Partida Rol por web

Juego de Tronos - Castillo de Aguasclaras.

Lo que aconteció en un principio. - Parte I.

Cargando editor
16/11/2013, 15:53
Ser Trycian de Dorne.

Año 0 de la Dinastía Targaryen, Lanza del Sol, Dorne.

Lord Trycian Martell.

Los pasos pesados de una armadura ingresan en el salón del trono donde el Príncipe y la Princesa de Dorne regentan las vastas tierras inhóspitas de nuestro país. Mis botas son las que golpean el suelo de piedra provocando un estallido sónico de ira sin contener en cada uno de los pasos de mi avance hacía los líderes de nuestra gente, que miran con calma hacía mi persona. Otros cortesanos me miran con otros sentimientos: Disgusto, respeto, ira, miedo. Otros pocos parecen estar de acuerdo con mi presencia pero no hay un alma en la sala que se atreva a decirme algo pues de todos los presentes, soy unos de los más respetables nobles de la nación.

Al llegar frente al Príncipe y la Princesa, me arrodillo de golpe y, bajando la cabeza, saludo:

 - "Sus majestades, he venido como se me ha ordenado."

Me indican que me ponga de pie y me preguntan qué es lo que sé acerca de los Targaryen y su invasión desde el norte. Hago caso de su indicación y, una vez me he erguido en mi estatura, comienzo a hablar:

 - "Sé que son gente de la antigua Valyria, sus Majestades, descendientes del mismo imperio que hizo que nuestra gente migrara a estas tierras hace setencientos años. Un tal Aegon y sus dos hermanas han llegado con un ejército y con tres dragones a conquistar. Sus campañas ya han empezado y no parecen cesar. Presiento que en algunos meses llegarán a nuestras puertas a reclamar nuestra libertad."

Los murmullos de la corte ensordecen mis oídos y escucho palabras de rendición y de deponer nuestras armas para sobrevivir. Muchas voces parecen temer a los dragones más que a los ejércitos y no los culpo pues jamás he visto un dragón y a pesar de mi gran valor como guerrero, siento una gota de sudor caer por mi frente cada vez que pienso en enfrentarme a una de esas bestias monstruosas.

El Príncipe se pone en pie para acallar a las voces que han colmado completamente el salón y, con ambas manos extendidas en lo alto, comienza a hablar. Habla de que debemos negociar nuestra rendición para así mantener el control de nuestras tierras debajo de la soberanía del Rey Dragón. Se nota que casi toda la sangre que corre por sus venas no viene del otro lado del mar.

Muestro mi descontento con la mirada y un gesto de reprobación con mi cabeza. La Princesa extiende su mano hacía mí y me da la palabra para expresar con mi voz algo que mi rostro ya hizo:

 - "Con todo el respeto, su Majestad, no estoy de acuerdo. Soy un Martell orgulloso, con la sangre de los Rhoynar en mis venas corriendo con fuerza. Me llamo Trycian y soy el segundo en mi nombre con mucho honor, pues hace treinta y cinco generaciones, el primero en mi nombre cruzó el mar al lado derecho de la Reina Nymeria. Invadieron estas tierras y forjaron toda nuestra gloria porque no se arrodillaron ante los dragones de Valyria. Desciendo directamente de la Sangre de los Rhoynar y mi familia dice claramente "Nunca doblegado, nunca roto". No estoy de acuerdo en romper el honor de mi familia y su lema ante los sonidos lejanos de los pasos de mi enemigo. No me retiraré y no me doblegaré hasta encararlo frente a frente y luchar con todo lo que tenga antes de aceptar mi justa derrota, aun sean dragones mis adversarios."

El Príncipe parece ponerse un poco incómodo y parece querer replicar cuando la Princesa se pone de pie. Su rostro, su cabello y su semblante indican que no hay sangre Rhoynar más poderosa en todo Dorne que la que corre por sus venas, estoy muy orgulloso de ser su hermano menor. Es la clara imagen de una Princesa guerrera y en otros tiempos habría cabalgado al frente de nuestros ejércitos, pero los tiempos han cambiado un poco. Habla con parsimonia pero de forma que deja claro que no sugiere y que son solo órdenes las que pronuncia. Dice que no declararemos activamente una guerra contra los Targaryen pues no queremos la guerra sobre nuestras tierras, pero declara que lucharemos en la frontera y no dejaremos que ningún emisario entre en nuestra nación con demandas del dragón. Me designa a cargo de las incursiones y pone un ejército a mis espaldas para luchar como guerrillas que mantengan a Aegon, alejado de nuestras tierras. Acepto con honor y me retiro a hacer los preparativos.

Me despido de mi esposa y mi único hijo, un varón con mi sangre ardiendo en su interior, antes de partir a la batalla sobre mi caballo de las arenas.

Dos meses después me encuentro junto con un grupo de combate, ocultos en las montañas de la frontera norte. Somos cincuenta lanzas pues hemos perdido ya a muchos en las primeras incursiones. Hemos aprendido de mala manera que de los hombres se puede huir hacía el desierto, pero de los dragones no. Vuelan muy rápido y te queman en las arenas ya ardientes. Hemos creado escondites en las dunas para que no te vean al volar sobre ti, pero son muy rápidos y no todos alcanzan a cubrirse antes de tener las llamas abrasándote en la danza de dolor final. Las montañas es más seguro y las quebradas y riscos ofrecen la cobertura necesaria para despistar rápidamente a los perseguidores, tanto humanos como monstruos. Han sido lecciones duramente aprendidas y hemos perdido demasiados hombres de los que ni un cuerpo ha quedado por sepultar.

La caravana se acerca. Parecen haber unos setenta soldados, unos pocos nobles más y no hay dragones. Esta vez no viene Aegon ni ninguna de sus hermanas a reclamar el trono de Dorne. Aun así no dejaremos que un sucio emisario nos quite nuestra libertad dando por enterado a nuestro pueblo de su propia rendición. Desde Lanza del Sol los Príncipes siguen enviando mensajeros que aseguran que no se oponen a Aegon el Conquistador y que no son sus enemigos, mientras yo sigo matando a sus ejércitos para hacerlos retroceder cada vez que desean entrar en nuestro país. Por muy dragones que tengan, no es tan estúpido como para llegar a la capital solo montando una de sus bestias. Solo una flecha solitaria bastaría para acabar con el tirano.

Preparo a mis hombres y doy la señal. Los caballos corren con furia hacía los carros y los hombres a pie. Mi lanza brilla tres veces antes de teñir su filo carmesí con el primer hombre en mi camino. Un segundo hombre, un tercer soldado, un cuarto guardia, un quinto noble. Girar amplio con el caballo y atacar otra vez. Otro hombre, un soldado más. Esquivo una lanza que va contra mi corcel y rajo el rostro de mi oponente con el filo de mi lanza en un ataque que no lo matará, pero dudo que vuelva a luchar hoy. Una flecha de clava en un soldado que me iba a atacar por el costado. No hay arqueros montados como los jinetes de Dorne. Las tropas enemigas están acabadas, pero aun no se retiran... es extraño.

Un aleteo con fuerza cruza nuestras cabezas y veo con horror tres dragones sobre nosotros. Aegon y sus dos hermanas lo intentan esta vez y nos han tomado por sorpresa. El fuego comienza a inundar nuestro alrededor, encerrándonos en la contienda. Si huimos, nos perseguirán y moriremos quemados. Si nos quedamos, nos matarán entre todos. Si algunos huyen, morirán quemados mientras el resto muere acá. No hay escapatoria pues hoy moriré y Aegon conquistará mi patria.

La sangre Rhoynar grita desde mis entrañas y su odio hacía los dragones deja un sabor amargo pero poderoso en mi boca. No lo permitiré, no dejaré que lo logren. Grito a mis hombres de más confianza, guerreros Dornienses valerosos que no dudarán un momento en morir por su honor y sus familias. Les indico que me sigan, que la muerte los llama y es hora de responder. Le indico a los que quedan luchando que es hora de poner en práctica nuestro último plan. Cabalgamos hacía el anillo de fuego y nuestros temerarios caballos saltan las llamas para dejarnos salir.

Aegon se sienta orgulloso sobre su dragón con su armadura de acero Valyrio y su espada Filoscuro en su mano. Sus hermanas son igual de imponentes a lomos de sus bestias, pero es importante llamar su atención, lo suficiente que sea. Cabalgamos separándonos hacía los dragones, tres jinetes son quemados vivos antes de que podamos herir a un dragón de una hermana, el que se retuerce herido. No morirá, pero tampoco podrá volar hoy. Luego huimos hacía el desierto para que nos sigan. Sabemos que es suicidio, pero si huimos a las montañas, no se irán y seguirán acabando con nuestros hombres.

Nos separamos en dos grandes grupos de jinetes, llamando a ambos dragones a comenzar la cacería. Probablemente no nos vemos tan temibles, por lo que piensan que será rápido. Conseguimos nuestro objetivos cuando los aleteos se enfilan en nuestra dirección. Me alejo de mis hermanos con una despedida que sé que será la última.

Mi caballo corre como nunca lo ha hecho, con cuatro jinetes más a mi lado. Siento el viento ardiente de las arenas en mi rostro y sonrío al tomarlo como un adelanto de lo que está por venir. Cabalgo todo lo que puedo, a una velocidad imposible, mientras escucho las alas del destino perseguirme de manera implacable. El sino es inevitable pero yo no huyo de él, solo elijo el lugar.  Cuando pasa suficiente tiempo, me detengo y encaro al dragón. No es otro que Aegos quien está delante de nosotros. Sé que mis hermanos nobles han sido ya acabados por su hermana, pero me consuela que quienes se quedaron ya deben haber acabado con el resto de la caravana y han quemado los carros con el mismo fuego que los dragones dejaron. Ese era el plan final y todos los soldados tenían antorchas listas para llevarlo a cabo en caso de ser rodeados. Solo espero que luego de asegurarse de que esa caravana no llegase a Lanza del Sol hayan podido salvar sus vidas.

Encaro al Dragón, tal como lo dije hace meses atrás y, tal como entonces lo mencioné, sé que mi derrota está frente a mí pues no soy adversario para la bestia demoníaca que tanto daño ha hecho a mi pueblo, a ambos lados del mar. Pero a pesar de todo eso, aun no me rindo y no lo haré. "Nunca doblegado, nunca roto." Sé que no viviré, pero no tengo miedo. Prefiero morir libre que vivir como esclavo y quiero que mi hijo sea libre, así como su hijo y el hijo de su hijo.

Cabalgo directamente hacía el dragón siendo el primero de los cinco. Cabalgo y veo el fuego acercarse a mí. Mi caballo lo esquiva y escucho a uno de mis hermanos gritar atrás de mí. Sé que no llegaré a él, es mucha la distancia que nos separa. Una nueva llamarada, una nueva esquiva, un nuevo grito. Sé que jamás podré acabar con la bestia, pero es al tirano al que quiero. Tomo mi lanza, única arma que tengo a mano, la empuño de manera invertida y la lanzo con furia hacía el Conquistador. Esta vuela hacía él y pasa por encima del fuego que veo acercarse a mí de frente. Las llamas me envuelven y siento el dolor en cada pequeña porción de mi cuerpo. Mi armadura se derrite y se funde contra mi piel, pegándose en ella y derritiéndola. Mis ojos ven como mi lanza pasa por el lado de mi objetivo, fallando por poco, antes de que estallen de sus cuencas porque el líquido en su interior ebulle con fuerza. El aire que intento respirar quema aun más el fuego que me baña y pronto mi corazón se detiene por el dolor. Las sombras pronto sustituyen al rojo y nada queda, solo la calma de saber que ya no debo luchar pues después de esto, tengo la certeza de que el Conquistador no lo intentará más.

Notas de juego

Cargando editor
16/11/2013, 17:40
[OUT] Maestre Ammon.

EDDAR (antepasado de Ammon):

     Escena 1. Año 1 después del desembarco del Rey. 

     Marcas de los Millermost, en las Tierras de Occidente.

 

     El humo a lo lejos parecía fundirse con las nubes de tormenta que cercaban el sol durante su ocaso como se funden dos amantes en la noche, tornándose una sombra confusa e irreal. El hedor a carne quemada, sin embargo, llegaba con absoluta nitidez hasta la pequeña atalaya de la torre ruinosa desde la que asomabas tu aterrorizada mirada pese a las leguas que te separaban de Garra Roja, el antiguo castillo de los Millermost ahora en manos de los saqueadores valyrios. Ese olor te recorrió el cuerpo como el frío, una sacudida simultánea, una capa de terror imposible de ignorar.

     –Uno debe escoger su propia Arma –dijo a tu espalda aquel hombre de piel oscura–. Uno debe ser capaz de construirla, pero Uno sabe dos cosas: la primera, que construir Arma no es cosa fácil, y la segunda, que niño tonto es tonto.

     Después señaló hacia el suelo. Sobre los sacos de arpillera había una espada larga, una lanza y un arco, y las tres armas poseían una calidad tal en sus manufacturas como nunca antes habías visto, ni siquiera en Castillo. 

     –Escoge –dijo el hombre de piel oscura.
     –No sé escoger –respondiste–. Soy nieto de porquero, hijo de porquero y... Era hijo de porquero, eso quería decir. Mi padre...
     –Padre de niño tonto es ceniza. Y niño tonto será ceniza si no escoge Arma.
     –Yo nunca he sostenido nada más afilado que…
     –En el hogar de Uno, las niñas de tu edad cazan su propia cena.
     –No soy de ese lugar –murmuraste algo avergonzado–. Ya no soy de ningún sitio.
     –Uno es de ningún lugar –dijo abriendo mucho los brazos–. Y de todos. Pero eso importará poco cuando lleguen los Hombres de los Dragones que andan buscándote, y entonces te cortarán algo más que esa cara tuya de niño tonto.

     Deslizaste un dedo sobre las vendas con las que aquel hombre de piel oscura había cubierto la mitad derecha de tu rostro. 

     –Yo...
     –Tú. Tú. Tú. Tú dejarás de ser tú cuando ellos lleguen. Y no tardarán. Escoge Arma.

     Cada una de las armas estaban pensadas para la mano de un hombre, y tú, aunque grande, todavía eras un niño. ¿Por dónde empezar? Los ojos cayeron sobre la lanza. A primera vista te resultó evidente que alguien se había molestado en trabajar la madera para que la zona de sujeción fuera firme y porosa, haciendo el agarre más seguro.

     –¿Por qué tiene la lanza ese tope de cuero endurecido en su extremo inferior?

     El hombre te observó en silencio. Luego asintió.

     –¿Niño tonto sabe dónde está arriba y abajo?
     –Claro que lo sé –respondiste.
     –Extremo inferior, extremo superior. ¿Qué importa? 
     –Importa, porque uno de ellos pincha, y el otro no.
     –No importa Lanza, niño tonto. Lanza no es una extensión de tu brazo, como creéis en el norte. Lanza es corazón. Lanza palpita. Y corazón a veces desea sangre, y otras no.
     –Tanto dará lo que desee mi corazón si intento clavarle eso a alguien por el lado del cuero.

     El hombre de piel oscura volvió a mirarte en silencio. Después buscó entre uno de sus sacos hasta extraer un extraño apósito de piel curtida de carnero, con dos largas tiras de cuero en cada extremo. Te la extendió.

     –Fija esta piel a tu bota, niño tonto. Proteje tu empeine. Cuando esos que te buscan carguen hacia ti a caballo, Lanza debe apoyarse en pie. Por el extremo del cuero.
     –Entiendo. 
     –Uno duda de que seas capaz de entender. En cualquier caso, aprenderás a frenar el peso de un caballero a la carga con ese pie tuyo, y a manejar Lanza como si fuera un trozo de ti. Ahora, toma Lanza con tu mano mala. Porque Lanza te ha escogido a ti.

     Hiciste lo que te pedía sin saber muy bien qué pretendía aquel extraño cazador que te había rescatado de una muerte segura a manos de los guerreros valyrios que habían asolado tu aldea. Era larga, y pesada.

     –En mi hogar, a mano mala la llamamos "Punto Débil". Aquí, sólo la llamáis mano mala. Pero aquí no sabéis llamar nada por su nombre.
     –Punto débil…
     –Te enseñaré a que Punto Débil reciba otro nombre con el tiempo. No será difícil, tienes fuerza. Es un don de los dioses. Uno debe felicitarte.
     –No entiendo nada. Yo…
     –Uno ya sabe que no entiendes nada, niño tonto. Uno ya lo había dicho –dijo. Luego tocó con su bota derecha el extremo cubierto por cuero de la lanza–. Uno debe escoger Arma, pero tú no podrías escoger el lado correcto de tu verga a la hora de ir a mear. Lanza es tuya.

     Tomaste la lanza con tu mano izquierda, y pronto comprendiste que su equillibrio y peso la hacían impracticable para su uso con una sola mano. Y mucho menos con la zurda.

     –Yo… Jamás podré manejarla con… no tengo fuerza en el brazo izquierdo.
     –Fuerza es trabajo, trabajo, trabajo y trabajo, niño tonto. Fortalecerás ese brazo. Pero Uno sólo es Uno con su arma, y la tuya es Lanza –dijo dándote un golpe rápido en la frente. Después sonrió y señaló a tus espaldas–. Esos Hombres de los Dragones que te buscan manejan sus armas con la cabeza. Tú atacarás desde las entrañas.

Cargando editor
16/11/2013, 20:27
"A Sangre y Fuego".

Siglos atrás, los ándalos llegaron por un estrecho brazo de tierra. Derrotaron a los primeros hombres en incontables guerras, los expulsaron de todas partes, aunque no pudieron cruzar el Foso Cailin ni conquista el Norte helado.

Los ándalos, feroces, guerrearon después entre ellos durante eras sin nombre, pero jamás lograron un reino unificado.

Finalmente se establecieron Siete Reinos independientes en Poniente. Al Norte siguió gobernando el Rey en el Norte, un Stark, donde los primeros hombres seguían adorando a los Viejos Dioses.

Al Sur estaban el Señor del Tridente, el Rey del Hierro, el Rey de la Montaña, el Rey de las Tormentas, el Rey del Jardín, el Rey de la Roca, y el Rey del Desierto.

Los Rhoynar llegaron huyendo del Imperio Valyrio cruzando el Mar Angosto, vencieron a los ándalos en Dorne, pero finalmente se unieron a ellos y sus culturas se mezclaron.

Antes de la llega de Aegon y sus hermanas, la Casa Hoare de las Islas del Hierro mató al Señor del Tridente y sometió sus tierras. El Rey Harren el Negro construyó la más impresionante fortaleza de los Siete Reinos: Harrenhall. Un castillo inexpugnable, con torres tan altas como nunca habían sido vistas en Poniente.

El fuego de los dragones demostró que ningún castillo, por altas que sean sus torres es protección suficiente. Harren el Negro murió quemado, y el rebelde señor de los Tully juró fidelidad a Aegon el Conquistador, convirtiéndose en Señor del Tridente.

En las Tierras de las Tormentas, Orys Baratheon, hermanastro bastardo de Aegon Targaryen, mataba a Argylac el Rey de la Tormenta y se desposaba con su hija, fundando así la Casa Baratheon.

Tras una larga campaña, el Norte sucumbió y fue derrotado. Un Stark fue el Rey que se Arrodilló.

Los Reyes de la Roca y del Jardín se aliaron contra los invasores, pero fueron derrotados en el Campo de Fuego. El Rey Mern Manosverdes del Dominio perceció, mientras que el Rey de la Roca juró fidelidad a los Targaryen y se convirtió en el Lord Lannister, Señor de las Tierras de Occidente.

Los Tyrell se inclinan ante Aegon y se convierten en los nuevos Señores del Dominio.

Tan sólo Dorne resistió a los intentos de conquista, y finalmente las fuerzas Targaryen tuvieron que retirarse tras sufrir muchas pérdidas.

Cargando editor
16/11/2013, 21:46
[OUT] Armase.

-Está bien, está bien. -Digo entre tras un largo trago de vino-. ¿Queréis una historia de guerra? Os contaré una que mi abuelo, cuando aún era Príncipe de Dorne y yo chapoteaba con él en los Jardines del agua, me contó sobre un antepasado Martell que luchó para resistir la invasión de los Targaryen.

Los compañeros de taberna que hoy me acompañan ríen entre dientes por lo marcado de mi acento, pero esperan espectantes una historia de guerra. Muchos son soldados veteranos, guardias del castillo de Aguasclaras, jinetes libres o simples jornaleros que se divierten con las historias de guerra pero no tienen el valor suficiente como para protagonizar una. Me acomodo en mi asiento, termino mi vino de un trago y comienzo:

-Pues esta es la situación, ¿vale? Todo Poniente estaba ya a los pies de los Targaryen. Aegon y sus hermanas, ayudados por esas tres horribles bestias aladas suyas, habían sometido a sangre y fuego todas las tierras al norte de las Marcas y del Paso del Príncipe. Sólo Dorne resistía. ¿Y por qué? ¡Pues porque los dornienses somos unos testarudos hijos de puta! -Risas-. La mayor parte de las tropas que resistían los ataques Targaryen estaban escondidas en las montañas, en pequeños contingentes repartidos desde Campoestrella a Palosanto. Y cada vez que un ejército Targaryen trataba de bajar por cualquiera de los pasos, lo sorprendía una emboscada. Porque, joder, nadie conoce como nosotros esas montañas y, si no tienes cuidado, es fácil perderse. Muchos acantilados, riscos y desvíos del camino que traen de cabeza a los comerciantes y son la delicia de los asaltantes de caminos. Así era como en Dorne nos estabamos resistiendo a los Valyrios y a sus putos dragones: convirtiéndonos en jodidos asaltantes de caminos. 

>>Pues bien, resulta que estaba este hermano del Príncipe de Dorne de aquel momento, Moris Martell, mi antepasado. Estaba destinado en un sistema de cuevas al Oeste de Ermita Alta desde donde, junto a su hermana, debía lanzar un ataque sorpresa a una patrulla de oteadores Tyrell, lameculos de los Targaryen, que bajaban por el río Torentine. Todo estaba listo para la emboscada, pero calcularon mal la efectividad de esos cagarosas y la hermana de Moris, Elaia, fue capturada. Esos cobardes amenazaron con matar a una noble de Dorne si no les dejaban salir de allí con vida. Y ya podéis imaginar la tesitura de Moris: por un lado, amaba a su hermana mucho más de lo que se aman los hermanos (y lo que era mejor, era correspodido) y, por otro lado, no podía dejar que aquellos asquerosos floreros revelaran su posición junto a Ermita Alta.

>>La cosa es que los dejó marchar, pero puso a dos de sus mejores rastreadores tras ellos. Para suerte de Moris o para desgracia de los Tyrell, su campamento no estaba lejos. Uno de los rastreadores volvió a los dos días con la posición exacta y con la afirmación de que mantenían a Elaia con vida para un posible trato. Durante diez días, Moris envió emisarios a su hermano en Dominio del Cielo rogándole que le entregara tropas para rescatar a Elaia. Pero el Príncipe de Dorne no quería prescindir de ni un sólo hombre para la defensa del Paso del Príncipe, así que se negó una y otra vez.

>>A la onceava noche Moris, harto de esperar respuesta de su hermano, cogió al puñado de hombres supervivientes de la fallida emboscada a los Tyrell y puso rumbo a su campamento. Llegaron por la noche, justo antes del alba. Ese momento en el que el vigía de noche ya está deseando acabar su turno y está más distraído, más somnoliento. Usando sólo sus dagas y un par de cuerdas, Moris Martell y sus cuatro o cinco hombres mataron a los vigías y se colaron en el campamento. Sus hombres se dedicaron a capturar vivos a la mayoría de los soldados Tyrell que dormían a pierna suelta mientras Moris buscaba a su hermana. Para cuando la encontró, descubrió que estaba siendo violada por uno de los capitanes mientras otros hacían cola o simplemente miraban. ¿Cuántos la habían violado ya? No lo sabía, pero Elaia ya ni gritaba.

>>La furia de Moris fue tal que se lanzó sin pensarlo hacia ellos. Armado sólo con su espada y con una daga asesinó a los cinco capitanes, incluído al violador que aún tenía la polla dentro de Elaia cuando murió, y rescató a su hermana. Para cuando salió con ella en brazos de la tienda donde la tenían capturada sus hombres ya tenían alienados a casi doscientos soldados Tyrell que habían sido cogidos por sorpresa. En un acto de extrema bondad, Moris permitió a los capturados elegir cuál de ellos se salvaría. Eligieron a un chaval joven, ni barba tenía aún el crío, y Moris le abrió el pecho en canal delante del resto de los soldados Tyrell. Luego eligió al más viejo y lo obligó a mirar mientras masacraban a todos los enemigos capturados. Uno por uno, sin prisas. Las ejecuciones se alargaron todo el día y, para cuando llegó la noche, Moris dejó marchar al enloquecido anciano andando a través de las montañas para que contara lo que allí había visto.

>>Dice la leyenda que, si te pierdes por esa zona de las Marcas, aún puedes escuchar los gritos de agonía de los doscientos soldados Tyrell mientras son asesinados y que, en las noches de luna llena, puedes encontrarte con el espíritu del viejo soldado, aún perdido, buscando la forma de volver a casa. La misma sangre de Moris Martell corre por estas venas, ¡así que ya sabéis a quién no tenéis que tocar los cojones!

Risas apagadas. Sin duda, la historia de Moris Martell nunca deja indiferente a nadie.

Cargando editor
16/11/2013, 23:48
Ser Orsey Crakehall.

AÑO 0 DE LA DINASTÍA TARGARYEN, COSTA DE DORNE.

Ottis, antepasado por parte paterna de Orsey.

Hijo de puta... Un enorme bacalao tiraba con fuerza del anzuelo, tanto que Ottis se abalanzó hacia un lado de su bote, haciéndolo tambalear. El agua salada que salpicaba golpeó el agrietado rostro del pescador mientras su pequeño bote se tambaleaba y se llenaba de agua con cada vaivén, hasta cubrirle ya buena parte de los descalzos pies. Parecía que se tratase de un Kraken por la fuerza con la que tiraba el condenado.

Pero de pronto, las manos del pescador, llenas de callos y durezas por el duro trabajo, dejaron escapar la caña, que se perdió rápidamente en el inmenso azul del agua. Su caña, la caña de su padre a la que tanto afecto tenía. Ottis se quedó paralizado, con el sol dándole en el rostro. Una de sus manos se posó en su frente extendida de forma que evitó que los rayos del sol de la mañana cegaran sus ya no tan jóvenes ojos.

Allí, en el horizonte, había conseguido distinguir algo. Velas. Barcos. Muchos, muchos barcos. Toda una flota que iba directa hacia él. Rápidamente echó mano de los remos y empezó a agitarlos como nunca antes. Se dio cuenta entonces de lo lejos que había ido a parar de la costa.

Y remó. Y remó. Y remó con más fuerza. Pero todo aquel esfuerzo, aquella desesperación, fue en vano.

Cargando editor
17/11/2013, 00:43
Dhur el Cazador.

Año 0. Tierras de los ríos. Antepasado por línea materna:

Celory (22 años, sexo: varón)

De nuevo a trabajar, hoy se acerca el señor...

No quiero que nos haga nada.

La última vez que se pasó, se llevó a un prima mía.

No sé qué le hizo, pero ella no ha vuelto a hablar al respecto.

Nosotros tampoco insistimos.

Mi hermana ya está en la edad.

Quizás pueda evitarle malos recuerdos.

Debería apresurarme.

Cargando editor
17/11/2013, 01:59
Cicatriz.

Ser Matew Herlaw. Antepasado de Caster "Caracortada".

Año 1 después del desembarco del Rey.

     “El gigantesco caballero errante danzaba a vuestro alrededor a lomos de su rocín mientras tú y Ser Haron volvíais a repetir de nuevo los mismos golpes sobre el maniquí de madera. Lo llamabais “Viejo Roble”, y ambos odiabais a aquel maniquí en lo más profundo de vuestro ser.

     El Caballero Errante había llegado hasta Árbol de Cuervos apenas dos meses antes. Era un enorme norteño, una cabeza más alto que tú mismo (y sobrepasas el metro noventa), silencioso, pero honorable y de buena sangre. No lo habías visto ejercitarse con armas hasta el momento, pero pasaba horas sobre su viejo caballo, fintando, acelerando, quebrando.

     Aquel día estaba cansado. Volvió grupas y regresó a los establos, pasando a vuestro lado. Cuando parecía que iba a dejaros atrás sin prestaros más atención, detuvo su montura y os observó.

     –Un Caballero combate a caballo. Y él lo sabe –dijo señalando con la barbilla al viejo Ríos.

     –Dejad a los chicos, Ser Molkar. Id a lo vuestro, y nosotros seguiremos a lo nuestro.

     –Como vos digáis, Ser Jano.

     –No soy Ser. Basta ya con eso.

     Ser Molkar Svensson asintió, espoleó levemente a su montura y regresó lentamente al camino. Antes de entrar en los establos dijo alzando la voz:

     –A Caballo, hijos del Verano. 

     Y desapareció tras las puertas.

Cargando editor
17/11/2013, 12:34
Cicatriz.

Ser Matew Herlaw. Antepasado de Caster "Caracortada".

     Año 1 después del Desembarco del Rey.

     Nido de Cuervos enmudeció cuando Lord Piller rindió su blasón a los pies del Dragón Negro. Desde lo alto de las almenas, los hombres de armas y caballeros juramentados murmuraban su pavor, sin reproches a su señor, sabedores que aquella inmensa bestia podía destruirlos a todos con un agitar de alas.

     Las alas.

    A primera hora de la mañana habían sonado las campanas de alarma situadas sobre las cuatro torres de Nido de Cuervos, llamando a las armas a todos los hombres. Las noticias acerca del ejército invasor habían llegado al castillo dos semanas atrás anudadas a la pata de uno de los Cuervos del Maestre, pero nadie creyó todo aquello de los dragones. La realidad fue tan cruda como la sangre: después de anudarte los cierres de las hombreras saliste al patio de armas... para encontrarte volando por los aires a causa de un imposible huracán que barría todo Nido de Cuervos como un soplido barre a una hormiga. Antes de caer al suelo y dislocarte el hombro viste una enorme sombra negra del tamaño de diez caballos planear sobre la torre del Homenaje y derrumbarla de un latigazo de su cola cubierta de placas. Después todo fue silencio.

     Ahora, cinco horas después, Lord Piller avanzó con su destrero hasta encontrarse frente el jinete del Dragón, postrando su rodilla y arrojando el escudo de armas entre las garras de la pata izquierda del Dragón, quien observó sin demasiado interés el arrugado trozo de tela con los colores azul y plata antes de sacudírselo de encima.

     –Es el fin –murmuró alguien a tu espalda–. Nada puede detener a esa cos...

     El relinchar del viejo rocín de Ser Molkar os despertó a todos de vuestra ensoñación. El enorme caballero errante caminaba al paso desde su caballo, lanza en ristre, camino al portón delantero de Nido de Cuervos.

     –¡Quieto, Molkar! –gritó Jano Ríos, el Maestro de Armas.– ¡Hemos rendido el castillo!
     –Habéis rendido el castillo, Ser Jano
–respondió el norteño.– Yo no rindo nada, nunca.
     –¡Sois un hombre del Lord! ¡Vuestra espada...!

     Ser Molkar deslizó la mano izquierda que enguantaba el escudo hasta el cuarto trasero de su rocín, dando un par de palmadas a su gigantesca Estrella de la Mañana.

     –No tengo espada –dijo–. Y ya no soy un hombre de vuestro Lord. Ahora abridme esa puerta, no tengo todo el jodido día.

     Las puertas dejaron paso al caballero, quien comenzó a trotar para luego darse al galope. El jinete del Dragón lo contempló en silencio. Luego gritó una sola palabra en su extraño lenguaje y, tras un brutal salto cuya potencia y viento despertado arrojó a los suelos al Lord, regresó a los cielos a lomos de su bestia. Poco después cargó contra Ser Molkar Svensson, quien gritaba algo en su propio idioma.

     Quizá aquello mismo que te había dicho en un susurro antes de salir a librar su última justa, volviendo la cabeza hacia ti mientras te guiñaba un ojo.

     –Un caballero combate a caballo, hijo del Verano.

Cargando editor
17/11/2013, 17:59
Escudero Horace Crakehall "El Enanito".

Ser Uther. Antepasado Crakehall por parte materna.

Año 0 después del desembarco Targaryen. El Muro.

Hacía un frio infernal en el Castillo Negro. Al menos ya no estaba ahí arriba. Sobre el Muro, uno podía congelarse en minutos. Me pasé toda la mañana caminando de este a oeste y viceversa, buscando grietas y estalactitas para arreglar las imperfecciones. ¿Los exploradores decían que su trabajo es complicado? La mayoría no duraría ni un segundo como constructor.

En fin. La escalera casi terminaba y yo podría irme a comer algo al salón del escudo. Tal vez, si tenía suerte, habría venado, sin duda la carne más tierna y gustosa que había probado. En eso iba pensando mientras tocaba el suelo y empezaba la marcha a través de la nieve, ignorando lo que sabría cuando llegase.

No me imaginaba que cuando llegase al salón del escudo me encontraría con un montón de caballeros reunidos, todos frente a un mayordomo que daba las noticias. Habían desembarcado hacía unos meses enemigos en el sur del continente. Habían iniciado una campaña para conquistar todo a su paso. El Tridente, lugar donde vivían mi mujer y mi hija, estaba bajo asedio. Dragones.

Ese día, ni la tierna y gustosa carne de venado podría sacarme de mis pensamientos. Algunos amigos míos vendrían a hablarme, pero los ignoraría hasta que se fueran. No podía dejar de pensar en lo que había escuchado hoy. Mi familia, que hacía tiempo no veía, estaba en peligro. El Tridente caería. Dragones. Cadáveres calcinados venían a mi mente.

Aunque no lo sabía aún, esa misma noche decidiría desertar. Robaría un caballo y me dirigiría al sur. A ayudar al Tridente en su batalla. Sabía que los sitios podían durar meses y podía llegar a tiempo si iba a toda velocidad. Claro, una parte aún más profunda de mi ser me recordaba que el sitio no duraría más de un par de días. Dragones. Ningún castillo podría contra eso, pues ninguna muralla los contendría.

De todas formas partí, sin saber que no llegaría lejos. El Lord Comandante se imaginaría que algún caballero, impulsado por el deseo de defender su tierra natal, intentaría desertar. Pondría exploradores al sur del Muro. Arqueros listos para acribillar sin piedad a cualquier desertor. Uno me vería. Daría la alarma. Antes de que me diese cuenta, una lluvia de flechas caería sobre mí en el abrigo de la noche. Tenía que llegar al Tridente en poco tiempo. No llegaría ni a Invernalia.

Aún no sabía eso. Estaba cruzando el patio del Castillo Negro, en dirección al salón del escudo. Esperando que el cocinero hubiese preparado venado.

Cargando editor
17/11/2013, 19:32
Aisa, mujer del herrero.

Jeyne Greyhawk, Antepasada de Aisa.

Año uno después de Desembarco del Rey.

Jeyne. Aguardaba. Acostada en la cama. Cerraba los ojos, o los abría para mirar al vacío, con un aire soñador. Aspiraba y suspiraba profundamente, sin embargo con una suavidad que apenas movía su delicado pecho.

Muchos cambios se habían dado en su vida. Nunca había deseado ese matrimonio, y sin embargo no se quejó. Aguantó todo, desde la desafortunada apariencia de su marido hasta los golpes que éste le propinaba casi a diario. Era demasiado enérgico, y ella demasiado distraída, casi débil.

A veces sentía que no tenía nada. Se preguntaba qué sentido tenía luchar contra la marea, cuando esta te arrastra, como si fuera el Dios Ahogado de los hombres del hierro, y ahora se sentía aun menos que una esposa de sal.

¿Por qué luchar?

Un remolino de vida se agitó dentro de ella.

- ¡Ah! – Sonrió y se llevo una mano al vientre. Un niño que apenas había anunciado que llegaría. Por fin tenía algo por lo que valía la pena vivir.

Cargando editor
17/11/2013, 21:47
[RIP] Ser Hadder Tully, Señor de Aguasclaras.

AÑO 0 DE LA DINASTIA TARGARYEN: TIERRAS DE LOS RÍOS, ENTRE EL GRAN ARCE Y EL TRIDENTE.
ANTEPASADOS POR LINEA DIRECTA MATERNA DE SER HADDER TULLY: GARED (40 AÑOS) Y HENLY (11 AÑOS)

La mañana se había levantado con cierta bruma, no era una bruma propiamente dicha que pudiese transmitir pesadez a los huesos, sino más bien algo similar a una fina espuma juguetona que se elevaba al chocar la fuerza del Gran Arce contra el Tridente. En días de crecida como aquel, lo habitual era guardar las distancias con la zona de la rompiente de los afluentes, se formaban demasiados remolinos y si uno de ellos succionaba la barcaza podías dar por perdida la carga y con toda probabilidad tu vida. Mi padre me había contado que en el pasado muchos arriesgaban la vida en esos lugares, era un secreto a voces que por aquellas zonas más apartadas circulaba la mercancía de contrabando y ciertos personajes que deseaban estar al resguardo de la ley escapando de la crueldad del antiguo señor de Harrenhal. El río todavía escupía restos a la margen y si prestabas atención y tenías suerte auténticos tesoros esperaban a ser descubiertos entre las piedras.

Mi padre era un hombre honrado, aunque en ocasiones para sobrevivir había trabajado con hombres de dudoso honor. A fin de cuentas, el barquero solo transporta la carga, nunca debía entrometerse en su origen, su destino o su dueño y desde que el Rey Aegon había sometido Harrenhal, todos los buenos hombres que fuesen capaces de unir las tierras eran bienvenidos fuese cual fuese su pasado. Era tan aguerrido como cualquier hombre de las Islas del Hierro, tan astuto como cualquier mercader de las tierras de Poniente y tan temerario como cualquier capitán de navío de las ciudades libres. Con su cabellera rubia al viento y su imponente figura, parecía doblegar la barcaza a su voluntad y en más de una ocasión cuando sus músculos se tensaban por el esfuerzo le escuchaba decir entre carcajadas: Un hombre es dueño de aquello que puede conquistar y defender Henly.

Nunca había entendido del todo esa expresión, ¿cómo se podía conquistar un río o defender una corriente? Pero cuando en días como aquellos mientras observaba cómo con cada brazo maniobraba las grandes palas tan parecidas a las lanzas de los caballeros para hacer girar la barcaza, en contra de cada caprichoso ramalazo de las corrientes, creía ver entender destellos de lo que decía.

La sangre de los Ándalos corría por nuestras venas, la sangre de los primeros conquistadores.

Cargando editor
17/11/2013, 22:23
Gallo el Alfarero.

Año 1 de la Dinastía Targaryen, Valle de Arryn.

De nuevo el sol resplandecía en el horizonte, un bello amanecer que tintó el cielo de amarillo, naranja y violeta. Una auténtica maravilla, la guinda de un colorido pastel que desprendía aromas silvestres; la tierra húmeda del rocío, las flores que empezaban despertar abriendo los ojos lentamente. Un regalo par un criador de caballos que pasaba más tiempo en los pastos con los equinos que con su esposa. Era uno de esos pequeños momentos de la vida en que a uno no le importaría morir, uno de esos momentos en que cualquier hombre aceptaría su sino, pues no dejaba lugar a dudas que todo cuanto los siete ofrecen, sea vida o sea muerte, tiene una razón de ser y es hermoso.

No era simplemente un nuevo día, era el día en que la vida de Dorian llegaba a su fin para dejar paso a su único hijo, Ganos, mas él nunca lo conocería.

Llevaba meses de viaje, había visitado varios feudos y su canuto estaba lleno, había vendido varias piezas con las que había ganado suficiente para mantener a su esposa cerca de un año, tiempo que dedicaría la crianza y a nuevos intentos de traer un vástago al mundo. Llevaba tiempo preocupado, casi rozaba las tres décadas y no habían logrado engendrar progenie, mas nunca un hombre debe rendirse en sus cometidos, y de esta pasta era Dorian. Aceptó su destino cuando sintió que el corazón se le ralentizaba, no quedaban demasiadas jornadas antes de vislumbrar su granja en el horizonte. En sus últimas horas de vida era plenamente consciente que no volvería ver el rostro de su amada, al menos en carne y hueso, pero para ella fueron sus últimos pensamientos. Para ella y para su hijo, los Siete fueron piadosos y Dorian murió tranquilo con una sonrisa en el rostro pese al dolor.

No desmontó, siguió cabalgando hacia su hogar tumbado sobre Maderaoscura, una yegua grande y fuerte, con el pelaje marrón, de cola y crin de un negro más oscuro que una noche sin estrellas. Su cometido era llevar el dinero a su hogar y así lo hizo, con la ayuda de Crisol, Sobras y Hermoso, sus tres perros y únicos amigos.

Cargando editor
17/11/2013, 22:38
[RIP] Probis el Mayordomo.

Jeor, antepasado de Probis por línea paterna.

Año 0 de la dinastía Targaryen. Aldea de Orilla Azul.

Para cualquiera que no conozca a Lord Hoare, este puede que sea un día normal. Sin embargo, llevo sirviéndole durante más de diez años y conozco cada gesto por su parte. Durante las últimas semanas, su cara ha ido mostrando, paulatinamente, una tirantez cada vez más evidente. Además, estoy acostumbrado a que mantenga todo tipo de conversaciones mientras le sirvo, como si yo no me encontrará presente. De un tiempo acá, espera pacientemente a que le azuce el fuego, lleve o recoja la comida, es decir, a que finalice mis tareas y abandone sus aposentos antes de mantener ciertos temas de conversación. La verdad es que lo único que he sacado en claro es que se avecinan malos tiempos, ya que últimamente pasa más tiempo encerrado con sus generales que con su esposa.

Entre los sirvientes, la situación no es mucho mejor. El principal problema es que todos se percatan de que hay cierta tensión en el ambiente, pero ninguno es capaz de dar detalles al respecto, lo cual hace que se respire una sensación que mezcla el nerviosismo y el temor ante lo que no se conoce. Es más, las doncellas de Lady Hoare no hacen nada para mejorar la situación, ya que no cesan con sus habladurías sobre un ejército de la antigua Valyria y dragones que vendrán para arrasar todas nuestras tierras.

Naturalmente, si se suma el malhumor de milord con el pánico reinante entre el resto del servicio, el resultado son días infernales y que nunca acaban. Hoy, por alguna razón, parece que el día es especialmente largo, aunque por fin llega la hora de la cena y el merecido descanso...

...Despierto desorientado, en medio de mis sueños, por el sonido de trompetas y tambores. Por un momento me encuentro desconcertado, pero no hay que ser demasiado listo para saber que ese es el verdadero sonido de la guerra. Adivinar ese hecho transforma mi desconcierto en la más absoluta de las parálisis. No consigo moverme hasta el momento en el que recibo la llamada de Lord Hoare, invocándome con la mayor prontitud posible. De camino a sus aposentos sólo se oye una palabra, o más bien un grito, por los pasillos:

-¡DRAGONES!

Cargando editor
17/11/2013, 22:45
"A Sangre y Fuego".

LOS SEIS REINOS DE PONIENTE:

AÑO 37 DE LA DINASTIA TARGARYEN:

- Aegon el Conquistador fallece en el Año 37 tras el Desembarco del Rey. En su reinado ha logrado lo que nadie ha conseguido en miles de años: unificar la mayor parte de Poniente bajo un solo Reino.

- A su muerte le sucede Aenys I, su hijo mayor (hijo de Aegon y de su hermana Rhaenys).

- El nuevo Rey es mucho más débil que su padre, pues aunque sigue teniendo a los dragones de su parte, no es un guerrero ni un estratega. La Fe de los Siete se rebela contra los Targaryen.

El Rey Aenys designa a su hermano y heredero, Maegor, para que se encargue de la crisis.
 

Notas de juego

// DA COMIENZO ASI LA VIÑETA I.

Cargando editor
17/11/2013, 22:54
"Familia, Deber, Honor."

- El Lago Encharcado es visto como un lugar estratégico cerca del poblado de Aguasturbias. Muy cerca está el Bosquecillo de los Ciervos, rico en caza.

- En la costa, hombres religiosos liderados por el Hermano Gellen Manosjuntas, fundan Sept de la Bahía.

- Lord Varl recibe permiso real para edificar un fuerte junto al Lago Encharcado. El Fuerte Varl (futuro emplazamiento del Castillo Aguasclaras).

- Campotrigo es una aldea rodeada de campos extremadamente fértiles donde colonos procedentes de las Tierras de Occidente comienzan a sembrar trigo a partir del Año 32. Hacia el Año 37 es ya una aldea más o menos establecida.

- Se produce una matanza de Hombres del Hierro en la aldea de Aguasturbias. Se rumorean historias sobre brujas en el Bosque de los Secretos.

- Se sabe poco sobre las ruinas llamadas simplemente Piedras Viejas. Hay quien dice que son lo que queda de un ancestral reino de los Primeros Hombres, y se dice que están malditas y que los pastores que han pasado por allí han visto luces y fantasmas, así como otras visiones.

- Primera noticia documentada de campesinos trabajando las tierras en lo que después se conocerá como Casagrande.

- Los Hombres del Hierro regresan a las islas. Los colonos de las Tierras de Occidente son rápidamente absorbidos en la cultura y costumbres de los autóctonos habitantes del Tridente.

Cargando editor
17/11/2013, 23:10
[RIP] Plumby el Flechero.

TIERRAS DE LOS RIOS. AÑO 37 DE LA DINASTIA TARGARYEN:

Mi padre que vino como pastor encontró estas tierras y se quedó prendado de ellas, el bosque espeso y rico en todo tipo de especies salvajes , el río en su pureza que llevaba peces multicolores, las tierras formidables para el pasto y con arraigo para su cultivo. Aquí mi padre descubrió un nuevo hogar, junto con sus familiares y amigos formaron casuchas de madera habitables y labraron el campo para sustentarse.

Robin de Vallelargo labraba la tierra que había heredado de su padre, las casuchas que se arremolinaban alrededor y que formaban parte de su familia ahora se encontraban ardiendo, una amenaza vino de los mares trayendo sangre y fuego. La explosión fue un aullido atronador que sonó a mi alrededor, nuestra casa no había sido incendiada y busqué a los supervivientes para ir hacia el bosque. Corrimos como ovejas al acecho del lobo sin embargo muchos murieron en el río, los pocos que conseguimos cruzar nos quedamos en el bosque. Aprendí a diferenciar los árboles y arbustos, la madera que servía para hacer fuego y la que servía para fabricar armas como el tejo, olmo, fresno, alcornoque y acebuche. La mejor de todas para la fabricación de arcos era el tejo al no tener resina y poseer fibras rectas y de gran elasticidad, entre los arbustos el leñoso con madera de viburno para el astil, con punta de pedernal y penacho de plumas.

Llegaron soldados a la aldea, lo más seguro para reclutar, pero sólo encontraron casuchas quemadas y huellas que se perdían en el río, para desembocar en cuerpos muertos quemados por el fuego que llegó del cielo. Podía haber salido de la espesura del bosque para ir con ellos, pero no hubiésemos sobrevivido, nuestra sangre ándala que vino para tener una tierra no daría más progenie en ésta. Debíamos de ser algo egoístas para que nuestra sangre no se perdiera, y nuestros hijos tuviesen un hogar para contar a las futuras generaciones que nos recordarían como sus antepasados.

Cargando editor
17/11/2013, 23:16
[RIP] Malcom Ríos, Repostero de la Familia del Señor.

Año 37. Algún lugar de invernalia. Antepasados por línea materna.

(Esaria y Milas)

Empezaba a amanecer. Un buen día se acercaba. Tras levantarme miro por la ventana. Esta noche ha nevado, como de costumbre, por suerte ahora mismo no hay ningún copo que nuble el cielo. Cojo el arco y compruebo que está listo, lo combo con los brazos y le pongo la cuerda de tendones de zorro trenzados. La cuerda está bien, el arco mantiene su forma y el tensado sigue igual. Perfecto. Embadurno de grasa la cuerda y me visto para la faena. Antes de salir, pongo algo de leña en la chimenea, no quiero pasar frío cuando llegue.

No se ve nada, el frío restalla en mi cara. Debería volver y embadurnarme la cara también con grasa. Tras protegerme la cara un poco para que no se agrietase, salgo de nuevo con el arco y algunas flechas en el hombro. Las reservas de comida se están agotando y necesito comer para mantenerme vivo.

Hasta ahora he cazado un conejo, una perdiz y una rata que cayó en una de las trampas que puse; estaba congelada, pero antes de eso las pocas aves de presa que vigilan desde arriba habían cogido su parte, dejé el cuerpo a mejor suerte. Delante mía tengo un jabalí. Me doy cuenta de que no me he traído puntas para animales grandes y blasfemo dejando una enorme nube de vaho. En lo alto se empieza a ver una especie de niebla que comienza a bajar. Mierda, otra vez nieve. Cojo mi flecha y la dispongo en el arco, tenso la cuerda para probar suerte. Decido apuntar a una de sus patas delanteras. Una racha de viento. La flecha se desvía con la suerte de que cae en un hueco entre las costillas y se clava profundamente. El animal muere tras algunos espasmos y haber boqueado por la sangre que le llena los pulmones. Pongo el animal encima de una manta, lo aseguro con una cuerdas y preparo otra cuerda para tirar del otro extremo.

Estoy llegando a casa, la nieve me impide ver correctamente, pero llevo demasiados años viviendo aquí. Me asomo a la ventana y veo la chimenea refulgiendo con fuerza a pesar de llevar tiempo fuera. Dejo el botín extraído a la naturaleza y saco el arco de nuevo, junto con su correspondiente flecha. Abro la puerta, había alguien. Es más había dos personas. Mi instinto soltó los dedos del arco en el mismo momento que reconocí a una de aquellas personas. Doy un tirón hacia un lado. La flecha pasa rozando al visitante y se clava en la madera sobre la chimenea. Sonrío.

- Bien jodido seas, he estado a punto de matarte -, comenté escupiendo a un lado.

- Confío en tus reflejos, al igual que temo de ellos -, dijo con una sonrisa.

Me acerco y abrazo a aquella persona, es mi primo, de vez en cuando se acerca en el invierno en alguna de las escasas carretas que pasan por un camino no muy lejano.

- Te he traído cosas que te serán útiles, yo me llevaré lo que me sea útil. - Seguía siendo el mismo aprovechado de siempre, pero se llevaba siempre lo que no me hacía falta. Además, se encargaba de solucionar por mí los asuntos con la casa banderiza. Menos preocupaciones para mí.

Espera, había alguien más. En ese momento miro al lado mía y me encuentro con una mujer, de rasgos finos y porte elegante. Eso sin mencionar su figura. Sus ojos eran negros, contrastaban con el blanco, con el blanco de la nieve.

- ¿Has traído a tu mujer? - pregunté sin pensármelo.

- No es mi mujer, es mi hermanastra. ¿No te conté que mi padre se casó de nuevo? - el jodido cabrón no me había dicho nada.

- ¿Y qué hace aquí? - pregunté dejando pasar aquel pequeño detalle.

- Es simple. Me dijo: 'No me gusta la ciudad, los hombres son unos pervertidos. Quiero tranquilidad, llévame con el primo tuyo ese. Con el frío que hace allí... necesitará calor.' - dijo alzando los hombros con sorna. La mujer de detrás suya se levantó y le miró. - Se quedará hasta la próxima vez que venga... O no. Eso ya no me concierne. - Cogió la mano de la mujer y la acerca para que se uniese a la conversación.

- Hola, mi nombre es Esaria. Encantada. - Su sonrisa era demasiado... Demasiado para alguien que no acostumbra a ver a otras personas. Incluso menos las del sexo opuesto. - Mi primo habla muy bien de ti, dice que eres un huraño, pero es lo único malo, - hizo una pausa - pero se puede arreglar.

[...]

Han pasado ya cinco años desde aquel día. Esaria no se marchó en ningún momento, tampoco ninguno de nuestros frutos. Hoy de nuevo tengo que cazar, mi primo dijo que vendría en un mes. 'Treinta días justos' me dijo. Mañana es el día treinta. Tengo que conseguirle algo para que se lleve. Algo grande. Hace no mucho había visto las huellas de un oso y ya sabía por dónde le gustaba rondar...

Cargando editor
17/11/2013, 23:28
Ser Orsey Crakehall.

Año 37 de la dinastía Targaryen, Costa de Dorne.

Robert Arena, hijo bastardo de Ottis, antepasado por parte paterna de Orsey.

El viejo Robert contemplaba el mar con los ojos entrecerrados. Una sensación extraña inundaba todo su cuerpo. Hoy hacía exactamente 37 años de la muerte de su padre. Aunque no llegó a conocerle en profundidad (apenas tenía 8 años cuando murió, y con sus frecuentes viajes a las tierras de los ríos, de donde procedía, tampoco le veía a menudo), tenía buen recuerdo de él. En aquellas mismas aguas, la flota Targaryen acabó con la pequeña barcaza en la que pesacaba tranquilamente allá en el horizonte, en su camino hacia la ciudad hoy conocida como Desembarco del Rey.

Poco sabía sobre su muerte más allá de lo que su madre le había contado. Nunca se encontró el cuerpo, mas sí su vieja caña flotando y los restos de su embarcación.

El salado viento hizo que el cabello se le metiese en la barba y, con una mano, muy despacio, se lo apartó de la cara y se lo puso detrás de la oreja. Su larga melena ondeaba al viento mientras seguía con la mirada perdida en el mar.

Su padre, al menos, le había reconocido como bastardo. Se preocupaba de aparecer de vez en cuando por Dorne para llevar algo de dinero y alimento a él y a su madre, aunque nunca por demasiado tiempo. Era de suponer que su familia en las tierras de los ríos no estaría al corriente de que el noble Ottis había tenido un hijo con una puta de puerto, y encima en Dorne.

Una voz le sacó de su ensimismamiento. Su mujer le llamaba, con la pequeña Dynna en brazos. Ya estaba todo preparado, pronto partirían hacia Desembarco del Rey, buscando una vida más próspera en la actual Capital de los recién unificados siete reinos.

Cargando editor
18/11/2013, 01:07
Edder "Clavopié".

AÑO 37 DE LA DINASTIA TARGARYEN: Algun lugar cerca de Puerto Gaviota.

Kalmer antepasado paterno de Edder.

La barcaza se mecía lentamente al estar cerca de la orilla. Las dos personas de avanzada edad pescaban en silencio con los primeros rayos del alba. El único sonido era el débil chapoteo del agua contra la vieja chalupa. Mantenían la cabeza baja, cada uno sumido en sus pensamientos, mientras, las cañas de pescar reposaban sobre sus manos y el fino hilo se adentraba en el agua.

En el fondo de la embarcación no había todavía ningún pez, la mañana estaba especialmente tranquila, como todo su mundo.

- Por lo visto ha muerto el rey- comenta Josua sin levantar la vista del mar con los ojos entrecerrados por la claridad reflejada-.

- Eso parece- contesta Kalmer, también impertérrito.

La barca se sigue meciendo lentamente, ya que esta cerca de la orilla...

Cargando editor
18/11/2013, 01:38
Ser Trycian de Dorne.

Año 37 de la Dinastía Targaryen, Lanza del Sol, Dorne.

Lord Trydor Martell, Hijo de Lord Trycian.

La fiesta se oye desde mucha distancia. Los tambores resuenan y las liras cantan su armonía a través de sus cuerdas por la celebración en ciernes. Las voces de quienes cantan nos dejan oír la gloria de quienes han resistido y han luchado para así evitar el dominio de los Dragones por sobre los pueblos libres. Somos el único país en toda la tierra a este lado del mar que ha conseguido evitar el dominio de los Targaryen y somos, por lo tanto, los únicos que celebramos mientras el resto del continente llora.

Mi copa se alza junto con la del resto para celebrar y escucho las palabras del Príncipe acerca de la felicidad que sienten todos los Dornienses al saber que nuestro peor enemigo, Aegon el Conquistador, ha muerto. En su lugar ha quedado uno de sus hijos, uno que no tiene el carácter del Dragón y que de seguro no podrá vencer donde su poderoso padre falló.

Las palabras que se oyen ahora son palabras de espíritus impulsados por el fervor y por la gloria. Palabras ensalzadas y coloreadas con visiones optimistas acerca de los cambios en el bando enemigo, que instan a tomar la delantera y llevar a nuestras tropas hasta las mismas puertas de Desembarco del Rey. Muchos se ríen, otros apoyan pero yo sé que es un montón de estupideces. Sé que jamás seremos capaces de llevar la guerra más allá y desplazar los campos de batalla fuera de nuestra nación. Hemos resistido como nadie más lo ha hecho y podemos considerarnos como los más poderosos de occidente, con el poder suficiente para negarnos a los Dragones, pero de ahí a tener la capacidad de invadir el hogar de los Targaryen hay una diferencia muy grande.

Somos guerreros, somos duros y nunca nos rendimos, pero debemos conocer nuestras reales posibilidades y no llevar a nuestros hombres a la muerte por algo que no necesitamos. Lo que debemos hacer es mantener nuestras fronteras y vivir en la paz que siempre hemos deseado.

Me pongo de pie y hablo hacía el resto del salón, principalmente a mi primo, el Príncipe:

 - "Su majestad, hemos oído la maravillosa noticia de que el Conquistador ha muerto y ha quedado en el poder su enclenque hijo. Eso nos ha hecho prender el espíritu en un fuego refulgente que nos inflama y nos brinda el coraje para pensar en la gloria de nuestra lucha y extenderla hasta las mismas puertas del Dragón. Nadie más que yo sería feliz de ver las cabezas de las bestias aladas colgando de los muros de este palacio, pues al igual que muchos de aquí, perdí seres queridos en la guerra contra los invasores. Mi padre, el gran Trycian Martell murió defendiendo este reino, junto con muchos otros nobles guerreros de Dorne. Pero la verdad, es que no podemos permitir que las nuevas noticias se nos suban a la cabeza. Es el momento de la paz, no de la guerra. Debemos abrir el dialogo con Targaryen y así detener la matanza que cada cierto tiempo se reanudaba en el reinado de Aegon. Debemos concentrarnos en nuestras fronteras y en incentivar una relación de respeto para vivir con la tranquilidad que nuestros hijos merecen."

Los abucheos no se hacen esperar y las palabras de descontento suenan sobre mi cabeza. No son muchos los que están de acuerdo con mi camino, pero soy un convencido de que es lo que debemos hacer. Yo amaba a mi padre y le respeto con toda mi alma, pero era un guerrero tonto que no veía más allá de su honor. Nos abandonó para ir a morir quemado mientras que todo lo que debíamos haber hecho era rendirnos a Aegon y seguiríamos gobernando esta tierra, solo que pagando un tributo en vez de perder más de cien hombres al año en las incursiones.

Sé que mi pensamiento no es popular, por eso son muy pocos quienes saben de mis verdaderas creencias. Todo el resto piensa que soy el diplomático, el guerrero que piensa, pero la verdad es que soy un cobarde y espero jamás tener que estar en combate contra alguien y mucho menos ver a la cara un dragón.

Me vuelvo a sentar mientras escucho los frutos que dan mis palabras y como uno que otro de a poco comienza a pensar en que el dialogo puede darnos la paz que necesitamos y eso es algo que me saca sonrisas. Escucho como mis palabras dan resultado y hasta mi primo se plantea la idea de enviar emisarios que se lamenten de la muerte de Aegon y planteen un pacto diplomático para terminar con la guerra.

La fiesta avanza y después de unas buenas copas de vino, creo que es hora de retirarme. Me pongo de pie y me tambaleo un poco antes de salir hacía mis habitaciones. Estoy ebrio, sumamente ebrio, pero no me importa pues hay que celebrar. El nuevo Rey de los Seis Reinos es mucho más flexible que el anterior y su hermano, designado para encargarse de los problemas, tiene un buen plan para resolver los problemas innecesarios. Nosotros, los habitantes de Dorne somos un problema para su expansión y la estabilidad de su reino, cosa que de a poco puede cambiar, siempre y cuando alguien lo apoye desde dentro.

Llego a mis habitaciones y siento la necesidad de acariciar el cofre guardado que tengo, escondido bajo todas las llaves, que en su interior guarda las 500 monedas de oro con el dragón de tres cabezas grabado, símbolo del nuevo orden que hará que todos nos beneficiemos si Lanza del Sol depone las armas pacíficamente en unos pocos años y decida anexarse a la familia Targaryen.

Pero al entrar en mi habitación, veo a mi mujer con el cofre abierto sobre la cama. No sé como lo ha encontrado y me mira con unos ojos llenos de odio y desprecio. Me acerco rápidamente a ella y le quito el cofre con las monedas a la vez que la increpo:

 - "¿Que haces con esto? ¿Por qué hurgas entre mis pertenencias?"

Me responde que un marido honorable no tiene nada que ocultar. Me pregunta qué es lo que significa el oro Targaryen que tengo y qué es lo que estoy haciendo. Le respondo con el pecho inflado, orgulloso de lo que hago:

 - "Esto es por poner fin a esta guerra estúpida. Muchos han muerto para ser libres. ¿Qué es lo que hemos conseguido? Hambre y peste. Nuestro dinero se va en equipar nuestras tropas para ir a morir a los pasos del norte, nuestras cosechas son arrasadas en sus incursiones y nadie nos apoya. Es solo cosa de tiempo para que la casa Martell caiga y yo no pienso caer con los testarudos, como mi padre. Este oro me lo ha mandado el mismo Maegor Targaryen para ayudarlo a poner fin al conflicto. Él dice que establezcamos la diplomacia y que le dejemos entrar en nuestra corte así como hará él en la de su hermano. Dice que se encargará de que mi primo muera y que me apoyará para tomar el trono de Dorne. Seremos príncipe y princesa. Con el Dragón a nuestras espaldas, nadie se negará a nuestro dominio. Hago esto por la casa Martell, por ti y por nuestros hijos. Tryndor y Martiria merecen más que crecer para morir quemadas. Tu mereces más que esta habitación."

Le tomo las manos en signo amoroso y suplicante. Mi esposa, una mujer de Dorne con la sangre de los Rhoynar corriendo por sus venas con fuerza, me mira con ojos de lástima. Imagino haber llegado a su corazón con mis palabras, como siempre lo hago con todo el mundo, pero la verdad es que las mujeres de Dorne son fieras y nada aplaca su furia cuando están decididas.

No veo el momento y mi sonrisa se borra de mi rostro de golpe. Mis ojos suplicantes y orgullosos comienzan a salir de sus cuencas en una expresión de desesperación, mientras mis manos se van a mi abdomen, donde el puñal se ha clavado hasta el mango, sujetado por la mano firme de una mujer guerrera. Me habla de la vergüenza, del deshonor, de nuestra casa y de nuestra raza. Me dice que soy indigno y que no merezco mirar nunca más a nuestros hijos, a quienes vigilará pues si alguno presenta parte de mi suciedad, ella misma le matará también. Dice que nunca nos rendimos, nunca doblegados y nunca rotos. Para ello, hay que eliminar al enemigo interno antes que al externo, antes que pudra todo el resto de los frutos.

Siento el dolor terrible y caigo de rodillas mientras intento detener la sangre caliente y oscura que sale de mi herida. Los pasos de mi mujer me abandonan y paso momentos interminables tirado de espaldas en el suelo de piedra, revolcándome del dolor terrible que siento hasta que entran varios pasos más en el lugar. Son guardias y es mi propio primo, el Príncipe, que mira el cofre con monedas y me mira con odio desde la altura. Siempre estuvo tan alto y yo siempre tan bajo, lo odié siempre por eso.

Aun así me guarda algo de cariño. De no ser así, no le daría ahora la orden al guardia de acabar mi sufrimiento con la lanza, orden que de todo corazón agradezco.