Partida Rol por web

Juego de Tronos - Castillo de Aguasclaras.

Lo que aconteció después. - Parte I.

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27/05/2014, 21:41
[RIP] Plumby el Flechero.

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147:

- Año 142: 

Una ola de calor arrasa poniente, estoy tan desfallecido que utilizo mis dotes de subterfugio para no aparecer por la Herrería ni estar cerca de ella. 

Paso la mayor parte del tiempo con Blantel, el Maestro Carpintero. Este me orienta haciéndome saber que las flechas son utilizadas en las cacerías para los ciervos, mientras que los jabalíes son cazados con lanzas. Paso el año recolectando la madera de fresno para la lanza que es la mejor madera para este propósito. Ya que el asta tiene que ser muy ancha, fuerte y resistente. También significa que tiene que ser muy pesada. La unión de la punta de la lanza al asta era sumamente importante teniendo que reforzarla con una funda metálica, lo que hace que en unos meses tenga que volver a la herrería a fabricarlas. 

El calor es tan sofocante que merma mis facultades en el trabajo, consigo hacer algunas puntas pero éstas son tan escasas que sólo servirían para unos cuantos caballeros, por alegría muestran ser resistentes y duran tras las cacerías siendo suficientes con fabricar una por cada caballero para darse el trabajo por terminado.

El arco largo del Maestro va cogiendo forma y a finales de este año ya tengo mi arco listo para poder utilizarlo, voy malgastando algunas flechas practicando el tiro con arco, las flechas que hice en años anteriores recordando cuando todavía era un aprendiz e hice la proeza de poner sólo la forja en funcionamiento, en ese tiempo hice tantas flechas que había para dar y tomar. Empecé a coger práctica con el arma que ya se me hacía tan sencillo el dispararla como la honda. 

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27/05/2014, 22:06
Tarmall "Pocas Ganas".

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147:

- Año 142: 

El calor tan sofocante que recorre todo poniente hace que vaya siempre con ropa de armas, sin armaduras, ésto me trae gran cantidad de problemas, pero soy tan terco que me busco por mí sólo el mantenerme durante este años en graves problemas.

Hablo con el septón para que me guíe y hago correr el rumor que soy un fiel seguidor de la vieja, busco su guía para que me oriente en el camino que he de seguir.

En cuanto a nuevos sucesos llega un maestro de armas Otto de Puenteamargo, intento que nos crucemos lo menos posible no iba a practicar con este calor ¡ni mucho menos!.

Visito a Plumby que sigue inventando más cosas para tener contento a los nobles en sus cacerías, me parece perfecto en mi tiempo libre ir viendo cómo con formidable destreza va fabricando sencillas lanzas para la cacería.

Pienso que estaría bien aprender a hacer algunas cosillas pero hacía tanto calor, que aunque recordaba mis viejos tiempos donde aprendí algo de herrería me era imposible ponerme a ello en este año.

Paso gran parte del tiempo acompañado del vino aguado ya que el vino bueno escaseaba para mí, y así iba viendo como echaba las penas entre vasos de vino aguado y mendrugos de pan para llenarme el estómago y un trozo de tocino de las cocinas, era todo lo que me permitía mi estado entre horas de sueño malgastando los días que pasaban sin más sorpresas.

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27/05/2014, 22:30
[RIP] Plumby el Flechero.

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147:

- Año 143: 

Todavía sigue el calor sofocante me decido buscar a Dregg, para ello le pido permiso al señor de la casa y de paso me llevo a Tarmall conmigo que se encuentra entusiasmado, al saber que si no lo encontramos en los bosques iremos a la posada de Solaz allí deberíamos encontrarlo o eso esperamos.

No hay mucho más que pueda hacer durante este año practico alguna que otra acrobacia, canto para entretener a los pájaros, y voy intentando crear versos y estrofas para compartir estos meses de calor con algo más de alegría.

Voy a donde está Sarah la costurera e intentó aprender algo de su arte, estaría bien que me pudiera coser los pantalones, eso pienso ya que estoy sólo decido que tengo que aprender para ir con cierto arreglo.

Hago preparativos para el viaje consulto a Tarmall el camino a seguir y demás, y cómo evitar posibles bandidos durante el trayecto.

En el séptimo mes veo un cometa como no se veía en años, algo presagia y no sé si es para bien o para mal de todas formas ya he tomado una decisión, y con valentía recorremos los trayectos hasta solaz allí encontraré la posada más sórdida, corrupta con la gente más impresentable de todo poniente.

 
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27/05/2014, 22:53
[RIP] Ama de Llaves Vesania Oakenshaf.

Años 141 a 147. Vesania Oakenshaf teje y teje como una araña.

Vesania era plenamente feliz. Puede que fuera la única que lo supiera, pero lo era. Atesoraba su sentimiento con un gran celo, guardado en lo más profundo de su ser, en una parte donde nadie pudiera acceder para quitárselo. Por eso su rostro seguía siendo el mismo: ojeroso, ceniciento, rebosante de amargura y arrugado como consecuancia de las emociones contenidas. Pero si pudiera abrirse, rajarse la piel de la cabeza a los pies y darse la vuelta de dentro a fuera, como a los conejos que Viterrand tenía colgados boca abajo en las cocinas, se vería que estaba radiante de felicidad.

A pesar de su orgullo y nobleza conseguía ser feliz con bien poco. Veia crecer a Arianna y dedicaba tiempo en su educación, considerándola su propia hija. Pasar tiempo con ella, la dulzura d ela que hacía gala la niña, derribaba todas las barreras que tanto años le habían costado contruir a Vesania. La hacía frágil y eso le daba miedo.

Apenas dormía y se pasaba las noches tejiendo en su habitación. Hizo capas para todos los hijos de Ser Hadder. Cuando acabó preparó unas mortajas con las que Probis y ella estarían preparados para el descanso eterno. Y no debía quedar mucho para su final. Cuando se miraba al espejo se veía cada vez más mayor. No le moslestaba en absoluto pues se creía la viva imagen de la Vieja en el feudo, iluminando con su candela los oscuros pasillos del castillo cuando todo el mundo dormía. Su apellido desaparecería definitivamente cuando ella muriese y ya no había vuelta atrás. Reconocerlo le había quitado una enorme presión de encima. La sensación de un trabajo bien hecho. Apretó y aflojó el puño. La muñeca y las articulaciones de los dedos le dolían horrores de tanto tejer. Pero había terminado la última pieza, su propia mortaja.

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28/05/2014, 03:50
Ser Trycian de Dorne.

Viñeta XV

Año 147 de la Dinastía Targaryen - Castillo de Aguasclaras.

Mención: Ser Hadder Tully, Lady Patrycia Florent, Ser Otter Crakehall, Ser Orsey Crakehall, Haudrey Ríos.

Los cirios en frente de mí me nublan un poco la vista. Hace años ya que no disfruto mucho de las ceremonias religiosas de los Ándalos pues los Siete son una Fe cada vez más lejana para mí. Ya no sé bien si creer en La Madre de los Rhoynar, los Siete o los Viejos Dioses, aunque estos últimos son los únicos que me han mantenido vivo cuando las probabilidades decían lo contrario.

Un muerto de pocos centímetros es un inocente perdido, aunque en realidad no sé si me sentiría más triste con ello que con un hijo muerto después de que haya vivido una vida. Mi vista se desvía a Lady Florent y veo su sufrimiento, al igual que el estoicismo de Ser Otter y entiendo que no quiero estar en sus zapatos.

Recuerdo entonces hace unos días, cuando Ser Hadder me dijo que comenzase a buscar esposa, por como quinta vez en muy poco tiempo. Recuerdo claramente lo que le contesté:

 - "No cruzaré mi sangre con mujeres indignas de parir a mis hijos. Prefiero que mi antiguo linaje muera conmigo antes que mezclarlo con la hija de un Señor mediocre."

Entonces me preguntó a qué linaje me refería y le respondí con silencio. Nadie sabe de mi ascendencia y nadie lo sabrá a menos que no me quede otra opción. Lamentablemente, ya que no diré mi familia, nadie querrá casar a su hija conmigo. Tampoco aceptaré a la hija de un Señor que no haya luchado en combate real y se haya ganado mi respeto. Lo que yo más respeto en el mundo es el valor y el honor, por lo que no son tantos quienes yo considero líderes dignos, como lo es Ser Hadder, quien se ha ganado su lugar a punta de espada y con gran honor. Si no fuese así, nunca me habría puesto a su servicio. Lamentablemente dichos señores no sobran.

Veo como se despide el hijo y recuerdo que el ahora Ser Orsey se casará con la hija mayor de Ser Hadder. Eso une aún más las familias, lo que fortalece el lazo y la posición de ellos con el resto, pero no aumenta el poder que tiene el castillo en otros lugares. Para eso hay que figurar en Poniente y para eso creo que debo participar en algún torneo que nos brinde honor como casa.

Mis pensamientos se pierden en justas y luchas mientras el resto despide el cadáver del infante sin saber realmente lo que pienso detrás de mis oscuros y profundos ojos. Así hasta el momento en el que la ceremonia termina y me retiro a descansar, atendido por Haudrey.

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28/05/2014, 12:05
Jeremyed el Herrero.

VIÑETA XV  en la que se narran los años 141 a 147.

 

Mención con texto: Maestre Ammon, Aisa, Ser Hadder.  Aparecen: Plumby, Jodd, Vesania, Ser Otter Crakehall.

 

Principios del año 141.

Apartó los ojos del intrincado sistema del cierre, puso la lámina de chapa que lo cubriría encima, sobrepuesta. Comprobó el mecanismo con la llave, finalmente sonó ¡click!  y la cerradura abrió. Por fin, las cerraduras para Lady Vesania estaban acabadas.  Los trabajos tan pequeños le costaban un imperio al herrero, sus manos, digamos que no estaban a la escala adecuada... además los callos y durezas de años y años de esquirlas y metales herrumbrosos no le permitían trabajar con la delicadeza que el quisiera.

Jerem llevaba anudado un pañuelo en la frente, pero no resultaba suficiente para refrenar el torrente de sudor que empapaba ya la tela y caía, y una vez superadas las cejas mojaba los ojos del herrero provocando el escozor de la sal y el hollín que portaban las gotas perladas.

Tengo que sacar tiempo, tengo que sacar tiempo para ella…

La relación con Aisa y los niños era muchos días algo meramente testimonial. Por fortuna no hay mal que por bien no venga y el calor de las horas centrales del día hacía imposible el trabajo en la fragua. De manera que incluso el propio Plumby y Jodd tuvieron algún desvanecimiento, cosa que llevó a Jerem a tomar la decisión de no trabajar dentro de la herrería de mediodía a la puesta de sol. Este tiempo fue el que ahora aprovechaba para pasarlo con Aisa. La fiel y bella Aisa.

Los años del estío pasaban con rapidez, la propia vida se deslizaba con una velocidad endiablada. Era como si el tiempo fuese una espiral eterna y concéntrica, en la que cada ciclo fuera del mismo tiempo, una circunferencia, sin embargo su velocidad cada vez mayor.

Fue ya en el 143 cuando el herrero dedicó casi un semestre a confeccionar unas dagas que le fueron encargadas  por el castellano. La canícula era brutal, Jerem adelgazó al menos un par de tallas y tuvo fiebres.

Al ver el cometa de mediados de año Jerem meditó, con un presentimiento: Esa bola de fuego, espero que no nos abrase a todos…

Las dagas se acabaron, pero a decir verdad y por el mismo Herrero, que esas dagas fueron uno de los trabajos que más le han costado a Jerem. Quizá fueran los años que comenzaban a pesar. En las sienes de Jerem ya habitaban las canas, que cual copos de nieve iban tiñendo su siempre encrespado cabello, de manera inexorable.

Con las coladas de metal que pudo reunir, regaló a Plumby un martillo y unas tenazas, como sus primeras herramientas propias de verdadero herrero.

Fue a finales de ese año cuando al fin terminó uno de los trabajos pendientes que le traían preocupado. El atril del maestre Ammon. Nunca se lo pidió, era su corazón el que le exigía un pago al maestre, pero del mismo modo, nunca hizo un trabajo de una manera más meticulosa hasta ese día. El maestre había accedido a educar a Aarón. El conocimiento, ese conocimiento que tanto asombraba al herrero, el saber las cosas, la razón de las cosas…

 

-Pasa, pasa…

Se deslizó por la puerta de la torre en silencio. Respetuoso y un poco acongojado, ¿Y si no le gusta?

¿Maestre?, buen día tengáis. Observó al maestre que permanecía de espaldas trabajando en un extraño y fétido ungüento con el que mediante un pincel untaba las patas y los picos de los cuervos.

Sacó el petate en el que había guardado el atril. Ese atril que en principio tenía pensado regalarle al maestre hacía casi un lustro ya, y que, debido al trabajo y sobre todo al embriagador ataque de perfeccionismo que había afectado al herrero se había demorado de manera tan notable.

-Toma asiento si puedes Jerem, no se… por donde no te manches de excrementos de cuervo, es decir, bueno, mmmm ¡no te sientes!- El cuasi anciano se giró. El tintineo de las cadenas que pendían de su cuello repicó bajo los graves graznidos de los cuervos. -¿Qué llevas en la saca?- El maestre lanzó el pincel a un tarro medio lleno de un engrudo viscoso y se limpió las manos en un paño que pendía de su cinto. Mientras con los anadeantes pasos que la edad le provocaba llegó a la altura del fornido herrero. ¿Acaso me traes más trabajo de parte de alguien? Ya te voy diciendo de antemano que tengo un inmenso berenjenal aquí arriba, los cuervos están criando hongos del calor, y la cosa se está poniendo fea, así que no me vengas con faenas y chanfainas de poca monta.-  El maestre estaba sin duda contrariado. Revisando la estancia mientras Ammon se dirigía hasta él, pudo ver junto a una jaula en unas cajitas individuales de tabla fina un par de cuervos muertos. Estaban pico arriba, muy colocaditos, como sin duda sólo se coloca algo a lo que se tiene aprecio y cariño.

-Sien… siento haber venido en un mal momento…- Jerem estuvo a punto de dejar caer al suelo el petate que contenía el atril. Finalmente lo agarró in extremis y lo colocó sobre la mesa más cercana. Deshizo el nudo que cerraba el saco y dejó, por fin, a la luz el atril.

Abrió la bisagrilla que poseía en su centro y lo dejó descansar allí. Al final había rellenado con cobre y bronce glaseado las muescas, había delineado filigranas con punzones de diferentes grosores y lo había lacado. Quizá fuera la obra más meticulosa que jamás Jerem hubiera visto, bien es verdad sea dicho que Jerem había visto poco mundo, y aún menos obras de arte.

Mi señor, lo que veis es un simple detalle, nada en verdad para la alegría que llevasteis a mi vida al dar educación a mi hijo Aaron.- Jerem sonrió con los ojos cristalinos por la remembranza de aquél día.- Mirad, si sólo os descargara el cuello un poco y no os desagradase su acabado, me daría por satisfecho. ¡Por favor!, aceptadme el pequeño presente.-

El maestre observó el armazón. Volvió a pasar las palmas de sus manos por los faldones de su toga, como intentando limpiarlas nuevamente antes de tocar el atril. Pasó las yemas de sus dedos con parsimonia por el lomo de la estructura, acariciándolo.-He intentado pulirlo tod…- El dedo índice del maestre se levantó indicando a Jeremyed que guardase silencio. Al poco Ammon carraspeó y habló.-Creo buen herrero, que lo que aquí me entregáis es parte de vos, y yo, algo así, siempre lo aceptaré con gusto y orgullo.- Entornó lo ojos y despidió a Jerem.- Ahora debéis marcharos, ya hablaremos del asunto de las aleaciones que tanto nos está entreteniendo últimamente.- El anciano se giró y volvió a tomar el brochín del bote de ungüento. Al oír como el herrero agarraba la puerta para cerrarla tras él, suspiró y musitó. -Gracias, Jerem.

Un mes más tarde, el primogénito de Jeremyed se sorprendió. Miró a su padre a los ojos y después las herramientas que reposaban sobre el banco de trabajo. Un modesto martillo y unas tenacillas. Jodd sonrió con humildad y dijo con Orgullo –Gracias padre.-

 

Jeremyed observó el molde de madera que había recogido el día anterior de la carpintería de Blantel.

Una trucha de unos quince centímetros. Genial, justo lo que quería… Finalmente se disponía después de muchas penurias y noches de trabajo a marcar el molde del pez, una trucha que luciría sobre el refuerzo de la hombrera izquierda de la cota de Ser Hadder. Tomó la chapa de bronce y la posicionó sobre el molde de madera y golpeó con delicadeza. Finalmente la forma se mostró ante él.
Sobredimiensionada en el bronce, sólo restaba remacharlo sobre la parte superior izquierda del pecho de la cota. Los refuerzos, el acolchado y el cuero de jabalí habían formado un conjunto formidable. Era lo mejor que podía ofrecerle a su Señor con los materiales que contaba.

De una manera  casi vertiginosa acabó el año, y Jerem tenía sobre sus manos su último encargo. La maza de armas pesada para Ser Otter Crakehall. Quizá estéticamente no había sido su mejor trabajo, sin embargo, el fundido del material y el equilibrado del arma le resultaron extraordinarias.

 

Sin saber ni como, el año 147 deshojaba sus días ya.

Siguiendo el patrón de la cota de Ser Hadder, pero con materiales algo más humildes, consigue concluir la cota que su Ser había encargado para Ser Otter. Consternado por el fallecimiento del bebe de Ser Otter, Jeremyed graba disimuladamente las iniciales J.C. en una pieza de la armadura así como un jabalí moteado en la hombrera izquierda.

 

Se miró las manos. Callos, durezas, cicatrices, quemaduras… con cada marca en la que posaba sus ojos, Jerem rememoraba su vida, su pasado. Le parecía mentira, golpe sobre golpe en el yunque había consumido buena parte ya del carbón de su vida, quizá le quedaban con fortuna diez años plenos. En fin, habrá que aprovecharlos Jerem, habrá que aprovechar… escupió sobre las palmas de sus manos y las pasó por sus sienes canosas. Mientras tanto, una tormenta comenzó a descargar y refrescar la tarde en la plaza de armas...

En esas y otras reflexiones andaban los sesos del bueno de Jeremyed cuando un grito desgarrado resonó dentro, en la herrería. El grito de Aaron.

Aquella noche fue un verdadero infierno, Jeremyed y Aisa abrazados aguardaban el desenlace cerca de la cama del pequeño. Una esquirla de metal impuro había saltado de las llamas y como una saeta flamígera se había alojado en el ojo Aaron.

El transcurso de la semana resultó eterna. Sin embargo algo maravilloso afloró en el fondo de toda aquella calamidad. El pueblo, sus amigos, conocidos y lo más increíble, personas a las que no conocía de la región, pero que habían oído del sucedido y que bien por una razón u otra trasegaban por el castillo en aquellos días pasaron por casa a interesarse por el crío, y a animar a los padres. Ni que decir tiene que la visita de Ser Hadder, (el cual vino con su familia al completo) les resultó muy reconfortante tanto a él como a la buena de Aisa.

-¡Valor Jeremyed, valor!- Le espetó el Señor de Aguasclaras mientras apretaba con fuerza el cuello del herrero. A lo que Jerem intentó contestar. Sin embargo, se derrumbó como un castillo de naipes y únicamente asintió vigorosamente con la cabeza mientras una solitaria lágrima surcaba su faz.

Una docena de días más tarde Aarón abrió el huérfano ojo que le  quedaba, en una cara demasiado joven para eso. Había sobrevivido.

Jerem se fundió en un fuerte abrazo al Maestre Ammon, rompiendo finalmente a llorar. El maestre había visitado y mantenido sedado al pequeño con leche de amapola, del mismo modo que había mantenido limpia, vendada y desinfectada la herida. Y sobre todo, se había visto obligado a extirpar en el cuarto día y ante la acuciante fiebre el globo ocular.

 

 

Es una maravilla.- Dijo Aisa al ver el trabajo de su marido.-Yo diría que lo más bonito que has hecho en tu vida, amor.-  Jerem miró la espada larga desde la cruz, con la cara muy cerca de la hoja y en paralelo a ella. Mmmm… una obra de quinientos o mil venados, no cabe duda.- Aisa puso los ojos en blanco y contestó mientras zurcía un calcetín.-Bien sabes que nosotros no trabajamos por venados, sólo vemos pasar los materiales, la materia prima que pedimos y las obras terminadas, y sabes que es el precio.- Jerem miró de reojo sin apartar la cara de la espada.-¡Si tuviera que dar mi vida por Ser Hadder lo haría sin pensarlo dos veces!- La frase quizá salió con demasiada vehemencia del pecho del rubicundo herrero. Aisa arrugó la naricilla ostensiblemente enfadada ante las palabras de su esposo, Jerem se percató.

Bajó la espada. Las puntas de la cruz tenían una cabeza de trucha en cada una, mientras que en el extremo del pomo una “H” ahuecada, y en la misma cruz una “T” hablaban de su portador. El filo había sido retemplado en tres ocasiones y el acero se purificó de impurezas para conseguir mayor dureza y flexibilidad. Se aproximó a su mujer y se puso en cuclillas frente a ella, la agarró las manos que zurzían, y con gran amor buscó sus ojos.-Aisa, perdona. Recuerda, Aarón está vivo y tiene educación gracias a nuestro señor, nosotros vivimos bien y Jodd podrá ser maestro herrero en poco tiempo, ¡doy gracias a los Siete por el Ser que tengo!.

 

Poco después y hojeando el tomo, herencia de su maestro con proyectos de armaduras, Jerem meditó lo que llevaba tiempo cabilando y cabilando. ¿Podría yo ser un herrero con marca de forja? Si el Ser invirtiera en mí para viajar a aprender, quizá un año, no se,  a Desembarco del Rey, o quizá a otro gran maestro…

 

Cuando Probis el mayordomo vino a recoger la espada a la herrería para Ser Hadder Tully, Jerem se arrodilló he hizo una reverencia al entregarla. –Tomad, y llevad mi obra maestra.

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28/05/2014, 13:41
[RIP] Septón Eremiel.

Viñeta XV:

Año 141

La vida transcurre de manera distinta cuando las ideas arraigan en la mente como las raíces de gran roble que aún está por crecer. El tiempo no se mide en acontecimientos, y los días y noches no son sino una sucesión eterna de claroscuros a los ojos de un cuerpo sumido en sus propios pensamientos.

La comida ya no se saborea, es sólo el alimento que esta carcasa mortal necesita para continuar adelante, para seguir manteniendo esta mente espiritual que busca la realización, que persigue la verdad y la pureza de la iluminación.

El estudio de los textos sagrados, la oración, la meditación y la contemplación se transforman en la verdadera rutina de la vida, en el único y más importante de los quehaceres diarios que esta mente ávida de realización espiritual persigue con fe y ciega devoción.

El contacto con otros seres humanos poco a poco se reduce a la más mínima expresión y a los más nimios y triviales de los momentos diarios. No. La vida transcurre encerrado entre cuatro paredes, a la luz de la vela, iluminado por el pequeño ventanuco en el muro sur de la celda, sentado en el taburete de acacia junto a la mesa de encino donde descansa todo lo que mi mente necesita para buscar su perfección. Libros, textos y manuscritos.

Cuando cae la noche y las gentes duermen, el escenario de mi contemplación cambia, y substituyo los muros de piedra por los troncos de los árboles del bosque. Meditación y contemplación del mundo que los Siete nos han dado, bañado por los límpidos rayos argénteos de la luna.

Me convierto en un espectro del castillo. Encerrado en mi celda de día, vagando por el bosque de noche.

Aquellos que interaccionan conmigo son recibidos con escuetas respuestas y gestos cabizbajos semi-ocultos bajo la capucha de mi túnica. Encerrado en mí mismo, poco a poco voy perdiendo el contacto con el resto de gentes de este lugar a los que considero descarriados del verdadero camino de la iluminación.

Avivados por el fuego de la impetuosidad característica de la juventud, mis pensamientos y tendencias se radicalizan aún más. No caen en la demencia absoluta, sino en el más profundo abandono social y en el puro ensimismamiento personal. Soy un ermitaño dentro de la comunidad. Abandonado por voluntad propia a la reclusión dentro de las paredes de mi mente.

Todo en aras de la verdad. En pro de la iluminación. En búsqueda de la pureza espiritual.

A mi alrededor, los acontecimientos en el castillo en general y en el septo en particular transcurren como el curso de un río, implacables e imparables, mientras asisto mudo, ciego y sordo a su hipnótico cauce. Una boda se celebra en el Septo, oficiada por mi tío, que presencio como una más de las estatuas que decoran las columnatas del santo lugar. Inmóvil, impertérrito, contemplo con la mente perdida en otro lugar el vaivén de gentes y celebraciones que la acompañan.

Nada puede distraerme de mi horizonte, apartarme de mi camino de descubrimiento.

Nada puede apartar mi mente de su objetivo: la comunión en pureza e iluminación con los Siete.

Año 142

Un nuevo año vuelve su página en Aguasclaras.

Perdido en mis largas ausencias de la realidad, ni siquiera me afecta, ni siquiera soy consciente del cambio de calendario. No, mi vida mantiene su rutina inmutable, su búsqueda infinita de la iluminación.

La ola de calor que azota Poniente pasa por mi cuerpo como una brisa levantina que calienta mi cuerpo y hace brotar perlas de sudor en mi piel, pero que no modifica el cauce de mis pensamientos. Si acaso, me fuerza a permanecer por más tiempo bajo la fresca oscuridad de los bosques nocturnos.

En los peores meses de calor, me dejo ver aún menos por el castillo. De día, recluido entre las frescas y húmedas paredes de mi oscura celda en el septo, duermo durante las horas en las que el sol se alza imponente sobre el horizonte. De noche, deambulo por los bosques cercanos, pensando, meditando, buscando.

La búsqueda de la iluminación a través del dolor físico da paso a una búsqueda más personal, más íntima, basada fundamentalmente en la intromisión de la mente, en la búsqueda de uno mismo en comunión con los Siete.

Es una tarea de reflexión eterna en la que mi cuerpo se vuelve la mera carcasa vacía de mi alma, la cual busca incesante alcanzar la pureza e igualarse a nuestros creadores.

Prácticamente no como. Vivo a base de pan duro y agua. Mi cuerpo se convierte en un suspiro, en un saco de huesos que me otorga cierto aspecto cadavérico.

Al pasarme los días encerrados y las noches vagando sólo por los vacíos pasillos y los sombríos bosques, mi piel pierde el beso del sol y torna del color de la luna.

Pálido y delgado, silencioso y con la mirada y la mente perdidas en el infinito de la inmateria, vago por el feudo como si fuera una de esas criaturas de leyenda, uno de los Otros.

Año 143

La ola de calor sigue azotando poniente sofocándolo,  como un implacable depredador tras atrapar a una presa herida.

La meditación nocturna se convierte en mi labor diaria. Ya no salgo de mi celda mientras el astro solar toca el cielo, y espero hasta la caída de la noche para poner mis pies descalzos en contacto con la naturaleza que rodea el castillo.

Me convierto en un auténtico espectro del que muchos han olvidado ya el nombre pues si quiera han visto mi presencia en los últimos dos años.

A cambio, mi mente fluye con rapidez en la madeja de pensamientos que enlazan con la fuente de la realidad y de la divinidad.

He alcanzado la pura mística, la esencia misma de la realidad y su relación con los Siete.

Y qué mejor prueba de ello que el fenómeno que contemplan mis ojos la primera noche del séptimo mes. Una portentosa llamarada de fuego divino surca el cielo estrellado de poniente. La estela, reflejada en el iris azul de mis ojos, deja una huella grabada en mi mente como el surco hecho por un puñal en la piel. Una cicatriz de verdad e iluminación que no olvidaré por el resto de los días de mi existencia.

Alcanzado el cénit de la conciencia, de la autorrealización, de la capacidad cognitiva de entendimiento con uno mismo, el mundo y sus Siete creadores, la estela de luz sella el momento con un clímax de certeza y afirmación.

No puedo sino contemplar en silencio el fenómeno mientras, sonrisa en boca, asiento lentamente con mis ojos fijos en la llama que surca el cielo.

He alcanzado la verdad absoluta.

Año 144

El calor sofocante de años anteriores amaina.

Por primera vez en mucho tiempo, tras alcanzar la cima de la realización espiritual, he vuelto a sentir el tacto de los rayos de sol en mi piel.

He cambiado.

Ahora soy un hombre completo, una entidad única e indivisible con el mundo, con la obra de los Siete. El mundo a mi alrededor ya no es un lugar extraño en el que mi cuerpo habita como carcasa vacía, como jaula que encierra mi mente y mi espíritu. Ahora soy parte del mundo, parte del plan universal de los Siete.

Vuelvo a dejarme ver a la luz del día, en los pasillos del castillo, en los campos de labor, en las oraciones en el septo.

En mi rostro, siempre esgrimo ahora una sonrisa de paz y felicidad. He alcanzado mi objetivo, soy un hombre completo.

Vuelvo a ver las caras de aquellos a los que llevaba tiempo sin ver. No intercambiamos más palabras que escuetos saludos y educadas despedidas, pero de mi sólo emana empatía y paz.

Ya no hay odio hacia aquellos que no aceptan ver la verdad tal y como es. Ya no hay rencor por haberse desviado del único camino. Ahora hay tolerancia, ternura, compasión y comprensión.

Año 145

La ferviente impetuosidad de la juventud va dando paso, año tras año, a la razonada y sosegada calma consciente de la madurez alimentada por el descubrimiento de la verdad y la realización universal.

La interacción social aumenta, pasito a pasito, y mi relación con el resto de habitantes del lugar, aunque distante, progresa. Me entero así de la bendición que los Siete nos dan en forma de nuevos brotes de vitalidad en el castillo, de nuevos nacimientos.

Durante las tardes de calor atemperado, medito en sitios comunes, sentado tranquilamente a la sombra de los muros del patio, de los almendros del campo soteño, de los melocotoneros del campo ribereño. En lugar de deambular en la penumbra nocturna como antaño, ahora camino bajo el calor del sol veraniego, bajo el toque del agua de lluvia.

Del cuerpo esquelético y pálido, apenas alimentado por la sobriedad de una vida dedicada a la contemplación y la búsqueda espiritual, paso ahora a recuperar el cuerpo sano de aquel que se alimenta correctamente con los dones con los que los Siete han tenido a bien bendecir esta tierra. Vuelvo a recuperar mi aspecto físico y mi color de piel bañada por el sol de Poniente.

Año 146

La obra universal de los Siete es un ciclo. Y como en todo ciclo, no hay un principio ni un final, sino que todo ha de girar eternamente bajo los planes universales de los creadores.

Este es el último año de verano.

Disfruto cada día la caricia del sol y el calor murientes que pronto darán paso a un nuevo radio de esta rueda que nuca cesa de girar.

Mis breves interacciones en los pasillos con algunos de los habitantes del feudo me han otorgado el conocimiento de la escaramuza sucedida recientemente contra aquellos que, de forma fraudulenta y deleznable intentaban apoderarse de aquello que otros generan con el sudor de su frente.

Los Siete bendicen la entrega, la labor y el esfuerzo, y así lo han demostrado una vez más otorgando la victoria definitiva a las buenas gentes de Aguasclaras contra los bandidos.

Año 147

Invierno.

Como la luna al sol, como la noche al día, como mi yo previo a la realización a mi nuevo yo, el invierno trae dones opuestos de los Siete a aquellos a los que estábamos acostumbrados en el castillo.

A la nueva vida que bendice el feudo, le acompaña pronto su misma muerte. La rueda que nunca cesa de girar, el ciclo que nunca termina.

Las cálidas tardes bajo el sol de verano dan paso a los lluviosos y fríos días bajo el manto impenetrable de nubes del invierno.

En mi rostro no obstante, la sonrisa que apareció tras alcanzar la iluminación se mantiene intacta. Todo es obra y fruto de este mundo de los Siete. Esto no es más que la otra cara de la moneda. La misma moneda.

Un nuevo acontecimiento social me es comunicado. Un nuevo enlace entre dos miembros importantes de las familias del feudo.

A finales de año, la celebración tiene lugar en el Septo. Engalanado todo como merece la ocasión, todas las caras familiares, y algunas que no lo son, se reúnen entre las paredes de este santo lugar para presenciar la ceremonia. Colocado a una distancia prudencial del altar, a varios metros tras la posición del Septón, mi tío, orquestando la ceremonia, ahora ya no me escondo del público como hiciera antaño cuando aún buscaba la pureza en mi alma.

No. Ahora soy un hombre nuevo que ha alcanzado su plenitud. Ahora muestro mi sonrisa, abierta y acogedora, estandarte de paz, verdad y fe, al mundo, para que todos aquellos que busquen guía en este universo, difícil de entender, que los Siete han puesto para nosotros.

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28/05/2014, 13:51
Lady Patricya Florent, esposa de Ser Otter Crakehall.

Año 147. Octavo mes.

Interactuan: Ser Otter, Orsey, Horace y Jorah Crakehall; maestre Aemon, ser Baltrigar y Clarissa; Lydia Tully. 

Mención de: Aisa.

Fuera había nevado tanto que hubo que dos sirvientes necesitaron media hora para limpiar un pequeño camino desde la casa del castellano hasta el septo, para que ser Otter y su familia pudieran decir adios a su último hijo. Un funeral era, al fin y al cabo, un acontecimiento social al nivel de un bautismo o una boda, pero Patricya había preferido mantenerlo en la más estricta intimidad. Ser Otter no había contrariado a su mujer: al fin y al cabo no era un señor o un gran caballero a quien iban a despedir, sino un niño. Su hijo pequeño. 

El cadáver del bebé ya descansaba en el septo expuesto frente a la estatua del Desconocido, tapado un una manta de terciopelo negro en la que Aisa había bordado primorosamente el escudo de la casa Crakehall en solo un par de días. Dos hermanas silenciosas se mantenian en silencio una a cada lado del altar. 

Otter no era hombre acostumbrado a mostrar sus sentimientos y permanecía sereno, al menos por fuera. Orsey escondía unos ojos cristalinos bajando la cabeza, mientras que Lydia derramaba algunas lagrimas silenciosas, tal vez asustada de que, a punto de casarse, como madre de invierno ese sea el destino de su primer hijo. Orsey, como siempre, había convertido el dolor en rabia. 

Patricya y Otter se adelantaron y estuvieron un largo rato contemplando el cuerpo del pequeño Jacob. Casi parecía incluso más pequeño que cuando nació. Patrycia no contenía sus lágrimas y caían silenciosas por su cara; eso de sollozar y hacer ruidos con la nariz era de campesinas. No sentía desesperación, al menos no la de una mujer vieja o infértil. Al fin y al cabo, tenían dos varones adultos sanos, y un niño que crecía fuerte como un roble. Ni siquiera eran demasiado mayores: aún podrían tener más. Tal vez otro varón. Tal vez una niña. Pero jamás podrían tener a Jacob de nuevo, él se había ido para siempre, a ese lugar más allá que es, como el dios que la habita, simplemente desconocida. 

La puerta del septo se abrió con su típico chirriar, aunque ser Baltrigar intentó cerrarla con cuidado. Tras unas oraciones junto a los hijos mayores, ambos se acercaron a ver el cuerpo y en silencio presentaron sus respetos, marchándose un momento después, en un alarde de perfecta comprensión  y respeto de la tenue línea que en ciertos momentos hay entre educación e intromisión. 

Un rato después el maestre apareció, aunque Paticya no era capaz de discernir si en realidad había estado ahí durante toda la ceremonia, entre las sombras del septo. Sacó un pequeño colgante que deslizó tras la cabeza del pequeño, dejando reposar la estrella de 7 puntas sobre su pecho. - Es el momento. - Dijo mirando a Otter, que contestó con un pequeño movimiento de cabeza.  El maestre miró entonces a las dos Hermanas, que se acercaron y amortajaron con rapidez el cuerpo de Jacob con el terciopelo negro bordado. Cuando terminaron, una de ellas lo cogió y ambas se alejaron silenciosas, desapareciendo tras la estatua del Desconocido. Cuando las Hermanas abrieron la pequeña puerta que se encontraba detrás, un soplo de aire frío llenó el septo.

Parecía que la gente tenía razón, pensó Patrycia. Al final, se lo había llevado el invierno. 

Jacob se había ido. Se había ido para siempre. 

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28/05/2014, 23:05
[RIP] Pik Pyke, Cazador.

VIÑETA XV:

Pik Pyke, Batalla de los Bosques de Guarda Real.

Año 146.

La marcha por el bosque había marchado sin muchos incidentes. Pyke tuvo el dudoso honor de conducir al alto señor Ser Trycian de Dorne hasta el escondite de los bandidos, su cometido como guía fue un éxito, después se vio en la postura de cómo intervenir en el combate. Si bien, era un honor conducir a tan gallardo señor al combate, hubiera preferido poder marchar por mi propia cuenta sin tener que estar pendiente por el ruido y las constantes molestias que suponía el ser la carabina de un hombre de nivel que marcha por terreno inexplorado para él.


Por el camino hasta el campo de batalla, pude ver presas mas que asequibles a las que estaba más acostumbrado, ciervos en al lejanía, conejos asustados que huían por entre los matojos al oir al caballo e incluso pude vislumbrar el lomo erizado de un jabato.

El pensar que pronto podría dejar de ver semejantes seres a los que tan acostumbrado estaba, me llevo a cierto estado de pánico hasta el punto en el que pensé en marcharme del lugar. Que uno no es caballero y mi sitio es el bosque donde cazar y evitar ser cazado, donde el mayor problema es perderse y llegar tarde a casa o caer en un charco y coger una enfermedad... Ay, mal rayo me parta ¿Que hago yo en medio de semejante fregado? Sin embargo no hice ademán de irme. No me alejé de Ser Trycian, no di un paso en falso. Le llevé hasta el mismo linde del campamento, tal y como prometí. El motivo, simple y complejo. Soy, o al menos siempre he creído ser, un hijo de los hombres del hierro. Un hombre duro. Un hombre que no se echa atrás. Aferré con fuerza el mango de mi hacha.

-Hoy quizás pruebes algo más que animales... O quizás animales de otra clase...

El noble me miró mal. Estoy seguro. No necesitaba verle para saber que los de su clase miran mal a los campesinos, mas aun si este tiene fama de loco. Pues que mire. Seré un loco, pero este loco vivirá para ver otro amanecer. Para el y los suyos la gloria eterna y todas esas sandeces. Yo me conformo con llegar entero a casa. O lo más entero que se pueda.


Comenzó el ataque. Viendo como su señor se metía de lleno en la zona dónde más bandidos había, Pyke prefirió no seguirlo, a sabiendas de que la armadura de su señor le salvaría de los numerosos ataques que los bandidos lanzarían contra él, al menos hasta que se dieran cuenta de que el bueno de Pyke sería un blanco mas jugoso y sencillo, ya que se mostraba bastante indefenso en los combates cuerpo a cuerpo al no poseer una buena armadura ni escudo.

Estaba observando el devenir de la batalla, pensando en intervenir de forma mas o menos segura sin ser un estorbo ni un blanco fácil, cuando dos de esos bandidos se lanzaron hacia la posición que ocupada, pensando que si los alejaba de la batalla y los introducía en el bosque podría despacharlos mas cómodamente, Pike retrocedió esperando a ser seguido. Más esta batida contra los ladrones era un suceso llamado al fracaso y debía de participar de alguna forma, por eso cuando vio un bandido a cierta distancia suya, vio su momento para aportar su apoyo al combate. De esta forma lanzó su hacha de mano con éxito buscando partir su cabeza como si de un melón maduro se tratase. Pero el guerrero no estaba del lado de Pyke ese día, pese a impactar, no llegó a ser mortal y el bandido decidió marcharse con el hacha en su cuerpo.


Mierda y más mierda, ¿Pero que he echo yo para que estos dos idiotas me sigan como gallinas sin cabeza? Ah claro, uno va sin armadura, acompañando a los que se la pueden pagar, y ya es presa fácil ¿No? Por las peludas pelotas del Guerrero que a mí no me pillan, no señor. Me fui alejando de esos dos para mantener intacto lo más importante, mi pellejo, eso sí, con un ojo puesto sobre ellos.

-Con algo de suerte dentro del bosque me los puedo cargar con un par de hachazos. Sí, eso estaría bien...

Quizás fuese el estar corriendo con la cabeza de lado sin apartar la vista de ellos salvo para evitar caer y romperme la cabeza, o quizás los dioses escucharon mis ruegos, pero la cuestión es que los bandidos prefirieron otras actividades al hecho de seguirme, lo cual por mí, mejor que mejor. Que sea otro el que reciba los palos. Ellos a ser posible.

Pero claro, eso me dajaba en la postura de no haber hecho nada. ¿Qué clase de hombre soy si cuando me pregunten que qué hice respondo que correr? Un cagarro de hombre...

No señor, eso sí que no. Con un vistazo pude ver a uno de esos canallas que estaba a la suya, sin joder a nadie, más o menos como yo. Lo lamenté por el pobre diablo, seguro que no estaba aquí por gusto, o quizás sí, pero sea como fuere, hoy no era su día. Armé el brazo, musité una plegaria a los dioses y lancé el hacha. Para mi sorpresa, fue un acierto.

No sé cómo, pero el cabrón no solo no se murió, si no que además decidió llevarse mi arma con él a dar una vuelta. Indignante. Ya no hay decencia.

-¡Eh tú! ¡Cabrón cornudo, mi hacha! ¡Muérete o devuélvemela! ¡Canalla! ¡Ladrón!


Tras ver cómo el bandido se daba a la fuga con el hacha clavada, escupió al suelo por no haber tenido más tino y haberlo matado en el acto, pero sabía que ya no tenía tantas fuerzas como cuando era joven aunque recordaría en combates futuros llevar más armas arrojadizas... Menos mal que ya había dado orden al herrero para que le preparase una nueva. Quizás más adelante si atrapaba más jabalíes...

Su segunda intervención fue cuerpo a cuerpo con su daga cuando vio a uno de los bandidos que tenía más cerca luchando con sus señores vio su momento de atacar, al igual que hacía con sus presas una vez que estaban heridas al rematarlas con su cuchillo. Pero unos segundos antes se le adelantó uno de los guerreros y aunque se hubiese llevado el honor ya que su ataque iba bien dirigido hacía el pecho... Tuvo que aceptar el desenlace como una de tantas veces que la gloria se le iba de las manos.

Por desgracia, en este combate, Pyke no había hecho honor a sus antepasados del hierro y se había mostrado poco más que un guía y un estorbo. Con algo de suerte quizás pudiera sacar algo de los cadáveres. Algún cuhillo, monedas o un arco quizás.

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29/05/2014, 21:59
Tarmall "Pocas Ganas".

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147:

- Año 143: 

Pedí permiso a mis superiores y a mi señor haciendo horas extras para ir con Plumby a buscar al cazador Dregg, al final me dieron permiso pero mis armaduras debería dejarlas en el castillo sólo una daga se me permitió, me pareció bien. - Después de haberles dado por saco en las guardias con la armadura no iba a ir ahora con ella puesta hasta Solaz, tampoco me puse mi ropa de armas iba con vestimenta de viajero.

- Mi verdadero deseo era ir a la posada de Solaz, allí vería qué es lo que sirven y si había rameras con las que divertirse.

Salimos a buscar al cazador por el bosque pero no encontramos rastros de él, fuimos a la posada de Solaz allí pasamos Plumby y yo como cazadores furtivos, al ver el arco del Flechero y nuestras ropas que no denotaban signo alguno de servir en alguna casa. Vimos que allí estaba lo peor de lo peor,  la posada era un nido de ellos di gracias de no haberme vestido como hombre de armas allí hubiese durado menos de lo que canta un gallo. Nos cogimos una furcias para pasar la noche, y con unas jarras de cerveza de más pues el vino era una bebida de poco consumo y con tal de no llamar la atención...

Plumby se mostró al principio reacio de acostarse con aquellas mujeres más le susurré al oído que si no dábamos señal de ser gente fuera de la ley, no duraríamos ni para pedir en la barra. Al final asintió y después de llegar a un acuerdo con las fulanas subimos a los cuartos de la posada, al día siguiente nos levantamos sin dinero y sin armas.

Cuando bajamos  busqué al tabernero para contarle las cuarenta, pero uno de aquellos truhanes de la pasada noche me esperaba abajo con la intención de que le siguiéramos. Nos dijo que nos presentarían a su banda y nos darían armas y sustento, accedí a acompañarle o no dudaríamos mucho miré de reojo al flechero que tuvo que asentir pero su cara representaba la perplejidad del momento.

Nos metimos  entre la maleza para dar con su asentamiento cuando le pregunté en qué dirección íbamos nos lo señaló, aprovechando que me encontraba detrás de él lo cogí por los hombros inmovilizándolo.

- ¡Vamos Plumby! Coge su daga al cinto y apuñalalo, está sabandija no hablará mal de los caballeros ni se enfrentará a nosotros. 

- Plumby se quedó sorprendido.

-  ¡Vamos muchacho! - Vi cómo le apuñalaba - ¡Con más fuerza! ¿Quieres que sus gritos se escuchen hasta en la posada?  Que sus tripas salgan fuera muchacho. 

El muchacho empezó a apuñalar con saña sin parar.

- Solté el cuerpo inerte - muchacho vale ya ¡calma! Ya está muerto bien hecho.

La cara desencajada de Plumby me mostraba que era la primera vez que mataba.

- Bien hecho, hacemos buen grupo. 

El muchacho me miró  - pero podías haberlo matado tú, he tenido qué hacer el trabajo más duro.

- Vamos chico, no podía dejar que desenvainara quédate con la daga. Por el camino vi un cometa que me señaló que había nacido para hacer cosas grandes como ésta... Plumby tú dispararás con el arco y yo los remataré haremos un estupendo grupo

- Te compondré una estrofa, ahora sé porqué te llaman pocas ganas.

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29/05/2014, 22:58
Maestro de Armas Otto de Puenteamargo.

Año 141. Mes 1. Aposentos del Maestre de Puenteamargo.

-Esta vez fue más fácil, sin lugar a dudas.

-No me vengas con eso nuevamente, sabes bien que no estoy fanfarroneando.        

- Agradezco mucho tu ayuda, aunque más agradecería si pudieses sugerirme como espada, y no como niñera de mercaderes de… de…-

Si tienes razón, ni siquiera sé que es lo que llevaban, pero no debía de ser muy valioso si nadie intentó siquiera mirar los cargamentos.

-¿Noticias? ¿De mi hijo?- ¿A qué te refieres con “no exactamente”?- ¿No nos conocemos lo suficiente como para estos juegos?- Está bien, está  bien…Gracias por tu ayuda. ¿Contento? -Jajaja. Si, será todo lo que diré hasta que me leas la carta.

Sentí mi sangre helarse, derretirse, y lentamente entrar en ebullición por la  de emoción cuando el maestre pronunció las últimas palabras “Firmado Ser Hadder Tully”.

Yo, en Aguasclaras “Maestro de Armas, Instructor y Condestable”

-Lo lamento, lo lamento, supongo que no controlé mi emoción- Bah, después de todo tú estabas inconforme con mi “Gracias”. Quien sabe, incluso puede que te haya acomodado esa quisquillosa espalda encorvada. Jajaja. Lo sé, lo sé. Si, terminaré los trabajos que tengo pendientes, pero no aceptaré ni uno más. ¿Entendido? Jajaja.

-Tienes razón, Gracias viejo amigo.

“Maestro de Armas, Instructor y Condestable”- Pensaba mientras me alejaba del, por mi causa, dolorido Maestre.

Tengo trabajo que hacer.

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29/05/2014, 23:06
[RIP] Plumby el Flechero.

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147:

- Año 144: 

Cuando volví al castillo venía distinto más hombre, más osado, ando por el castillo pensando en lo ocurrido después compongo una estrofa que le cantaré a mi amigo Tarmall.

Aguerrido guerrero

Pocas ganas te llaman

Vino y mujeres siempre te acompañan

Armaduras te pesan

Armas no son muy usadas

Si quieres tenerlo de amigo

Mira tú esfuerzo no sus ganas

Que por eso le llaman 

"Pocas ganas".

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Reza a la vieja pues sabiduría pide

En sus ratos libres amodorra sus sentidos

El sueño es su buen amigo

Lo fácil siempre busca

Antes que honores y gloria

Su sabiduría tiene dónde yacen héroes 

Denotando que más vale esta vida que honores y gloria

Si quieres apego busca a Tarmall

Que vivirás con ganas de no tener ganas.

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De vez en cuando voy al bosque buscando hierbas que mi compañero me pide que traiga, aunque le digo que no todas son buenas más le da igual, va masticando hasta encontrar aquella que le quite sus dolores, aunque en verdad busca algo más fuerte que el vino.

Sigo trabajando en la Herrería haciendo flechas también canto por el castillo esperando público que me aplauda.

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30/05/2014, 12:31
Ser Otter Crakehall.

Año 141:

Pasaban los años y afortunadamente para el Castellano, su trabajo en el castillo comenzaba a convertirse en algo monótono –eso suponía que no ocurrían sorpresas desagradables que fueran malo para ellos, alabados fueran los Siete-.

A pesar de todo, la preocupación de Otter ante el trato que recibían del resto de los nobles hacía que su mente analizase los futuros problemas que aquello podría acarrearles. Los rumores que llegaban del castillo de Lord Grafton –insultos y desprecio hacia la Casa de Ser Hadder Tully- provocaron que el resto de nobles no tuvieran contacto con ellos. Las invitaciones a torneos dejaron de llegar e incluso los intentos de Ser Hadder para inscribir a su hijo en algún torneo fueron rechazados con educación, a excepción de Lord Crakehall, pero de él no podía esperar mucha gratitud que digamos, ni incluso hacia su nieto.

A Otter le preocupaba la soledad en la que se encontraba su señor. Sin aliados ni poder relacionarse con el resto de nobles –al fin y al cabo, los torneos ayudaban a mostrar tanto la fuerza de cada casa como era una gran ocasión para forjar relaciones de amistad o alianzas- quién sabe lo que podría significar eso en el futuro.

En cualquier caso, y a pesar de todo, algo tuvieron que celebrar ese año. El enlace de Jared y Sarah fue bienvenido y acogido con agrado en el castillo. Jared invitó a todos los habitantes del Castillo, con una ración de comida y vino escueta para todos, pero no por ello menos apetitoso. Otter dio la enhorabuena al enlace a la pareja y les deseó lo mejor, además de hijos con buena salud que fueran el orgullo de ambos.

Finalmente, Ser Hadder logró solucionar un asunto que tenía pendiente. Otto de Puenteamargo se convirtió en el nuevo Maestro de Armas del castillo, lo que sería realmente beneficioso para la casa.

Año 142:

Orsey se estaba convirtiendo en un muchacho robusto y fuerte. Por si eso fuera poco, se estaba convirtiendo en un experto en el combate, lástima que sus esfuerzos solo se centrasen en aquello. Además, los rumores que se oían sobre el mal genio y la “brutalidad” de su hijo no hacían más que preocupar a Otter. Sin embargo, él seguía estando orgulloso de su primogénito y esperaba que el paso de los años templase el carácter del muchacho. Estaba seguro de ello.

Mientras tanto, su mujer seguía insistiendo en la necesidad de casar a su hijo, y para ella la mejor opción era Lidya Tully. El Castellano accede a hablar primero con su hermana puesto que su opinión le era muy necesaria para ver si realmente podía existir tal posibilidad.

****

Conversación entre Ser Otter Crakehall y Lady Olenna Crakehall:

Hermana, si no os pillo en mal momento, me gustaría hablar con vos en privado- Otter encontró a su hermana en el salón, y quiso aprovechar oportunidad para hablar con ella de un asunto importante. A decir verdad, no estaba convencido del todo, pero su mujer era tan insistente que decidió dar el paso por ella y acabar con aquello de una vez. Con su hermana tenía confianza suficiente como para que su conversación quedase únicamente entre ellos. 

-Nunca es mal momento para hablar contigo Otter, vayamos a un lugar más discreto- junto a su hermano salió del salón y buscó un sitio en el castillo donde nadie les interrumpiera, si su hermano quería hablar en privado era porque lo que tenía que decirle no debía ser escuchado por oídos curiosos. -Dime, ¿qué es lo que quieres hablar? Parece importante.

Sí, es algo importante- le dijo a su hermana- aunque si te soy sincero es una iniciativa de mi mujer más que mía propia, aunque no pueda decir que no me agrade su idea. Tengo mucha confianza en ti y me vendría bien saber qué opinais al respecto- calló durante unos instantes- lo diré sin rodeos: nuestro hijo va a ser ya todo un hombre y tenemos que buscarle esposa pronto y hemos pensado en vuestra hija, Lidya Tully. 

Claro que no sé cuáles son las intenciones de Ser Hadder y si vería posible dicha unión. Y francamente, no me atrevo a decírselo así de forma directa, por lo que recurro a ti. ¿Crees que sería factible? - Tras esto último calla, a la espera de la respuesta de Olenna.

Lady Olenna se quedó en silencio durante unos segundos ensimismada en sus propios pensamientos. Nunca se había caracterizado por responder lo primero que se le venía a la cabeza. La petición de su hermano era legítima, natural, incluso beneficiosa para ambas familias. Aquella unión afianzaría los estrechos lazos entre ambas y además reforzaría la posición de los Tully en el feudo. Pero el problema no estaba en la naturaleza del pedido, si no en el beneficiario.

Orsey es un bruto que no sabría distinguir a una mujer de un perro o un caballo. Y entre los tres ni siquiera sé a quién trataría mejor.

-¿Con... Orsey? Claro, con quién si no. Bien, hablaré con Hadder al respecto. Creo que si tu hijo demuestra ser apto para ejercer de caballero no tendrá muchos problemas en concederle la mano de nuestra hija. Aunque personalmente pienso que Orsey tendrá menos problemas en convertirse en un buen caballero que en un buen marido, aunque supongo que con el tiempo pueda conseguirlo.

Tenía confianza con su hermano para hablar con sinceridad, aunque en su tono no dejó entrever en ningún momento su oposición al enlace, si no más bien una aceptación resignada. No era ningún secreto el carácter y la forma de actuar del muchacho, y menos entre sus familiares. Olenna solo esperaba que a medida que iba madurando su comportamiento fuera menos conflictivo.

-No te preocupes, creo que es lo mejor para nuestras familias, has hecho bien en proponerlo.- Dijo finalmente para que a su hermano no le quedara ninguna duda de que su pedido sería tenido en cuenta.

Otter sonrió a la respuesta de su hermana. A decir verdad la petición de su mujer podría verse satisfecha y eso sería beneficioso para ambas casas. Y seguro que a Orsey le vendría bien aquel enlace. A pesar de la fama de bruto que decían algunos -el chico tenía caracter, eso no podía negarlo- era un buen muchacho, y Otter no tenía dudas que podría ser un buen marido para cualquier mujer. Solo necesitaba madurar algo más.

Tu respuesta me agrada hermana, a mí y a mi esposa- aún así no pudo evitar notar el ligero tono de resignación a sus palabras. También Olenna conocía el "carácter" del muchacho.

Cambiará, no tengo duda de ello- era lo único que podía pensar el castellano. 

****

Tras aquella conversación, Otter se encaminó a dar las buenas noticias a su esposa, la cual las acogió con verdadero agrado y entusiasmo. No obstante, la advirtió que la última palabra la tenía Ser Hadder y él sería el que decidiría con quien se casaba su hija, algo que comprendió su mujer a la perfección. Aun así y todo, la esperanza de aquel enlace era más que suficiente para animarla –a decir verdad, para animar ambos-.

Años 143-144:

Varias son las noticias que van llegando desde el resto de Poniente. Sin lugar a dudas, la más destacada es el nacimiento del primogénito del Rey, el Príncipe Daeron. La ceremonia ante aquel nacimiento iba a ser realmente espectacular, mas al castillo de Aguasclaras nunca llegó ninguna invitación, para su desgracia. Algunos decían que se perdieron, pero uno no podía pensar si realmente se llegaron a enviar.

Por si eso fuera poco, el año siguiente aparece el rumor que Lord Trant había enviado un asesino para acabar con Ser Hadder. Fuera cierto o no, el Castellano no podía dejar pasar aquello. La guardia debía seguir estando precavida, por lo que pudiera pasar.

Año 145:

El año comenzó con muy buen pie para su familia. La noticia de que iba a volver a ser padre provocó un cambio de actitud en Otter. Se encontraba algo más alegre de lo habitual, aunque eso no impedía que mantuviera la disciplina en el castillo. Simplemente saber que tendría un tercer hijo entre sus manos le hacía sentirse bien.

La noche del parto, Otter esperó con sus hijos en una sala al lado de la habitación donde su mujer daba a luz. Se encontraba algo nervioso y se paseaba de un lado para otro por la habitación –hizo lo mismo en el nacimiento de Orsey y Horace-. Tras los que le pareció una eternidad, una de las sirvientas abrió la puerta y le hizo un gesto para que entrase.

Cuando entró, las sirvientas recogían las últimas sábanas ensangrentadas y la ropa sucia. Patricya parecía cansada, pero en buen estado. En sus brazos un rollizo bebé envuelto en una manta blanca movía los brazos y miraba al mundo.

- Tienes un hijo - le dijo orgullosa a su marido mientras le tendía el bebé.- Un varón sano. Jorah. 

Otter se acercó al muchachito y lo cogió con suma suavidad. Dormía plácidamente y no quería despertarlo. Le dio un beso en la frente y sonrió- mi pequeño Jorah.

Año 146:

Los meses transcurrían y Otter seguía con su trabajo. El nacimiento de su tercer hijo no había provocado grandes cambios en la casa, a excepción claro está de las constantes atenciones que recibía el muchacho, los cuidados de su madre que se negaba a ayudarse con una niñera, y los despertares nocturnos cuando el pequeño Jorah lloraba.

Finalmente, Jeremyed terminó de construirle una magnífica maza de armas, y por si eso fuera poco, recibió una cota de mallas por parte de Ser Hadder Tully, todo un verdadero honor.

Y si el año estaba siendo bueno para la familia Crakehall, el hecho de que Orsey fuese finalmente nombrado caballero y se anunciase la unión entre su primogénito y Lydia Tully hizo el año perfecto.

 ¿Qué más podía pedir?

Año 147:

El invierno comenzó con la entrada del año. Otter sabía lo que significaba aquello: planificar provisiones, revisar las defensas del castillo… bien sabía que el invierno podía llegar a ser duro y debían tener todo atado y bien atado. Las nuevas noticias que recibió –fue padre de un cuarto hijo, Jacob- no le hicieron disminuir su ritmo de trabajo.

Siete meses de duro trabajo, de trabajar nada más amanecer y llegar bien entrada la noche a casa, intentando hacer el menor ruido posible para no despertar a su mujer y a su hijo. Tan concentrado estaba en su labor que no vio –o no quiso ver- lo que ocurría: Jacob, se moría. Había nacido débil y enfermizo (un niño del Invierno) y a pesar de los cuidados del Maestre y Nana no había muchas posibilidades de que fuera a sobrevivir.

Era mediodía cuando un sirviente se le acercó con un mensaje de Patricya pidiendo que volviera a casa. Ante su insistencia, tuvo que acudir. Allí se encontró con sus dos hijos. Las sirvientas nada más verles llegar se marcharon, y eso provocó una punzada en el pecho de Ser Otter. Demasiado silencio y tranquilidad en aquel lugar.

Por la escalera bajaba alguien –Nana- que murmuraba unas cuantas palabras –es el invierno. El invierno es así.

El Castellano y sus hijos se quedaron quietos, sin decir nada, mirando las escaleras sin hacer ningún gesto para subir. Finalmente, Otter dio el primer paso y comenzó su lento avance hacia la habitación que ocupaban los pequeños. La puerta se encontraba entreabierta y pudo ver al Maestre, que murmuraba unas cuantas palabras.

Debe estar diciendo algo a mi esposa, en silencio para que Jacob no se despierte. Ese niño duerme siempre muy mal. ¿Habrá llegado ya ese elixir de Dorne? - pensó Otter mientras empujaba la puerta.

Entró en la habitación y fue en ese momento en el que percató de todo. El Maestre rezaba, su esposa se encontraba sentada frente al Maestre junto a la cuna con un largo velo que le cubría la cabeza. Y detrás del maestre, dos mujeres vestidas en gris, esperando en silencio.

Otter se acercó corriendo hacia la cuna y allí vio el cuerpo sin vida de su hijo. Un quejido de dolor surgió de su boca y cayó de rodillas. Apretó con fuerza sus manos mientras el dolor se le acumulaba en el pecho.

Es el invierno. El invierno es así.

El funeral fue sencillo y se realizó en la mas estricta intimidad. Su mujer lo quería así y él estaba de acuerdo. Era a su pequeño a quien iban a despedir.

Otter se encontraba cerca de su mujer, con su vista clavada en el cadáver del bebé. Sus ojos no quitaban la vista en su pequeño hijo. Aún no podía entender cómo podía haber ocurrido aquello. No era de los que mostraban sus sentimientos abiertamente, por lo que permanecía sereno, pero por dentro su corazón lloraba.

El Castellano y su mujer se adelantaron para ver el cuerpo del pequeño Jacob. Su mujer lloraba en silencio, y Otter agarró la mano de su mujer y la apretó suavemente. Ser Baltrigar y su mujer se acercaron y presentaron sus respetos, a lo que Otter murmuró con un gracias y una leve inclinación de cabeza.

Tras aparecer el Maestre y dejar la estrella de siete puntas sobre el pecho de Jacob su mujer habló.

Es el momento- le miró a los ojos y el asintió en silencio. El Maestre miró entonces a las dos Hermanas, que se acercaron y amortajaron con rapidez el cuerpo de Jacob con el terciopelo negro bordado. Cuando terminaron, una de ellas lo cogió y ambas se alejaron silenciosas, desapareciendo tras la estatua del Desconocido. Cuando las Hermanas abrieron la pequeña puerta que se encontraba detrás, un soplo de aire frío llenó el Septo.

Otter mantuvo su vista por donde se habían llevado el cadáver de su hijo.

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30/05/2014, 19:46
[RIP] Jack "Pequeño Cuervo".

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147: Jack "Pequeño Cuervo".

Año 141. Interviene Vesania. Mención a Jared y Sarah.

Jack era uno más entre los sirvientes que se movían de un lado a otro en el castillo. No era evidentemente demasiado querido, o mejor dicho, su ascendencia le hacía que las peleas con los demás niños del castillo fueran habituales. Sin embargo eso no hacía que el muchacho perdiera su buen humor. Su madre estaba mejor. Las palizas que antes ella, o él, recibían, habían desaparecido. La comida era buena, y no hacía frío en todo momento. Durante este año del verano Jack fue perdiendo ese talante introvertido, ganando una confianza que, hasta ese momento, sólo había sido lo bastante fuerte como para permanecer callado, mirándolo todo.

Durante ese año, una mañana, mientras Jack se encuentra con su madre, en la zona de coser, que hace las veces de su habitación,  recibe la visita de Flavia, indicándole con cara de preocupación, que el ama de llaves le llamaba.

-Buenos días Jack, ¿todo bien?- Le hizo ademán Vesania con la vara de roble para que entrara en la despensa que estaba desordenada. Sus ojos ambarinos se clavaron en el pequeño chiquillo.- Necesito que me ayudes a ordenar la despensa. Parece que tenemos pequeños roedores.

Yo no he visto roedores- respondió Jack muy serio sin tener miedo de la vara ni de la mujer a pesar de haberle visto castigar a muchas jóvenes. Él tenía la conciencia tranquila. Era trabajador y además agradecía que estuvieran allí, él y su madre- ¿Por dónde quieres que empiece a buscar?- pregunta mientras se acerca a Vesania

- Espero un poco más de iniciativa por tu parte chico.- Dijo cortante Vesania.-¿Hay que decírtelo todo? No creo, ¿verdad? Eres muy espabilado, al menos eso es lo que me gusta de ti.- Siempre le había parecido un niño muy despierto, mucho más espabilado que su madre. El pobre, lo que debía haber pasado con tan pocos años de vida. Sin embargo, que le tuviera cariño no significaba que le fuera  a dejar irse de rositas.- Falta un cuarto de queso de cabra, una hogaza de pan...- Vesania enumeró las cosas que había echado en falta del inventario que ella misma había contabilizado antes y después del último banquete.- Es raro, ¿no?- Siguió presionando la mujer mientras se colocaba entre la puerta de la despensa y Jack, bloqueando una posible huida.- Extrañamente no he visto huellas de roedores. Más bien todo lo contrario, de un gato y ...de un cuervo, podría decirse. ¡Menuda pareja!

Jack se queda unos instantes con la boca abierta y mira hacia la salida, pero no parece tener intención de huir. Por unos momentos no dice nada como si quisiera encontrar palabras para explicarse, finalmente, se encoje de hombros.

Gastamos mucha comida- explica- Yo he guardado para el invierno- calla un instante y luego se sincera- Y por si madre y yo teníamos que volver a irnos. Es mucha comida. Se desperdicia mucha- dice intentando explicarse- Aquí se usa demasiado. Siempre sobra mucho en los banquetes. Es mejor tenerla guardada para cuando falte 

La explicación complació lo suficiente a Vesania. No desde luego para aprobar el comportamiento del muchacho, pero sí para entenderlo. Ese día hablaron todavía un buen rato, y Jack, que no dejaba de ser un niño de ocho años, pudo comprender por qué su comportamiento no había sido adecuado. Ese día, también pasó otra cosa importante, aunque su trascendencia no era clara aún para el niño: Vesania le comentó la posibilidad de dedicarse en el futuro a hacer gestiones para ella y para Probis. El chaval sabía que su madre quería que combatiera, porque desde que había sido puta en el norte, había llegado a la conclusión que sólo la espada podía hacer que alguien pobre, y sin familia, obtuviera fortuna.

Atrapado entre los deseos de ambas, Jack buscó un camino intermedio. Ser mensajero, y llevar mensajes e informaciones de unos a otros, bien sea en el campo de batalla, bien sea en el castillo.

Más tarde, durante ese año, fue la boda de Jared y Sarah. El hecho de ser invitados, él y su madre, fue para Jack una alegría insospechada. El que la comida y la bebida fuera escasa no importaba. El chaval se divirtió, sin que las habituales y ocasionales peleas con otros niños menoscabara ni un poco su felicidad.

 

Año 142.

El calor no disminuye la vitalidad de Jack que, ahora más que nunca, se hace merecedor de su sobrenombre: un pequeño cuervo que lleva mensajes de un sitio a otro, y aprovecha para mirarlo todo con interés y astucia. Aun cuando no se trataba todavía de un trabajo como tal, da cuentas de su trabajo a su madre, a Vesania y a Probis

En esas gestiones el joven aprende a moverse tanto por el interior y cercanías del castillo, llevando noticias a unos y otros, y haciéndose una presencia habitual tanto entre los criados, como entre los señores, como entre los hombres de armas. Durante este año en ocasiones sale al bosque, observando como se mueve por el mismo el guardabosques y sus hijos. 

 

Año 143. Mención a Soraya la Gata y a Vesania. Jack no se sintió especialmente distinto al cumplir 10 años. Para muchos esa edad era el momento en el que las obligaciones se empezaban a imponer a una vida infantil y despreocupada. Sin embargo para el pequeño cuervo la realidad era justo la contraria. Desde que había nacido no había tenido otra cosa que preocupaciones, y obligaciones. Sus días infantiles en el burdel más al norte de los Siete Reinos eran lo más parecido a una pesadilla. De hecho, en ocasiones, alguna noche aun tenía pesadillas, y se despertaba sobresaltado. Poco a poco, esas pesadillas se habían ido espaciando y el humor del chaval, desde ese chico callado y retraído, había ido mejorando. ¿Trabajo? Ir de un sitio a otro como mensajero, aprendiendo cosas que luego le comentaba a Vesania, o a su madre, o se guardaba para sí, era mucho menos duro que el resto de trabajos que había realizado, y mucho más divertido.

 

Año 144 a 146. Mención a Soraya la Gata, Vesania y a Ser Hadder. Participa Caster Caracortada. Los tres años siguientes fueron los más suaves del verano, lo que vino a mejorar aún más el humor de Jack. Aprovechaba lo que obtenía de su trabajo en mejorar algo las condiciones de vida de su madre, a la que atendía con auténtico cariño. Fuera de sus relaciones con su madre, el joven despierta a la juventud aprovechando sus viajes como mensajero en conocer las poblaciones, los caseríos... y en aprovecharse de su encanto y discreción tanto para conocer a sus primeras "amigas" como para enterarse de todo lo que podía ser de interés para el castillo, que comunicaba, según la gravedad, a su madre, a Vesania o a Ser Hadder.

Su presencia se hace conocida en tabernas y burdeles, a los que va en ocasiones, más para enterarse de rumores que para pagar a prostitutas. De alguna manera, el talante de Jack, su conocimiento de las prostitutas, los clientes, los chulos, de las claves que existen en ese submundo, comunes en el norte y en el sur, y incluso fuera de los Siete Reinos, le hacían ser conocido y relativamente apreciado.  

En el año 146 comunicó al castillo noticias sobre los bandidos, y luego llevó órdenes del castillo a los combatientes, así como, más tarde, las noticias de la victoria. Sin embargo ese evento no fue, para Jack, el más importante del año. Había ido a Solaz del Soldado con el propósito de hacer unos recados para algunos miembros del castillo, cuando vio a un hombre tendido en la entrada del pueblo. Al acercarse un profundo olor, desagradable, llegó a su olfato. Caster estaba tendido en el suelo y era evidente que estaba muerto, o casi. Jack actuó casi sin pensar. Llevarlo al castillo por sí solo era imposible. No lo intentó. Sacó un cuchillo, y entró en la taberna.

Alguien ha intentado asesinar a Caster- fue quizás la primera vez que habló con dureza, mientras mantenía el cuchillo en las manos- No se quién ha sido, tampoco es algo que vaya a investigar ahora. Pero sí se que por muy bastardo que sea, informaré al castillo que todos los que están aquí lo han dejado morir, como no me consigáis un carro, y me ayudéis a subirlo y llevarlo al castillo. Sabéis quién es Caster. 

 

Año 147. Mención a Ser Otter CrakehallLady PatricyaSer Orsey Crakehall, Caster Caracortada y Lidya Tully. Nada supuso para el pequeño cuervo que, en Desembarco del Rey, naciera la princesa Rhaena Targaryen. Sí fue increíble para el joven la llegada del invierno. Había estado toda su vida temiendo ese momento, recordando las historias que le contaban las putas en el norte, pero ahora que llegaba el Invierno, su relativa suavidad sorprendió al joven que vio reafirmada su convicción que el sur era mucho mejor que el norte.  

El nacimiento, durante ese año, de Jacob Crakehall, hijo de Ser Otter Crakehall y Lady Patricya, y su posterior muerte, entristecen a Jack pero no se acerca a los padres, pues es consciente de la diferencia de rango y, además, no tenía demasiada relación con ellos. Si acaso evita disfrutar o reír cuando los ve cerca, así como realizar las gestiones que le piden de la forma más eficaz y seria posible. Jack siente cierta envidia de las familias ajenas, de lo que es tener un padre, de lo que es tener hijos.  

Hay más novedades; el matrimonio de una de las hijas del señor. A finales de año se produce la boda de Ser Orsey Crakehall y Lidya Tully, que pasa a llamarse Lidya Crakehall. Poco a poco el invierno empieza a iniciar, los ánimos están revueltos... y una tragedia estúpida e innecesaria ocurre en Villamanzano.

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30/05/2014, 19:01
Ser Pendrik Tully, "Pendrik Sin Tierra".

Viñeta XV en la que se narran los acontecimientos más relevantes acaecidos entre los años 141 y 147.

Mención con texto: Ser Otter Crakehall, Ser Hadder Tully.

Aparecen Orsey Crakehall, Gwraidd Tully.

AÑO 142. Claro del bosque cercano a Aguasclaras.

Pendrik abrió los ojos. El sudor empapaba la almohada y tornaba pegajoso el cuello del heredero de Aguasclaras. No recordaba el momento, pero se había quedado traspuesto después de llegar a sus estancias. La jornada con Ser Otter había sido aquel día especialmente agotadora. El empleo de escudero le reconfortaba. Físicamente le obligaba a mejorar, de aquello no cabía duda. Sin embargo todo lo que unos años atrás fue ímpetu por la profesión de las armas, ahora se había convertido en un interés taciturno y apático. Y obviamente Ser Otter se percataba de aquello. Hasta el día de hoy.

-¿Otra vez? La guardia Pendrik, arriba, ¡esa pierna más atrasada! ¿por casualidad necesita vuesa merced que os la cercenen...?- Ser Otter respiró hondo, miró a los ojos del cuasi adolescente y se aproximó a él. Levantó su mano enguantada y la posó sobre el escudo.-Para, baja eso, y descansa.- Toda vez que decía esas palabras movía un tanto resignado la cabeza, negando para sí mismo.

Pendrik bajó el escudo. La frente perlada de sudor y los jóvenes fuelles que impulsaban su pecho encabritado por el esfuerzo se fueron relajando. Dejó caer la espada de prácticas y tomó en sus temblorosas manos el odre de agua. Una vez terminó de refrescarse y se sosegó se dirigió con voz firme a Ser Otter.

¿Se me nota mucho?- El joven miró con sentimiento de culpa en los ojos.

Ser Otter Crakehall se mantuvo callado en torno a  sesenta latidos. Mientras, clavaba su vista en el horizonte el sotobosque y el arroyo cantarín cercanos al castillo, el que tantos días empleaba como escenario para tratar a Pendrik como un simple escudero, sin reparar en otros asuntos de alcurnia, ni en miradas curiosas. -Pendrik, por los Siete que no llego a comprender vuestra falta de, de ¿alma?- Dicho lo cual, el castellano se giró y clavó la mirada en la del heredero.- Hacéis todo lo que os ordeno, recogéis y montáis campamento, despellejáis la caza, hacéis la comida, abrillantáis las piezas de mi armadura... pero, ¡no, no... estáis aquí!, maldita sea, ¿que demonios, qué diablos os pasa?

¿QUÉ malditos diantres me pasa?- La voz gallosa del adolescente fue ganando un tono furibundo  -Os lo diré, os lo diré ahora mismo mi señor castellano de aguasclaras... ¡Lo que hago, NO VALE PARA NADA!- Los ojos desorbitados de Pendrik se inyectaron de un modo turbador en sangre -¡Lo que hacemos aquí no vale para una jodida mierda! El honor, la familia, el deber... no sirven en un maldito mundo podrido como en el que vivimos.- El joven se incorporó y se puso a menos de un palmo del enorme cuerpo de Ser Otter. -No, no funciona, el mundo no funciona bien, está podrido hasta el tuétano. ¿De qué nos vale ser valientes y honorables Ser Otter, ¿DE QUÉ? La gente se apuñala en la espalda y miente por las calles de los pueblos, el indigno se alza con el poder el bondadoso se pudre en el arroyo, la corrupción campa por las casas poderosas... Pendrik agachó la cabeza y comenzó a sollozar -Yo no voy a valer, ¡YO NO VALGO, YO NO VALGO! No quiero mentir no quiero condenar por leyes que no quiero ni comparto no, ¡NO!, no vale para nada, ellos siempre ganan,  padre es honorable y somos los parias de poniente ¡lo veo cada dí...!

Un revés de la mano enguantada de Ser Otter impactó en la cara del heredero con la fuerza justa para tumbar al adolescente de un modo contundente. Como un espantapájaros desmadejado se derrumbó de costado en el suelo entre una nube de polvo. Pendrik quedó boca abajo musitando palabras inconexas e inaudibles.
 
El castellano se estiró el bigote y  dejó premeditadamente pasar unos minutos. Toda vez transcurridos esos latidos, le ofreció enérgicamente una mano a su aturdido señor. Un Ser de doce años y todas las responsabilidades en el mundo a poco de llegarle pensó. Momento en el cual, recapacitó... Que me perdonen los siete pero no, no me gustaría estar en su lugar...

La cabeza de Pendrik dejó de dar vueltas y fijó la vista arriba, muy arriba. El labio le sangraba y una mano, la misma que le había derribado se tendía en su ayuda para incorporarle, por un momento el irrefrenable orgullo juvenil le dijo al heredero que desechase esa maldita ayuda, no obstante recordó por un momento de lucidez unas palabras del maestre Ammon. Confía en el que diga no, ése y sólo ése será quien merezca tu respeto y tu atención...
Agarró  con fuerza la terrible manaza provocando una nube de polvo al chocar,  y al incorporarse bajó la mirada en señal de humildad muestra de un arrepentimiento quizá. -Siéntate aquí- Ser Otter se acomodó en una roca junto al arroyo y le indicó con el índice, imperativo ahora y con voz enérgica el lugar. Pendrik acomodó sus posaderas y magullado orgullo y esperó allí.

En verdad que no le hacían falta las palabras, había estallado todo por los aires. Todo lo que le reconcomía, todo lo que le hubiera gustado decir a padre se lo había soltado al enorme castellano ¿confiaba quizás más en él que en padre?, que triste, que triste... Meditó. Entonces, al fin y de una maldita vez, rompió a llorar.

-El valor... el honor. ¡Familia!, deber, ¿la verdad y la justicia?- El caballero tomó de la barbilla a Pendrik y le giró la cabeza enérgicamente hacia él, sin contemplaciones -¿Crees que no existen ya, con sólo doce años? Pfff...- Ser Otter sonrió con amargura, quizá rememorando algo para sí. –Muchos desengaños te quedan por sufrir ohh sí, dolor, traición, daño, envidia, injusticia, mezquindad... todo eso anida aquí en Poniente.- Pendrik hinchó el pecho y se limpió la sangre con el envés de la mano mientras escuchaba al que ahora mismo y mientras fuera su escudero tenía como a  “su Señor”, que en ese momento bajó delicadamente su mano al pecho del joven, a la altura del corazón.

-Aquí está todo ¡TODO! Si vos sois honorable, el mundo será honorable, si vos sois justo el mundo es justo, si vos tenéis familia, deber y honor el mundo tendrá ¡Familia, Deber y Honor! Está en vuestra mano, y mientras vuestra mano sea tan leal a sus principios como lo es la vuestra hoy, y lo que  anida en vuestro pecho tan puro, que me aspen, y que me aspen mil y una veces si aún no quedan muchas cosas por las que luchar... mi señor.

Año 146. Un mes después de la batida contra los bandidos de Jack Calabaza.

Había sido un mes realmente productivo. Su padre concedió que viajara junto con su hermano Gwraidd por toda la comarca toda vez la misma había quedado libre de bandidos. No admitió sin embargo que Haudrey les acompañara, pese a la insistencia de los hermanos. Del mismo modo que Ser Hadder negó  tal cosa, Ser Hadder también descartó el darles motivo alguno para su cerrazón.
Recorrieron las villas y pueblos, desde el bosque de los secretos al bosque viejo en lo que realmente había sido su primera visita formal a las tierras de Aguasclaras. Una vez de regreso los hermanos decidieron interesarse en ver al aún convaleciente Orsey Crakehall para preocuparse de sus heridas. Orsey estaba prácticamente recuperado y tomando fuerzas para ver con mayor asiduidad a nuestra hermana Lidya. Ya que el tema de su compromiso iba, como suele decirse viento en popa.

Pendrik salió de la estancia justo cuando su padre, Ser Hadder estaba a punto de entrar, al parecer con intenciones similares a las de los hermanos. Tenía el rostro grave y añoso. Interceptó y agarró a Pendrik del brazo y lo condujo a un paseo forzado por el pasillo.

-¿Cómo ha ido, dime, todo bien?- Había cierta premura en las palabras del Ser, una inquietud extraña quizá en el timbre de su voz.

-Sí padre, to... todo bien. Hemos preguntado a las gentes por sus problemas en nombre vuesa merced y les dimos ánimos. Les informamos que se esquilmaron los bandidos por vuestra gracia. Que se les dio una buena lección que no olvidarían y como le digo padre, nos informaron de los problemas de los pueblos, de los que buena nota os traemos mi señor. - Pendrik miró a su padre esperando aprobación, en cierto modo anhelante de ella. Ser Hadder por su parte tenía la vista como perdida en un horizonte inexistente y afirmaba con gestos de la cabeza a la nada. O mucho se equivocaba Pendrik o algún problema de gravedad podía perturbarlo. Pendrik reflexiono sin dar voz a su mente. Padre, que os aflige, soy joven pero puedo ser un apoyo ya para vos...
-Mmmm bien, bien hijo, bueno iré a ver a Orsey ahora... luego para la cena me contaréis en profundidad.-Ser Hadder sonrió a Pendrik con cariño, como no demasiadas veces dejaba entrever últimamente, quizá, nadie sabe si por miedo a que le descubrieran vulnerable. Fue entonces cuando su primogénito de manera inesperada tomó la iniciativa, le agarró la mano con fuerza y le habló.

Padre, mi buen padre, en los últimos años, cuando asumí finalmente la carga que los Siete quieran que tarde mucho en recibir, decidí hablar con las personas más importantes en mi vida. Hablé con madre, hablé con el septón Eulocis y hablé con el maestre Ammon del buen gobierno.- Allí en la oscuridad del pasillo, acercó sus labios al rostro marcado de arrugas pero aún vigoroso de su padre y le besó con ternura en la mejilla.-Me falta una última conversación, quizás la que he estado eludiendo todo este tiempo, la de mayor valor, la más importante.- La primera reacción, extraña, desubicada de Ser Hadder dio paso a un estado de énfasis al apretar él con aún más fuerza  las manos de su joven hijo de ya dieciséis años.

-Padre, ¡por los Siete! decidme vos, ¿qué es lo que tiene que reunir un buen gobernante y qué debe evitar?

 

Año 147. Año del nacimiento de la princesa  Rhaena Targaryen en desembarco del Rey.

La escasa luz de los cirios alimentaba la lúgubre y triste escena del tanatorio.

El cuerpo presente del pequeño Jacob Crakehall descansaba sobre la pequeña ara que se había montado expresamente para su diminuto cuerpo en el Septo, bajo la Madre. “El invierno se lo llevó” decía la gente. ¿Cómo pueden ser los Siete tan injustos, era un bebé?

Pendrik se aproximó a los padres y hermanos, uno a uno fue ofreciendo sus condolencias de verdadero corazón, finalmente al llegar frente a Ser Otter su mente navegó a la deriva entre los efluvios de incienso. -Madre, a vos todo os lo debo, la vida misma. Maestre Ammon, ¿que hubieran sido de mí sin vos? Sois mi luz. Padre, vos sencillamente representáis la ley y el orden en el caos. Gwraidd tú, eres la amistad. Haudrey... quizá el honor. Las pequeñajas... ¿amor? Y por fin Ser Otter, Ser Otter el compañerismo.

Despertó del ensimismamiento frente  a Ser Otter Crakehall, se mantenía firme como una vela. Estoico, pero para él que lo conocía bien, derruido en sus cimientos con el cadáver de su bebé frente a él. Pendrik aproximó los labios a su oído y le susurró.- Lloraré yo por vos en mis aposentos.

Tocando el año a su fin. Llegó el momento de los esponsales de Lady Lidya y Ser Orsey.

Huelga decir que la celebración no se prestó a mayores fanfarrias después de la tragedia de los Crakehall. Sin embargo si recuerdo fundirme en un maravilloso abrazo con mi hermana recordándole, con una seriedad seca y abrumadora al oído- Si te hace cualquier cosa, no dudes, dímelo-  

La cara de ilusión en los rostros de mis seres queridos fueron regalo suficiente en esa jornada como antesala a lo que nos aguardaba... Se acercaba el invierno una vez más...

 

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30/05/2014, 21:39
Tarmall "Pocas Ganas".

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147:

- Año 144: 

Sobre los rumores de un asesino, afirmo en el castillo haberle visto en Solaz, algo me llamó la atención de él como hombre de armas, sabiendo que no encajaba como guerrero ni tampoco como cazador. Su mirada era fría, su cuerpo estaba en buena forma física, sus armas no encajaban en ningún estrato social, si había algún asesino en busca de nuestro señor debía de ser él.

Se escuchan rumores de ataques en zonas fronterizas con los dornienses , vuelvo a utilizar la armadura en mis guardias. Entreno con las armas en general, parezco bastante disciplinado pero en verdad lo que esperaba con ansias sin tener otros problemas eran las hierbas que me podía dar Plumby en sus idas al bosque.

Las hierbas las utilizo en pequeñas dosis, las pruebo de diferentes modos incluso mezclando con otros ingredientes. Algunas de las hierbas provoca un estado espiritual que da un extraño conocimiento tanto interior como exterior, viendo el mundo de otra forma. Es un estado diferente que lleva a la mente a un estado de embriaguez, hay plantas que te vuelven eufórico, unas producen estreñimiento, otras vómitos incluso hay alguna que me deja el cuerpo paralizado durante unas horas. 

Poco a poco voy despertando en los demás la curiosidad de mis experimentos, que ya les parecía raro la transformación que habían visto en mi sin repercusión alguna.

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30/05/2014, 22:20
[RIP] Plumby el Flechero.

VIÑETA XV: AÑOS 141 A 147:

- Año 145:

Me dedico a buscar a un grupo de jóvenes para narrarles las hazañas sobre Tarmall y yo en Solaz, engaño haciendo una narración exagerada, inventada sobre nuestras hazañas, caza a los bandidos y final victorioso.

Poco a poco voy practicando la narrativa de esta forma, el engaño camuflado, la prosa el verso la oda y otras versiones literarias que voy intentando aprender, escucho rumores sobre un poeta que compone una oda triste sobre el feudo de piedras viejas.

Intento convencer en este año a los nobles a que me enseñen a leer y escribir, con la intención de poder leer más sobre poetas literatos y sus formas de expresión. Poco a poco me voy metiendo en el mundillo del espectáculo sigo con mis juegos malabares y mis acrobacias, ganando la confianza de los más jóvenes del castillo y mediante ellos a su familia, lores caballeros para conseguir ascender en conocimientos y vías de aprendizaje.

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31/05/2014, 02:14
[OUT] Maestre Ammon.

Viñeta XV. Años 141 a 147.

MAESTRE AMMON.

Mención a Ser Hadder, Ser Otter, Ser Trycian, Haudrey, Pendrik Tully, Nana, Vesania y Jeremyed.

 

“Habrás observado, mi desconocido sucesor, que entre los años 141 y 146 la actividad en esta modesta bitácora de viaje temporal por la vida de Aguasclaras se vio francamente reducida a unas ridículas entradillas que apenas se limitaban a relacionar acontecimientos. Me avergüenza tener que confesar ahora que parte de la culpa de los diversos problemas que aquejarían al feudo durante los años inmediatamente siguientes fue mía, a causa de una desconexión, de una injustificable ausencia de espíritu de cuando acontecía a los hombres y mujeres de Aguasclaras; una ausencia que propició errores fatales, como el que cometiera Ser Hadder al rechazar aquella invitación para un torneo al cual no podíamos permitirnos ausentarnos, o mi nula vigilancia que permitió al asesino llegar hasta los intestinos del feudo.

Como siempre sucede, hay una causa tras mi dejadez en las funciones. Pero en este caso, a diferencia de como suele habitualmente ocurrir, no es excusa sino verdadera causa, y como pronto comprenderás el motivo sí justificó sobradamente los medios en tiempo y esfuerzos que invertí con posterioridad. Lee ahora, y júzgame en consecuencia”.

CRÓNICAS DEL MAESTRE AMMON

(Extracto)

 

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Castillo de Aguasclaras.

Principios del año 141 después del Desembarco del Rey.

 

Vesania y Nana.

Nana y Vesania.

Ammon ascendió trabajosamente las empinadas escaleras de piedra que conducían hasta la almenara de la Torre de homenaje, el lugar donde había ubicado un modesto scriptorium junto a las jaulas de los cuervos que utilizaba para dar fe de su testamento escrito, los pliegos que habría de encontrarse el siguiente Maestre a su llegada al Castillo y donde Ammon describía pormenorizadamente tanto aquellos hechos que eran conocidos como los más discretos que solo unos pocos habían presenciado (en algún caso únicamente él).

La mañana era aún lo bastante agradable como para que el Maestre se permitiera aquellos largos paseos junto al río; pronto comenzaría el frío, las brumas, el rocío helado, y las ajadas articulaciones de Ammon le impedirían darse ese secreto placer. 

-Ah, la vejez -murmuró.

La vejez, sí, siempre retorcida, tan repleta de rencores y venganzas, de artritis en los cuerpos y en las mentes, de culpas y mentiras, de causas que se agriaban y degeneraban en traición y muerte. Como la de aquellas dos.

Vesania y Nana.

Ammon desplazó la madera que franqueaba el paso a la trampilla final; luego estaba la escala de madera, los hedores de las micciones de los cuervos, la paja seca y la tinta. Nana y Vesania. 

El problema estaba llegando demasiado lejos. Al Maestre no le gustó el turbio asunto del incendio, ni tampoco el problema con los telares. Tampoco le hacían ninguna gracia los latigazos, ni la costumbre absurda del Ama de Llaves de descargar su furia en forma violenta. Pero lo que comenzaba a molestar de verdad a Ammon era la utilización perversa de los niños como fuerzas de choque entre las dos voluntades más tercas de Aguasclaras. Tenía que poner fin a aquello de una vez, de un modo u otro.

Ammon dejó caer sobre la mesa la bolsa de cuero con los champiñones que había recolectado. Agitó un brazo, molesto por el frío del entumecimiento en el codo, esos preludios a los verdaderos dolores que estaban por venir. Se dirigió hacia los cuervos, pasando la palma de su mano derecha por encima de la vela de vidriagón que reposaba, muda, sobre una de las estanterías, mientras murmuraba al descuido las viejas palabras en Alto Valyrio que, en otros tiempos, provocaban que la luz acud…

Un pequeño relámpago destelló en el extremo superior del cristal volcánico de la vela. La temperatura de la sala descendió varios grados, los cuervos enmudecieron al tiempo que una luz tenue, verdosa, titiló con gracia emitiendo un fulgor imposible y antinatural. 

Ammon quedó inmóvil, las piernas extendidas en un paso congelado, mirando aquella luz. Durante diez largos segundos todo cuanto existió fue el frío y el fulgor. Después, del mismo modo en que habían aparecido, tanto la luz como la antinatural gelidez se disiparon.

-“Lo arlī mazemagon jaelāt, ziry jemēlo syt ziry jemo bēvilza -murmuró Ammon-. Uēpossi Arlȳssī nēdyssy sesīr azantys zȳhon vestras.”

Sintió un estremecimiento.

 -“Aōhoso ajomemēbza se Arlȳssī nēdyssy rijībiā, se ñuhoso ziry rijībin. -A cada nueva estrofa, el Maestre iba alzando la voz mientras se acercaba al cristal-. Nyke Morghot se Arlȳssī nēdyssy Jelmāzmo ¡hen Targārio Lentrot, hen Jaehossi se Arlȳssī nēdyssy Uēpo ānogār iksan!” ¡Enciéndete! ¡Enciéndete! ¡Enciéndete! ¡Se Arlȳssī nēdyssy suvio zūgusy de una maldita vez, hija de cien furcias!

Nada sucedió.

Pero la vida de Ammon había cambiado para siempre.

 

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Era de uso común la idea de que los efectos de aquello que determinados sabios denominaban “magia” estaban dejando de sentirse día a día, año a año, estación a estación desde varias décadas atrás. Ammon lo sabía mejor que nadie, pues lo había experimentado por sí mismo: nadie en Poniente poseía conocimientos tan vastos acerca de las artes prohibidas como él, y sus tres eslabones de acero valyrio no pendían de su atormentado cuello por nada. Con menos de veinte años ya había leído y comprendido los tratados de hechicería arcana del Maegger Arhjon, y sus traducciones de los enrevesados textos de Kloj el Rojo eran de estudio obligado en Ciudadela cuando no todavía no había cumplido los treinta. En otro tiempo, en otro siglo, el Maestre Ammon hubiera podido mover montañas.

En otro tiempo.

En la actualidad esos efectos mágicos o, como a él gustaba denominar, “demostraciones empíricas de la coexistencia de diferentes físicas en un plano convergente”, se limitaban a extrañas reacciones ante cánticos o palabras de poder pronunciadas casualmente por bocas afortunadas. Durante sus años en Ciudadela de estudio primero, y pedagogía después, había podido recopilar testimonios llegados de todo el continente, así como de más allá del Mar Angosto y las tierras perdidas del remoto Este, y todo se limitaba a sorprendentes variaciones térmicas, algún incendio afortunado, pequeñas transmutaciones (siempre de líquidos) y escasas comunicaciones por parte de alguno de los muchos Dioses a fieles o acólitos de mentes frágiles. Ammon sabía que ni los más dotados Septones podían mantener ya contacto con sus dioses; mucho menos los sacerdotes de los viejos dioses, aparentemente inactivos desde mucho antes del nacimiento del Maestre. Sólo los dragones contradecían aquella máxima: allí donde desplegaban sus correosas alas la magia tendía a funcionar con sorprendente asiduidad. Porque existía la magia, no cabía duda, pero más allá de los aledaños de las gigantescas bestias aladas sus efectos se habían disipado de tal forma que ya nadie jugaba con ella con esperanzas sinceras de conseguir nada tangible. 

Y de repente, aquella luz verdosa brotando de la vela de vidriagón. 

El Maestre había sentido una pulsión primitiva, una vibración subcutánea, un temblor en lo más profundo de su sangre; la temperatura descendió varios grados, y la reacción de los cuervos le demostraba que lo experimentado era real. Ammon, después de una vida consagrada al estudio de lo imposible, había hecho magia. Y lo que era aún peor, lo había conseguido con notable facilidad.

Dedicó los meses siguientes a realizar todo tipo de pruebas en su laboratorio. Jugó con palabras prohibidas, refrescó sus recuerdos de remotos rituales e incluso llegó a ofrecer sacrificios y ofrendas de sangre. En varias ocasiones creyó percibir de nuevo aquel extraño temblor, aunque los resultados distaron mucho de ser notables. También hizo volar los cuervos, y las respuestas, llegadas de todo Poniente, corroboraron sus sospechas: en diferentes lugares del continente habían oído hablar de sucesos inexplicables, casi siempre inesperados, y algunos hablaban en voz baja de una nueva primavera para la agostada magia.

Los rumores no tranquilizaron a Ammon. A un nivel  muy secundario abrigaba la esperanza de que las “tensiones físicas entre las realidades convergentes” se estabilizaran y permitieran al medio plazo un uso racional y controlado de aquel poder; pero su compleja mente había perdido la paciencia y sólo giraba con un único objetivo, porque aquello que buscaba lo quería ya, en el ahora: si alguien podía hacer una magia cuyos efectos realmente marcasen la diferencia, ese alguien era él. No iba a detenerse hasta conseguirlo. 

Por desgracia, el mundo tampoco pensaba detenerse para esperarlo.

 

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Segundo mes del año 141 después del Desembarco del Rey.

 

Una voz. Una voz en su cabeza.

Murmura algo acerca de una gaviota. Los láridos, vulgarmente llamados gaviotas, son un tipo de ave curioso en su gregario comportamiento de…

No, no es gaviota. Es una voz grave y conocida. ¿Tensa? No, nerviosa, se dice Ammon agitando su mente y tratando de regresar a la realidad, dejando de lado por un momento sus cábalas y complejas operaciones numerolomatemáticas con las que lleva dos semanas luchando tratando de encontrar la pronunciación perfecta para la invocación del fuego en la que está trabajando.

-¿Qué opinas? -murmura Ser Hadder desde su gran silla, mirando con los ojos entrecerrados al Maestre-. ¿Estás bien, Maestre Ammon?

-¿Señor?

-Demonios, hace semanas que no consigo mantener una conversación decente contigo. ¿Te ocurre algo?

-¿Ocurrir?

-Deja de responder con preguntas como si fueras un jodido Karstark -dice Ser Hadder clavando su daga en la mesa de un golpe seco-. No quiero importunarte, pero si necesitas mi ayuda puedes contar con ella.

-¿Ayuda…? -El Maestre alza una mano-. No, perdón mi Señor. Soy yo quien está aquí para ayudar. ¿Qué decíais acerca de…?

-…del torneo -farfulla Ser Hadder, visiblemente molesto-. Lord Grafton, en Puerto Gaviota. Os decía que no creo que sea buena idea acudir, pero como en el pasado siempre me has aburrido con tus interminables diatribas en favor de los torneos y sus posibilidades diplomáticas, me planteaba la posi…

-Torneo -dice Ammon bajando la voz. La palabra evoca otras tres, dos de ellas en el Valyrio de las ciudades libres, y la tercera en Alto Valyrio. Quizá en una de esas palabras esté la clave-. No, claro -dice sin prestar atención a su señor-. Tenéis razón con ese tema. Asunto. Y ahora, si me disculpáis…

El Maestre se levanta y sale de la sala moviéndose con una extraña lentitud que preocupa al Señor de Aguasclaras. Piensa que su amigo debe estar enfermo, y mientras dicta a Probis la carta de respuesta con su negativa a asistir al torneo se pregunta si debe buscar y contratar a un sanador de probada reputación para poder ayudar al Maestre Ammon.

No quiere perderlo.

 

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Castillo de Aguasclaras. Año 142 después del Desembarco del Rey.

 

Los dos ancianos caminan despacio por el camino del Septo con los brazos entrelazados. El visitante, un corpulento Maestre de larga barba y pelos ralos, habla en voz queda en un lenguaje extraño. Ammon escucha en silencio, interviniendo apenas.

-Es una causa de fuerza mayor -dice el visitante.

-No.

-Lo es, Ammon. 

-No formo parte del claustro. Ya no.

-Es igual. Tu sabiduría es respetada, y tus conocimientos acerca de las artes prohibidas son legendarios.

-No servirá de nada que me adules, Freik.

-Sabes que no lo hago -dice el Maestre Freik-. Quieren nombrarte Archimaestre de Artes Prohibidas, no es ningún secreto. Ya lo serías a estas alturas, si no hubieras solicitado servir a Poniente en este lugar. Y debes acompañarme. La votación…

-La votación tendrá lugar conmigo o sin mí. El Gran Maestre ha muerto, escogeréis otro, aconsejará al Rey, morirá y el ciclo se repetirá de nuevo.

-Serías elector y elegible, Ammon -dice el grueso Maestre, deteniéndose-. Son tiempos extraños; la magia… Aunque la votación no es cosa fácil, podría ser tu gran oportunidad: Ser Hadder nunca se negaría.

El Maestre Ammon asiente, pensativo, mientras repasa dos interminables ciclos numéricos en el interior del Palacio de su Memoria, tratando de adaptarlos a la entonación de un viejo conjuro.

-No voy a acompañarte -dice casi al descuido-. Tengo mucho que hacer.

 

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Año 143 después del Desembarco del Rey.

 

El joven Pendrik Tully, heredero de Aguasclaras, no localiza al Maestre en su estudio, y cuando descubre que tampoco se encuentra en la cámara donde acostumbra a descansar comienza a impacientarse. En el pasado cercano lo ha visto algo más disperso de lo habitual, despistado o... sí, quizá más concentrado. También recuerda que en las últimas ocasiones en que ha coincidido con el Maestre sus ropas, por lo general austeras pero limpias y cuidadas con esmero, mostraban más restos de plumas negras de lo habitual, por lo que decide acercarse a buscarlo en lo alto de la almenara sobre la Torre, donde custodia sus valiosos cuervos. En efecto. Allí, sobre una mesa que no recordaba haber visto antes, el Maestre Ammon consulta al tiempo tres pergaminos y un antiguo volumen encuadernado en cuero. Pendrik da un vistazo a los textos: todos ellos están escritos en Alto Valyrio.

-Maestre, buenos días. -El Maestre alza la mirada-. Perdonadme que venga a deshoras, pero si no os importa me...

-Buenos días, joven señor -murmura Ammon, la voz apenas un susurro-. Disculpadme si no me levanto, pero mi espalda viene dándome problemas en estos últimos días del Verano.

-No, por favor -dice Pendrik-. Me..., decía que me gustaría formular una cuestión a vuestra merced.

-Adelante con ello.

-¿Qué es lo más importante que debe guiar los pasos de un buen gobernante, cuáles sus virtudes y cuáles pueden ser sus mayores defectos?

El Maestre contempla al muchacho con curiosidad. Asiente en silencio, toma aire y rompe a toser.

-Disculpad. Este resfriado... -Ammon carraspea-. Vuestra pregunta, aunque repetidamente formulada por diferentes voces desde que sirvo a Poniente desde Aguasclaras, no deja de ser interesante. Y me agrada que seáis precisamente vos quien me la hace hoy, en este justo día... 

-¿Qué justo día? 

-El Cometa -dice Ammon señalando el muro de la almenara en la dirección donde debe encontrarse el fulgente astro-. Hoy he sabido que se ha tomado una decisión al respecto.

Pendrik asiente.

-Yo… ¿Qué decisión?

-Tanto en Antigua como en otros muchos lugares de Poniente se han alzado voces sabias con la intención de dar respuesta a la aparición del Cometa -dice el Maestre-. Hoy ha llegado un cuervo desde Ciudadela.

-¿Qué decía su mensaje?

-El Archimaestre Astrólogo Varamiel ha proclamado al mundo que el cometa lleva implícitas dos cosas, un resurgimiento de la magia y la constatación de la grandeza del primogénito de Aegón, el tercero de su nombre. Daeron.

-El príncipe Daeron el Grande -dice Pendrik-. Estos días todo el mundo lo llama así.

-Daeron el recién nacido, es como yo lo llamo -murmura Ammon-. La grandeza, real y figurada, tendrá que ganársela con los años. ¿Qué era lo que preguntabais, joven Señor?

-Quería saber acerca de las virtudes y defectos de… 

-Cierto. -El anciano asiente-. ¿Sabéis una cosa? Me recordáis mucho a un niño que una vez conocí. Tras los ojos de ese niño anidaba una inteligencia afinada e impropia y una irrefrenable curiosidad. Ese niño era yo.

El Maestre hace un enorme esfuerzo y se levanta, acercándose a una estantería donde hay tres jarras junto a una curiosa pieza de cristal volcánico con forma de vela.

-Vino caliente -dice, señalando una de las jarras-, con una combinación de especias de mi invención. A estas horas ya no mantiene la debida temperatura, pero bueno. En la de su lado hay agua fría. La prefiero congelada: es uno de los grandes placeres del Invierno... ¿Conocisteis el último Invierno? Es igual, pronto sabréis por qué los Stark lo tienen en la boca a todas horas… En fin, en la tercera jarra hay limonada, a la forma bravoosi.

Ammon se sirve una jarra de vino.

-Cada bebida para su momento. ¿Dónde estábamos...? ah, sí. Las virtudes del buen gobernante. -Ammon sonríe-. Unos dicen que la inteligencia. Otros la sabiduría, la fuerza, la voluntad. El carisma, tan importante. El carácter, la valentía, la generosidad. El compromiso. La iniciativa, la pasión. La seguridad, la capacidad de aprendizaje. -El Maestre levanta un dedo-. Rodearse de voces críticas, saber escuchar.

El anciano, alto y delgado como un junco, regresa hasta su silla no sin antes deslizar la palma de la mano sobre la extraña pieza de cristal volcánico.

-Pero estoy seguro de que no creeríais que iba daros una respuesta fácil, mi joven señor -dice tras tomar asiento-. Creo más inteligente y constructivo trasladaros la pregunta. Decidme vos, ¿cuál es la mayor virtud de un señor, y cuál su mayor defecto?

El heredero de Aguasclaras queda en silencio. Comienza a rascarse nerviosamente la pierna izquierda, un antiguo tic que había desterrado años atrás. Finalmente mira hacia el Maestre, suspirando.

-Sabéis que yo no soy ningún erudito como para dar esa respuesta, así que reuniría a mis consejeros, aquellos más sabios de entre los míos, lo más veteranos, los más observadores, y escucharía sus conclusiones. -Pendrik se alza de hombros-. En definitiva es lo que estoy haciendo ahora, con vos y con otros a quienes respeto. Pero no voy a eludir la pregunta. Supongo que podría deciros que la bondad, el honor, el deber. Sí, eso ya lo sé. Lo he escuchado cientos de veces. ¿Pero existe alguna llave que domine al resto, una virtud que lo contenga todo a la vez?

-Comencemos por el final -dice Ammon, indicando un taburete libre al joven señor-. Defectos. Me encantan los defectos.

El Maestre pasea lentamente por la sala, meditando.

-Hay tantos. -Ammon alza las cejas-. Pero ninguno tan grande como la ceguera de quien no quiere ver y la sordera de quien no quiere oír. Algunos lo llaman estupidez, pero yo os digo que el estúpido puede ser reconducido: yo lo llamo soberbia. Nunca os permitáis dudar de un "No", pues el valor de quien lo pronuncia ante un señor queda fuera de toda duda; ni os relajéis y confiéis a ciegas en un "Sí", puesto que no hay monosílabo más seguro y socorrido para quien sirve que el asentimiento. Por el contrario, rodearos de consejeros que siempre os digan "no", que os cuestionen por principio, y partid siempre desde el convencimiento de que toda acción, toda decisión, es incorrecta en algún punto o incompleta en algún término, y que toda actuación genera efectos negativos. Aun las más justas.

Ammon se acerca al joven Pendrik, toma una silla y la sitúa frente al heredero de Aguasclaras con el objeto de quedar situado frente a frente, ojo ante ojo.

-En cuanto a la mayor de las virtudes... -dice, sonriendo-. ¿Honor, bondad, deber...? Sin duda, mi joven señor. Y todas cuantas os mencioné antes, y varias otras que he preferido, por una causa u otra, no proponer aquí. ¿Qué es mejor -pregunta señalando ahora las tres jarras de líquido que reposan en la estantería- para el cuerpo de un anciano como yo? ¿La confortable calidez del vino templado, el fuerte golpe revitalizador del agua helada, o la dulzura y placentera degustación de la limonada? La respuesta es compleja y sencilla al tiempo: todas y ninguna, puesto que cada bebida es la más adecuada para un momento y situación. 

-Entiendo -dice el joven heredero-. Todas y ninguna.

-Así es. Tal y como sucede con las virtudes: de nada os servirá ser fuerte y valiente cuando nuestros enemigos jueguen el más elevado de los juegos en el tablero diplomático, ni bondadoso cuando la guerra llame a las puertas de Aguasclaras, ni honorable cuando vuestro enemigo asesine a nuestros hijos. Deberéis amaestrar y dominar el don de la oportunidad, joven señor, y ser lo bastante sabio como para poder actuar ante cada reto del modo adecuado. Porque hasta los más elevados dones -dice Ammon, bajando la voz- son cuestionables cuando la situación empeora de verdad: la bondad puede hundiros; el deber ahogaros y el honor conduciros a una guerra que no podéis ganar.

El Maestre Ammon se levanta trabajosamente.

-Lo que me recuerda que yo mismo debería relegar la soberbia y regresar al mundo.

-¿Regresar? -Pendrik se levanta a su vez-. Vos nunca os habéis ido.

-Cierto -dice el anciano-. Y sin embargo jamás he estado más lejos.

 

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Aledaños del Castillo de Aguasclaras. Año 144 después del Desembarco del Rey.

 

-Un hombre extraño -dice la alcahueta mientras guarda bajo sus faldas el tarro que le ha alcanzado el anciano.

-¿En qué sentido?

-Es joven, pero parece viejo. Fuma en una pipa austera un apestoso tabaco extranjero, y su acento es tan extranjero como la mierda esa que quema en la cazoleta.

El Maestre contempla a la meretriz con una sombra de su antigua curiosidad, ahora devorada por el estudio de las artes prohibidas. El humo de un pensamiento trata de enhebrarse con la idea de otro. ¿Un extranjero? Ha escuchado hablar de un extranjero, pero ¿a quién? ¿Por qué? ¿En qué contexto?

-¿Maestre? -la mujer da un paso hacia él.

-Aplícaselo a las chicas al final de la noche -murmura Ammon, regresando a la portezuela disimulada que da paso al angosto túnel-. Y las más escocidas que dediquen sus artes a los refinamientos dornienses durante un mes.

-¿A los qué?

-Chupar vergas -dice el Maestre, cerrando la puerta.

 

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Finales del año 144 después del Desembarco del Rey.

 

El joven dejó caer con cuidado la trampilla, amortiguando su descenso con el empeine del pie izquierdo. Avanzó a través de un corto pasillo, escuchando el graznar de los cuervos al fondo: durante mucho tiempo los había cuidado con atención y cariño; inteligentes, fieles. Creyó percibir una variación en sus extraños gritos, como si lo reconocieran de algún modo. El rasgueo de la pluma lo sacó de su ensimismamiento, y continuó con su paso quedo precedido por la luz de su linterna de aceite hasta desembocar en la pequeña antesala donde el Maestre había instalado una estoica mesa de roble, apenas un tablero sobre listones. A un lado, el bonito atril de madera repujada y metal de Jeremyed mostraba un antiguo tomo repleto de símbolos y letanías en Alto Valyrio, y en el fondo de la sala, contra una de las frías paredes de la almenara, Haudrey vio una estantería recia repleta de libros y botes con diferentes sustancias en su interior. Sobre una de sus baldas, solitaria, la vela de vidriagón parecía contemplar toda la sala en silencio.

-Buenas noches, Maestre -dijo Haudrey.

El Maestre alzó la mirada. Su rostro mostraba las cicatrices de la edad en mayor medida de como recordaba el joven escudero; una barba, larga y descuidada, afeaba una faz acostumbradamente serena y limpia, y al norte de la afilada nariz los ojos grises de Ammon se hundían ahora rodeados por unas ojeras ominosas y profundas.

-Haudrey -dijo con voz queda-. Qué sorpresa.

-Os veo fatigado.

-Lo estoy. -El Maestre contempló a su vez a su antiguo pupilo, deteniéndose unos segundos en las costuras bien remendadas de los cortes y golpes, en el amoratado ojo izquierdo, en la pequeña tablilla que sujetaba dos de los dedos de la mano izquierda del escudero, en su disimulada cojera-. En cambio, tú pareces medio muerto.

-El entrenamiento… -murmuró Haudrey-. Es duro.

-Debe serlo -ratificó el Maestre-. Ser Trycian es un hombre noble, no es como esos brutos a quienes gusta maltratar a sus escuderos.

-Yo no he dicho que…

-Cierto -Ammon sonrió-. Pero me pareció oportuno hacer la puntualización. Ser Trycian sabe cuánto cuesta adquirir habilidad marcial, lo importante que ésta es a la hora de luchar por la vida. Sabe que para no morir, antes hay que aprender a sangrar.

Haudrey asintió.

-Lo sé. Vos me lo enseñasteis. Vuestras enseñanzas no eran menos firmes con lo que hay dentro de mi cabeza de lo que lo son las de Ser Trycian son mis articulaciones.

-Bien -dijo Ammon, asintiendo-. Si has venido a buscar pomada para las contusiones sabes dónde encontrarla. Sírvete con entera libertad. Yo aún debo…

-No, Maestre. En realidad he venido para preguntaros por los nuevos aprendices. Yo… -Haudrey se alzó de hombros-, no dispongo de mucho tiempo, pero podría ayudarlos a despegar. Facilitarles el inicio, indicarles a quién comprar esencias y a quién evitar. Me gustaría hacerlo.

El Maestre contempló en silencio a su antiguo pupilo. Al cabo de unos segundos cerró la libreta de papel parafinado, cuidadosamente cosida a su gusto por un artesano de Antigua, y se levantó trabajosamente dirigiéndose hacia el ventanal abierto.

-Sirve un poco de vino para ambos, Haudrey. Sobre la estantería, junto a la vela de vidriagón.

El joven hizo lo que se le pedía. De un bote de arcilla extrajo una pizca de la mezcla de especias del Maestre y la esparció sobre el líquido de ambas tazas, acercándolas después al fuego. Cuando sintió el calor extendiéndose sobre la superficie de los contenedores, caminó hasta el ventanal y alargó uno de los cuencos a su anciano Maestre, quien lo tomó agradecido.

-Mis dos aprendices son inteligentes y voluntariosos -dijo Ammon-. Pero el camino que lleva hasta Ciudadela es largo y arduo, bien lo sabes, y deben desbrozarlo solos.

-¿Y vos? -preguntó el joven-. Os hacéis mayor, y se acerca el invierno. Pronto hará demasiado frío como para que paséis tanto tiempo aquí arriba… podría ayudaros algunas tardes preparando el fuego, o acarreando material. Ahora soy algo más… fuerte.

-Te lo agradezco, muchacho.

El Maestre contempló la noche estrellada. Hizo un leve movimiento hacia delante.

-¿Qué ves allí, junto a la gran estrella del Norte?

-La doncella -dijo Haudrey-. Y el León Rampante.

-Bien. ¿Qué más?

Haudrey dedicó un largo minuto al paisaje de luces eternas que los contemplaba.

-Hay una estrella muriendo.

-No preguntaba por esa estrella -dijo Ammon, quien frunció el ceño-, pero sí. Es cierto. Junto a la Antorcha y el Campesino. Dime, ¿por qué muere?

-¿Quién sabe? Unos dicen que son huevos de dragón eclosionando. Otros, que son días felices que no volverán. Hay quien asegura que cada estrella es un niño no nato…

-Ajá.

-También es cierto que algunos -dijo Haudrey sonriendo- consideran que son globos incandescentes que se desplazan por la eternidad del espacio dando luz y calor a esferas menores, como la tierra que pisamos. Pero claro, esta idea es absurda.

-Absurda de todo punto -dijo Ammon, compartiendo sonrisa con el joven-. ¿Y por qué mueren esos globos incandescentes?

-Porque todo lo que es, tiene un final -murmuró Haudrey, sintiendo un escalofrío-. Incluso aquello que no debería morir. ¿Recordáis a Bronco?

Ammon asintió.

-Por supuesto. Ese molesto cachorro te acompañaba a todas partes.

-Murió el año pasado.

-Lo lamento.

-No pasa nada -dijo Haudrey, tragando saliva-. A Bronco le picó algo en el ano, uno de esos mosquitos de los pantanos. Se apagó, como una vela; se consumió. 

-Como una vela...

-Sí. Justo antes de morir, durante dos días, volvió a ser mi Bronco de siempre. Feliz, risueño, vital. Brilló de nuevo, más intensamente que nunca, igual que esas estrellas que mueren. Y luego, se apagó.

El Maestre dejó caer la taza, que se estrelló contra el suelo. Se volvió lentamente, contempló a su antiguo pupilo, alzó ambas manos, situándolas sobre los hombros de Haudrey y los agitó con fuerza. Luego se entiesó, recuperando toda su altura habitual.

-Eso es -murmuró-. Por todos los dioses, los viejos y los nuevos, eso es.

Después, salió corriendo hacia la trampilla con una vitalidad desconocida.

-¡Gracias, muchacho! -gritó hacia la noche. 

Y se desvaneció.

 

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Castillo de Aguasclaras. Año 146 después del Desembarco del Rey.

 

Ser Hadder contempla con los ojos fruncidos a su viejo consejero. Se ha afeitado y recuerda poderosamente al hombre que el Señor de Aguasclaras aprendió a apreciar.

-Un carromato -dice-. Y escolta.

-Son libros y pliegues. Los hombres no sufrirán daños, no es un cargamento peligroso.

-¿Por qué habría de hacerte ese favor, Ammon? No recuerdo que tú me hayas ayudado demasiado en estos últimos años.

-No debéis. Pero os lo ruego, mi Señor. Es una información vital: Ciudadela debe recibirla. En cuanto a lo otro… -el Maestre toma aire-. Os pido humildemente perdón. Fallé a Poniente, fallé a Aguasclaras, y os fallé a vos. No fui consciente de ello, pero el desconocimiento no me exime de la falta. 

Ser Hadder asiente.

-No quiero tus disculpas -dice-. Quiero tu ayuda. La necesito.

-La tendréis -responde Ammon-. Hasta que exhale mi último aliento. Tenéis mi palabra.

-Es todo lo que necesito. Ahora desaparece de aquí y llévate ese carromato tuyo antes de que me arrepienta. Que Ser Otter le asigne la escolta.

El Maestre Ammon sonríe, agradecido. 

Cuando abandona la sala, una lágrima resbala a través de su rostro por los cauces abiertos de sus arrugadas mejillas. 

 

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“…una tendencia ascendente, como se insinúa, sino todo lo contrario. Así como las estrellas lanzan su brillo más intenso antes de perecer, así como el ruiseñor entona su mejor canción durante el momento de su muerte, la magia deja sentir toda su fuerza justo antes de su desaparición. 

Afirmo, pues, que la magia va a iniciar su ciclo final que la conducirá a la nada. Afirmo que el cometa no preludia un reinado majestuoso, sino un cataclismo  mágico de orden cósmico. Afirmo que los dioses dejarán de escuchar a los hombres. Afirmo que el conocimiento, la ciencia y las artes serán pronto todas nuestras herramientas. Afirmo que el tiempo en que todo era posible ha pasado. Afirmo, por fin, que hemos asistido al nacimiento del último de los dragones, y que su muerte está cercana.”

 

“El colapso de la Magia”, por el Maestre Ammon.

Extracto de las Conclusiones del volumen segundo.

Biblioteca de Ciudadela.

 

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Taberna “El Ciervo y el Jabalí”. Solaz del Soldado.

Año 146 después del Desembarco del Rey.

 

El hombre más joven deposita la pipa de olivo sobre el tablero de la mesa con la mano izquierda, mientras que con la derecha deja a su lado una mecha humeante antes de dirigirla hacia la empuñadura de su daga. Sus movimientos son lentos, suaves, una danza hipnótica.

-Eres el Maestre -dice.

-Y tú el asesino.

El hombre joven sonríe, mostrando una irregular dentadura repleta de claros y dientes raídos.

-La valentía de la vejez -murmura el hombre joven-. No la admiro, aunque sé reconocerla y la respeto. ¿Qué quieres?

-Yo también sé reconocer el talento -dice el Maestro Ammon-, y respeto a un asesino que sabe esperar su momento. Pocos aguantan años hasta que su oportunidad se presenta.

-¿Qué quieres?

-Vengo a causa de Ser Hadder. No quiero que muera.

-Todos morimos.

-Él también lo hará -Ammon asiente-. Pero no por tu mano, sino cuando los dioses decidan.

-Los dioses no existen.

-Eso daría para una interesante conversación, en efecto -dice el Maestre, sonriendo-. Pero, en cualquier caso, Ser Hadder no morirá.

-No puedes comprarme, anciano -dice el hombre joven-. No soy un…

-Asesino vulgar. -Ammon ha hablado en un idioma extraño, de exótica entonación-. Eso ya lo sé. Sé quién eres. Sé de dónde vienes.

El hombre joven apoya su peso contra el respaldo de su silla, ahora interesado.

-No tienes acento -dice el asesino-. ¿Quién eres?

-Soy Ammon -De entre su túnica, con lentitud, el Maestre extrae un pequeño paño plegado. Lo extiende sobre la mesa poco a poco hasta mostrar su extraño contenido.

Cuando el joven ve lo que había oculto tras la tela abre mucho los ojos. Traga saliva.

-¿Quién eres? -pregunta de nuevo, ahora en el idioma extranjero.

-Mi nombre es Lengua -dice Ammon-. Hijo de Daga, Látigo, Arco y Lanza.

-He conocido a muchos Lanza.

-Habrás oído hablar del que Llegó del Oeste y Volvió a Marchar.

El joven asiente.

-Ese Lanza -dice-. Bien, saldré mañana. Puedes contar con que no volveré a Aguasclaras.

-No, no. No te irás, permanecerás aquí.

-No comprendo…

-Ser Hadder vivirá -dice el Maestre-. Si tú te vas, enviarán a otro, y después a otro más. Te quedarás en el feudo mientras puedas engañar a quien ha comprado tu brazo. Derrocha su dinero, goza de las mujeres del lugar. Se acerca el Invierno, así que descansa.

El hombre joven asiente. Después toma su pipa de madera de olivo y vuelve a prender su contenido con la mecha.

 

F  I  N

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31/05/2014, 13:33
[RIP] Pik Pyke, Cazador.

Año 147: Sucesos graves.

El invierno se acercaba. Los pasos de la crueldad y el temor se escuchaban en la mente de cada uno de los habitantes de aquella maldita y bendita tierra. Y Pik a su vez... Estaba cansado. Cansado de aquella maldita vida en la que no podía surcar libre a la par que el viento las tierras que un día fueron otras. Hacía tiempo ya que el cazador no reía. Su corazón, su mente, también se iba con la llegada del invierno.  El mismo, no es solo frío. Es dolor y derramamiento de sangre, es estigma en una sociedad cansada por la injusticia de lo que un día fue y no pudo.

Se encontraba el cazador inmerso en afilar su cuchillo, cuando recibió la orden de acompañar a Ser Orsey Crakehall. Como si tuviera asco, Pik bufó para sus adentros apretando el mango de su daga a la vez que se ponía en pie y afirmaba solemnemente con la cabeza. Ni la bastardía en aquellos días servía para que no le hicieran pedidos tontos. Ni tan si quiera aquello. Pero cierto era que no tenía otra. ¿Cómo era posible recaudar a aquellos que nada tenían? La sociedad era injusta a veces, si, pero el poder lo era aún más.

Pik cogió sus ropajes mientras se enfundaba en una capa de gruesa piel a expensas de evadir el frío que entrañaba poco a poco en sus huesos. Con gesto altivo se colocó bien el hacha y guardó la daga que momentos antes había afilado entre los pliegues de su capa. Seguramente, no hubiera ningún problema, pero los tiempos de hambre y frío cambiaban a la gente. La hacían más arisca, más seria y más problemática. Lo último que Pik recuerda es el crujir de la puerta cerrarse tras de si y la tierra contraerse bajo el peso de su cuerpo.

........................

 

Los encargados para guardar al caballero que tendría el "honor" de recaudar los impuestos eran Royne Ríos y Dregg. Puede, que con este último el viaje no fuera del todo penoso. El caballo del nuevo Ser caminaba presuntuoso mientras los demás, con gesto serio clavado en el camino esperaban cualquier motivo, por inútil que fuera, para desenvainar sus armas. Aun recordaba Pik el saludo a la comitiva al llegar con el grupo.

"-Mis saludos -dijo dirigiéndose a los dos escoltas que habían sido  nombrados junto con él para preservar la "integridad física" del nuevo Ser. -Señor- dijo refiriéndose al mismo y haciendo una reverencia a la vez suave con la cabeza. "

El camino transcurrió sin más pena que gloria. Mientras que el sonido de los pasos era lo único que rompía el silencio, Pik recordaba con añoranza los momentos en los que la comitiva encargada de proteger el Feudo del grupo de bandidos se había alzado victoriosa contra los mismos. ¿Tan pronto había llegado el invierno como para obligar a los bandidos a atacar de manera tan directa? ¿Tanto había empeorado la cosa?

Absortó en sus pensamientos, el grupo llegó a Villamanzano. Los aldeanos, entre curiosos, enfadados o temerosos, miraban la comitiva de forma fija. Sabían quienes eramos y sabían a lo que íbamos. Con la capucha sobre mi rostro intentando ocultarlo en las sombras, vi con asombro como un anciano , nervioso y quejándose de los abusivos impuestos en aquella época de hambre, se ponía de frente a nosotros. A penas tuve tiempo, a penas fueron segundos en los que la vieja vida de aquel señor expiró de forma inmediata.

-¡No! -fue lo único que alcanzó a decir con gesto serio mientras la capucha de piel caía sobre sus hombros.

¿Cómo había podido? ¿Acaso aquel anciano era amenaza para algo? El cazador agarró con fuerza el mango del hacha mientras cerraba los ojos para no ver sangrar a aquel señor. Con rabia, pude mirar al que había corrido para darle un tajo. Royne Ríos. Le hubiera gritado, le hubiera maldecido si no hubiera sido porque sus intentos por salvar a aquel señor hubieran sido en vano.

En vano porque el pueblo rugió. Dicen, que la sociedad es la que tiene el poder. Y a veces, esa afirmación es cierta. La comida, la basura, algunos objetos de metal llegaron cual lluvia de estrellas hasta la comitiva. Con gesto parsimonioso el nuevo Ser ladeó la cabeza en señal de despedida. A Pik le ardía la sangre y sus ojos reflejaban tristezas.

Había llegado el invierno.

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31/05/2014, 16:06
[RIP] Nana la Comadrona.

VIÑETA XV:

Noche de verano. Noche de calor. La ventana de Vesania estaba abierta, como era natural con estas temperaturas. Nana abanicaba el cuenco roto que a modo de incensario consumía una extraña combinación de hierbas. El ligero aroma debería ser suficiente para atraer a los insectos. Quizás polillas que sabotearan la capa que el ama de llaves se afanaba por confeccionar. O con suerte un millar de abejas que descargasen sus aguijones sobre la cara estricta de esa estirada.

Muahahahaha...

Dejó de abanicar, ya había sido suficiente. Guardó el abanico entre la ropa y escondió el cuenco en el orinal que había traído como excusa y cohartada. También necesitaba apagar el incienso. Para eso Nana se subió la falda y usó el bacín para lo que realmente se había diseñado. Luego volvió al patio, ya más segura, porque si la veían ahí a estas horas solo tenía que decir que había bajado a vaciar sus excreciones.

¿Bethan?

Mierda. Era el cretino de Bethan. Seguro que sospechaba algo. Aunque... ¿Y el otro hombre, el anciano? Nana reparó en las cadenas y comprendió de inmediato su origen.

Bethan, ¿quién es ese apuesto maduro que te acompaña?-preguntó, plisándose las arrugas de la falda con la mano como parte del engaño.

Ssssh... Baja la voz, Nana. Este pobre hombre está huyendo de gente muy mala y peligrosa. No digas nada, por favor.

Uy. Pues yo conozco el sitio perfecto para esconder a esa barba recia y varonil. En mi alcoba ya casi no recibo visitas. Niejniejniejniej.

¿En...? ¿En serio? Eso sería genial. ¿Rhum, Golias y Cabrel están durmiendo? Venga, buen hombre. Vaya con Nana.

El anciano se dejó guiar. Pasaron por la curtiduría tratando de no hacer demasiado ruido, y subieron las escaleras que llevaban al cubículo de Nana.

Muchas, muchas, muchísimas gracias por todo. Pero os habéis arriesgado tanto los dos por protegerme, que ahora sé que puedo confiar en vosotros. Puedo comprar mi protección al señor del castillo contándole un oscuro secreto que seguro que encontrará interesante. Tengo una información importantísima que revelar a Ser Hadder y solo a Ser Hadder sobre el incendio de Varamar, y...

Sí, sí... de acuerdo. Iré a avisar a Ser Hadder para que se vista y pueda recibirle. Échese un rato e intente dormir, buen hombre. Le despertaré para la reunión, aguarde aquí.

Ajetreada, dejó el orinal en el suelo y volvió a bajar al patio. Fue al almacén y tomó una cuerda. Para cuando volvió al desván, el hombre ya se había quedado dormido. Nana se puso a atarle: manos, pies y boca. El anciano estaba tan agotado por su frenética huída por Poniente, que su sueño era lo suficientemente profundo para los fines de la comadrona. Extendió una manta en el suelo, que parapetó la caída del viejo cuando con gran esfuerzo le hizo rodar por la cama. Eso amortiguó el ruido, pero despertó al invitado. Viéndose preso, sus ojos asustados se quedaron con Nana.

Es curioso el apego a los bienes materiales. Para los jóvenes, la atención se va en atesorar riquezas. Sin embargo, para dos viejos leones como usted y como yo, los objetos más valiosos son los que van atados a los recuerdos. ¿Verdad, Maestre? No puedo imaginar qué le hizo abandonar su posición, ni en qué bastión lo ostentaba. Pero veo con nitidez cómo dejaba atras una saca entera de oro, pesada y que solo atraería a los bandidos. Sin embargo, la cadena que representa toda su vida dedicada al estudio, la conservó. Hasta se ha esmerado por ocultarla bajo la manga. ¿Qué idiota se iba a creer que esas cadenas eran de esclavo?

Nana abrió un cajón y sacó de allí su daga. Se quedó arrodillada junto al extranjero, dejándole ver bien el filo. Eso sería más explicativo que cualquier palabra para indicarle lo que iba a pasar a continuación.

Y más con este eslabón de acero valyrio que le delata como estudiante de la magia. Pues bien, acepte a esta humilde anciana como su discípula, Maestre. Aunque va a tener que ser una clase acelerada. Yo realmente no soy así, ¿sabe? Usted es la segunda muerte que llevaré en mi conciencia. Pero sus conocimientos bien valen cargar con esa culpa.

Lo sujetó del cuello y acercó la punta del arma a la cara arrugada del Maestre. Se estremeció.

Vamos, vamos... seguro que usted sabe tan bien como yo el poder de los ojos. Los ojos tienen memoria. Regáleme su memoria, su sabiduría, no haga esto más difícil.

Le arrancó los ojos con la daga y los dejó sobre la manta mientras iba a por un tarro. Pero el Maestre desconocido seguía con vida. Librarse del cadáver era difícil para una anciana, pero ahora contaba con enseñanzas de anatomía, de alquimia, de magia... Con hilo de coser ató los miembros cerca de la ingle y la axila. El anciano era demasiado grande para moverlo, así que primero había que desensamblar varias partes que poder llevar por separado. Dejó que las piernas se muriesen primero para poder cortar sin salpicaduras de sangre. Lo escondió todo en un baúl y lo sazonó de hierbas y ungüentos preparados a base de las hojas de cedro que le proporcionaba Brosten. El cadáver no debía pudrirse. Pudrirse equivale a oler.

Y pasó el día, y luego volvió la noche.

En lugar de devolver la cuerda al almacén, salió un momento a la muralla y la ató a una almena. Había estado todo el día evitando a Bethan, cultivando su curiosidad para que visitara el desván y así poder ver a su protegido. Solo esperó. Cuando escuchó subir los escalones, se tumbó en el suelo.

Nana, pssst, nana. ¿Qué ha pasado?

Nggg... El viejo golpeó la cabeza y salió en plena noche. Y tú tienes toda la culpa, maldito bufón. En buena hora quise hacerte un favor.

Avisaré a los jinetes libres. Encontraremos a ese bastardo antes de que le haga daño a alguien.

Nggg... Claro, porque yo no cuento, ¿eh?-dijo pasándose la mano por el cogote como si se doliera de un chichón-Pero así me gusta, jovencito: que no trates de eludir responsabilidades intentando resolver esto en secreto, si no que confieses ante todos que metiste a ese rufián en el castillo para que te ayuden a enmendar tu error.

Zanjado. Bethan no mencionó nada del tema nunca. Llevó tiempo deshacerse del cadaver, troceado y echado a los comederos de los cerdos. Pero los ojos, tratados como dicta la tradición, se prepararon y consumieron en un abrir y cerrar de... de eso, de ojos. Le dieron a Nana los conocimientos que buscaba. Y no tardó en ponerlo en práctica.

Un año después terminaba el ritual que invocó el paso de un cometa. Un pequeño experimento, para asegurarse de que funcionaría cuando las circunstancias la obligasen a repetirlo. Debía de ser un signo de mal augurio para el compromiso que Lady Patrycia pretendía cerrar. Algo que desbaratara la boda entre su querida Lidya, traída al mundo por las manos de Nana, y ese extraño de Orsey que a la Comadrona no le era nada.

El experimento salió mal en más de un sentido. Primero, porque coincidió con el nacimiento de un Rey, y los adivinos lametraseros que deseaban congraciarse lo interpretaron como buen augurio en vez de malo. Eso significaba que de repetir la hazaña con Lidya y Orsey, quedaba la impronta en la memoria de que era un sino positivo. Así no se iba a anular ningún enlace. Segundo, porque las energías mágicas de Nana quedaron bajo mínimos. La anciana quedó agotada. Los cinco años siguientes guardó mucha cama, levantándose solo para cuando era especialmente requerida. Como durante el nacimiento de Jacob.

En ese sentido, la bofetada más flagrante del destino fue que Nana tuvo la vida de Orsey en sus manos. Herido, la comadrona tuvo que cuidarle. Eso obligó a que se debatiera entre dos finales: matarle a cuchillo, mientras Orsey dormía, evitando la boda a costa de acabar en la horca; o dejar que se muriera. ¡Pero el muy canalla curó por sí mismo con el paso de los días!

Si tan solo no hubiese ansiado ese poder mágico... Si no hubiese echo caer una estrella del cielo... Solo hubiese necesitado fuerzas suficientes para ponerse con sus cacharros y destilar un veneno. Aplicarlo en las heridas abiertas de Orsey le permitiría matarlo y echar la culpa a su defenestrado estado. Habría impedido la boda sin que nadie la culpase del asesinato. Pero no... Nana tuvo que ir a por la gran saca de oro. A por los poderes infinitos que drenaron todo el vigor de su endeble cuerpo de paja. Y ahora la boda entre Lidya y Orsey era inevitable.