Partida Rol por web

Tal y como había indicado El Rector, los cuatro se reunieron en el garaje de la academia. Un amplio espacio diáfano situado justo debajo del claustro, y al que se accedía por una escalera en el edificio principal. 

Dentro, había varios tipos de vehículos. Desde motocicletas a algún que otro tanque... Sin olvidar un par de aeronaves, claro. Con Himmund al volante, salieron al exterior por medio de una rampa que daba a la parte posterior de la academia, fuera del recinto. 

Para bien o para mal, no había rutas en tren hacia su destino. Majiatium, ubicada entre montañas y bosques, resultaba un poco inaccesible por tierra. Se podía ir en coche, si. Por una carreterucha que cruzaba la espesura. Y en contra de lo que pudiera parecer, Himmund se las apañó para que el viaje resultara hasta agradable, conduciendo con suavidad y teniendo cuidado con los baches en la calzada. 

Bien entrada la tarde, con más sol oculto que a la vista, llegaron. Ante sus ojos, aparecía una esplendorosa ciudad, repleta de edificios enormes con puntiagudas torras que se mimetizaban con la foresta. Y en lo que debía de ser el centro de la ciudad, se alzaba la famosa Torre donde se situaba El Circulo, autoridad en todo lo referente a asuntos mágicos. 

Eira miró en silencio y con curiosidad los vehículos que les rodeaban. Se imaginaba al volante de una de esas motos, le gustaba la idea. "Algún día", se dijo. Con todos allí, solo quedaba subir al automóvil correspondiente y esperar a ponerse en marcha.

El trayecto resultó hasta agradable, de haber querido ser mínimamente amable con Himmund, le habría agradecido la suavidad al volante, pero prefirió ahorrárselo. Su silencio era gratitud suficiente. Trató de no hablar más que lo necesario durante el viaje, pues prefería observar el paisaje que dejaban atrás y los caminos que tomaban.

Finalmente, llegaron a lo que parecía una gran ciudad. -Nunca había venido aquí- admitió boquiabierta. El lugar era, cuanto menos, impresionante. -El tal Walter nos estará esperando, ¿verdad?- esperaba con cierta impaciencia que el vehículo se detuviera para poder recorrer el lugar a pie para un mejor reconocimiento.

Me sorprendí mucho al ver los vehículos en el garaje. Ya había visto alguno normalito en mi pueblo, pero nada parecido a lo que había aquí. Había sido el primero en llegar.

Después llegaron los demás y salimos hacia nuestro destino. En el momento en el que salimos del garaje miré hacia atrás para contemplar desde allí la academia. Me sobrecogió la sensación que tuve a medida que nos íbamos alejando.

Durante el trayecto estuve en silencio, concentrado en la lectura de un libro de estrategias de combate que tomé prestada de la biblioteca de la academia. Ayudaba mucho lo bien que conducía Himmund, sin volantazos, frenazos o acelerones.

Tras un tiempo, ya con el cielo anaranjado, empezamos a llegar a la ciudad. Desde loa ventanilla podía ver la imponente Torre donde están los que mandan en temas de magia.

Eira hace un comentario y pregunta y yo guardo silencio a la espera de la respuesta.

Eira y Trece se quedaron pasmados al ver la ciudad. Al igual que Krysta, que había sacado su cabeza por la ventana para contemplar todo mejor. Por contra, Himmund permaneció inalterado, no era su primera vez en aquella ciudad.

-Mete la cabeza. No quiero tener que explicarle al Rector como nuestra primera baja fue debido a que te golpeaste con otro coche por ir asomada- 

Krysta miró al templario, para no hacerle caso y seguir a lo suyo. Himmund suspiró. 

-Seguramente- Contestó a la paladín. -El señor Gropius es un viejo conocido de la academia. También fue alumno en sus tiempo. Según tengo entendido, desde que se graduó a estado ayudando al Rector siempre que hemos tenido asuntos aquí- 

El coche avanzaba por una larga y espaciosa avenida. Con dos carriles para ambos sentidos. Con un paseo repleto de puestos separando cada par. A los lados, varías tiendas de todo tipo. Sobre todo, de elementos utilizados en magia y alquimia. Así como varios encantadores. 

Dicha avenida, desembocó en una gran plaza. Llena de gente, artistas ambulantes, puestos de recuerdos. Y por supuesto, y para el que lograra distinguirlos, varios pilluelos que hurgaban en los bolsillos de los más despistados. En el centro de dicha plaza, se alzaba la torre, que lucía aun más grande e imponente.

Himmund aparcó. 

-A partir de aquí toca andar. Tened cuidado-

Llegamos finalmente a la plaza, y Himmund estacionó el vehículo. Al bajar observo la zona que está llena de vida, con muchos artistas ambulantes. Ante la advertencia de Himmund asiento con la cabeza, pues hasta yo me he percatado de los pilluelos. Sé reconocerlos, pues parte de la infancia las pasé con críos que se ganaban el pan así.

- Asegurad y vigilad bien vuestras bolsas, y no os fiéis de los niños - advierto en voz baja, complementando el aviso del templario.

Tras avisar al resto sigo a Himmund con absoluta disciplina, no sin vigilar mis alrededores.

En cuanto Himmund detuvo el vehículo, Eira se apresuró fuera del mismo para pisar con sus propios pies aquella nueva ciudad. Ojeaba todo con curiosidad creciente, como cuando de niña fue por primera vez a la feria. No era muy diferente a lo que acostumbraba a ver, pero se agradecía un cambio de aires.

Aprovecharía el trayecto hasta su destino para ojear los puestos que se abrían ante ellos. Era consciente de que solían timar con los precios, al menos de manera general, pero eso no le quitaba el placer de cotillear.

-¿Y tú a qué te dedicas?- le preguntó de repente a Krysta. La chica de pelo morado había sacado la cabeza por la ventanilla como un vulgar chucho, y ahora la paladín sentía curiosidad por sus dotes. -¿Eres... maga? ¿Pícara?- por las pintas habría dicho "emo", pero prefería guardárselo para sus adentros, al menos por el momento.

Nada más bajar del coche, estiró todo su cuerpo. Crujiendo y emitiendo sonidos bastante vulgares. Iba por la plaza un poco a su aire, mirando con cierto interés a los artistas callejeros y los puestos de plantas, especialmente los que ofrecían ejemplares fáciles de cuidar. 

La pregunta de la paladín le hizo volver a poner los pies en la tierra. 

-Soy druida- Contestó secamente. -Os curaré si es necesario-

Respuesta dada, siguió a lo suyo, mirando con especial interés una pequeña maceta con un cactus.

-Ah, y también me dedico a probar el alcohol artesanal que destila Dann- Añadió

Con ciertas interrupciones, el grupo avanzó hasta el centro de la plaza, el lugar en el que se encontraban los portones de la torre. A pesar de ser el mismo lugar, el ambiente era muy diferente. Los puestos y artistas habían desaparecido, dejando lugar a eruditos y académicos cuyas discusiones sobre temas bastante enrevesados llenaban en aire. Airadas opiniones de todo tipo siendo criticadas constructiva y destructivamente. 

De entre la multitud, una mano salió agarrando a Himmund del hombro. Este la apartó de un brusco manotazo...

Su intento de llamar la atención del muchacho que iba a la cabeza dio resultado. Sin embargo, esperaba una reacción más comedida. 

Un hombre de mediana edad se presentó ante ellos. De cabello castaño, con una barba y bigote bien arreglado.

-Tranquilo muchacho. No es necesario ser tan brusco- Habló una voz ligeramente grave, suave y educada. -Por vuestra apariencia he podido deducir que sois los alumnos que ha enviado Nathani... el Rector. ¿Me equivoco?-

Asintió con la cabeza ante la respuesta de Krysta. Había sido bastante más seca de lo que habría esperado, pero tampoco le importaba. No se interesó demasiado acerca del alcohol destilado de Dann, por lo que optó por seguir a su bola avanzando y viendo puestos. O al menos ese era su cometido cuando vio por el rabillo del ojo un brusco movimiento por parte de Himmund, que se había quitado la mano de encima de un hombre de mediana edad. ¿Un carterista?

-¿Y usted es...?- espetó al tipo, alzando una ceja. No era de fiarse de nadie de buenas a primeras.

Observo la macetita con el cactus a la vez que Krysta pensando en que quedaría bien uno en mi habitación, a un lado del escritorio. Entonces escucho el comentario de Krysta respecto al alcohol.

- Nada de alcohol mientras estemos de misión, por favor - advierto con educación mientras tengo "recuerdos de Vietnam" por culpa de Sil. Maldita qamur borracha, seguro que ahora estará empinando el codo y participando en apuestas absurdas...

Un hombre fue a llamar la atención a Himmund y la reacción de éste me pareció demasiado violenta e irrespetuosa. No digo nada al respecto, más que nada porque el propio hombre ya se lo hizo ver antes de preguntar si éramos los alumnos de la Academia. Sigo en silencio esperando a que responda a Eira.

Se aclaró la garganta cuando Eira preguntó. 

-Oh. Si. Discúlpenme, estoy acostumbrado a que todo el mundo sepa quien soy. Mi nombre es Walter, El Rector me informó de que vendríais y me pidió que os guiara hasta la entrada del túnel- Tanto la actitud brusca de Himmund como la pregunta tan tajante de la paladín parecieron no alterarle en absoluto.

-Imagino que habéis venido en algún vehículo. Iremos más rápido que andando-

-Ah- asintió con la cabeza a la vez que se encogía de hombros. Entonces se trataba del mismo hombre al que habían ido a buscar. Bien, ya se habían encontrado, aunque ella esperaba un ambiente más formal, por lo que tenía acostumbrado.

-Sí, somos los alumnos de Krypteia- miró a Himmund, el "líder" del grupo, que no había hecho amago siquiera de presentarlos. -Soy Eira, ellos son Krystal, Trece y Himmund- fue señalándolos uno a uno, parándose brevemente en el último mencionado -, es el líder en esta misión. Disculpe su falta de modales- Eira podía ser tajante, pero ante todo le gustaba mostrarse educada y servicial, al menos hacia sus superiores.

Algo que le hizo alzar una ceja y fruncir levemente el ceño fue pensar que tenían que deshacer sus pasos para volver al vehículo que habían dejado atrás. Ahí dejó que fuera el conductor el que se pronunciase al respecto.

En cuanto Eira me presenta inclino la cabeza y respondo educadamente.

- Mucho gusto, señor.

Parece ser que toca regresar en el vehículo, así que espero a que los demás inicien la marcha para seguirles.

Su primera reacción fue mirar a Eira. La primera en abrir la boca, dando información irrelevante como los nombres. Lo único que necesitaba saber ese tipo era que venían de la academia.

No le dijo nada a la paladín

-Tal y como ha dicho mi compañera, Walter. Hemos venido en un humbee. Está aparcado no muy lejos-

Sin mediar más palabra, se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos, esperando que los demás hicieran lo mismo

-Muchas gracias, Eira. Permitid que me disculpe otra vez por mi falta de modales- Se llevó la mano al pecho e hizo una ligera reverencia. 

Todos comenzaron a seguir a Himmund de vuelta al vehículo. Pasando de nuevo por la zona de pilluelos y artistas. De vez en cuando, Walter se detenía a darles propinas a los segundos. Además, cazó al vuelo a algunos de esos renacuajos que planeaban vaciar algún bolsillo. 

Hechos que hicieron que tardaran más del doble de tiempo en volver al coche. 

De vuelta en el humbee, en esa ocasión fue Walter el que se puso al volante por su propia petición. Era más fácil que condujera él a tener que guiar a otro. 

Salieron de la ciudad por el lado este. Lado opuesto al que habían llegado. En esa dirección, el bosque se fundía con la loma de la montaña, lo que daba lugar a caminos más estrechos repletos de desniveles. El viaje no fue nada agradable.

Bien entrada la tarde, con el sol poniéndose a sus espaldas, llegaron a un enorme boquete a los pies de la montaña. 

Prefabricados, maquinaria, materiales, equipos de protección, herramientas... Había de todo lo que debía haber en una obra, excepto gente. La única seña de presencia humana real eran las hileras de huellas que entraban y salían del túnel...

Estaba algo pálido. El camino no era precisamente cómodo, pero si el más rápido. Aun tardó unos minutos en recomponerse y bajar del humbee.

Dio una buena bocanada de aire. 

-Nada como el aire fresco de la montaña-

Y tan fresco, la temperatura debía de ser casi diez grados menor que en la ciudad. 

-A riesgo de socavar su autoridad, Himmund, creo que lo mejor sería hacer noche aquí fuera y adentrarnos en el agujero mañana. No por a luz, claro, sino por ir descansados- 

Esperó su respuesta, acariciándose el mostacho.

Durante el trayecto, lanzó mas de una mirada cargada de mala sangre al conductor. No solo los había llevado por un camino de mierda, sino que conducía fatal.

Al bajar del coche tuvo que apoyarse en este para no perder el equilibrio. 

-A la vuelta conduzco yo- Sentenció sin dar lugar a réplica.

Observó la zona, sin nadie presente más que ellos.

Al hablar Walter, Himmund le sostuvo la mirada. Se le notaba ligeramente contrariado, aunque acabó aceptando la idea.

-Eira, Krysta y Walter. Vosotros montaréis el campamento. Trece y yo echaremos un primer vistazo al túnel para comprobar que la entrada es segura-

Fue Walter quien condujo el vehículo hasta el lugar. El trayecto fue cuanto menos accidentado con tanto desnivel, bache y paso estrecho, pero al menos hemos llegado.

En cuanto llegamos al lugar y bajamos procedo a estirarme de la forma más natural, como si el viaje no hubiese sido para tanto. Walter propone que acampemos para ir mañana más descansados, sin embargo Himmund quiere empezar a explorar el túnel cuanto antes. Personalmente prefiero echar un vistazo a la entrada, así que miro fijamente al templario y asiento con la cabeza expresando que estoy de acuerdo.