Partida Rol por web

Duermes un sueño intranquilo, plagado de pesadillas en las que enormes flores de capullos rojos se abren en el techo de la habitación. Forcejeas tratando de liberarte, pero las hebras de la planta, gruesas como sogas, atenazan tus brazos mientras sus pétalos se abren en una monstruosa garganta repleta de colmillos. Despiertas envuelto en sudor, jadeando debido a la horrible pesadilla. Es entonces cuando captas un débil aroma que impregna la habitación.

Desde que había llegado a ese lugar, aunque probablemente ya venía de tiempo atrás, Brethil no podía dejar de tener un sentimiento de frustración agobiante. Cada paso que daba en lo que creía una buena dirección, se veía interrumpido por un muro de silencio, obstáculos e impedimentos.

Convencida de que había dado con el culpable de lo que fuera que estuviera pasando allí, en especial de la desaparición de su compañera, a Brethil no le quedó más remedio que volver a su habitación, rumiando todo lo que había descubierto y pensando en la forma en la que debería acercarse al príncipe.

Esa noche ya nada podía hacer, así que intentó dormir para estar todo lo despejada posible al día siguiente. Pero tampoco iba a conseguir el descanso que necesitaba. Las pesadillas, demasiado reales para su gusto, hicieron del sueño una tortura que logró que se despertara sudando, con la respiración entrecortada y el corazón latiendo a toda velocidad. 

Incorporada en la cama, tratando de calmar la sensación de terror y angustia que había sentido y obligándose a reconocer que todo había sido un mal sueño, la elfa percibió un aroma que hizo que toda su piel se erizara. Un olor que no estaba allí cuando ella se acostó; un aroma que le indicaba que alguien o algo había entrado en su cuarto mientras ella intentaba dormir.

Reconoces el aroma como el peligroso veneno que emite la Etzua, una flor cuyas esporas son letales para quien las respira. Tomas medidas al instante para paliar sus efectos, cubriéndote el rostro con un pañuelo. Acto seguido, registras la habitación y no tardas en descubrir que alguien ha deslizado varias flores de pétalos rojos por debajo de la puerta. Al coger las plantas, compruebas que tu percepción era correcta, ya que se trata de Etzuas. Sin perder un instante, abres la ventana y las arrojas fuera. Entonces te quitas el trapo y respiras de nuevo con normalidad.

Poco tardó en reconocer el olor que flotaba en el ambiente. Un olor que le hizo reaccionar con toda celeridad, cubriéndose la boca y la nariz para no respirar la peligrosa sustancia. Aquella era la confirmación de que alguien pretendía hacerla desaparecer, seguramente como habían hecho con su compañera.

Pero eso también indicaba que estaba cerca. Que sus sospechas seguramente no eran desacertadas y que un oscuro secreto debía rondar por el palacio. Un secreto tan importante que no importaba la vida de los que moraban bajo su techo.

Con sumo cuidado, Brethil se deshizo de las peligrosas flores tirándolas por la ventana. Una ventana que dejó abierta durante unos instantes para que el aire fresco limpiara el ambiente. Después, cuando el peligro ya había pasado, se vistió y se sentó en la cama a meditar cuál sería el siguiente paso a seguir. Acercarse a los miembros de la casa real era complicado y nadie creería en sus palabras.

Aunque lo que tenía muy claro era que no podía permanecer de brazos cruzados.

Estás recapacitando sobre quien ha podido tratar de asesinarte, cuando la puerta se abre bruscamente y aparece Gorto, el gigantesco criado de la abadía. El rostro del hombre, al verte aún con vida, se ilumina por la sorpresa. Sin embargo, saca un afilado puñal, con la intención de terminar el trabajo que el veneno no pudo hacer. Su ataque es tan rápido que no logras alcanzar tu espada y debes hacerle frente desarmado.

La sorpresa de Brethil fue tan genuina como la que mostró el criado de la abadía. Pero quizás ella no había sabido reaccionar con la suficiente presteza para que le diera tiempo a coger su espada. Solo había tardado un leve instante en darse cuenta de que Gorto iba a por ella cuando, con una increíble rapidez que no parecía apropiada para alguien de su tamaño, lo tenía ya encima.

A la elfa no le quedó más remedio que defenderse y atacar con sus propios puños, con sus pies, sus dientes y sus uñas. Era consciente de lo difícil que lo tenía, pero no iba a permitir que aquel animal, terminara lo que había comenzado.

Malherida, las fuerzas te abandonan lentamente, a medida que pierdes sangre por infinidad de heridas. Tus piernas flaquean y caes de rodillas, incapaz de ponerte de nuevo en pie. La muerte te abraza con su frío contacto. Tu último y amargo pensamiento es saber que morirás aquí, lejos de tus seres queridos.

- TU AVENTURA TERMINA AQUÍ -