Partida Rol por web

Así es respondió el enano sonriente El pobre Lavativa ni siquiera vio lo que se le vino encima... n llegó a desenvainar su daga...

 -Y eso que te enfrentaste a escasos metros de él- continué, orgulloso. 

El enano era más alto que yo y más robusto, parecía muy pequeño a su lado.

- Da comienzo la cuarta semana del mes de Tiamat.

Angel se levantó por inercia y se quedó sentado sobre la cama.
Se quedó allí, pensando en sus cosas, unas sombras alargadas envejecían su bello rostro, su pelo plateado parecía menos brillante, más gris.

Cuando había creido encontrar algo en la vida que le importaba, le motivaba, ese algo desaparecía ante sus ojos... ya no le encontraba sentido a nada.

- Una mañana los guardias dejan entrar a la Arena a la gladiadora Bella Mugiente, de la Escuela Amarilla.

- En la Arena están entrenando los Capas Rojas al completo: Angel, Petaculos, Champiñón y Muñón.

Hace mas de una semana que estuve en la Arena la ultima vez. El ultimo dia que vi a Varian con vida. Y aqui estoy de nuevo. Miro desde fuera el impresionante edificio y solo un sentimiento aflora dentro de mi, uno que no me gusta pero que no puedo controlar. Rechazo.

Durante todo el camino desde la Escuela aqui, he pensado si seria capaz de volver a entrar. Y tengo que hacerlo. Porque Heresunge necesita que entregue una carta a Muñon. Lentamente comienzo a caminar y al pasar por los pasillos por los que tantas veces nos hemos visto desfilar para salir a la Arena, mi corazon se encoge. Dos pasos mas, solo dos mas, y veo la Arena desde el final del ultimo pasillo.

Como una estatua me quedo alli clavada, viendo la Arena, las gradas vacias esta vez. Me abrazo a mi misma fuertemente e intento eliminar de mi mente una imagen que tengo grabada a fuego. Cierro los ojos y respiro profundamente He venido a traer un recado y lo voy a hacer, asi que venga enana estupida, hazlo.

Abro los ojos y comienzo a buscar a quien necesito ¿Donde puede estar Muñon? ¿Donde andará ese enano...?

Harold sudaba copiosamente. Esa mañana le estaba costando muchísimo concentrarse lo suficiente como mantener la bola de fuego, mientras se movía de un lado a otro esquivando a un enemigo imaginario.

Con la otra mano, intentaba grabar runas en el suelo, en diversas posiciones para preparar una trampa contra el adversario, y una y otra vez realizaba el mismo ejercicio.

Tras un buen rato practicando aquella jugada, el enano se permitió un descanso estirándose y frotaándose las sienes para descargar la tensión acumulada. Entonces fue cuando vio, en lo alto de las escaleras, a la buena enana que fuera su compañera en la escuela amarilla y en la azul.

¡Grumcha! saludó ¡Qué alegría verte!

"Unos días más y terminará todo..."

"...terminará todo..."

Se acercaba el último Campeonato. Allí se decidiría si podría tener una vida normal o si moriría luchando en la Arena. Por un momento había pensado que podría evitar los combates a muerte, que simplemente luchando en combates de menor importancia podría cumplir su contrato de Gladiador.

Estos días se habían limitado a la monotonía del entrenamiento tras entrenamiento. No le interesaba la vida en el exterior mientras aún fuera Gladiador, pues el qué hacer fuera era un problema totalmente resuelto. Ni el dinero ni la ciudadanía serían un problema si sobrevivía.

Los gritos de la enana llorona le sacaron de sus pensamientos. En ese momento se estaba aseando. Vió su reflejo en el agua y recordó cuando la venció y le quitó su arma, uno de los momentos más importantes de su estancia en la Arena. Recordó algo más: la sensación de victoria de ese combate, y la de los que le siguieron. Y vió en su reflejo una duda, un miedo a enfrentarse a la muerte, que no estaba en esos momentos, y tampoco estuvo cuando vivió solo en el bosque y en los páramos de los bárbaros, y que tampoco había cuando era un explorador de la milicia en Aranthor.

Por un momento sintió rechazo hacia sí mismo.

Y decidió que se enfrentaría al campeonato como el elfo que había sido en aquel entonces.

Unos minutos más tarde, estaba entrenando otra vez con una sonrisa extraña en la cara.

- Bella y Muñón conversan. Ella le da el mensaje de Lagartija, pero el enano decide esperar a que termine el Campeonato Final antes de decidir sobre su futuro.

- Bella regresa a su Escuela.

CUARTA SANGRE DE TIAMAT 4480:

POR LA MAÑANA.

- "Bueno, llegó el gran día. Creo que todos os habéis entrenado duramente y que estáis todo lo preparados que podéis estar.

Recordad lo importante que es congraciarse con el público. De ello puede depender vuestra supervivencia." -

Harold se acercó a sus compañeros para hablar por última vez antes del torneo

Bueno, parece que así termina todo comenzó Espero que tengais suerte, y si nos tocara luchar entre nosotros, que lo hagamos con honor. Al fin y al cabo, es lo que se recordará de nosotros...

- La Naturaleza no entiende de Honor ni de Gloria, solamente de vivir o morir. Solo os prometo que lucharé con todo mi ser. Que los dioses nos protejan...

MAS TARDE...

- La Arena se va llenando de público. Hoy va a haber lleno total. Parece que nadie se quiere perder el Campeonato Final.

- "¡Hagan sus apuestas, hagan sus apuestas!" -

Combate Lagartija vs. Veleta: 250 monedas de oro a favor de Lagartija.

- Vocinglero, 500 por Champiñón, 500 por Lagartija y 200 por mí.

Creo que pocas me he sentido en la Arena como hoy. Tal vez, saber que los combates finalizan, tal vez saber que me enfrentaría a uno de aquellos que vencieron a Varian, tal vez la esperanza depositada en una nueva vida alejada de la sangre y de la muerte constantes me han ayudado a sentirme así. Sea como fuere, mi espíritu estaba calmado, mi brazo preparado y mi gladius afilada.

Mis primeros pasos por la Arena han venido iluminados por el suave resplandor del sol en este mes de Tiamat, bajo cuyos rayos mi gladius ha centelleado al alzarla a modo de saludo a un público que sabe serán sus últimos juegos en mucho tiempo. Quizá para siempre. Al menos, para algunos de ellos. Sus gritos aclamándome, excitados, han provocado una brutal descarga de adrenalina en mí, de tal modo que nunca antes me sentí tan preparado para la batalla.

Unos segundos después, ha hecho sus aparición Veleta, la pícara humana a la que debo vencer o bajo cuya espada he de perder. Pero hoy, hoy no es el día en que haya de perder. Sé que Kord me sonríe y a su lado, un Varian risueño, con su eterna mueca socarrona, le sirve de copero y escancia una espumosa cerveza en su cuerno al tiempo que se sirve una gran jarra para él. Y Varian también habrá de sonreírme hoy. Pues soy su amigo, su hermano, más allá del telón que la muerte ha interpuesto entre ambos.

La humana, en su prepotencia, ha intentado provocarme, esfuerzo inútil que ha sido correspondido con un gesto de mi gladius apuntando allí donde habrá de clavarse en breves instantes. Y el baile ha comenzado.

Hemos avanzado, precavidamente, sin bajar la guardia, intentando mantener una posición de ventaja que nos permitiera derramar la primera sangre. Y esa ha sido mía. Con una carga, mi gladius ha sajado su carne y sus músculos, y el rojo icor de sus venas ha bautizado mi filo. Sin tiempo al descanso, a la tregua, he empleado mis fuerzas para agasajarle con mi mejor golpe. Y no ha sabido rechazarlo. Y solo entonces ella ha sabido que perdería, pues la vida escapaba por sus heridas. Sus torpes maniobras apenas han servido para soltar un achispa en el encuentro de nuestros aceros y mi veneno ha embargado su pecho, ahogándola, cerrando sus alvéolos, emponzoñando sus pulmones que solo han alcanzado a emitir un sordo estertor. Un golpe más de mi espada ha puesto punto y final a este breve entreacto y su cuerpo ha caído a mis pies. Ni una sola herida de su arma ha mancillado mi cuerpo y mi espíritu sigue tan calmado como al inicio de este juego letal.

Y entonces, la voz del pueblo ha cantado condenándola a no perdurar más sobre nuestra tierra. He sido rápido y el relampagueo del regalo que en su día me hizo el Gobernador, ha cercenado su garganta y entre el suave gorgoteo de su sangre sus últimas palabras han sido un nuevo intento de ofensa. Lo que no sabía es que con ello nada conseguía. Sintiendo conmiseración por su desdichado ser, he encomendado su alma a mi dios Kord y he saludado nuevamente al público y a su Gobernador, antes de iniciar mi retirada.

Sorpresivamente, mi marcha se ha visto interrumpida por una declaración pública del propio Gobernador. Ahora soy un ciudadano respetable de la ciudad de Detritus. He vuelto a sonreír mientras me alejaba hacia nuestra sala de espera y en un susurro, dedicaba mi victoria a mi desaparecido amigo.

Ahora, es tiempo de concentrarse en lo que está por venir. Mi siguiente combate, esta vez, contra un compañero de nuestra aventura Malateana. El enano de las runas.