Partida Rol por web

Ígneas profundidades

Rumbo a la oscuridad

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20/09/2009, 19:34
Master Indio

El interior del submarino resultaba engañoso, pues era más espacioso de lo que hubiesen podido esperar mientras se acercaban desde el exterior.
Desde luego no tenía punto de comparación con el del oceanográfico que algunos habían utilizado con anterioridad. Si este último tenía unos diez metros de longitud, el actual debía llegar a los veinte.
Así mismo, sus pasillos permitían el tránsito de hasta dos personas desplazándose en paralelo y sin agobios.

Su distribución era bastante funcional. La cabina de mando en la proa, con un amplio ventanal que les permitiría observar la oscuridad del océano, o cualquier otra cosa que se cruzase en su camino.
Diversas compuertas a lo largo del pasillo central, cuyos carteles indicaban que daban paso a pequeños camarotes donde podía descansar la tripulación. Pudieron contar hasta seis.
Dos carteles más pudieron llamar su atención, pues en uno de ellos se leía claramente "Arsenal" y en otro "Descenso"...ambas cerradas a priori.

Al fondo, en la zona de popa, se hallaba el lugar al que se había dirigido Oriol rápidamente. Allí se encontraban las turbinas que les impulsarían, aisladas tras una pantalla que impedía que el sonido de los motores dejara sordo a todo el mundo.
Un montón de luces destellaban en las paredes, como si de un árbol de navidad se tratara, de todos los colores. A saber para qué servían. Le llevaría todo el día poder descubrirlo, pese a que muchos de esos indicadores mostraban un pequeño cartelito debajo.
A diferencia del submarino anterior, Oriol dispondría de un asiento donde colocar su escuálido trasero. Se trataba de uno de esos plegables que quedaban ajustados a la pared cuando no era utilizado.

Stephen se dirigió hacia la parte delantera, donde podría pilotar el submarino. La cabina de control era amplia, casi enorme.
Se trataba de una sala a dos niveles, donde un sillón de aspecto cómodo dominaba la estancia sobre todo lo demás y que disponía de los controles de mando.
Bajando un par de escalones se ubicaban más sillones, cada uno con monitores donde se mostraban diversos gráficos.
Allí podrían sentarse hasta cuatro personas. El resto debería ocupar unos asientos que se encontraban en la parte central y que parecían destinados a observadores, pues no disponían de escritorio alguno ni controles cerca.
No tendrían problemas para ir todos cómodamente sentados.

Podéis poneros en marcha cuando estéis preparados. - se escuchó la voz de Samuel en el interior - No detectamos a la criatura en nuestros radares.

Eso mismo podría haberlo dicho el oceanógrafo, pues ante él tenía precisamente esa misma imagen en el monitor.

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20/09/2009, 23:12
Gabriele Muti

Aquello no se parecía en nada a lo que Muti había imaginado: Una lata de sardinas que causase claustrofobia a cualquiera que no se hubiese introducido antes en un submarino. Pero para sorpresa suya, el transporte era bastante amplio y agradable, con camarotes para la tripulación inclusive. Su primer impulso le instaba a dejarse caer sobre alguna de las camas de los camarotes, descansar, cerrar los ojos y olvidarse de todo por un momento, pero no podía, no ahora que estában tan cerca de alcanzar lo que podría significar un cambio en la balanza de sus destinos.

Suspiró y deambuló durante unos instantes por el pasillo, observando las puertas y rincones del submarino, comprobando que algunas de ellas parecían cerradas al público. Después se encaminó hacia la parte delantera, donde Stephen ya estaba acomodándose en su nuevo puesto. Buscó su sitio con la mirada, y lo encontró en los asientos centrales, destinados a todos aquellos que en principio no servían de gran ayuda dentro de aquél pez de acero.

Se sentó e inclinó el cuerpo hacia delante, entrecruzando sus manos y apoyando sus codos en los muslos. Todo aquello resultaba desconocido para él, por lo que intentaría no interferir demasiado en las tareas de los expertos. Tan sólo tenía una duda, que aguardó para preguntar a su compañera si pasaba cerca: ¿Qué significaría aquél cartel de Descenso que había ante una de las habitaciones?.

Notas de juego

Nadine, si pasas por proa da por hecho que te formulo la pregunta, sino me quedaré pensativo yo sólo :P.

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21/09/2009, 08:49
Isabella DeWood

Cada uno de ellos un interrogante por resolver, y una barrera.

Eso pensaba mientras andaba por el pasadizo que llevaba a la proa del buque. No hizo comentario ninguno a la respuesta de la mujer. Ni ella lo esperaba, ni habría sido bien recibido, de eso se daba perfecta cuenta Isabella.

Había abandonado su mundo, la falsa seguridad de lo conocido, y había aparecido enmedio de extraños que no comprendía, y que no querían tampoco ser comprendidos. Las reacciones de aquellos a los que había conocido durante esta odisea funesta eran frias, gélidas. A cada intento por acercarse se levantaba un muro de vacío, de silencio. Quizá era mejor así, quién sabe qué amargura podían llegar a destilar esos ojos heridos.

Pero la situación no dejaba margen para elucubraciones, así que la muchacha se guardó sus sensaciones, y dirigió su atención al submarino, y a lo que la rodeaba. John, para empezar. Esperaba verle nervioso, inseguro. Pero no fue esa la impresión que le causó al mirarle, y cuando su mano la rozó en una caricia muda, estaba cálida, reconfortante. Sonrió.

Se acercó a la superficie de grueso cristal, o quizá otro material plástico más resistente, que mostraba ahora el puerto de atraque que se disponían a abndonar. Era grande, desde allí podría sin dificultad localizar el resplandor verdoso.

-¿Te parece que me coloque en uno de esos cuatro sillones, Stephen...? Desde aquí podré indicarte bien el lugar que ví. Dudó un segundo. -Puede... No sé si es más indicado que los ocupen aquellos que puedan ayudarte con los instrumentos de navegación, aunque, realmente, me da la impresión que vas a estar sólo pilotando la nave... Se giró hacia los que estaban entrando. -¿Alguno de vosotros tiene algún tipo de experiencia con submarinos...?

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21/09/2009, 14:36
Audrey Osborn

El eterno camino hacia su destino lo realiza con pasos largos, los puños apretados debido a la tensión y al mareo que siente. Escuchar de fondo las palabras del que fue el hombre más importante de su vida le hacen experimentar un alivio que no llega a mostrar ni mínimamente, la ingente tristeza que siente es un sumidero de energía y de cualquier aliento que pueda sentir en momentos aislados, engulle y aplasta cualquier sensación, como la lava que se desliza y barre todo a su paso. No puede ser de otra forma.

Una brevísima curiosidad la obliga a levantar la mirada cuando escucha a la mujer de pelo negro azabache, transmite con aplastante claridad sus propias sensaciones, si no fuese una persona callada y alguien le hubiese preguntado, ninguna otra frase habría expresado de mejor manera como se siente ella misma actualmente. Como echa de menos la vida que llevaba cuando salió de trabajar.

Para la pelirroja ha quedado claro que no es la única que lleva como equipaje al submarino una gran desgracia sobre sus espaldas. Cree reconocer un dolor como el suyo, con claridad meridiana. Seguramente sea porque las personas que han experimentado un sufrimiento que traspasa todos los umbrales conocidos los entreveen en la mirada de los otros que también los han padecido. No tiene la misma entereza que la misteriosa mujer, ni remotamente, pero por primera vez desea algo: que se le contagie, poder actuar con esa fortaleza, esa dignidad en su pérdida. Quizá con el paso del tiempo… quién sabe.

Suspira profundamente y ya sí, se adentra en el submarino, para lo que quiera que sea que Neptuno, el gran señor de todos los océanos, les tenga reservado. Mirando alrededor para hacerse una idea del espacio que va a compartir con los demás, va recorriendo el lugar al mismo ritmo que los demás. Al llegar a la sala de máquinas se queda parada de pie unos segundos, dudando durante unos momentos, hasta que finalmente va hacia la zona central, la única posible para ella.

Tras escuchar la voz siempre práctica de Samuel, niega con la cabeza a la mujer más joven, sin sonreír -Yo no, lo lamento.- Y ya sí, se sienta en una de las plazas, dejando dos vacías entre ella y el del primer hombre que ha tomado asiento, sus músculos y huesos, los sufrientes del cansancio físico, le agradecen esta pequeña tregua una barbaridad. Se cruza de brazos mientras se deja caer en el respaldo.

Mantiene la mirada atenta al paisaje que darán las amplias cristaleras, la primera vez que sale de su ciudad, de su mundo, para adentrarse en ese inmenso océano que siempre ha cuidado de ella y de su ciudad, desea poder regresar en poco tiempo, aunque con ella porte malas noticias para su familia, pero que salga bien. Así será, resolverán lo de la criatura y después volverá con ellos, a sus abrazos y su consuelo, para, después, hacer justicia. No ha olvidado esa tarea, es la otra que la mantiene con vida.

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21/09/2009, 16:39
Nadine Corbett

¿Será para el descenso hacia el exterior de los buzos?... Respondió a Muti con suavidad, observando con detenimiento a su vez el lugar al que hacía referencia su compañero. Su mente se centró entonces en aquella cuestión concreta y de forma totalmente inconsciente se sirvió de este hecho para aliviar el peso del cúmulo de sensaciones que la habían invadido con anterioridad y del cúmulo de sentimientos que doblegaban su espalda.

Retiró súbitamente la mirada de la susodicha compuerta y mantuvo por unos segundos la del italiano, mientras simultáneamente se encogía de hombros, claramente insegura. A lo mejor no, quizás se trataba del acceso a un subnivel del propio submarino o hacia cualquier otro tipo de dispositivo, algo que ella era incapaz de identificar, debido a que nunca se había hallado en el interior de ninguno. Por alguna razón, pensó que tendrían que estar atentos.

Entonces escuchó a Isabella tratando de averiguar si alguno de los allí presentes tenía experiencia con submarinos. Se alejó de los asientos centrales y se acercó hacia los que se hallaban ante los monitores, como si estuvieran dispuestos para su posible manejo. Supuso que normalmente técnicos de diversa índole ocuparían aquellos puestos y controlarían su uso.

Ni la más mínima… admitió abiertamente en respuesta a su pregunta, aunque se dejaba algo en el tintero y no era una situación como para andarse con rodeos, de manera que añadió con voz más pausada: Bueno, entiendo algo sobre sistemas de transmisiones, cámaras y regulación de medios electrónicos… todo ello cuestiones que había cursado en lo que ahora mismo le parecía largo tiempo atrás. Acto seguido y de improviso, se agachó ligeramente sobre los monitores y los contempló más directamente. Algunos parecían encontrarse todavía semi inactivos y otros mostraban algún tipo de gráfico. ¿Tendría cámaras de visión exterior aquel transporte? Creía recordar que en su mundo algún tipo de aparatos de inmersión sí las portaban, sin embargo, allí, en aquella otra dimensión, lo desconocía.

Por último, se giró lentamente hacia Stephen y agregó: Si crees que algo de lo que he mencionado te podría servir de utilidad en algún momento, me sentaré aquí… señaló hacia una de aquellas butacas, desviando inmediatamente la vista hacia el resto de componentes de aquella tripulación improvisada a la espera de que alguno resultase de mayor utilidad a la hora de situarse allí sentado que ella misma.

Durante unos instantes, precisamente aquellos en que la otra Nadine, la siempre dispuesta a involucrarse, se hizo cargo de su cuerpo y manejó sus actos, creyó no sentir nada, pensó que se había liberado, incluso lo percibió como tal, de igual forma que si hubiera encerrado lo que le molestaba, aquello que la hería, detrás de una puerta y hubiera arrojado la llave lejos de su consciencia. Mentira, se engañaba a sí misma, pero se trataba de una anestesia dulce, que no evitó que el silencio interno comenzara de nuevo a engullirla. Con una mirada descentrada, perdida, sus ojos atravesaron entonces a aquellos que ya habían ocupado sus butacas en la zona central, la mujer pelirroja y el propio Muti. Aún así se esforzó, no se iba a dejar barrer por la fuerza del epicentro de aquel tornado, focalizó de nuevo y esta vez, más allá de verles simplemente sentados a ambos, les contempló. Ella apretaba los puños, él entrelazaba las manos.

Notas de juego

Pregunta recibida entonces, Muti... ;)

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24/09/2009, 17:04
Oriol Velásquez

Oriol seguía mirando todos los aparatos en el tremendo vehículo en el que se habían introducido. En cuanto hizo el primer chequeo no tardó en avisar al puente que estaban listos, pero después no se quedó quieto.

Mientras el resto de pasajeros entraba en la nave tenía tiempo para curiosear y ponerse al día en un montón de equipo accesorio moderno que podía ayudarles en su trabajo si aprendía a sacarle el mejor rendimiento posible.

El viejo era feliz en su terreno, alejado de las personas y rodeado de un montón de nueva tecnología desconocida que podía explorar a placer con la esperanza de aprender de ella y mantenerla en perfecto estado.

Aunque no había mucho que reparar el tener todo un sistema nuevo al que habituarse ya era por si mismo un trabajo y uno de los más reconfortantes, como un niño que por primera vez empieza a desempeñar su tarea. La memoria del anciano ya no era la de un joven, pero respondía bastante bien para alguien de su edad, tenía muchos años de historia para olvidar antes de perder sus queridos datos técnicos.

Solo cabía esperar el comienzo del viaje.

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08/10/2009, 22:27
Stephen Glau

El oceanógrafo parecía algo tenso al ocupar el asiento que le correspondía. Desde allí dominaba toda la sala de mandos y tenía una visión perfecta del exterior.
Pronto cambiaría aquella vista por otra mucho más oscura, y aún así, más esperanzadora que lo que iban a dejar atrás.
En Hoffnung se encontraba una promesa de muerte, mientras que en el exterior buscarían la esperanza de un milagro. Una solución oculta en un abismo que amenazaba con engullirles.

Intentó calmarse durante el tiempo que los demás tomaban asiento. La mayoría de ellos evitaban los asientos destinados a una tripulación de la que no disponía.
Tan solo aquella joven, que sería su guía, había tomado posesión de uno de los sillones colocados frente a un monitos.
Bueno, en realidad no solo ella, porque el hombre que la acompañaba tomó asiento cerca suyo, poco dispuesto a alejarse de Isabella mientras fuera posible.

El único representante de los Hijos del Sol decidió sentarse en el asiento contiguo al de Audrey, con especial cuidado de mantenerse cerca pero sin llegar a rozarla.
Para Steve estaba claro que algo pasaba entre aquellos dos...y no le daba buenas vibraciones precisamente.
Esperaba equivocarse, aunque ahora no tenía tiempo para ese tipo de consideraciones. Bastante complicado sería ya pilotar aquel enorme trasto.
Tenían que ponerse en marcha sin más retraso.

Se inclinó hacia delante, analizando cada uno de los mandos e indicadores que tenía delante, hasta encontrar el que buscaba.
Oprimió un botón y activó la comunicación interna del submarino. A partir de ese momento todo el interior del vehículo estaría comunicado, por lo que moverse por cada una de sus estancias no impediría que pudieran escucharse.
Acto seguido oprimió un segundo botón, habilitando la comunicación con el exterior para así responder a Samuel.

Nos ponemos en marcha. - indicó - ¡Liberando anclajes!

Un fuerte sonido metálico resonó cuando los brazos mecánicos liberaron su presa. El submarino se balanceó sensiblemente hundiendose medio metro en el océano.
El aire de las cámaras de lastre impedía que continuaran hundiéndose, pero eso lo arregló rápidamente el piloto con un par de interruptores, abriendo las exclusas y permitiendo el acceso del agua al interior.
Maniobró lentamente para colocar la proa en dirección al conducto que había utilizado, poco tiempo antes, para acceder hasta los ocultos subterráneos de Hoffnung.

El momento se acercaba y no era momento para más dudas. Las turbinas vibraron por la potencia que ahora les era exigida.
Necesitaría cierta ayuda para pilotar el submarino. No para guiarlo, pero sí en el sentido que él no disponía de un monitor con los gráficos del radar. Eso se encontraba en los controles del nivel inferior, donde se hayaban Isabella y Tom.

No perdáis de vista el radar. - indicó - No es que no me fíe de ese tal Samuel - aunque así era en parte - pero somos nosotros los que estamos aquí abajo y prefiero tener noticias de primera mano.

Suavemente, sin apenas notarse el movimiento, el submarino recorrió el conducto y salió al inmenso océano.
La oscuridad les envolvía, pero se apartaba de ellos al ser repelida por los potentes focos de los que disponía el vehículo acuático. Tras ellos volvía a cerrarse, amenazando con negarles el regreso.

Notas de juego

Pnjotizado

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09/10/2009, 08:02
Isabella DeWood

Isabella asintió sin palabras primero, pero de inmediato apresurándose a responder al darse cuenta de que Stephen no la miraba.

-Sí, descuida. Estaré atenta.

Nunca se había visto en una situación ni remotamente parecida, pero la mujer no era pusilánime, ni tonta. Y estaba habituada a las emergencias, a mantener el control en momentos de pánico, urgencia y necesidad. Era enfermera en urgencias, estaba hecha a la reacción rápida, a la toma de decisiones instantánea, sin margen de errores posible, vidas en juego. Se tensó en su asiento, la tensión de quien agudiza la percepción, focalizando los sentidos en su tarea.

El radar parpadeaba con su luz discreta, mostrando el paso del submarino por el pasadizo primero, y luego su salida a mar abierta. Despejado. No había eco ninguno de la criatura que antes les había perseguido, por lo menos no por ahora. Tampoco se veía ninguna otra cosa en movimiento, nada de su tamaño, o superior. Estaban solos ahí fuera. Por lo menos en ese momento.

Levantó los ojos de la pantalla para fijarlos por un instante en el panel de cristal que ampliamente les mostraba el exterior. Allá, en algún punto, estaba esa fosforescencia... la esperanza. Verde, verde como la esperanza. ¡Qué absurdos pensamientos pueden acudirte cuando lo importante está bañado en peligro! Le vino a la mente el parterre de menta que ella cultivaba en un rincón del jardín. Verde. Siguió escudriñando en la oscura inmensidad, sólo rota por el potente foco de luz que emanaba del submarino. Mucho más potente que el del otro, el que les había traído hasta allí. Esperaba encontrar la fosforescencia sin titubeos. Debía hacerlo...

-¿Estamos recorriendo el trayecto de antes al revés, no...? Entonces, deberíamos girar hacia ahí... esa bestia nos hizo cambiar de rumbo en el último momento... justo antes de encarar la abertura...

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09/10/2009, 12:22
Oriol Velásquez

El veterano técnico no podía evitar sonreir al oír de fondo el ronrroneo de las turbinas, para cualquier otra persona sería un ruido molesto pero para él era una especie de hilo musical que lo llenaba de orgullo, solo por el oído podía saber que la propulsión iba bien y que en breve plazo no parecía considerar el dar problemas.

No le importaba demasiado que iban a buscar o si podían perder la vida en el intento de salvar a todo el mundo conocido, para él bastaba con saber que tenía una tarea que hacer y que era primordial cumplirla con la eficiencia que le caracterizaba.

Se dirigió a la consola del centro de control del máquinas donde podía monitorizar todos los sistemas de la máquina, no esperaba ningún tipo de anomalías en un submarino tan nuevo, pero no estaba de más el familiarizarse con sus características para poder detectar cualquier cambio por pequeño que fuera.

No sabía cuanta gente había subido a bordo finalmente, pero tenía la sensación por los puestos activados que no eran suficientes para cubrir la dotación que necesitaba el vehículo, con lo que muchas funciones habían sido supeditadas y dejadas en automático. Eso solo significaba que era mucho más importante la supervisión del sistema de procesamiento central para prevenir que cualquier tarea no hubiera sido probada lo suficiente para detectar cualquier anomalía subyacente.

Mientras se hundía en los sistemas internos del submarino el técnico cada vez ignoraba más lo que ocurría en el exterior del buque.

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12/10/2009, 23:06
Nadine Corbett

De pronto le transpiraban las manos.

Demasiada tensión ineludible. Crispación.
Finas gotas de sudor bailando en sus palmas y generando una danza nerviosa inesperada.
No eran fruto del miedo, sino del deseo.
Del afán de que todo terminara, sobre todo, la angustia. Bien o mal, pero con un punto final.
Completo y rematado, agotado hasta su extremo, incluso sellado a ser posible.

Las observó con incredulidad.

Pensamientos. Eso era todo lo que albergaba rondándole la cabeza. Sin freno.
Una realidad del todo inagotable y exasperante.
Lo ya sufrido se confundía con lo que estaba por venir en un horizonte de fronteras inciertas, de límites faltos de perfil.

Las hizo descender, dejándolas descansar sobre sus piernas.

Se preguntó cómo sería su mundo si durante unos segundos se deshiciera de todas aquellas imágenes.
Vacío de contenido.
Invadido por una nada que en aquellos momentos pudiera antojarse del todo irreverente y caprichosa, pero no por ello menos deseada.

Reclinó la cabeza hacia atrás.

Atrapada en una tela de araña perfectamente tejida a tal efecto. Así se percibía a sí misma.
El color oscuro del techo recibió simultáneamente a unas pupilas que hubieran deseado poseer la capacidad de atravesar el metal uniforme.
Darse una tregua interna. Eso era lo que necesitaba.
Todo su ser lo reclamaba y no encontraba manera de complacerlo.
Quizás en verdad no se pudiera hallar lo que en teoría no existía.

Cerró los ojos.

Se centró primero en el ruido del motor, capaz de devorar todo lo demás.
Después en la respiración entrecortada de alguno de sus compañeros. Incertidumbre.
Y así sucesivamente, hasta que creyó hallar un sucedáneo de lo que buscaba.
Ese ritmo básico de cadencia ancestral que reduce todo a un mínimo de existencia.
Sus propios latidos.

Justo entonces.
Allí.
Al menos durante unos breves instantes.
Solo eso.
Sin nada de equipaje.

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12/10/2009, 23:42
Gabriele Muti

Se había embarcado con decisión, sin pensárselo dos veces, como era habitual en él, pero cuando la luz les abandonó a su suerte y les entregó a las oscuras profundidades marinas, sintió miedo... no a morir, puesto que ese sentimiento había sustituído su significado doloroso por uno de liberación para él, pero el miedo que ahora le invadía, el que asediaba y echaba abajo las semiderruidas murallas de su interior, era el miedo a lo desconocido, a que todo acabase allí abajo, en mitad de ninguna parte, a oscuras, tan cerca de lo que creían el final.

No supo cómo, pero sus ojos terminaron fijándose en la figura de la jóven mujer que había tomado asiento ante ellos, junto a los monitores de la primera línea de batalla. Su pelo rubio caía sobre los delicados hombros con naturalidad, su figura, tan femenina, tan bella, que debiese haber causado una terrible sensación de admiración en la mayoría de los hombres, apuñalaba su maltrecho corazón una y otra vez sin tregua alguna. Le recordaba a Clara... tanto, que por unos instantes creyó firmemente que era ella quien permanecía sentada ante él, ante el oscuro océano, iluminándolo con su cabello y su presencia luminosa... pero la ilusión se desvaneció, y volvió a la realidad lentamente, sin que nadie se diese cuenta.

Miró a un lado, allí estaba Nadine, evadiéndose de la realidad como él, cerrando los ojos para viajar seguramente a un destino que ambos compartían, ese pasado que ya nunca volvería, esas personas que jamás serían abrazadas de nuevo... esa vida que ya no sería vida.

Se levantó con brusquedad, asaltado por una angustia y una tristeza indescriptibles, y se dirigió a paso acelerado hacia los pasillos, en busca de los servicios.

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13/10/2009, 11:27
Audrey Osborn

Un pequeño suspiro, en esa oscuridad cada vez mas intensa, mientras frota con apatía uno de sus ojos cuando el submarino comienza a moverse de su posición.

Buenos días, preciosa. ¿Cómo has dormido?- Sus intensos ojos castaños la traspasaron con igual mezcla de amor y de preocupación en cuanto ella amaneció en la comodidad de la cama de su hogar, imposible saber cuanto rato llevaba esperando que despertase, seguramente demasiado.

Bien, - Sonrío sin ganas y, estaba segura de que él, lo sabía -He descansado casi toda la noche. ¿Y tú?- El hombre negó con la cabeza mientras le besaba delicadamente la frente, salpicada de mechones pelirrojos, no tenía ganas de hablar de nada pusilánime, de hacer ningún paripé, pese a que a ella, en realidad, sí que le interesaba saberlo -Tu hermana tiene que estar en camino, la espero y me voy a trabajar. Quédese acostada mientras, señora marquesa.

Lo que había comenzado como una broma, para distender el tema de que tardaba en levantarse por el evidente cansancio que acumulaba su cuerpo, hacía ya un par de semanas que le asfixiaba, pero le regaló una de sus perfectas sonrisas, consiguiendo con esto que ella también correspondiese con otra, evidente y pérdidamente enamorada. El abogado tragó saliva y comenzó a reunir fuerzas de flaqueza para, llegado el momento, poder separarse de aquellos ojos azules. Un amago de ánimo: al fin y al cabo era Carlee la que la cuidaría hasta que regresase… No la habría dejado con ninguna otra persona.

Dame las pastillas, por favor.- Las palabras de Audrey hicieron que él suspirase, ya no estaba nada convencido del tratamiento, desde luego que no… Pero no podía negarse, sabía lo que la alteraba y estaba demasiado pálida para decirle nada, era incapaz de discutir con ella… y se sentía impotente. Fue a la cocina y volvió con un vaso con agua y las dichosas pastillas verdes que había acabado odiando.

Sólo fue un segundo. Sólo eso tardó en truncarse absolutamente todo, su mundo, el de ambos.

Audrey Osborn se retorció de dolor sobre sí misma mientras agarraba con desesperación su abultado vientre, con un grito de sufrimiento que traspasó violentamente el corazón de James. El vaso se rompió en mil pedazos a sus pies mientras corría a socorrerla. En ambos rostros se leía el agónico pánico que experimentaban.

Suspira mientras la realidad comienza a impregnar su conciencia de nuevo, es ahora cuando se da cuenta de que aquello “sólo” fue la primera sacudida. La segunda es demasiado intensa y reciente como para recordarla ahora. Mirada de refilón a James mientras el hombre que estaba al lado de ambos sale precipitadamente, un eterno segundo observando al que fue su familia más cercana, mientras las manos pasan a descansar en el regazo. Ha venido… Con esos ojos que tanto daño producen por recordar otro sentimiento del que llegó a ser totalmente dependiente. Con sus cálidas manos. Todo se acabó hace tanto que no debería sentirse así. Nada bueno puede traer que se acuerde ó se despierten aquellas cosas, por algo se esforzó tanto en olvidarlas… lo que debe hacer es centrarse en el pasado, presente y futuro próximos. Todo igual de intenso, doloroso…. Pero inmediato, y necesitado de toda su atención, por muy difícil que se le haga.

Tose, poniendo la mano frente a sus labios educadamente, y aparta la mirada del hombre, también es en cierta manera un desconocido. Otro más.

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16/10/2009, 17:13
Oriol Velásquez

Tras repasarlo todo a Oriol acabó por no gustarle demasiado el diseño del submarino. Aunque podía hacer lo mismo desde diferentes controles la consola técnica estaba en el puente, destinada sin duda a que algún oficialillo de esos recién salidos de la escuela de navegantes se dedicara a mangonear a los mecánicos que de verdad sabían de que iban las tripas del cacharro.

Sin mucho afán pero intentando no retrasar lo inevitable el técnico subió las escaleras resignado, tras atravesar un par de cubiertas cerrando las diferentes escotillas que atravesaban los mamparos y que debían permanecer siempre en perfecta estanqueidad empezó a hacer sonar sus botas sobre la rejilla del suelo. Había vuelto a ponerse el mono sobre el traje de neopreno, probablemente no era muy cómodo pero podía salvarle la vida en previsión de otro posible encontronazo con la bestia marina.

Cuando llegó a la cabina del puente introdujo su código y abrió la escotilla. En el puente la seguridad era lo primero, aunque de poco serviría contra un impacto directo del monstruo acuático.

- "Buenas señoritas, si no les importa ocuparé esa consola."

Casualmente era frente a la que estaba sentado John y que permanecía apagada. El "simpático abuelete" se quedó junto a él de pie con los brazos cruzados esperando a que buscara otro sitio donde holgazanear y le dejara hacer su trabajo.

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18/10/2009, 12:17
John Hunter

A John le llevó un par de segundos el darse cuenta de la presencia de Oriol junto a él. Había escuchado su voz, pero su atención estaba puesta en aquel hombre que, pocos minutos despues de haberse puesto en movimiento, había decidido que estaba cansado de su estancia en el puesto de control y ahora se largaba a algún lugar del submarino.
No es que le importara demasiado, puesto que no había ningún sitio a donde ir, pero le ponía algo nervioso que aquel tipo extraño se paseara por un vehículo que les permitía vivir en la profundidad del océano.

Ahora, un cuerpo enjuto, y ridículamente envuelto en neopreno, se interponía en su visión. Alzó la mirada con claro signo de sorpresa, pero la información llegó finalmente a su cerebro y supo a qué se refería el mecánico.
Desvió los ojos hacia la consola que se encontraba junto a él. La pantalla estaba completamente a oscuras, inútil al no estar realizando el trabajo para el que fue creada.

Oh. - reaccionó - Sí, por supuesto. - Por supuesto, qué. En realidad no sabía qué quería hacer el viejo, pero si alguien allí tenía cierta autoridad, después de Stephen, tenía que ser el mecánico, pues era lo más parecido a tripulación que había allí.

Se levantó, pero descartó rápidamente el alejarse demasiado de Isabella. Puede que no pudiera ocupar el asiento contiguo al suyo, pero permanecería en pie todo el camino si hacía falta. No se alejaría ni un metro de la enfermera.
La joven miraba atentamente por la cristalera frontal, en busca de aquel resplandor que había llamado su atención y que ahora se resistía a aparecer.
¿Por qué? ¿Acaso había sido una ilusión? Se habían embarcado en una misión prácticamente suicida siguiendo las palabras de Isabella...y ella no podía estar equivocada. Ni hablar. Aceptar aquel pensamiento era como asumir que todos estaban ya muertos.

Un momento. - dijo de repente al ponerse en pie - El otro submarino no tenía unas luces tan potentes. ¿Es posible apagar las de este?

¿Por qué proponía John aquello? ¿Qué pretendía?

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18/10/2009, 12:34
Master Indio

Gabriele estuvo a punto de chocar con Oriol cuando abandonó el control de mando. No esperaba encontrar al viejo allí, pero su entrenado cuerpo pudo evitar sin problemas el impacto y continuar hacia delante.
Tenía que salir de allí y hacer algo. ¿Tenía claustrofobia? No que él supiera, pero teniendo en cuenta que jamás había estado en un submarino era difícil saberlo.

Por el momento buscaba los servicios, y recorrió el camino que había realizado con anterioridad pero esta vez en dirección inversa.
Mismas puertas, mismos carteles. ¿Dónde estarían los putos baños? Era lógico pensar que se encontrarían junto a los camarotes donde descansaba la tripulación.

Y en esa dirección encaminó sus pasos. No tardó en encontrarlos. Una pequeña puerta, junto a los camarotes, escondía un espacio aún más reducido.
Cualquiera tendría problemas para mear en un lugar tan ínfimo, y eso sin pensar en lo que costaría sentarse en la puta taza.
Calculó rápidamente y estaba convencido de que sus rodillas tocarían con la puerta en caso de intentarlo...joder, ni cagar a gusto se podría.

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18/10/2009, 18:11
Oriol Velásquez

Oriol se sentó y comenzó a encender la consola.

Cita:

Un momento. - dijo de repente al ponerse en pie - El otro submarino no tenía unas luces tan potentes. ¿Es posible apagar las de este?

Oriol se giró al joven que tenía una idea bastante acertada.

- "No está mal, sobre todo pensando que hay una posible amenaza hay suelta." - Encendió finalmente todos los interruptores del aparato que tenía enfrente y mientras las luces parpadeaban la pantalla comenzó a mostrar un chequeo inicial de los sistemas, el viejo atenuó la luz. Luego al ver que todo iba como se suponía se volvió a Stephen. - "El chico tiene razón, aunque no creo que haga falta la 'oscuridad total' deberíamos pasar a luces de navegación para ser lo menos visibles desde fuera y no contaminar demasiado. Creo que ya atraemos bastante la atención con los ruidos y perturbaciones que no podemos evitar. Deberíamos pasar a sistemas pasivos y avanzar en silencio con un perfil bajo, si queremos llegar enteros y volver."

Girándose luego al que fuera el padre de la idea que estaba allí en medio le señaló con una media sonrisa y mientras hablaba le indicó uno de los múltiples puestos vacíos:

- "Joven, será mejor que se siente. Nunca se sabe que puede pasar dentro de un momento, recuerde que a nuestro alrededor no hay nada sólido que nos sustente, podemos acabar cabeza abajo en un momento. No olviden todos abrocharse firmemente los arneses." - Y siguiendo sus propias instrucciones acabó por ajustar el suyo sobre su mono de mecánico que acabó de subir para ocultar el neopreno bajo él.

Se giró a Isabelle y sonrió. No sabía si era un acto reflejo o era su mejor intento de parece simpático y sociable.

- "Hermosa niña, ¿hay algo en el sónar?"

Notas de juego

Entiendo que Stephen tiene que estar de acuerdo para dar la órden de reducir las luces, aunque a Oriol no le costará hacerlo por su cuenta si no reacciona.

Cargando editor
18/10/2009, 23:08
Gabriele Muti
Sólo para el director

No era hombre de muchas palabras, y al llorar, lloraba sus penas para sí mismo, sin necesidad de acompañar su malestar por lamentos ni palabras malsonantes, eso se lo guardaba para su intimidad.

Encerrado en el minúsculo baño, lloraba. Derramaba sus lágrimas en contra de su voluntad, o eso creía, ya que su voluntad en estos momentos se debatía entre resistir a toda costa o quebrarse y abandonar el juego... precisamente en un momento tan malo como ese, cuando por fin tenían algo sólido a lo que aferrarse, una muestra visible de que la esperanza seguía ahí, esperando a quienes le fuesen fieles. Pero él ya no lo era, no era un devoto de la esperanza, más bien un desertor entre sus filas, un desterrado de la felicidad, angel caído al dominio de las sombras y la oscuridad.

¿Por qué volvía a su mente?, una y otra vez, golpeando con fuerza las frágiles barricadas que él iba interponiendo en su camino, sin tregua, su imagen regresaba para traer consigo amargura y recuerdos tan recientes como tan lejanos, dolorosos como los que más, porque ya jamás serían revividos en otro lugar que no fuese su cabeza.

Sacó la pistola con esfuerzo y la miró, entre lágrimas... ¿estaba condenado a tener que seguir caminando en una dirección?, ¿le habían negado la elección de caminos al tatuarle?, ¿era obligatorio seguir viviendo cuando ya nisiquiera el sentimiento de venganza era lo suficientemente poderoso como mantenerle recto?.

Tan cerca y a la vez tan lejos del final, deseaba matar y morir, pero de inmediato, sin tener que soportar la fatiga de un martirio que parecía no tener fin. Y sin embargo no podía, ni tampoco podía hacer nada por impedirlo... ¿o quizá si?... el submarino estaba repleto de no tatuados, si conseguía convencer a alguno de ellos para que apretase el gatillo apuntándole, saldría de la pesadilla, por la puerta trasera, pero vería el final de una vez por todas.

Meditó largo rato, y ya estaba decidido a llevar a cabo el que sería su último plan improvisado, cuando la imagen de otra persona se coló en su mente... Nadine... ¿qué sería de ella si él abandonaba la partida?... ¿podría ella soportar lo que él no pudo?... ¿y los demás?, ¿qué fué de los demás?... aquellas personas cuyos nombres apenas recordaba ya, los que se quedaron al otro lado del portal en los sótanos del rascacielos de Roster... de pronto guardó la pistola, no podía hacerlo, no podía abandonar a toda aquella gente, no tendría cabida junto a los suyos por la eternidad si antes no limpiaba con sangre sus nombres.

Se secó las lágrimas y salió del baño... la partida no había terminado para él.

Notas de juego

Vuelvo a la sala de mandos.

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19/10/2009, 09:48
Isabella DeWood

La negrura enfrente era total, y sólo las luces del propio submarino la rompían. Nada. ¿Podría haberse equivocado? No, no, eso era seguro. Había visto esa fosforescencia. Pero de eso, a encontrarla....

Pendiente con los cinco sentidos de aquello que buscaba, Isabella no se dió ni cuenta de que el mecánico había aparecido, y de que estaba "sacando" a John de su sitio. Cuando de pronto la voz del viejo sonó en el lugar en el que habría esperado escuchar la suya, dió un respingo, procesando el significado de las palabras. Mientras notó la reconfortante presencia de John a su lado, pendiente, como era ya una tranquilizadora costumbre. Se sintió arropada, y a pesar de lo que estaban haciendo, sonrió.

-Oh, ¿eso es el sónar...? Bien, no distingo entre un sónar o un radar, me temo. Pero claro, sí... debe ser eso. Pues...

Miró de nuevo la pantalla, buscando esos ecos brillantes, ese punto distinto que el barrido debería mostrar si algo les esperaba ahí delante...

Notas de juego

Máster, ¿muestra el sónar o directamente el ventanal algo que informar?

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21/10/2009, 00:33
Nadine Corbett

Un deseo se alzó sobre aquel latido continuado que elevaba su pecho y lo relajaba, acompasándolo con la simple ingesta de aire. El deseo de sentirse tan viva como de costumbre. No cabía duda de que existía, allí estaba, con la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados, tratando de mantener la mente en blanco, escuchándose a sí misma, pero a parte de la ira o el dolor no hallaba nada que la incitase por dentro y había que reconocer que ambos sentimientos eran demasiado egocéntricos como para compartir espacio con otros. ¿Estaba equivocada? Quizás en realidad fueran todo lo contrario, el más claro síntoma de existencia, pero de una a la que no había forma de acostumbrarse, ni tampoco deseaba hacerlo.

Se hizo el silencio interno, su ritmo cardíaco se transformó primero en un rumor lejano y después se perdió como tantas otras cosas, asuntos, personas que habían quedado atrás. Abstraída, agotada de malvivir en batalla constante, dejó de escucharse incluso a sí misma. De pronto, no deseaba ir más allá de sus propios muros e, inmenso, el vacío parecía abrazarla.

Entonces estiró las piernas, relajándose como quien hubiera obtenido lo que buscaba, y abrió de nuevo los ojos, cuya mirada traspasó los amplios ventanales que ejercían de puertas al océano, escrutándolos, y su percepción avanzó junto a la intensa luz del submarino que hendía la oscuridad de tal forma que no le permitía a uno contemplar en profundidad un entorno, vulnerado en exceso por su roce.

Impactante, eso le pareció aquella infinidad, pese a todo, e interiormente se sintió admirada y simultáneamente sorprendida de estarlo, mientras una pregunta se abría paso en su mente: ¿Dónde estás?... Obligándola a sentirse como si buscase a alguien en vez de a algo, o aún peor, como si creyera a ciencia cierta que buscaba algo, cuando en realidad lo que necesitaba encontrar era a alguien.

En aquel lugar el mundo casi todo era océano, o al menos eso pensaba la mayoría. Una densidad de espacio líquida sobre la que en teoría no se podían dejar huellas de pisadas. Respiró hondo, dos de los allí presentes hablaban sobre la elevada potencia de las luces del submarino, y ella mientras tanto se rebulló en el asiento, inquieta. Eso sí, sin apartar la mirada del agua.

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22/10/2009, 17:58
Oriol Velásquez

Oriol miró a Stephen que parecía muy concentrado en la tarea de pilotar el submarino, que parecía que le quedaba no grande... si no inmenso. Así que decidió apagar toda la iluminación interior de la nave y sustituirla por la rojiza de las luces de travesía. Las luces de los monitores y de los botones iluminados se atenuaron para no resultar molestos y no resaltar ante la penumbra instantánea.

Oriol no pudo evitar el mirar con cara extraña a Nadine, que permanecía en silencio pero inquieta. No entendía para nada esta juventud tan dada a pensar las cosas cientos de veces.

Volvió a mirar su pantalla y contesto a la hermosa Isabella que parecía desconcertada.

- "Ya está... Tranquila jovencita, a efectos no importa si es un sonar o un radar de superficie... Si ves algún pulso fuera de los normales avísanos, pero no te fíes de Stephen que está dormido."