Partida Rol por web

Aún jadeas cuando el rey se marcha de la habitación. Asuntos de estado.

Suele ser más cariñoso, casi siempre....pero ultimamente ello decae.

¿Se estará aburriendo de ti?

Una sirvienta espera en una esquina, para cuando te quieras marchar.

Miro como se marcha con cierta preocupación. Si es cierto uqe cada vez acude menos a mi cama, o requiere mi compañía. No puedo evitar sentirme triste, esto es lo que siempre había querido, y se está terminando demasiado pronto.

Me levanto estirando los brazos para que la sirvienta me ayude de vestirme. Miro con preocupación mi vientre. Aún no ha empezado a hinchase, pero no tardaré mucho más. Me he mantenido en mi peso gracias a las nauseas matutinas, pero ya queda poco. Y a nadie le atraen las mujeres embarazadas.

-Ha sido el peor momento posible para quedarme en cinta- pienso mientras regreso a mis aposentos.

Debería habérselo dicho hoy, pero se fue con demasiada precipitación. Como de costumbre. Me acerco al segundo trimestre, no puedo esperar más.

En cuanto llego a mi cuarto, me tumbo encima de la cama, boca arriba.

-Por favor, prepara un bañ caliente. Y me gustarían unas uvas- pido a mi ayuda de cámara.

-Hay mucho lío en palacio. Tal vez sus ausencias se deban a los asuntos de estado y no al desinterés...-

Mientras la sirvienta cumple tus órdenes, unas risas te atraen a tu ventana. En el jardín se encuentra la princesa heredera, una belleza dónde las haya, hermana del rey.

No hay hombre que no caiga a sus pies, y con razón. Rie con su vos como cascabeles sobre terciopelo rodeada de su acostumbrado séquito. Un hombre empieza a tocar mientras otro canta.

Cuando te asomas, es ella la única que te ve. Te dedica una sonrisa...extraña.

No puede ser que haya sido ¿seductora?

Cuando estás en medio de tu baño, la sirvienta atiende la puerta, te comunica que la princesa te invita a unirte a ella en os jardines, si lo deseais.

Miro a la Princesa. Ella y su madre me agradan especialmente. Son como yo. Sabes lo que hay, ni más ni menos. La Reina es una gran mujer, una de las pocas amigas con las que cuento. Y su hija... me inquieta, pero no parece tan arpía como el resto.

Saludo a la Princesa desde mi ventana, devolviéndole la sonrisa. Puede que sea seductora, o puede que sólo sonría para alguno de sus acompañantes. Me encanta su risa.

Me baño despacio, pensado en la conversación que tengo pendiente, imaginándomela paso a paso en mi cabeza.

-Mi señor, estoy en cinta. Muy bien Eileen, te mandaré al condado de blablabla, y te casarás con el duque de blabla. El niño se quedaré en la Corte si es un baroón- pienso.

-Vamos, no tiene por qué ser así, sólo te estás poniendo en lo peor. las ocsas pueden ser mejores-  

Jugueteo con la espuma, hasta que llega la criada.

-Si, claro. Ayudadme a vestirme. El vestido azul. Es apropiado- digo escogiendo un vestido con escote y mangas largas.

-Sentaos a mi lado Lady Eileen, por favor.- sus ojos son un misterio, acaricia tu pelo y  lo empieza a trenzar.

-¿Cómo os encontráis?- mientras llegabas, despidió a su séquito para estar a solas contigo.

Sigue trenzando tu pelo, cuando la brisa se calma, puedes llegar a notar su aliento en tu cuello a traves de tu pelo, aunque no está demasiado cerca.

Es una sensación curiosa, que hace que la piel se te ponga de gallina levemente...pero que se te acalore después.

-Claro Alteza, como gusteis- digo sonriendo.

Me dejo mimar, aunque me parece un tanto extraño que despida a su séquito. Tal vez quiera hablar conmigo a solas. Extraño a los músicos, pero no es alguien a contradecir.

-Estoy bien, gracias por preocuparos. ¿Y vos?. Pareceis especialmente alegre esta mañana- digo mientras me peina.

Me resulta un poco incómodo como sopla en mi nuca. Es demasiado... íntimo. Y yo sólo puedo tener intimidad con una persona. Jugueteo con mi anillo nuevo, una esmaralda. Mis favoritas. El Rey siempre me regala esmeraldas.

-Me gustaría tanto saber qué está pasando- pienso inquieta.

-Si. Mi gran danes, Sherry, ha tenido cachorros sin ningún problema.-

Sus manos dejan tu pelo y bajan a tu vientre.

-Yo pregunto por su embarazo. Ya que al parecer mi hermano aún no sabe nada.-

Rie.

-¿Qué cómo lo sé? Escuché a las criadas comentar que estaba vomitando, dos mañanas seguidas, y sabiendo eso...-

sus manos suben a tus pechos y los aprietan sobre la ropa, al mismo tiempo notas los suyos en tu espalda, sus labios rozando tu oido. susurrando sugerentemente.

-El que sus pechos hayan crecido, su cara parezca brillar, y se le estén hinchamdo los dedos....solo hay que sumarlo todo.-

No se separa, sigue hablando así.

-¿Acaso no es de mi hermano por ello teme decirselo? En cualquier caso...cuando el rey decida no tocaros más por temor de la salud del niño, venid a verme si lo deseais....-

Sus dientes dejan clara su intención en el lobulo de tu oreja.

Me levanto de golpe en cuanto empieza a tocarme. Me resulta extraño e intimidante. Además, soy la amante de su hermano. ¿En qué está pensando?.

-La corte y su constante red de rumores. Al menos esta vez el rumor es cierto- pienso mientras me miro los pechos.

La Princesa está en lo cierto, a pesar de que mi vientre no muestra signos de cambio, parece que mis pechos si. Enrojezco un poco cuando los veo.

-Gracias por vuestro interés Alteza. Hablaré con vuestro hermano en breve. Simplemente esperaba a estar segura. Ya sabe, las faltas, o los embarazos malogrados son algo común. Y por supuesto, no hay ni habrá en mi vida nadie más que él. Si me disculpais, me conviene descansar. Tened un buen día- me despido con una sonrisa.

-¿Duda de mi?. Excelente. Si toda la Corte me mira con lupa día y noche. ¿Con quien quieren que me acueste?. Si todo el castillo conoce hasta mi más mínimo movimiento- pienso malhumorada.

Regreso a mi cuarto. Había pedido unas uvas y espero tenerlas. Aburrida, cojo un libro sobre leyes y me siento a leer hasta la hora de la comida.

Pasa el tiempo mientras comes uvas.....finalmente eres llamada a comer...a la mesa de la reina.

Eso es bastante raro.

Una vez llegas, en su mesa están ella y un apuesto hombre que no conoces, bien vestido, sus ojos te atraviesan, te llegan al alma.

Un extraño calor que no sentias desde tu adolescencia te llena por dentro....

-Bienvenida, Lady Eileen, tomad asiento por favor. Os presento a Lord Jean, un viejo amigo que viene a pasar unos dias.-

La forma que que la reina apoya su mano en el da que pensar que no fueron "amigos"....y te da un pinchazo de...¿celos?

Me cambio para acudir a la comida con la Reina. Me pongo un vestido más modesto y dejo en el joyeros todas las joyas regaladas por el Rey, cambiándolas por otras menos personales. Supongo que estos pequeños gestos, junto con el respeto que le he mostrado siempre, han hecho que nos llevemos tan bien.

-Gracias por la invitación, Majestad. Bienvenido Lord Jean- saludo amablemente mientras me siento a la mesa.

Tras la uvas, no tengo excesivo apetito, pero ya no sólo tengo que mirar por mi salud. Escojo un menú variado mientras charlo animadamente con el resto de comensales. Sin duda Lord Jean es muy atractivo, pero yo tengo otras preocupaciones en mente. Como por ejemplo, anunciar mi estado.

-Decidme Lady Eileen. ¿Estáis casada?-

Sus ojos apenas se han separado de ti.

El rey entra en la sala. Inclina la cabeza hacia su reina.

-No, no lo estoy- contesto con sinceridad.

-Pero este hombre... ¿no sabe quien soy?. Es decir, tras la Reina, soy la mujer más conocida de todo el reino. ¿Ha vivido en una caverna?- pienso mientras sonrío con cortesía.

Y entonces entra él, y mi mundo empieza a girar a su alrededor. Lo saludo con una respetuosa inclinación de cabeza, la misma con la que lo saludaría cualquier dama de la Corte. Siempre me ha divertido este juego. Fingir que no somos nada, saludarlo como a un noble más...

A pesar de los años que han pasado desde la primera vez que lo vi, sigue siendo un hombre atractivo. Las canas y sus primeras arrugas han dado fuerza a su rostro. Mis ojos brillan al verlo y esbozo una pequeña sonrisa, que disimulo con un bocado.

Se queda en silencio unos momentos. No pierde detalle de tu reacción ante el rey.

-Acudiriais conmigo a la catedral?-

Mientras te habla, ves como Lady Gywana tontea con el rey, el cual ¡Le sigue el juego!

Es una belleza recien llegada a la corte...y tiene muy claro lo que pretende...sin duda lo mismo que tú.

Trago saliva mientras veo paso por paso todos los trucos que empleé yo. Lo cierto es que las cosas con el Rey han sido menos duraderas de lo que esperaba. Por suerte, sigo siendo bella. Eso jugará en mi favor cuando busque un marido. Pero claro, para eso primero tiene que repudiarme, y aún no lo ha hecho. Se que no debería sentirme mal, está en su derecho de hacer lo que le de la gana, y lo se desde niña. Pero no puedo evitar sentir un pequeño pinchazo en el corazón, que disimulo con una sonrisa.

-Claro, me vendrá bien rezar. Y el sacerdote Willmore es un gran hombre, seguro que le interesa conocerlo-

Con una graciosa reverencia, me despido de los Reyes.

Caminais hacia la catedral, él ofreciendote su brazo como todo un caballero.

Cuando llegáis...el Sacerdote se queda de piedra, antes de arrodillarse en una reverencia.

-Obispo, me  alaga vuestra presencia. Si se me hubiese avisado habría organizado un recibimiento más apropiado...-

-No es problema, disculpadnos por favor.-

Te guía al confesionario.

-Hay algo de lo que quieras hablar, mi niña?-

-Obispo. Muy digno para una Reina... desde luego escoge bien- pienso mientras sonrío divertida ante la escena.

No puedo evitarlo, a pesar de las dificultades, mi caracter alegre siempre se impone. No lo puedo evitar, cualquier tontería me arranca una sonrisa.

Mi siento en el confesionario sintiéndome como una nila pequeña a punto de ser castigada. Desde luego, a ojos de nuestro Dios, no soy un gran ejemplo a seguir. Suspiro antes de confesarme.

-Perdóname Padre porque he pecado. Estoy en cinta- añado.

-Y sin haberos casado. De un rey nada menos. Eso os mancha a ambos a ojos de dios. Dime hija, ¿Por qué lo has hecho?-

Su voz mantiene un tono entre divertido y autoritario.

Casi puedes sentir su mirada aún fija en ti. ¿Como tocaría a la reina?

Es la confesión más divertida en la que he estado. Hasta empiezo a sentirme menos culpable.

-Se que ahora debería decir que "a un Rey no se le dice que no", pero no voy a mentir ante los ojos de Dios. Ya hay bastantes pecados en mi lista. Lo hice porque lo deseaba. Deseo a ese hombre, intensamente. Es el único al que he conocido en  mi lecho, y me he preocupado de que fuese así desde niña. Siempre lo quise. Lo hice por deseo y por amor- contesto mirándolo a los ojos.

-¿El único hom...Quiero decir, mi niña. Que tu intención es loable, pero él es un hombre casado.-

Deja pasar unos momentos.

-¿Os arrepentis de vuestros actos? ¿Prometeis no volver a cometerlos?-

Sonrío.

-Lo siento Padre, no puedo prometer eso. Si él me requiere, yo iré. Dejaré de hacerlo el día que me repudie, ese día volvereis a confesarme y entonces os haré promesas, si así lo quereis- contesto.

Divertido, muy divertido.