La incineración se llevó a cabo al atardecer, en un claro apartado del recinto, una plataforma de piedra rodeada por un semicírculo de antiguas antorchas encendidas con fuego dracónico. Era un espacio reservado, para esas cosas.
El cuerpo de Lyra ya se encontraba sobre el pedestal central. No había discursos. No había público, una ceremonia íntima, privada, tal y como su hermana le había pedido a la directora.Tan solo el crepitar controlado del fuego, que ascendía en espirales suaves alrededor de la urna como si danzara con un último respeto.
—Ahora puedes descansar —susurró, la directora.
Luego se giró y se marchó del claro, para darle intimidad.
La escena es toda tuya, puedes cerrarla como quieras o si necesitas algo, avísame. Para mí, es algo íntimo, por lo que es tú a tú con tu pj.
Asentí a las palabras de la directora, en mi mano tenia una pequeña cadena que pertenecía a mi hermana, la empuñaba con fuerza.
Solo hasta que la directora se había retirado, permití que las lagrimas fluyeran, solo en ese momento deje que el dolor me dominara, simplemente deje que todo saliera, mientras observaba como las llamas consumían poco a poco su cuerpo.
Mientras el dolor me consumía y el fuego consumía su cuerpo, me limitaba a observar, en silencio, pero mi mente era todo un caos, los recuerdos de nuestro tiempo justas pasaban frente a mis ojos, las palabras sobraban, permanecí en ese lugar hasta que el fuego se extinguió, solo entonces me moví, limpie mi rostro para ocultar mi debilidad antes de salir y coloque la cadena de mi hermana en mi cabeza, llevándola como una corona, un recordatorio.
Miercoles de madrugada
Raven se desperto por la noche alterada, sentia la respiracion agitada y una sensacion que conocia perfectament: -No... mierda... que calor... y que... uff... joder no podrian manifestarse los sellos de otra forma
Pensaba mientras se incorporaba en la cama, no iba a poder conciliar el sueño, trato de contenerse, pero no era capaz, se sentia excitada, demasiado exceitada como para con simple fuerza de voluntad ser capaz de contenerse. Observa a su alrededor, Alice, Leon y Violet estaban alli, se incorpora y sale de alli mientras pensaba: Tengo que irme... tengo que salir de aqui... tengo que...
Fue simplemente ir pasando los ojos por cada uno de los presentes y sentir ganas de quitarles la ropa, se da un par de golpecitos en la cara: No... esa no soy yo... no... vamos... tengo que irme de aqui... frio... fuera
Ralmente no sabia muy bien lo que hacia, pero se fue al exterior, necesitaba algo de aire frio, pensaba que asi se calmaria, pero realmente aunque notaba que aquella sensacion era algo menor seguia siendo intensa, muy intensa : Mierda... y si corro, si hago ejercicio...
Y esa era su intencion, empezo a moverse para tratar de "gastar energia"
Miercoles de madrugada
Ilias ya no sabía si era insomnio o hábito.
Llevaba días con las ojeras marcadas como si se le hubieran tatuado el insomnio en la piel. Había perdido la cuenta de cuántas veces había abierto y cerrado los ojos sin saber si había dormido de verdad o solo había caído en uno de esos trances extraños donde todo era neblina y jadeo. Desde la Trilla, algo estaba distinto. En él. En el aire. En todos.
Estaba en una de las salidasque daban al exterior, sentado con la espalda contra la piedra, las rodillas flexionadas, la cabeza agachada. Jugaba con una moneda entre los dedos —una de cobre ennegrecido— cuando sintió el temblor sutil.
Pasos. Rápidos. Irregulares.
Ilias no se movió. Solo alzó un poco la cabeza, dejando que la oscuridad lo tragara y lo volviera parte del decorado. Desde donde estaba, vio la silueta de Raven cruzar a toda velocidad la puerta del ala y adentrarse al exterior. No iba corriendo por miedo. No del tipo habitual. Iba… como si le ardiera la sangre.
Él lo reconoció al instante. Por experiencia e instinto.
Se levantó sin ruido, deslizando el cuerpo como si su sombra tuviera más peso que sus pasos, y la siguió.
La encontró unos metros más allá, moviéndose como si quisiera desgarrarse algo de encima. Sudaba. Respiraba como si cada bocanada de aire le quemara desde dentro. Ilias se apoyó contra un muro, cruzado de brazos, sin decir una palabra.
La observó un instante más antes de hablar. Su voz salió baja, rasgada, como si viniera desde un lugar donde las emociones eran cosas que se diseccionaban, no se sentían.
—No sirve de nada correr si lo llevas dentro —esperó a que ella lo viera y entonces avanzó un paso—. No vas a poder huir del sello. Ni del cuerpo. Y cuanto más lo reprimas, más fuerte va a volver.
No había juicio en su voz. Solo una especie de certeza oscura. Como quien ya había visto eso antes, aunque no en carne propia. O tal vez sí, pero de otro modo.
—¿Quieres desgarrarte? Hazlo. Pero hazlo con sentido. Que al menos sirva para algo.
Caminó hasta quedar lo bastante cerca como para que el calor que emanaba Raven lo rozara. No se acercó más.
—O puedes quedarte aquí hasta que se te pase. Si no te importa que te vea temblar.
Un silencio. El viento sopló entre los muros, arrastrando hojas y cenizas.
—Pero si prefieres que no lo vea nadie... te puedo enseñar un rincón donde nadie escucha. Donde nadie huele el deseo. Donde puedes gritar si hace falta.
Y entonces un amago de sonrisa que no llegó a ser, una de alguien que conocía los monstruos que despertaban en la noche... y no les tenía miedo.
—Tú decides. Pero decídelo ya. Antes de que no seas tú quien decida.
No se esperaba la presencia de nadie alli y quizas por eso se alarmo al ver a alguien, se trataba de Ilias, lo cierto es que no habia hablado practicamente con el, la realidad era que no habia hablado realmente con mucha gente y menos desde la Trilla
¿Como?
Realmente se sorprendio de escuchar esas palabras y forma de hablar, lo cierto es que estaba demasiado acalorada para aquello, no sabia muy bien como actuar:
Quieres decir que... esto ira a peor...
Aquello no le gustaba, le recordaba cosas que no queria recordar, cosas que le habian hecho demasiado daño, traga saliva tratando de controlarse, pero cada vez era mas dificil en un tono que casi parecia una suplica, que ocultaba una angustia que realmente no debia de ser tal, la forma de hablar que alguien que tiene un gran miedo debe enfrentarse a el para poder sobrevivir, un cierto tono de desesperacion:
¿Y que tengo que hacer para que esto desaparezca? No... puedo... perder el control... lo estoy perdiendo y yo no... no
Algo iba notando, iba notando incluso cierta atraccion hacia Ileas, pero no una atraccion real, estaba segura, era deseo, un deseo carnal, un deseo que ella no habia sentido desde aquella vez, o mejor dicho que desde aquella vez habia enterrado, cierra los ojos:
No... no quiero... no quiero sentirme asi
Ilias no dijo nada al principio. La dejó hablar, respirar, temblar. No había prisa. No en él. La observó sin parpadear, con ese tipo de mirada que no abruma, pero tampoco se aparta. Como si calculara el peso exacto de cada palabra que Raven pronunciaba, el volumen de su desesperación, el ritmo con el que la piel se le incendiaba por dentro.
Estaba acostumbrado a esa mezcla de miedo y deseo. A ese filo. Pero no por eso era fácil de ver.
—Sí —respondió al fin, sin rodeos, con voz baja y un tono que arrastraba un cansancio más antiguo que la noche—. Va a ir a peor. No es una amenaza. Es un hecho.
Se apartó del muro y se acercó un poco más. No tanto como para invadir, pero lo justo para que la distancia empezara a importar. La moneda que antes giraba entre sus dedos había desaparecido en algún bolsillo invisible.
—Conozco tres formas de calmarlo —añadió, como si hablara de un veneno que ya hubiera probado en otro cuerpo, tal vez el suyo—. La primera: que alguien te noquee. Literalmente. Que te apaguen. El problema es que a veces el sello se queda despierto... y te consume. Desde dentro. Hasta dejar solo cenizas.
Una pausa. Ladeó un poco la cabeza, estudiándola, como si intentara descubrir cuánto estaba dispuesta a escuchar y cuánto se mentía a sí misma.
—La segunda: buscar a alguien con quien desahogarte. No necesitas sentimientos. Ni siquiera demasiadas palabras. Solo alguien en quien confíes lo suficiente como para no salir corriendo después. Para no tener que explicarlo. Al fin y al cabo, los inhibidores existen por algo.
La brisa nocturna alzó una de las hojas del suelo y se la llevó entre ellos. Ilias la dejó pasar como si no existiera, y solo entonces alzó el mentón apenas un poco.
—La tercera: venir conmigo. Tengo un sitio. Es tranquilo. Nadie escucha. Nadie huele nada. Nadie pregunta. Ahí puedes perderte en lo que sientes... en lo que te rompa... en lo que necesites gritar.
No había provocación explícita. No la necesitaba. Había algo en su forma de decirlo que pesaba más que un ofrecimiento. Era un espejo. Un umbral.
—Nadie quiere sentirse así —murmuró, inclinándose un poco hacia ella, lo justo para que su voz le rozara como un secreto entre las costillas—. Bienvenida a ser una con tu dragón. Con todo lo malo... y alguna cosa buena. Si sobrevives.
Un segundo de silencio. Un amago en la comisura de sus labios, imperceptible, quebrado, casi sarcástico. No era una sonrisa. Pero se le parecía, si uno estaba lo bastante roto para saberlo.
—No te preocupes por mí —añadió, despacio—. No soy de los que se aprovechan de estos momentos.
Pero tampoco se apartó.
Y ahí se quedó. Esperando. Sabiendo que lo peor de ese deseo no era el calor... sino el miedo de perderse a uno mismo.
Raven cierra los ojos un par de segundos, era como si alguien le estuviera hablando directamente a la mente, entonces mira a Ilias y dice en un tono ahora mas tranquilo, parecia que trataba de respirar mas calmadamente y era como si se hubiera en cierta forma relajado un poco:
Pero no todas las formas estan relacionadas con el sexo... las opciones que me das son basicamente acostarme con alguien o masturbarme hasta reventar
Suspira profundamente, esas dos opciones para ella estaban completamente descartadas y la primera mas aun:
Gracias por la intencion pero... no... ni quiero acostarme con nadie ni quiero... masturbarme, no podria hacer ninguna de las dos...
Suspira profundamente, trataba de mantener la mente fria, quizas era extraño, pero notaba como iba poco a poco controlandose, como parecia ser capaz de acallar aquello que sentia, ¿acaso habia logrado en cierta forma hacer algo para controlarse? da un par de pasos para alejarse un poco de Ileas y añade:
Gracias por las opciones... y por intentar ayudarme pero... creo que lo mejor sera que me de un ducha de agua bien fria... creo que sera lo mejor...
Ilias no la interrumpió. Ni una sola vez.
La escuchó en silencio, con esa quietud tan suya que no era ni pasiva ni indiferente, sino como un espejo hondo donde las palabras de Raven se reflejaban con todo su peso, sin adornos ni consuelo. Mientras hablaba, él se limitó a inclinar un poco la cabeza, apenas, como si intentara descifrar qué parte de lo que decía era defensa… y cuál era verdad.
Cuando ella terminó, pasó unos segundos sin responder. El tipo de segundos que se sienten más largos que el resto de la noche.
—Te he dicho lo que he visto —murmuró al fin, con voz grave y lenta, como quien desentierra algo más que una respuesta—. Cómo termina, cuando el sello se manifiesta así. Lo que pasa cuando la excitación no tiene cauce y se pudre. A veces deja de ser solo deseo. A veces se convierte en dolor. O en fuego que quema desde dentro... hasta que algo se rompe.
Hizo una pausa. Ladeó la cabeza con pura curiosidad. ¿Qué era eso de que no podría hacer ninguna de las dos? Nunca se había encontrado con algo así. Pero no iba a invadirla, no en esa circunstancia.
Sus ojos buscaron los de ella, no con intensidad, sino con esa calma inquietante que tenía cuando algo de verdad le intrigaba.
—Tu autocontrol es bueno —reconoció, sin entusiasmo ni sarcasmo—. Mejor que el de la mayoría.
La observó dar un par de pasos para alejarse. No se movió. Solo su voz volvió a alzarse, más baja, más honda.
—Pero dime… ¿Cómo crees que va a terminar esa ducha, cerca de tus compañeros? Cuanto más luchas, más fuerte vuelve. Algunos dragones no se toman a bien que se resistan a las emociones que despiertan.
No lo dijo como advertencia. Lo dijo como quien ha leído el final del libro y se lo ofrece al otro, sin imponerlo.
Cuando ella le dio las gracias, Ilias desvió apenas la mirada hacia un punto perdido entre los muros.
—No me des las gracias. Me cogía de paso.
Y no dijo más.
No la siguió. No intentó convencerla. No hizo ni el más mínimo gesto de retenerla.
Se quedó allí, bajo el cielo abierto, dejando que el viento le revolviera el cabello mientras alzaba los ojos hacia las estrellas. No parecía esperar nada. Ni de ella. Ni de sí mismo.
Solo se quedó pensando.
Raven vuelve a cerrar los ojos tratando de controlarse y mira a Illias
Mi autocontrol es lo único que me permite seguir adelante… - Suspira profundamente – No trato de rechazar los sentimientos que me transmite Vestagor… desde el primer momento los note y los acepte y ella sintió los mios y los acepto…
Desde la Trilla se sentía diferente, como si la carga que llevaba encima fuera compartida y no estuviera realmente sola, mira a Illias de nuevo y dice:
Cerca de mis compañeros… bueno… creo que podre soportarlo, a fin de cuentas solo tengo que seguir haciendo lo que he hecho siempre hasta ahora
Sonrie levemente pero esa sonrisa se veía mas bien de resignación que otra cosa, comienza a caminar de vuelta a las habitaciones, el fresco le habia ayudado y la conversación con Illias también aunque no lo admitiese en cierta forma, cuando pasa por su lado le da un par de toques en el hombro, algo que no solia hacer y dice:
Podrias haberme ignorado pero me has ofrecido consejo y me has escuchado… diría que has sido una de las personas mas amables que he conocido… gracias
Tras los cual se va caminando hacia los dormitorios de su ala de nuevo
Ilias no respondió de inmediato. La escuchó hasta el final sin moverse, sin desviar los ojos. Lo del autocontrol. Lo de Vestagor. Lo de seguir adelante a pesar de todo. Esa forma de aguantar el mundo como si fuera un puñal entre los dientes. Lo entendía. Tal vez demasiado.
Cuando Raven le pasó por el lado y le tocó el hombro, apenas un par de veces, algo se le tensó muy levemente en la mandíbula. No por rechazo. Por lo inesperado. Por lo íntimo del gesto.
Entonces vino la frase, como una daga entre las costillas, envuelta en seda de importación.
Y ahí, Ilias gruñó. Bajo, gutural, apenas audible. Más disconforme que molesto. Como si le hubieran puesto una etiqueta que no sabía dónde colocar.
No dijo nada. Ni una palabra.
Se limitó a seguir de pie, mirando el camino que Raven dejaba atrás, hasta que desapareció por la entrada del ala. Y solo entonces alzó una ceja, como si aún estuviera digiriendo lo que acababa de oír.
¿Amable? ¿Él? ¿Desde cuándo?
No tenía respuesta. Pero tampoco la descartó del todo.
Se quedó un rato más bajo las estrellas. Sin prisa. Sin testigos. Solo con esa palabra colgándole detrás de los ojos como si pesara más de lo que debería.
Subió las escaleras sin mirar atrás. No hacía falta: sentía su presencia en cada peldaño, en el leve tirón que daba la muñeca cuando intentaba seguirle el paso. No aflojó. Ni pensaba hacerlo.
Giró en un rincón donde el pasillo se afilaba, como si el ala se hubiera construido sobre una decisión a medias. Allí, casi oculta tras una columna de piedra vieja y placas de cobre corroído, se abría una abertura vertical, estrecha, mal diseñada. A simple vista parecía una ventana mal colocada. Pero si uno sabía empujar con el hombro en el ángulo justo, la estructura cedía.
Y daba paso a un balcón semicubierto.
Estrecho, sin barandilla, abierto al aire frío de la mañana. Desde ahí se veía una parte del foso de entrenamiento, pero nadie miraba hacia arriba. Era un rincón perdido, sin cámara, sin eco. Solo piedra, viento y cielo pálido.
Y él, que la empujó hasta el muro y cerró la abertura con el mismo golpe seco con el que la había abierto.
No dijo nada al principio. Solo la besó de nuevo. Más hondo. Más abierto. Esta vez sin contención, con esa mezcla de hambre y furia que le hervía desde hacía horas. Sus dedos le rodearon la cintura, tiraron de ella como si necesitara tenerla más cerca de lo que el cuerpo permite.
Cuando se separó, apenas un suspiro entre sus labios, la miró con los ojos encendidos, fijos, sin sombra de duda.
—Hoy no quiero contenerme.
—Hoy quiero beberme todo tu veneno.
Y clavártelo hasta que no puedas ponerte de pie.
Y volvió a besarla. Como si el aire no valiera nada comparado con eso.
Todo aquello le pilló por sorpresa. Más que nada, porque Ilías nunca, jamás de los jamases se hubiera comportado así. Solo había una explicación a ello: sello.
Además, ¿por qué la había a escoger a ella, a su "enemiga-amiga" para esto si no fuera por ese despertar? Solo era un favor que se cobraba de ayer... entendió.
—Pero...
No le dio tiempo a reaccionar. Si boca ya estaba atrapada con la de Ilías. Se ruborizó hasta ser un tomate. Ayer, estaba bajo el efecto del sello, con lo cual era muy diferente. ¿Y si Ilias estaba tan vulnerable como para hacer lo que su cuerpo le pedía? ¿Estaría abusando Violet de él?
—¿Por qué yo? ¿No se lo pides a Ash?
Un segundo. ¿Eran celos? ¿Estaba celosa de esa química que había visto en el baile? En cuanto escuchó el "Sí" entrometido de su dragón, Violet lo intentó callar (mejor dicho, dejar la mente en blanco para que este no se entrometiera) siendo ella la que le devolviera el beso al chico. Esta vez, desató una guerra de lenguas en su interior. Se separó.
—¿Estás seguro de que "quieres beberte todo mi veneno"? ¿Estás seguro de esto?
Consentimiento, ante todo.
Puedes narrar algo si quieres de tu sello. Que se sepa que está incontrolable jajaja. Tipo, no sé, ¿proyectarle un sueño a Vio?
La pregunta lo pilló con la guardia baja. No por lo que decía, sino por cómo lo decía.
—¿Ash…?
Alzó una ceja, entre divertido e incrédulo. ¿De verdad creía que esto tenía que ver con Ash? La sonrisa se le insinuó en la comisura, afilada. Estaba a punto de responder cuando la lengua de Violet lo atrapó sin previo aviso.
Y entonces ya no hubo preguntas. Solo cuerpos.
Fue una guerra sin pactos, sin treguas. Sus bocas colisionaron con una violencia dulce y húmeda, como si ambos quisieran devorarse y salvarse al mismo tiempo. Le apretó la cintura más fuerte, le hundió los dedos entre los pliegues del uniforme hasta encontrar su forma, su calor. La respuesta de ella fue fuego.
Cuando se separaron, le ardía el pecho. Y tras preguntarle si quería beberse el veneno... La carcajada que soltó no fue del todo humana. Tenía algo de fiera, de lobo. Rasposa, sincera, rota por dentro y viva por fuera.
—¿Segura tú de preguntarme eso...?
Le metió la pierna entre las suyas, lento, hasta que su muslo la rozó con intención. No embestía. Aún no. Solo mostraba el filo. Su cuerpo hablaba, sí, pero sus ojos decían más.
—Estoy aquí —susurró, la voz ronca, áspera como piedra mojada—. Contigo. No bajo una ducha fría. No...
Y la sonrisa se curvó, afilada como un diente:
—...ni perdiéndome en el placer, ni buscándola a ella.
—¿No es suficiente?
No esperó respuesta. Le sostuvo la mirada con una calma feroz, y entonces le tomó el mentón con los dedos, con la misma delicadeza con la que se sostiene una copa a punto de romperse.
El beso que le dio después fue otra cosa. Más lento. Más hondo. Sin la urgencia de antes. Un beso como quien recuerda. Como quien ata.
Y fue justo en ese instante, con los labios aún sobre los suyos y el cuerpo de Ilias cubriéndole la espalda del frío, cuando algo vibró muy hondo en el estómago de Violet. Un recuerdo mal colocado, una imagen sin contexto.
Ese beso… Ese rincón de piedra, de aire… ¿No había empezado así aquel sueño?
León. El mayor de todos. De los cinco.
¿Fallaría el inhibidor?
No. No, eso no era posible. ¿Verdad…?
Tú pide y yo te doy
¿Qué ha sido...?
Sintió un vuelco en el estómago y como la bilis le subió por la garganta amenazando salir sin aviso previo. Por suerte, no sucedió.
Alejó mágicamente a Ilias un segundo y se tocó ese lado dónde le habían inyectado el inhibidor. ¿Existían casos donde este fallaba? No lo sabía, la directora no se había pronunciado sobre ello (y conociéndola tampoco lo haría).
—Sé como acabará esto —dijo con el dedo señalándolo —¡Y no quiero cinco hijos!
¿Qué por qué lo dijo? Bueno, era evidente. Le había venido a la mente el recuerdo de León. ¿El por qué? A saber.
—No, no. No eran cinco: León, Kaelis, Victoria, —empezó a contar con los dedos. Seguramente, en una escena muy poca morbosa —Hassan y...Masud. Uno, dos, tres, cuatro y...cinco.
Movió negativamente la mano como para espantar cualquier signo de sueño vivido que apareciera en su mente. Su subconsciente o lo que fuera de su poder tan poco controlado atrajo nuevamente a Ilías a ella. Con la salvedad de que la fuerza no fue medida y la pobre Violet acabó con un golpe en la espalda, mientras el peso muerto del líder la aplastaba.
Le empujó un poco para respirar y, una vez que tomó aire, escondidos en aquel rincón, se deshizo de la parte del traje mostrando su piel al descubierto. Sus senos no eran grandes, ni mucho menos. Muy lejos de acomplejarle, había entendido que en el campo de entrenamiento y de supervivencia, era mucho mejor tener algo como los suyos. Mucho más ligero. A medida que se descubría, porque no usaba sujetador, con el uniforme (un pequeño secreto, ahora, desvelado)los tatuajes de su cuerpo también parecían.
Le cogió de la muñeca y lo atrajo hacia ella.
—¿Te van las rubias? —preguntó aguantando la risa. ¿Y si te dijera que yo antes era...—le mordisqueó el lóbulo de la oreja—pelirrosa?
Let's go qué te sigo x)
El hechizo lo alejó de golpe.
Ilias trastabilló medio paso hacia atrás, sin perder del todo el equilibrio, pero con los músculos tensos como si acabara de ser expulsado de un lugar que no quería soltar. La miró, sin enfado, pero con ese desconcierto silencioso que rara vez se le colaba en la cara.
¿Qué había sido eso...?
La vio tocarse el brazo. Entonces vino la frase.
Un escalofrío real le recorrió la espalda. No por la idea de los hijos. Por los nombres. Por cómo los fue recitando como una letanía. Como si lo estuviera invocando. Su cuerpo se puso en guardia antes de que la risa terminara de morir en su garganta.
—Cinco.
La vio sacudir la mano, espantar los pensamientos. El hechizo que volvió a atraerlo fue tan torpe y torpe fue la caída: el golpe sordo de su cuerpo contra el suyo, el aire atrapado entre los dos. Ella quedó contra la pared, aplastada. Él no se disculpó. No por eso. Solo la miró, con los ojos oscuros, como si estuviera intentando leer algo en ella que aún no se había dicho.
Y entonces, lo hizo.
Ella.
Vio cómo se deshacía del uniforme, cómo la piel aparecía sin pedir permiso. No eran unos pechos grandes, no. Pero lo que le encendió no fue el tamaño. Fue el gesto. La intención. La decisión con que lo hacía. Eso... y el detalle inesperado. Sin sujetador.
—Así que eras tú la peligrosa todo este tiempo —susurró, con una sonrisa sesgada.
Se lo quitó también. Sin urgencia, pero sin pausa. La parte superior del uniforme cayó al suelo húmedo de piedra y el aire helado le recorrió el torso. Músculo tenso, tejido magro, cicatrices antiguas y nuevas... y marcas que no parecían seguir un idioma humano. Tatuajes indescifrables. Y en medio del pecho, apenas al lado del esternón, algo que parecía un sello apagado, como un círculo de líneas rotas, dormido.
La miró de nuevo. A los ojos, no a los pechos. No aún. Entonces bajó la mirada. Y alzó una mano.
Le acarició un pecho con el dorso de los dedos, despacio, con deseo, como cocinando a fuego lento.
—¿Que si me van las rubias...? —repitió en voz baja, irónica— Me habría fijado en las raíces.
Y entonces, sonrió. Se inclinó, la agarró por la cintura y la levantó con un solo movimiento, subiéndola a horcajadas sobre su cuerpo, sin darle tiempo a reaccionar. Sus manos firmes en sus muslos, en su espalda, en su deseo.
—Pero si lo que dices es verdad…
La empujó contra el muro, sin brusquedad, pero con fuerza. El cuerpo de Violet encajó contra el suyo como si estuvieran hechos para chocar.
—... da igual. No vas a salvarte.
Y la besó.
Esta vez no hubo delicadeza, ni pausa, ni espera. Fue un beso que quemaba, que abría, que exigía. Mientras la tenía contra sí, sus dedos forcejearon con la parte baja del uniforme, con torpeza furiosa, buscando descubrirla por completo. No quería distancia. No quería demora. No quería más pensamientos ni nombres.
Solo quería más de ella ella. Así. Ahora. Sin escapatoria.
Pese a todo, en los ojos de ella ese Ilias que estaba deseando yacer con ella se mezclaba con el Ilias amoroso que había salido a cazar para ellos, que le había jurado amor eterno sin palabras bajo la luna y sobre los cadáveres de sus enemigos.
Y mientras la devoraba con la boca, con las manos, con el cuerpo entero, había algo en sus ojos que no encajaba con la furia del deseo.
Algo que no quemaba. Algo que sostenía.
Como si, en medio del asalto, también estuviera pidiéndole que no huyera. Como si, entre cada embestida, le rogara que se quedara.
El resto se perdió entre jadeos, piel y piedra.
Y el mundo, por un momento, desapareció.
Sin embargo ella podía notar como aquel instante en el que lo que sucedía y lo que recordaba se mezclaban se grababa en un lugar profundo de ella. Violet lo sintió colarse hondo, como si parte de lo que vivían estuviera traspasando el umbral del ahora para quedarse, grabado en sus sueños futuros, en su sangre, en lo que no podía controlar.
Y supo que soñaría con esto. Aunque no quisiera. Aunque sí.
Motivo: Consecuencias oníricas y patatas
Tirada: 1d10
Dificultad: 9+
Resultado: 3 (Fracaso) [3]
¿Fin?
Aquel polvo no tenía nada que ver con el que echó con James en su día por "desfogar". Este era diferente, muy diferente. Principalmente, porque el otro fue anal, no vaginal.Así lo sentía, como cada embestida. Era más intenso. Tal vez por el sello o pudiera ser que fuera porque era algo que deseaba en lo más oculto de su alma.
¿Tenían razón los "celos" de Víctor? Lo único que pensó cuando llegó a orgasmo fue algo rápido y sutil: que el inhibidor no fallara.
El aire era más frío ahora, o quizá era solo el contraste con el calor que aún le ardía en la piel. La piedra del balcón seguía rugosa bajo su espalda, la noche entera suspendida sobre ellos, muda y cómplice.
Ilias exhaló despacio, un suspiro que no buscaba respuesta. No dijo nada. Solo alargó la mano y, casi sin pensarlo, deslizó los dedos por el brazo de Violet. Un gesto leve, distraído, como si quisiera asegurarse de que aún estaba ahí… o de que no se le había quedado dentro.
No sabía cómo sentirse. No del todo.
No arrepentido. No confundido.
Solo…
Bien.
Y eso, viniendo de él, era suficiente para dejarlo en silencio.