Partida Rol por web

Obviamente no llevo tal cantidad encima. Permitidme enviar un mensaje a uno de mis agentes para que traiga la cantidad acordada... ¿Tenéis papel y pluma?

 Asiente mientras el acompañante os tiende un pergamino, tinta y una pluma para que puedas escribir.

Si, no os importa el mismo lo llevara para que no se pierda por el camino replica mientras la copa cae al suelo y rueda hacia un rincon donde se escucha corretear una rata.

Por supuesto, no hay problema.... Y escribo la carta, rematándola con mi firma y sello.
Le entrego la carta a su ayudante y le doy las señas para que sepa a donde debe ir.

 Lo toma con su enguantada mano y se marcha de alli cerrando la puerta tras de el. Tras un rato se levanta de la mesa y puedes ver o al menos apreciar  que no va armado y que es casi tan alto como tu. Pero por sus formas no sabes si es mujer o hombre. No parece muy agil, ya que cojea de una de sus piernas.

No sabes lo que tarda pero al cabo de un rato vuelve, acompañado de un criado que porta un cofre envuelto en una tela de arpillera que deja sobre la mesa y luego se retira.

Bien, parece que ya está aquí.... Abro el cofre y lo giro para mostrarle el contenido, los 100 dragones de oro.
Acto seguido abro el pergamino, cuidadosamente para leer lo que haya escrito.

¿Será verdad?, ¿Al fin los encontré?. Quiera la Madre que la información sea correcta.
Enrollo el pergamino y me lo guardo, tras lo cual me dirijo al enmascarado a la vez que me levanto de la silla.
Bien, iré inmediatamente a comprobar la veracidad de ésto. ¿Dónde y cuándo queréis el resto del pago?
No puedo evitar que se note la impaciencia que tengo por salir del barco e ir a esa casa así como la alegría que siento al pensar que todos éstos años no han sido en vano, que estoy a punto de encontrar a los legítimos reyes de Poniente...

- No os preocupéis, yo os encontraré cuando sea necesario...

Hace un gesto a su sirviente, que recoge el pesado cofre y sale de la habitación, dejándote a solas con el pergamino.

Si voy ahora... Mmmm, quizás sea algo tarde, pero me pasaré de todas formas, no podría dormir tranquilo si no lo hago....
Enrollo el pergamino, lo guardo entre mis ropas y con paso vivo me dirijo a la casa de la puerta de hierro....

Al final de una calle polvorienta se alza la casa. Construida a la manera de las Ciudades libres: Altos muros, ventanas estrechas y pocos signos de ostentación que puedan ser contemplados desde el exterior. Largos tallos de palmera asoman sobre el muro, y se ve la cúpula blanca de un pequeño torreón.

La puerta es una enorme pieza de hierro, martillada en frío, con remaches del tamaño de un puño. Nada más acercarte sientes el calor desprendido por el metal calentado por el sol.

Me quedo observando la puerta, como hipnotizado.
Dioses, están aquí, los encontré al fin.
Me acerco para llamar a la puerta, pero me detengo.... ¿Debería volver por la mañana? o ¿llamo ahora?

Mientras estoy pensando si llamar o no llamar, mi mano se acerca a la puerta y la golpea fuertemente.
Mi corazón late acelerado mientras espero una respuesta desde dentro de la casa y voy pasando mi peso de un pie al otro visiblemente intranquilo...

Los golpes resuenan sordamente contra el metal macizo. La espera se hace larga, hasta que unos pasos arrastrados se escuchan al otro lado del metal. Con esfuerzo, la puerta se abre. Al otro lado, una mujer vestida de negro te observa con ojos lechosos.

- ¿Si?

Saludos, señora. Mi nombre es Oberyn de la casa Dayne. Busco a dos jovencitos que viven en ésta casa. Me gustaría hablar con ellos de un asunto de la máxima importancia...
Espero ansioso que me diga que sí pero no puedo evitar que mis piernas tiemblen ante la idea de que me responda que allí no vive nadie con esas características.

La mujer te mira de arriba a abajo.

- No sé nada de unos jóvenes. Aquí no vive nadie así. Adiós.

¡¡¡ESPERE!!!
Y pongo mi mano en la puerta de la casa para que no la cierre.
Le aseguro que no le busco ningún mal a los dos sino todo lo contrario. Llevo años buscándolos para ayudarles. por favor, déjeme verlos y hablar con ellos, no se arrepentirá...

La vieja mujer forcejea inutilmente, tratando de cerrar la puerta. Su voz se convierte en un chillido agudo y desesperado.

- ¡No, aquí no viven ningunos jóvenes! ¡Váyase! ¡Váyase!

Escuchas a tu espalda como se abren algunas ventanas de las casas vecinas, quizás atraídos los curiosos por los gritos de la mujer.

Empiezo a ponerme muy nervioso, la anciana está armando mucho revuelo. Sólo me quedan dos opciones: irme y vigilar la casa o entrar por la fuerza. Normalmente optaría por la primera opción pero no puedo irme de aquí sin averiguar la verdad.
Aparto a la anciana de la puerta, intentando no hacerle daño y entro rápidamente a la casa a buscar a los dos niños, deteniéndome en el hall principal si lo hubiera.
Viseris, Daenerys, estoy aquí para ayudaros. Por favor, mostraos ante vuestro humilde servidor, Oberyn de la casa Dayne, leal a los dragones, leal a vosotros...

Los pasillos polvorientos dan a salas decoradas con raídos tapices y cortinas. En la penumbra las mujeres lanzan gritos y corren cuando te ven. Las criadas vestidas de negro dejan caer bandejas cuando entras.

La casa parece casi vacía. La pintura se desconcha y la fuente del patio es sólo un muñón en medio de un montón de arena.

No hay rastro de jóvenes ni de dragones.