terceros en la clasificación total, creo, lo cual está bastante bien, aunque no lo suficiente.

Cuando me preguntan que por qué estoy tan contenta vuelvo a encogerme de hombros:

- Nada en especial, estoy contenta de veros y saber que estáis bien. Además, pronto es el partido contra Hufflepuff y eso me motiva, ya tengo ganas de volver a la escoba.

Notas a Zoe moverse. No sabes si asiente o niega, pero teniendo en cuenta que no tira de ti cuando empiezas a caminar, sino que te sigue, es obvio que ha asentido.

Empezáis a subir y no tardís en ver a un par de chicas Gryffindor salir del baño. En lugar de ir hacia la planta baja, empiezan a subir las escaleras. Siendo sábado, tienen que estar yendo a su sala común, no hay otra explicación.

Subís. Mucho. Apenas tienes alguna clase aquí arriba y llevas poco, con lo que la zona no te suena demasiado, pero es de esperar que Zoe sí sepa encontrar el camino de vuelta.

De repente las veis detenerse y dejar de conversar. Miran entonces a un cuadro con una mujer a la que no le iría mal dejar de comer tartas (si fuese real y no un cuadro) y una de ellas pronuncia la contraseña: aqua canis. Vuestras contraseñas tienen más estilo.

El cuadro de la mujer entonces se hac a un lado y poco a poco hasta dejar un arco por dónde las chicas entran.

Ahora o nunca.

Aceleras el paso tirando de Zoe y cruzais la puerta justo antes de que esta se cierre. Notas como Zoe te agarra con fuerza y su respiración está agitada: nerviosa no, lo siguiente.

La sala de los leones está baãnada en sillones, alfombras y otro mobiliario, predomina el rojo por todas partes. Los sillones te invitan a sentarte y a hacer el vago: mullidos, anchos, llenos de cojines... no es de extrañar que los Gryffindor sean cómo son. Vuestra sala tiene muchísima más clase.

Las chicas se han sentado frente a la chimenea y están hablando de chicos, dberes... tonterías varias, vaya. Hay un par de niños jugado al ajedrez mágico y una chica mayor que vosotras tejiendo una bufanada. 

Miran tu mano extrañados, sin saber muy bien qué hacer. EL más pequeño se encoje de hombros y te choca la mano (o algo por el estilo, pues debajo del agua no acaba de tener el mismo efecto).

- Ya nos pensaremos qué te pedimos a cambio.

Todos seponen algo más tensos y se miran unos a otros cuándo mencionas lo del tritón. Al final una de las chicas habla.

- Es... un mensajero, de otra tribu muy al norte.

¿Qué te ha pasado a ti? - respondo sorprendido ante la respuesta de Mia.

¿Seguro que solo se trata de tener ganas de subirte a la escoba? ¿O tal vez estas deseando subirte con alguien en escoba, eh? Desembucha, que nos vamos conociendo - digo haciendo muecas con la cara

No me pasa desapercibido que algo ocurre. ¿quizá no es que no sea un mensajero sino que el mensaje no es nada grato? Un heraldo de guerra...quien sabe.

-Bueno pues...mejor me marcho ya antes de que se me acabe el aire. Gracias por todo. Y cuidado con el...agresivo... mensajero.

Me despido y comienzo a regresar siguiendo la misma ruta que al venir. En caso de tener prisa por algo, tengo en la punta de la lengua un par de conjuros que ayudarían.

Con Zoe junto a mí, me sentía, aunque sabía decir por qué, mucho más segura. Como si hacerlo sola me hubiera provocado pavor. No solía ser una lianta tan descarada, y aquello me divertía sobre manera, pero, ciertamente, no podía negar que no me gustaba que me pillaran haciendo travesuras. No por el castigo, eso daba igual, sino por lo que pudiera hacerme mi padre. Tenía el verdadero control de mi destino, y, aunque no me gustara reconocerlo, yo aún no podía hacer nada por mí misma sin su ayuda. Sin él, sin su cierta protección y demás, no tendría ningún sitio donde caerme muerta.

Me tapé la boca para ahogar el mini grito que iba a salir del fondo de mi garganta en cuanto vi a aquellas chicas. Al final, Zoe tenía razón, y era mejor seguir a miembros de la Casa que estar merodeando por la Torre sin saber dónde demonios iba a estar la entrada. Porque, si bien yo le había mostrado cierta seguridad a Zoe, en realidad, no tenía ni idea de dónde podía estar. Y se me inflaba el pecho al decir que estaba en la Torre, pero rogaba por que la conversación no pidiera más detalles de la ubicación exacta.

No tenía ni idea de por dónde íbamos, y un hormigueo comenzó a subirme por el estómago, notándome perdida. ¿Y si no iban a la Sala Común? ¿Y si sólo daban una vuelta por el Castillo?

Arrugaba la nariz cada vez que giraban por una pared, y no paraban ante lo que podía ser una posible entrada a una Sala Común. Otra cosa que no sabía: cómo era la entrada. La de Slytherin era una pared desnuda, pero la de los leones bien podía ser una estatua, o una columna o tapiz ridículo.

Me quedé sin respiración cuando se detuvieron. Por un momento, llegué a pensar que nos habían descubierto. Me miré las manos, bueno, lo intenté, pero vi que el hechizo seguía funcionando. Y tampoco vislumbré a Zoe, por lo que no nos podían ver.

Cuando pronunciaron aquellas palabras, me maldije por no haber estado al cien por cien atenta, pero me quedé con lo que dijeron. Aqua canis. Perfecto.

Sonreí abiertamente ante el cuadro de aquella señora regordeta que giraba sobre sus goznes, y casi me daban ganas de saltar de alegría por el hallazgo. No sabía cuánta gente de nuestra Casa podía saber el lugar exacto de la Sala Común de Gryffindor, pero me gustaba pensar que eran pocos. Muy pocos. Dos personas en concreto: Zoe y yo.

Apreté los dientes con decisión, y comencé a andar rápido tras aquellas chicas. No quería tocarlas, ni rozarlas, ni siquiera que notaran mi respiración agitada y nerviosa, por lo que la distancia era la clave. Pero, también debía de cuidarme para no entrar demasiado tarde dentro.

Sin embargo, lo conseguimos. Y tuve, de nuevo, que reprimirme las ganas de saltar y bailar, y agitar a Zoe para celebrarlo.

Eché un vistazo rápido a aquella Sala, y pestañeé varias veces. Las Salas Comunes eran totalmente diferentes, y mi mente se disparó para retener todo lo que pudiera. Había una cierta confortabilidad allí dentro, y bostecé sin saber muy bien por qué. El fuego me atraía, y suspiré como si me quedara sin aire.

Agité la cabeza, despertando de mi ensoñación, y busqué un pasillo o unas escaleras que llevaran a otra zona, esperando encontrar el dormitorio de los chicos.

Con sumo cuidado, y andando sin tratar de hacer ruido, alejada de todo el mundo que había allí, y dando las gracias por que aquellas chicas estuvieran hablando, lo que me daba la sensación de que amortiguaba el ruido que daban mis pasos, comencé a caminar hacia la parte más alejada que teníamos, para mirar si por allí estaban los dormitorios de los chicos. 

- Acuérdate de los regalos, eh! - les escuchas gritar desde lejos mentras te vas alejando. Ves que agitan los brazos, y aunque no es exactamente como lo haría un humano Europeo, está claro que es un gesto de despedida amistosa. Al menos eso que te llevas.

Tardas un buen rato en volver, ya que en cuanto te alejas del centro la oscuridad es mucha. Sin embargo, empiezas a subir y pronto encuentras la superficie. cuando sacas la ceza ves que estás en medio dellago, alejado de la costa por la que te sumerjiste. Allé, Axel corretea ya que ha olido tu rastro, pero no te ve por ningun sitio.

Silbo mientras me acerco, para que me vea. Al ir saliendo voy secándome porque sé que el efusivo perro se me tirará encima en cuanto salga del todo. Viene a nadar conmigo cuando se lo digo, pero salvo en esas ocasiones es muy señorito. Nada de mojarse así gratis. Tras ser derribado, le hago fiestas.

-¿Qué tal? ¿He tardado mucho?- le rasco el cuello con ganas -Habrás vigilado la ropa ¿No? A mi me ha ido bien. Ayuda tritonil para la prueba.

Juego con él un rato y me visto para regresar al castillo.

Notas las manos de Zoe apretarse cada vez más alrededor de tu brazo y su respiración agitándose con los nervios. Cruzáis el salón poco a poco hasta que llegáis a uans puertas*: una de ellas tiene escrito "ladies" y la otra "gentlemen", excarvado siglos atrás. Ambas están cerradas, pero no tienen cerradura que puedas ver, sólo tienes que tirar o empujar. Pero tal vez os vea alguien...

Miro atentamente esperando a que mi amiga conteste.

- Si hay algo que no sepamos nos lo dirías ¿No?- Le pregunto, muy intrigada. - ¿Qué tal con Sirius?

El silencio era primordial en aquel lugar. Me daba la sensación de que podían oír los escandalosos latidos de mi corazón en toda la Torre, y temía que nos descubrieran por ello. Sin embargo, no sabía dónde estaba Zoe, pues no la escuchaba, y di un bote, haciendo un respingo con la lengua, cuando me rozó el brazo.

Tragué saliva con dificultad, y comencé a arrepentirme un poco de haber aceptado tal encargo, y tal estupidez por mi parte. En ese mismo momento, pensaba en liquidar a Severus.

Arriesgándome al máximo, y pensando que nos descubrirían en seguida, avancé por la Sala Común hasta llegar a dos puertas, cuyos carteles me obligaron a meterme el puño en la boca para no reír a carcajadas. Slytherin, definitivamente, era mucho más glamurosa que Gryffindor.

Sin embargo, debíamos abrir la puerta, pero éramos invisibles, y que una puerta se abra sola no era muy normal, ni siquiera en el mundo mágico, por lo que un nudo en el estómago se me asentó de manera brutal, casi haciéndome daño.

Miré tanto a un lado como a otro, pensando que la gente estaba charlando animadamente en su Sala, junto al fuego, divirtiéndose, y comentando las primeras trivialidades que tuvieran en la cabeza. Pero, podía haber gente dentro, y no podía abrir la puerta sin más, esperando que los muchachos que estarían sobre sus camas, o cerca de la puerta, vieran cómo ésta se abría de pronto.

La garganta la tenía totalmente seca, y el corazón seguía latiéndome de manera frenética. Decidí, pues esperar, a que viniera alguien o saliera algún chico para aprovechar la entrada. Tal y como habíamos hecho con el retrato de aquella mujer enorme.