Partida Rol por web

Horus - II

Chichén Itzá (Cap. VI)

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12/05/2016, 18:37
Udjat

Se sintieron zarandeados, estrujados. El líquido que les envolvía fue haciéndose más y más acuoso, perdiendo la textura de gel. Pero, cuanto más acuoso se hacía, más perdía su condición de saturado de oxígeno. El falso útero que los contenía no los nutría a través de vasos sanguíneos, como lo hace un útero humano, sino que el oxígeno les llegaba a través de la sustancia que inundaba sus pulmones, y esta sustancia se estaba degradando por momentos, se disolvía.

Entonces sí empezaron a ahogarse, y más al ser arrastrados por el vórtice que se había generado, una corriente que les arrastraba como si estuvieran en medio de un remolino, primero apretados unos contra otros, hasta que el gel se disolvió por completo y ellos flotaron en esa corriente separándose, manoteando, intentando nadar.

Seguía oscuro, no podían ver las paredes con las que chocaban, se golpeaban las manos, los brazos y las piernas, no sabían si estaban de pie o tumbados, el remolino los movía incesantemente, perdiendo por completo cualquier indicación que les situara.

Hasta que, los ojos muy abiertos y luchando con las arcadas y la tos que no podían permitirse, un círculo de luz apareció sobre sus cabezas. Un círculo amplio, cada vez más.

Y pronto, uno a uno, salieron a la superficie de lo que era un inmenso pozo redondeado, cada uno con un gemido de sus entrañas aspirando el aire, un grito, el grito del recién nacido.

No podían ver casi nada, cegados. Les dolían los ojos, tras la intensa negrura. Les dolía el cuerpo entero, tras los golpes, tras la lucha. Les dolía el pecho por la asfixia, les dolía el corazón de su latir acelerado buscando sobrevivir.

Pero sí, habían sobrevivido...

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12/05/2016, 23:41
Samantha Johnson

Repentinamente la maquinaria cobró vida, palpitando con cada válvula o rechinar de los engranajes. Las luces no presagiaban nada bueno y a toda prisa se acercó a Mel. Pronto se dieron cuenta de que no había posibilidad de pedir ayuda, hecho que la había extrañado desde el principio que fuera posible. Finalmente estaban incomunicados, solos.

- No te alejes -Agarró la mano de su amiga con cierto temor. Temor que se acentuó cuando el gas irrumpió en la sala para provocarles una muerte horrible. Acabar gaseada no estaba en su plan de trabajo, pero lo que sucedió a continuación pasó de extraño a asfixiante. El espeso fluido rosa los rodeó para matarlos, o eso creyó hasta sin entender cómo pudo respirar, adaptarse.

Pero la tranquilidad duró poco en cuanto comenzó a girar dentro de la sala como si se tratara de un trapo en una lavadora. Gritó, o más bien lo intentó mientras pasaba de estar junto a Mel a volver a luchar por su vida. En un instante se sujetó a alguien y al otro recibía un golpe que la desestabilizaba. El fluido gelatinoso ahora parecía más agua, y también percibió que se estaban moviendo, avanzando. Esa era la palabra. Estaban avanzando después de ser absorbidos por el torbellino que generó la máquina, pero era imposible ubicarse; y la amenaza de caer inconscientes por los golpes y acabar ahogados era alta. Si no moría ahogada posiblemente lo hiciera por contusiones múltiples.

Y la luz se hizo. Miró hacia arriba, creía, para comenzar desesperadamente a luchar por alcanzarla. El esfuerzo fue enorme pero consiguió emerger a la superficie, aunque exhausta y dolorida. Tras intentar tomar aliento mientras se mantenía a flote, ser consciente nuevamente de que estaba viva, cogió una reserva de su fuerza y llamó a sus más queridos:

- ¡Mike! -Sollozó- ¡Mel!

Apenas lograba ver dónde estaba, y apenas le quedaba fuerza para continuar. Sólo esperaba una respuesta que aportara ese porcentaje necesario para impulsar su ánimo.

- ¿Qué mierda ha pasado? -preguntó a nadie.

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14/05/2016, 19:00
Charlotte Dunne

Las vibraciones supusieron primero la sensación de que algo había cambiado. Las noto suaves y constantes bajo ella, agachada junto a Estel y Omar, y casi no reparó en ellas al principio. Pero, como todo lo que empieza, va evolucionando hasta otro punto, otro lugar, otra configuración, otra idea u otro estado, la vibración fue aumentando de intensidad hasta que acabaron siendo empujados a un lado y a otro. La sensación de cambio viró hacia la de peligro en cuestión de segundos. Se soltó involuntariamente de una Estel que le había devuelto el abrazo en la forma de un pequeño reconocimiento con su mano, apoyada en su brazo. Se soltó igualmente de Omar y terminó en el suelo, sentada, mirando como todo se movía a su alrededor y todos, sin excepción, luchaban para mantenerse en pie o ya estaban en el suelo como ella.

Había pensado que ya estábamos en México. ¿Qué es esta vibración? ¿Está fallando algo en este aparato? El gps de Mike indicaba México, y sin embargo no nos dimos cuenta de recorrer toda esa distancia, no tienen sentido esta vibraciones a no ser que algo esté fallando o.... Su mirada detectó el humo, la alerta aumentó en la mente de Lottie, pero descartó la idea principal …No, no nos van a matar así, ellos quieren un sacrificio y para eso se requiere algo como lo que hemos visto. Un arma sagrada, o un lugar. Sangre. Ellos querían sangre. Y morir envenenados por ese humo no provoca sangre…no…no se trata de eso…algo está fallando.

Su mente estaba funcionando al mil por ciento intentando encajar lo que Umayma y el resto quería con lo que estaba pasando allí dentro. Pero, cuando aparecieron aquellas toberas sobre ellos y empezaron a destilar aquella sustancia rosa, se quedó en blanco. Aquello no encajaba con nada a lo que pudiera dar una explicación. Veía el humo a su alrededor, casi cubriendo sus piernas ya, y aquella sustancia rosa llenando todo el techo, expandiéndose y cubriéndolo todo. Y no paraba de salir.

Sean….¿donde está Sean?  Se volvió en su busca y lo vio no muy lejos de ella, mirando igualmente para el techo. Le hizo un gesto para que se acercara a Estel, Omar y a ella misma.

De repente, detectó un movimiento a su lado. La sustancia rosa había descendido y la buscaba, pero no a ella, a todos. Lo vio, era algo vivo de alguna forma. Levantó su mano y la acercó hasta tocar aquello. Era viscoso, suave, con una temperatura que no era ni fría ni caliente. Casi podría decirse que no notaba nada. Y, al tocarla, como si hubiera sido una señal, un goterón comenzó a bajar por su brazo, cubriéndolo. Y otro más. Otro más.

No pueden llenar todo el espacio con esto. ¿No se dan cuenta? Nos van a dejar sin aire…¡Eso es lo que está fallando aquí! ¡Por eso las vibraciones! ¡No!  ¡NOOO!

Fue un grito sin sonido. Fue un grito en su mente al procesar lo que estaba sintiendo en su brazo y viendo alrededor. Antes veía el habitáculo y a los demás, ahora la sustancia rosa lo cubría todo, a todos, y seguía cayendo, sin parar. Sin parar.

Fueron escasos segundos, ni siquiera le dio tiempo a levantarse. Solamente a taparse la nariz como si se fuera a tirar a una piscina y a cerrar los ojos y la boca para que aquella sustancia no le entrara cuando cayó sobre ella completamente. Lo sintió cubrirla, rodearla. Y lo sintió vivo sobre su piel cuando la empezó a empujar lentamente y percibió como dejaba de tener contacto con el suelo y flotaba sumergida en el. Sumergida… sumergida…

Aguantó todo lo que pudo. Sintió a sus pulmones arder, la ansiedad y la necesidad de oxigeno, y se obligó a aguantar todo lo posible. Sus ojos fue lo primero que la desobedecieron. Sintió a la sustancia llenar el espacio que hasta ahora le había sido prohibido. Pero no escocieron, sino que pudo ver a través de la propia sustancia, un mar rosa claro que la rodeaba a ella y a los demás, a los que podía ver también cerca. Expresiones de miedo. En todos y cada uno de ellos. Su corazón protestó por la falta de oxigeno y empezó a marearse, a ver doble y después negro aunque sabía que tenía los ojos abiertos. Sentía a la sustancia llenando sus oídos.

Es inevitable... es un espacio cerrado… No puedo... No puedo... Más...

Su mente dejó de luchar y abrió la boca en un intento primario de búsqueda de aire. Pero fue como si se hubiera tragado una cantidad enorme de gelatina de una sola vez. Se soltó la nariz, en un intento de parar la entrada de aquella cosa por su boca, pero solo consiguió que aquello se metiera por su nariz, llenándola por dentro. Sintió como llegaba a sus pulmones y quiso gritar, lo hizo realmente, pero no tenía aire, no tenía fuerzas, la agonía era realmente larga y era desesperante morir así. Sin haber podido hacer nada por evitarlo, por evitarle a ninguno aquella vivencia.

Su cuerpo, en su agonía, intentaba respirar, ayudando en el proceso a aquella cosa a seguir entrando en su interior. Y, de repente, se sintió completamente invadida, llena, rebosante de aquella cosa. Pero seguía allí.

Procesó aquella información mientras que nadaba en su ansiedad y sintió algo más. Estaba rodeada por los demás, tan juntos que los cuerpos de todos se tocaban a la vez que flotaban en el mar rosa. Estel, Omar, Sean, Mike, Nathan, y los demás estaban más allá. Estaban todos unidos, formando una piña, y vivos. Lo veía en el brillo de los ojos de Estel, en los movimientos del resto, en las expresiones de sorpresa.

Delante de sus ojos, hilos rojos aparecieron flotando en el rosa. Y buscaron su boca, su nariz. Y supo que era sangre, el sabor inconfundible de la sangre le llegó desde sus papilas gustativas. Pasó su mano por uno de esos hilos, atravesándolo. Pero este se recompuso, se volvió a unir y siguió buscando su camino hacia su interior.

El miedo estaba dejando un resquicio para la sorpresa. Se sentía como… no era posible…

¿Un bebé? ¿Un bebé antes de nacer? Es eso este lugar, esta cosa rosa es como un líquido amniótico y esta sangre… ¿de quién es?

Preguntas con respuestas difíciles. Pero allí estaban. Flotando. Y vivos.

Se permitió relajarse un momento. Relajar a su corazón, a sus manos, a su mente. Buscó la mano de su hermano, a su lado, y se agarró a él. Sabía que aquello no podía ser todo, que aquello era un comienzo. Pero aún se sentía temblar fuertemente por la impresión de la falta de oxigeno, de la muerte cercana. Y la incertidumbre de lo que pasaría a continuación luchaba por hacerla caer de nuevo en la ansiedad.

Tranquila…estamos todos vivos. Aun no nos quieren matar, no así... ¿pero qué es esto entonces? Nos van a mantener aquí en suspensión hasta que vayamos muriendo poco a poco con el paso del tiempo... ¿es eso?

Y, como si hubiera pedido la respuesta en voz alta, sintió la corriente. Ya no estaban plácidamente suspendidos en la sustancia rosa, sino que algo comenzó a agitarla. Y a ellos con ella, cada vez más rápido, más rápido. Lottie se agarró a la mano de su hermano, intentando no perderlo, no perderse ella misma dentro de aquel remolino que comenzó a formarse y a tirar de ellos. Pero el empuje era cada vez más fuerte, más rápido, y la sustancia comenzó a perder consistencia, separándolos.

Y comenzó a faltarle de nuevo el oxigeno.

Como cuando el líquido amniótico ya no tiene sus cualidades al final del embarazo... ¿Es así como lo siente un bebé?

Y notó que la falta iba a más, a la vez que la rapidez con la que era zandareada y golpeada por algo duro ¿o era ella la que chocaba contra algo? Había perdido el contacto de Sean, el del resto. Había dejado de ver en algún momento. Y quería contener la respiración, contener algo de ese líquido rosa en su interior, pero sabía que era imposible. El líquido no salía ni entraba, simplemente estaba. Pero ya no había oxígeno en él, no la mantenía. La ansiedad y el terror que había pretendido mantener al margen la invadieron de nuevo cuando sintió cambiar la textura, la temperatura, y supo que la sustancia ya no estaba aunque sus ojos no podían confirmárselo. Su instinto primitivo de supervivencia le avisó de que ya no, de que lo que la rodeaba la mataría si lo aspiraba pero… ¿Qué hacer? ¿A dónde ir? Manoteó buscando algo. No sabía qué. No tenía apenas oxígeno ya, se volvía a marear y sentía a su corazón martilleando de nuevo en su interior en una brutal queja de necesidad.

Una luz...

Intentó nadar hacia ella con todas sus fuerzas. No era buena nadadora, no lo era en absoluto. Ella era de tierra, de suelo y bosque. Y la luz estaba lejos, demasiado. No tenía fuerzas en sus piernas, todo le dolía. Le parecía ir a contra corriente...

Un poco más... no abras la boca aún Lottie... no lo hagas... no lo hagas... no lo hagas...

Adelantó su mano hacia la luz, como si pudiera traerla hacia ella. Sintió que su mano tocaba otra textura.

Un poco más... un poco más...

Pero no pudo aguantar más.

Abrió la boca en un último intento ávido de oxigeno, horrorizada por no poder aguantar más aquel gesto. Sintió como se elevaba en ese mismo instante sobre el liquido, este chorreaba por su rostro...y sus pulmones obtuvieron aire. Dio una bocanada enorme a la deslumbrante luz que la rodeó, cegándola. Se sintió gritar al descubrir que podía respirar, tosió, y volvió a sentirse caer.

El  líquido en el que ahora estaba volvió a rodearla. Tragó de él, y tosió sin pensarlo, intentando vomitarlo, lo que hizo que más líquido entrara en sus pulmones. Volvió a empujarse para salir a la superficie, conteniendo un nuevo ataque de tos. Estaba tan cerca que no podía caer ahora. No podía permitírselo.

Volvió a salir. Tosiendo, escupiendo líquido. Cegada totalmente. Cerró los ojos para protegerlos de aquella cantidad ingente de luz mientras luchaba por mantenerse a flote.

Busca algo donde agarrarte Lottie, o caerás...

No tenía fuerzas, cada movimiento era puro dolor. Su corazón le martilleaba en los oídos y sus pulmones le dolían, invadidos en parte por ese nuevo líquido que la rodeaba. Volvió a toser y sintió que volvía a caer, luchó por volver a subir y estabilizarse. Tenía que hacerlo.

Por una vez en su vida le iba la vida en nadar, en mantenerse a flote por mucho que doliera.

Volvió a estabilizarse y a toser, intentando expulsar todo lo que había tragado. Intentó abrir los ojos un poco, esperaba un golpe, una sorpresa, daño, por algún lugar, quería ver donde estaba, lo que les rodeaba. Pero no lo conseguía. Sus ojos claros se resistían a vencer aún al torrente de claridad que le caía encima. Volvió a cerrarlos mientras manoteaba intentando mantenerse a flote.

Y entonces, escuchó otros gritos. Y supo que uno, dos, tres más habían llegado allí como ella. Pero no podía hablar, no podía llamarlos, su respiración agitada se lo impedía.

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15/05/2016, 10:14
Sean Dunne

En algún momento cerró los ojos para protegerlos del gel, y no vió nada. Y sintió que una mano agarraba la suya. Y rezó para que fuese la mano de Lottie, o de alguna de las americanas, porque para nada del mundo le hubiese gustado estar cogido de la mano con el bailarín en aquel océano rosa. Sería demasiado gay. Luego, esos pensamientos, esas preocupaciones, se fueron apagando como una vela. La última imagen antes de perder el conocimiento fue Carmensita...

Esta sensación no era nueva para él. Durante el viaje de fin de curso a Acapulco, Sean y otros compañeros de clase hicieron submarinismo. Algún idiota jugó con la válvula en el barco, dejando la botella de Sean casi vacía. Poco después, durante el buceo, el pelirrojo empezó a sentir somnolencia, aunque no le dió importancia... Lo siguiente que recordaba era estar tumbado sobre la cubierta del barco, con la gigantesca monitora de dos metros de altura, Carmensita, juntando sus labios carnosos con los de Sean e insuflando aire. Jamás dijo nada a los profesores, y ni sus padres ni su hermana llegaron a saber nunca lo cerca que estuvieron de perder al benjamín de la casa.

Ahora el proceso se repetía. La falta de oxígeno le fue adormilando, en esta ocasión con un poco más de lucha y chapoteo, pero solo porque esta vez era consciente de que se iba a ahogar. Sean cayó en la inconsciencia. Y cuando despertó, gracias a un acto reflejo en el que su tórax trataba de inspirar una gran bocanada de aire, la mano que había estrechado ya no estaba...

Sus ojos seguían cerrados. Le picaban, irritados por el gel, y se resistía a abrirlos.

El gel le había dejado un sabor a jarabe en la boca.

Su oído estaba taponado por la diferencia de presión. Notó varios sonidos distorsionados. Si se trataban de voces, Sean no era capaz de distinguir lo que decían.

Los orificios de su nariz, al ser conductos más estrechos que la garganta, estaban todavía taponados. Presionó con el pulgar una de las aletas de la nariz, y expulsó con fuerza el aire por la otra fosa nasal, arrastrando una mezcla de gel y moco. Tosió para compensar la pérdida de oxígeno tras el esfuerzo realizado.

Y es que estaba cansado. Los músculos necesitan oxígeno para funcionar, y los estaba utilizando a medio gas para mover las piernas y mantenerse a flote. Notaba el nivel de líquido a la altura del pecho. Y cuando sus manos palparon a su alrededor, tratando de buscar algo a lo que agarrarse, solo encontraba carne húmeda, quizás de los cuerpos de sus amigos. Sean apartó los dedos para proseguir su búsqueda de algún asidero, sin darle tiempo a comprobar si alguien más se movía, o solo eran cadáveres flotando a la deriva.

Abrió los ojos, y trató de ver.

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15/05/2016, 12:25
Mike Yaddow

-¡Ey! ¿Que mierda está pasando?

La habitación había comenzado a vibrar, no sabía si habían hecho algo o simplemente para lo que fuera que les habían encerrado allí estaba empezando a funcionar. De una manera u otra no le daba buena espina, aunque se conformó con estar atento a mantenerse en pie a pesar de las vibraciones.
Algo se había encendido, eso estaba claro, la habitación estaba cambiando y los mecanismos habían comenzado a girar. Después comenzó a salir el humo y Mike instintivamente se llevó el antebrazo a la cara intentando proteger su respiración, no sin antes advertir al resto.

-¡Cuidado con el humo, taparos!

Sabía que no sería muy útil, ni siquiera llevaba algo de manga larga con una tela que pudiera filtrar alguna de las partículas que hubiera en aquel humo, pero no se iba a dejar gasear sin más. Después de eso algo pareció accionarse de nuevo y salieron unas toberas de las que comenzó a salir una especie de gelatina de color rosa. Mike pensó que esa era la peor broma pesada que le habían gastado en la vida y si como parecía no era una broma morir en una gelatina rosa era algo que le resultaba indignante. A pesar de todo intentó acercarse a Mel y a Sam en un intento desesperado por ayudarlas. Cuando la gelatina comenzó a cubrirlo del todo olvidó el humo y utilizó ambos brazos para nadar hacia ellas, pero era demasiado espeso y apenas se movía, cuando la gelatina lo cubrió por completo intentó bucear en ella con el último aliento que había conseguido, pero también resultó inútil. Las veía allí a unos metros, atrapadas en aquella gelatina rosa hundidas como él y a punto de quedarse sin aire, aquel era el final y no podía hacer nada por ayudarlas. Ya sin aire y dándose por vencido tan solo se esforzó en transmitirles un último mensaje, aunque cuando abrió la boca todo su cuerpo se llenó de la gelatina sin remedio y ahogó ese "Lo siento." que nunca llegó a pronunciar mientras alargaba un brazo hacia ellas.

Entonces comenzaron los zarandeos y extrañamente comprobó que no estaba muerto, no aún, era como si dentro de aquella extraña gelatina aún pudiera respirar no sabía como, tampoco sabía que era aquella otra sustancia que se estaba mezclando con la gelatina, aunque parecía sangre. No le dio mucho tiempo a pensar en ello pues el remolino que se había formado lo iba moviendo cada vez a mayor velocidad. Siempre había pensado en como se sentiría uno dentro de una lavadora y ahora estaba viviendo la experiencia en primera persona y no era agradable. Simplemente no podía hacer otra cosa que dejarse llevar por aquella fuerza que le hacía chocar contra las paredes y creía que también contra alguno de sus compañeros, entonces apareció una luz y salieron expulsados de allí a una especie de pozo. Tomo aire, le costaba respirar y estaba machacado por los golpes que había recibido. Se puso a flotar y vomitó el gel rosa que tenía en su interior. Seguía vivo y por alguna extraña razón pensó en Charlotte y en como había "ayudado" a vomitar a uno de sus compañeros de asiento en el vuelo hacia Egipto.
Giró la cabeza y la vio, a ella, a Mel, a Sam, a Sean, a Estel, a Nathan, a Oliver y a Omar.

También está Fadil.

Mike escupió con algo de asco los últimos restos de gelatina rosa que le quedaban dentro de la boca. Había tardado algo de tiempo en ver con claridad, pero ahora estaba seguro que todos habían sobrevivido y estaban allí.

-Estoy aquí Sam. Estoy bien. ¿Mel?

Veía a su hermana, pero esperaba una confirmación verbal o algún gesto de ella que le indicara que se encontraba bien. Mike intentó nadar hacia ella reuniendo las pocas fuerzas que tenía.

-No tengo ni idea... Pero ha sido muy desagradable. ¿Estáis todos bien? A parte de con todo el cuerpo machacado y medio atragantados por la mierda esta rosa.

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16/05/2016, 13:36
Melyssa Yaddow

Melyssa se encontraba cerca de la puerta. Estaba palpando las paredes, buscando algún tipo de vibración, o señal, que indicara que aquello fuera una máquina. Sus dedos pasaban sistemáticamente por la superficie metálica y sus demás sentidos estaban alertas a cualquier cambio perceptible. Así fue que cuando todo aquello empezó a vibrar, la joven ahogó una exclamación y se apartó un par de pasos de la pared, mirándola con los ojos como platos. 

- ¿Pero qué coño...? - Se cortó a mitad de la frase cuando vio como los monitores se alzaban hacia el techo. Los siguió con la mirada, aguantando la respiración, y entonces empezó el traqueteo. 

Sintió a Sam a su lado y se agarró a su mano con fuerza, mientras buscaba con la mirada a Mike. - ¡Miiiike! - Quería tenerle cerca, los tres tenían que estar unidos y no debían permitir que nada les separara. No sabía qué era lo que estaba pasando y tenía miedo. Sus ojos azules se habían vuelto de un tono gris tormenta y todo su cuerpo temblaba. Ella nunca había sido mucho de la acción, por eso había estudiado para trabajar en unos laboratorios, donde podía estudiar los crímenes desde el refugio que le proporcionaba su despacho. 

Escuchó a Mike advertirles sobre el humo y su rostro se descompuso. Se han cansado y nos quieren matar ya... Fue el primer pensamiento racional que cruzó su mente. Vio como todos levantaban la mirada y ella hizo lo propio, para encontrarse con aquella especie de gel enorme que se estaba formando en el techo y que empezaba a bajar. La joven se apretó más contra Sam, sin soltar su mano. Sentía su corazón latiendo a mil y una presión muy fuerte en su pecho. Desesperada miró el comunicador, pero este parecía haber dejado de funcionar. - Vamos a morir... - Dijo con un hilo de voz y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. No quiero morir, joder... 

Aquella especie de gel terminó de bajar y les cubrió. Melyssa intentó mantenerse agarrada a Sam, no quería perderla, no quería estar sola en aquella masa pegajosa. Al principio aguantó la respiración, pero aquello empezó a encogerse, aglutinándoles unos contra otros, y su instinto de supervivencia hizo que abriera la boca y ésta fuera invadida por la masa. Sentía su pecho ardiendo y su corazón frenético. Pero, cuando pensaba que iba a morir ahogada, fue consciente de que de alguna manera aquello que les cubría, que les invadía y había penetrado por su nariz, su boca y oídos, le estaba dando el oxígeno que necesitaba. 

En algún momento había soltado la mano de Sam y ahora la buscaba con la mirada. Vio a los demás también luchando por sobrevivir e intentó moverse, pero estaba paralizada y no podía.

Su mente estaba confusa y no lograba entrelazar dos pensamientos coherentes. Sintió el sabor de la sangre en su lengua y fue consciente de que la masa era algo más acuosa, parecían haber inyectado otra sustancia. Y entonces todo se volvió negro y el mundo empezó a dar vueltas. 

Melyssa luchó por su vida. Intentó nadar, pero la corriente la arrastraba y ahora sí, sentía como se ahogaba. Aquel gel se había vuelto cada vez más acuoso y había perdido el oxígeno que parecía estar manteniéndoles con vida. Manoteó en aquel líquido, desesperada, mientras luchaba por no empezar a toser. 

Por mucho que intentara nadar, su cuerpo estaba siendo arrastrado y golpeado contra paredes que no veía. Chocó con fuerza con alguien, pero no supo ver quién era. Sintió un dolor muy fuerte en el hombro y a punto estuvo de golpearse en la cabeza, pero de alguna manera la corriente la alejó de la pared. No podía controlarse, así que finalmente dejó de luchar, dejando que fuera aquella corriente la que arrastrara de ella. 

Se estaba rindiendo. Cuando el ardor de su pecho era tan horrible que sentía que no iba a aguantar mucho más, levantó la mirada y vio un círculo de luz sobre su cabeza. Cuando ya estaba a punto de tirar la toalla sintió que no estaba todo perdido, que todavía le quedaba un poco de fuerzas y empezó a nadar hacia la luz. 

Consiguió sacar la cabeza y exhaló un grito mientras sus pulmones se llenaban de nuevo de aire. Escupió el gel rosa y volvió a respirar, mientras manoteaba casi sin fuerzas para mantenerse a flote. Todavía no era consciente de donde se encontraba, sólo de que estaba viva y de que escuchaba la voz de Sam y de Mike entre los sollozos y los gemidos de los demás. 

Empezó a llorar y a reírse al escuchar las palabras de su hermano. Pero todavía era incapaz de hablar, ya que entre la risa y el llanto le sobrevino un acceso de tos. Su cuerpo quería expulsar el líquido que había respirado. - ¡Ohhh! cof cof cof... - Se sentía débil y manoteaba intentando mantenerse a flote mientras la tos continuaba sacudiendo su cuerpo. - Cof cof cof cof...

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17/05/2016, 17:32
Nathan Morrison

Miedo.

Esa fue la última sensación que Nathan podría recordar. El miedo que había hecho presa en Oliver. El miedo en estado puro. Miedo y no otra cosa. Un miedo que podía atenazar el cuerpo y el alma del bailarín. Una sensación opresiva capaz de dar todo por perdido. El gas blanquecino comenzó a brotar de no sabía muy bien dónde y el canadiense supo que el final estaba cerca. Desconocía el porqué y, a aquellas alturas, ya poco le importaba. Si habían viajado en el tiempo o en el espacio o si simplemente habían caído en la telaraña de la vieja Umayma para ser devorados de una forma que les era imposible de entender. Aquella máquina no tenía pinta de ser una mera cámara de gas y, sin embargo, la certeza de que aquello acabaría con sus vidas fue completa.

El rostro de Nat estaba empotrado contra su pecho. Aún pugnaba por retirar de sus retinas el mal que sus torturadores habían arrojado sobre ellos a través de las pantallas que pendían en círculos. Una mano temblaba ante la cercanía de Oli queriendo responder a su reclamo. Apretando el hombro de su amigo y diciéndole... "todo saldrá bien". Pero no. La mano se limitó a gimotear. La mano y el propietario de la misma estaban convencidos de que nada iba a salir bien. De que el sueño se rompía en ese momento. Y que la muerte sobrevenía sin posibilidad de réplica. Todos acabarían igual. Sus cuerpos jóvenes tendidos e inertes en la arena del desierto. Para siempre. Y luego el sufrimiento de los familiares; padres, madres y demás. Búsqueda de cadáveres que a buen seguro no daría resultado. Ingentes cantidades de dinero y recursos invertidos en algo que, después de todo, resultaba tan barato que ofendía; la muerte. Quizá Stevenson correría con los gastos. Podría ser parte de su tapadera. E incluso con los auténticos herederos de nuevo en Egipto, probablemente Umayma decidiese anotarse otro punto y atentar contra ellos. Todo era realmente repugnante. Nada iba a salir bien. Su muerte sería el comienzo de algo peor. Resultaba insoportable. 

Por eso Nathan decidió llevar a cabo un acto cobarde y amoral. Entre gemidos, a la vez que veía cómo el gas inundaba la estancia... como bajaba lamiendo las paredes de la cámara hasta envolverlos como un puré de guisantes... abrió la boca y la nariz y aspiró con fuerza. No podía presenciar la agonía de sus compañeros ante el envenenamiento. Las caras abotargadas y los ojos hinchados boqueando por un poco de mísero oxígeno que no llegaría jamás. Esperaba ser el primero en caer. Yacer con los ojos cerrados bien fuerte hasta que su propio cuerpo se volviese inerte después de las inevitables convulsiones.

Pero no... aquel gas parecía simple vapor de agua. No era muerte. No aún. El bailarín abrió los ojos y el shock que sufrió lo dejó paralizado. Mentalmente estaba ya más cerca de la muerte que de la vida. No esperaba que algo lo volviese a arrastrar hacia el otro lado. Petrificado vio como espectador el resto de los sucesos. El gel rosa violando sus pulmones. El acre sabor a sangre. Aquel impío útero mecánico que los albergaba entre una no-vida y una no-muerte. 

Miedo.

El miedo ya era una certeza. Más que el aire. 

A lo largo del proceso Nat dudó que fuese el único en seguir vivo. Un haz de esperanza luchó por abrirse camino en su mente ennegrecida. Chocó en aquel repulsivo torbellino con otros cuerpos. Todos parecían afanarse en agarrarse a algo. Notaba sus manos morder a través del gel luchando como las suyas para encontrar algo que los volviese a anclar al suelo en medio de aquel medio acuoso. Hasta que fueron vomitados a un lugar desconocido.

Nat vomitó. Con dolor. Con miedo. Una densa bocanada de moco, gel y lo que restase del contenido de su estómago salió trabajosamente tras el esfuerzo por luchar contra el ahogamiento. Su cuerpo comenzó a menearse instintivamente para no volver a caer en lo profundo de aquellas aguas. Cerró los ojos con fuerza ya que a través de los párpados parecía que comenzaba a haber cierta claridad en la estancia. Una luz que traía alfileres a quién la miraba. Y aún así, a través delos ojos cerrados, las lágrimas resbalaron hasta mezclarse con el líquido que lo envolvía. Lloraba de miedo. De dolor. De impotencia. De frustración. Lloraba porque en verdad no podía hacer otra cosa más que llorar.

Pero al menos estaba vivo.

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18/05/2016, 11:40
Oliver Booth

Aquel líquido gaseoso medio sólido, o lo que demonios fuera, se coló hasta el último de los poros de mi piel. La atravesó lentamente bañando mis músculos agarrotados y continuó abriéndose paso hasta lo más profundo del tuétano de mis castigados huesos. Mi cerebro, mis pulmones, mi corazón... todos estaban bañados en aquella... cosa. Por un momento lo vi todo en un extraño tono rosáceo, como quién se pone una gafas de sol con cristales de ese color. Diría incluso que el color rosa se comía los brillos de alrededor, de nuevo como una lentes oscuras, aunque eso quizás no ocurriera en realidad... Bueno, si soy sincero, no puedo afirmar (ni siquiera ahora) que todo aquello fuera de verdad real y no un producto de mi imaginación... inducida por alguna clase de droga o algo parecido. En realidad... joder, cada puto momento de aquel "viaje" parecía sacado de un cuelgue de heroína o de una ingesta de peyote de las gordas. Era confuso, muy confuso, saber que no me había drogado conscientemente y, sin embargo, notar efectos similares... no similares, jodidamente iguales...

Sumergido en aquel gas líquido lo-que-fuera no pude más que hacer lo que hace uno cuando no tiene ni idea de lo que va a ocurrir: quedarme quieto y no tocar nada. Me sirvió un rato, seguramente un instante mucho más corto de lo que percibí, porque enseguida todo empezó a dar vueltas. Como no me estaba resistiendo a nada, los remolinos me arrastraron de un lado a otro. La cabeza me daba vueltas y notaba como mi cerebro chocaba contra la parte interior del cráneo, provocándome un dolor que si que me pareció de lo más real.

Ni siquiera intenté gritar, o hablar, la verdad es que no le veía el sentido. Sencillamente, intenté que todo ocurriera lo más rápido posible mateniendome muy quieto. Cuando todo pasó, o al menos parecía que había pasado, sentí una cierta calma, aunque el sentimiento de miedo que me había atacado anteriormente seguí ahí, acechando. Por el momento me creía capaz de mantenerlo a raya, y aunque no estaba del todo seguro, sabía que muy pronto tendría la oportunidad de comprobarlo...

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19/05/2016, 17:14
Omar Echenique

Abrazado a Estel fue testigo de las luces titilantes que derivaron al amarillo, del gas que emergía, de los ruidos hidráulicos, del traqueteo como si se hallaran en el interior de una vieja locomotora, en el vientre de metal de una madre demoníaca alimentada por la magia y la tecnología a partes iguales. No entendía nada. No comprendía nada, salvo que aquel era un paso más y dudaba que fuera el último después de todo el trabajo que se habían tomado en aquella especie de preámbulo de lo que parecía ser una tortura meditada y planificada durante años.

Brotó el gel rosado, más propio de un rave gay hortera donde solo faltara la purpurina y Umayma disfrazada de drag queen que de algo con un propósito definido. Pero lo vio crecer, expanderse, devorarlos poco a poco, amenazando con ahogarlos, con matarlos. Vio a los primeros caídos, resistiéndose para acabar aspirando el fluido gelatinoso y en su mente se dibujó por aquellos absurdos de la memoria, la escena de The Abyss y a Ed Harris colocándose con un líquido absurdamente similar. Miró a Estel, vio su mirada a medio camino entre la deseperación provocada por el shock y la aceptación de lo inevitable.

-No te resistas. Respíralo -dijo simplemente. Una propuesta fácil para algo que el cuerpo se negaría a obedecer por un imperatiuvo genético de supervivencia ante la asfixia.

Y la abrazó. Sus brazos la rodearon conforme aquella gelatina los alzaba, haciéndolos suyos. Desde su espalda, rodeó a Estel por la cintura y haciendo caso de su propio consejo, vació los pulmones para después llenarlo de lo que fuera que habái sido vomitado en el seno de aquel engendro parido por un demente de la revolución industrial de hacía dos siglos. Cedió a las convulsiones, al ahogo, a la sensación de asfixia y muerte pero su presa no se aflojó en ningún momento y cuando el mundo tornó en oscuridad y a punto de desmayarse fue arrojado a una espiral descendente de violencia inusitada, seguía unido a Estel, como dos siameses que no pudieran ser separados salvo por la brutalidad del bisturí. 

Dolor, golpes, rozaduras, zarandeo... Una montaña rusa alocada que provocó en Omar una descarga salvaje de adrenalina que le llevó a mover las piernas sin saber qué dirección tomar hasta que la luz asomó en sus ojos abiertos. Un pequeño punto al final del túnel. Cuatro piernas se sincoparon, llevadas por una armonía que trascendía a los propios cuerpos y que buscaban la luz que proclamaba a gritos la existencia de una superficie.

Las cabezas asomaron, rompiendo la lámina de agua, neonatos asomando por una placenta. Tosió y vomitó el escaso desayuno mezclado con lo que fuera que había tragado. Aflojó el abrazo y se tendió en el agua, una mano sujeta a la de Estel.

Su voz retumbó con ecos en las paredes de piedra que los rodeaban.

-Hijos de puta.

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23/05/2016, 02:16
Estel Highwater

Había algo que estaba sucediendo, sí, pero estaba demasiado lejos. Sucedía a través de un mar oscuro y cautivo, denso e inmóvil como la propia noche o el propio espacio. Sucedía en un mundo que debía ser frío y distante, y silencioso, y lleno de vida. Muy distinto a este donde todo era fuego, y presión y gritos, asfixia, y algo agrio en el paladar y la boca que se parecía demasiado al gusto de la putrefacción.

Aquel veneno corría aún por su sangre, la que le quedaba adentro del brazo que no podía mover, no de nuevo. Podía sentirlo echando raíces desde el hombro hacia arriba, cerrando su garganta y sus dientes. Hacia abajo, retorciendo sus pulmones y costillas. Hacia adentro, arañando el corazón. Todo se había reducido a un punto, a un silbido arrítmico y un golpe repetido, estruendosos dentro de aquella caja de resonancia a oscuras. Porque estaba en una caja, o en un túnel. Estaba en un sitio tan cerrado que aplastaba, que la empujaba hacia abajo sin control y sin parada, una caída libre sin final aun cuando ya estaba destruida en el fondo.

Todo era un punto, y era ciego, y era negro. Silbido, golpe. Silbido, golpe. Silbido.

 Algo estaba sucediendo, sí, algo que estaba demasiado cerca. Sucedía a través de un desdoblamiento, el cual debía poder sentir pero que no sentía. Silbido, golpe. Silbido. Había una percepción vacía en algún rincón de aquel cubo, la intuición de un movimiento, que no llegó a tocarla. Silbido, golpe. Silbido. Algo sucedía, sí, trémulo y efímero como una brisa o un soplido. Algo que, en un espacio sin aire y sin frío, se sintió tan fuerte como un grito.

Silbido, golpe. Silbido. Sudor, sándalo y arena. Silbido.

Silbido.

Aquel olor comenzó a iluminar paulatinamente cada esquina, cubriendo cada centímetro de vacío. Era una verdadera esencia, un olor propio y ajeno, necesario para vivir. Silbido, golpe. Silbido. Sometió al fuego a silencio y penetró por fuera y por dentro al veneno. Silbido. Pero en vez de bajar a la garganta, al pecho, al corazón desbocado, subió por los ojos y las cejas y los huesos hasta llegar al centro, donde hizo nido.

Algo sucedía, sí, y por primera vez en lo que parecía un estado fuera del tiempo, Estel supo que era.

Omar.

El cubo estalló, mutando en una espiral de información caótica. Sintió de golpe el frío del suelo, el dolor de la piel arañada de su hombro, la debilidad de su cuello que se inclinaba hacia adelante llevada por algo. Cuando su mejilla encontró tela, y carne y sangre, Estel se sintió comenzar a temblar. Le faltaba el aire, supo de repente, y no tenía que ver con que su boca besaba el pecho que la sostenía. Le faltaba el aire, y le silbaba su propio pecho, y Omar le estaba hablando, y…

Cerró los ojos que había abierto en algún momento, sin ver. Escuchaba sin oír, también, pero las vibraciones de aquel pecho y las manos en su cabello eran como metrónomos improvisados que la invitaban a sintonizarse con su frecuencia. Instintivamente, Estel obedeció. El aire en sus pulmones se volvió uno con aquel ritmo, comenzando a bajar de velocidad. Sus cuerdas vocales, que vibraban con un grito latente, empezaron a relajarse y a seguir aquellas palabras sin forma. Dentro, fuera, latido. Dentro, fuera, latido. Su mano izquierda comenzó a dejar ir su hombro, y se unió a la otra para aferrarse al torso de Omar.

Dentro, fuera. Latido. Dentro, fuera. Latido.

Percibió el movimiento de Lottie a su lado, y se dejó también rodear por sus manos. No tenía fuerza, no propia, y se aferró al calor de su presencia de la misma forma que la francesa se había agarrado a ella. Cuando la sintió comenzar a vibrar, en una frecuencia que sólo podía significar una cosa, Estel movió una de sus manos y la aferró por la muñeca. No se sentía con fuerzas para moverse, ni para hacer otra cosa, ni siquiera para acompañarla y llorar. Sus propios ojos estaban secos, rígidos y exhaustos, aún cerrados contra el pecho de Omar.

Allí percibió el movimiento, el inicio de la vida de una máquina que no era su propio cuerpo, ni el de ellos. O no aún.

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23/05/2016, 02:54
Estel Highwater

El camino de Estel de nuevo hacia el presente fue duro y silencioso, apantallado por el cuerpo de Omar y de Charlotte. Su respiración tardó un largo tiempo en estabilizarse, como su corazón, y no se había movido en absoluto de la posición en la que había caído para el momento en el que la máquina comenzó a vibrar. El único cambio era que se había soltado el hombro, el cual había estado aferrando tan fuertemente que los nudillos de su mano estaban desprovistos de toda sangre, y había pasado a abrazar a Omar. Recargada contra él, hundida en su pecho, había acabado sujetando también a Charlotte.

Al percibir la tensión en el cuerpo de Omar y que Charlotte se movía para que la soltara, Estel conjuró algo de fuerza para levantar la cabeza y observar. Su mirada cansada vagó por los alrededores, apreciando los cambios en el entorno tecnológico, y se detuvo en lo que había aparecido de repente. No tuvo fuerza siquiera para preguntarse qué eran, ni qué hacían. Vio comenzar a brotar el gel y de inmediato, más rápido de lo que su consciencia podía procesarlo, su instinto hizo los cálculos y llegó en un instante a la conclusión inaceptable. E inevitable.

Vamos a morir. Aquí. Ahora. Sólo nos quedan unos…

Estel buscó con la mirada a Sean, a Charlotte, lejanos y ya atrapados, sin sentir fuerzas siquiera para hablar. Morirían, frente a sus ojos, sin que pudiera hacer nada por evitarlo. La impotencia volvía a arañar las fronteras de su mente, y el dolor, y le tomó todo el resto de su energía evitar que volviera a hacerse con el control de su cuerpo y de su consciencia. Morirían, frente a sus ojos, sin que pudiera hacer nada por evitarlo, como…

Giró la cabeza y sus ojos se encontraron con los de Omar. Había algo más que shock, en ellos. Había una aceptación trascendental, una que nada tenía que ver con aquella otra mirada, la que había sido la última imagen que en algún momento Estel había tenido de la vida. Y había algo más que shock y aceptación, en los de ella. Había dolor, había impotencia, y había una promesa como la que se habían hecho el uno al otro aquel día entre los escombros, la sangre y el sol.

- De acuerdo – respondió Estel, simplemente. A eso, y a todo.

Los brazos de Omar reptaron por su cintura, y los de Estel pasaron lentamente por debajo de sus axilas y por detrás de su cuello. Apoyó la mejilla contra la suya y, cuando Omar exhaló para vaciar sus pulmones, ella hizo lo propio. Por un vago momento, mientras comenzaba a sentir las primeras convulsiones de la asfixia, su mente retrocedió irracionalmente hacia el pasado y hacia su madre, hacia una anécdota sobre morir bajo una cascada para volver a nacer. Pero ella murió sola de mentira, dijo su mente que se retorcía por vivir. No tenía a papá, ni tampoco tenía a Xabier. Sus manos se aferraron con más fuerza a Omar, tratando en vano de trasmitirle un confort que ella no poseía, de parar la náusea que ella misma estaba viviendo. Yo morí de verdad aquel día, susurró su mente que luchaba por no apagarse ante el gel. Pero no estaba sola, ni lo estará nunca él.

Su presa no se aflojó en ningún momento. La fuerza volvió a sus brazos bajo adrenalina y voluntad, y no hubo nada que sucediera que la alejara ni un centímetro de Omar. Las sacudidas y la presión no hicieron más que azuzar la fuerza con la que Estel mantenía un agarre de muerte con sus brazos y piernas, muy cercano al que Omar tenía sobre ella. Aquella lavadora cósmica trataba de matarlos, pero los azotaba como a un solo cuerpo en vez de a dos, y pelearon contra ella con la sincronía de dos corazones creyendo en una misma mente, en un solo instinto. Rechazaron la muerte con la fuerza. Viajaron a la luz con la misma velocidad.

Cuando rompieron con la superficie, y el aire volvió a rodearlos, Estel no pudo evitar la tentación de dar una larga bocanada. Terminó vomitando todo lo que tenía en el estómago, e incluso lo que no, a un costado del hombro de Omar. Podía sentir su corazón latiendo desbocado, retumbando contra su pecho como su insulto retumbó por las paredes. Los ecos la acompañaron mientras ella también aflojaba su presa de muerte y se dejaba caer de espaldas en el líquido, sin querer mirar sobre qué estaba cayendo, resoplando para destapar sus vías respiratorias.

- Fills de puta – dijo, o repitió, la voz ronca y entrecortada. Y luego, suspiró – Me cago en la hostia.

No encontró, por largos segundos, fuerzas para nada más que estar allí tirada sobre el agua, aferrando la mano de Omar en la suya. Su cuerpo traicionero no hizo sino traerle frente a los ojos las similitudes y diferencias de aquella muerte con la que ya había experimentado. Era una buena cosa que estuviera demasiado cansada como para entrar en pánico, o volver a experimentar un ataque. Ni siquiera tenía fuerzas para llorar. En aquel momento, no se sentía capaz de hacer nada más que simplemente ser.

- ¿Charlotte? – preguntó, porque ella era eso, a fin de cuentas - ¿Sean? ¿Estáis bien? – Estel trató de incorporarse, sin éxito – Los demás, ¿estáis vivos y enteros? ¿Lo suficiente como para matar a alguien?

Su voz hizo ecos que le pusieron la piel de gallina. Centró la mirada en la luz sobre ellos, y un escalofrío le recorrió la espalda, en forma de déjà vu. Estel trató en vano de enfocar su intuición, demasiado cansada para hacer algo que parecía tan difícil. Sin embargo, cuando acarició la mano de Omar aún en la suya, una sensación acudió inmediata a su cuerpo.

- Tiene que ser una broma – susurró. 

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26/05/2016, 13:18
Fadil Jannan

Gritó con todas sus fuerzas, con toda su alma. Lo hizo incluso cuando la sustancia gelatinosa alcanzaba su boca, incluso cuando se introdujo en ella. Incluso, en su mente, siguió gritando cuando ya sus pulmones se inundaron, y ningún sonido salió por su garganta. De rabia, de impotencia. De lucidez ante la muerte, ante lo inevitable, ante su propia estupidez, ante su propia culpa.

No murió, no de entrada por lo menos. Y siguió gritando, y mirando. Las pupilas en los demás, en sus víctimas, en sus compañeros que iban a morir como él, por él. Pensó en Nefissa, aún más, pensó en sus padres muertos, en su tío, en el odio que sentía, y también en lo que dejaba atrás, en el amor, en lo que perdía, en lo que había perdido.

Y todo se nubló.

Si era cierto que la vida pasa entera ante los ojos en el incierto segundo antes de la muerte, Fadil no la vio. Porque antes de eso, se sumió en una negrura cálida y piadosa. La inconsciencia lo arropó, y ya no sintió el dolor, ni los golpes, ni el ahogo, ni el parto a un lugar distinto, en otro tiempo.

No es que se dejara llevar, es que nada le detuvo, ni su voluntad ni su consciencia, y en su oscuridad simplemente renació.

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27/05/2016, 11:49
Udjat

Cuando fueron capaces de enfocar sus ojos y de focalizar sus mentes en lo que les rodeaba, cuando hubieron comprobado que estaban aquellos a los que a cada uno le importaba, y es que lo lazos pesan más cuando aquellos a los que amas están en peligro, se situaron.

Es cierto que habían sobrevivido a trompicones, que quien más quien menos estaba sofocado y dolorido, medio ahogado. Fadil, incluso, seguía inconsciente, aunque a nadie le importó demasiado, en realidad. Pero aunque no lo supieran, estaba vivo. Todos ellos, todos, estaban vivos.

Y al situarse, al mirar alrededor, fueron por primera vez conscientes de la belleza salvaje del lugar en el que se encontraban.

Era una hoya de agua azul verdosa, ahora en calma, parecía imposible que un vórtice arremolinado como el que se había creado en la Máquina los hubiera traído hasta allí. De hecho, todo cuanto estaba sucediendo no es que pareciera, es que era, imposible...

Rodeados de roca, sólo plantas y cielo, agua y luz. Por lo menos en un primer momento.

Porque, en cuanto sus oídos se destaparon del todo, lo que había sido un zumbido estridente en sus cabezas, se convirtió en un verdadero griterío de exclamaciones alegres. Incomprensibles, palabras que ninguno de ellos fue capaz de entender, pero eran voces de personas que celebraban su llegada, hombres y mujeres, cantando y gritando.

Y entonces se dieron cuenta de que alrededor de la boca de la Hoya, todo lo que era el perímetro de su abertura cenital, estaba lleno de gente. Recortados al cielo por el contraste y lo que les quedaba de su propia ceguera, aparecían indefinidos, pero aún así se vislumbraban rostros sonrientes, de grandes ojos, y un enjambre de manos y brazos que saludaban.

Y no sólo eso, en lo que parecía una repisa colgada sobre el vacío, arriba y al final de unas escaleras talladas en la piedra y que se remontaban allí desde el agua, había un grupo de chiquillos, como una docena de niños adornados con flores y hojas, que saltaban y tiraban pétalos al agua, riéndose y saludando también. Detrás de ellos una figura alta, de un hombre, un dignatario por cómo iba ataviado, esperaba erguido, vestido de blanco y con un tocado de plumas a modo de corona. En sus manos sostenía lo que parecía un puñado de espigas maduras, aunque a esa distancia era difícil decirlo.

Un recibimiento inesperado tras un viaje insólito...

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27/05/2016, 16:38
Mike Yaddow

Poco a poco Mike fue recuperando la normalidad en sus sentidos, enfocando mejor lo que tenía alrededor, escuchando los sonidos que llegaban hasta allí. Si no hubiera sido por la experiencia que acababa de pasar estaría alucinando por el bello lugar en el que se encontraba, uno de esos a los que le gustaba ir cuando planeaba vacaciones, un sitio casi idílico.
Miró hacia arriba, hacia la única salida que podía haber allí, aunque había mucha distancia y no se sentía con fuerzas para trepar toda aquella pared de rocas y vegetación.

¿Pero que...?

No podía creerse lo que estaba viendo, la boca del pozo estaba llena de gente, gente que les sonreía y les saludaba, como si nada hubiera pasado, como si fueran unos simples turistas bañándose en la poza. Entonces vio las escaleras que descendían y siguió su ruta con la mirada hasta el agua, se podía salir de allí andando.

¿Que está pasando? Esto tiene que ser una broma. ¿Como aparecimos aquí?

No es que no supiera como, lo recordaba, pero no tenía sentido ni lógica. Se suponía que los iban a matar y ahora estaban allí abajo, vivos y siendo saludados por un montón de gente alegre y que les tiraban flores y pétalos. Mike creyó saber por un momento donde estaban, con esa gente de tez oscura, de aspecto indio y tez morena, ataviados con esa ropa y flores.

Esto tiene que ser Hawai.

En cualquier caso seguía sin fiarse mucho, le acababan de traicionar e intentar matarlo como para no mirar con recelo a lo que se había encontrado al otro lado.

-¿Alguien sabe donde estamos? ¿Y quien es esa gente? -Miró a sus compañeros, todos intentando mantenerse a flote.- Allí hay unas escaleras, creo que es la única manera de salir de aquí... -Tampoco tenían más alternativa, tarde o temprano tendrían que subir y les estarían esperando para... Era mejor no adelantar acontecimientos.- ¿Podéis nadar hasta allí?

A simple vista estaban todos igual de machacados, pero vivos y con fuerzas suficientes para llegar, pero Mike estaba dispuesto a echar una mano a quien fuera, era un buen nadador y no iba a dejar a nadie tirado. O a casi nadie. ¿Donde estaba Fadil? Entre algunos de sus compañeros pudo ver un cuerpo flotando y a pesar de todo lo que sentía por el egipcio se preocupó.

Mierda, ¿Estará muerto?

-¡Eh! ¡Tú! ¡Fadil! -El egipcio no respondía y Mike no podía dejarlo sin más, sabía que a pesar de todo no se lo perdonaría. Nadó en su dirección y lo cogió para comprobar como estaba, después miró al resto.- Está vivo aún.

Sin decir más guardó el resto de sus fuerzas para llegar hasta la orilla donde estaba la escalera, no sería algo difícil si no fuera porque estaba tan cansado y dolorido.

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27/05/2016, 19:32
Charlotte Dunne

Intentó tranquilizarse, no ahogarse ella sola, respirar con tranquilidad, vomitar todo lo que le quedaba dentro... Cerró los ojos fuertemente y, poco a poco, fue intentando abrirlos...hasta que comenzó a ver formas y distinguir algo más que blanco y negro. Tanteó debajo de ella, con sus pies, pero no encontró nada. Las paredes que la rodeaban estaban lejos, verticales, oscuras.

Y una vez que se vio entera, tranquila, sin que nada atentara sobre ella, dirigió su atención a .... ¿Y los demás?

La exclamación de Omar llegó hasta ella, retumbando en las paredes. Se volvió hacia donde creía procedía el sonido y lo vio, tumbado en el agua, a salvo. Y junto a él, Estel. Decidió serenarse nadando hacia ellos, así por lo menos no tendría la sensación de caer. Un par de metros más y llegó al lado de sus amigos-¡Estoy aquí, Estel!  Estoy aqui...¿Estáis bien? Decidme que sí...- Pero ella ya sabía que lo estaban. Omar insultando a todo, Estel preguntando por los demás. Eso era buena señal en ambos. Los tocó, a ambos, indicándoles su presencia. Miró a Estel. No sabía el estado en el que estaría su amiga. Primero las imágenes, después aquella cosa rosa y el viaje a oscuras. Pero no era el momento de preguntar.

¿Sean? ¿Sean? Se volvió sobre ella, buscando a su hermano. Y lo vio venir nadando hacia donde ella estaba, con los ojos semicerrados, tanteando el espacio a su alrededor con manos inseguras. Pateó un poco, acercándose a él, interponiéndose en su camino y agarrándole de la mano-Estoy aquí, pelirrojo. Estoy aquí....-le revolvió un poco el pelo, como pudo, pero solo un instante para no perder el equilibrio y terminar de nuevo debajo del agua-Te intenté agarrar...pero me solté...¿Estas bien?-Le sonrió al verlo intentar abrir los ojos. También estaba bien, lo conocía.

Miró tras él y logró ver a Nathan y a Oli, intentando mantenerse igualmente a flote.

Pero antes de que Sean pudiera responder, la pregunta que lanzó Mike la sorprendió a la misma vez que la ponía en alerta de nuevo ¿Quienes son... quien? Se volvió hacia donde Mike estaba y parpadeó, forzando a sus maltrechos ojos a localizarlo en el agua junto a Mel y Sam. Lo vio mirar hacia arriba. Y siguió su mirada hacia las alturas. Y entonces fue cuando se dio cuenta de que la luz ya no le molestaba tanto como antes y, en lugar de solo agua y paredes negras, distinguia algo más. Colores. Verde, azul, gris, algo de naranja y rojo...

-¡Madre mia!-exclamó al ver donde estaban. Se restregó los ojos, intentando aclarar un poco más su visión que no llegaba a ser clara. Aquel lugar era precioso. Había dejado de ser amenazador para ser algo parecido a una escena de una película de fantasía. Era el sitio más bonito y peculiar que había visto en mucho tiempo.

Siguió hacia arriba y... abrió los ojos como platos al llegar a vislumbrar el azul del cielo, y las formas que contra el se recortaban. Al verles, a todos ellos, fue cuando tomó consciencia del sonido, de las voces de todos ellos coreando algo, aplaudiendo, riendo en las alturas. Algo caía lentamente hacia ella. Se retiró de un manotazo, dejando que aquello, fuera lo que fuese, cayera lentamente al agua delante de ella.

Es un pétalo.

Cayó otro, y otro más a su lado.

Nos están tirando pétalos de flores....

Charlotte había esperado violencia al llegar allí. Las imágenes que les habían ofrecido cada una de las pantallas del engendro mecánico así la había predispuesto. Y estaba preparada para ello. Pero no para pétalos de flores y risas de... ¿bienvenida? Se quedó allí flotando, mirando hacia arriba, con la boca abierta en un gesto de indiscutible sorpresa, que había sustituido al asombro por la belleza del lugar.

-¡Ni se te ocurra subir, Mike! -le advirtió al americano al escucharlo ¿Qué escaleras? Mon Dieu.. no veo bien aún...-No me fio de esto...

Hacía unos momentos había odiado el agua, medio en el que no estaba segura. Pero la perspectiva de subir allí arriba le gustaba menos aún, ni con pétalos ni risas ni saludos de bienvenida. No dejaba de ver las escenas sangrientas delante de sus ojos y... ¡Mon Dieu! Fue cuando se percató de los rasgos de los niños, de los de aquel hombre que parecía esperar a recibirlos, de su indumentaria... ¿Y este lugar es...? ¿Como se llama? ¡Vamos, Lottie! Has visto documentales... ¡Un cenote!-¡Esto es un cenote y esa gente es....! ¡Madre Mia! ¡México!

Fue sumar dos más dos, y descendió en el agua al olvidarse mover sus pies y sus manos. Reaccionó cuando el agua le entró por la boca abierta y tuvo que escupirla rápidamente y volver a moverse. Miró a Sean a su lado y negó con la cabeza. Era cierto, ¡tenía que serlo!- Esto es un cenote... y los cenotes están en México. ¡No hay de esto en Egipto! Estel, Omar, vosotros habéis estado en México. ¿Estoy equivocada?-le preguntó a sus amigos, sabiendo que ellos habían visitado ese pais hacia tiempo.

Pero Mike volvió entonces a romper el silencio que había en las profundidades donde ellos estaban, lanzando un grito que Lottie no supo bien como interpretar. Vio a Mike nadar hacia el egipcio y, cuando lo agarró y comenzó a tirar de él, fue cuando reaccionó.

-No, no, no.... no puede ser-soltó a Sean y nadó en la dirección en la que venía nadando Mike, hasta que lo interceptó a medio camino de donde él pretendía ir. Al comienzo de esas escaleras por las que quería salir al exterior. Mike traía a un Fadil inconsciente en sus brazos-¿Respira?-Mike habia dicho que estaba vivo, por lo que tenía que haberlo comprobado. Nadó a su lado, sintiendo su carne de gallina al ver a Fadil sin sentido. Ahora, las escaleras le parecían muy lejanas. Y no quería ir a ellas, pero Mike no podría sostener a Fadil mucho más y ella no lo podría hacer ni dos segundos. Ni ninguno de ellos, si estaban medianamente tan maltrechos y cansados como ella lo estaba. No le quedaba otro remedio que acercarse allí-¿Has comprobado que respira?-le volvió a preguntar a Mike cuando llegaron al pie de las escaleras y pudo sujetarse en el primer peldaño, volviendo su atención de nuevo a Fadil-¿Tiene algún golpe?¿Sangre?-Le puso su mano en el pecho, buscando su respiración, y la encontró sin problemas. Resopló aliviada. Seguía vivo. Sabía un método para hacer que alguien no se durmiera o si perdía el sentido que lo recuperara pero... ¿y si se había llevado algún golpe fuerte en la cabeza en ese sitio por el que habían pasado? Miró a Mike un instante. No podría sujetarlo mucho más y subirlo hasta el escalón iba a suponer un esfuerzo considerable si lo hacía como un peso muerto, aún con la ayuda de los demás. Así que.... se decidió.

Puso su mano sobre la mejilla del egipcio, dándole una suave bofetada, intentando que reaccionara-Fadil ¡Fadil! ¡Despierta! ¡Venga! ¿Puedes oirme?-lo llamó. Dejó pasar dos segundos y repitió en su mejilla con la palma de su mano, aumentando la intensidad, pero no demasiado por si había alguna conmoción o algo así-¡Fadil! Soy Lottie. O me contestas ya o ¡me voy a ir enfadando seriamente contigo!-le arreó una tercera vez con más intensidad mientras crecía en ella la ansiedad al pensar que habían perdido al primero del grupo en aquel viaje de locos hasta el cenote-¡Venga! No me seas terco...¡Despierta! ¡DESPIERTA!-terminó gritándole.

Miró hacia arriba, controlando lo que por allí se les podía acercar. No se fiaba. Y si alguien bajaba por allí, se juró que sacaría fuerzas de donde pudiera para alejar a Fadil de allí y arrastrar a Mike con ella lejos de aquellas personas.

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28/05/2016, 10:28
Sean Dunne

¡Ya lo creo que es un cenote, Lottie! ¡Un cenote marrón y maloliente de vaca, así de gordo! Pero dentro de lo que cabe... estoy bien.

Escupió un poco más de agua, paso completamente de Fadil, y nadó en dirección al primer peldaño de piedra. Aquella distancia, que en condiciones normales cubriría con un estilo de natación elegante y eficiente, tras aquel duro renacimiento se convirtió en el equivalente al largo de una piscina olímpica para un tetrapléjico. Centró todos sus esfuerzos en impulsarse con las piernas, dejando los brazos para chapotear o mantener la estabilidad en el agua o lo que quiera que estuviese tratando de hacer.

Vamos... ya casi...

Por dos veces, Sean estiró la mano, hasta casi rozar el peldaño antes de hundirse en el agua. Tras mucho esfuerzo, logró estar lo suficientemente cerca como para agarrarse. Resoplaba como si el ejercicio le hubiese dejado sin aliento. Y cuando reunió las energías suficientes, se impulsó sacando su torso fuera del agua, enseñando poderosos abdominales y piel paliducha y pecosa. Tal vez los escalones siguiesen la distribución helicoidal por debajo del nivel del agua, y con un acercamiento por la pared se podría haber puesto en pie por una zona que no cubriese. Tal vez había logrado trepar al escalón más bajo. ¿Qué importaba? Lo importante es que había sido el primero, demostrando la pasta de la que estaban hechos los héroes. Se puso en pie en el escalón y lo primero que hizo fue sacudirse los estúpidos pétalos de flor del pelo mojado.

¡¿Hola?! ¿Inglés?-habló hacia arriba, elevando un poco el tono ante la muchedumbre enfervorecida-¿Parlez vous français? ¿Hases cosas con la lengua de Servantes?-intentó comunicarse, en todos los idiomas que conocía más o menos bien.

Pero qué estoy diciendo... son morenos, Omar se podrá comunicar con ellos en árabe. Aún así... intentémoslo una vez más.

¡Ambulancia!-y acompañó la exclamación señalando a Fadil-¡Policía! ¡Teléfono! ¡Embajada francesa! ¿Alguien tiene la menor idea de lo que estoy hablando?

Sean echó un vistazo escaleras arriba. Después volvió a mirar a su hermana, en el agua. Acunclillándose extendió la mano.

¡Lottie! ¡Si lográis traer a Fadil hasta aquí puedo izarlo a las escaleras!

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28/05/2016, 17:55
Samantha Johnson

Escuchar la voz de Mike y Mel fue lo más parecido a volver a respirar, y aunque estaba confundida por lo que había sucedido saber que estaban vivos restó mucho de la angustia que ni siquiera sabía que sentía. Claro que estaba asustada, y muy preocupada por el mal que Umayma les deseaba, pero ahora podría pensar con más calma.

De momento podía respirar bien, sin la extraña presencia en sus pulmones del líquido rosado. Aunque aún estaba dolorida por los golpes recibidos se centró en mantenerse a flote mientras giraba sobre sí misma para ver qué había sucedido con los demás. No podía estar pendiente a todo y de todos, pero en cuanto Mike cambió de idea para comprobar que Fadil estaba vivo se fijó en el lugar. Un cenote. Lo había reconocido rápidamente porque hasta hace nada se había sumergido en la red buscando datos, y los cenotes aparecían bastante a menudo; y aquel era realmente impresionante y hermoso. Podría ser una parte del paraíso si no fuera porque comenzó a entender que aquel zumbido se trataba de gente en la superficie vitoreando, y por lo que había encontrado, y sospechaban, no se fiaba mucho del motivo por el cual parecían alegres. No pudo distinguir muy bien lo que pasaba allá arriba, aunque juraría que alzaban sus manos como saludándoles.

- Cada vez es más bizarro -Desafortunadamente había perdido sus gafas, pero mientras no tuviera que leer o distinguir algo en la lejanía podía pensar en otro problema inmediato. Como por ejemplo uno que surgió pálido, pecoso y muy desnudo sobre el peldaño de la escalera. Los pétalos que caían sobre el cenote sólo podían hacer la visión de Sean surrealista, como un héroe adorado en toda su muy desnuda gloria-. Madre mía...

Jamás reconocería que había tardado más de la cuenta en desviar la mirada y comprobar que también estaba en pelota, así que sumando dos y dos todos debían estar igual. Era increíble que no hubiera caído en ello cuando se fijó en Fadil, lo que constató que una vez más pasaban demasiadas cosas como para estar en todo. Sosteniendo ese hecho dio un par de brazadas hasta su amiga.

- Mel, vamos a... Nadar hacia... -Agitó la mano indicando la escalera y tomó la iniciativa con otras brazadas ya que no podrían mantenerse a flote para siempre, o más bien permanecer en el agua sin morir de hipotermia ya que habían lianas para sujetarse. Sin embargo, no podía obstaculizar el intento por sacar a Fadil del agua así que esperaría lo necesario.

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30/05/2016, 18:11
Omar Echenique

A sus insultos y los de Estel, que reverberaron en la roca del cenote, siguió una algarabía cuya procedencia estaba lejos de poder situarla en las gargantas de sus compañeros de desgracia. Inevitablemente, la mirada de Omar se desvió de aquel punto azul luminoso que era el cielo a los bordes de aquella depresión natural. Como siluetas recortadas en cartulina, los cuerpos de un número indefinido de personas se dibujaba en los perfiles del cráter, emisores de aquellos gritos y de las flores y pétalos que caían hacia ellos.

Parpadeó. Era aquello o sumergirse nuevamente en el agua para emerger y comprobar que todo aquello no era un mal sueño. Pero el tacto de Lottie, suave como uno de aquellos pétalos, lo devolvió a la realidad. Una realidad que hablaba de Umayma, de su secuestro, de Enara, de una venganza. Carraspeó y arrojó un último escupitajo de saliva y agua.

-Sí, estoy bien, francesita -dijo cariñoso al tiempo que adoptaba la vertical en el agua y observaba al resto de los presentes arrancados de Egipto para ser paridos en lo que no cabía duda era México o un escenario increíblemente bien montado. Pero quizá más sorprendente que su ubicación, fue ver que todos los demás estaban desnudos. Bajó la mirada y no pudo evitar sonreír con sorna,

Era hora de salir de allí. Braceó suave y elegante, como si el agua no tuviera misterios para él, y al pasar junto a Estel le dedicó una sola palabra.

-Sígueme.

Cuando llegó al borde, apoyó ambas manos en el borde de piedra del primer escalón ya colonizado por Sean, resbaladizo por el musgo y el detritus de la vegetación que allí crecía. Con un impulso se incorporó y se sentó en el peldaño para terminar de incorporarse.

-Sean, deberías cuidar un poco tu... seto. Parece que tu entrepierna esté ardiendo -dijo soltando una carcajada. Su piel morena contrastaba vivamente con la del pelirrojo y aquel pequeño momento de humor lo necesitaba como el aire para respirar-. Te echaré una mano con ese capullo, aunque no sé si sería mejor dejarlo aquí, a remojo y dejar que se pudra. Si no fuera por él, no estaríamos aquí.

Una vez más, su mirada recorrió el entorno. Pero esta vez buscaba. Trataba de localizar una liana, fina y de fácil acceso que pudiera ser arrancada y ayudara a los demás a subir. Trepó varios escalones, lo suficiente como para poder observar a un tiempo a quienes se alzaban más allá. Las preguntas le asaltaban y una parte de su cerebro seguía trabajando mientras sus manos se aferraban a una liana y tironeaba de ella, haciendo que sus músculos se tensaran y que su cuerpo desnudo, fruto de la genética y el gimnasio, pareciera esculpido en mármol castaño. ¿Quiénes eran aquellas personas? ¿Y el personaje que parecía estar vestido de blanco y que portaba algo en la mano? ¿Cómo era que les esperaban, que supieran que habían de llegar? Todo era intrigante y a un tiempo, peligroso. Ya los intentos de Sean demostraban que desde un primer momento, el lenguaje podía erigirse en un problema importante. Allí arriba, les esperaba lo desconocido de la mano de nativos, y si todo aquello no era fruto de un mal viaje lisérgico, además les esperaban con algo parecido a la esperanza o la ilusión. ¿Qué ocurriría cuando aquella esperanza se truncara como consecuencia del inevitable desencuentro entre gentes de distintos mundos? Y ellos mismos, hijos del siglo XXI, ¿cómo serían capaces de sobrevivir por sí mismos en aquel lugar?

Miró una vez más arriba, al hombre de blanco y entonces la vio. Era ella. Pese a la corona de flores ocultando su cabello, pese a los ropajes. Era ella y la hubiera reconocido entre un millón de rostros. Era Enara.

La rabia que se fue gestando en su estómago la canalizó a los brazos y dio un fuerte tirón buscando arrancar aquella liana.

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31/05/2016, 13:20
Nathan Morrison

La luz parecía invadirlo todo de golpe. Y, sí... la palabra era invasión. El torbellino de negrura había sigo realmente angustioso pero la luz, irrumpiendo y abrasando de repente todo cuanto rodeaba, resultaba incómoda y lacerante. Tanta luz tampoco es buena; es fácil quemarse. Ciertamente, las pupilas de Nat hacían verdaderos esfuerzos por enfocar, por encontrar la obertura correcta que dejase pasar sólo la cantidad de luz apropiada para poder, de hecho, ver lo que le rodeaba. La vegetación así como el agua eran más que presentes. No se precisaba de luz para poder entender su presencia. La mente del chico trataba de aferrarse a algo sólido. Sin éxito. Pero en una vorágine de pensamientos que parecían ir al compás de lo recién vivido, apareció uno particularmente angustioso. ¿Cómo había aparecido en aquel cenote? No recordaba caer... ni tampoco emerger. Era como pasar de un estado semi líquido a otro más líquido aún. Sin nada en medio. Nada.

Los ojos comenzaron a hacer su trabajo paulatinamente. Al tiempo que la boca enjuagaba los restos de gel rosa y vómito sin importar si aquella agua fuese o no apropiada para tal menester, la claridad hiriente y cegadora fue permitiendo que se distinguiesen formas. Las lianas que caían como cascadas vegetales, las enredaderas que trepaban por la roca viva tapizando de un fresco verdor todo el cenote, las escaleras... las gentes. Quizá demasiados imputs para asumirlos con cierta calma. Máxime cuando estos llegan cuándo llegan. El canadiense miraba aquí y allá tratando de comprender. Tratando de hacerse una composición de lugar. Eran... personas. Y arrojaban...

En un acto reflejo Nathan se sumergió tratando de esquivar lo que parecía que iba a impactar sobre su cabeza. Por supuesto, ese objeto blanco y aún así recortado contra el blancor de la luz que inundaba toda la escena alertó al muchacho de un peligro inminente que no acabó siendo otra cosa que uno de aquellos fragantes manojos de pétalos que les estaban arrojando.

Pero allí, sumergido, en un estado de agradable suspensión, con la luz filtrada en tono esmeralda por aquella agua salpicada de flores y nenúfares, Nathan recobró la calma que aquel horror de máquina le había arrebatado. Su corazón retomó un ritmo acompasado y natural y sus pulmones, aún a pesar de la presión de estar manteniendo el oxígeno en su interior, ya no se sentían violados por aquella masa antinatural rosada. La piel del bailarín cobró consciencia, al notar el frescor de aquella agua virgen acariciando toda su anatomía, de que estaba completamente desnudo. Y de igual forma, tras el tamiz acuoso, el resto de sus compañeros; Mike, Sam, Melissa... Estel, Charlotte y algo más alejado, nadando en dirección a las escaleras, Omar... Sean prácticamente saliendo del agua... Oliver a unos pocos metros. Y Fadil inconsciente.

Como propulsado por una energía renovada, Nathan sacudió sus piernas elásticas y musculadas y salió del agua sacando casi el torso entero de una vez. Con firme determinación siguió agitando los muslos para, en pocos segundos, llegar a las escaleras en dónde ya reposaban fuera del agua Sean y Omar. De camino, Fadil. Poco le importaba lo que los demás opinasen al respecto y no iba a esperar a realizar una votación. Conforme el bailarín llegó a la altura del que otrora habría de haber sido su Cicerone, rodeó con sus brazos el torso inerte de Fadil y continuó nadando de espaldas con la fuerza de sus piernas. Nat no poseía una musculatura comparable a la de Mike, Omar o Sean... pero si de fuerza en las piernas se trataba podía batirse con cualquiera de ellos cualquier día de la semana. Y así, aunque no sin esfuerzo, acabó por llegar a su destino al pié de la escalera de roca.

- Ayudadme a subirlo... - instó a los dos compañeros que ya estaban arriba. Sujetándose del primer escalón, Nathan se sumergió para poder coger a Fadil de las piernas, lo más abajo posible, y así poder auparlo fuera del agua. Después él... un nuevo empellón de sus piernas y con la ayuda de sus brazos consiguió sentarse en el primer escalón. Una pierna... otra... y, por fin, la agradable sensación de pisar de nuevo la tierra firme.

Pero algo pasaba. Algo con Omar. Su gesto se había compactado en una mueca de dolor. Algo real. Algo físico. 

- Omar... - Nat alargó una mano y agarró a Omar del brazo. - ¿Estás bien? ¿Estás herido o algo?