Partida Rol por web

El castillo de Brinewall era una enorme e intimidatoria estructura. Aunque solo tenia dos pisos de altura, con la excepción de una torre que sobresalía un tercer piso, el achaparrado castillo parecía más grande de lo que era por su situación en lo alto de la colina este del pueblo de Brinewall, desde donde se erguía amenazante sobre los alrededores con una presencia imponente.

El castillo estaba contruido de piedra gris, aunque un estudio más minucioso del mismo, llevado a cabo por los enanos, revelaron que había numerosos y diferentes tipos de piedra usados en la construcción, como si lo hubieran reconstruido en algún momento, al menos algunas partes. 

El grupo se plantó delante de la puerta. Medía unos 3 o 4 metros de alto, y era robusta y de una madera aparentemente de calidad. No parecía, sin embargo, que estuviera cerrada con llave, asi que abrirla sería cuestión de empujarla suavemente. La incursión al castillo parecía inminente.

La sensación que pesaba sobre Drommbar le había atormentado durante todo el camino hasta la puerta. No era miedo, pues por el momento no se habían encontrado con nada que hubiera que temer. Era más bien una sensación de no controlar la situación que no le gustaba nada.

Cuando vio la enorme puerta de madera, se detuvo y miró alrededor, tratando además de captar algo con el oído aguzado. Llevaba bastante rato con la máscara de batalla cubriéndole el rostro.

- ¿Qué hacemos? ¿Entramos por las buenas, directamente por la puerta principal...?

Esa puerta tiene que hacer más ruido que un minotauro borracho—comentó Debbe mirandola con desconfianza. Una vez, cuando era pequeña la habían pillado abriendo la puerta de una despensa en una taberna precisamente porque chirriaba. No era la taberna de Ameiko pues entonces no estaba en la ciudad, y el dueño no había sido tan clemente como hubiese sido la chica. En consecuencia, Debbe tuvo que dormir bocabajo una semana y comer de pie durante 3 días. Desde entonces se tomaba los goznes muy en serio. Afortunadamente, la chica era previsora y sacó uno de los botes de aceite.—Pero bueno...nada que un poco de aceite en los goznes no pueda solucionar.

Tras un rato manipulando el gozne inferior paso a manipular el del medio poniendose de puntillas y mas tarde trepando por el lateral buscando huecos entre las piedras para proceder con el superior. Mientras "trabajaba" la chica iba levantando la cabeza para tratar de escuchar algo y ver si había alguna trampa cerca. Las historias siempre decían que los castillos estaban llenos de ellas. 

- Recorramos sus paredes. Tal vez haya otra entrada.

No hay trampas por aquí...y esto ya no sonará. Entremos por aquí.—repuso la chica empujando suavemente la puerta para evitar hacer mucho ruido.

Las puertas se movieron con facilidad, haciendo el ruido que haría cualquier puerta de ese tamaño, y de tanta edad como estas. En el interior de la porteria pudisteis apreciar que la estructura de piedra tenía el suelo cubierto de porqueria y que había numerosos pilares de madera que sujetaban el techo, también de mamposteria, sobre vuestras cabezas.

Enfrente de estas puertas, podían apreciarse otras dos, estas metálicas, que llevaban hacia el interior del castillo. A cada lado de esta entrada, había dos escaleras (marcadas con una C en el mapa) que permitían subir al piso superior.

Pero no iba a ser sencillo, y el mal presentimiento de Drommbar estaba muy justificado. en el centro de la estancia, dos extrañas criaturas hacían guardia en la entrada. Eran horrorosas criaturas, como humanoides musculosos pero con cabezas de cuervo, cubiertas por capuchas negras de cuero. No parecían portar armadura ni armas, puesto que sus fuertes musculos, garras y afilado pico parecían armadura y arma suficientes.

¡Cuidado!—Debbe se lanzó a un lateral para poder flanquear a una de aquellas criaturas y moverse. La joven desenvainó su arma en plano movimiento y lo impactó contra el monstruoso cuervo que abria y cerraba su pico amenazante.

Grongar afianzó el hacha al escuchar la advertencia de la chica. Desde luego estaba claro que el castillo tenía que estar custodiado, lo raro es que no les hubieran disparado ya desde las almenas y hubiesen atrancado la puerta. Por suerte para quien lo habitase ellos no eran un ejercito.

Kevan retrocedio un paso y lanzo una flecha a una de las criaturas.

Drommbar agarró fuertemente el mango de su arma, afianzándose en el suelo.

- ¡Lo sabía! -gruñó.

Aquellos engendros no parecían seres que pudieran derrotar tan fácilmente como a los goblins del inicio de sus andanzas juntos. Incluso podía ser que fueran más peligrosos que Tsutamu, el samurái muerto.

Pero no era momento para vacilar. Al fin y al cabo, ya habían sido advertidos de que aquello iba a ser difícil, así que se preparó para acabar cuanto antes con aquellos bichos para poder seguir adelante.

Casi sin tiempo para que pudieran reaccionar, Debbe se lanzó al ataque, colocandose a la espalda y tratando de clavar su daga en el lomo de aquellos animales extraños y azulados. El arma oriental de la pícaro traspasó su piel, dura como una armadura, con relativa facilidad, y causó una fea herida en el ser.

Al mismo tiempo, Kevan sacaba una flecha del carcaj y se la lanzaba al ser. La flecha se clavó en su hombro, bastante cerca del corazón.

Con un sonido gutural, mucho más grave que el normal de los cuervos, aquellas criaturas dieron la alrama graznando como posesos. Seguramente avisando a algunos aliados que estuvieran cerca. Podria ser que estuvieran llamando refuerzos, o quizás no, en cualquier caso, sabían que estabais alli.

El que estaba enfrentado con Debbe se dió la vuelta y lanzó dos fuertes zarpazos contra la chica, desgarrando carne y ropa a partes iguales con su tremendo golpe. El otro, saltó como poseido, medio volando en el aire, hasta aterrizar al lado de Kevan y clavarle una de sus garras con otro fuerte golpe.

Drommbar no se paró a pensar si allí había dos o doscientos pajarracos azules. Se apresuró para colocarse al lado del que tenía más cerca y dirigió un tajo al bulto para causar el mayor daño posible. Cuanto menos vivieran, menos graznarían.

Con un gruñido de dolor Debbe trató de volver a golpear a aquel engendro. Era consciente de que en ese momento estaba técnicamente "sola" ya que sus compañeros estaban rodeando al otro pajarraco. Por lo menos no sentía veneno en la sangre, como con aquellos pseudodragones que la habían mordido. Lo que estaba claro es que no volvería a cometer el error de no vigilar lo suficiente antes de entrar en una habitación. El gope penetró en la carne, plumas o lo que tuviesen aquellos pollos pero el golpe no era demasiado potente. Acto seguido dio un par de pasos a un lateral para alejarse de él.

¿Que pasa pollo-frito? Que rico vas a estar en la hoguera esta noche

Grongar trató de rodear a la criatura para ofrecer a su compañero la oportunidad perfecta de atacarla en algún hueco y poderse deshacer de ella fácilmente.

Kevan suelta el arco, desenvaina la espada y ataca al criatura que acaba de herirle en el hombro, pero más en un intento de alejar a la bestia que de atacarla con fiereza.

El ataque de Drommbar no fue demasiado efectivo, y la piel dura del corváceo desvió el golpe del hacha, como si de una armadura se tratara. Lo mismo pasó con el otro enano que se colocó flanqueando a la criatura, con intención de reducirle cuanto antes. Pero esta se revolvía y atacó a Kevan que en ese momento se lanzaba a ayudar a los enanos. La garra golpeó en el rostro del magus, causandole una herida en el labio.

Debbe se enfrentaba, mientras, con el otro engendro azulado. Sin embargo, esta tenia mucha más pericia en el combate y estaba reduciendole considerablemente. El corvido se veía francamente herido, no obstante, trató de atacar a la mujer con sus fuertes garras, pero la chica era muy rápida y lo esquivaba con relativa facilidad.

—Maldita sea—pensó Debbe mientras por el rabillo del ojo veía como el otro córvido ponía en apuros a sus compañeros. Aún sabiendo que era peligroso, Debbe lanzó una cuchillada al cuervo que tenía "mas controlado" antes de girar sobre sí misma en una impresionante maniobra para tratar de golpear a aquel que estaba rodeado por sus compañeros.