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Juego de Tronos - Castillo de Aguasclaras.

Castillo de Aguasclaras: Todo el castillo.

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31/12/2013, 11:00
[RIP] Harry Bridas.

Año 135 de la dinastía Targaryen

Castillo de Aguasclaras

Sentado en un taburete, frente a una mesa y con una jarra en la mano, hablaba con cualquier campesino que estuviera a su lado y le escuchara. - Cambiamos de manos. ¿Qué más da? Al final nosotros estamos igual. Un señor va y otro viene, luego este se va y el otro vuelve a venir. A saber a quién serviremos mañana. Pero ¿Qué más da de quién sean los caballos que cuide, la espada que forje, los campos que are? Siempre hacemos lo mismo. Mientras mantengan nuestras tierras seguras, para nosotros todo está bien. - Comentaba para cualquiera con cierto tono de ebriedad. Tenía la lengua un poco pastosa ya, y se llevó a la boca la jarra de nuevo, dando un largo trago a la cerveza.

Algunos estaban más contentos con el nuevo señor, otros menos. A mí tanto me daba, mientras pudiera seguir criando y cuidando de mis caballos y me lo pagasen con unas cuantas monedas. Mi gusto por el señor dependía de lo tranquilo que mantuviera el lugar y la cantidad de oro que entrara en mis bolsillos durante su mandato, nada más. Ninguno se había ganado demasiado mi admiración. Siempre de aquí para allá con sus espadas, su honor y sus peleas y puñaladas por la espalda.

Encima, mientras duraba la guerra, Solaz del Soldado era un hervidero de mercenarios y guerreros. A mí esos no me interesaban, yo iba allí solo por probar el sabor de una mujer de vez en cuando, para eso ganaba mi dinero dignamente. Pero no, mientras duraba la batalla era mejor no acercarse, todo eran bandidos y hombres armados de aquí para allá. Desde luego no era seguro, podrían haber atacado en cualquier momento. De modo que tras unos meses sin poder obtener el placer que necesitaba, estaba de un humor de perros. 

Decidí que ya tenía bastante cerveza en el cuerpo, así que me levanté, despacio y conservando mi estabilidad y mi dignidad. Después, salí de allí y caminé hasta la pequeña casa de piedra en la que vivía, junto a la cuadra. Era tarde, mis hijos dormían ya en sus camas. Abrí ligeramente la puerta para comprobar que todos estuvieran allí, en lugar de haberse ido de andanzas a algún lado. Todos estaban bien, así que seguí hasta el final y abrí la puerta de mi alcoba. Nada más cerrar la puerta, arrojé las botas a un lado con los pies y me eché sobre la paja, quedando dormido en el acto y esperando que el día de mañana fuera mejor que los días pasados.

"Espero que con este nuevo señor sean las cosas más tranquilas. Que los Otros se lleven a los señores y sus disputas, yo quiero una cama y una mujer, y mis caballos y chiquillos, nada más."

Fue mi último pensamiento antes de quedarme profundamente dormido.

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31/12/2013, 13:54
[OUT] Maestre Ammon.

Maestre Ammon.

     Castillo de Aguasclaras, año 135 después del Desembarco del Rey.

     INTERACCIÓN: Haudrey Ríos y Vesania Oakenshaf.

 

     -No estabas listo, Haudrey -dijo el Maestre Ammon sin apartar la mirada de los pergaminos que descansaban ordenados sobre su mesa-. Es así de simple.

     -Pero yo creía...

     -Un torneo es una competición -Ammon abrió los brazos y alzó las cejas-. Es difícil controlar su devenir, intervienen demasiados imponderables, tal y...

     -Sí, pero...

     -...tal y como sucede con la vida -concluyó por fin el Maestre, alzando la mirada-. Haudrey, ¿qué debes hacer cuando habla uno de tus mayores?

     -Callar.

     -Bien. Y ahora, ¿por qué perdiste, joven Ríos?

     -Porque Beldyr fue más hábil.

     -Porque tú fuiste más torpe -dijo Ammon-. La gente suele confundirse a este respecto: los conflictos de la vida no los dirimen los dioses, Haudrey, ni aquellos mejor preparados. Los deciden los torpes.

     -No comprendo, Maestre...

     -Los torpes -murmuró el Maestre- son quienes marcan la línea del esfuerzo. Siempre hay alguien más hábil, más diestro, más fuerte; y no siempre vence en una contienda, de cualquier tipo, el más fuerte de entre quienes disputan. Muchas cosas pueden afectar al desarrollo de cualquier pugna, física o intelectual, y si te esfuerzas en aprender, con el tiempo conocerás formas de intervenir en esos desarrollos de un modo... sutil. Pero en cualquier caso, ¿el torpe? ah, el torpe siempre pierde.

     -Sigo sin entender.

     -Eres un muchacho voluntarioso y valiente. Pocos se atreven a confesar sus dudas, la vergüenza los domina. Eso está bien.

     -No sirvió de nada mi valentía. Ni en la prueba de heráldica, ni en la de habilidad.

     -Porque la valentía, sin conocimiento, no sirve de nada. Y no te confundas: ambas pruebas miden la habilidad, puesto que el conocimiento es un tipo muy concreto de habilidad. Joven Ríos, no tenías ninguna posibilidad porque no estabas suficientemente preparado. 

     -¿Era el más torpe?

     -Eras lo bastante torpe.

     Ammon tomó una pequeña daga ornamentada y raspó un antiguo sello.

     -Pero el torneo -Haudrey había enrojecido-. Yo...

     -El torneo, el torneo. El torneo no existe, pequeño Ríos. El pasado es leyenda. Tenemos que aprender de las leyendas para enfrentar el futuro, cierto, pero no perder nuestras energías en el pasado, porque el pasado no hiere si tú no le dejas. -Ammon desvió la mirada hacia la puerta-. Hoy vas a aprender algo muy importante, Haudrey. Vas a buscar a ese soldado enorme en la Barbacana... ¿Caster?

     Haudrey Ríos enmudeció.

     -Maestre Ammon -murmuró el chiquillo-. Caster es... tiene muy mal genio.

     -Vas a buscarle, y vas a preguntarle por esa cicatriz suya.

     -Sí, Maestre -dijo Haudrey de mala gana.

     -Pero antes, abre la puerta.

     -¿La puerta?

     Alguien dio dos golpes contra la gruesa puerta de roble del estudio.

     -Un momento -dijo Ammon. Haudrey reaccionó al instante, corriendo hacia la cancela y franqueando el acceso. La puerta se abrió dejando paso a la rígida figura de Vesania, el Ama de Llaves, la cual se deslizó con suavidad sobre la piedra hasta detenerse frente al recio ventanuco de madera. 

     Ammon sonrió.

     -Mi señora Vesania Oakenshaf, puntual como el amanecer. Disculpad mi enorme descortesía, pero no he tenido tiempo de presentarme. Iniciar una andadura en Aguasclaras con un torneo puede resultar sumamente interesante e instructivo, pero también agotador.

     -Maestre Aemon -dijo el Ama de Llaves, dando un vistazo rápido al cuidado espacio donde el Maestre consumía gran parte de su tiempo-. No necesitáis disculparos.

     -Aún así. -Ammon permaneció pensativo durante unos instantes-. Discutía con el joven Ríos acerca de heráldica. Su educación al respecto ha sido más bien relajada.

     Haudrey frunció el ceño y miró sin comprender al Maestre. "¿Heráldica?"

     -Tal vez la educación de los jóvenes señores haya sido generalizadamente relajada -dijo el Ama de Llaves.

     -Tal vez. Haudrey dime, cinco lanzas astilladas, tres a dos, a rayas azur y plata con banderolas azur sobre fondo de oro, bajo jefe en plata con un castillo sanguíneo, una víbora en sinople, una rueda rota en sable, un unicornio morado y un león de oro.

     El muchacho apretó los labios en una mueca que denotaba concentración.

     -¿Harter, en Valle? -dijo al fin.

     Vesania chasqueó con desagrado, pero el Maestre no pareció escucharla.

     -Wydman -respondió Ammon-. Y una notable muestra de mal gusto en términos compositivos y estéticos, por otra parte. Abigarramiento, complejidad... malos compañeros durante la batalla, cuando debes discernir entre amigo y enemigo a partir de sus colores. En fin, sigamos. ¿Sus palabras?

     -Mmmmm... ¿Derecho es la fuerza?

     -"El Derecho conquista a la Fuerza". 

     -Sí, Maestre.

     -Ahora una muestra de simplicidad. Roble leonado en prado sínople sobre campo de plata.

     Vesania irguió la cabeza de forma imperceptible.

     -Habéis hecho los deberes, Maestre Aemon -dijo el Ama de Llaves.

     -¿Susprey, en Occidente? -dijo Haudrey.

     -Me temo que el joven Ríos no -Ammon tamborilleó con los dedos sobre la mesa-. Oakenshaf, muchacho, en la Tierra de los Ríos. "Junto al Roble Quemado". 

     -"Junto al Roble Quemado" -murmuró Vesania, acompañando las palabras del Maestre.

     -¿Comprendes a qué me refería antes cuando hablaba acerca de la torpeza y la habilidad, joven Ríos? -dijo Ammon, súbitamente serio.

     -Sí, Maestre.

     -Y ahora, haz lo que te he ordenado hacer.

     -Sí, Maestre -dijo Haudrey Ríos abandonando la sala, confuso por la conversación y asustado ante su próximo encuentro con Caster "Pocas Bromas"

 

     ------------------------

 

     -Me habéis hecho llamar.

     -Aseveráis, no preguntáis -observó Ammon-. Excelente.

     -No acostumbro a preguntar acerca de lo que ya sé -respondió Vesania.

     Ammon asintió. 

     -El Señor Probis es el corazón, pero vos sois el alma del castillo, Señora. La servidumbre respira cuando vos respiráis, y descansa cuando vos descansáis. 

     -Así debe ser, Maestre Aemon.

     -Y así es, no me cabe duda. -Ammon devolvió su atención al pergamino y se masajeó las sienes-. Señora Oakenshaf, os he hecho venir para presentaros mis respetos, en primer lugar, y para demandar vuestra ayuda con los muchachos.

     -¿Mi ayuda?

     -Sobreprotegidos -dijo Ammon-. Han crecido acostumbrados a que se les socorra en todo. No hacen honor a la trayectoria de su padre, ni serán un socorro para su brazo si crecen así, rodeados de plumas y agasajos.

     Vesania asintió.

     -¿Qué es lo que queréis de mí?

     -Quiero que ayudéis al muchacho a encontrar el lugar donde se acomoda su ropa. Mostradle los arcones, discriminad entre los diferentes tipos de atuendos, pero no permitáis que nadie la escoja para él. Debe aprender a valerse solo, ya tiene cinco años.

     -¿Nadie...?

     -Nadie. Yo hablaré con el Señor.

     -Sí, Maestre Aemon.

     -A partir de mañana, el chico se encargará de buscar en las cocinas aquello que yo precise para mis ungüentos y bebedizos. Haz saber en Castillo que el chico va de mi parte.

     -Sí, Maestre Aemon.

     -Y una última cosa, mi señora. Los nombres son importantes. Hay quien opina que lo son todo. Reconozco que el mío no es muy corriente por estas tierras, pero en cualquier caso antes o después todo el mundo debe acostumbrarse a él. Y el Ama de Llaves debe dar ejemplo al resto de la servidumbre, ¿no os parece?

     -¿Maestre...?

     -Ammon -dijo el Maestre mirando con atención algo ignoto situado en el interior de los ambarinos ojos de Vesania-. Mi nombre es Ammon.

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01/01/2014, 14:28
[RIP] Bethan "Caratorcida".

VIÑETA XII: AÑO 136 DE LA DINASTÍA TARGARYEN, EN ALGÚN LUGAR ENTRE EL CASTILLO DE AGUASCLARAS Y ORILLA AZUL:

INTERVIENEN: mención a Ser Hadder.

Bethan se sentó sobre un tronco y se sacó una bota. La piel del pie presentaba costras y ampollas después de tan dura caminata. No había huído, pardiez, ¡le habían soltado! Pero a pesar de tener la seguridad de que nadie le perseguía azuzando los perros, Caratorcida no se había permitido el lujo de bajar el ritmo.

Unas semanas antes, Ser Hadder Ríos le había perdonado la vida. No solo eso, le había acogido. Pero todas las pertenencias de Bethan se habían perdido cuando su caballo fue asustado durante el combate con la vieja Isaura. Así que le quedaban dos opciones: o entraba a servir como un botarate campesino, o recuperaba sus cosas y se ganaba la vida como un jinete libre, no mucho menos botarate.

Bethan no estaba muy enterado de cómo estaba el mundo allá fuera, y más tras su largo cautiverio, pero por lo poco que sabía el trato le convenía. Eran tiempos de paz entre señores, o por lo menos en lo que a Ser Hadder Ríos respectaba, que era lo que importaba. Tras conquistar el Castillo de Aguasclaras los combates habían cesado. Ganar unas monedas por no entrar en batalla era un trabajo que le gustaría a cualquiera.

Escuchó un ruido entre los arbustos. "¡Comida!", pensó. Y Bethan se abalanzó sobre el matorral, cazando como un oso lo haría.

Ayayayay... - dijo su presa.

¡Epa! ¿Una perdiz que se queja en ándalo? ¿Qué milagro es este? - rió Bethan, divertido por la situación.

Su cara se truncó (más de lo que estaba) cuando, llevando a aquel hombrecillo a rastras fuera de la vegetación, le dió reconocido. Era el tipo que le había torturado en Orilla Azul.

Piedad. Piedad por el Padre - sollozó aquel tipo.

Suerte que ni siquiera tengo una daga. Así podré matarte a puño cerrado.

Retiró el brazo, solo para que el puñetazo cogiese más impulso. Entonces reconoció la manta con la que el hombre se cubría del frío de la mañana y de los golpes. Era la suya. La que viajaba en las alforjas de Hallamontes.

La escena continuó sin ningún golpe. Aquel idiota, que casi al final de la conversación afirmó llamarse Hurs (un nombre inventado, con toda seguridad), había robado en varias casas de Orilla Azul y tuvo que huir al campo para salvar el pescuezo. Bethan no podía llevarle a Orilla Azul a pagar por sus crímenes, pues si esa parte también era falsa, en Orilla Azul Hurs seguía teniendo el apoyo suficiente para dar las tornas al asunto. En ese caso, Caratorcida pasaría de apaleador a apaleado.

Tanta conjetura le levantaba a Bethan dolor de cabeza. El tema está en que Hurs trataría de tenderle una trampa tarde o temprano, llevado por el sentido de la autoconservación. Como Bethan no podía hacerle demasiado caso a sus palabras, redireccionó la conversación para hablar de su caballo.

Hurs, si ese era su verdadero nombre, y estuviese por lo que estuviese desamparado en el campo, se había cruzado con un caballo que encajaba con la descripción de Hallamontes un par de días atrás. Aquel hombre había intentado acercarse al rocín con calma para no asustarlo, de modo que pudo hurgar en las alforjas lo suficiente como para tomar la manta. Y ya. Hallamontes echó a correr casi al mismo tiempo.

Hurs también afirmaba ser un gran rastreador, y estar siguiendo al caballo para tratar de robar... ehm... pedir prestado el resto de las pertenencias de Bethan. Excéptico al principio, se tuvo que fiar de Hurs. Cuando menos parecía que sabía de qué hablaba cuando olisqueaba la hierba o se detenía junto a unas heces. De todas formas, la intranquilidad volvía cuando tocaba dormir y ninguno de los dos hombres se fiaba del otro.

Fuera por habilidad o por fortuna, Hurs le llevó con el paso de los días a un claro en el que el caballo Hallamontes se hallaba. Tendría que rebautizarlo como Hallaclaros. Bethan trató de acercarse... despacio para que su propia montura le reconociese... ¡Y el muy cerdo (perdón, caballo) también huyó de Caratorcida!

Con los días aquel momento se repitió. Hurs recuperaba el rastro, encontraban a Hallaclaros, Bethan se acercaba y Hallaclaros salía trotando alegremente. Al cuarto intento, el caballo fue montado. Sin embargo, al auparse a la silla y tratar de compartir su victoria con Hurs, se encontró con que aquel rastreador y torturador ya no estaba. Había huído sin que Caratorcida se diese cuenta, mientras se aproximaba pausadamente para no espantar al caballo.

Bethan había recuperado su caballo, pero ahora estaba perdido en medio de quién sabe dónde. Sin ser un rastreador, Caratorcida seguía sabiendo localizar el norte por la posición del sol. Con eso, y dando muchas vueltas, logró volver al Castillo de Aguasclaras como un jinete libre.

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02/01/2014, 10:05
Tarmall "Pocas Ganas".

Viñeta XII. Año 137. De cómo Tarmall pasa al servicio de Ser Haddler

Milord, dijo inclinando la cabeza como mandan los cánones... Un atisbo de sonrisa apareció en la cara de Ser Haddler ¿Milord? :)

Tarmall, Tarmall, cuanto tiempo... apenas te empezaba a salir la barba la última vez que nos vimos... comentó con una sonrisa, como recordando viejos tiempos, pero al punto se puso serio... lamento lo de tu madre... le expresó acercándosele y poniéndole ambas manos sobre sus hombros.

Gracias Señor. Realmente ha sido una dura pérdida...

Ya... ya lo supongo... dijo como haciendo una pausa. Bueno, imagino que vienes por el mensaje que te hice llegar...

Así es, Señor, muchas gracias por su generoso ofrecimiento... no le defraudaré.

Eso espero, Tarmall. Si eres la mitad de bueno que era tu padre, te tendré en gran estima.
Menudo hombre... Trall... ¡qué valor tenía!
 Dijo girándose y mirando hacia la ventana... Salvó la vida de mi Pendrik... y eso no se olvida... ¡un Trully no olvida esos favores! espetó girándose de nuevo hacia él apuntándole con el dedo.

Gracias Señor, trabajaré para que se sienta orgulloso de mí. Dijo algo acobardado.

Estoy seguro de ello... y no me gusta equivocarme... pensó un momento las palabras que iba a decir y le comentó directamente a los ojos: Mira Tarmall, no me gusta dar de comer a gente poco trabajadora... a vagos, y me han llegado ciertos rumores de ti. Se gira y da un par de pasos hacia la mesa... Pero no les haré caso, te ofrezco una oportunidad para que puedas cambiar... de nuevo se torna frente a Tarmall... ¿lo has entendido verdad?

Tarmall, algo azorado por la alusión, agachó la cabeza... sí, por supuesto mi Señor...

Bien pues ya nos iremos viendo... ve con él que te enseñará las dependencias y tus funciones, ve.

Muchas gracias mi señor...

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02/01/2014, 11:14
Aisa, mujer del herrero.

AÑO 137 DE LA DINASTÍA TARGARYEN.

Nacimiento de Aaron (mención de Nana)

La vida no es fácil, me dijo una vez mi abuela. Al principio no vi más que amargura en sus palabras, pero con los años descubrí que ni ella misma sabía cuanta razón tenía. Apenas recuerdo como era la vida cuando era una niña, pero si algo no se me ha olvidado con los años es a mi madre instandome a correr cuando los bandidos saltaron sobre mi padre, y como corrí mientras ella trataba de evitar que me siguieran. Como corrí por el bosque, sin saber a donde estaba huyendo.

Tenía apenas doce años cuando me quedé sola en el mundo. O lo estuve, hasta que lo conocí a él.

Acababa de cumplir catorce años. Había sido atacado (y evacuado) el Septo de la Bahía, por lo que busqué cualquier trabajo que pudiera mantenerme. Estando en el castillo, apenas ingresada al servicio, fue que lo conocí. Cuando lo vi pensé que no había nadie más apuesto, ni siquiera dentro del castillo, que él. Ni los nobles más galantes podían ser más apuestos que Jeremyed. Una cosa llevó a la otra. Tiempo después estábamos casados, solví a tener familia y volví a sentir la calidez de un hogar, la ilusión del futuro, a amar y sentirme amada.

Los dioses parecían sonreír, y más cuando nació Jodd. Su nombre empezaba con jota, emulando al de su padre, pero tenía mi cabello y mis ojos. Un suave cabello castaño y unos dulces ojos avellana. Y aun así con un rostro tan hermoso como el de su padre. Puedo pasar horas observándolo dormir. De bebé lo acunaba entre mis brazos, no podía dejar de abrazarlo, acariciarlo, hablarle, hacerle saber todo lo que es para mí... aunque sabía que no podía protegerlo del mundo. Ni yo, ni su padre.

- Aqui es donde trabajan papá y mamá, cielo, no donde los niños pueden jugar al escondite. - le reprimo suavemente, mi voz debería ser más severa y no debería estar acariciando su cabello, pero su carita compungida es demasiado para resistirse.

- Mami, aqui nadie me va a ver.

- Porque ya casi está oscuro, pero este lugar es para trabajar, no para jugar.

- ¿Entonces puedo salir de nuevo a jugar? - me pregunta, lleno de ilusión mientras le brillan los ojitos.

Es tan pequelo y dulce... sigue siendo igual de tierno que la primera vez que lo sostuve entre mis brazos y besé su frente, aunque ahora tenga ya cuatro años. Casi un niño grande. Y pronto un hermano mayor.

Acaricio mi vientre, la causa de que esté sentada frente a mi niño en lugar de inclinada a su lado. Es más grande y fuerte que Jodd cuando estaba en mi vientre, y también más inquieto. A veces me pregunto si son dos, o si es una niña y por eso este embarazo se siente tan diferente al primero.

- No, pequeño, ya es muy tarde, ¿no ves el cielo? ya pronto va a salir la luna - lo cual me hace recordar que solo falta una luna para saber si este bebé es una niña, y de pronto olvido mi paciencia. De verdad ya quiero tenerlo, o tenerla también entre mis brazos. Sin pensar más comienzo a levantarme pesadamente de la silla, para tomar la mano de mi hijo que es lo suficientemente obediente para seguir a mi lado y acompañarme a la salida. Agradezco mucho ese detalle, porque siento escafríos. Desde la mañana me he estado sintiendo inquieta. Me alarmé cuando sentí un ligero dolor en el estómago, pero recordé que aun falta tiempo y seguí con mi día.

Solo que de pronto volvía esa punzada. No era tanto un nuevo dolor en el estómago, era una sensación inquietante en el pecho. Me recordó a esa mañana cuando estuve todo el día preocupada sin saber porqué y en la tarde cuando lo perdimos de vista Jodd corrió y tropezó en el río antes de que lo alcanzáramos y estuvo a punto de irse con la corriente y ahogarse. El solo recordar lo cerca que estuve de perderlo ese día me hace apretar su manita. Es un niño bueno e inteligente, pero también demasiado curioso para su propio bien.

- Hoy estoy algo nerviosa, por eso prefiero que no estemos aqui - le confieso a mi hijo.

Estamos a punto de cruzar la puerta, cuando una repentina punzada, pero ahora en la espalda, me detiene. Dejo de caminar, apretando los ojos y llevandome una mano a la base de la detrás de la cintura, dejando salir un quejido.

- ¿Mami, estás bien?

Al escuchar la voz de Jodd abro de nuevo los ojos y sonrío por reflejo, intentando no preocuparlo, hasta que algo líquido escurre por mis piernas.

- Ay no... no... - me tapo la boca cuando me doy cuenta de lo que acaba de pasar.

Tuve que apoyarme con ambas manos en la pared más cercana para no caer. Apreté los dientes, intentando contener un gemido. Haciendo acopio de toda mi voluntad traté de controlar mi pánico y mirar con aparente tranquilidad a mi niño, que estaba casi tan asustado como yo.

- No te preocupes, es solo.. que tu... hermanita... - dejo salir la palabra con cierta duda, se supone que las niñas son más lentas para nacer pero menos dolorosas. Tuve que volver a apretar los ojos. - Busca... dile a alguien afuera que avise a Nana...

Mi niño sale corriendo, aun antes de decirle algo más, y esta vez no puedo ir tras él, ya que de pronto tampoco puedo caminar, solo aferrarme a la pared.

Vuelvo a sentir la otra punzada, la de un mal presentimiento, pero intento no alarmame: ella me ayudó con mi primer bebé, incluso cuando no sabía que era lo que estaba enfrentando, pero ahora si sé, aunque la contracciones son más dolorosas de lo que recordaba.

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02/01/2014, 11:47
Ser Orsey Crakehall.

Año 135 de la dinastía Targaryen.

Mención de Ser Baltrigar Tormenta, Ser Otter Crakehall.

Estaba casi tan nervioso como el día que nació Horace. Las manos me sudaban mientras estaba sentado en la cama de mi alcoba, esperando para vestirme. El ajetreo habitual del castillo se me hacía un ruido infernal y no me dejaba pensar con claridad.

Era el día en que me nombraban escudero. Al fin dejaría de ser un paje de escoba y sería escudero. De quién poco me importaba, pues en mi cabeza sólo había sitio para mis futuras batallas y días de gloria. Estaría al servicio de Ser Baltrigar Tormenta, de quien poco sabía por aquel entonces y a quien no tardaría en conocer de forma mucho más cercana. 

El resto de niños (y especialmente el pequeño Horace) del castillo ya habían probado el sabor de mi espada. De mi espada de madera, claro. Pronto me gané la reputación de "bruto" por mi habilidad en el cuerpo a cuerpo, y mi pecho se henchía de orgullo cada vez que algún llorica lo utilizaba como insulto. Estaba claro que llegaría a ser un fiero guerrero y que nadie se interpondría en mi camino, como pronto demostraría en el próximo torneo.

Me restregué el sudor de las manos en el pantalón del pijama y sonreí. Era el primer paso hacia mi glorioso futuro. En mi cabeza pude ver a Padre sonriendo, orgulloso de su primogénito y heredero de su nombre. Poco me importaba también lo que el resto de los Crakehall tuvieran que decir sobre él, pues yo estaba seguro de que había hecho lo mejor para nosotros. Padre era un ídolo para mí, y todo lo que él hacía era correcto y ejemplar. Cuando fuese grande y fuerte, más de uno tendría que tragarse sus palabras sobre nuestra familia, y esos bastardos Lannister dejarían de calumniarnos.

Como una y mil veces durante mi vida, aquella frase volvió a mi cabeza mientras me ponía mis ropas. "Ninguno tan fiero". Estaba claro que era un verdadero Crakehall.

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03/01/2014, 19:47
[RIP] Nana la Comadrona.

VIÑETA XII: AÑO 137 DE LA DINASTÍA TARGARYEN, CASTILLO DE AGUASCLARAS:

INTERVIENEN: Aisa, Jodd. Nacimiento de Aaron.

Caminaba descalza por el bosque. El graznido de un cuervo le hizo mirar atrás. Cuando vió, ya no estaba. Apuró el paso. Un claro. En su centro un arciano. Posó su mano en la corteza. La abuela Ulha le había contado historias. La abuela poseía el poder de comunicarse con los dioses antiguos. Nana no tenía ese don. Un manchón de plumas negras pasó volando por delante de su cara, obligándola a cerrar los ojos, volviendo a graznar. Miró arriba, intentando ubicar al pájaro. Y la luna estaba pequeña en el cielo, tanto que empezaba a alcanzar al sol en lo más alto. Luego, el eclipse... el sol negro. Y una ráfaga repentina de viento desnudó al arciano de sus hojas rojas. Las elevó, como un enjambre volando en espiral, sin atreverse a cruzar la linea de visión de Nana. Simplemente esparciéndose en torno al sol, como una perla negra en un océano rojo.

Despertó. Se había quedado traspuesta, mientras cosía una manta para el cumpleaños de Tanya, pero eso no restaba intensidad a su sueño. Era importante. Nana lo sabía. Lo que no sabía era interpretar su significado.

Irrumpió Jodd en la habitación. El hijo de Jeremyed y Aisa. No hay niño en el castillo del que Nana no ubique el nombre y a la madre. Y en este caso, de la paternidad también estaba bastante convencida. Jodd la llevó escaleras arriba, al patio, a la herrería. El olor le era familiar. Un aroma tenue asociado a su trabajo: Aisa había roto aguas.

Hija mía, tranquila. Ya estoy aquí. Todo saldrá bien, niña. Jodd, busca a... ¡No hay tiempo! ¡Ya llega!

Aisa empujó. Nana también, pero a las piernas de Aisa, hacia atrás. Como una rana boca arriba. Puso los gemelos de la herrera en los hombros. Volvió a empujar. La cabeza. Se le ve la cabeza. Está pariendo a la velocidad del rayo. En un momento dado, el bebé queda con la cabeza fuera, pero no sale más. Nana coloca una mano sobre la barriga de Aisa. La otra introduce sus dedos por el recto. Masajea por arriba y por abajo ayudando a las contracciones. Cuando el bebé saca el torso, Nana deja a Aisa y sujeta al bebé. Espera a cada intento de Aisa para tirar cuando ella empuja. Lo está sacando. Lo está sacando. Fuera.

¡Es un pequeño soldado, Aisa! ¡Ha sido niño!

Nana enmudece un instante. Sabe lo que viene ahora.

Sigue empujando, niña. Aquí viene otro. Jodd, necesito que cojas a tu hermano un momento en brazos. Sé que está sucio por toda la sangre del parto. Si te da grima cierra los ojos.

Miró a sus palmas mientras se colocaban en posición. Estaban rojas de coger al bebé. Rojas como las hojas de un arciano. Nana comprendió. El cuervo de su sueño auguraba un regreso. El regreso de alguien alejado del mundo demasiado tiempo. Y como Ulha tuvo que hacer para que naciera Nana, un sacrificio debía ser realizado para traer a Ser Trycian de vuelta.

El segundo asoma. Mira a Jodd. Tiene los ojos cerrados. Nana tenía casi la misma edad cuando la abuela Ulha la llevó a su primer parto. Como ella, Jodd no abrirá los ojos. Y Aisa no ve nada más allá de su barriga. Nana está sola. Y en soledad debe decidir si la vida de un noble vale más que la de un pequeño plebeyo. En cierto modo no elige. Ha tenido el sueño por algún motivo. Es lo que los antiguos dioses quieren.

Tapó la cara del segundo bebé, en cuanto asomó por entre las piernas de su madre. No debía llegar a gritar. No debía dar testimonio de que estaba vivo. Tira de la cabeza. Los cuellos son muy delicados. El de este niño es grueso como el de un toro. Nace sin problemas.

¡Tiene el cordón alrededor del cuello! ¡Se ahoga!

Nana corta el cordón umbilical de un mordisco. Ahora que la sangre de su madre no le llega, todo el aire que puede tomar está en aquella herrería. Sigue tapando la cara. Sigue tapando la cara. Se acabó.

Lo siento, Aisa... El otro no lo ha conseguido.

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04/01/2014, 10:16
[RIP] Rhum el Maestro Curtidor.

VIÑETA XII: AÑO 136 DE LA DINASTÍA TARGARYEN, CASTILLO DE AGUASCLARAS:

INTERVIENEN: Blantel, Maestro Carpintero

MENCION: Bethan "Cara Torcida"

- Dicen que es harto desagradable encontrárselo uno cuando la noche se ha echado encima.

- ¿Sí? -

- Dicen que las luces de las lámparas de aceite o de las antorchas hacen extraños juegos de sombras en su rostro...-

- Escuché que fue acusado falsamente. Quizás ese fuese el motivo por el que su rostro se torció para siempre. -

- No digas tonterias Blantel.-

- No son tonterías.-

- Sí lo son. ¿Cómo se le va a arrugar a un hombre el rostro por ser acusado falsamente? -

- Yo creo que es perfectamente posible.

- No lo creo...

- Yo, por otra parte, he escuchado que te fue bastante bien con el torneo. Que vendiste muchas de tus pieles y que amasas ya una fortuna en algun sitio. Hay apuestas de donde escondes el dinero Rhum. - El maestro curtidor, soltero empedernido, era afamado en el castillo y también en Aguasturbias de tacaño y de esconder su fortuna, moneda a moneda, en algún sitio. Tras un ladrillo de adobe falso o en un agujero en el suelo convenientemente oculto en su casa eran las apuestas más elegidas.

- ¡Ah! La gente habla Blantel. Habla mucho. Si la gente no hablara tanto posiblemente Bethan no hubiera sido acusado de ser uno de los mercenarios que atacó Orilla Azul, no hubiera sido apresado y ahora no sería "cara torcida".

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04/01/2014, 19:24
[RIP] Brandon, 2º hijo de Ser Baltrigar.

VIÑETA XII: Año 137 de la Dinastía Targaryen.

BRANDON TORMENTA.

La vida de Brandon en el Castillo de Aguasclaras transcurría sin muchas preocupaciones debido principalmente a que las atenciones de su padre iban dirigidas a su hermano mayor Beldyr y las de su madre, a su hermano menor Brocelyn, por lo que Brandon se había acostumbrado a rondar por el castillo en solitario a pesar de contar con sólo cuatro años.

Ver al niño deambular por el castillo les causaba cierta gracia a los adultos, que siempre tenían una buena palabra para él. Uno de los lugares que Brandon visitaba con más frecuencia eran las cocinas, donde siempre se encontraba con Viterrand, el maestro cocinero del Castillo de Aguasclaras.

- Buenos días, maese cocinero - saludaba Brandon cada día al entrar en la cocina haciendo un intento de reverencia como le había visto hacer tantas veces a su hermano frente a otras personas. Sin embargo, el modo de hacer la reverencia siempre causaba risas a Viterrand y al resto de los cocineros y ayudantes que se encontraban en las cocinas.

- Buenos días, Ser Brandon - le respondía Viterrand con alegría, sabedor de las peculiaridades del linaje de Ser Baltrigar. A pesar de ello, Viterrand siempre llamaba ser a Brandon al ver como la alegría iluminaba la cara del niño.

Además de por los saludos de Viterrand, Brandon disfrutaba de sus visitas a las cocinas porque el maestro cocinero siempre tenía alguna golosina para darle que luego él comía mientras miraba el ajetreo del trabajo diario en las cocinas.

Un día, mientras estaba en las cocinas, Brandon cogió un pequeño cuchillo que estaba encima de una de las mesas y se puso a jugar con él acuchillando al aire como había visto hacer a su padre y los demás hombres de armas del castillo durante las jornadas de instrucción.

Sin que Brandon fuese consciente, Viterrand observaba los torpes movimientos del niño con el cuchillo hasta ver como, después de tropezar consigo mismo, caía al suelo soltando el cuchillo.

Este niño no está hecho para manejar un arma como su padre... esperemos que destaque en algo más - pensaba Viterrand con cierto grado de preocupación.

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05/01/2014, 21:57
Ser Gwraidd Tully.

VIÑETA XII: Año 137 de la Dinastía Targaryen.

Gwraidd Tully

Para él habían sido dos años maravillosos. Protegido por el castillo, por los hombres de armas; con sus hermanos para jugar, sintiéndose querido y deseando aprender, comprender, moverse. Cuando pasaran los años, y tratase de recordar su infancia, siempre volvería a ese lugar. A sus juegos divertidos con la espada con Haudrey, a sus paseos junto al usualmente callado Pendrik, a observar desde la distancia a su siempre atareado y preocupado padre, a sus charlas con su madre preocupada por sus hijos y por la dignidad. 

También fueron años de aprender con el maestre Ammon, y de observar a criados, a soldados, de mirarlo todo con unos ojos distintos, los ojos de aquél que había entendido que tenía un propósito, una misión en la vida. 

El castillo era suyo, y de todos los miembros de su familia, quizás, había sido el que más lo había recorrido, el que más se había preocupado de comprender tanto el castillo como los habitantes del mismo. Sentía que esa era su obligación y, aunque se la tomaba como un juego más, dedicaba al mismo un punto adicional de deseo, de perseverancia. Había intentado, alguna vez, hablar con su padre. Pero el que estuviera tantas veces ocupado no había disminuido su amor, ni su admiración por él. 

Y entonces... aquel día lo había comprendido, al leer los pergaminos que le había dado el maestre Ammon. Había comprendido lo que significaba el término de heredero. Y había comprendido lo que él no era. No le había dicho nada al maestre Ammon. No le había dicho nada a Pendrik. No le había dicho nada a su padre. Sólo una vez, con su madre, había llorado, sintiendo un dolor por la perdida de algo que ni era consciente, hasta ese momento de desear, de necesitar.

Era un Tully. Tenía obligaciones. Habían sido dos años maravillosos, y ese dolor... de ese dolor no volvió a hablar en mucho tiempo 

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06/01/2014, 00:32
[OUT] Maestre Ammon.

 MAESTRE AMMON. 

     VIÑETA XII

     CASTILLO DE AGUASCLARAS. Año 137 después del desembarco del Rey.

     Interacción: Probis.

     Mención: Ser Trycian de Dorne, Ser Hadder Tully,  Vesania Oakenshaf, Nana la Comadrona.

 

     El griterío se propagó como la crecida de un río tras las lluvias del primer año de un otoño, primero de un modo casi tentativo para después inundarlo todo arrastrando a su paso a mujeres y niños, ancianos y guerreros. ¡Ser Trycian!, decían, ¡Ser Trycian!

     Desde la atalaya privilegiada de la torre de los cuervos Ammon contempló como la masa corría de un lado a otro dejando caer sus bártulos, abandonando temporalmente a sus niños y hasta descuidando sus puestos de observación para buscar un rostro conocido a quien descubrir la gran noticia. ¡Ser Trycian! Ammon frunció el ceño, acabó de cambiar el agua de los abrevaderos de los animales y salió de la sala cerrando con una de las dos llaves que siempre llevaba consigo, descendiendo nivel tras nivel hasta llegar al enorme salón de banquetes donde se había congregado una pequeña multitud. Un sirviente le tomó de las mangas y tiró de él, llamando su atención.

     –¡Maestre Ammon! –dijo el hombre, llamado Belon–, Ser Trycian, ¡Ser Trycian!

     –Ser Trycian, sí –dijo Ammon, malhumorado–. ¿Qué demonios pasa con Ser Trycian?

     –Lo han encontrado el el bosquecillo, Maestre –el hombre abrió mucho los ojos–. ¡Protegido por las ramas de un arciano seco que lo cubría, defendiéndolo de unos lobos que intentaban devorarlo!

     –Unos lobos –Ammon asintió–. Entiendo. ¿Y no había también un león, una trucha y un dragón por ahí?

     –¿Una trucha…?

     –¿Dónde está Ser Trycian? –dijo Ammon.

     –Allí –respondió Probis a su espalda, señalando hacia la puerta de entrada al salón e invocando al fin al silencio, el cual devoró a su enemigo el griterío de una rápida dentellada.

 

    ——————————

     A indicaciones de Probis, tres hombres depositaron la camilla improvisada sobre una de las alargadas mesas principales del salón y la pequeña congregación abrió una suerte de plazuela en derredor, dando paso al Maestre. 

     Sobre la camilla reposaba inconsciente Ser Trycian (porque en efecto era el mismo Ser Trycian que había desaparecido un año atrás), cubierto de suciedad, restos de maleza y tierra reciente. Una miríada de pequeños cortes salpicaban la superficie de su torso desnudo, y podían verse por doquier restos de cicatrices secas y limpias de un fuego muy intenso que había llegado a su rostro, devorando gran parte de sus ahora muy copiosos cabellos. La barba crecía desigual, como si no la hubieran cortado durante un año.

     Un año.

     Ammon depositó el dedo corazón sobre la carótida, localizando un pulso débil e irregular. Abrió el ojo derecho de Ser Trycian tirando de su párpado superior y flexionó brazos y piernas, mientras murmuraba algo para sí.

     –¿Está bien? –dijo Probis a su espalda.

     –No –respondió Ammon–. Pero está vivo.

     Las voces regresaron al salón, y la palabra que se repitió más, por encima del nombre de Ser Trycian, fue la de “Milagro”.

     –Dejemos los milagros para quien proceda –dijo Ammon entre dientes, mirando a Probis–. Necesitaré ayuda. Que lleven a Ser Trycian a una de las habitaciones grandes, y llama a Vesania. Necesito que me procure dos muchachas fuertes, hábiles y listas para que puedan turnarse durante todo el día.

     –Las tendrás.

     –Sobre todo listas. No me gusta tener que repetir las cosas cuando hay una vida en juego.

     –Descuida –dijo Probis asintiendo. 

     –Haré una lista con todo el material que necesitaremos. De lo más delicado me ocuparé personalmente.

     –Ser Hadder está regresando del campo junto a sus jinetes. Estaba cazando bandidos y... En fin, querrá verlo.

     –Por supuesto –dijo Ammon–. Pero él, y nadie más. En esa habitación entramos tú, yo, Vesania, las muchachas y Ser Hadder. Al menos hasta que esté seguro de su evolución. Ah, y necesitaré una cosa más, Maese Probis.

     Probis volvió a centrar su atención en los ojos del Maestre. El Mayordomo de Aguasclaras era un hombre perspicaz, y comprendió de un modo instintivo que lo que venía ahora iba a despertar de nuevo al griterío.

     –Tienes que traerme a Nana –dijo el Maestre Ammon, bajando la voz–. Y por favor, asegúrate personalmente de que esta vez encuentra la habitación de Ser Trycian.

 

     El Maestre devolvió su mirada al caballero dorniense mientras Probis se hacía paso marchando ligero hacia la salida. El coro, entretanto, volvió a murmurar con creciente intensidad hasta que las voces abandonaron la sala por las ventanas, ascendiendo escaleras, atravesando rendijas.

     “Ser Trycian, brujerías, Maestre Ammon, Milagros, Niños del Bosque, Nana, hechicerías Valyrias”

     Durante los siguientes meses, el orden de aquellas palabras repletas de poder se combinó de las más extrañas formas, no permitiendo que se escuchara otra cosa en Castillo.

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06/01/2014, 04:24
Ser Trycian de Dorne.

Año 137 de la Dinastía Targaryen, Castillo de Aguasclaras.

Ser Trycian de Dorne.

Mención a: Maestre Ammon, Nana la Comadrona, Vesania Oakenshaf, Ser Hadder Tully.

Mis ojos se abren de golpe y veo un techo conocido sobre mí. El Castillo de Aguasclaras es un lugar familiar para mí después de un año de haberlo habitado, pero ha pasado tiempo desde que estaba en estos salones, mucho tiempo, no sé cuánto. La inconsciencia me asalta como una fiebre recurrente y mis sueños se mezclan con la realidad de forma que no puedo diferenciar un plano de otro.

Veo al Maestre Ammon revisándome mientras unas mujeres me rodean con sus manos y atienden mis heridas. No sé lo que ocurre, pero no siento dolor alguno, por lo que no sé por qué podrían estar tan preocupados, sentimiento que muestran en sus rostros cada vez que me miran, sobre todo esa ama de llaves de apellido Oakenshaf, que parece que viese a un fantasma en vez de a un hombre.

Veo a Nana y me parece que hace algo, pero no sé qué es lo que hace en mí. Luego veo a Ser Hadder, que me habla, pero no logro entender sus palabras, pues el viento y el sonido de los árboles que me rodean me satura los oídos. Luego veo que vuelvo a estar en mi habitación, pero esta vez solo hay una mujer que me mira desde un costado.

Escucho el ruido de los árboles, pero no tengo ninguno a mi alrededor. Seguramente es el sonido que aún está en mi cabeza de tanto oírse y que tardará tiempo en marcharse. Mi cabeza está apoyada en una cama suave, pero aún tengo el tacto de la corteza del árbol blanco detrás de mí, que me protege con sus ramas. ¿Cómo llegué allí? No lo recuerdo. ¿Qué pasó conmigo? Tampoco sé eso. El único recuerdo que tengo son llamas... muchas llamas.

El grito de un caballo me despierta y pienso en Nostalgia. No sé donde está, pero recuerdo que estaba enfermo la última vez que lo vi. Lo dejé con el Maestre Ammon para que le cuidase mientras yo iba a recaudar impuestos. No sé qué más pasó, algo en un bosque, algo malo.

Mi mente comienza a despejarse de a poco, pero sé que los días comienzan a transcurrir mientras recobro mi capacidad de entender y pensar. Veo las heridas en mi cuerpo y como han sanado casi completamente. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero poco a poco comienzo a recordar pequeños destellos de lo que sucedió.

Recuerdo el camino del bosque, recuerdo una conversación tonta acerca de bandidos. Después vino el fuego y las flechas. Recuerdo los barriles explosivos y el dolor del fuego. Recuerdo mi caballo muriendo, el golpe de la caída, el arbusto. Luego recuerdo el combate y mi intención de no morir sin luchar. Finalmente recuerdo la oscuridad.

Solo las mismas personas se acercan a mí. Parece que por algún motivo no son muchos quienes pueden entrar en mi habitación. A ratos tiendo a caer nuevamente inconsciente, pero entonces me saca de mi sueño el tallado de un rostro en el árbol. Era extraño y sus hojas rojas siempre me mantuvieron seguro. Su rostro comúnmente me habría asustado, pero era relajante y expelía una sensación de paz que no conocí nunca antes.

Finalmente vuelvo a despertar, lo que me hace pensar en el tiempo pasado y en como fue que sobreviví. Quizás nunca lo sepa, quizás sí. Poco a poco voy recobrando los recuerdos, pero no sé cuántos serán los que finalmente recobre. Espero que el Maestre Ammon me permita salir de aquí, pues sé que es más de una semana lo que llevo descansando y ya me siento débil. Quiero salir, ver la luz del día y mover mis piernas una vez más.

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06/01/2014, 13:19
[RIP] Malcom Ríos, Repostero de la Familia del Señor.

AÑO 136 DE LA DINASTÍA TARGARYEN: Castillo de Aguasclaras.

Malcom Ríos.

Mención: Ser Hadder Tully, Probis.

Interacción: Lydia Tully.

Ser Hadder Tully había sido benevolente con él permitiéndole aprender de Probis. Sin embargo, debido a sus raíces nobles, le iban a encomendar la tarea de acicalar la hacienda donde vivían y dejarlo todo listo. Aún estaba aprendiendo y de momento lo que más hacía era procurar dejar las habitaciones de los hijos e hijas de Ser Hadder y la habitación de los mismos señores recogida.

Iba de aquí para allá recogiendo las telas sucias tras la noche más o menos agitada en los cuartos y colocando unas nuevas y limpias. Practicaba la doblez de las sábanas, pues si bien sólo era una doblez, era algo sumamente importante. Debía atender el más mínimo detalle para que al echar un vistazo en la habitación, no hubiera nada fuera de lugar nada descolocado y todo perfectamente perfilado.

Su misión pues era encargarse de mantener todo en absoluto orden y entregar las prendas y demás enseres que estuvieran sucios a las criadas para su limpieza. Asegurar que todo estuviera siempre igual era algo que permitía reconocer con una mirada si alguien había entrado sin consentimiento dentro de las habitaciones, por lo que el trabajo era algo importante. Como labor adicional se había acostumbrado a revisar las habitaciones cada vez que tenía oportunidad para garantizarse a sí mismo que aquello funcionaba y de hecho funcionó.

- ¿Princesita? ¿Te has echado en la cama de nuevo? - Preguntó con lo brazo en jarras a la señorita Lydia Tully. La llamaba así porque le hacía gracia.

Ella respondió con una mirada hacia el suelo y dejando caer su melena sobre su cara, ocultándola.

- Déjame decirte que me dedico mucho tiempo a mantener todo ordenado. - La miró frunciendo levemente el ceño. - Avísame la próxima vez que lo vayas a hacer, no quiero que algo esté mal y yo no lo sepa.

Le revolvió el pelo para quitarle aquella idea de regañina que sin pretenderlo le había inspirado a la pequeña.

- Luego te dejo pasar el rato conmigo si quieres, ahora voy a ir a por las sábanas que deben haber limpiado y secado ya para guardarlas. - Le guiñó un ojo y se marchó con paso apresurado.

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06/01/2014, 19:35
[RIP] Ama de Llaves Vesania Oakenshaf.

VIÑETA XII: AÑO 137 D.A. (DESDE EL DESEMBARCO DE AEGON).

Mención: Probis el Mayordomo

Todo era más sencillo en la casa señorial de Orilla Azul. En el castillo era una figura respetable y que debía hacerse respetar. Allí sólo era una jovencita asustada y desesperada, deseosa de serle útil a su salvador. Si no hubiera caído en los protectores brazos de Probis no sabía que hubiera podido ser de ella. No era fácil encontrar un hombre de tan íntegros valores.

El ajetreo del castillo la tenía ocupada casi todo el día. No le gustaba tener que delegar en otras personas pues el resultado acababa siendo menos satisfactorio que si lo hubiera realizado ella misma, pero no le quedaba otra opción. Entre Probis y ella supervisaban el trabajo de todo el servicio lo cual era una pesada carga sobre los hombros. Desde que el mayordomo la acogió a su lado, Vesania se había mantenido firme junto a él, dándole todo el apoyo necesario, como si fuera el bastón que necesitaba un cojo para no tambalear a lo largo del camino. Admiraba su rectitud, admiraba su férrea voluntad y compartía con él la soledad de no tener a nadie. Todo eso había hecho que los lazos entre los dos se hicieran fuertes, pero jamás se habría atrevido Vesania a importunarle con sus verdaderos sentimientos. Lo quería, lo amaba y, rezaba a la Vieja para que algún día él se olvidara de aquella alianza. Sin embargo, que fuera fiel a los votos que pronunció una vez no hacía más que aumentar su ciega admiración por él. A veces observaba como Probis tocaba la alianza, con aquellas nudosas manos, deseando que fuera su piel la que acariciaban, como unas raíces penetrando en la fértil tierra. Entonces volvía a la realidad y pagaba su frustración con alguna torpe sirvienta bajo cualquier pretexto.

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06/01/2014, 20:10
Cicatriz.

     CASTER “CARACORTADA”.

     CASTILLO DE AGUASCLARAS. Año 137 después del desembarco del Rey.

     INTERACCIÓN: Darién Piel de Lobo y Armase Arena.

 

     El constante choque de armas embotadas contra escudos de entrenamiento, más ligeros y toscos, se detuvo en cuanto las dos recias puertas de madera de la gran sala de armas se abrieron dando paso al jinete Armase Arena y al otro, aquel gigante al cual llamaban “Caracortada” y que, según decían, una vez partiera un buey de un solo mandoble. Los hombres apenas lo habían visto por Castillo, puesto que sólo abandonaba su lugar en la Barbacana exterior a requerimiento de Ser Hadder. Que se encontrase allí, después del desafortunado acontecimiento de la mañana, no era buena señal.

     Caster caminó hasta situarse frente al grupo de novatos. Dio un vistazo aquí, allá. Luego se acercó a Darién y le saludó entrechocando los antebrazos.

     -Darién, hermano. Lamento interrumpir tu clase con estos cagarros de vaca. -Los hombres se miraron los unos a los otros. 

     -Disculpas aceptadas, Caster -Darién dejó su espada de entrenamiento a un lado-. Cualquier interrupción es bienvenida: estas niñas son torpes como lechones. Y para colmo no te los puedes comer.

     -¿Tengo tu permiso para dirigirme a esos cagarros? 

     -Por supuesto -dijo Darién.

     Caster se volvió, paseando despacio entre los guerreros. Alguno retrocedía, otro fijaba sus ojos en el suelo, todos temblaban. Tras un breve y errático deambular, el enorme jinete se detuvo frente a Armase Arena.

     -Este hombre de aquí es mi hermano -dijo Caster en voz alta, para que todos pudieran escucharle-. Ha sangrado por mí. Pondría mi vida en sus manos, y daría mis dos brazos para salvar la suya.

     De pronto, moviéndose más rápido de lo que aquellos novatos hubieran podido imaginar en un hombre de su tamaño, el Caracortada lanzó un puñetazo contra el estómago de Armase, quien se dobló en dos y cayó de rodillas como un fardo lleno de rocas. Darién y Caster lo ayudaron a levantarse apenas unos segundos después mientras los hombres murmuraban a sus espaldas.

     -Es mi hermano -siguió diciendo una vez Armase estaba ya de pie, apoyado sobre el hombro de Darién-, y por eso resolvemos nuestros problemas de disciplina así, como una familia. Pero vosotros -dijo volviéndose hacia los guerreros. Su rostro estaba enrojecido a causa de la furia-, ¿vosotros? Vosotros no sois nada. Sois mierda. Sois peor que la mierda. Manchar mis manos con vuestra inmundicia, como hizo mi hermano Armase, es… inconcebible.

     Caster volvió a caminar hacia los novatos, que comenzaron a retroceder.

     -He oído que habéis ordenado a una sirvienta que limpie vuestras armas -dijo en un susurro-. ¿Pensáis que sois Señores? ¿Pensáis que la servidumbre está aquí para limpiar vuestros cagarros…?

     -¿Nosotros…? -Un muchacho de unos dieciséis años se adelantó-. No hemos sido nosotros. Ha sido Bry…

     -¿Has oído algo, Darién? -dijo Caster.

     -Nada significativo -respondió Piel de Lobo.

     -Eso me pareció -Caster se acercó al atrevido y clavó la mirada en sus ojos, situados casi dos cabezas más abajo-. Porque cuando yo hablo, los cagarros como tú se callan. Digo "Vosotros" porque, en primer lugar, para mí todos los cagarros son iguales. Y en segundo lugar, porque todos sois responsables de todos, aquí y en el campo de Batalla. Lo que uno de vosotros hace mal, todos lo hacéis mal. Y vosotros habéis pensado que, quizá, sois huéspedes en este Castillo, y que, quizá, tenéis algún derecho a cobijar vuestros culos de mierda bajo sus techos. 

     Durante unos segundos, el Caracortada se limitó a respirar entre el silencio sólido que se había establecido en la gran sala. Luego regresó junto a Darién y Armase, quien parecía haberse recuperado bien tras el terrible golpe de su compañero.

     -Y yo voy a mostraros cuál es vuestro lugar -dijo por fin-. Vestid vuestros cueros, tomad vuestras armas y formad ahora mismo en el patio. 

     -Pero está nevando -dijo una voz, casi en un susurro.

     -Precisamente, idiota -murmuró Darién entre dientes.

     -Todos, excepto ése a quien llaman Bryan Renthyon -continuó Caster-. Ese cagarro se quedará en su confortable litera, descansando, mientras el resto de cagarros os pudrís de frío. Pero cuando me apetezca que dejéis de formar ahí afuera, mañana, pasado mañana, cuando sea, el tal Bryan limpiará hasta la última brizna de barro que manche vuestras armaduras y afilará hasta la más insignificante de vuestras dagas. Y si no me gusta el aspecto de vuestras armaduras o lo afilado de vuestras hojas, volveréis a formar durante otro par de días con sus noches, y él volverá a limpiar.

     Caster se volvió de nuevo hacia Darién.

     -Una vez más, mis disculpas, hermano.

     -Una vez más, aceptadas con gusto -respondió Piel de Lobo-. ¿Quieres que corran un par de leguas antes de formar?

     -Lo dejo a tu sabio criterio -dijo Caster. Después miró hacia Armase, asintiendo, y abandonó la sala.

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06/01/2014, 21:45
[RIP] Din el Forestal.

Castillo de Aguasclaras. Año 135:

Nada hacía presagiar las novedades a las que se enfrentaría la familia de Din aquel año. Lord Hadder Tully tomó posesión del feudo de Aguasclaras y se mudó allí con toda su familia y su séquito, y aquello incluía a Din, Lumila y sus hijos. Por supuesto, después de aquellos años sirviendo a aquel hombre, Din ni lo dudó.

Instruyo a su familia, recogieron las escasas pertenencias que podían llevar con ellos y cerraron su casa familia en Orilla azul para partir hacia el Castillo.

Allí recibió el cargo de Forestal. Cargo con muchas responsabilidades pero que trajo mucho orgullo a su familia. A él le tocaba velar por la seguridad en los bosques y hacer respetar la ley. En su mente aún pululaban los fantasmas de los bandidos que tanto daño habían hecho a aquellas tierras en el pasado.

Había escuchado rumores entre las gentes del pueblo. Le llamaban el cazahombres, y no se equivocaban.

Para ayudarle en la tarea, Lord Hadder envió a un nuevo compañero para Din, un joven llamado Darién, que se presentó ante él embutido en una capa de lobo que le quedaba grande. El chico prometía y Din no era de los que decían que no a un par de manos extra.

- Bienvenido. – saludó al joven. – Te pondré al día en las próximas semanas. – continuó. – Ahora debo acudir a visitar a mi esposa, creo que acaba de dar a luz.

Un extraño comienzo para esa relación entre Din y Darién.

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06/01/2014, 21:58
Ser Baltrigar "el Traidor".

Castillo de Aguasclaras. Año 135:

Ser Baltrigar hizo acopio de lo acontecido aquel año. Había salido de Bastión de las Tormentas con su familia, huido dirían algunos, aunque no fue exactamente así.

Estaba cansado de su familia, harto de sus hermanos que le menospreciaban por ser un bastardo. Todos los problemas de la gran casa noble Baratheon no iban con él, y menos después de cómo le trataban. Finalmente hizo acopio de valor y decidió lo que creyó mejor para su familia, fue a jurar lealtad a Ser Hadder Tully. Un hombre valeroso que se atrevía a luchar por lo que creía justo. Alguien digno a quien servir.

No se arrepintió de su decisión ni un solo instante. La vida en el castillo fue próspera y feliz. Su hijo Beldyr ganó un concurso de heráldica para pajes, y supuso todo un orgullo para Baltrigar y su esposa, Clarissa. También nació su tercer hijo, Brocellyn. La vida les sonreía y pensaba que no podía ser mejor.

El torneo que Ser Hadder organizó fue una buena distracción para todos, a pesar de que para Baltrigar no fue muy agradable ver a un enviado de Bastión de las Tormentas. La aparición de Ser Tarwen Tormenta y de ninguno de los verdaderos Baratheon ensombreció ligeramente el humor del caballero, pero no le impidió participar en el torneo y dar lo mejor de sí a pesar de que no ganó.

Se dijo a sí mismo que evitaría hablar con Ser Tarwen en la medida en que pudiera.

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06/01/2014, 22:04
[RIP] Ser Hadder Tully, Señor de Aguasclaras.

AÑO 135 DE LA ERA TARGERYAN: DESEMBARCO DEL REY.

SER HADDER TULLY.

INTERACCIÓN: SER OTTER CRAKEHALL, JINETES LIBRES CASTER, RUSS Y EDDER.

La bandera blanca hondeaba en lo alto de la torre de vigilancia, mientras Ser Hadder mantenía con su izquierda una improvisada bandera en la explanada que se prolongaba en el exterior de la fortaleza. Creada a partir de una lanza rota y un pedazo de tela blanca ensangrentada, aquel símbolo no parecía reflejar intención de parlamento. Pero era lo que sus hombres habían podido improvisar cuando Ser Hadder había dado la orden. La primera barbacana se levantó con un chirrido y un jinete salió al paso, deteniéndose mientras la barbacana exterior terminaba de franquearle el paso.

- Viene solo, Ser – dijo uno de los jinetes libres presentes.

- No quedan muchos cagarros con ganas de salir – contestó otro limpiando la sangre de su acero.

- Dejadme a solas con él – comentó ser Hadder al ver que el caballero se mantenía a la espera a pocos pasos de la fortificación exterior.

- Estáis a alcance de arco Ser, no podemos confiar en los cerdos de compañía de los Lanisters - protestó el tercer jinete presente.

Ser Hadder desenvainó su espada y con un potente gesto la hincó en la tierra que tenía delante. Levantó algo más el mástil de su bandera haciendo un gesto de confirmación hacia la fortaleza y acto seguido giró la cabeza y lanzó la bandera a uno de sus acompañantes.

- Sigue siendo mi cuñado, marchaos – sentenció con un rugido salido de su pecho.

Los tres hombres protestaron en silencio y volvieron sus miradas una última vez a la figura que se acercaba. Terminaron por poner espacio de por medio de aquel encuentro. La espada de Ser Hadder aún vibraba por el impacto contra el suelo cuando el caballero se bajó de su caballo.

- Ser Otter – pronunció a modo de saludo Ser Hadder.

- Ser Hadder – devolvió.

- Habéis defendido con honor aquello que se os ha encomendado, pero la estupidez no ennoblece a nadie - Ser Otter siguió momentáneamente con la mirada clavada en el horizonte para enfocar luego sobre los ojos de su cuñado.

- No os he pedido vuestro perdón, no os debo nada. Vos mismo decidisteis traicionar la confianza de nuestra familia -

- ¿Qué confianza? ¿La misma confianza que llevó a vuestro padre a contratar bandidos y criminales? ¿La misma confianza por la que vuestra hermana tuvo que pagar con su hijo no nato? ¿O por la que las gentes de estas tierras han tenido que ver sus vidas segadas? - comentó con furia sostenida Ser Hadder. – Vuestro padre perdió su buen juicio hace tiempo y por esa pérdida su familia y mi familia han sufrido. -

- Vos mismo no podéis hablar de confianza y sufrimiento. Habláis libremente de los sentimientos de mi hermana cuando vos mismo los habéis apuñalado por su espalda. Sois valiente Ser Hadder, pero también sois un cínico con vuestras palabras. Yo no os he pedido una tregua - Ser Hadder sostuvo por un momento su mirada.

– Estáis aquí porque me he propuesto no derramar sangre de mi familia y tendré consideración con vuestras palabras por Lady Olenna y por vuestro escaso conocimiento. Pero juro que si volvéis a poner en duda mi honor, atravesaré esos muros con mis hombres, pasaré a hierro a esa carroña que alimentáis y os ensartaré ese pendón blanco de la torre en el pecho - Ser Hadder se tranquilizó momentáneamente con un esfuerzo visible.

- Siempre he pensado que un hombre no debe pagar por los errores de sus padres Otter y que los buenos hombres no deben morir a causa de alguien que se envilece con sus decisiones. Así que tomad vuestra decisión aquí y ahora, pero os daré un consejo: un hombre justo es aquel que da una oportunidad, uno estúpido aquel que cree tener dos - Ser Otter observó durante largo tiempo los cuerpos del campo de batalla.

- ¿Cuales son vuestras condiciones Ser Hadder? -

- Me rendiréis el castillo inmediatamente y se os permitirá enviar un mensajero a vuestro padre para asegurar que vuestra familia no ha sufrido daño alguno. Entregaréis a los bandidos que se asientan en la la plaza para que sean juzgados por sus crímenes -

- ¿Y mis hombres? -

- No soy un asesino Otter, tus hombres podrán acompañaros de vuelta a vuestras tierras si así lo decidís -

- ¿A qué os referís? - preguntó extrañado ser Otter. Ser Hadder relajó sus facciones al comprender que su cuñado claudicaba.

- Sois un hombre valiente Otter, digno hijo y castellano. Si en vuestra conciencia creéis que vuestro camino está con vuestro padre, es algo que está en vuestras manos, pero, vuestra hermana os extraña y sois mi familia. - La mirada de Ser Otter se paseó por la figura de su cuñado. - Sois mi familia Ser Otter - repitió Ser Hadder.

Ser Otter pensó que aquel hombre transmitía algo, hombre había asediado una plaza con unas cuantas levas mal preparadas en dos ocasiones y la había rendido. La gente de aquella tierra le seguía, no sólo le obedecía. Empezaba a entender por qué su hermana lo amaba y lo seguía amando. El alma de Ser Otter se resquebrajaba ante la decisión que su cuñado le exigía tomar en cuestión de un suspiro, pero Ser Otter ya había tomado sus propias decisiones antes de cabalgar a su encuentro.

- Y vos sois mi señor. Ser Hadder, bajo estas condiciones rindo el Castillo del Lago -

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AÑO 137 DE LA ERA TARGERYAN: CASTILLO DE AGUASCLARAS.

INTERACCIÓN: Maestre Ammon, Nana la Comadrona, Vesania Oakenshaf, Caster “Pocasbromas”.

MENCIÓN: Ser Trycian de Dorne

- ¡Llega el señor, abrid las puertas! - Se escuchó desde lo alto de la torre desde la explanada.

La llegada de Ser Hadder a la cabeza con sus hombres levantó una polvareda en la pendiente que conducía al primer rastrillo. El humor del señor de Aguasclaras se había avinagrado con el infructuoso paso de los meses, sin ningún indicio de los responsables del asalto a la caravana de recogida de impuestos, que había sucumbido con Ser Trycian a la cabeza.

La pérdida del tesoro era un golpe duro, pero más duro había sido el golpe en la moral de los hombres y en la tranquilidad de Ser Hadder, que se veía acosado constantemente por los problemas desde su llegada a Aguasclaras. La figura del que sin duda era Caster alzó la mano desde su lugar de guardia.

Ser Hadder dio el alto a su caballo haciendo un gesto para que sus hombres entrasen por delante.

- Señor hay nuevas sobre Ser Trycian. -

- ¡Por fin una buena noticia! ¿Se sabe algo de los asaltantes? -

- Mejor aún señor, ¡ha aparecido! -

- ¿Está vivo? Estos malditos dornienses nunca saben darse por vencidos - dijo Ser Hadder sin poder evitar una sonrisa de satisfacción.

- Cierto señor -

- ¿Está muy mal? ¿Cuando llegará? -

- Sé poco, señor. El Maestre Ammon ha ordenado desde el bosque de los ciervos. Han llegado poco antes que vos. Está en una de las habitaciones. -

- ¿Tan cerca? Iré ahora mismo a verlo – dijo Ser Hadder a punto de picar espuelas.

- Señor –

- ¿Algo más? -

- El Maestre Ammon ha hecho llamar a la Comadrona - El semblante de Ser Hadder se demudó rápidamente. La Comadrona era una excelente conocedora de su oficio, pero siempre que se la hacía llamar era por una buena razón.

Ser Hadder picó espuelas y entró al galope en el patio del castillo. Prácticamente saltó del caballo cuando gruñó a uno de los mozos para que cuidasen de su caballo y escaló de dos en dos los peldaños para entrar por el portón principal. En el exterior de la estancia se encontraba Vesania instruyendo a una mujer del servicio. Rápidamente el ama de llaves enfocó la situación despachando a su acompañante que se inclinó brevemente al paso del señor del castillo.

- Mi señor – dijo inquiriendo con una breve inclinación. Ser Hadder correspondió con un breve gesto de cortesía.

- ¿Cómo está? -

- Débil mi señor -

- ¿Quién está con él? -

- El Maestre y esa, esa Comadrona – dijo dejando un regusto sobre su opinión en su respuesta.

- Necesito algo de ti, Vesania. Haz que lleven un refrigerio rápido a mis hombres y que nos preparen provisiones ligeras. Saldremos en breve -

El ama de llaves se removió incómoda: - Acabáis de llegar mi señor, tras varios días. -

- Bien lo sé Vesania – respondió Ser Hadder. – Di lo que tengas que decir -

La mujer titubeó tras lamentar su primer comentario. - Vuestra esposa e hijos os añoran – dijo tratando de permanecer en un terreno seguro.

- Me alegro de que dispongáis de información de primera mano sobre el parecer de mi esposa, Vesania. Y estoy seguro de que mis hijos estarán deseando ver a su padre, pero mis responsabilidades no se terminan al cruzar las puertas de mi hogar. Si no tenéis nada más que aconsejarme, quiero ver a Ser Trycian. Os agradecería que os ocupaseis de lo que os he pedido y haced que mis hombres estén sobre aviso - dijo ser Hadder mientras golpeaba suavemente la puerta.

Vesania desfiló sin mostrar su cara dejando a Ser Hadder a solas con la puerta. Ser Hadder penetró en silencio en la estancia. El maestre Ammon y la Comadrona permanecían cerca de la escuálida figura que permanecía recostada, conversando quedamente. Ambos se volvieron y saludaron en silencio al señor.

- ¿Cómo se encuentra Ser Trycian, Maestre? - preguntó por deferencia a su cadena en primer lugar.

- Todo lo bien que se puede encontrar un muerto, mi Señor – contestó. – Está débil, desnutrido y con heridas de diversa consideración. -

Ser Hadder se acercó a la cama y contempló que las facciones del dorniense seguían siendo las mismas, pero teñidas por el sufrimiento y las cicatrices. Ser Hadder casi podría describir los padecimientos del caballero leyendo en sus cicatrices, pero algo le llamó poderosamente la atención.

- Maestre. -

- ¿Sí, mi señor? -

- Estas cicatrices son quemaduras – afirmó Ser Hadder señalando bajo la mirada de la Comadrona.

- Sí, mi señor -

- ¿Cómo pueden estar tan...? -

- ¿Curadas mi señor? - terminó la frase el de los eslabones valyrios.

- Sí – masculló Ser Hadder desviando la mirada de uno a otro. Los ojos del Maestre se pasearon por la habitación y por el rostro de la Comadrona. Esta asintió.

- Precisamente de ello queríamos hablarle mi señor -

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07/01/2014, 02:55
Jeremyed el Herrero.

VIÑETA XIII: Año 138 de la Dinastía Targaryen.

Interacción: Jodd, aprendiz de herrero.

 

-¡CLANK! ¡CLANK!- Los martillazos resonaban por todo el patio interno del castillo. Dentro de la herrería, Jeremyed, quien alguna vez fue un pequeño niño de cabellos rubios que a duras penas podía levantar un martillo, sudaba bajo el intenso calor de la forja. Alto y fornido, su rostro mostraba sin embargo el enorme grado de concentración que requería su trabajo. Cuando se encontraba trabajando, para Jeremyed no existía nada más, todo su ser se enfocaba en dar a sus piezas la forma correcta, en sacar a las armas el filo perfecto, en asegurarse que las piezas de armadura tuvieran el espesor preciso.

Alzó con cuidado la pieza al rojo vivo que estaba martillando, y la examinó por un momento, para luego dejarla caer en el barril con agua que se encontraba a su lado. El estallido de vapor y el burbujeo del agua le permitieron relajarse por un momento, y sacarse de los oídos los ecos de sus martillazos. Revisó la pieza una vez más y luego la dejo reposando a un costado. Secándose el sudor con un trapo ya demasiado húmedo, Jeremyed se sentó en un taburete y finalmente se permitió sonreír un momento. El trabajo podía ser duro, pero honestamente no había nada que le gustara más en el mundo.

En ese momento notó que un pequeño niño lo miraba, medio oculto detrás de la puerta de la herrería.

-Jodd, pasa hijo, te estaba esperando.- El pequeño salió de detrás de la puerta y se acercó, los ojos fijos en el suelo. Jeremyed, sonriendo, se puso de pie de golpe y atrapó a Jodd por debajo de los brazos.

- ¡Te tengo! Y ahora sí, ¡al horno! - El pequeño se retorcía bajo los fuertes brazos de su padre. -¡No, no, al horno no! ¡Soy bueno, soy bueno!-

Riendo a carcajadas, Jeremyed dejó caer al niño, tal vez un poco más violentamente de lo que ameritaba su corta edad.

 -Vamos, vamos. Nada de asustarse. Yo a tu edad prácticamente vivía aquí dentro.- Jeremyed acariciaba la cabeza de su hijo, de modo que este finalmente alzó los ojos y sonrió tímidamente.

 -¿Y ya sabías hacer espadas de verdad? ¿Cuando voy a poder hacer espadas de verdad?-

Jeremyed sonrió de nuevo. -Ese es un largo camino, hijo, para eso te faltan unos cuantos centímetros más de altura.- Viendo la decepción en el rostro de Jodd, se apresuró a agregar: -¡Pero hoy darás tu primer paso! Ven, empecemos por esto...-

Rebuscando en una pila de viejos cueros y telas, Jeremyed sacó un viejo delantal de cuero. Examinándolo por un momento, lo colocó sobre una pesada mesa de madera y con un cuchillo lo cortó rápidamente, adaptándolo al tamaño de su hijo.

-Aquí tienes, Jodd. A partir de ahora, te declaro oficialmente aprendiz de herrero. ¡Arrodíllate!-

Riendo, el pequeño Jodd se coloca el delantal como una capa y se arrodilla frente a su padre. Jeremyed levanta de un estante cercano una vieja espada corta bastante herrumbrada, y la apoya cuidadosamente sobre el hombro de su hijo.

- ¡Listo! Ya puedes ponerte de pie. ¡Recuerda llevar tu delantal con orgullo! Y del lado correcto.- Sonriendo, Jeremyed acomoda el delantal de Jodd. -Ahora, joven aprendiz, empezaremos por los nombres de las herramientas...-

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07/01/2014, 13:45
Ser Baltrigar "el Traidor".

VIÑETA XIII: AÑO 138 D.A. (DESDE EL DESEMBARCO DE AEGON).

Castillo de Aguasclaras. Ser Baltrigar.

Mención de Nana la Comadrona.

Por cuarta vez Baltrigar era condenado a esa tensa espera fuera de los aposentos de su esposa. En el interior, Clarissa se había puesto de parto. Nana había acudido con prontitud para ayudar a la mujer del caballero a traer a su cuarto hijo al mundo.

A pesar de que conocía el procedimiento de memoria, Baltrigar no era capaz de estarse quieto y esperar. El banco del pasillo junto a la puerta de sus aposentos se le antojaba escaso y demasiado pequeño. Se levantó y comenzó a pasear de una punta del pasillo a la otra, sin perder de vista la puerta de la habitación.

Por órdenes del propio Baltrigar, el resto de sus hijos esperaban en otro lugar. No quería que escucharan los gritos de su madre y prefería mantenerlos al margen hasta que todo hubiera pasado.

La incertidumbre sobre si el bebé nacería sano era algo que abrumaba a Baltrigar, a pesar de todos los embarazos pasados de su mujer, era algo a lo que no se habituaba. A todo ello se sumaba el hecho de que no podía aliviar el dolor o las molestias que estaba sufriendo su amada Clarissa. A Baltrigar, como a cualquier hombre, le gustaba poder “arreglar” las cosas que no estaban yendo bien para sus seres queridos y su familia, y durante un parto había etapas en las que lo único que Baltrigar podía hacer, aparte de apoyar a su esposa, era esperar.

El carácter tranquilo y calmado de Baltrigar cambiaba mucho durante aquellos tensos momentos de espera. Por ello principalmente había pedido a sus hijos que esperaran en otra habitación, lejos de allí hasta que les mandara llamar. Pidió y no ordenó a su escudero, Orsey Crakehall que cuidara de sus hijos hasta que él les hiciera llamar. No tuvo tiempo de pensar en ello y sólo pudo rezar a los Siete porque Orsey hubiera ablandado un poco su carácter con las lecciones impartidas por el propio Ser Baltrigar. Nada le desagradaría más que enterarse luego de que el joven escudero al que entrenaba había golpeado a alguno de sus hijos.

Al cabo de unas pocas horas escuchó el llanto inequívoco de otro varón. Giró la cabeza hacia la puerta y se encaminó hacia ella con grandes zancadas. Antes de que llegara la puerta se abrió y Nana le cedió el paso. A pesar del momento, de la tensión y los nervios, Baltrigar aceptó a decir algo a la comadrona: - Gracias Nana. - sonrió a la mujer y se introdujo en la habitación junto a su esposa y el recién nacido. Ya lo habían hablado, se llamaría Carlysle.