Partida Rol por web

Quenya entró dispuesta en la habitación, sin dejar que Alese se aventurara la primera. Iba mirando a todas partes, preparada para un ataque. Pero no parecía que ocurriera nada.

Dio unos pasos más hasta que vio las armaduras. Se detuvo en seco mientras las contemplaba. Tuvo una idea

Kara, Frosty, ¿creéis que os podrían servir? Se que no son las vuestras, pero un poco de protección no os vendrá mal.

Un escalofrío le recorrió la espalda y volvió a fijar su vista en las armaduras Puede que estén vivas. ¿Podéis detectar magia en ellas?

- Estoy bien, gracias Envy. Debemos continuar.

Igor avisó de que en el interior de las armaduras había sendos espíritus, pero Frosty les pidió a sus compañeros que avanzaran. Y así lo hicieron, las armaduras parecía que estaban a punto de cobrar vida cuando el mago colocó ambos brazos sobre cada uno de los metales. En ese momento parecía que se quedaron congelados, pero el muchacho joven empezó a gritar de dolor. ¡Corred! Les gritó para que siguieran avanzando. Y así lo hicieron, sin dudar ni un minuto y dejando al mago encargarse de ambas criaturas, los aventureros decidieron seguir adelante 

Ahora llegaron al rellano de una escalera, había unas antorchas oscilantes sobre sus pebeteros de hierro iluminando de forma tenue y fría. Un viento gélido descendía por el hueco central. La escalera de caracol tenía invitaba a tomar dos únicos caminos, hacia arriba o hacia abajo.

Quenya echó un ojo por encima de su hombro, esperando a Frosty. Pero algo le dijo que eso no iba a ocurrir.

Nos da igual hacia arriba que hacia abajo, sin saber muy bien a dónde tenemos que ir. Pero yo diría que subieramos, por probar.

Maldicion! Que es lo que hace? Se va a sacrificar por nosotros? Exclamo sorprendida mientras corría junto a sus compañeros. Al llegar a la escalera de caracol optó por secundar a Quenya. Subamos pues! Mirando de soslayo hacia atrás y ver que el mago no llegaba. Muy peligroso parecía este castillo y la inquisidora comenzaba a sentirlo en sus carnes.

Envy paso junto al mago dedicandole a penas un segundo de mirada y avanzando. Sabia y respetaba su sacrificio. Pero se preguntaba si no se estana acostumbrando demasiado a las muertes de compañeros por el fin de derrotar al señor de estas tierras.
-Arriba sea- gruño luego de que al menos habia dos elecciones para el camino dichas.

Un viento frío silba tristemente a lo largo y ancho de este rellano de piedra. Un nicho cercano a la escalera del norte alberga una sonriente estatua de piedra, mientras que el que está frente a él se encuentra ocupado por una inquietante escultura confeccionada con trozos de cadenas.

Una puerta reforzada en hierro ofrece una salda hacia el oeste. En esa misma pared cuelga el retrato de una mujer noble. Sus ojos parecen desafiantes traviesos y un tanto crueles.

¡Y su rostro es increíblemente parecido al de Irina!

Alese estaba lenta de reflejos, no sabía por qué, quizás el ambiente del castillo o quizás no, pero le costaba reaccionar.

Quenya se paralizó al ver el increíble parecido del cuadro con Irina. Se quedó mirando con tanta intensidad, que apenas vio a la estatua de piedra ni a la de cadenas.

¿Esa no es Irina? susurró, o más bien permitió que ese pensamiento se le escapara de los labios

Nadie se dio cuenta de que el cuadro de Irina era realmente un retrato vivo, y en ese momento recitó una serie de palabras de heló a la mayoría del grupo.

Fantasmas, armaduras, un maldito cuadro!!!
No importaba, destruiria todo este castillo piedra por piedra si era necesario para que esta pesadilla terminase.
Y contra ese cuadro con un movimiento de su brazo y gruñidos, otra esfeta de fuego aparecia para encender el cuadro.

Alese notó como, de nuevo, su voluntad de sobrevivir fallaba. Había tratado de guiar al grupo, pero ahora su mente caía en una trampa de la que, normalmente, debería haber sido capaz de eludir.

No le fallaban las protecciones ni el poder, le fallaba su simple voluntad de luchar.

Sintiéndose fracasar, notó como la trampa se cerraba sobre su mente.

Iban siguiendo a Quenya y ella rápidamente tomó la decisión de tomar el camino de subida. No dijo nada pues todavía estaba pensando en el sacrificio realizado por Frosty, aquél humano del que nada sabía y que acababan de rescatar. Sin embargo, algo le decía que siendo su objetivo alcanzar las catacumbas de poco les servía subir.

Igor se fijó en el cuadro tras las palabras de su compañera reconociendo el increíble parecido al que aludía, cuando de pronto notó que este era más que una simple pintura...

Preparado como estaba se lanzó al ataque. Poco más podía hacerse.

Quenya no lo vio venir. Parecía que se había percatado ella sola de lo semejante que ese cuadro era a Irina. Pero no le sirvió de nada. En cuanto el cuadro se movió, ya era tarde. Intentó agarrar su espadón, pero su cuerpo ya no respondía.

Tan solo Envy e Igor fueron capaces de actuar. Envy lanzó una de sus esferas de fuego para prender al cuadro. Pero eso no sirvió de nada, pues la magia parecía no surtir ningún efecto contra é. 

La mujer del cuadro, que se parecía muchísimo a Irina,murmuró unas palabras al tiempo que miraba directamente a Envy. Después la gárgola atacó a Igor, clavándole su cuerno y arañándole con una de sus garras. Después un golem de cadenas apareció y las lanzó también contra Igor, por suerte pudo evitarlas y no sufrir ningún daño.

Con Kara, Quenya y Alese paralizadas, tan solo Envy e Igor podían hacer algo por salvar aquella situación. Pero desgraciadamente, sus enemigos parecían muchos más poderosos que ellos, además de que el cuadro era inmune a la magia. Estaba claro que no debían haber dejado de lado a Cyrus, muy probablemente el sirviente podría haberles avisado del peligro de esas escaleras y así haberlas evitado.

Habia confiado demasiado en su magia, y ahora al parecer esta no alcanzaba. Esto pasaba cuando intentaba ser fria y confiar en su entrenamiento en vez de sus instintos. Cuando simplemente debio haberse lanzado al ataque fisico.

Quenya, paralizada como estaba, vio cómo sus dos compañeros que todavían se podían mover lo tenían muy crudo. Era la culpable de haber elegido ese camino, aunque se consoló pensando que los demás también tenían voz y voto y ninguno se quejó o la llevó la contraria.

Lo peor de todo es que iba a ver cómo morirían todos sin poder hacer nada.