Partida Rol por web

Jeremyed respiró hondo toda vez que intentó tragar saliva, cosa que en verdad le fue harto dificil con la boca seca; tomó brio y avanzó unos pasos intentando que el Señor no le notase dubitativo. Se plantó y bajó una rodilla a tierra con la irrisoria pompa del poco o nada familiarizado en aquellas costumbres cortesanas.

-Su excelencia, un servidor, con vuestro permiso buscaba a vuestro Mayordomo o Ama de llaves; pues quería pedir permiso o bien audiencia, con el Maestre Ammon para unas dudas que a fe mía se me han presentado  en la mollera   y que me llevan dando vueltas como molino, no quisiera importunarle en manera alguna a Vuesa Merced, menos si cabe a horas que son a buen seguro más propicias para todos de la pitanza que de escuchar a un herrero despistado. Miró con la cabeza gacha a su Señor por un instante, hacía mucho que no lo veía tan de cerca. Por el Herrero, que aún siendo un hombre fornido bien veo que los años estragan y ajan tanto a Reyes como a mendigos... y aguardó con las manos apoyadas en su rodilla doblada que poco a poco bebía la humeda transpiración de las palmas con avidez.

- El pequeño Brandon pasa brevemente por aquí de camino a las cocinas.

Pendrik desde que había entrado escuchaba con atención todo cuando decía su padre. Este, en verle, le anunció su nuevo cargo.
Pendrik asintió a las palabras de Ser Hadder. Gracias padre. No te defraudaré. El joven había ido a pedirle un entrenador o algún señor que le enseñara en las artes de la guerra, sin duda siendo escudero de Ser Otter iba a aprender mucho. Ya no solo de como batallar, sino también de como ser un buen caballero.
El corazón se le hinchó de gratitud, parecía que su padre empezaba a confiar en sus capacidades.

-Gracias mi Señor. Dijo haciendo una reverencia. Espero que todo sea de su agrado. Dicho esto Flavia se retiró nuevamente hacia la cocina.

-Venga, Pendrik, vamos a comer-dijo Haudrey, con un aire bastante alegre-por lo que sé, llevas todo el día moviendo la espada, seguro que tienes hambre-añadió, mientras buscaba asiento en la mesa. Lo cierto es que él, aunque no había hecho demasiado, sentía como las tripas le rugían y le pedían que diera buena cuenta de toda aquella comida que los sirvientes habían preparado. Aunque lo cierto es que le sabía mal por Lidya y Arianna, que probablemente aún estarían con lady Olenna...

Ser Hadder sonrió ante la nerviosa timidez del Herrero. Tenía respeto. Eso le gustaba. Y respetaba enormemente su oficio. Poco era más importante para un guerrero que contar con un buen acero a su lado en la batalla. Él bien lo sabía.

-Está bien, Jeremyed. Ahí tienes al Maestre. -Dijo señalando a Ammon a su derecha.- Habla con él mientras como.

De seguro el herrero requería al Maestre para asuntos relacionados con la metalurgia que a él poco le interesaban. Ser Hadder se encaminó hacia la mesa, dispuesto a acabar con los rugidos de su estómago.

¡Por supuesto Haudrey! Le atrapó la cabeza por el cuello casi sin fuerza y le rascó la cabeza deshaciéndole el pelo. Pendrik estaba feliz, una muestra de afecto como aquel lo demostraba, más cuando solía ser un chico bastante introvertido o que, como mínimo, iba siempre más a la suya, entrenando y entrenando.
He pasado antes por la cocina, susurro a su hermano, y he probado un adelanto de la comida de hoy. Dijo con una enorme sonrisa, si seguía comiendo tanto le comenzarían a llamar “Pendrik Dosestómagos” o algo similar, aunque a decir verdad, con tanto entrenamimento seguía con hambre pese a haber comido y, mejor aún, toda aquella comida le hacía crecer a lo alto. En dos o tres años, cuatro a lo sumo, sería casi tan alto y fuerte como su padre
Luego le preguntó más bajo, casi inaudible, mientras se sentaban en sus sitios de siempre: ¿estás contento de que padre te haya asignado como escudero a Ser Trycian?
Pendrik estaba pletórico con la elección de Ser Hadder para él mismo, así que esperaba que su hermano hubiese tenido la misma suerte.

La cabeza le daba vueltas intentando ordenar el aluvión de ideas, miró en busca del Maestre Ammon.

-Con su permiso, Excelencia. Se puso lentamente en pie y se dirigió a una distancia prudencial del Maestre, al que miró con sumo respeto antes de decidirse a hablar, pero las tabas de la fortuna ya se habían lanzado, únicamente restaba agarrar al destino por el gaznate.

- Su señoría, Maestre Ammon, me encantaría relatarle unos temas que me traen un tanto inquieto,y que creo que en verdad vos podríais ser buena luz y encaminar mis pasos a un buen puerto. Jerem, carraspeó y para sus adentros, tiró de las riendas al caballo desbocado que era su pecho Repasando el mineral del que disponemos para la herrería, he visto que no andamos boyantes en caso alguno de carbón, que con el hierro dulce que no se me da mal forjar, nos proporciona el acero, que aún mediocre por quizá mis actitudes cierto es, si sirve bien a los Nobles en la guerra.

Llenó los fuelles de su pecho y continuó ya de manera bastante distendida ante lo que parecía la atención del Maestre. De cobre, estaño, arsénico y bronce andamos también regular y quizá usted que bien sabe de números y mezclas más que yo, podría decirme respecto a lo que se tenga en cuenta para un futuro, lo que bien se necesite.

Ya sabéis que sangre Ándala portan mis venas, y que no siendo de Qohor o Essos, siempre he tenido inquietud en mis raices. Aquí sonrio al Maestre tímidamente -Imposible veo que algún día yo pudiera tan siquiera acercarme a la maestría de forjar acero Valyrio, que ni de los hechizos necesarios ni del arte manual soy acreedor por asomo... pero algo sé de Tobhd Mott por mi maestro herrero; el que bien me enseño sobre lorigas también algo me contó de procesos perdidos y artes de la alta herrería.

Pues bien, si vos lo estimaseis oportuno mi Señor, sabed que sería un honor el trabajar en tales estudios para vos si lo consideráseis en buen modo beneficioso para la Casa a la que con orgullo servimos.

Y es ahora cuando debo ir medrando y tornando el asunto, no me cabe más salida...

En otro orden mi Señor; me revuelve el alma un asunto desde unos días atrás, y es que... pude ver a un Jinete Libre deambular por el castillo con un cubo de ratas muertas, que a fe mía que llevaban días durmiendo el sueño de los justos por el hedor que desprendían. Aquí Jerem arrugó la nariz como recordando -Pues en las pocas entendederas que los Siete me dieron algo entendí  de joven que tales cosas producían fiebres, bubas, pústulas y gangrenas por los humores y hedores que tales alimañas desprendían. Y en fin que quizá, sin ser cosa mía que me dije que debía preguntaros a Vos, de los controles que en el castillo se llevan de tales cosas que enfermedad nos pudieran traer.

¡Y es ahora o nunca! El herrero bajó la voz disimuladamente y continuó:

Mi Señor Ammon, Aaron mi segundo zagal, pronto andará en edad de empezar a aprender oficio. No es de cuerpo fuerte y su vista para el trabajo artesano no anda fina, a pesar mío. Cerró los ojos fuertemente y prosiguió Y es atrevimiento mío, el que si unos minutos al día o a la semana o mes, le pudiérais enseñar las letras y las cuentas, esas cosas que le dieran opción a tener un oficio más de seso que de brazo fuerte, que de lo segundo le veo más que sufriendo mi Señor. Yo trabajaría en lo que Vos estimáseis el día entero, que con descansar cuatro a cinco campanadas y comer algo mientras trabajo me valdría y hasta me engordaría sabiendo que Aaron está en manos como las suyas... Y fué aquí donde el herrero abrió los ojos cristalinos mas no con lágrimas miró al Maestre, y los volvió a entornar, simplemente aguardando al mismísimo destino...

Ammon mira en silencio hacia el interior de los ojos de Jeremyed durante un largo minuto. Los sonidos de Ser Hadder comiendo y bebiendo, las voces alrededor... nada perturba su concentración. De pronto, como si la voluntad y la inteligencia regresaran de golpe, el Maestre sonríe.

–Jeremyed, sólo los más grandes artesanos en la historia de Poniente y los territorios más allá del mar Angosto podían permitirse ser modestos -dice con calidez-. Tú no eres torpe, como insinúas, ni tus productos son de escasa calidad: eres un excelente herrero, nada de malo hay en reconocerlo. 

El Maestre se levanta, estirándose levemente sin vergüenza alguna.

-Condenada espalda, condenados años amontonados ahí, entre los huesos... -murmura-. Al respecto de esos materiales, y aún otros, hablaremos con Probis detenidamente en los próximos días. En lo que se refiere a vuestros conocimientos en el noble arte de la forja, gustosamente contribuiré a completarlos. Y acerca de vuestro retoño -dice, sonriendo-, no cabe duda de que aquello que los Siete quitan, los Siete dan. Hoy mismo me he quedado sin ayudante, puesto que nuestro Señor Ser Hadder ha creído conveniente encauzar la vida del joven Haudrey hacia otros derroteros más..., en fin, "marciales". Decid a vuestro hijo que se presente mañana al despuntar el sol en mi laboratorio, en los sótanos de la Torre del Homenaje. Que venga limpio, lavado, desayunado y bien despierto. Y que se abstenga de beber productos fermentados durante la noche: calibraré sus aptitudes, y decidiré al respecto.

La puerta de entrada al gran salón se abre lentamente, y la enorme figura del Caracortada la atraviesa, agachando su cabeza de forma instintiva aunque el dintel de aquella cancela se encuentra mucho más alto de lo habitual. 

Caster se detiene al comprobar la incongruente cantidad de gentes de diversa consideración que puebla el lugar en aquella hora. Mira hacia Din, después hacia el Maestre y, por fin, al rostro de Ser Hadder, quien se encuentra comiendo.

–Ser Hadder -murmura, inclinando su cabeza-, mis disculpas. Din me ha dicho que debía presentarme ante el Maestre, y aquí estoy.

Ser Hadder hace un gesto con la mano, indicando a Caster que pierda cuidado. Luego señala al Maestre con un muslo de pollo, y vuelve a girarse hacia la comida. Debe nutrirse bien y rápido. La reunión de por la tarde promete ser pesada.

-Ah, Caster, hijo de Marcaw -dice el Maestre mirando sin embargo hacia Din-. Excelente elección. ¿Os importaría a ambos dirigiros hacia mi Laboratorio y esperarme allí? Lo que tengo que deciros precisa cierta privacidad, y aún restan un par de horas hasta que mis diversas cocciones revelen sus secretos... ¿Nos encontramos allí, en mi laboratorio, en cuanto el sol comience a ocultarse, esto es, en hora y media a partir de ahora?

Haudrey rió sonoramente ante el gesto de Pendrik, mientras intentaba devolvérselo, aunque sin mucho éxito. Le alegraba ver a su hermanastro contento y alegre, pues últimamente parecía demasiado encerrado en sí mismo. No pudo más que reír con más ganas ante lo que susurró el primogénito, y entonces empezaron a encaminarse hacia sus asientos. 

-Sí, estoy muy contento... Quizás algún día pueda ser caballero, y servir a nuestra casa. Aunque debo hablar con el maestre cuando tenga algo de tiempo y disposición de atenderme. En cierto modo, lamento dejar de ayudarle en sus labores-respondió también en voz baja el bastardo, llegando por fin a su asiento habitual. Allí, empezó a dar buena cuenta de la comida, sabiendo de sobra lo importante que era tener el estómago lleno para rendir adecuadamente todo el día. 

-¿Crees que debemos guardar algo para Lidya, Arianna y Gwraidd?-preguntó Haudrey, después de tragar un buen pedazo de pan-a este paso, no van a llegar a la comida...

¡Loados sean los siete...! Y en ese momento, sí que una furtiva y diminuta lágrima se deslizó con parsimonia por la cuarteada cara del herrero.

Gracias mi Señor, estará acicalado y a la campanada indicada, como Vos requerís, ¡que tengáis el mejor de los días!. ¡Sí!,¡sí! Y sabed que lo ofertado son ya votos para mí, que está grabado en mi pecho por siempre. Agachó la testa con profundo respeto y desandó dos tres pasos, se giró sobre sus talones y dejando al Maestre a un lado, aprovechó para limpiar su mejilla y encaminó sus ojos hacia Ser Hadder.

Con su permiso, si no dispone nada su Excelencia me retiro, que los siete iluminen sus pasos. Saludó con cortesía al resto de presentes según su estrato social, y en silencio, tal como había entrado, su figura fue difuminándose con paso decicido en pos de la entrada, pero una vez allí, dudó que su alegría cupiera por aquella recién ensanchada puerta... 

- Se hará como dice, Maestre. - respondió Din agachando la cabeza. Miró a Caster y echó a andar en dirección a la salida esperando que el gigante le acompañara. Tenían hora y media hasta su reunión con el Maestre Ammon, tiempo de sobra para conversar. Quizá el gigante tenía otras cosas en mente para todo ese tiempo, Din no podía saberlo.

El Forestal tampoco quería alejarse mucho no fuera a ser que surgiera algo que les entretuviera e impidiera que llegaran puntuales a su cita. Din sabía que la puntualidad con las personalidades célebres era algo importante y que había que tener siempre en cuenta. Y aunque el maestre le parecía una persona razonable ante los imprevistos, prefería no hacerle perder su valioso tiempo.

Mira por última vez la gran sala, coge las armas para reparar que había depositado en la entrada y se dispone en pos de la plaza de armas.

- Flavia regresa a las Cocinas, tras asegurarse de que a nadie le falte comida.

- Jeremyed sale al Patio.

- Din aguarda a que el Maestre se diriga a su laboratorio.

- Brandon sale de las Cocinas y sale al Patio.

- Lady Olenna llega a la Gran Sala de la Casa Señorial, seguida por sus dos hijas, dos criadas, el Mayordomo Probis y el jinete libre Caster.

- Ser Otter llega a la Casa Señorial.

Lady Olenna se dirigió directamente a su marido.

-Siento el retraso querido, las niñas se demoraron más de lo habitual haciendo sus oraciones a Los Siete. Supongo que habrás tenido una mañana agotadora pero hasta el Señor de Aguas Claras debe descansar y reponer fuerzas, no puedes seguir aquí todo el día. Le ofreció su mano para que fueran juntos hasta la mesa mientras las criadas que la habían acompañado terminaban de preparar todo para los comensales. Miró hacia la puerta y observó que Gwraidd aún no había llegado, sin embargo el advenedizo de Haudrey ya estaba allí aprovechándose un día más de la hospitalidad de su marido. Haudrey ¿Puedes ir a buscar a Gwraidd? Dile que estamos todos esperando por él.

Al menos mientras iba y venía se libraría de su presencia, un leve consuelo a la condena que tenía que soportar cada vez que lo veía.