Partida Rol por web

- Esto... ¿Qué...decías? - dije en un susurro, en cuanto me di cuenta de que había vuelto a la realidad.

Me pasa a veces en los aviones, que me quedo como drogado... sin estarlo... bueno, sólo a veces... El caso es que pasa el tiempo cómo del tirón, y luego la sensación es muy rara porque generalmente estás en otro lugar y te cuesta un poco entender qué haces allí y cómo has llegado. Supongo que a todo se acostumbra uno...

Miré el comunicador de refilón pero decidí seguir a Nat, que seguro que sabía bien dónde teníamos que ir y todo eso. El aeropuerto no era muy distinto a otros en los que ya había estado antes, nada inspirador por el momento.

- Entonces... hay que esperar a ese... tipo... cómo se llame - balbuceé sin conseguir recordar el nombre.- para que nos...ehm... lleve a ese sitio... ya sabes...

- No, no, no -Se apresuró a desmentir-. Ni siquiera sabía que existían hasta que indagamos un poco sobre lo que sucedió con vuestros padres. Incluso el hecho de que después de tanto tiempo sus hijos se reúnan por una causa u otra en el mismo lugar es... sorprendente -Parece medir aquella última palabra.

La interrupción fue el punto necesario para calmarse por completo y recobrar algo de compostura. Todo aquello le parecía sumamente extraño, pero no iba a perderse la diversión anticipadamente. Asintió en respuesta a la petición y con gracia se dispuso a salir finalmente del aeropuerto. Tenía ganas de una ducha y degustar las delicias autóctonas, diversas a ser posible.

- Sí, es como si fuera una broma del destino- contestó a las palabras de Samantha- El día que me encontré hablando con todos vosotros a través de internet, me sentí profundamente trastornada. Feliz y entusiasmada, pero trastornada también- dijo, mirando acto seguido a Fadil con un gesto de advertencia en el rostro, a sabiendas de que seguramente encontraría la manera de burlarse de lo que acababa de decir- En cualquier caso, tiendo a considerar toda esta casualidad como algo que debía ocurrir. Aunque no podemos hablar de una casualidad total. Mi querido Fadil ha hecho que todo esto sea mucho menos que una casualidad. 

—El mérito no es solo mío, hermana —replicó Fadil, adoptando por un momento una expresión sombría que rápidamente mudó en una de sus sonrisas—. Aunque sería deshonesto negar que la mayor parte es mío.

No hizo comentario alguno sobre la confesión de Nefissa. Aunque él no lo hubiera reconocido tan fácilmente, la mezcla de emociones era mutua. Además, había otra reflexión que rondaba por su mente en esos momentos.

—Que precisamente tú conozcas a algunos de ellos —dijo a Samantha— sí es lo bastante significativo como para considerar el destino. A veces pienso en esta reunión como una simple diversión. Otras, como la forja de eslabones para reparar una cadena que no debió romperse.

A pesar de la inmensidad del aeropuerto, el Punto de encuentro de Vuelos Internacionales estaba misericordiosamente cerca de la salida en la que se habían encontrado con Samantha. 

El destino. Fadil no sabía si echarse a reír o a llorar. No había destino, solo caos, y miles de manos hundidas en la miasma informe con la esperanza de manipularlo. Umayma estaba sumergida hasta los hombros, y había demostrado que el paso de las décadas la había hecho especialmente hábil.

Nathan echó a andar hacia la cafetería. Era como si algo le hubiese pasado por la cabeza y, casi de manera automática, decidió descartarlo. Quería encontrar una mesa desde la cual hubiese una vista más o menos panorámica del punto de encuentro. De ese modo podrían tomar alguna bebida reconstituyente mientras esperaban a que la gente que esperaban, llegase al lugar acordado. De pronto, apenas unos pasos después, se detuvo en seco... había decidido decir lo que le había pasado por la cabeza segundos antes y que había descartado en un primer momento. Se giró con cierta brusquedad a Oliver y le habló apuntándole con el dedo.

- Supongamos que yo te pregunto que qué es lo que te pasa. Que por qué hablas erráticamente. Supongamos también que tu me respondes que es por el cansancio del viaje... que estás aturdido. Y, por último, supongamos que yo decido creérmelo. 

Nathan se giró de nuevo y echó a andar enfadado.

- No la cagues, Oliver. No esta vez. No voy a hacerte un registro de tu maleta ni un maldito análisis de orina... pero como te metas algo durante este viaje me vuelvo. No he dejado mi vida en Nueva York y mi trabajo en el American Ballet para limpiar tus vómitos.

Nat no sabía muy bien de dónde había salido aquella energía que le había llevado a decir lo que pensaba a Oli. Le enfadaba mucho su actitud autodestructiva y no quería volver a las andadas. Oli estaba muy centrado desde que reapareciera en su vida pero algo pulsaba en la nuca del bailarín. Un mal presentimiento de que su amigo podía volver a las andadas en cualquier momento. - ¿Realmente sería capaz de dejarle llegado el caso? - se preguntó Nat en su mente.

- Joder... - rubricó en un tono apenas audible.

Los pasos entre palabras y pensamientos les llevaron al Punto de Encuentro. Un indicador luminoso y algo hortera lo señalaba de modo inequívoco. Esperar ahí debajo debía ser como sentarse en un escaparate. Sin embargo, y a pesar de lo concurrido de la zona de llegadas internacionales, allí no había nadie.

Cerca, eso sí, una Cafetería abarrotada burbujeaba de risas y frases pronunciadas en un sinfín de idiomas. Rostros de todos los colores y edades sonreían, o gesticulaban, y aquellos que los lucían deambulaban o se detenían de pronto para pelearse por un asiento.

Ante aquel arranque repentino de ira irracional de Nat no pude hacer otra cosa que reirme a carcajadas... cosa que no pareció sentarle muy bien.

- ¡Hey! ¡Hey! ¡Hey! - dije mientras movía las manos suavemente.- Relax tío... no pasa na... - entonces lo entendí.- Un momento... ¿Crees que estoy drogado?

Lo dije demasiado alto y miré de un lado a otro para comprobar que no había atraído la atención de nadie. Por suerte todo el mundo parecía absorto en sus asuntos y no atendieron a los desvaríos de aquel tipo con pinta de yonqui y su amigo... hum... amanerado.

- Ya te dije que estoy limpio, tío - contesté, esta vez en un tono más normal.- Además lo último que quiero es acabar en una cárcel egipcia, seguro que se parecen a las cárceles turcas... ¿Has visto esa peli, El Expreso de Medianoche? Pues tío, te aseguro que no quiero acabar como ese tipo.

La cosa se calmó un poco, por fortuna. Supongo que aquel arranque era propio de la tensión a la que Nat estaba acostumbrado, los bailarines eran tipos muy exigentes y disciplinados... todo lo contrario que yo.

- Tranqui Natty, esta vez no voy a joderla - le dije, sonriendo.

De pronto, desmintiendo en tu interior las palabras que acababas de pronunciar, dejaste de sentirte limpio. Fue una sensación sumamente extraña, porque estaba claro que no te habías metido nada, y que nadie alrededor estaba fumando algo particularmente denso.

Pero ahí estaba esa sensación, que si deberías calificar sería como de molesta. Incluso, un paso más allá, empezaba a ser angustiante.

Miraste a Natt, pero en ese momento él no te miraba a ti, estaba pendiente del Punto de Encuentro. Y la propia sensación te llevó a buscar, algo, alguien. Y lo encontraste. Alguien. Una mirada en unos ojos oscuros, una mirada profunda, inquietante.

Y desapareció.

Nada, nadie. Sólo una sensación angustiosa, una mirada sin cuerpo...

De pronto, aún con la palabra "destino" bailando en el subconsciente, sentiste algo. Fue una sensación sumamente extraña, onírica, aunque estaba claro que no te habías tomado nada, ni nadie alrededor estaba fumando algo particularmente denso.

Pero ahí estaba esa sensación, que si deberías calificar sería como de molesta. Incluso, un paso más allá, empezaba a ser angustiante.

Miraste a Fadil, pero en ese momento él no te miraba a ti, estaba pendiente del Punto de Encuentro. Y la propia sensación te llevó a buscar, algo, alguien. Y lo encontraste. Alguien. Una mirada en unos ojos oscuros, una mirada profunda, inquietante.

Y desapareció.

Nada, nadie. Sólo esa sensación angustiosa, una mirada sin cuerpo...

Fadil se quedó plantado en el centro del punto de encuentro, dejó la maleta en el suelo y giró lentamente sobre sí mismo, como un heliótropo persiguiendo la mirada del Sol. Lo que buscaba, sin embargo, no era el Astro Rey, sino un par de hombres cuyo aspecto no tenía demasiado claro.

—¿Se los ha tragado el aeropuerto o han sido arrastrados por una muchedumbre hasta la cafetería abarrotada? —preguntó, tras completar una rotación completa, seguro de que las escasas personas que esperaban allí no tenían nada que ver la pareja a cuyo encuentro habían ido.

Nat respiró pesadamente. En verdad confiaba en Oliver y en su "nuevo yo". La fe que le profesaba a su amigo no conocía límites. Al menos no los había rebasado nunca antes y eso que él había ido muchas veces "más allá" de lo que cualquier otro podría estar dispuesto a aguantar. Pero con Oli todo era diferente. La conexión que compartían... que habían creado a lo largo de tantos años había mutado en una especie de relación más cercana a la de Joan Crawford y Bette Davis en ¿Qué fue de Baby Jane? más que la mencionada El Expreso de Medianoche. Pero nada de eso significaba que el bailarín hubiese asumido su pérdida total de personalidad. En realidad todo se podía conceptualizar en que el propio Nathan dudaba si una vez más estaría dispuesto a salir en su ayuda. A sacarle del atolladero aun no mereciéndolo. A entregar su vida a cambio de permitir que salve de su amigo. Mejor era no llegar a cruzar una vez más esa puerta.

- Vale... - dijo Nat no demasiado convencido. - Te creo. Pero... sí, no la jodas Oli. No esta vez. Por favor... por mí.

Ni siquiera Nat sabía muy bien cómo había sido capaz de pronunciar aquellas palabras. Para él, cuando se ocupaba de Oliver era por él. Siempre por el otro. Por su bien. Para encarrilar su vida. Para salvaguardar y potenciar su talento. Pero ahora, ¿realmente era diferente? Nat sentía que era él quien merecía también aquella oportunidad. Había abandonado el sueño dorado de toda su vida. Un puesto en el American Ballet Theatre. ¿A cambio de qué? ¿Un puesto como coreógrafo de la nueva superestrella del rock sinfónico y conceptual? ¿O simplemente su niñera? No era eso lo que quería. Ni siquiera la parte de coreógrafo entraba en sus planes pero todo resultaba tan atrayentemente irreal que resultaba casi imposible negarse. No por ello dejaba de haber miedo ante un cambio vital de aquella magnitud.

- Y no me vuelvas a llamar Natty o te doy tal patada en ese culo huesudo que te pongo en órbita.

El bailarín volvió a respirar con pesadez. El aire seco del desierto impregnaba todo aún estando en el recinto del aeropuerto dónde, obviamente, había aire acondicionado. Pero daba la sensación de cierta opresión a la que no estaba acostumbrado.

- Me debería haber traído un humidificador para por las noches... - pensó Nathan para sí.

- ¿Sabes...? Más que la grabación del videoclip me preocupa esa historia de la reunión con los hijos de los amigos de nuestros padres. Parece una especie de reunión de ex-alumnos promoción "Mastaba 2009" - la expresión sonó todo lo sarcástica que podría resultar - . ¿Qué crees que nos vamos a encontrar? En ese grupo de Facebook que se formó parece que todo el mundo está deseando reencontrarse como si fuésemos amigos de toda la vida pero la verdad es que no son más que desconocidos con los que coincidimos... ¿cuántas veces? ¿Dos... tres en toda nuestra vida? No se si estoy experimentando cierta aversión social programada.

Desde donde estabais, ya en la cafetería, podíais ver perfectamente el Punto de Encuentro.

Y allí, de pronto, bajo el indiscreto luminoso, apareció Fadil. Sin lugar a dudas debía ser él, a juzgar por la imagen del facebook y la foto que os había mandado Yasmin para que le reconocierais. Llevaba una maleta, que dejó en el suelo, y se puso a dar una vuelta completa sobre sí mismo, sin duda buscándoos.

No os costó mucho ver que cerca de él, acompañándole, se hallaban dos mujeres muy distintas, que quizá identificaríais.

De un momento a otro se encontraban parados bajo un enorme letrero rojo, inequívoco como punto de referencia. Suponía que habían quedado ahí, en medio de nadie, aquella parte del aeropuerto estaba casi vacío en contraposición a la cafetería que estaba cerca.

- Eso me parece, lo segundo me refiero. Este aeropuerto es demasiado soso como para que te trague, sin ofender -Sonrió ampliamente-. Estarán tomando algo mientras esperan.

"¿Un café? No, otro no".

- No perdemos nada por acercarnos, está ahí al lado.

Se encogió de hombros casi al tiempo que tecleó rápidamente en su comunicador. Pensaba seguir la corriente a Mike con tal de aliviar la extraña situación. Sabía que en principio no estaba por venir así que lo mejor era quitar hierro al asunto, vendría sólo para asegurar que ambas estaban bien.

—Podemos perdernos a nosotros mismos —dijo, bufando para contener una carcajada—. Las multitudes tienen vida propia.

No iba a decirlo en voz alta, pero era todo un fastidio tener que buscar a esos dos por el aeropuerto. La velada con los Harunn había sido sorprendentemente agradable, pero con la inauguración encima, no podía permitirse perder tantas horas de trabajo seguidas.

Ah, Fadil, quién te iba a decir que algún lamentarías desperdiciar el tiempo de oficina. Estás hecho un pobre hombre de mediana edad.

Ap esar de todo, agarró de nuevo la maleta y se encaminó a la cafetería, buscando entre la colección de cabezas alguna que pudiera pertener a sus objetivos.

El grupito que se había acercado al Punto de Encuentro se había detenido debajo, pero fue por poco tiempo.

Fadil dio un vistazo, y vio la Cafetería atestada, y fue Sam la que propuso a sus compañeros acercarse, quizá estuvieran allí los dos artistas, el músico y el bailarín.

Por su parte, casi al mismo tiempo, Nat y Oli les vieron. No se conocían, no más que a través de las fotos colgadas en el facebook y de lo poco que habían podido averiguar unos de otros, pero el reconocimiento fue inmediato y simultáneo.

Las miradas coincidieron, allí estaban, todos juntos en la mágica tierra de los Faraones...

"Joder, que rayada..." - pensé al percibir aquella extraña mirada.

Pero como vino, se fue... y me dejó aquella extraña sensación que no hacía más que plantearme si no habría sido mejor haber fumado un poco de hierba antes de venir... Nat estaba hablando, y le pillé cómo a mitad de conversación, mientras sacaba el tema del grupo de Facebook y toda aquella gente que apenas conocíamos.

- Pues no sé, tío, ya sabes que hay gente por ahí que se emociona mucho por reencontrarse con gente de la infancia - respondí, encongiéndome de hombros.- ¿Sabes que el año pasado me mandaron una invitación para una reunión de antiguos alumnos del colegio? - no pude evitar soltar una carcajada.- Imagínate el percal, porque en ese colegio eran todos niños bien, se habrían quedado pasmados al verme... ¡Mierda! Tendría que haber ido sólo para ver sus putas caras - volví a reirme.- Tampoco hay que ponerse así, quizás sean gente de puta madre, lo mejor es que les demos una oportunidad. Y si luego resulta que son gilipollas pues... bueno... nosotros hemos venido aquí a trabajar ¿no?

Sorprendido de aquel ataque de lucidez que me había invadido, decidí echarle un ojo al punto de encuentro. De inmediato reconocí alguna de las fotos de perfil de aquel grupo de Facebook. Le di un codazo a Nat.

- ¡Eh! Mira ahí - le señalé el punto de encuentro.- Esos parecen ser nuestros nuevos amigos.

No sabía si era el olor del café, no quedarse parada en medio del aeropuerto o las ganas de encontrarse con los demás y llegar al hotel. Daba igual. Agarró la maleta y siguió a Fadil hacia la cafetería. A medida que se acercaban divisó a los componentes del grupo, como para no hacerlo...

Miró expectante, tanto a Nathan y Oliver como a Fadil. Supuso que este último iba a dar el paso para presentarse, pero deseaba tanto sentarse un momento y degustar una taza de café. Dio un paso hacia adelante y extendió la mano al más cercano, le daba lo mismo.

- Samantha Johnson, Sam. Hemos coincidido en el chat y ahora estamos aquí -Sonrió-. ¿Qué tal vuestro viaje? ¿Muchas ganas de grabar ese videoclip? Reconozco que nunca he escuchado tu música -Miró a Oliver-, pero nunca es tarde para cosas nuevas.

La cafetería estaba atestada, como habían comprobado de lejos, pero no iba a ser impedimento alguno. Se fijó si debía desplazarse a la barra o había alguien que atendía las mesas. Quería un café, ya lo lamentaría más tarde.