Partida Rol por web

- Eso suena algo mejor. - reconoció ante las palabras de Cass que se había esforzado en compartir información que ellos tenían pero Vincent sólo podía haber supuesto. Era la clave de la convivencia, era, a fin de cuentas, lo que habían pedido desde el principio, reciprocidad.

 Julia parecía dispuesta a todo. Era curioso pararse a pensar cuando una mujer como ella se convierte en una persona como la que era ahora. En ocasiones no parecía haber cambiado mucho, sin embargo, se antojaban algunos cambios profundos en su forma de encarar la vida. Casi parecía una heroína. Seguro que había un montón de incautos que buscaban una relación con ella, sólo por el poder que desprendía con su presencia, un poder que servía de bien poco fuera de la sociedad y fuera de una empresa. Me la puedo imaginar mintiendo para conseguir algo. Para convertirse en una persona más egoísta, más cómoda, más poderosa.

 Pero también cabía la posibilidad de estar ante una de las mujeres más altruistas del planeta Tierra. Esa devoción científica por la salvación del planeta ante una amenaza que no estaba, de facto, en ninguna información que recibían en la situación actual, harían sospechar a cualquiera. Esa era la diferencia entre el desconocimiento y la posesión de la información. Vincent no sabía hasta que punto podían confiar en la palabra de Julia. Posiblemente estuviesen a punto de tomar la decisión que terminaría sus vidas.

 Quien no arriesga...no gana.

 Miré a Sam sonriendo con cierto carisma, bajando el mentón y mirándola de soslayo.

 - Yo también prefiero el tour sin ratas. - bromeó, buscando en David el ofrecimiento de unas entradas a ese pasaje, como si sólo se tratase de una atracción.

 No tenían seguridad de nada. Iban a ciegas. Y no por falta de antorchas, por otros muchos motivos. - Pero vayamos por las alcantarillas si lo preferís.

 Asentí. Justo después miré a Tuco.

 - ¿Tu qué crees que sería más seguro a parte de dar media vuelta? - no debían obviar su saber. Vincent estaba acostumbrado con los clásicos alumnos que demostraban una actitud más dificil, más rebelde. Con frecuencia eran a su vez los que ofrecían respuestas más brillantes. No tenía porque ser el caso de Tuco, pero para el profesor él era ante todo una persona, y fuese o no una especie de prisionero para ellos, Vincent le reconocía una inteligencia, una identidad y unos derechos.

Estando de acuerdo el grupo decide probar suerte con las alcantarillas. Levantáis una tapa del alcantarillado y descendéis hacia las entrañas de la tierra.

Cabría pensar que el olor de aquel lugar sería muy desagradable pero lo cierto es que solo huele a humedad.  Las cinco antorchas que ha conseguido fabricar David os pueden dar unas dos horas de luz.

Avanzáis despacio, en fila india, con los pies chapoteando en las aguas residuales. En un primer momento no hay riesgo de perderse pues el túnel avanza en línea recta pero no tardáis en llegar a un colector de agua, donde el camino se bifurca.  

Desde un desagüe, en la parte superior, se filtra algo de luz del exterior, dando algo más de claridad al lugar.

Casi dais un brinco cuando de uno de los túneles frente a vosotros surge una niña.

Aprovechando el efecto sorpresa, otros dos rapaces se os acercan por detrás sin que os apercibáis de su presencia hasta que de un tirón le roban la mochila a Sam. De inmediato los tres rapaces huyen corriendo cómo alma que lleva el diablo llevándose con ellos la mochila.

Caminando a oscuras, temiendo que en cualquier momento nos salga algún monstruo, cuando la niña esa aparece delante nuestra me sobresalta y todo por lo inesperado.

-Cagüen Dios ¡Que susto! – Exclamo mientras miro a la niña hasta asegurarme que solo es una niña. – Perdona pequeña. ¿Que haces aquí abajo? -Lógicamente mi pregunta queda sin respuesta pues dos pillos le roban la mochila a Sam y salen corriendo.

¡Eh! -Grito corriendo tras ellos sintiéndome un poco tonto, que hayamos picado con un truco tan viejo. Intento perseguirles pero los chavales están más ágiles que yo y finalmente desisto de seguir corriendo y vuelvo con el resto.

Por favor, decidme que la radio no iba en esa mochila.- Digo  expresando mis temores, aún jadeando por la carrera.   

 - Pero que demonios.... - Vincent se giró de repente al percatarse de la presencia de los niños, aquello le había pillado jodidamente de sorpresa. Su cara era un pálido poema a la ironía y la incertidumbre, algo que tuvo que desterrar en pocos instantes si querían garantizar su seguridad unos días más. El destino estaba empeñado en ponerselo dificil.

 Sin pensarlo dos veces. Sin pensar en que tal vez podía perderse o salir herido por la temeridad, comenzó una carrera a la desesperada. Levantando antes la diestra para pedirles que se detuvieran, algo, que no serviría de absolutamente nada. Le encantaban los niños, pero aquello...aquello era robar, ¡y estaba mal! - ¡Esperad!

 ¡Son niños! Me dije maravillado en la dicotomía de odiar sus actos imprevisibles y adorar esa misma imprevisibilidad.

 Corrí, como alma que lleva el diablo, olvidandome por unos instantes de lo cansado que estaba, de lo dolorido que estaba, de que hacía muy pocas horas había estado muy cerca de ser un cadáver, como lo eran ya tanto otros que se habían cruzado en su camino. Era triste, pero si lo pensaban durante un instante, verían que las acciones improvisadas, sin pensar, les habían llevado siempre a la muerte. No necesitaban más riesgos, sólo sobrevivir. Les movía un supuesto buen motivo...y allí estaban, con mucha muerte en sus espaldas.

 Ellos...merecen la pena. ¡No pueden estar solos! y si lo están...¡es maravilloso!

 Fantasías que un filósofo confundiría con experimentos mentales de interés sobre niños salvajes, la identidad moral y el desarrollo de las sociedades llenarían la mente del profesor que tras percatarse de la verdad acabaría sosteniendo el peso de su cuerpo en sus rodillas, a punto de vomitar. Sentía la sangre en sus encías, con sabor a hierro, el temblor de los músculos, la vulnerabilidad, la debilidad, su más frágil humanidad.

 La verdad era que la realidad era un cúmulo de desgracias, un constante dolor que servía de ensayo para una muerte inevitable.

 Se escapaban, lejos de sus manos, como lo hacían sus deseos, de agarrar entre sus dedos a uno de esos chiquillos, de interrogarlo con la curiosidad propia, también de un niño. Y tal vez, sólo tal vez, aquellos chiquillos fueran por un momento más adultos, más maduros que el profesor, que sólo pensaba en el futuro, en el estudio, en la grandeza del hombre y de la curiosidad y se olvidaba innecesariamente de que un paso en falso lo mataría.

 Venid.... Pensó en un aliento sin sentido, en un sonido vano de sus pulmones gritando por respirar profundamente, sus articulaciones en los dedos crujieron sujetando sus rodillas. ...Somos....somos amigos.

 Tras aquella persecución infructuosa, ¿Cómo podían parecerlo?

Me quedaría mirando a la niña unos segundos antes de que los niños y dos de los nuestros salieran corriendo. No me parecía una buena idea correr detrás de los niños en un lugar que no conocíamos ni ir gritando y llamar la atención sobre nosotros, pero abrazar mi equipaje si así que abrazaría contra el pecho la radio. -Joder, lo siento Sam-Me disculparía de ante mano pues no pensaba salir a corretear a unos niños. Al ver a David volver sonreiría un poco, al menos no se perdió correteando a unos niños -No, no estaba en ese- Miraría en la dirección que Vincent había salido corriendo "Si se perdió estamos jodidos"

La presencia de una niña allí abajo me deja tan desconcertada que no me doy cuenta de los dos que acechan por detrás.

Que!? Protesto al notar el tirón aunque al comprender lo que ocurre casi de inmediato procedo a correr tras ellos. En la mochila no me queda comida, ni casi nada de valor pero es cuestión de principios y curiosidad ¿Cómo pueden haber sobrevivido esos niños aquí abajo?

Corro con todas mis fuerzas y finalmente le doy alcance al ladronzuelo- Ja ¿Dónde crees que ibas? -Exclamo triunfal.

Toso debido al esfuerzo, el tabaco y la falta de costumbre. No sé ni de donde he sacado fuerzas para pillar al chiquillo. -Tengo a vuestro amigo -Les digo a los otros mientras agarro al niño del pescuezo, para que no se me escape – Salid. No os haremos daño. Si queríais comida habéis robado la mochila equivocada.

Sam consigue dar caza a uno de los niños que resbala al girar un recodo lo que permite a la madura mujer agarrarle sin problemas, el niño intenta liberarse pero la pelirroja lo tiene bien sujeto.

Los otros dos chicos salen al ver a su amigo capturado, los demás no tardáis en llegar junto a Sam.

¡No vengáis!! -Protesta el niño que ha pillado la pelirroja al ver a sus amigos regresar. -¡Huid con la comida!

El niño que posee la mochila ignora a su amigo y se acerca a vosotros.

No le hagas daño- Pide - Te doy la mochila y tú le sueltas ¿Vale?

Solo queríamos algo de comida. No le hagáis daño por favor.

Oh, por el amor de Dios- Digo exasperada- Dejad de decir bobadas, no vamos a haceros daño, solo queremos hablar.

Y ya os he dicho que si queríais comida os habéis equivocado de mochila. A mi no me quedaba.-  Les digo mirando a Cass y al resto por si a ellos les queda alguna ración. Si estos niños conocen las alcantarillas, ganarnos su confianza bien vale perder una o dos raciones de comida.  

¿Estáis solos? ¿Cómo habéis sobrevivido a los tsunamis y a los aliens?  Es… increíble.-Les pregunto intentando encontrarle sentido a aquello.

Al escuchar a Sam y ver lo que intenta hacer me acercaría hacia los niños mientras me saco unas chocolatinas y una lata de soda que encontré días atrás en una expendedora y se las ofrezco.

¿Tenéis hambre? Tomad- Les digo ofreciéndoles las chocolatinas y el refresco de soda. – No nos tengáis miedo, no vamos a haceros nada, solo nos ha sorprendido encontrar a alguien vivo aquí abajo.

Me quedaría mirando a los niños imaginando todo lo que podrían haber vivido estando en Nueva York "¿Estarán solos?" Me concentraría en los ruidos de alrededor seguro habría eco o si se prestaba suficiente atención escucharíamos si alguien mas se nos acercaba, o esa era mi esperanza.

Sacaría comida del bolso que estaba agarrando con fuerza, no fuera que se les diera por tomar otro bolso y salir corriendo -Aquí tienen un poco mas, no es mucho pero es lo que tenemos-

Los chicos agarran la comida que les ofrecéis y empiezan a comérsela con ansia. Viendo que no queréis hacerles daño los niños responden a vuestras preguntas.

Es que no estábamos aquí cuando se cargaron la ciudad - Responde a Sam uno de ellos -Yo vivía en Reno con mis padres. Los aliens me trajeron aquí.

Nos tenían prisioneros- Dice la niña – Nos pinchaban y hacían daño. Siempre había gente gritando y muchos morían. Es un sitio horrible.   

Es una cárcel, hay cientos de personas y les hacen cosas - Dice el mayor de ellos-  Nosotros conseguimos escapar por un túnel de ventilación y llegar a las alcantarillas.

 Cuando Vincent pudo alcanzar la posición de Sam lo único herido no era su orgullo, todas aquellas personas parecían más fuertes que él, más capaces para sobrevivir, y no podía estar tan cómodo como para relajarse, tenía en mente todos los muertos, todas las personas que se habían quedado atrás, y la esperanza moría, justo cuando el temor de ser el siguiente se extendía por su mente como la tinta a través del agua.

 Exhausto siguió sujetandose las rodillas cuando estuvo cerca de Sam. Aquellos niños...los escuchaba como quien escucha el relato de la inocencia más pura. Aquel podía ser el más atractivo de sus atributos, si tan solo los aliens hubiesen considerado la opción de utilizarlos, todos estaban perdidos. La paranoia crecía en un Vincent que comenzaba a conocer un mundo muy diferente, en el que la teoría moral, política y antropológica se ponía en eterna cuestión hasta que el pragmatismo más salvaje y crudo consumía la realidad, la paciencia y cualquier atisbo de misericordia. El gesto de sus compañeros, cediendo la comida, no le preocupo. El habría hecho exactamente lo mismo. No tenía que ofrecer.

 Los miró sudando, respirando a duras penas, inclinado sobre sus rodillas, con la boca abierta, inspirando con fuerza y culminando el acto con tos seca.

 - Son duros de roer. - rió entre tos y respiraciones entrecortadas, sonriendoles - Seguro que pueden ayudarnos. - les concedí, en parte, tratando de ganarme su confianza reconociendo que haber llegado hasta allí era suficiente como para tratarles como iguales y no como críos. A Vincent no le costó mostrarse como alguien que cree que esas personitas estaban a su nivel o incluso les superaban, eran seres humanos, y eran fascinantes. Partía de la idea de que tratar así a un niño o un adolescente genera una buena conexión, a fin de cuentas, lo normal es que nadie considere a un niño alguien de quien aprender, el profesor era el caso rotundamente contrario.

 - Entonces, habéis sido muy valientes. - Reconocí. Tosí tratando de recuperarme.

 Lograría incorporarme, justo cuando una gran gota de sudor recorría mi sien izquierda.

 - ¿Os encontráis bien? - Se interesó mientras se sujetaba la herida, que aún sentía en el costado como una perforadora - Ella es Sam - señaló a la mujer sonriendo - Tiene mucho genio, pero es buena persona. Toda una defensora. Casi es una superheroína. - luego señaló a la mujer joven - Ella es Cass, era algo así como una piloto de carreras. - le guiñé el ojo, buscando su complicidad, a fin de cuentas, sólo pretendía a halagarla. - Julia, una científica increíble.

 Y este de aquí es David. - expliqué con total confianza. La hipótesis de que los niños podían ser un cebo era demasiado rocanbolesca, y aunque estaría muy atento, prefería ir con la verdad por delante. - es un mecánico fenomenal.  Podría reparar cualquier cosa.

 Yo me llamo Vincent - se presentó rascándose la coronilla.

 - ¿Cómo os llamais? ¿teneis algún sitio donde podamos hablar a salvo? - Buscó para no detenerse en charla sin un claro beneficio, le interesaban los pequeños, pero no podían perder de vista porqué estaban allí. Un lugar seguro satisfaría tanto su anhelo de preservar la humanidad como la oportunidad de ganar nuevos aliados en su cruzada o, en último término, garantizar la seguridad de esos niños. Aunque está claro que pueden arreglarselas solos.

Sonreiría ante la presentación de Vincent, parecía que los niños se le dieran bien, aunque por otro lado parecía que se iba a desplomar en cualquier momento, correr no había sido una buena idea. Caminaría hasta el pasándole el brazo por al cintura- Vamos hombre que necesitas un apoyo y como no tenemos muletas, aunque estoy segura de que podríamos improvisar algo si lo intentáramos puedes apoyarte en mi- Mi mirada iría a los niños- Buscaremos la manera de sacarlos de Nueva York, y de llevarlos a un lugar seguro, aunque antes tenemos que ayudar a esa mujer -Diría mirando a Julia- Nos ayudara a salvar a muchos- No iba a esperar a tener una discusión con el grupo de si deberíamos o no ayudar a unos niños, eran niños no tenia el coraje de mirar hacia otro lado, realmente no podía hacerlo ni con adultos no formaba parte de mi manera de ser.

Sonrío satisfecha cuando veo a los niños comer con avidez y escucho su historia con interés. Juventud, divino tesoro.

¿Esa cárcel está aquí? ¿En NY? - Les pregunto a los niños muy interesada- ¿U os referís a alguna de las naves?

Mi interés se debe que si hay un lugar con cientos de personas prisioneras y estos niños conocen una forma de entrar o salir de esas instalaciones…  ahora mismo no tenemos tiempo, pero me parece la clase de información que les podría interesar a los militares. Por lo que dicen los niños “que les pinchaban y les hacían cosas” me parece que se trata más de un laboratorio que de una cárcel.  Quizás en un futuro habría alguna posibilidad de rescatar a los prisioneros o a una mala, de destruir el complejo con una bomba.

El mundo primero, los niños después- Digo estando de acuerdo con Cass - Tenemos una misión que no es trivial precisamente.  Si fracasamos moriremos todos. -Pienso aunque eso no lo digo delante de los niños.

¿Conocéis las alcantarillas? Necesitamos llegar hasta Manhattan, al centro de la ciudad, al  Empire State Building - Les digo levantando la mano - El edificio ese tan alto ¿Lo conocéis? Necesitamos llegar allí y si puede ser sin que nos vean los aliens mejor que mejor.     

Yo soy Paul, él se llama Peter y ella Mary – Responde a Vincent señalando sus compañeros.

Estamos bien- Dice el mayor -Solo un poco hambrientos. Donde dormimos tenemos algunas mantas, pero tampoco es un sitio demasiado seguro.

¿Si os llevamos hasta ese edificio al que queréis ir sin que nos vean los aliens nos llevaréis con vosotros?    

No quiero volver a comer ratas -Dice con la boca llena con las chocolatinas de David.  

Los que faltaba… -Dice Tuco – Ahora tres chamacos mugrientos. Aumentamos pero no mejoramos. 

 Miraba el techo de aquellos conductos. Sobrevivir allí, a pesar de que no parecía tan sucio como pudiese haberlo sido, era toda una prueba de gallardía y organización por parte de esos jóvenes. Viendo como todos habían renunciado a la comida por ellos, la respuesta se presentaba bastante clara para Vincent. Había pasado por alto a Tuco. No hubo un reproche en su mirada, sólo una sonrisa, casi una carcajada sin sonido alguno que pretendía animarlo.

 - Este es también un invitado, algo forzado, de nuestro grupo. Es Tuco. Sabe encargarse de un trabajo cuando debe hacerse, y tiene dotes diplomáticas. Por otro lado, es un poco quejica. - alzó las cejas mirando a los muchachos, y moviendolas para hacerles ver que el propio Vincent estaba un poco cansado de las cosas que aquel hombre decía. Aunque en el fondo, agradecía que diese su opinión sincera, sin tapujos. Era casi tan extraordinario como los niños, pero era adulto, y se le juzgaba diferente.

 - Lo que Sam quiere decir es que es muy importante. El mismísimo ejército nos ha pedido que hagamos esto. - aclaró, quizás sin necesidad, ante unas palabras que podían no llegar a entender. 

 Cass era un sol, una joven siempre dispuesto a ayudar, con una más que reconocida rectitud moral. Todo a pesar de que en apariencia podía haber acabado como Tuco.

 - Gracias. - no me negué - sólo será un momento. ¿Vale? - le agradecí y aseguré, pues no quería continuar así el resto del viaje.

 - Claro que podréis venir. Y si lo logramos, llegaremos a algún sitio donde ponernos cómodos. Un sitio libre de alienígenas y de pinchazos con mala intención. - Miré al resto en busca de una reacción, por lo menos, en sus rostros.

 - Por cierto. Que modales los míos.

 Encantado de conoceros.

 Les sonreí.

 - ¿Podemos movernos ya?  - les preguntaría, sin apuro, sin prisa, con voz calmada y natural. - Me duele un poco cuando tengo tiempo para pensar. - se palpó en el lugar de la herida.

Pondría los ojos en blanco al escuchar a Tuco- No le hagan caso solo esta resentido- "Que valientes son, se escaparon y a pesar de ser unos niños sobreviven en territorio enemigo"-Oh por dios, estos niños son unos genios! Los ductos de ventilación, deberíamos de poder subir a la antena por los ductos de ventilación, entrar y salir seria mas discreto, no tan rápido pero mas seguro bueno creo que mas seguro. Y Vincent, no te preocupes por aceptar ayuda, todos en algún momento debemos aceptarla- "Sin mencionar que es mi culpa que estés herido"