Partida Rol por web

Definitivamente la fortuna no nos sonreía aquel día. Las cuerdas que rodeaban las poleas tenían su extremo en las alturas, haciendo imposible que alguien fuera izado de aquella manera. Había que actuar con prontitud, buen tiempo habíamos perdido ya buscando la manera adecuada, que quizás no la hubiera, de descolgar al pobre hombre que pendía de la ventana. Amarré la cuerda que rodeaba el madero cuadrado alrededor de mi cintura, y dando instrucciones a varios parroquianos allí presentes les dejé claro que no debían izarme, solo dar tensión a la cuerda, para que en caso de caída, ésta pudiera ser frenada.

Una vez preparado, comencé a trepar por los andamios. Dejé que mis otros compañeros siguieran a lo suyo, confiando en los parroquianos que sostenían aquella cuerda de la que ahora pendía mi vida. Miré la imagen de la Virgen antes de ascender, la misma imagen que ví en aquella arboleda donde embosqué a Honesto. Si era menester que hoy acabara mi vida con la virgen de testigo, aceptaría de buen grado aquel destino.

Inicié el ascenso...

Aragonés loco, pensé. Alguien más ligero como yo quizá hubiese subido con menos dificultades, como cuando subí al arbol, mas nada dije y ayudé como pude a mi compañero, gritándole de vez en cuando ¡Cuidado con ese tablón medio suelto! o ¡Mejor que te agarres a aquel cabo, que más robusto parece, en vez de a aquese otro! mientras ascendía.

"Buena suerte" es lo único que ocupaba mi pensamiento al verle trepar.

Severo observó boquiabierto como valientemente (e imprudentemente), aquel aragonés loco subía por el andamio, mientras era aconsejado y dirigido por Tristán. No sabiendo qué más hacer, y puesto que Severo era hombre de gran envergadura y fortaleza, dirigiose hasta donde los parroquianos aguantaban la cuerda, y se agarró él también el primero de todos. Si su compañero caía sería él el primero en dejarse las manos para salvarle la vida. No contento con ello, y sin girarse, pronunció advertencia a los parroquianos que tras suya aguantaban la cuerda.- Si alguno de vosotros suelta la cuerda, con la misma le colgaré yo de los huevos de lo alto del campanario. Mi amigo está allí arriba...- entonces, girose, mirándolos con su ojo tuerto y mirada feroz, remarcó.- ...pero yo estoy aquí abajo.-

Veamos, creo que Roldán no entendio lo de la cuerda con los dos extremos abajo... (más bien yo no me expliqué). Mirad

¡¡Ay, la Vihen! ¡¡Que se mata!! -el feligrés estaba en tensión-. El tipo solía cargar a la Virgen en procesión cada año, y no es que fuera un portento, pero no estaba "escuchimizado"-. "Virgensita" de mi vida -decía mientras miraba a la imagen aún allí parada en al puerta-, ¡Ayúdales, ayúdales!

Parecia que desde el Cielo alguien miraba la tensa escena.

El peso de Roldán hizo que la cuerda se deslizara entre mis manos, abrasándome como un hierro al rojo las palmas de las manos y haciéndome mucho daño con la basta soga de esparto.

-¡Quema! ¡Quema!

Por suerte el feligrés y mi compañero de la guardia parecían aguantar mejor que yo... A ver qué pasaba con el pobre Roldán, que pendía literalmente de un hilo. Un poco más gordo y trenzado, pero sí, un hilo.

Roldán comenzó a subir por los andamios. La estructura era sumamente alta (llegaba incluso un poco más arriba de la altura desde la que pendía aquel desafortunado hombre que seguía allí colgado). El andamio lo componían grandes madertos atados entre sí, a modo de estructura, y apuntalados o encajados a la pared de la aún en construcción catedral. Los que estaban encajados se internaban por dentro del edificio a través de agujeros que, una vez terminada la fachada, los cubrirían con otra piedra y apenas se vería su hueco en su retoque final.

Con cierta tensión, la gente miraba al alguacil "aragonés" trepar, y hasta ocho varas subió casi sin despeinarse (aunque quizá el miedo de la altura, quien sabe, se llevara por dentro), pero es en éstas que en casi llegando a la cúspide Roldán pisó en un madero que en realidad estaba podrido, y al resquebrajarse un poco su bota resbaló, haciendo que sus brazos apenas fueran suficientemente fuertes como para asirse (y con tiempo) a los palos y evitar la caída. Menos mal que allí estaban, en la parte de abajo, los otros dos alguaciles que bien sujetaban (bueno, no todos*), pero el caso es que no hubo problema en sujetarle tras el pequeño grito de sorpresa de Roldán.

Éste se quedó finalmente colgando de la cintura prácticamente (por donde tenía enrrollada la cuerda), pero tras un momento ridículo de pataleo como si de un péndulo se tratase, logró alcanzar la estructura y agarrarse con fuerza. Ahora si, con mucho cuidado y atención a lo que estaba haciendo, volvió a trepar unas varas hasta que alcanzó la altura deseada, ¡Eran doce varas!

Desde allí, sólo Roldán pudo disfrutar de la maravillosa vista de Toledo, aunque no era tiempo ni lugar para ello, pues ahora justo a su lado el hombre que se sujetaba del borde del ventanuco recién construido miraba al alguacil anonadado (por eso de verle allí arriba y con la cuerda sobre sí); y no alcanzó a decir nada, aunque esperaba que lo ayudara de algún modo, puesto que estaba tan concentrado en sujetarse que el hablar hasta se le hacía difícil...

Fue entonces cuando llegó alguien al corrillo de abajo, apartando a la gente con sus manos. Se acercó hasta Severo y Tristán.

¿Qué... qué pasa? -preguntó el alguacil Fernand a éstos dos-. He visto gran multitud de gente, pero la procesión aún no ha comenz... ¿¡Eh!? -entonces miró arriba y vio la guisa que allí habí formada...-.

-Tranquilo, maese Fernando. Aquí, nuestro buen amigo Roldán que dárole por escalar techumbres más altas que la del cuartel.- Dijo bromeando Severo, eso sí, agarrándose como si le fuera la vida en ello a la cuerda. Girándose hacia atrás, con dos voces, mandó silenciar al a concurrencia allí reunida.- ¡SILENCIO TODOS, QUE VOY A HABLAR!.- Entonces alzando la vista hacia su amigo aragonés, a grito pelado, le sugirió una alternativa.- ¡ROLDÁN! ¿ME OYES? ¿PUEDES USAR ALGÚN TRAVESAÑO PARA QUE ESE HOMBRE LLEGUE HASTA TI? DEBIERAS SUJETAR EL TRAVESAÑO CON LA CUERDA QUE PORTAS ATADA EN CINTURA, ASÍ QUE DEBIÉRAMOS SOLTARTE UN RATO, PERO LUEGO, A LA BAJADA, TE ATAREMOS DE NUEVO...-

Por los pelos seguía con vida, por los pelos y gracias a mis compañeros. A unas rondas bien merecidas les invitaría esta noche. Abajo veía a los parroquianos reunidos, empequeñecida su imagen desde aquella altura. Preferí no seguir mirando abajo y concentrarme en la tarea. Allí estaba el trabajador, mirándome con ojos de cordero degollado sin mediar palabra. Podía ver el esfuerzo en sus temblorosas manos, quedaba poco tiempo, no aguantaría mucho más.

Me detuve un instante observando la situación, buscando algo en aquellas alturas que me fuera útil. Abajo se oía a Severo gritar algo de una pasarela, un travesaño, y yo que se qué historia...

Poco miedo, o más bien nada, albergaba ya mi corazón. Esto, aunque peligroso, era pan comido comparado con las locuras que hacía yo en mis tiempos mozos, más la virgen parecía estar hoy de mi lado. Como pude, cogí carrerilla en aquel inestable andamio, me dispuse a correr, y ayudado por la cuerda mis pasos golpeaban la pared de la catedral, en una diagonal carrera hacia el pendiente trabajador...

- aaaAAAAHHH! - Exclamé mientras corría sobre aquel vacío...