Partida Rol por web

Estoy bien... dijo entre jadeos a Bethan -   Necesito descansar los brazos... A lo dicho, soltó la ballesta y se descolgó el escudo. Encárgate de alejar a Ser Otter de manera segura... Luego, dirigiéndose a Ser Trycian dijo: Ser Trycian, por favor, es momento de alejarse de la orilla. He visto saetas volar hacia nuestra posición. Esto va a ser un hervidero. Es mejor que salgamos de aquí- Dicho esto se acercó para cubrirle con el escudo mientras hacía ademán de alejarse de la zona. 

Ya sin Caratorcida haciendo fuerza, Ser Otter se levanta del suelo. Camina con calma hacia donde se encuentran sus dos hombres. 

Bethan- llama al soldado- deja de buscar heridas donde no hay y vuelve a tu puesto inmediatamente- ordena- Armase baja ese escudo, AHORA- estaba claro que el soldado no estaba en condiciones de vigilar, pero no podía prescindir por el momento de sus hombres. Lo que tenía bien claro es que sus actos tendrían un merecido castigo. A decir verdad, mucho debía aún de trabajar para enseñar a los hombres lo que significaba obedecer órdenes y disciplina. Aunque él también había cometido un error. Debía haber sido mas tajante a la hora de hacer cumplir sus órdenes. Se dijo que eso no volvería a pasar- no hay enemigos por esta zona así que dejar de hacer estupideces y vuelve a tu puesto. ¡YA!

Al menos aún tenían hombres que sabían hacer bien su trabajo. Caster estaba actuando bien, intentando acaparar el máximo terreno posible para cubrir. 

Todo bajo control, Ser Trycian- contestó finalmente al dorniense. Tras decir esto, fue hasta su caballo y montó en él. Miró a su alrededor, esperando que la tranquilidad volviera de nuevo y que este suceso no hubiera empañado la ceremonia. 

PRIMER PADRE DEL AÑO 140 D.A.

PRIMERA HORA TRAS EL ALBA.

- El Sol se eleva ahora claramente por el horizonte oriental, dejando atrás el momento del alba y entrando en la mañana.

- La ceremonia de Bienvenida del Verano se ha malogrado. Los Siete no han sido debidamente propiciados y, aunque el festival del Verano puede proseguir, está prácticamente garantizado un año entero de mala suerte para todos los presentes...

- El viento que soplaba del Este, del lago, amaina. El espectáculo del Lago Aguasclaras resplandeciendo bajo el sol es muy hermoso, así como el de las bandadas de pájaros surcando el cielo.

ARMASE, BETHAN:

- Ahora que por fin amaina ese molesto viento del Este y que el Sol ya no os ciega del mismo modo, os parece que en el bote no hay nadie, sólo una vieja red desgastada que el viento del amanecer movía de forma engañosa y traicionera. Todo ha sido un mero engaño del destino. Una mala pasada de la vista y el oído. Un mal sueño al filo del amanecer.

Randyl llega andando, terminándose de ajustar la espada al cinto.

Maldita sea, llego demasiado tarde, se me fue el tiempo limpiando mi equipo.

Al llegar observó detenidamente la escena y se acerca cabalgando lentamente hacia Ser Otter. ¿Que es lo que ocurre mi señor?- Le dice mientras lo observa de arriba a abajo, fijándose en las manchas de barro de la armadura.

Armase mira hacia el bote... pero... mi señor... ¿Qué narices había ocurrido? Dos hombres habíamos visto un ataque hostil... Por suerte no había hecho sonar la alarma. 

El jinete baja el escudo y sin decir nada coge su ballesta que estaba tirada y luego agarra a su madre del brazo y la lleva hacia el gentío. Luego se sube a su caballo y desde allí se dedica a controlar el gentío... Quizá no volvería a abrir la boca en todo el día.

 Va a ser un día muy duro.

No muevo un solo músculo ante la ridiculez que protagonizan dos de los hombres de armas del castillo. Incluso el Dorniense me dice que me retire y que salve mi vida. Estoy a punto de golpearlo por su insolencia pero me detengo ante el hecho de que hay muchos ojos de gentes menores y no es bueno para ellos ver divisiones entre las fuerzas de defensa pues minarían su sensación de seguridad.

De un momento a otro se comienzan a retirar pues parece que entraron en razón finalmente. Miro con enojo a ambos mientras se marchan. El de Dorne se lleva a una anciana que parece ser su madre a donde está el resto de los plebeyos para luego subirse a un caballo y continuar su vigilancia.

Miro a Ser Otter, quien parece un hombre de buen corazón, dispuesto a perdonar mucho más de lo que perdonaría yo. Le sigo a lomos de mi caballo de las arenas y le contesto a sus palabras:

 - "Creo que ha sido suficiente vigilia para esos dos por hoy, Ser Otter. Envíelos a un calabozo a que se les enfríe la cabeza antes de continuar. En este momento pueden causar más caos que paz. Yo reforzaré las líneas para cubrir las vacantes."

Cabalgo a su lado mientras miro al resto de los hombres de armas presentes, intentando ver cuales de esos son realmente un aporte y quienes pueden ser más un problema que otra cosa. Me mantengo expectante mientras espero a que continúe la ceremonia.

CABALLOS:

- Sólo van a caballo los jinetes libres que lo hayan declarado expresamente de inicio.

- Los caballeros y espadas juramentadas llevan armas, y los caballeros también sus armaduras completas, no así los espadas. No llevan caballo, pues han asistido como público y no estaban de guardia para el evento.

- Los únicos que están de guardia son los jinetes libres y los cazadores (comandados por Din).

- Maldita sea. - murmuró Din para sí. - Quédate con los niños, cariño. - indicó a Lumila depositando un beso con suavidad en los labios de su mujer.

- Buscaré a Dhur. Ese pequeño va a saber lo que es bueno... - alzó la vista y miró alrededor. Ya sabía que el altercado del bote y el par de guardias no era nada grave, pero ahora quería encontrar a su hijo, traerlo de vuelta y darle una buena reprimenda.

Algo confuso aún fui al encuentro de Padre cuando todo hubo acabado, no sin asegurarme de que mi madre y mi hermano estaban bien. Vi a algunos siervos llenos de pavor por el desastre de la ceremonia, pues auguraban un año de mala suerte. Yo era hombre de fe, pero aquel tipo de superstición me parecía una soberana idiotez. Los siete no iban a vengarse de nosotros por la incompetencia de unos cuantos. 

-¿Qué demonios ha ocurrido, Padre? ¿Por qué os ha tirado ese hombre al suelo? ¿Ha habido realmente un ataque? Desde mi posición con Madre y Horace, no he podido enterarme de mucho -me di cuenta de que aún llevaba el arma desnuda en la mano, y volví a meterla en su vaina.

- Padre, ¿que pasa? - pregunto permaneciendo quieto junto a mi madre mirando en derredor intentando averiguar que pasaba.

- No ocurre nada, tan sólo un malentendido. - respondió Baltrigar a su primogénito.

- Tranquilos todos. - indicó a Clarissa y el resto de los niños.

Miró alrededor buscando a Brandon. No levantó la voz para no interrumpir la ceremonia aunque todo su genio se estaba acumulando y si vociferaba seguro que su hijo acudía. Aunque no era algo propio de un caballero, y Ser Baltrigar tenía que mantener las apariencias.

- ¡Brandon! - llamó sin alzar la voz demasiado. ¿Dónde se habría metido ese crío? - Vuelve aquí ahora mismo. - el tono de Baltrigar no dejaba lugar a dudas. Estuviera donde estuviera Brandon debía volver de inmediato si escuchaba a su padre, o la bronca que le iba a caer no sería una simple regañina.

Parece que poco a poco todo va llegando a su fin. Toda esa situación tan ridícula se cobraría unas cuantas cabezas y ojalá la del Septón esté entre ellas por rehuir a su obligación, absurda y manipuladora obligación.

Sigo en mi posición, buscando en los bosques alguna señal de posible peligro, pero en mi interior surgen unas pequeñas sensaciones de querer hacer alguna trastada.

Siempre llevo en mis bolsillos algunas setas alucinógenas por si me aburro sobremanera, me ayuden a pasar la situación que sea. Y como esta en particular me hace especial gracia, decido coger unas cuantas y echarlas disimuladamente hacia la muchedumbre.

Un remedio por aquí... Un remedio por allá... Y la visión desaparecerá... Tomad palomas, hora de cenar.

- Ahora que las aguas vuelven a su cauce, ¿que tal si todos nos tranquilizamos y podemos realizar la ceremonia con la debida tranquilidad? - digo visiblemente malhumorado.

- Esta interrupción no nos ha hecho ningún bien. - prosigo mirando duramente a los causantes.

- Necesitamos que Siete de Vostoros suban con nosotros y se situen frente a cada una de las imágenes de los Dioses.

Voy señalando uno a uno e indicándoles que se sitúen frente a cada una de las imágenes de los Siete.

- Ser Hadder, el Padre, Ser Madrigal, el campeón del Torneo, el Guerrero, Jeremyed, el Herrero, Lady Clarissa, la Madre, Soraya, la Doncella, Nana, la Comadrona, la Vieja, y por último una de las últimas incorporaciones al Castillo, Brosten, el Desconocido.

Una vez todos están en sus sitios prosigo con la ceremonia.

Empiezo alzando plegarias a cada uno de los Siete para que individualmente nos sean benévolos mientras enciendo velas frenta a cada uno de las imágenes. Luego prosigo realizando una plegaria conjunta aromatizada con el incienso que esparce el Acólito Eremiel.

A una señal indico a mi sobrino que comenzamos un nuevo cántico en el que espero que todos los presentes se unan.

Terminado el cántico realizo con ayuda del Acólito Eremiel las pertinentes ofrendas a los Siete.

Oír su nombre en aquella ceremonia sí que le sorprendió. Tanto que dejó escapar al chiquillo de Ser Baltrigar. Se irguió automáticamente adoptando una pose ceremonial al sentir que las miradas se clavaban en él, pero dejando claro en su rostro su sorpresa. 

- Vamos Totto, parece que tendremos que dar un poco el espectáculo.- Dejó a Ser Baltrigar con sus problemas familiares e hizo una reverencia a su esposa como disculpa por tener que dejarles en ese momento.

Siguió a Ser Hadder respetuosamente, es decir, con la boca cerrada, pero casi se descompone su rostro cuando el Septón eligió para la Doncella a Soraya. Si no se hubiera resistido, ahora tendría unos bonitos arañazos en la espalda, fruto del ardor que a Soraya La Gata, como era bien conocida, le había entrado por su persona. 

Escocerían como unos latigazos pero es que sarna con gusto no pica. Pero no debo, no debo, ¿verdad mi emplumado amigo?

Los ojos de Ser Madrigal se encontraron con los de Lidya Tully. El septón sin saberlo le había dado la oportunidad de mirarla de frente. Sus labios dibujaron una tierna sonrisa. Totto, por su parte, miraba al infinito con sus ojos vidriosos, como siempre.

¡Es inaudito!

Vesania Oakenshaf no daba crédito. No sólo se había perdido el momento álgido del amanecer sino que el Septón pretendía convertir la ceremonia de los Siete en una pantomima. En cuanto empezó la ceremonia Vesania había cortado los juegos con las niñas, y se había dispuesto al lado de Lady Olenna. Ne le gustaba el retraso en la ceremonia, ni el jaleo que habían iniciado un par de soldados, pero aquello ya era demasiado. Cuando escuchó al Septón Eulocis su primera reacción fue la de desfallecer por semejante oprobio a los Siete. Para no caerse redonda miró a Probis, esperando que su serena mirada la sostuviera de pié. Después se giró a Lady Olenna y se dirigió a ella con cara de indignación.

- Mi Señora, esto es demasiado. Déjeme salir con Arianna al estrado. Nosotras honraremos a la Doncella y la Vieja como se merecen. - Una cosa es que el Septón hubiera intentando venderles a Soraya como una costurera, otra era que se lo hubieran creído, y más difícil aún hacer creer a todo el Castillo que eso era así. La gente hablaba, los rumores se extendían más rápido que el polvo en una fortaleza abandonada y muchos ya sabrían que aquella mujer se había dedicado al oficio más antiguo de Poniente. Por otro lado estaba aquel guerrero, Ser Madrigal, ¿es que no había otro valioso guerrero en todo el Castillo? De acuerdo que había ganado el torneo, pero a Lady Olenna no le iba a gustar aquello. Y esa bruja, Nana, frente a su adorada Vieja. Buscó con la mirada dónde estaba la comadrona. La vieja tardaría una eternidad en llegar y si ella subía primero al estrado, ¿quién se atrevería a decirle nada? Ya había conseguido librar a Arianna de su pestilente tacto y haría lo mismo con la Vieja. Si sólo Lady Olenna le diera permiso...

Frunciendo un poco el ceño, Jeremyed baja a su hijo menor, Aaron, y se dispone a subir al estrado. Ser Otter parece estar de pésimo humor, sus guardias han hecho un espectáculo bastante ridículo, y a juzgar por el ruido, más de una armadura acabó abollada sin sentido. Muy a su pesar, todo esto le resultaba vagamente divertido a Jeremyed, aunque años de vivir en el castillo y de servir a más de un noble ya le han enseñado que involucrarse en estos asuntos nunca termina bien.

-Jodd, quiero que te quedes aquí y cuides a tu madre y a tu hermano, ¿de acuerdo?-

Jodd asintió con la cabeza, y tomó de la mano a su hermano menor. Jeremyed se acercó luego a su esposa, y le murmuró algo al oído.

Finalmente se dirigió hacia la plataforma, y se detuvo junto a la misma, mirando a su alrededor por si alguna de las mujeres necesitaba ayuda para subir.

-Querida, Ser Otter parece a punto de estallar luego de este escándalo, y no parece que la conmoción haya sido nada grave. Asegúrate de no perder de vista a los pequeños, lo único que nos falta es que alguno termine recibiendo la furia de algún guardia.-

Sonriendo, Jeremyed acarició por un momento la mejilla de su mujer, y se dispuso a tomar su lugar en el estrado.

La situación empeoraba ¡el jinete llegó a disparar! y por si ésto fuera poco el castellano cayó al suelo como si el yunque de la herrería hubiese volcado. Iba a salir corriendo pronto llegaríamos a estar conquistados por el mar, después de tantos males que debimos de soportar parecía que la situación no mejoraba y ahora ésto.

De repente la gente empieza a reír otros a aplaudir, ¿pero qué sucede? La forma de comportarse de los ciudadanos me hace ver que todo aquello formaba parte de un espectáculo, me enderecé pero mi cara estaba ahora sonrojada como un tomate debido a mi ignorancia de la situación y a la astucia de los aldeanos que habían podido discernir con rapidez el suceso. 

Pasado un rato los ciudadanos se empiezan a poner intranquilos la hora del alba pasa y el Septón no viene, con lo que ya se empieza a presagiar un año de calamidades. Cuando la gente se estaba poniendo las manos a la cabeza y otros veían el contratiempo del religioso como el suceso que provocaría la ira de los siete... pero de repente se escucha el cántico de entrada del comienzo de la ceremonia, la gente se tranquiliza pero aún así no es lo alegre y dicharachera como hubiera debido de ser a consecuencia del retraso de ésta y los aldeanos esperaron no sufrir la ira divina por ello o el Septón lo pagaría.