Partida Rol por web

Siento curiosidad... 

¿Qúe fue lo que cambió a vuestro padre? simplemente la corona?  y sin embargo es un rey sabio y justo aunque sea autoritario. Apenas tengo recuerdos de mi madre... alteza.  digo con voz queda. Carraspeo antes de seguir. 

Vayamos a las cocinas pues, pero será apropiado que vos me acompañéis a esa parte de palacio?

Antes de abrir la puerta para salir me dirijo a ella.

- Los años de reinado sí, pero como decís es un buen rey y eso es lo que importa. Quizás no sea lo más apropiado no, me gustaría saber como le ha ido a Enzo con mi padre, pero no quiero interrumpirles asi que iré a los jardines tal y como habíamos acordado, si queréis cuando hayáis acabado podéis acercaros. Y no se os olvide, ordenad hacer la sopa, no se os ocurra hacerla a vos, decid que váis de mi parte.

Asiento a la princesa y le abro la puerta. 

El hombre da un paso atrás al verte esgrimir el atizador y alza las manos en alto en señal de rendición - ¡Oye, oye, cuidado con eso! - dice sin perder de vista la punta al rojo vivo de la improvisada arma. Se toma unos momentos para pensar antes de responder y entonces sonríe - Soy el criado del Conde, estaba asegurandome de que todo estaba en su sitio y de mi señor se encuentra estable - entonces entrecierra los ojos y te mira directamente - ¿Y tú quién eres? ¿Qué buscas en la habitación de un noble herido?

Por fin, el sirviente se mueve lo suficiente como para que le ilumine el fuego de la chimenea, y relajo la mano con la que sostengo el atizador. Le conozco, me suena de haberle visto por aquí.

-Me has dado un susto de muerte -replico, a la defensiva- He venido a ver al Conde, para comprobar su estado y si necesitaba algo.

El criado también se relaja al ver que bajas el atizador y baja las manos - El conde esta perfectamente dormido, tal y como lo ha dejado el maestre. Y cuanta menos gente venga a importunarlo, mejor - empieza a caminar hacia tí lentamente - Ahora deja eso en su sitio y sal de aquí, ya me ocupo yo de que esté bien atendido - sin querer, un bolsillo de su jubón se queda enganchado en el pomo de la puerta de un armario y el movimiento brusco y repentino al soltarle hacen caer del bolsillo un montón de joyas entre anillos, broches, colgantes y alguna moneda que otra, y encima de todo un pequeño blasón de oro con la heráldica del conde Moore. El criado, pillado in fraganti, mira las joyas y luego vuelve la vista hacia tí, esperando tu reacción.
 

Cuando el botín del criado se desparrama por el suelo, vuelvo a sujetar el atizador con fuerza. Mi primer instinto es llamar a los guardias, pero aprieto los labios. Aún puedo sacar algo de esto.

-¿Quién eres realmente? -Alzo la vara de hierro sobre mi cabeza, bien sujeta entre mis manos- Y ni se te ocurra moverte, o llamo a Kurr. ¿Qué ibas a hacer con todo lo que has robado? ¿Venderlo? ¿Dárselo a otra persona? ¡Habla!

El rey medita lo que oye y no dice nada durante un buen rato, bien sabe el bufón que Uthor es de pensar lento. Bebe despacio mientras bebe a sorbos pequeños el vino de la mejor calidad. Tras un buen rato, en el que su viejo amigo Enzo ha podido degustar y reposar un rato frente a la chimenea, el rey rompe el silencio.

- Muy bien, Enzo, debo meditar sobre todo lo que me has dicho, puedes retirarte, mañana convocaré un refrigerio en los jardines, quizás algunos combates de espectáculo, seguro que algo se nos ocurre para montar algún espectáculo- lo despide señalando la puerta con la cabeza, tiene el ceño fruncido debido a las nuevas preocupantes que le ha traido su espía de confianza- Mañana hablamos, dile a Kurr que pase, que veo que está ahí fuera.

Cuando Kurr entra en la habitación el rey no muda la mirada del fuego, con los pies reposando sobre un mullido sillón donde estira las piernas.

-¿Alguien ha solicitado hablar conmigo mañana, Kurr?- le pregunto al capitán de la guardia- ¿Te han indicado el motivo o se han limitado a solicitar audiencia?

 -Por supuesto. Después de todo, los espectáculos son mi especialidad. Mi ingenio está siempre al servicio de la corona.

Y tras decir aquello, el bufón se dirigió a la puerta de la estancia. La abrió entrando en la cámara principal de las tres que componían los aposentos del monarca y donde se encontraba Kurr.

 -El Rey quiere hablar contigo ahora. Adelante, sin miedo, ya sabes que no muerde... Mucho.

Y riéndose entre dientes, Enzo salió del cuarto, cerrando la puerta tras de sí.

Con mirada impertérrita, observé al bufón de la corte abandonar los aposentos del rey y me aproximé al monarca. Uthor IV se encontraba reposando sobre un sillón, junto a la chimenea.

-Majestad, tres hombres han solicitado una audiencia con vos mañana por la mañana -expliqué-. Lord Ivan O'Conell, Sir John Dilheen y Edmund. El mozo de cuadra sería el primero, seguido por O'Conell, y por último Sir Dilheen. Ninguno de ellos indicó el motivo, aunque es posible que Lord O'Conell quiera ofreceros algún tipo de acuerdo comercial. No parece tener otro interés que los negocios y las damas.

Hice una pausa durante unos segundos, pensando en si debería revelar o no mis sospechas al monarca, tras lo cual tomé una decisión.

-Majestad, vos me habéis designado para acompañaros en las audiencias de mañana, por lo que he pensado en todas las opciones que podrían producirse si alguien pretendiera intentar asesinaros -aclaré, pensativo. Pese a que tenía mis sospechas sobre quién podría estar más interesado en asesinar al monarca, aquello no dejaban de ser meras sospechas-. Mi señor, le aconsejo apostar dos ballesteros en las columnas más próximas al trono como medida de seguridad, y además le pediría que llevara esto escondido en la manga de sus ropajes.

Me arrodillé frente a Uthor y, sacando mi daga arrojadiza, se la ofrecí al monarca.

-Es un viejo truco que aprendí en las calles. Si os veis en peligro, solo tenéis que deslizarla hasta vuestros dedos y podréis empuñarla en cuestión de segundos. Dudo que alguien se arriesgase a atacaros durante las audiencia pero más vale prevenir, Majestad.

Aún quedaba un último asunto que sentía que debía compartir con el rey, por lo que aproveché la ocasión para revelarlo.

-Mi rey, he de contaros que hablé también con el Gran Maestre durante la cena. Me pidió que os hablara sobre una armadura ligera que ha creado a partir de un componente alquímico, con intención de que os sirviera de protección durante vuestros actos públicos. Personalmente, confío en que la lealtad del anciano está con la Corona, pero he oído muchas historias acerca de venenos impregnados en armaduras o capas, que terminan por asfixiar a su portador. Majestad, si optáis por llevar puesta esa armadura, os sugiero que dejéis que alguien la porte antes para comprobar que es segura.

-Puede que sólo sean preocupaciones banales, fruto de mi responsabilidad como miembro de la guardia real, pero he de asegurar todas las vías de posibles amenazas sobre vuestra vida. Sabed también que, esta noche, la copera Ibb tenía intención de entrar en el despacho del maestre. En un principio, alegó una excusa de que sólo quería mantener las dependencias del Gran Maestre limpias y que este no le había dejado pasar, mas luego, al verse apurada, reveló que un miembro de vuestra familia le había pedido que indagara en las dependencias del anciano por si hallaba algo extraño. Deseaba entrar en el despacho del maestre por todos los medios, incluso cuando se ofreció voluntaria para ayudar a Sir Moore. Esta misma noche, vuestro hijo el príncipe nos comunicó que alguien había robado una valiosa gema de las dependencias del Gran Maestre o, al menos, esa es la versión que le dio el anciano. Ni Lady Katherine ni yo nos despegamos de Ibb en el resto de la noche, por lo que puedo asegurarle que no es la ladrona, aunque su comportamiento me resulta extraño. Sea quien sea el ladrón, podría haber robado algo más que una gema. Tal vez veneno, Majestad.

Nada más cerrar la puerta, el bufón saludó a los guardias que estaban apostados a ambos lados de la misma y empezó a caminar por el pasillo. No se sentía bien dejando a Uthor a solas con Kurr después de lo que había visto (y consecuentemente relatado al Rey). Pero había soldados cerca, así que, si pasaba algo, ellos le protegerían. Aparte de que, si quería seguir manteniendo su tapadera, más le valía no sacar a la luz sus habilidades delante de guardias comunes. Así que optó por la solución más lógica, ir a buscar a la Princesa Elizabeth para dar ese prometido paseo por los jardines.

Sin embargo, al llamar a la puerta, no obtuvo respuesta alguna, por lo que se intuyó que muy probablemente su Alteza estaría ya en los jardines en compañía de Lady Katherine. ¡Había que darse prisa! Uno, porque no quería preocupar más de lo necesario a la Princesa y dos, porque no quería que ningún caballero aprovechado se les acercase cual depredador hambriento. Que sí, que tarde o temprano la princesa se enamoraría y se casaría y él no podría hacer nada por evitarlo, pero una cosa era que ella eligiera a su pareja y otra que llegara cualquier noble salido y empezara a tratarla de manera lasciva e inapropiada. Ojalá no tuviera que añadir otro cuello que rajar a su lista…

El criado vuelve a levantar los brazos, pero esta vez muestra una sonrisa confidente, esta claro que aunque tu tienes la improvisada arma aún cree que el tiene la mejor mano de cartas - Cálmate y no alces la voz. Solo quería aprovechar que el conde está indispuesto para asegurarme un buen futuro. Trabajo día y noche para servir a estos malcriados y jamás llegaremos a tener o disfrutar una décima parte de lo que ellos. Seguro que sabes de lo que hablo. ¿No prefieres aprovechar tu también? Una oportunidad así no se presenta todos los días - dice, mientras avanza lentamente hacia tí sin perder de vista el atizador.

Bueno, he de reconocer que eso sí que no me lo esperaba. Sin embargo, no relajo mi gesto, y cuando el sirviente se aproxima, muevo el atizador con violencia. Echo un breve vistazo al conde. No puedo hablar con sinceridad, si estuviera mínimamente consciente y me escuchara, sería mi ruina.

-No sé qué clase de despojo humano crees que soy, pero te daré la oportunidad de salvarte si dejas todo eso aquí, y te marchas -siseo, entrecerrando los ojos.

La expresión del hombre cambia de confiada y sonriente a enfadada, te mira con el ceño fruncido y baja los brazos - Te estaba dando una oportundiad de oro... Pero si esto es lo que quieres, adelante. Lo siento pero no puedo dejar atrás nada que me delate - entonces se abalanza sobre tí intentando esquivar el atizador y sujetarte por los brazos.

El hombre se lanza contra tí y te consigue sujetar por los brazos, empujandote contra la pared. Pero no consigue que sueltes el atizador y con la punta encendida te las arreglas para golpearlo en un brazo, haciendo presión. Un olor a carne quemada impregna el aire al tiempo que el falso criado lanza un grito de dolor y te suelta, retrocediendo unos pasos, pero dispuesto a salirse con la suya.

Lanzo un alarido cuando el hombre trata de cogerme por los brazos, en lo que aprovecho para clavarle el atizador al rojo. Cuando veo que vuelve a abalanzarse sobre mí, vuelvo a gritar con todas mis fuerzas.

-¡Guardias! ¡Socorro!