Partida Rol por web

Horus - II

El Cairo: "Arrivals" (Cap. II)

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02/04/2015, 12:09
Udjat

El recorrido siguió recto como una flecha llevándoles hacia el oeste, al interior del desierto, el Mar de Arena, adentrándose unos 150 km más o menos.

No lo vieron al principio. Fue una aparición casi súbita, a pesar de haberlo visto ya en el vídeo de presentación del Hotel aquellos que llegaban por primera vez, Oli, Nat y Sam; a pesar de que para Nefissa aquella no era su primera visita, y a pesar de que Fadil debería estar más que habituado.

El SandCastle. Un Castillo de Arena, en la arena, que parecía de arena. Una construcción inmensa, encastada como una joya entre las dunas, junto a un recóndito oasis, aunque abastecido de agua potable por un pozo privado, inagotable. Lo más apabullante era su mimetismo con su entorno, que hacía que paradójicamente no impresionase cuando uno lo descubría. Porque la mayor parte del Castillo estaba bajo la meseta de roca arenisca en la que descansaba su parte exterior. Excavada, no se apreciaba si por mano del hombre, o si por el efecto de antiguas corrientes subterráneas ya inexistentes. El caso es que era un intrincado laberinto de pasadizos, cavernas, cámaras... una belleza.

Es curioso como hay ciertas cosas, construcciones que nos han llegado a través del tiempo, que nos transmiten una sensación ambigua, pero no por eso menos poderosa. Una sensación extraña, cargada de contenidos. Las Pirámides son una de esas construcciones, pero también el Castillo de Arena.

Evidentemente la parte exterior estaba reconstruida, lo había ido siendo durante generaciones, sobre todo porque la erosión del viento obligaba a ello. Y ahora, con la intervención de la Stevenson Enterprises, había sido remodelado y adaptado a los tiempos actuales, convertido en un Hotel con todas las comodidades y la tecnología puntera, hasta el más mínimo detalle. Pero eso era la punta del iceberg, se notaba a simple vista. Había mucho más que seguía tal como había sido durante siglos. Quizá milenios...

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02/04/2015, 12:44
Udjat

Bueno, allí estabas por fin. El lugar de trabajo en el que deberías desenvolverte los próximos días parecía sacado de un sueño exótico. Miraste a través de la ventanilla y te sentiste extrañamente incómoda. Tú eras una urbanita, en todos los sentidos. Para empezar, tus tacones de vértigo y tu maquillaje seguramente te harían la pascua en un lugar como ése. O no....?

Pero no se podía negar que la belleza del lugar era inagotable, Will Stevenson se había volcado en que no perdiera el sello ancestral, tal como era su costumbre y su arte al recuperar propiedades como aquella y reconvertirlas.

Sabías que la apariencia era un espejismo, lo que encontraríais dentro del SandCastle, tras esa imagen incorrupta tras el paso del tiempo, sería de una modernidad absoluta, aunque al servicio a partes iguales de los clientes y de la tradición.

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02/04/2015, 12:53
Udjat

Y ahí estábais. Os mirásteis el uno al otro, sin decir nada. Lo dijeron vuestras pupilas, quizá, en un mensaje privado, un lenguaje de sentimientos, las sensaciones vendrían a raudales en cuanto pusiérais los pies en la arena, eso lo sabíais.

Había más de lo que queríais admitir que os ataba a ese lugar que parecía sacado de un sueño exótico, de un viaje a través del tiempo. Un lugar anacrónico, o intemporal, mejor. Un lugar en el que hacía treinta años habían estado vuestros padres, y que, sin duda, les había marcado.

Pero vosotros eráis otra cosa, veníais a trabajar, y no a dejaros llevar por cuentos de dioses y destino. O sí...?

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02/04/2015, 12:59
Udjat

Ahí estábais. Por fin Fadil se había salido con la suya, a pesar de que ese par de artistas realmente estaban allí por ese videoclip. O eso decían. La dichosa manía que le había brotado a tu hermano, como brota una súbita urticaria, acerca de reunir a los hijos de los protagonistas de una historia olvidada por todos, menos por él, había cuajado ya.

Bueno, siendo sincera, no sólo Fadil seguía obsesionado con los sucesos de la Mastaba, hacía treinta años. Él quizá tenía otro motivo para recordarlos, sus padres se habían estrellado en los restos de la fatídica construcción, y quizá ése era el real motivo de traer ahora a todos esos desconocidos hasta aquí. Pero había alguien que te preocupaba más, y ése era tu padre, Zahi, que había reaccionado con suspicacia a su idea. Suspicacia, y... miedo?

Ya cuando Fadil le comunicó su proyecto de hacer de la casa ancestral de los Al-Hassim un hotel de lujo, el pobre hombre se trastornó muchísimo. Reactivar antiguos fantasmas, cuando aún vivía en un búnquer tratando de protegerse de ellos...

En fin, no tenía porqué suceder nada malo. Simplemente conocer gente nueva y de sitios lejanos, costumbres distintas, caracteres opuestos. Divertirse, gozar del lujo que normalmente no estaba a tu alcance, tener a Fadil más cerca de lo que solías tenerlo últimamente. Todo un privilegio. Y, sin embargo....
 

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02/04/2015, 13:21
Udjat

Y ahí estábais por fin. El engranaje acababa de arrancar, silencioso, invisible. Pero no por ello menos real. Tus compañeros eran ajenos a ello, miraban a través de las ventanillas escrutando el maravilloso paisaje, atrapados por una belleza exótica, por una magia real, la magia del tiempo y la naturaleza. Sin comprender, sin saber que había otra allí agazapada, una magia mucho más retorcida, atormentada. Y letal.

Oli y Nat se miraron, sin hablar. Nefissa te miró, sin hablar tampoco. Sam miraba la construcción que sería su lugar de trabajo durante los próximos días. Las sensaciones, los sentimientos, flotaban en el aire, prestos a ser degustados. Una mezcla de muchos, admiración, sorpresa, curiosidad... analizaste los tuyos. ¿Qué sentías ahora mismo...?

Pero no quisiste regodearte en ellos, tenías algo que hacer. Acomodar a tus acompañantes, desde luego. Pero, mucho más importante, sino urgente, debías ir a ver a Umayma. El eje, la Madre. Debía saber... si es que no sabía ya...

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04/04/2015, 19:28
Nathan Morrison

El vehículo atravesó la bulliciosa y caótica ciudad de manera tosca e incómoda. Tanto así que Nathan se sintió abrumado... más aún, agredido. Si un neoyorquino de adopción piensa que está más que acostumbrado al barullo que el gentío de una masa incontrolada y descabezada puede formar, que visite El Cairo. Es como diez noche viejas en Times Square a la vez. Imposible.

El bailarín dirigió una mirada cargada de significado a su amigo Oliver. ¿Tal vez se habían equivocado? Quizá resultaba excesivamente naif esperar un Egipto ignoto y paradisíaco. Al fin y al cabo, había ciertas ciudades, ciertos países impermeables al tiempo y la globalización. La pregunta era más que obvia... ¿afortunada o desafortunadamente? Por lo pronto, Nathan se sentía incómodo en aquella ciudad. Su parte urbanita clamaba una acera, asfalto y, de tanto en tanto, semáforos. Pero esto sólo se daba en la capital en contadas avenidas y zonas más destinadas para los turistas.

Hasta que, por fin, el océano de dunas se abrió ante ellos.

- Madre mía... - exclamó el bailarín para sí, inconsciente de que lo hacía en verdad en voz alta. - Esto es lo más bonito que he visto en mi vida.

Efectivamente, todo paso por Nueva York se había borrado de la mente del joven de un plumazo. De nuevo, como por ensalmo, volvió a conectar con su yo canadiense. Mientras que allí predominaba el blanco y el plateado, aquí, la paleta de colores se veía inundada de los dorados más intensos y el rojizo vibrante. Como si su lugar de nacimiento y esta otra a la que acababa de llegar fuesen las dos joyas de una especial pieza de delicada orfebrería. Ambas deliciosas y, a la vez, equilibradas en su contraste. Era como ver el espejo desde el otro lado.

Y, por fin, el Sand Castle. Un lugar extraño. Rescatado de un viejo relato o una leyenda olvidada. Algo sucedía. Algo que Nat no era capaz de explicar. Aquel lugar, el calor sofocante, el cielo azul brillante abovedado... lo que fuera. Pero Nathan no estaba pensando en coreografías. Por primera vez desde hacía semanas. El proyecto, el videoclip, su propuesta como bailarín y director artístico... Ya no pesaba. La ida existía pero era liviana. Como si con ella se pudiera volar.

Y sonrió. Sonrió por primera vez desde que llegaron a Egipto.

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06/04/2015, 12:46
Nefissa Mahub

Durante todo el trayecto, Nefissa guardó un respetuoso silencio. Miraba a través de la ventanilla con expresión pensativa. Sus ojos avellana recorrían las calles atestadas de gente. Estaba acostumbrada a todo ese bullicio y le gustaba, era parte del encanto de El Cairo. Pero cuando salieron de la ciudad y el mar de dunas les dio la bienvenida, un pequeño brillo asomó a su mirada. Sonrió al escuchar a Nathan exclamar sorprendido y asintió con un pequeño gesto de cabeza. 

- Bienvenidos a Egipto - . Murmuró y le lanzó una mirada cómplice a Fadil. Nunca había conocido a nadie que no se quedara impresionado por la belleza de aquel lugar. Las fotografrías, los documentales, las películas, nada de eso le hacía justicia. Por mucho que te sintieras preparado, el espectáculo que se abría ante ellos era de tal belleza, que no podías evitar que algo se te removiera por dentro. Ella había nacido en esas tierras, había crecido y se había convertido en una mujer, admirando todo aquel paisaje colorido. Y a pesar de ello, cada vez que salía de El Cairo y se desplegaba ante ella aquel paisaje, sentía un pequeño aguijonazo en su corazón.

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06/04/2015, 12:54
Nefissa Mahub
Sólo para el director

Pero... A pesar de mostrarse calmada y sonriente, de disfrutar como siempre de aquel hermoso paisaje, de su tierra, su vida, Nefissa estaba preocupada. 

Sobre todo estaba preocupada por su padre. Él no veía bien aquel encuentro. Sabía que lo temía y, por mucho que intentara convencerle, aquella preocupación se había trasladado a ella. ¿Estaban haciendo bien? ¿Era bueno remover cosas que habían quedado atrás? 

La joven no paraba de hacerse esas preguntas, mientras su mirada recorría las calles de El Cairo. Por un lado se sentía feliz. Aquellos días estaría más cerca de Fadil, aunque posiblemente, con todo ese embrollo, él ni sería consciente de su presencia. Pero por otra parte, aquella gente eran completos desconocidos. Ella había llegado a conocer a sus padres, por muy breve tiempo, y apenas se acordaba de ellos. ¿Con qué expectativas venían? 

La joven se mordió el labio y le lanzó una mirada de soslayo a Fadil. Estaba preocupada, y, por mucho que se dijera que esa experiencia sería interesante y enriquecedora, ahora que se encontraba allí y que empezaba a ser real, sentía un pequeño aguijonazo de temor.

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08/04/2015, 01:05
Fadil Jannan

Desde el aeropuerto, el perfil de El Cairo asemejaba una pirámide. Los edificios de las afueras lamían el suelo, y sus cumbres ascendían como os peldaños de la escalera de un jayán, hasta culminar en una morada oculta entre las escasas nubes que poblaban el cielo ya veraniego, sobre el Nilo.

El vehículo dejó atrás la ordinaria carretera que conectaba la capital con el aeropuerto. Ignoró la salida hacia la ronda que rodeaba la ciudad y tomó una variante rodeado de camiones. Atravesaron un polígono industrial venidos a menos, destripadas sus naves de las grandes máquinas que bombeaban su sangre fabril, devenidas en caparazones para oficinas y almacenes.

El perfil desigual de la gran ciudad los tragó como una bestia gargantuesca. El 4x4 se antojaba torpe entre el bullicio. Serpenteaba pesadamente por calles surgidas de una época tan distinta que no hubiera estado fuera de lugar en otro mundo. Los rascacielos de acero y cristal se codeaban con las mezquitas de piedra que había visto pasar los siglos.

Fadil señalaba y explicaba. No era un historiador ni un guía turístico. Conocía nombres y hechos tan bien como cualquiera que hubiera pasado una parte de su vida en la ciudad, pero no era necesario un hombre cuando una aplicación turística podía hacer el papel con más eficiencia que el mayor de los eruditos. Prefería hablar de lo que le inspiraba, su experiencia.

El ensueño de la capital egipcia se desvaneció al alcanzar de nuevo el ardiente asfalto de las frías carreteras. Sin embargo, los rostros de los pasajeros no tardaron en encontrar nuevos objetos de interés. Las grandes pirámides asomaban entre la roca y la vegetación, monumentos al ego inmenso de hombres pequeños. Tan impresionantes como patéticas, bajo el punto de vista del joven egipcio, que en esta ocasión decidió no compartir.

Pasaron de largo Saqqara. No hicieron falta demasiadas palabras para advertir la importancia de aquel lugar a los pasajeros. Y más allá, la carretera se elevó sobre el desierto, un interminable puente gris sobre un océano de arena.

El comentario de Nathan le arrancó una sonrisa. Incluso un enamorado de los placeres y rincones urbanos podía apreciar la simple belleza de la eterna danza de las dunas. El resto del trayecto fue más silencioso. Soltó el volante y dejó que el vehículo los llevara al límite de velocidad por la carretera.

Volvió a tomar el control del coche cuando las paredes que albergaban el Castillo de Arena se hicieron visibles bajo la turbulenta agitación en la que el calor y el brillo del sol sumían al horizonte. La mayor parte del complejo se hallaba horada en la roca, prácticamente camuflado en ella.

Los faraones ordenaban el transporte de inmensos bloques de piedra desde las canteras para erigir sus pirámides. Fadil detuvo el vehículo frente a la puerta principal. Por eso me enamoré de este lugar en cuanto lo conocí. Una perspectiva refrescante.

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09/04/2015, 22:02
Samantha Johnson

Por un instante su entusiasmo decayó desde tanta altura como sus tacones de diez centímetros, y no iba solo. Un suspiro resignado tintó de cierto dramatismo particular la mirada a sus preciosos zapatos. Exótico, hermoso, inusual... Así veía el que iba a ser su hogar durante un tiempo incierto y, como experimentó durante el trayecto, tendría que cambiar de look si quería sobrevivir a Egipto.

- Me gusta -Podía percibirse sinceridad en su voz-. Es... distinto. Esperaba algo más moderno pero me alegro de no haberlo encontrado.

Tal vez no estaría mal quitarse sus preciados zapatos y sentir la arena en sus pies, pero claro, luego habría arena hasta en las sábanas y terminaría por odiarla. Además, a saber qué de bichos habría por ahí como para andar descalza.

- ¿Se integra en la roca? Da esa sensación.

Tal vez un agua termal; o parte del restaurante; o un pequeño escenario donde disfrutaría de la danza del vientre. Sí, era algo típico pero la idea de aprender algunos de esos movimientos casi hizo que empezara a mover las caderas aún sentada en el auto. Fue consciente de ello, siempre lo era aunque fuera demasiado tarde.

Ni se había planteado que su habitación sería algo sencilla, básica. Era lo normal siendo un empleado, pero eso no quitaba el hecho de disfrutar del lugar una vez cambiara el chip. Así haría, era cuestión de adaptarse. ¿Lo haría los gemelos? Mel posiblemente, al menos durante un tiempo. Mike... A veces era demasiado crítico, pero si había tanta diversión como anunciaban en la web se olvidaría de estar en medio del desierto, o casi.

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22/04/2015, 20:27
Fadil Jannan

Fadil se echó a reír ante la candidez del comentario de Samantha. No cabía duda de que el exterior del hotel no era el que podía esperarse de un establecimiento de su calibre. Era parte esencial de su encanto. Tanto como las instalaciones, engastadas entre la suntuosidad del lujo y la comodidad de la alta tecnología, tan diferentes a cualquier cosa que quienes en primer lugar habían excavado la roca para emplazar allí el templo hubieran imaginado, que les hubiera parecido proceder de otro mundo.

En ese caso, respondió, guiñándole un ojo, me temo que el interior puede decepcionarte.

Asintió al segundo comentario. De ahí la contraposición con las pirámides. Las inmensas edificaciones que eran símbolo de Egipto y su pretérita civilización representaban la ambición del hombre de demostrar su poder sobre la tierra que habitaban. El emplazamiento original que ahora albergaba el Castillo de Arena, por el contrario, era el deseo de ser parte de ella, de hacerse uno.

Acerquémonos y podrás comprobar hasta qué punto es así, replicó.