Partida Rol por web

-Solo si quieres morir- Respondió secamente a la pregunta de Eira. -Ni perderlo ni romperlo de ninguna forma- Añadió.

Con todo bien atado; desayuno, formación y moneda entregada, solo restaba ponerse en marcha.

Se puso en pie. 

-Vamos- 

Con esas palabras, el grupo echó a andar. 

Entraron en el túnel. Había poca luz natura, pues la montaña proyectaba la sombra hacia el lado de la boca. A los pocos mestros pasaron a estar en una completa oscuridad, la cual fue ligeramente desterrada gracias a las linternas que portaban Trece y Himmund. Además de esas lamparas amarillentas de bajo consumo clavadas en la paredes.

Las herramientas, así como diversos equipos estaban por ahí tirados. Incluso de podían ver algunas armas. Tal vez, de esos grupos que habían ido anteriormente a inspeccionar. También habían varias latas de conservas, abiertas y a medio comer.

Lo que no había era ni un solo rastro de vida, más allá de las huellas que iban y venían, producto del andar de los trabajadores. Ni señales de violencia. Ni nada que ayudase a saber que había sido de ellos.

Para el templario y el guerrero no había nada que no hubieran visto en su anterior expedición. Pasaban por alto todo el panorama. No podía decirse lo mismo de las dos muchachas y Walter. 

Krysta miraba con curiosidad de un lado a otro. Mientras que Walter avanzaba escudado tras Eira, medio encogido y mirando de un lado a otro esperando a que algo saltase de entre la sombras para pegarle el susto de su vida.

En unos pocos minutos llegaron hasta un enorme boquete en uno de los laterales del túnel, que daba acceso a una lúgubre y no muy espaciosa cámara.

Le sacó la lengua a Himmund fugazmente, a no ser que estuvieran fijándose en ella, ni se habrían dado cuenta de este pequeño gesto burlón hacia el líder de la expedición. Decidió, pues, guardar la especie de amuleto dentro del calcetín para que estuviera bien sujeto y notar su contacto, así se aseguraría de que no lo perdía.

Iniciaron la marcha hacia el túnel, Eira iba cerrando el grupo, tras Walter. Conforme avanzaban por el lugar, el hombre parecía más y más inquieto, sin parar de mirar a su alrededor, lo que hacía que Eira sujetase con fuerza la empuñadura de su arma, sin desenfundar por el momento, escrutando las sombras a su alrededor por si veía algún movimiento sospechoso.

Allá vamos de nuevo, internándonos en la excavación. Una vez más vemos las herramientas y el equipo abandonado, sin ninguna señal de vida. Ni huellas de animales, nada en absoluto.

Himmund y yo iluminamos el camino, atentos por si viéramos algo nuevo.

De repente doy un respingo y desenfundo y apunto con mi espada hacia una sombra que se movía por la luz de mi linterna, haciendo que pasara por un momento un poco vergonzoso*.

- ... lo siento - me disculpo algo azorado.

Tras el percance continuamos, no sin que pudiera dejar de rallarme por aquella sombra. Estoy seguro de que había algo allí (aunque en realidad no era así).

Llegamos al final al boquete y tras revisar un poco entro con Himmund enfocando mi linterna en las escrituras.

El trayecto hasta las ruinas transcurrió tranquilo, sin más sustos que los que daba Walter con sus intermitentes sobresaltos. 

Ya en la boca, Trece y Himmund iluminaron bien la cámara. Una sala cuadrangular elaborada de algún mineral de color negro oscuro. El suelo era adosado y las paredes y techo de sillería, bien cuidada y pulida, siendo todas las piezas bastante uniformes. 

A los lados, se veían algunas columnas empotradas a la pared. Y esta estaba adornada con varios relieves cuyo significado era desconocido. 

En el suelo, se hallaban seis nichos en dos filas de tres. Una a cada lado, tapados con losas sin más adorno que un texto en idioma desconocido. 

Al otro lado de la sala, se abría un arco que daba acceso a otra estancia que las linternas eran incapaces de iluminar desde la posición que guardaba el grupo...

Observó la sala que se abría desde el túnel. No entendía por qué se habían puesto a desenterrar unas ruinas cuando su trabajo consistía en abrir un puñetero paso a través de la montaña.

-Genial, un cementerio- soltó un bufido que elevó su flequillo, apartándolo de su ojo -, ¿de la civilización antigua?- miró a Walter, esperando que hubiese encontrado algo de utilidad. -Si me dais un momento, puedo ir a la cabaña que encontré ayer. Habían muchos libros, puede que alguno fuera un diccionario para este tipo de... idioma- aunque no estaba del todo segura, podía ser de utilidad.

Los nichos indicaban que estaban en una especie de cementerio o tumba. Ni me acerco a dichos nichos, soy de la idea de dejar descansar en paz a los muertos.

Me fijo en el arco al otro lado de la sala, y me acerco un poco a ella para iluminar con mi linterna para ver qué hay, sin acercarme demasiado.

Eira quiere regresar a la cabaña que encontró a buscar alguna cosa que podría ayudar a traducir las inscripciones.

- Opino que Eira debería ir acompañada por si acaso.

Todo ese miedo y nerviosismo que había estado arrastrando desde que entraron al túnel desapareció al instante al ver aquel magnífico lugar. Hasta se envalentonó y fue el primero en entrar, examinando los frescos. 

-No es un cementerio- Respondió. -O eso creo. Pocas tumbas para serlo. Tiene pinta de ser más bien una cripta, lugar para enterrar a gente muy concreta. Y no es menester que vuelvas. Si era Hannes quien estaba a cargo de la investigación, llevará todo en un cuaderno del que no se separará-

Mientras, Himmund se adelantó hasta la abertura que daba pie a la siguiente estancia, seguido de Trece. Entre poco y nada le importaba la explicación que estaba dando Walter sobre el lugar y sobre el tal Hannes, que debía ser el erudito cuya habitación se había referido Eira. 

Desde debajo del arco, alumbró a la sala adyacente, descubriendo otra sala de la misma forma cuadrangular mucho más amplia. Sin embargo, debido a la penumbra, apenas llegaba a verse algo más allá de unos metros hacia delante...

Tras la explicación de Walter sigo a Himmund para inspeccionar la sala. Linterna en mano ilumino por donde no lo está haciendo el templario en busca de distinguir algo.

Himmund no sé, pero yo no logro distinguir gran cosa aparte de otra sala más amplia. Me detengo al lado del líder del grupo, reflexivo, pues hay algo que no deja de rondarme en la cabeza.

- ¿Crees que las ruinas estarán repletas de trampas?

No miró a Trece. No. Mantuvo la mirada hacia delante, tratando de escudriñar entre las sombras cualquier cosa, sin éxito. 

-Hay un dicho que me enseño el Rector mi primer año en la academia- Comenzó -Espera lo mejor, prepárate para lo peor- Añadió. 

Echó a andar despacio hacia la siguiente sala. 

-Cuida cada paso que des-

Eira miró a Walter con desdén. No esperaba que fuese él quien le indicase lo que debía o no hacer, por lo que esperó respuesta por parte de Himmund, aunque ésta nunca llegó.

Tras un mohín, le indicó al profesor con un movimiento de cabeza que continuase avanzando tras el grupo. Por su parte, la paladín siguió manteniéndose en la retaguardia y, además de observar el lugar, se centró en activar una de las habilidades que tan bien conocía: "detectar el mal".

Espera lo mejor ...

- ... prepárate para lo peor - termino el dicho al unísono - Perdona, lo decía mucho mi mentor.

Sigo el paso a la altura de Himmund, alerta por cualquier amenaza que pueda aparecer, iluminando la sala a un lado y a otro con la linterna. Asiento con la cabeza ante su advertencia, manteniéndome en tensión.

Con Himmund y Trece a la vanguardia, el grupo avanzó a través del corto pasillo hasta la siguiente sala. Una vez dieron sus primeros pasos en ella, una serie de cristales comenzaron a brillar, iluminando la estancia con un tono violeta. 

En efecto, la sala era bastante parecida; cuadrangular y con hileras de columnas a los lados, pero en esta ocasión, no eran empotradas. 

La nueva estancia estaba repleta de restos de madera podrida, demasiado deteriorada para saber con certeza que era. Varios fragmentos de cerámica llenaban el suelo, resquebrajándose aun más a cada paso que daban.

Pero lo que más atención llamaba se encontraba en el centro de la sala: Un totem creado a partir de huesos humanos emulando la forma de una especie de bestia...

Eira utilizó su habilidad de detectar el mal.

Al principio, no detectó nada. Pero poco a poco, y conforme su área de efecto se fue extendiendo, comenzó a notar varias presencias malignas más o menos grandes por toda la cámara en la que se encontraban. E incluso más lejos.

Pero lo peor llegó cuando la habilidad llegó al alcance máximo...

Una sensación que nunca antes había sentido... Pura maldad y oscuridad concentrada en un solo punto a varios metros por debajo de sus pies...

Y entonces los vio. Dos ojos rojos como la sangre mirándoles fijamente a los suyos. Rezumando rencor. 

Fuese lo que fuese, ese ser había detectado a la paladín...

-Himmund- el silencio era tal en la estancia, solo roto por los cristales y restos de arcilla seca que pisaban, que se pudo oír el susurro de la paladín sin problemas. Esperó a que el templario mirase en su dirección para clavar una mirada seria y preocupada en sus ojos. -Vayamos con mucho cuidado- quien se fijase en Eira podría ver que había palidecido. Comenzó a pasear la mirada a su alrededor, inquieta, mirando con insistencia el suelo.

La paladín cerró los ojos. Si fuera lo que fuera ya la había detectado, debía estar más atenta que nunca. No quería alarmar de más al grupo, mucho menos al civil, por lo que decidió mantenerse alerta por lo que pudiera ocurrir.

Avanzo a la vanguardia con Himmund hasta entrar en la siguiente sala. Al iluminar el lugar veo restos de cerámica y cristales rotos por el suelo.

Eira comenta al templario sus inquietudes, pidiendo que tengamos cuidado. Pensaba ser cauteloso de todos modos, y el silencio avanzo con cuidado pisando con cuidado, hasta ver el totem que adorna el centro. Está hecho de huesos, presumiblemente humanos.

Lo ilumino manteniendo unos metros de distancia, pues la verdad es que aquella construcción me da mala espina. Me giro hacia Walter.

- ¿Sabe usted algo de esto, señor?

Al ver la cara de Eira, supo de inmediato que sus palabras iban completamente en serio. 

-Ya habéis oído. Extremar la precaución- Ordenó en primer lugar. -Vuelve a tu puesto- Añadió, en particular para la chica.

Haciendo caso a las palabras de su compañera paladín, no dudó en desenfundar la espada y tomar su escudo en ese momento, instando a los demás a hacerlo también con ese gesto.

Y poco después sabrían que habían hecho bien...

En ese momento, todos oyeron algo. Un ruido de algo que se arrastraba hacia ellos. No tardaron en ver lo que era; una especie de charco de lodo negro se plantó delante de ellos. No hacía nada más que burbujear... Al principio...

Esa especie de charco empezó a transformarse. Fluyendo hacia arriba, fue tomando una apariencia humanoide hasta formar una extraña criatura bípeda, con dos brazos y ojos amarillentos.

Por suerte, el grupo estuvo lo suficientemente atento como para evitar un ataque por sorpresa...

Asintió y cumplió la orden de Himmund, volviendo a su lugar para proteger la retaguardia. En cuanto oyó el roce del acero al desenfundarse, Eira hizo lo propio y se preparó también para le posible asalto, el cual no tardó en producirse.

-Puajj- esa masa viscosa parecía petróleo. Solo esperaba que no manchara demasiado cuando acabaran con él. Así pues, lanzó el primer tajo hacia el bicho.