Partida Rol por web

Eothred, pese a la herida, intenta acosar al enemigo.

Caswelun se lanza  apor Eothred ignorando al resto de combatientes y le clava la lanza en el muslo impidiendo que se mueva. En ese momento tomo la iniciativa y ataco con la gran hacha pero el dunledino es más veloz y me esquiva con facilidad. 

Inmediatamente Aldor, Eothred y Galadan contraatacan pero Caswelun demuestra ser mucho más diestro que sus esbirros y esquiva todos los golpes con gran agilidad.
Acto seguido, Dengal, Heruwyn y Narieth disparan sus flechas y a pesar de que la elfa no logra hacer blanco, los dos rohirrim consiguen alcanzar al dunlendino con más suerte que habilidad y clavan sus proyectiles primero en el hombro y luego en la pierna izquierda del secuestrador.

Herido y dolorido, Caswelun lanza un grito cargado de furia y vuelve a atacar a Eothred clavando la punta de su arma en el abdomen del joven jinete, luego la retira bruscamente y con un veloz movimiento le asesta un golpe en la sien izquierda con el asta de la lanza haciendo que este caiga pesadamente contra el suelo.
Inmediatamente, todos desviáis la mirada hacia vuestro compañero caído pero no tardáis en respirar aliviados al ver que no está muerto sino inconsciente, además notáis que su herida en el abdomen sangra pero que no es tan grave como temíais ya que el jubón de Eothred ha absorbido la mayor parte de la potencia del impacto convirtiéndola así en una herida menor.

Era cuestión de tiempo que Caeselwun cayera, pero la pregunta era ¿a cuántos de los suyos se llevaría por delante antes de hacerlo? Era un guerrero prodigioso.

Pensó en las vidas que había defendido allá en Lórien, y su espíritu de guardiana inspiró su mano al apuntar.

Al ver caer a Eothred emito un grito de furia y vuelvo a intentar atacar a Caswelun pero sigo sin acertar los ataques. 

Cuando ve como cae al suelo su compañero en medio de una charco de sangre, el beornida ruge como una bestia y carga con fiereza contra su enemigo.

Tras el certero ataque tomo otra de mis flechas y disparo contra el enemigo, pero no logro darle, las magulladuras recibidas hacen efecto en mi ataque.

Sin darle tiempo a que remate a vuestro compañero, Galadan y Aldor reanudan el ataque y mientras que el golpe del gondoriano es fácilmente esquivado por Caswelun, el del guerrero del hacha parece alcanzarle aunque en el último instante el dunlendino da un rápido movimiento haciendo que el arma de Aldor solo corte el viento.
Ocupando el lugar de Eothred, Barald carga y sin darle tiempo a eludir el ataque, la punta de su lanza se clava profundamente en las costillas del secuestrador.

Acto seguido, Dengal y Narieth disparan otra salva de flechas y aunque el proyectil de Dengal sale muy desviado y se pierde en la espesura del bosque, el de la elfa no solo impacta en su objetivo sino que también se hunde profundamente en el pecho de Caswelun, a la altura del corazón, matándole al instante.

El viejo dunledino esquiva con maestría mi ataque pero gracias a que se ha desplazado para esquivarme había perdido el combate. Barald había cambiado por Eothred y se había abalanzado sobre Caswelun, lanza en ristre, clavandola en sus costillas. A su vez Dengal y Narieth había disparado, siendo el de la elfa el que da el golpe mortal, insertándole la flecha en el corazón del dunledino. 

Al ver caer el cuerpo de Caswelun, sin vida, me apoyo sobre el hacha para recuperar el aliento y mirar a Barald y Marieth:-Buena puntería.-logro decir tras una bocanada de aire. Habíamos logrado lo que nos proponíamos a pesar de que casi no lo conseguimos. Caswelun era un buen guerrero y eso por encima de cualquier cosa se debía respetar y sabiendo que me había delatado iba a asumirlo hasta las últimas consecuencias. 

Me acerqué al cuerpo de Caswelun y le quité la flecha del pecho, cogí sus brazos y los posé sobre su cuerpo y sosteniendolos con una mano, le despedí del mundo de los vivos hacia la blanca orilla en su mismo idioma. Recogí su Lanza y me acerqué a Barald:-Siguiendo nuestras costumbres te has ganado el arma de tu enemigo. Acéptala y honra al guerrero que es.-le dije al Beórnida. 

Barald ve como su rival se desploma, ha sido un contricante duro, muy duro. Intenta recobrar el aliento mientras examina sus heridas ya que uno de los golpes le ha dejado un corte profundo, cuando escucha la voz de Aldor deja sus pensamientos a un lado y se vuelve hacia su compañero, -muchas gracias amigo, este enemigo nos ha hecho sudar pero entre todos hemos conseguido derrotarle y extiende la mano para coger la lanza que le ofrece.

Durante unos instantes se queda mirando a la pobre mujer y se imagina la nerviosa que estará debido a la falta de visión y a todo lo que le ha pasado en los últimos tiempos por lo que es prioritario ayudarla. Coloca las lanzas en el suelo lejos de ella y se acerca con cautela a quitarle el saco de la cara pero no la desata hasta que se halla tranquilizado, una vez sin capucha intenta tranquilizarla, -Mi nombre es Barald y junto con el resto de mis compañeros hemos venido a ayudarte, por favor intenta estar tranquila que te voy a desatar para que estés más comoda y una vez hallas descansado te podamos acompañar hasta el campamento de tu marido.
 

Realizo un tiro certero de gran precisión, algo me haría sentir orgullosa si estuviera defendiendo mi bosque de un asalto de orcos. Pero no es un orco el ser que acabamos de matar. Me duele ver cualquier pérdida de vida, y ésta me ha parecido una pérdida inútil. El cacique no tenía escapatoria, y aunque presentó batalla con una habilidad admirable, era absurda su resistencia. Esa habilidad hubiera sido de gran valor luchando contra el verdadero Enemigo, y no malgastada en un páramo por no admitir la derrota a tiempo.

Me acerco a Eothred, herido en el suelo, pero mis conocimientos medicinales son inexistentes. En momentos como este me arrepiento de haber dedicado tanto tiempo al arco y tan poco a la curación. Me aseguro de asentar su cabeza de forma mullida, y que su cuerpo descanse unos minutos relajado. Quizás no pueda restañar su herida, pero estoy segura que el vigor de este guerrero le permitirá recuperarse por sí solo con el tiempo.

Mientras atiendo a mi compañero, observo a Barald y Aldor. Parece que ambos se muestran orgullosos de saber que el otro combate a su lado, y se respetan a pesar de provenir de lugares tan diferentes. La compañía ha sufrido junta, y eso nos ha unido en la adversidad. ¿Puede ser un adelanto de lo que le pasará a las Marcas de Rohan? ¿Se unirá sólo cuando haya sufrido? ¿O podrá ver con claridad antes de tener que soportar pérdidas irrecuperables?

En todo caso, haber encontrado a Esfled seguro que ayudará a calmar la actitud del Segundo Mariscal, y que nuestra gesta lo hará más receptivo a la petición para Myldrid.

- Barald, quizás la dama Esfled se encuentre más a gusto si puede hablar con uno de los suyos. Eothred ha estado a punto de dar su vida por ella, y necesita descansar. Pero Dengal o Heruwyn quizás le inspiren más confianza que unos extranjeros como nosotros.

Entiendo la preocupación de Barald, pero si la dama Esfled comparte el resquemor hacia los extranjeros de su marido, entonces mejor que sea un jinete o una escudera quien le explique la actual situación.

Con el combate finalizado, Galadan se acerca a paso rápido hacia donde se encuentra Eothred y tras arrodillarse junto él, le retira la cota de malla para luego sacar de su mochila el odre de agua y unas vendas y así comenzar a atender las heridas del joven jinete.

Una vez que ha terminado y las heridas ya están limpias y vendadas, el gondoriano le da unas palmadas en el rostro a Eothred haciendo que este finalmente recupere la consciencia.

Mientras tanto, Barald se acerca a Esfled y luego de llevar una rodilla a tierra, le quita con cuidado el saco aunque antes de que este pueda reaccionar termina recibiendo un cabezazo en la nariz que lo hace caer hacia atrás.
Tras haber entrecerrado los ojos a causa del dolor del golpe, la esposa del mariscal os observa y rápidamente notáis una clara sorpresa en su rostro, seguramente porque acaba de darse cuenta que no sois dunlendinos.

-Disculpad, creía que erais uno de esos malditos bandidos -os dice Esfled para luego mirar a Barald- Y lo siento por el golpe…

Después de escuchar lo que el beórnida tiene que decir, la noble de Rohan se gira ligeramente para que vuestro compañero pueda cortarle las ataduras.

-¿Quiénes sois? No sois parte del éored de mi marido, de lo contrario el rostro de alguno de vosotros me sería familiar -os dice Esfled observándoos a cada uno de vosotros aunque termina fijando su mirada en Narieth- ¿Os envía el Rey?

La cabeza le zumba, los intestinos le arden y la pierna casi no la siente.

-Vino, por lo mas sagrado, vinooo.

.-Así es mi señora.-respondo mientras le tiendo una mano para ayudar a levantarla:-Nos envía a poner fin a las disputas entre su esposo y el Mariscal Cenric.-seguí explicando sin querer entrar en detalles, no a menos que lady Esfled pregunte.

.-El Mariscal necesitaba ayuda para encontraros y se la prestamos. Si podéis interceder para que nos escuche, se lo agradeceremos eternamente.-dije hincando una rodilla en el suelo. 

Barald no se espera la reacción de la cautiva y no es capaz de esquivar el golpe, está claro que es una mujer con caracter.

Se sienta en la hierba y con una mezcla entre sonrisa y mueca de dolor, -No tiene porque disculparse, han sido días atribulados y yo no soy un hombre que tenga mucho tacto, me alegro que todo haya salido bien a excepción de unos rasguños. Comenta mientras pasa su mirada de la dama rohirrin a Eothred que poco a poco va recuperando la consciencia, luego se palpa su costado y recuerda lo duro que le golpeó el bandido.

Al ver como Eothred recupera la consciencia y su primera frase es pedir vino, Galadan esboza una sonrisa y le pasa uno de sus odres, el cual contiene un vino dulce pero fuerte proveniente de las verdes llanuras de Lossarnach. Tras permitirle dar unos tragos para calmar el dolor pero no los demasiados para que se le suba a la cabeza, el gondoriano ayuda al joven jinete a ponerse de pie y al cabo de unos minutos este consigue recuperar su movilidad aunque las punzadas de dolor siguen siendo recurrentes.

Luego de liberarla de sus ataduras, Esfled coge la mano de Aldor y se pone de pie.

-Así que el Rey os envía para que sus Mariscales lleguen a una tregua… Pues debo decir que os compadezco ya que se trata de una ardua e ingrata tarea -os dice la Señora del Folde Oeste mientras comienza a sacudir de sus ropas las hojas, las ramas y la tierra que se le han adherido- Mi esposo es más terco que una mula y Cenric no es más que un advenedizo que consiguió su puesto sobornando al difunto Fengel -una vez que ha terminado de limpiarse, Esfled centra su mirada en vosotros- Si queréis traer la paz y la unidad a la Marca contáis con mi apoyo pero más os vale tener un buen plan o vuestra misión estará destinada al fracaso… aun así, esta charla la podemos mantener mientras nos marchamos de este bosque. Se que algunos de vosotros estáis heridos y que os cuesta moveros pero lo mejor será salir de aquí e ir al campamento de mi esposo ya que allí podréis descansar adecuadamente -esbozando una sonrisa, Esfled mira a Aldor y Barald ya que son los que tiene más cerca- Aunque no lo hayáis dicho, se que Éogar debe de estar cerca, nunca os habría permitido participar en mi búsqueda a menos que él estuviera en las proximidades.

A pesar de que a simple vista mantiene sus maneras serias y formales, todos podéis notar como Esfled intenta controlar su entusiasmo y alegría por volver con su familia.

.-Tenéis razón, mi señora. Vuestro esposo Éogar esta en el otro extremo del bosque, nosotros rodeamos por el este siguiendo una huellas hasta que os encontramos.-expliqué brevemente tras la intervención de la Dama del Mariscal:-Sugiero volver sobre nuestros pasos hasta los caballos y poner rumbo al campamento del Mariscal. Creo que Eothred agradecerá ir a caballo que a pie hasta allí.-comenté con un pequeño toque de humor. 

Eothred suspira tras el ultimo comentario, y mirando al elfo dice:

-Mira a ver si encuentras una rama que me sirva de muleta, o vais a tener que llevarme entre dos. Además habria que recuperar mi arco, lo dejamos en el campamento, cerca de los caballos.