Partida Rol por web

 Ciertamente, aquellas reuniones para hablar sobre sospechosos se estaban haciendo más recurrentes de lo esperado, siendo que no era de extrañarse que los rumores cobrasen más fuerza que nunca... Siempre han existido rumores sobre infiltrados en los poderes de los reinos, pero todo se volvía más delicado cuando nosotros como caballeros debíamos desconfiar de nuestros compañeros...

 -¡Su majestad...! -pero toda la paz que podía traer la conclusión del rey se fue a la basura cuando finalmente aquella tos demostró ser algo peor. No tardó en hacer aparición aquel nigromante que tantos rumores había causado, llegando justo a tiempo para advertirnos deque aquello podría afectar a toda la familia real... Fue un casualidad muy justa, y en un momento como ese era imposible no pensar que tal vez Glaius tuviese algo que ver, pero no parecíamos en situación de interrogatorios. -. ¡Altezas, nos vamos!

 Mientras Alanís se encargaba de llevar al rey, yo me aseguraría, con otros soldados, de escoltar a el resto de la familia real, atento por si alguno llegaba a presentar síntomas similares...

 -¡Glaius! -llamé al nigromante mientras le seguíamos. -. ¿¡Qué esta pasando!?

 Aquella podía tomarse como una situación de suma emergencia que amenazaba no solo la salud del rey, si no que podría afectar también a toda la familia real...

 Con ayuda de Alanís, el rey siguió al nigromante por los pasillos directo hacia la enfermería, siendo seguidos por el resto de la familia real siendo escoltados por Baeric y los otros caballeros...

 -Argh... -de camino, Arthas se detuvo mientras se llevaba la mano a la boca, apartándola para ver entonces como esta estaba manchada de su sangre. Los ojos del príncipe señalaban el temor que sentía en ese momento, siendo que todos apresuraron el paso para llegar cuanto antes a la enfermería.

 -La familia real fue infectada con una maldición... -fue explicando Glaius de camino. -. Tuve un mal presentimiento desde hace unas horas, pero no pensé que se tratase de esto...

 Justo entonces, llegaron a la enfermería donde colocarían a los miembros de la familia real en algunas de las camillas. El rey se veía en terrible estado, con los ojos apagados y el cuerpo frío, siendo que se podía notar como las venas de su cuerpo adoptaban cierto tono purpura oscuro que se remarcaba en su piel... Arthas y la reina estaban en un estado muy parecido, siendo que quién mejor lo disimulaba era la princesa Artanis, más sus expresiones de resistir del dolor eran obvias.

 El nigromante se movió velozmente para examinar a quién parecía más afectado, el rey, observando su aspecto y la forma en la que la maldición se comportaba en él...

 -Grhh... ¡Todos ustedes! -gritó Glaius a los demás caballeros y trabajadores, siendo que por suerte no habían más enfermos en la sala. -. ¡Salid de aquí, ya!

 Por un momento todos lo dudaron, pero tras un forzado esfuerzo el rey para levantar la mano a modo de aprobación, todos dejaron el lugar, dejandolos a ustedes con Glaius y la familia real.

 -Glaius... ¿Que pasa...? -preguntó la debilitada reina, siendo que su esposo no parecía tener las fuerzas para hablar.

 -...El caos.. se le fue de las manos... -concluyó el hombre enmascarado. -. Fío debió haber perdido el control y expulso una cantidad de caos que, de alguna manera, terminó dentro de la familia real, ocultándose y descansando... Pero ningún cuerpo común es capaz de retener mucho tiempo el caos en su interior: ha despertado, y se esta extendiendo por el interior de la familia real... Es un milagro que sigan conscientes...

 Justo entonces, el rey se logró girar a un lado de la camilla para vomitar al suelo una buena cantidad de sangre. Su piel se estaba oscureciendo, y poco a poco empezaba a tomar un aspecto de corrupción...

 Velozmente, Glaius empezó a buscar entre los gabinetes una serie de runas dibujabas en hojas de papel, las cuales colocaría sobre el pecho de cada miembro de la familia real.

 -Son sellos menores de contención de Caos, deberían absorber la mayor parte que reside en ellos, pero... Solo una pequeña cantidad es suficiente para matar a un hombre... -explicó el nigromante.

 -¿F-Fío hizo esto...? -alcanzo la princesa a preguntar, entre una mezcla de dolor y molestia.

 -...Es común que si el caos de Fío se libera descuidadamente vaya a parar a alguna parte y cause devastación antes de desaparecer... Pero es demasiado raro que haya acabado dentro de alguien: dentro de la familia real, nada menos... -tras haber explicado aquello, dirigió su mirada hacia ustedes. -. Baeric, Alanís, los sellos no serán suficiente para que se recuperen. Necesito que hagan algo que podría hacer la diferencia -dicho eso, extendió una de sus manos hacia Baeric, mientras la otra la extendía hacia el rey. -. El rey es el más afectado, lo intentaremos con él primero... Baeric, extraeré una pequeña cantidad del caos en el interior de su majestad y lo pasaré a través de nosotros dos para aliviar su carga. Alanís, eres la persona más cercana al lado de la luz en este lugar: necesito que intentes transferir tu esencia mágica al cuerpo del rey con sumo cuidado para sellar el caos nuevamente; ya pensaremos que hacer luego, pero de momento debemos evitar que el caos siga extendiéndose... -dicho eso, os dirigió unas últimas palabras. -. No tenemos otra opción: de vosotros dependerá la vida de sus majestades...

 -No parece que tuvieses la intensión de engañarme, por eso lo he dejado pasar -aclaró Jonathan con una leve sonrisa, pasando a explicar entonces la propuesta que tenía para la pelirroja y, entonces, escuchar sus términos.

 El hombre se quedaría pensativo durante algunos segundos, estudiando la habitación mientras pensaba las palabras con las que respondería.

 -La espada no es otra que la rompe-tormentas... -dijo apartando unos papeles de su escritorio para sacar de entre ellos una hoja con un dibujo, bastante bien hecho, del arma característica de Zedron. -. Salió del castillo luego de que se la arrebatasen a Zedron a capturarle. Tengo contactos, y me aseguré de que me la entregasen... Pensé que algo como eso podría ser una codicia muy grande para muchos, por lo que la envíe al lugar más seguro que conocía: la tienda de la buitre mercantil. Verás... Somos buenos conocidos, pero nuestra relación acabo de mala manera... Tras pensarlo un poco, quiero la espada de vuelta antes de que le pueda causar problemas a ella... -dicho eso, se quedó pensativo nuevamente antes de proseguir. -. La buitre mercantil es muy inteligente, pero también temperamental... Pelirroja, de ojos rojos... bueno, ojo, tengo entendido que perdió uno hace poco... Se llama Cytla Calatia, y si logras traérmela con la espada... -Jonathan abrió uno de los cajones de su escritorio para sacar una bolsa de dinero y voltearla sobre la mesa, dejando sobre el escritorio unas 30 monedas de oro -. He aquí el diez por ciento por la espada, y el diez por ciento por traer a Cytla hasta aquí... Nunca vendrá por voluntad propia, pero se que si nos podemos reunir nuevamente... Podremos resolver nuestras diferencias... -sin darse cuenta, la sonrisa de su rostro había desaparecido para dejar lugar a una expresión de arrepentimiento y nostalgia. -. Entonces, ¿estas interesada...?

¿Que pretendía Muramasa que hiciera? ¿Debía quedarse quieto o ver la situación? Lo que más le sorprendió fue saber que ese hombre conocía a Cytla y que tenían una relación de hacía años... ¿Debía preocuparse por eso? Era el más modosito de los hermanos pero aún así su curiosidad era enorme, ¿Como lucirían los rostros de ambos ahora mismo? Eso fue lo que le hizo incorporarse y girar para sacar su cabeza por el borde de la caja tras la que se escondía.

Esperaba que no vieran algo tan diminuto, pues su cabeza en esos momentos no eran más que dos centímetros escasos. Aún sus manos tapaban sus partes nobles aunque ahora al estar en esa posición y sabiendo que Muramasa podría estar mirando desde la rendija prefirió taparse con una mano el trasero antes que el pecho, el cual la caja cubría bastante bien... Su delantera a pesar de la caja sí que insistió en taparla con la mano aún. 

Asentí dándole la razón cuando Jonathan dijo que no tenía intención de engañarle... Menos mal que miento de puta madre. Cuando dijo que la espada era Rompe-tormentas, no pude evitar abrir los ojos como platos impresionada... aunque en realidad ya sabía de sobra que era esa, al fin y al cabo la recibí, mirando el dibujo de la espada que él me dio -¡¿Rompe-tormentas?! Dios... ¿pero a que nivel se ha liado en esta ciudad...? ¿Y como consigo yo cosas tan buenas? Ya querría yo hablar con ese contacto... si ha sido capaz de sacar esto... joder...- le dije sin mirar a Jonathan, sino mirando el dibujo... no quería que sospechase nada.

Después de eso, bajé y doblé el dibujo para guardarlo... escuchando sus "motivos", las cuales me parecían más falsas que una moneda de madera porque dudo bastante que le importe lo que me fuese a afectar, y como definía la relación conmigo... "buenos conocidos"... ya quisiera él. Entonces escuché su descripción sobre mi persona... temperamental dice... si supiera como me estoy conteniendo por no saltar a su cuello y estrangularle... -Vaya, llegas a decirme que en vez de rojos los tiene azules, y pensaría que tengo un doppelganger...- le comenté un poco como broma mientras meditaba sus palabras... -Llevarme la espada para que no cause problemas... ¿y si ella te los causa a ti luego? Quiero decir... a mi me da igual, con gusto haré el trabajo por el que me pagues... Pero no tiene pinta de que le guste que le roben- le comenté... Hasta que dijo otra cosa que me hizo arquear una ceja -¿Traerla a ella aquí también? Soy ladrona, no terapista de parejas...- le dije a Jonathan...

Antes de que sacase las bolsas y pusiera en la mesa el adelanto por el trabajo, tanto de traerle la espada como traerme a mi misma. Miré el montón de dinero con la boca abierta... pero también miré su cara... ¿estaba arrepentido de verdad? -No... no Cytla, que esa cara de shota no te engañe, sabes como es en verdad...- pensé para mi misma, antes de asentir -Vale, pues empezaré la carrera de terapista... acepto los dos encargos encantadisima...- le dije a Jonathan, esperando que me diera permiso para coger el dinero.

-Haz lo que debas. Por mi parte también lo haré, pero no soy tan proficiente en ello como mis otros familiares. Puede que sea más directo y efectivo que uses mi sangre luego. Pero centrémonos en el ahora.

Alanís dijo esto con el rostro pálido, y casi estaba en un modo mecanizado al hablar. Por un momento su mirada estuvo en la sala, pero sin ver nada, centrándose en tratar de imaginar cómo ser formal en declarar intenciones homicidas contra una persona de 15 centímetros. Quizá tanto, que por un momento el aire a su alrededor se sintió pesado. Pero, ahora no era el momento de centrarse o pensar en nada más, por lo cual volcó su atención a reunir la esencia mágica en su sangre de la mejor forma posible. Lo visualizó, de forma sencilla pero efectiva, como se le había instruído en su hogar.

Se aproximó al rey, aún sin poder creer el terrible estado en el que se encontraba. Su figura se cubrió por una finísima capa de luz blanca, que tras unos momentos concentró, enteramente, en la palma de la mano derecha, opuesta a la del brazal.

-Entonces, de nuevo, con su permiso.

Apoyó con cuidado, la palma sobre el corazón del monarca. Consideraba importante el donde esta entrada en contacto con el cuerpo, ya que sería donde tuviera acción inmediata a diferencia de tener que tomarse segundos que no tenían en transitar. Y esta era, definitivamente, la zona de donde debía mantenerse lejos cualquier mal circulando en el sistema.

Aunque no la detuvo para nada de actuar, Alanís reconoció mentalmente que para sí misma, no era la mejor idea debilitar su esencia. Estaba luchando con una especie de "super-corrupción" por decirle de alguna forma, ella misma. Pero podía lidiar con algo de dolor, o demás repercusiones, en su habitación por sí misma.

La situación era insostenible, ¿Cómo había podido irse todo al garete tan rápido? La familia real estaba con un pie en la tumba, todo estaba descontrolándose en una espiral de caos, corrupción y sangre, ¿Qué diantres hicieron esas malditas hadas?.

Después de ayudar a que la familia real estuviera en camillas, escuchó atentamente lo que el nigromante tenía que decir, sin poder evitar apretar los puños y los labios al escuchar como eso fue culpa de Fio…esa hada tendría que responder a muchas cosas, entre ellas “eso” que le estaba ocurriendo a la familia real.-Casualidad de que terminara en sus majestades…-Gruñó claramente molesto y con ciertas ideas en mente, sobretodo después de la reunión que tuvieron. Las dudas comenzaban a disiparse y los culpables salían a la luz poco a poco…al escuchara la princesa no pudo evitar ponerle una mano en el hombro.-Guardad fuerzas, está todo bajo control.

El nigromante pidió ayuda a ambos caballeros, Baeric y el nigromante tendrían que resistir una cantidad de caos para aliviar el dolor del rey, aquello hizo que el caballero halcón se tensara, pero asintió, sin poder evitar hablar con el corazón.-Luego la princesa.-Comentó con firmeza, sin dar oportunidad de replica, tenía que salvar a la familia real y a su protegida fuera como fuera, su vida dependía de ello…y si era necesario se sacrificaría para salvarla.

No dudó en agarrar la mano del nigromante y luego miró a Alanís de reojo. –Somos caballeros reales…esto no es más que un contratiempo, lo conseguiremos.-Declaró, tal vez en un intento de dar fuerzas y ánimos a su compañera, la cual parecía estar claramente consternada por lo ocurrido…o tal vez para darse fuerzas a si mismo.  

 -Incluso yo sigo sorprendido de haber logrado conseguirla... Si cumples con tu parte del trato, podríamos continuar en contacto para futuros negocios, y tal vez te facilite el acceso a varios de mis conocidos... -respondió Jonathan respecto a la espada y su contacto en el castillo.

 Ante la comparación de Cytla sobre... ella misma, el hombre soltó una leve risa.

 -Ahora que me fijo mejor, si que se parecen un poco -añadió Jonathan algo bromista, siendo que luego empezarían a tocar los detalles del trato, ante lo cual el hombre tomaría una expresión un tanto apagada, al menos hasta que la chica con la que negociaba cambió de opinión respecto a traer a Cytla, momento en el que él suspiraría con cierto alivio. -. Agradezco que lo intentes. Estaré esperándote ansioso -dijo antes de hacer un gesto a la chica para que fuese libre de tomar el dinero. -. Oh, por cierto... No se que métodos usaron para capturar al chico rubio, pero cuando vayas por la buitre, por favor, no uses métodos drásticos... Lo último que quiero es que piense que quiero arruinarle la vida...

 Dicho aquello, Jonathan tendio su mano por encima del escritorio dispuesto a estrechar la mano de Cytla y cerrar el trato. Tras lo cual, la chica seria libre de irse...

 En una situación como esa era complicado estar atento a los pequeños detalles, pero aún entre esa mezcla de temor, verguenza y curiosidad, aún quedaba espacio dentro de ti para una emoción más... Inquietud. Era difícil decirlo, pero mientras Cytla y el hombre terminaban de hablar empezaste a sentir una extraña sensación de molestia e inquietud, como si el caos se removiese ligeramente en tu interior y te intentase advertir de algo... ¿Pero de qué...? Algo estaba mal: tal vez no allí, pero si en la ciudad... ¿De que se podía tratar...?

 -Comprendo que no fuiste instruida para dar mucho uso a tu magia como lo haría cualquier mago de luz, pero sin Faith aquí eres lo mejor que tenemos... -comentó el nigromante a Alanís antes de añadir. -. No debemos dejar de intentar, pero no se hasta que punto podamos hacer algo...

 Las palabras de Baeric permitieron a la princesa relajarse sobre la cama y aguardar en silencio, dirigiendo su mirada al caballero grifo en cuanto este, sin parecer querer escuchar opiniones al respecto, declaró que la siguiente en ser atendida seria ella... Glaius asintió vagamente, decidiendo centrarse ahora en el rey: por como se encontraba la familia real, era deducible que el caos estaba escalando a igual velocidad en los otros tres de la realeza, siendo que no había una prioridad precisa sobre a quién atender más allá del valor que podían tener para el reino.

 -Comencemos... -declaró finalmente Glaius, estrechando firmemente la mano de Baeric mientras la otra la posaba sobre uno de los hombros del rey...

 La luz que surgía de la mano de Alanís recorrió parcialmente el pecho del rey como una delgada capa de magia, totalmente contraría a la energía oscura que empezaba a escalar por el brazo de Glaius, recorriendo poco a poco hasta su otro brazo para pasar a Baeric. La expresión del rey era de autentico dolor, uno muy similar al que pronto los tres compartirían: aquella esencia oscura que emanaba del rey empezaría a enfrentarse con el aura mágica de Alanís, subiendo por el brazo de la chica como delgados tentáculos que se aferraban firmemente como serpientes... Pronto, los tres allí presentes atendiendo al rey sentirían lo que era experimentar el caos en su interior: sus músculos les dolían, sus huesos se quebraban, sus almas se desgarraban... Físicamente no estaban experimentando ningún daño, pero el dolor ante aquellas cantidades de caos serian suficiente para dejar inconsciente a cualquier novato...

 -No esta... funcionando... -con la voz entrecortada por esforzarse en mantener la compostura, Glaius empezó a presionar con más fuerza el hombro del rey y la mano de Baeric, como quién presiona algo para mitigar el dolor. -. A este paso... Los tres terminaremos rotos antes de poder sanar al resto de la familia real... Primero caerá Baeric, luego seguramente lo haré yo, y por último Alanís... -dedujo tomando en cuenta las características de cada uno. -. No... os rindáis...

 Pero a pesar delas palabras del nigromante, era difícil mantenerse siquiera en pie a pesar de que apenas habían pasado un par de minutos...

 Pero entonces...

Un silbido salido de la nada, y a la vez de todas partes, empezó a recorrer vuestro oídos como una suave brisa... De pronto, todo el lugar empezó a perder color y a oscurecerse, cubriendo a la familia real de un tono gris, a excepción del rey... De un momento a otro ya no sentían dolor: aunque siendo más específicos, no sentían nada... Era lo más parecido a estar en un vacío donde el tiempo no corría, y los únicos conscientes de ellos eran ustedes tres, el rey... y un individuo que entonces hizo su aparición...

Inocentes mortales...

Escuchadme, porque os traigo la oportunidad de cambiar el destino que les fue asignado...

Por un precio, por supuesto...

Aquel particular individuo, si se le podía llamar así, se trataba de un hombre alto, alcanzando fácilmente los dos metros, de delgadas extremidades y cintura estrecha, vistiendo un elegante traje rojo con unos pantalones negros a rallas, así como una camisa blanca que hacia juego con su par de guantes y su destacable mascara sonriente, la cual ocultaba su boca pero no el brillo de sus dorados ojos. Con suma elegancia, la figura se retiró el sombrero unos instantes para hacer una reverencia hacia ustedes, mostrando su corto cabello gris peinado hacia atrás, volviendo a reincorporarse.

  Por la manera en la que la energía oscura que emanaba el rey se había detenido, al igual que a ustedes ya no les dolía en lo más mínimo a pesar de poder recordar aún la sensación, se podía deducir que, debido a lo que sea que estuviese sucediendo, la maldición del rey se había detenido... ¿Pero hasta cuando? Y más importante aún... ¿Quién era ese sujeto?

 -¡Oh...! -pero antes de que pudiesen considerar hacer algo, puesto que algo les decía que si ahora se apartaban del rey no pasaría nada a pesar de que esté también estaba consciente de aquel "mundo", el misterioso hombre de mascara blanca les dedicó una palabra a ambos. -. ¿Acaso estáis conscientes en mi Heaven Room? Quién diría que dos caballeros de la realeza estarían... malditos...

Estaba escuchando cuando de pronto sintió algo en su interior removiéndose, gritando peligro y realmente se preocupó. Miró a Cytla y sin pensarlo dos veces corrió hacia la puerta y salió por la misma como si de una cucaracha se tratara, aunque le vieran solo podrían dilucidar a esa velocidad que era un bicho... Probablemente. Su corazón iba a mil, algo estaba ocurriendo y si su propio caos interno se estaba manifestando no era nada bueno, nada de lo que pasar o pedir un momento. 

Agitado voló hacia Muramasa y se hundió entre las ropas que ahora estaban entre los brazos del tipo, para poderse tapar un mínimo. Su rostro estaba pálido y su expresión era de pura preocupación y ansiedad, se aferró a un pedazo de tela con el que se tapó como si de una chica se tratara.

-Tenemos que irnos, tenemos que irnos... ¡Ya!... ¡El caos.. La ciudad!... Está en peligro, la ciudad corre peligro... Lo siento dentro... ¡vamonos!.... ¡corre!... P-por favor... Su mirada de angustia podía ser suficiente alarma y esas palabras no hacían más que afianzar el sentimiento de que aquello era totalmente real. 

Alanís inspiró hondo, preparada para empujarse al máximo...pero no llegaron a ese punto. Las cosas se interrumpieron, como si hubiese un repentino cese a...al tiempo, aparentemente. Parpadeó extrañada, y resopló levemente con aire de confusión, antes de que el anfitrión de esta pausa se hiciera presente. Frunció el ceño entonces, mirandole fija y desconfiadamente.

-¿De qué hablas? Suenas como una entidad que esta queriendo aprovechar un momento delicado. Agradecería que pudieras ser directo con ello.

El rey estaba sufriendo en un principio…pero aquel dolor no tardó en compartirse con los caballeros, aquel dolor…ese sufrimiento, era demasiado, incluso para caballeros como ellos, pero a pesar de ello Baeric no soltaba a Glaius, apretando con fuerza los dientes y resistiendo todo lo posible mientras el nigromante hablaba con voz entrecortada.-No…pienso…caer…-Gruñó con todas sus fuerzas mientras hacía terribles esfuerzos para no rendirse.-Lo conseguiremos...somos...caballeros del rey...

Aquel dolor era horripilante y ciertamente había esa “duda” en el corazón de los presentes, ¿lo lograrían?

Pero entonces el tiempo pareció detenerse, todo se oscureció y de la nada apareció un hombre alto y enmascarado, el cual hablaba sobre cambiar el destino por un precio, el dolor pareció detenerse por el momento y el caballero halcón no pudo evitar coger aire y tratar de recuperar la compostura, tenía que aprovechar aquella "pausa".

-¿Quién es este?, ¿Qué diantres está diciendo?-Preguntó claramente confuso mientras miraba a su compañera, la cual por algún motivo también parecía ser consciente de lo que ocurría.

Alanís se le adelantó, claramente ese ser quería aprovecharse de la situación.  

Me encantaría conocer esos conocidos... correspondería con lo mismo claro- le dije sonriendo, pues me encantaría conocer a la sucia rata que se dedica a contrabandear con objetos del castillo en un momento tan delicado... ratas como Jonathan sin ir más lejos, al menos desde mi punto de vista. Por ejemplo... no me respondió a la pregunta, simplemente agradeció que la trajera... ¿creía que no me había dado cuenta? De todas formas no dije nada... tengo que recordar que estoy haciendome pasar por una contratada, y si el cliente no quiere hablar no se le fuerza.

Cogí el dinero y lo guardé cuando me lo indicó... antes de continuar escuchándole, además de mencionar lo de como traer a Cytla, a mi vamos -¿Métodos? Hmmm... dudo que para esa buitre sirva el mismo método para el chaval. Si tienes curiosidad, fue alcohol, un cazamariposas y una botella de cristal- le comenté con una sonrisita -De acuerdo... no seremos drástricos. Supongo que entonces seré más mensajera que secuestradora... pero siempre ladrona...- le terminé diciendo, levantándome para cerrar el trato con el apretón de mano.

Y con eso no creo que hubiera que hablar nada... me marcharía... y ya volvería sola, sin tanto idiota borracho a mi alrededor... por una puta vez que necesitaba gente seria a mi lado... no era algo que fuera a olvidar, y mucho menos que perdonase con facilidad.

 -¿Aprovecharme? Claro que no... -negó aquella figura mientras se retiraba el sombrero. -. Soy algo más que una simple entidad, soy un demonio que ha dedicado su vida a apoyar la vida de los mortales una y otra vez a través de gratificantes tratos -para disgusto de Alanís, aquel ser empezaría a dar vueltas. -. ¡A lo largo de mi vida ha recibido cientos de nombres! Muchos olvidados ya hace muchas generaciones... Pero aquellos que tuvieron la fortuna de nombrarme durante esta era, se han dirigido a mi como el inigualable, el único, el definitivo... -haciendo una pausa, hizo otra reverencia rápida mientras se colocaba el sombrero-.  El Rey Supremo, Aztora...

 -Alanís, Baeric -llamó vuestra atención el nigromante. -. Ya he tenido encuentros con este ser, y puedo decir que no es buena idea luchar contra él, no con la vida de la familia real en juego... Y no se a que viene el llamarse a si mismo Aztora...

 -Has acertado en ese punto, nigromante... -añadió el enmascarado mientras soltaba una leve risa. -. ¿Por qué querrían enfrentarme ustedes, simple mortales, cuando puedo ser su única salvación en esta terrible situación...?

 Escuchadle...

 En aquel lugar paralizado en la nada, una cuarta persona se unió a la conversación...

 A un lado de la cama donde se hallaba su cuerpo, el cual llegados a ese punto había tomado un tono sumamente oscuro al cual se sumaban distintas grietas que emitían un brillo purpura y caótico de su interior, el rey Artorias observaba la escena estando de pie detrás de Alanís. A diferencia de como era habitualmente, su cuerpo y vestimenta poseían cierto tono de transparencia, dándole un aspecto propio de una aparición.

 -Este ser... -prosiguió el fantasma del rey. -. Puedo asegurar que no está en nuestra contra, pero no sabría decir si está a nuestro favor...

 -Vaya... -se sorprendió el que auto-proclamaba Aztora, dando un par de aplausos al anciano rey. -. Incluso estando al borde de la muerte es capaz de concentrar su esencia mágica para formar una aparición... Digno de un rey...

 -Su majestad, ¿cree que debemos confiar en él...? -le preguntó Glaius, quién parecía no saber como actuar en aquella situación...

 -Escuchemos que tiene que decir... -concluyó el rey, invitando al enmascarado a empezar.

 Tras una pequeña risa, el hombre de la mascara dijo lo que podía ser la propuesta más delicada de vuestras vidas...

 -Simples mortales, os doy la oportunidad de cambiar el destino... Puedo salvar al rey, pero eso me impediría poder salvar a los otros tres... -declaró el enmascarado. -. ¡Pero...! No os aceleréis... Pues tengo una oferta única: Puedo transferir todo el caos de los demás afectados al cuerpo del rey, y si es capaz de soportar al menos cinco segundos en el plano real tendré el tiempo para absorber yo mismo todo el caos y sacarlo de su cuerpo, deshaciéndome de él en otra parte; si no lo soporta... bueno, al menos los otros tres estarán vivos... ¿Es un trato...? -culminando de aquella manera su oferta, el enmascarado extendió ambas manos hacia ustedes dos, como si esperase que las estrechasen... -. El rey está en una situación muy delicada como para elegir... Así que lo harán ustedes dos...

 -Baeric, Alanís... -les dirigió unas palabras el rey. -. Os he elegido para el puesto que tenéis porque confió que, de llegar a una situación como está, elegirían la decisión correcta... Confiad en vuestro corazón y elegid lo que penséis es mejor para el reino: nadie os culpara por nada...

 Mientras tanto, Glaius permanecía en completo silencio, meditando sobre aquella pesada carga que se ponía sobre vuestros hombros... Salvar al rey, o arriesgar su vida por salvar a los otros tres miembros de la familia real...

Y tras aquella embestida, aquel transporte al lugar donde estaba la amada de Fair, tras aquel intercambio de golpes y realidades en donde acabamos los dos tirados por el suelo....

Tras todo... mi mundo se desmoronó... ante el cual creí villano.

Fair no hacía el mal porque quisiera hacerlo. No era un asesino, no era un villano, no era un criminal... Tan solo reclamaba venganza para su amor, un amor que sin duda no era el único allí... Pues tras escuchar ese nombre algo en mi se rompió, cual cristal, que me hizo abrir mucho los ojos y poner aquella visión de terror en mi rostro. No quería creer las palabras de Fair pero... Todos los hechos encajaban.

Magia de fuego, magia que puede absorver otra magia, las piedras de la mina... Y por supuesto el cuerpo de ella encerrado en una de las piedras.

Finalmente no pude más, y caí de rodillas al suelo mientras mis ojos se empañaban de lagrimas y el resto de mi cuerpo se relajaba al tiempo que las alas caian hacia mis lados. Abatida me hallaba en ese momento pensando las miles de posibilidades de que podía haber ocurrido... Pensando en que de nuevo aquel punto que vivimos antes de la paz, podría volver y con más razón todavía.

Daba igual que Fair quisiera acabar conmigo, si lo quisiera realmente me tenía la mejor oportunidad... No obstante podía entender que no lo hiciera tras que escuchara mis palabras con una voz quebrada - ¿Lily? Mi... f-fogosa Lily... ¿C-como? - mi hermana querida, y la que más bromas me enseño... Muerta... Mi mente no podía dejar de preguntarse lo mismo ¿Como? ¿Quien? ¿Por qué? ¿Cuando?

No obstante mi hilo de pensamiento se rompió cuando escuché la pregunta ajena, dirigiendo entonces mi mirada llorosa así como las lagrimas que ya comenzaban a caer hacia Fair - Dime la verdad... Dime como murió mi hermana Lily Edrielle... Pues no voy a parar hasta traerla de vuelta - y realmente no iba a parar hasta traerla de vuelta, tanto así que mi cuerpo empezó a impregnarse en luz.

-Ordinem... soy la heredera de la creación... He usado toda mi vida la luz solo para el bien. Curar, ayudar, proteger... Pues ahora necesito el poder de la creación para hacer todo eso ante un ser que me importa mucho y no pude proteger, ni ayudar, ni curar... Necesito el poder de la creación para cambiar este destino... Necesito reforjar este hilo... Necesito que mi hermana vuelva... Te lo ruego Ordinem, dame el poder de la creación suficiente para hacerlo... Guiame para traer de vuelta a mi hermana a la vida

 -Ey, ey... ¿Es enserio? Maldición, no podía ser una misión tranquila... -se quejó el samuraí al ver a Fío tan acelerado, decidiendo que era mejor no darle muchas vueltas y hacer caso al hada. -. Esperemos que Cytla no se meta en líos...

 Dicho eso, fue rápidamente hacia las escaleras para bajar al piso principal de la taberna, siendo que en esos momentos se encontraba con mucha más gente que cuando llegaron. Ver a un hada pequeña siendo cargada, desnuda, en los brazos de alguien no era algo que se viese todos los días, y en un lugar como ese las miradas no se hacían esperar...

 -¡Oye, oye! -se interpuso un hombre en la salida cuando Muramasa se disponía a salir. -. ¿A donde vas con eso...? ¿No quieres compartir un poco...?

 Su rostro delataba que estaba ebrio hasta la cabeza, más eso no le había impedido ve a Fío entre el montón de ropa que Muramasa llevaba en brazos. A este individuo se le unieron otros dos, quienes miraban a ambos con una clara expresión de confianza mientras más hombres de la taberna se fijaban en la escena; solo era cuestión de tiempo para que todos se levantasen y empezasen a acercarse...

 -Lo que faltaba... -soltó el samurai con obvio tono de molestia, observando como los tres hombres que bloqueaban la salida colocaban el pasado y arrimaban unas cajas con el fin de que no pudiesen salir... -. Tendremos que abrirnos paso a golpes... Resiste un poco, niño, acabemos rápido y saldremos de inmediato...

 -Oh... -el hombre no ocultó su respuesta ante la forma en la que describiste haberle capturado. -. Ya decía yo que ese chico tenía algo especial. Una lastima que te hayas retractado en venderlo... -confesó algo decepcionado, sin darle muchas vueltas antes de volver a los negocios. -. Espero con ansias tus resultados.

 Luego de estrechar sus manos, saldrías de la oficina de Jonathan y te encontrarías aquel pasillo donde... No estaban ni Muramasa ni Fío. En su lugar, estaba aquella mujer que les había traído hasta la taberna oculta, aquella mujer que parecía ser una de las más experimentadas en aquel lugar... Aquella mujer que alguna vez fue tu mentora.

 -¿Ya has terminado tus negocios con el jefe? Parece que hicieron un buen trato... -comentó, sin mencionar exactamente el porque. -. Ahora que parece que lograste conseguir lo que viniste a buscar, ¿que piensas hacer, Cytla? -preguntó con una leve y dulce sonrisa. -. ¿Qué? Has mejorado mucho tu actuación, pero sigues siendo mi alumna, ¿no? ¿Que tal si me cuentas la razón por la que regresaste?