Partida Rol por web

No lográs identificar la magia de los amuletos.

Cita:

- No hacen falta, mi magia divina ha sido tan util como tu cimitarra, pero estoy tentado de aceptar esa invitación. Estoy harto de gachas y no tengo mucho dinero para lujos, sin una fuente de ingresos he de alargar las monedas que me quedan.

Marcus les quita las armas, pone los grilletes y registra a los dos supervivientes si no lo han hecho ya sus compañeros. Buscará las llaves de los grilletes en especial (incluido el cadaver). De paso, quitandoles la camisa les ata los pies con ella.

- Kos vigilemosles hasta que venga Zenda - dice arco al hombro y daga en mano. Aún no está seguro de que no tengan más problemas, quizás algún compañero del trio aparezca. No, parecían muy seguros de bastarse y sobrarse, pero hasta que venga Zenda mejor no fiarse.

Los tipos están con los grilletes, no logran encontrar ningún tipo de llave, y Shade ya verificó que no haya magia en ellos. No encontrás más nada de lo que el pequeño Kobold ya sacó.

De a poco los humanos empiezan a volver en sí...

No acude nadie al llamado de Zenda. Al entrar en la cocina esta está vacía, es decir, están todos los utensilios de cocina, pero no hay gente. Te das cuenta que hay una puerta que da al exterior, está cerrada. Quizá el enano haya salido por allí. Su mujer solía trabajar en la cocina...

Tras "retirar" todos los objetos de valor de nuestros asaltantes, recojo mis dagas desperdigadas, con gran cariño las limpio y las guardo ágilmente en uno de los bolsillos de los que nunca debían de haber salido nonono.

Con una recelosa mirada observo a los hombres maniatados, pienso algo - ¿Todo es muy raro, donde está todo el mundo?- y cautelosamente abro la puerta del establecimiento y miro por si hubiera fuera alguien más o algunos más.

Algo desilusionado dejo a un lado los amuletos...

-No puedo identificar que tipo de magia tienen.... pero quizás en el mercado encontremos a alguien que nos de esa información...-

Entonces me percato que poco a poco los hombres despiertan uno a uno, mientras Zenda persiste en ubicar a Tholkar, al parecer sin éxito, me alejo a una distancia prudencial de los sujetos mientras saco un pequeño papel de entre mis ropas, a la vez una pluma con su tintero, rápidamente escribo algo, enrollo el pequeño papel y se lo doy a Twinky, inmediatamente la pequeña criatura voladora salió volando por una de las ventanas con rumbo desconocido.

Observo la reacción de los demás ante el despertar de los esclavistas y me mantengo al margen de la situación, evitando en lo posible cruzar palabras con aquella escoria.

—¿Fuente de ingresos? —dice a Marcus, arqueando una ceja—. Nuestros calvos amigos no van a necesitar esas armaduras y espadas. Seguro que podemos venderlas por un buen puñado de oro a algún gnomo que comercie con las caravanas que pasan por aquí.

Tras el breve intercambio con el clérigo, Zenda agarra un pedazo de pan, ya frío, que queda en la mesa, se acerca a la barra mordisqueándolo y llama a Tholkar, pero ni el enano, ni la enana que aparentemente se encargaba de la cocina, acuden. Encogiéndose de hombros, pasa por encima del mostrador y entra en la cocina, donde tampoco encuentra a los dueños del establecimiento. ¿Han subido a las habitaciones?, se pregunta, ¿o se han marchado por la puerta trasera? Ya lo comprobaremos luego.

Zenda regresa al salón principal, y vé a los dos supervivientes despertándose. Agarra la ballesta y el carcaj que había dejado, junto con la mochila, apoyadas en una pata de la mesa en la que estaba desayunando, y carga una de las saetas en el arma. Se acerca a la mesa donde Kosj ha apilado las armas de los dos hombres, y se apoya en ella mientras apunta con su ballesta al hombre más cercano:

—Parece que nuestros anfitriones no se encuentran en el local. Marcus, atento al de la izquierda, yo me quedo con este. Por cierto, ayer dijiste que tenías experiencia guiando a la gente con tu palabra. ¿Crees que tendrás suerte con estos caballeros?

- Esta gente es fanática, quizás podamos llegar a un trato con ellos, información a cambio de sus vidas. - dice sin estar muy convencido. - Quizás si dijeran algo util... - habla para Zenda pero en voz alta para que los prisioneros se enteren.

- Propongo esto, los separamos y el que nos de una información util salva su vida, si uno de ellos se niega creo que lo mejor es justicia rapida y letal. No pienso dejar un fanatico tirano y esclavista que ni siquiera aprecia su propia vida.

Zenda escucha las palabras del clérigo. Si los hombres de blanco no son simples esclavistas o secuestradores, sino fanáticos de ¿Asmodeo? -Es el nombre que ha susurrado Marcus antes de la pelea-, posiblemente sea complicado extraerles información por métodos normales. Y no se imagina al hombre realizando un interrogatorio como Yangombe, y mucho menos como Khalid o Kaede. Claro que, tras ver a Kaede cortar las manos y los pies de un bandido, atarlo a un caballo, y espolearlo para que lo arrastrara hasta su guarida y sirviera de advertencia al resto de su banda, tampoco se hubiera imaginado que la mujer tian fuera capaz de mostrar semejante ternura en la intimidad. Si se lo imagina, empero, ejecutándolos. Los religiosos no son, de acuerdo a su experiencia, especialmente piadosos con los servidores de cultos malvados.

—No me parece mala idea, aunque no puedo decir que tenga entrenamiento ni experiencia interrogando. De todos modos, recuerda —susurra, inclinándose hacia Marcus— que no estamos en mitad del desierto. Este pueblo debe tener leyes o costumbres para estos casos, y probablemente algún tipo de oficial encargado de hacerlas cumplir. Si nos tomamos la justicia por nuestra mano, podemos meternos en problemas. Por otro lado, doquiera que procedan, debe encontrarse a menos de media jornada de aquí, por lo que es probable que algún lugareño sepa algo.

Kosj ha logrado desposeer de sus pertenencias a los agresores, Zenda y Marcu deliberan un plan de acción sobre qué hacer con los sobrevivientes, a la vez que Shade intenta descifrar los enigmas de la magia contenida en los amuletos.

La caótica situación parece acomodarse de a poco cuando por la puerta entran tres figuras que se encuentran de golpe con la sangrienta situación en la posada. Son Tholkar, Twinky y un humano.

El enano queda perplejo ante la violenta situación. No había mucho daño, pero la madera absorbería la sangre y costaría horrores limpiarla... Ya, en serio, se encuentra en su propio negocio con varias personas armadas y un tipo desfigurado.

Luego de unos instantes retoma la postura fría que caracteriza a los enanos, en especial a los soldados templados en duras batallas. 

- Shade, ¿Qué mierda pasó acá? ¿Qué es este lío?

El humano da un paso al frente.

- Tranquilo Tholkar, yo me encargo... - señala con una espada corta a cada uno de uds - Soy Reginald. Contesten: ¿Uds están con Shade? 

El desaparecido posadero, Tholkar, ha vuelto a su establecimiento, acompañado de un hombre que, por su forma de comportarse, debe tener algún tipo de autoridad. Zenda se relaja por un momento y separa el dedo del gatillo de la ballesta, sin dejar de apuntar al hombre de blanco. Tanto el posadero como el humano mencionan el nombre del mago gnomo. Que conozcan a uno de los cuatro probablemente ayude a que la situación se resuelva favorablemente.

—Así es — responde Zenda, sin perder de vista al hombre de blanco—. Estábamos desayunando, los cuatro, cuando estos caballeros entraron y, sin mediar explicación, nos exigieron que nos dejáramos maniatar y fuéramos con ellos. Son los dos encapuchados de anoche, Tholkar, y uno más. Tened cuidado, los dos que quedan vivos están a punto de recuperarse.

El humano da unos golpes con el pie dando unos golpes al piso con el pie

- ¡CARAJO! ¡MIERDA! .... - y un sin fin más de insultos -

El sujeto enfunda su espada muy confiado.

- Tholkar: andá a traer a tu mujer, acá ya no hay peligro... - luego murmura - por ahora...

Quien se presentó como Reginald vuelve a dirigirse a los guerreros: 

- ¡Esto es una locura! Estos tipos son más pesados que una tarazca hambrienta y en celo... Hace mucho tiempo que pasan por acá, pero nunca habían llegado a esto. Yo le dije a Svarlnerfin que no teníamos que dejarlos, que esto iba a pasar. 

- Bueno, parece que mordieron más de lo que podían masticar en esta ocasión - intervengo mientras doy un par de pasos adelante situandome junto a Zenda - Me llamo Marcus, por cierto. Clerigo de Erastil.