Partida Rol por web

Las presentaciones se sucedieron y más viajeros se fueron uniendo a la enorme comitiva que Mitsushide llevaba consigo. A Genkei aquella reunión extraña le hizo esbozar una sonrisa para sus adentros, los kamis eran así, moviendo todo a su antojo, tirando de los hilos a conveniencia para llegar a algo superior. Él no se iba a negar, aceptaba su destino como el que más, sin miedo y honor.

La idea de poder comer algo en condiciones provocó que las tripas de Genkei rugieran abiertamente, lo que hizo que este se riera por lo bajo con su más que grave y cavernosa voz. Sin duda se avecinaba una buena noche a pesar de la tormenta, hasta que claro, se sobrevinieron los problemas. Él no había tenido ninguno hasta ahora, pero sin duda se hacía de esperar. Su experiencia le decía que estas cosas, en caminos y regiones retiradas estaban al orden del día, por eso, Genkei esbozó una sonrisa de medio lado, cogió su naginata y salió junto con el resto a defenderse.

A pesar de la noche y la falta de un ojo, fue capaz de ver a las figuras. Asintió ante la información que le daban y se adelantó al resto, aunque sin duda Shun era el más veloz después del propio Genkei. Iba a ser interesante. 

Giró su rostro para observar al emisario durante un breve instante - Kisaragi sama, por favor, manténgase atrás - no pretendía insultar a sus capacidades, pero para un Bushi, ese era su deber - los demás, no os abráis demasiado y mantened el grupo cerrado y unido 

Comenzasteis a salir de la cabaña, armados y sin temor alguno a aquellos maleantes.
Los ashigaru dejaron salir a los que fuisteis al meleé, y luego volvieron a cerrar su formación para impedir que llegaran al interior de la cabaña donde estaba Mitsuhide.
Los bandidos se detuvieron ante el gesto de la mano del tipo que llevaba la kusarigama, quedando a pocos pasos de vosotros.

Su líder era un tipo de aspecto estrafalario, un Kabuki-mono, con los cabellos teñidos de un tono plateado y aunque la oscuridad no os permitía verlo bien, maquillaje verde esmeralda alrededor de sus ojos.
Vestía ropas azul eléctrico con estampados chillones de dragones de color plateado, y llevaba algunas partes de Dōmaru en su torso, el cual había pintado del mismo patrón que sus ropas.
El tipo os observó antes de hablar con una voz como afónica, que se hacía difícil de escuchar entre la tormenta.
Si hubiera sabido que tendríamos invitados, hubiera preparado algo... dijo en tono sarcástico.

Vamos... venid y jugaremos un rato. ¡Asobou*! ¡Hahahaha! os retó, mientras comenzaba a reír como un lunático haciendo girar su kusarigama a gran velocidad.

El grito de Yuudai al tipo grande hizo que este se fijara en el Rukawa.
Su expresión se tornó enfurecida.
¡No soy un barrilete! ¡Estoy fuertote!
¡Y a esta ramera nos la hemos traído para que nos caliente la noche! ¡No te la entrego! ¡Jodete! dijo, hablando como si fuera un niño que se había vuelto mayor de repente.

Tras aquello, se desataron las hostilidades.

Rápidamente, todos los bushis presentes en la cabaña demostraron su coraje aprestándose a salir al exterior para afrontar a los bandidos. Silenciosamente, el emisario agradeció al destino contar con tan inesperados aliados, pero maldijo a las circunstancias que lo obligaban a estar allí, guarecido tras un muro de ashigarus, esperando a que fueran otros quienes decidieran el futuro de ese conflicto. A su lado, Makie tensaba su arco, dispuesta a cobrarse alguna baja entre los atacantes.

-Si tu flecha conoce el camino, Makie-san... -Susurró a la ronin, sin llegar a apartar los ojos del exterior. -Abate al hombre de la kusarigama. Sin el corazón no hay coraje.

Apretando la empuñadura de su wakizashi con fuerza, Mitsuhide se concentró en hacer lo único que podía hacer realmente. Observar, y tratar de dirigir a sus tropas desde su privilegiada posición. Los ojos oscuros del emisario se entrecerraron mientras se movían a toda velocidad por el campo de batalla, captando cada detalle, desde la excéntrica ropa del hombre que lideraba a los atacantes hasta los movimientos de todos los que trataban de encontrar la mejor posición para atacar a sus adversarios.

Por un instante, se planteó si algunos de los bandidos llegarían a rendirse si los conminaba a ello, pero desechó esa idea. Asesinos y ladrones, esa escoria no merecía otra suerte que agonizar sobre el barro. De modo que aguardó, esperando a que fueran otros los que derramaran su sangre, mientras él aguardaba. Al menos, si algún enemigo llegaba hasta él, estaría preparado.

La ronin había escuchado las palabras de Yuudai, si bien había decidido ignorarle. Sus ojos se habían posado sobre su presa, y no dejaría que nadie se la arrebatase, en especial cuando aquello era tan significativo para ella. Tal vez, allí, encontraría su redención, ante el fracaso al no poder proteger a la persona que más había amado en sus años de vida. Si ayudaba a aquella joven en aquel momento de necesidad, podría ser que aquello significara un pequeño paso en su camino al perdón, no de su amor, quien sabía que le habría perdonado sin importar las circunstancias... No, sino de algo que continuaba atormentándola en su mente, en su alma, el desprecio que ella se tenía a sí misma por no haber cumplido con su deber, con lo que ella creía que había sido su responsabilidad.

Tras tensar su yumi, desde su posición detrás de los ashigaru, más que decidida al escuchar el comentario de aquel bandido de gran tamaño, se preparó para atacar. La furia en su mirada era más que clara, teniendo en cuenta que jamás permitiría que le hicieran daño de esa manera a una pobre chica, mancillándola de tal forma tan despreciable. Estaban equivocados si pensaban que permitiría algo así, su honor no se lo permitía. - Maten al de la kusarigama. - Indicó con frialdad al resto, ignorando las palabras sin sentido del aparente líder de apariencia extravagante. Estaba casi segura que el resto podría hacerse cargo de aquel sujeto, mientras ella se ocupaba del grandote. Vamos a ver si te gusta esto. Pensó con claro desprecio hacia el hombretón.

Todo lo demás carecía de importancia para ella, lo que importaba era liberar a la joven del bandido, y así, tal vez, obtener un cierto alivio en su pesada conciencia. Sin dudarlo demasiado, no tardó en soltar su flecha en dirección a su objetivo, dispuesta a quitarle la vida a semejante ser tan desagradable. Ignoró por completo la petición de su empleador, a pesar de que este tuviera razón en sus palabras, ya que su honor le impedía ignorar la situación de la joven en necesidad de ayuda. Odiaba esa clase de personas que se dejaban llevar por sus deseos más oscuros. No merecían existir en el mundo, y sería ella quien se encargara de que se convirtieran en alimento para los gusanos, incluso si sabía que una sola flecha no sería suficiente para abatir a un hombre de ese tamaño.

Genkei no se amilanó cuando uno de los bandidos fue a por el. Con su arma preparada, efectuó un veloz abanico con su naginata tratando de quitarse de en medio a su atacante lo antes posible. Los superaban por mucho y los ashigarus se habían quedado atrás con su señor. No les culpó por ello, eran simples soldados.

Genkei puso todo su empeño en la lucha, ya no solo por sobrevivir, sino por dejar bien alto el nombre de su honorable familia.

El tanteo previo de la distancia en la oscuridad me ha jugado una mala pasada, habría jurado que estaba más lejos. Todo lo que no sea mi principal oponente se me antoja ahora borroso, sufriendo una suerte de visión de tunel ante aquella amenaza. Incluso las palabras a mi espalda suenan lejanas, exactamente como las del bandido jefe, cuando comienza la escaramuza.

Observo, complacido, cómo el desgraciado que carga con la mujer responde a mi chanza. No puedo más que esbozar una media sonrisa en este momento de tensión. Se me antoja divertido. "Será bobalicón." Siguiendo la misma dinámica, hago por provocarlo. Mientras que esa mujer esté cerca mío, estará relativamente a salvo... si va todo bien.

- ¡Eh! Controla esa lengua, tonelito.

Dejando la punta de la nodachi prácticamente rozando el suelo, me preparo para responder a su acometida. Confío en evadir o aguantar el posible golpe del bandido grandote, antes de pasar a destajarlo con un movimiento ascendente de la gran espada.

De pronto, ambos bandos parecieron encontrarse entre el fango y la lluvia. El bushi más grande de ellos contra el bandido corpulento, el tuerto contra otro de los bandidos, y el propio Shun debatiéndose unos instantes. Una mirada rápida al que parecía su líder hizo que acabara por apretar la mandíbula y dirigirse hacia otro de los bandidos: si acababan con la mayoría rápido, podrían centrarse en la amenaza mayor más tarde. Esperaba que pudieran hacer frente al ataque y al hombre del kusarigama... en caso contrario, lo haría él más tarde.

Cortó el paso a uno de los bandidos cercanos al más grande de ellos, en caso de que Rukawa necesitara ayuda más adelante y, sin decir ninguna palabra pero mirándole a los ojos con una media sonrisa en los labios, movió en un abrir y cerrar de ojos su mano desde el bastón de mano en dirección a su víctima, al tiempo que desenvainaba el joto.

Salir atrás de los Bushi no es problema, nadie me ve y la condición es perfecta para mi trabajo, ahora los bandidos, los guerreros y los ashigaru están enfrascados en su pelea, me dirijo a espaldas del ripo de la chica rodeando el campo de batalla, y asestar un golpe devastador.

Solo estoy consciente de lo que quiero hacer, y en la oscuridad, si termino con el, podremos salvar a la muchacha y terminar con todo esto.

Los relámpagos apenas me dejaban ver lo que ocurre, pero por una fracción de segundo, de notando que mi objetivo ya está enzarzado en combate con uno de los hombres, cuando logró colocarme en posición para cortar su grasosa carne. 

El combate se desató como si fuera la misma tormenta, llevando a sus contendientes a un punto de no retorno en el que sólo existían la victoria o la muerte.
Shun fue el primero en atacar con su Joto, sorprendiendo a su enemigo que no habría esperado que de ese palo saliera el filo de una espada.
Aún así, el suelo resbalaba mucho, y Shun no pudo fijar bien los pies en el suelo, consiguiendo un corte algo flojo que por suerte le dejó un feo corte en el costado de su enemigo.

El magullado bandido contratacó enfurecido, pero Shun vio venir el golpe y lo esquivó.
Luego fue Genkei quien fue atacado por un bandido de pronunciado tupé y Tachi medio oxidado como arma.
Pese a que leyó sus movimientos, el Miyagami metió el pie izquierdo en un charco y se quedó a media finta, recibiendo un doloroso tajo en su abdomen.
El intenso dolor por la herida le estuvo a punto de hacer fallar, pero se concentró lo suficiente como para que el filo de su naginata cortara a su enemigo a la altura del hombro.

Yuudai, por su parte, provocó de nuevo al gordote. Este se enfureció.
¡No se que es eso de tonelete pero no me gusta! gritó enfurecido y lanzó al suelo a la chica, quien cayó violentamente sobre el barro.
Entonces agarró el hacha del leñador con ambas manos y cargó contra el Rukawa, que lo esquivó con una finta lateral.
Sin embargo, otro de los bandidos estaba aguardando ese momento para atacarle también, lo que no esperaba era que su Kumade se encontraría con el filo del no-dachi de Yuudai, que bloqueó el ataque como un acto reflejo.
El Bushi contratacó entonces con un corte de arriba a abajo, casi perfecto, que abrió un profundo tajo en el torso del gordo.
Este gritó de dolor como un niño pequeño, incluso Yuudai creyó escuchar algún lloriqueo, pero el tipo seguía con vida y estaba loco de rabia.
¡Te mataré! gritó mientras la sangre no paraba de emanar de su torso.

Makie vio la oportunidad para poderlo rematar, y disparó con gran precisión... pero fuera el viento, la oscuridad o la simple mala suerte, hicieron que la flecha sólo consiguiera rozar el moflete del corpulento bandido, que lanzó un pequeño grito de dolor cuando la punta del virote le dejó una ligera cicatriz antes de clavarse en un árbol cercano.

Mientras, Mizato había rodeado a los bandidos que corrían hacia la casa evitando ser descubierta y se situó a pocos pasos del gordo al cuál combatía Yuudai, así como de la joven que sollozaba de cara al barro, atada e incapaz de darse la vuelta.

Los bandidos que habían quedado libres, corrieron por orden de su jefe hacia la cabaña. Sin duda aquel emisario valdría un buen rescate.
Los ashigaru iban a impedirlo aunque fuera dando sus vidas, y el choque entre la media docena de bandidos y los últimos soldados fue brutal, dejando enseguida varios cuerpos en el suelo por ambos bandos.

El líder, por su parte, analizó el campo de batalla y rápidamente actuó.
Genkei apenas escuchó una especie de silbido metálico, y antes de que pudiera reaccionar, la kusarigama se enrollaba en su cuerpo, estrujándolo violentamente, como si sus huesos amenazaran con partirse.

Seguramente, los próximos movimientos decidirían el vencedor en uno u otro sentido.

Al ver cómo el gordinflón soltaba a la chica, ante la provocación del otro bushi, la joven suspiró aliviada, sabiendo que ahora la mujer estaría un poco aislada de la situación de batalla en la que se encontraban todos. Sin embargo, eso no quería decir que no tuvieran que salvarla en cuanto pudieran, por lo que, en el momento en el que había dado rienda suelta a la flecha en su arco, no tardó en fijar su mirada en la mujer que continuaba atada, ahora en el suelo. - ¡Alguien que rescate a la chica! - Exclamó decidida, a la vez que veía como su flecha rozaba apenas al bandido de gran tamaño. Parecía que no había llegado a acertar lo suficiente en la cabeza de aquel sujeto, por lo que tendría que considerar con cuidado lo que haría a partir de ese momento.

No había duda de que no podría continuar usando su arco, no cuando los ashigaru parecían estar cayendo uno tras otro, y era claro que necesitaba ayudar a eliminar a todo aquel que pareciera ser lo suficientemente fuerte, y así evitar que la situación terminara en favor de los atacantes. Por eso mismo, viendo que el gordo había dejado de ser su mayor prioridad, no tardó mucho en tirar al suelo su arco y desenvainar con rapidez su katana, decidida a abrir la carne de uno de los bandidos que estaban atacando a los ashigaru. Su mirada se fijó por completo en el bandido que parecía estar ocupado con la escolta del emisario, al mismo tiempo que se abalanzaba sobre este con la intención de liberar sus entrañas con el filo de su arma. Si bien, habría querido ayudar a Yuudai, parecía que este tenía la situación controlada y era mejor terminar aquello con rapidez, para así poder centrar su atención en el líder.

Sería difícil acercarse al líder de la banda, no cuando el resto no se lo permitirían. Tal vez, si Yuudai derribaba al gordinflón, sería un golpe psicológico lo suficientemente fuerte como para hacer que los bandidos se retirasen, o herir la moral de estos para que su desempeño en el combate fuera en cierta medida pobre. De cualquier manera, en cuanto terminara con el resto de los bandidos, la roushi no tardaría en centrar su atención en el líder, quien parecía haber considerado que Genkei era una mayor amenaza que el resto. Por su parte, Makie no tenía intención de permitir que aquello se extendiera por mucho tiempo, no cuando tenían un destino al cual dirigirse, y ahora debían de perder el tiempo con un montón de bandidos.

Sonrío francamente divertido al ver que el gordito se estaba tomando todo aquello muy a pecho, y de hecho, suelta a la mujer que acaba de bruces contra el suelo. "Hm..." Doy un paso lateral, eludiendo la masaraki, un momento antes de ver por el rabillo del ojo un kumade aproximarse. Me veo obligado a subir la guardia para bloquear el ataque, antes de lanzar un potente tajo ascendente con la nodachi, perforando armadura y sajando las tripas del gordito. Anuncia que me va a matar, lo cual me parece correcto, pero que me hayan interrumpido el mano a mano me resulta insultante. - Espérate. - Le digo abiertamente mientras me encaro con el otro bandido... cuando una flecha me pasa silbando cerca. - Qué diantres... - Por mera cuestión de prioridades y de la inmediatez del combate, focalizo mi atención en el bandido. Ya me preocuparé después por las saetas. - ¡Aparta, mediamierda!

Con el arma y empuñadura en alto tras destajar al gordito, dejo caer pesadamente el filo de la espada sobre el bandido mientras retraigo el agarre hacia mi cadera derecha. Que la espada corte a placer.

Todo el mundo estaba completamente centrado en el combate. Y no era para menos, pues la sangre había comenzado a correr a raudales en mitad de la creciente tormenta que los azotaba. El bushi Miyagami había caído ya, sobrepasado por sus enemigos, y también el Rukawa, pese a su altanería, se veía amenazado.

Shun parecía estar manejando bien a su rival, pero el tiempo apremiaba, y aunque su espada había sido veloz como el viento, no había tenido la fuerza necesaria para abatirlo en un sólo corte.

Y él, en cambio... Esperaba.

Detrás del menguante muro de lanzas que lo protegía, Mitsuhide había palidecido visiblemente. Su escolta caía con cada arremetida de los bandidos, y aunque aún tenían buenas opciones de vencer, le preocupaba el precio que iban a cobrarse unos vulgares bandidos. Sus dedos se cerraban, lívidos por la presión, sobre su wakizashi, y aunque su respiración seguía siendo tranquila, la tensión que se acumulaba en sus hombros amenazaba con desagarrarlo por dentro si no la liberaba.

Vio cómo el líder de los bandidos comenzaba a acercarse, sin duda seguro de sí mismo ahora que muchos de los defensores habían caído. Vio cómo Makie abandonaba el arco y se adelantaba para combatir y protegerlo. Vio que, finalmente, él se había convertido en la última línea de ese combate. El objetivo a proteger. El diplomático que apenas cabía considerarse como una amenaza, por mucho que sus manos también sostuvieran acero.

-¡Makie, abate al líder! -Dijo a la ronin cuando ésta se adelantó. No le había obedecido al lanzar la flecha al gigantón... pero esperaba que ahora sí tomara en cuenta sus palabras.

Esperó una vez más. Y luego, dejó de hacerlo.

Genkei logró hacer sangre, pero fue mutuo. El primer ataque que recibió fue bastante duro, pero antes de que pudiera reaccionar, el líder de aquellos maleantes también se fijó en él y aprovechó la situación para atacarle. El Bushi de la familia Miyagami se vio superado por completo y, sangrando de manera abundante, perdió el conocimiento por culpa de las heridas recibidas. 

El bushi ya abatió a sus dos oponentes, al mantecoso y al otro que estaba con el, presencié toda la escena, y en verdad ya tengo serias dudas si continuar con el ataque o desistir de él, finalmente elijo la opción más sensata.

Acabar con la bola de grasa, para poder desmoralizar a todos los mal nacidos, y así poder asegurar la supervivencia de la chica, fue desenfundar en silencio, para atravesarlo de abajo hacia arriba con la punta del Joto, a fin de cuentas, el bebé gigante tenía que caer a como de lugar. 

Después de su ataque, el bandido trató de responder, pero por suerte la sorpresa del corte y la torpeza del propio bandido permitieron a Shun esquivar el golpe sin ser lastimado. Utilizando su propio movimiento como impulso, realizó un ataque ascendente que pillara desprevenida la guardia del bandido para acabar con él.. estaba aguantando demasiado.

Sin excesivos problemas, Shun atacó de nuevo a su enemigo, asustado por la sangre que brotaba de su torso y por lo tanto incapaz de defenderse debidamente.
Esta vez su espada se clavó en el esternón del desgraciado, saliendo por la espalda. Los ojos en blanco de su enemigo y su último grito ahogado no daban confusión a que había muerto.

El enorme bandido atacó hecho una furia a Yuudai. El golpe fue bueno, pero el Rukawa estaba entrenado en las playas de Tosa y aquel barro no iba a mermar sus dificultades.
Fijando los pies en el suelo, interpuso su no-dachi, parando el filo del hacha de su oponente, que resbaló hacia abajo sacando visibles chispas.
El gordo maldijo su suerte, pero aquellas serían sus últimas palabras; de la oscuridad salió una sombra que clavó su espada por la espalda, perforando sus riñones y haciendo que cayera pesadamente sobre el barro, como si fuera un enorme árbol.
Yuudai vio por el rabillo del ojo a la peregrina con un filo ensangrentado entre sus manos, pero el bandido que se le abalanzaba no le dejó tiempo para pensar ni decir nada.
Esquivó el Kumade, aquella especie de rastrillo que era un insulto como arma. Y quizás enfurecido por ello, contratacó con una fiereza digna del apellido que llevaba; su no-dachi cortó a su oponente por la cintura, dejando dos mitades distintas que cayeron en el barro como si fueran muñecos de trapo, bañando al Rukawa en sangre.

Mientras tanto, tras caer Genkei, el líder de la banda y el tipo que había herido primero al Miyagami, corrieron hacia la cabaña.
Allí los dos últimos bandidos confrontaban a los ashigaru que quedaban en pie. Consiguieron entre ambos derribar a uno, mientras que el otro seguía luchando por proteger a su señor.
Makie salió corriendo al encuentro del líder, atacando con su katana de forma rápida y certera. No obstante, su enemigo no era un principiante y la espada en lugar de rebanarle las tripas sólo consiguió dejar un feo corte en su abdomen.
El tipo contratacó haciendo girar su kusarigama, pero Makie desvió la kama que volaba hacia ella a toda velocidad y se hizo a un lado para evitar ser atrapada por la cadena.

Observando todo aquello estaba Mitsuhide, ya con sólo un ashigaru para defenderle y tres bandidos a pocos pasos de distancia.
El emisario decidió pasar a la acción, y rápidamente desenvainó su wakizashi, moviéndose velozmente hasta quedar al lado de uno de los malhechores.
Este lo miró con una sonrisa asesina; no esperaba que el cortesano fuera tan temerario.
Pero rápidamente la hoja del Kisaragi le atacó sin que pudiera reaccionar, haciendo que su cuerpo cayera pesadamente al barro... poco después lo hizo su cabeza, rodando unos metros bajo la lluvia.

Aquello hizo que los dos bandidos miraran horrorizados a su alrededor; Totsu el gordo había muerto, su líder estaba herido y ya sólo quedaban ellos en pie contra varios Bushi sedientos de sangre...
Torpemente tiraron sus armas y comenzaron a lloriquear para ser perdonados.
Go... ¡gomen nasai! Fue culpa de Azabu... él nos obligó... Por favor dejadnos vivir... pidieron casi a la vez, mirando a su líder.

El líder miró a sus hombres que le acusaban de obligarles y comenzó a reír mientras soltaba su arma.
¡Claro! ¡Si no llega a ser por mi hace tiempo que estaríais muertos! ¡Venga furcia, a qué esperas! ¡Los Kami se han cansado de mi! dijo, mirando a Makie como si esperara que acabara con él.

Sea como fuera, habíais vencido aquella dura batalla, no sin un precio bastante alto.

La roushi había escuchado la orden de su empleador, si bien, al final, consideró que la solución más rápida era hacerse cargo del líder de la banda. Después de todo, como bien había dicho antes, era más apropiado eliminar la cabeza de la serpiente. Por eso mismo, mientras el resto se encontraban ocupados con los otros bandidos, la joven no dudó en salir en busca de su presa, decidida a darle muerte en cuanto éste bajara la guardia durante el combate. Por cómo había dejado a Genkei, estaba claro que el líder no era ningún incompetente, lo cual significaba que sería un duelo medianamente interesante, siempre que ella no muriera durante el mismo, si bien la bushi tenía confianza de sobra para encargarse de aquel sujeto, no sólo por su destreza en combate, sino también por sus reflejos dignos de un gato, los cuales le asegurarían una cierta ventaja, si tenía en cuenta las habilidades demostradas por el líder hasta ese momento.

En cuanto se encontró de frente contra el extraño de apariencia excéntrica, su katana se movió con rapidez, dispuesta a deleitarse con la carne y la sangre de su víctima. Lamentablemente, aquel ataque sediento de sangre, no fue lo suficiente para darle muerte a su oponente, aunque sí para herirle, al punto de dejarle un corte feo en su vientre, aunque no tanto para apreciar cómo sus vísceras caían al suelo. Ante aquello, la roushi chasqueó la lengua cabreada, mientras se preparaba para el contraataque del bandido, debiendo de actuar con rapidez, en el momento en el que éste intentó atraparla con la larga cadena de su arma. Por fortuna, logró evadir sin mucho problema aquello que había sido la causa de la caída del otro bushi, para luego prepararse para un nuevo ataque que suponía que le daría fin al criminal, algo que debería de ser rápido, ya que podía oír los gritos de los ashigaru, mientras estos iban cayendo uno tras otro bajo el ataque incesante de los bandidos. Si no terminaba rápido con el duelo, su empleador podría perder la vida, lo que sería un problema para ella.

No obstante, al ver que el resto de los bandidos habían caído, junto con el gordinflón, así como el hecho de que su líder había sido herido, los bandidos restantes no tardaron mucho en rendirse, tirando sus armas y dejando toda la responsabilidad sobre el extraño llamado Azabu. Habían ganado, si bien también habían perdido, debido a las bajas durante el combate. Su empleador había perdido muchos ashigaru con tan sólo unos meros bandidos, lo cual resultaba realmente molesto, tanto para ella, como posiblemente para el emisario. Por eso mismo, cuando Azabu le llamó de esa manera, la joven afiló la mirada, decidida a darle fin a su vida. - ¿Furcia? No tengo problema en acelerar tu visita a Yomi. Despreciable criatura. - Se expresó con completo desdén, mientras mantenía elevada su katana con la intención de matarle en cuanto le dieran la orden. No era su decisión si le mataba o no, si no la de su empleador.  - ¿Qué hago con él? - Preguntó al cortesano, sin desviar su mirada del bandido, sabiendo muy bien lo traicioneros que podían ser esa clase de escoria sin honor. Por otro lado, esperaba que la joven, que habían salvado, estuviese bien, y que aquello hubiese sido un pequeño paso hacia su redención.