Partida Rol por web

Cuando mi mujer se marchó me sentí más tranquilo. Estaba más cómodo estando yo sólo con el caballero. No entendía por que ese malhumor y malas maneras, ¿mal día?, ¿insomnio como yo?, ¿algo relacionado con la esquiva comadrona la cual buscaba? Tenía muchas preguntas pero ninguna podría ser respondida. 

Cuando terminé con las verduras, las aparté a un lado junto a la carne. Colgándome el cuchillo junto al resto que llevaba en el cinturón, para tenerlos siempre a mano, comencé a calentar el fuego y dejar que todo se cociera a fuego lento. Mientras, cogí el resto de pollo de donde saqué la carne y comencé a desmembrarlo con el cuchillo para partir huesos, y así echar todo en el caldo y le diera buen sabor. Y todo eso siempre con oído al caballero. Lo bueno de su armadura es que, cualquier movimiento, se oía hasta la torre de guardia.

Apenas termino de comer, me termino el vaso de vino y me pongo en pie de golpe. Retiro el taburete y hablo antes de retirarme:

 - "Gracias por la comida."

Acto seguido y sin esperar respuesta alguna, me retiro en dirección al resto de las zonas del castillo hasta encontrar a esa vieja comadrona que, según se dice, puede tener las respuestas que busco.

Cuando se marchó, solté un pequeño suspiro y terminé mi tarea. Cuando eché todo al caldo, recogí lo que el caballero había dejado y me senté en la mesa, pasándome la mano por la cara debido al cansancio acumulado a pesar de ser tan temprano. Tenía ganas de clavarme una espada en el pecho, pero debía seguir cocinando.

- Flavia sale al Patio de Armas.

- Poco después Ser Trycian sale también de las Cocinas.

- Ser Otter llega a las Cocinas y ve a maese Viterrand atareado preparando la comida del día.

-Buenas tenga usted, Ser Otter- Saludé al oírle entrar en mi cocina con una ligera reverencia.- ¿En qué os puedo ayudar, mi señor?-

Buscaba a Ser Trycian, que me habían indicado que había entrado a las cocinas, peo veo que no está- dice Otter- ¿le habéis visto?

-Si, estuvo aquí preguntando por la comadrona. No dijo sus motivos pero comió algo y siguió buscándola. No se en que dirección habrá ido. Siento no ser de más ayuda.-

- Pendrik llega a las Cocinas, procedente del Patio y tras pasar por la Casa Señorial.

Bueno, ya le encontraré- dijo, extrañado de que necesitase ver a la comadrona- en el caso de que le vuelva a ver, dígale que Ser Otter le está buscando- tras esto, se dispuso a salir al patio- ah, Pendrik, no te había visto. Espero que no vayas a robar nada de comida, muchacho. Dudo mucho que Viterrand te deje hacerlo. 

Aprovechando que justamente estaba partiendo los huesos de un cerdo con el cuchillo más grande y pesado que tenía, dado que siempre dejaba algo para los perros, di un golpe bien fuerte como para seguir la broma a Ser Otter.

-Mi señor siempre ha sabido siempre comportarse. Es todo un caballero.- Dije. Una vez se hubo marchado Ser Otter, me dirigí al muchacho.-¿En qué puedo ayudaros? Si está en mi mano lo haré.-

Oh, Ser Otter, ¡nunca haría algo así!Dijo con seriedad, su mentira quizás hubiese colado de no ser por el rugido de su estómago. Esto...llevo entrenando toda la mañana...Dijo sonrojado como un tomate y a modo de disculpa mientras miraba los embutidos.

-Jajajajaja ¡Un buen entrenamiento siempre despierta un buen apetito!- Contesté alegre al escuchar el estomago del joven señor-Sentaos, por los dioses, y decidme que queréis tomar.-

Limpié los restos de hueso y sangre de la mesa donde corto la carne, guardé el cuchillo y esperé que el muchacho me hiciera el pedido entrecruzando los brazos junto a una amplia sonrisa. 

La sonrisa de Pendrik apareció de repente. ¡Perdices! ¿Te quedan perdices? ¿sino un par de longanizas quizás? Al cocinero se le daban excelentemente bien prácticamente todos los platos, pero sus perdices, por encima de otros -incluso los más elaborados y complejos- eran los que habían conquistado el estómago de Pendrik. Puede la apariencia exterior del chico fuera Tully, pero su estómago aún seguía siendo Ríos.

-Estáis de suerte, mi joven señor, pues ayer me trajeron una de las perdices más grande y exuberante que jamás hayáis visto. ¡Y no es por presumir! Mientras os la preparo para que comáis, ¿queréis unas pocas longanizas para abrir el apetito? Junto a una jarra de buen cerveza, por supuesto.- Siempre me cayó en gracia el joven señor. Tenía el apetito de un hombre, además de la misma fuerza y voluntad. Todo eso en el cuerpo y mente de un chiquillo que, al menos para mi, era inocente y vivaz. 

Sangre fresca, sangre joven. Inocencia y pureza de mente. En las carnes de este muchacho podría albergar un gran hombre, ¡y por los dioses que ese hombre no iba a estar mal alimentado! Pensé. Le calenté en un minuto unas longanizas y las serví junto a jarra de cerveza. Mientras el se comería eso, si no las engullía, me daría tiempo a prepararle una perdiz de una forma algo diferente que discutí con mi mujer el día anterior y quedaría de rechupete. 

-Bueno, mi señor, contadme. ¿Qué tal vuestros entrenamientos?- Le pregunté mientras comenzaba a desplumar la ave.

Bueno, os dejaré a ambos tranquilos. Que disfrutes de la comida- saludo con un gesto al muchacho y se encaminó hacia el patio.

Gracias Ser y que los siete le acompañen en este día. Dijo con aire jovial, luego se sentó en la mesa y agradeció a los dioses con una oración la comida que iba a recibir, para luego hacer lo mismo pero ya en voz alta al cocinero. ¿Felicitarás también a los cazadores que traen tan suculenta comida? Aunque no era habitual que Pendrik comiera en la cocina, tampoco era un hecho aislado, así que aquella eran tan buena ocasión como cualquier otra para felicitar a aquellos que con su esfuerzo les permitían comer.
Los entrenamientos no van tan bien como quisiera. Suelo entrenar solo así que prácticamente lo único que hago es mantenerme en forma y ir aumentando mi fuerza, pero no mejoro en cuanto a técnica. Alguna que otra vez alguna de las espadas juradas de padre, o alguno de sus caballeros, me da alguna clase suelta, alguna sesión. Pero tener demasiados maestros de un día es contraproducente, muchas veces viene un caballero y te dice que la técnica que estás haciendo -y que has aprendido de otro de ellos- está mal. Al final no sabes a quién hacer caso, de hecho más tarde quiero ir a hablar con Ser Hadder para ver si puede conseguirme un entrenador personal, o al menos que alguno de sus caballeros me de clases de manera más habitual.
Mientras hablaba iba comiendo las longanizas, que prácticamente engullía para poder seguir hablando con fluidez.
¡Están riquísimas!

-Ah, mi buen y joven señor. Siempre les felicito.- Dije. Comencé a destripar a la ave y a partir su carne para ponerlo más tarde encima de un brasero, que estaría a su vez encima de carbón aun ardiente pero sin llama.- Veréis, os voy a contar lo que mi padre decía acerca de un buen luchador. Él era uno de los mejores luchadores a puño desnudo, cuando se hacía pequeñas contiendas amistosas para diversión del público y de ellos. El me decía: "Viterrand, recuerda esto. Si quieres aprender a defenderte, debes antes recibir los golpes. Así podrás saber de donde vendrán. Si quieres aprender a atacar, es como partir un hueso. Debes golpear y golpear, errando y errando. Cuando descubras el punto de fractura, aprenderás a golpear con precisión." Era un hombre muy sencillo, y era su forma de explicarme que uno no sabe defenderse si no es golpeado antes. El miedo al dolor es lo que hace a un hombre esquivo y rápido como un gato. Y si no golpea y golpea buscando el punto débil, jamás encontrará el momento y sitio adecuado para golpear. La perseverancia hace a un hombre fuerte y tenaz como un toro.-

Una vez la ave fue destripada, corté los tendones para que se abriera bien y se hiciera tanto por dentro como por fuera. Puse unas especias de orégano y romero por encima y algo de cerveza por debajo. La dejé encima de las brasas para que comenzara a hacerse.

-Yo no soy más que un humilde cocinero, todo sea dicho. Es más, no soy quien para daros consejos de combate. Pero muchas veces, el mejor consejo no procede de un maestro si no de un hombre sencillo que ve el mundo de una forma bien diferente. ¡Y por los dioses, no engulláis cual pato! Si se os quedara una de mis fantásticas longanizas en vuestro cuello, mi reputación se vendría por los suelos. ¡Jajajajajaja!-

- Ser Otter sale de las Cocinas.

- Flavia y Vitel llegan a las Cocinas.