Partida Rol por web

Llegas a las puertas de la abadía y preguntas a uno de los encapuchados por el Abad Arianan. Tras hacer una reverencia, el monje te explica que el Abad se encuentra en la biblioteca y se ofrece a llevarte ante él. Sigues en silencio al religioso escaleras arriba hasta la inmensa biblioteca del último piso, donde el Abad se halla reunido con el bibliotecario, enfrascados en el estudio de libros y antiguas láminas. Nada más verte, Arianan deja sus quehaceres y se acerca para preguntar qué es lo que deseas.

Me recibe el Abad en la biblioteca junto al bibliotecario y se muestra muy servicial como siempre. me había quedado con las dudas la anterior vez que había venido a la biblioteca y lancé una mirada al bibliotecario para observar su reacción pues la anteior vez había rechazado responder a mis dudas y me interesaba conocer si había algún recelo en la moticación del bibliotecario en responder a mis preguntas o si había sido simplemente casualidad.

- Abad Arianan me interesaría conocer, en primer lugar, todo lo que pueda contarme acerca de la leyenda de Essir.

El Abad te mira extrañado al oír el nombre:

-"¿Qué sabéis vos de Essir?" Pregunta suspicaz.

Debia de dar la impresión de que la historia de Essir era conocida por los Elfos, así que siendo de la realeza contesté:

- Essir fue la mujer del rey Edoar.

Esperaba que con eso fuese suficiente y se interesase en querer saber mas y a partir de ahí intentar comprobar que sabia el Abad de la leyenda.

Que estuviese el bibliotecario no me gustaba nada ya que la anterior vez me había despachado de mala manera mientras indagaba sobre este mismo tema.

-"Veo que no sabéis de que estáis hablando." Reniega el Abad y murmura que no tiene tiempo para perderlo con estupideces.

Tratas de disculparte, aunque es demasiado tarde, y Arianan ordena a los monjes que te acompañen hasta las puertas de la abadía. Te retiras de la biblioteca y bajas las escaleras seguido por los encapuchados, que te llevan hasta el exterior. Una vez en el patio, te diriges hacia el palacio.

Cuando regresas al palacio, ves que los guardias parecen muy alborotados, discutiendo entre ellos acaloradamente. Cuando te ven aparecer, dos de los caballeros se sitúan a tu lado.

-"Debemos acompañarle, nadie puede entrar en el palacio sin ser escoltado." Te dice uno de los soldados.

-"¿Por qué? ¿Ha pasado algo?" Preguntas extrañado.

-"La princesa Felenia ha muerto esta tarde." Dice el hombre.

La noticia te deja helado, pero, tras un momento de duda, preguntas por lo sucedido.

-"Aún no sabemos qué ha pasado." Responde el guardia. "Hasta que no se descubra, el Rey ha dado orden de redoblar la vigilancia en el palacio."

Sin poder creer las palabras del guardia, te apresuras por el pasillo, seguido de cerca por los dos caballeros. Al llegar a las escaleras, te encuentras con Pendrais, que baja con lentitud los peldaños. Su rostro, sombrío, refleja una contenida aflicción.

-"La princesa ha muerto." Te dice al reunirse contigo. "Ya esta mañana no se encontraba bien. Uno de los monjes la examinó y no parecía que fuese más que un simple resfriado. A media tarde, empezó a sentirse peor, víctima de una terrible fiebre. La muerte le sobrevino poco después, sin que nadie pudiese hacer nada por salvarla."

El caballero se muerde el labio, esforzándose en mantener la entereza a pesar del dolor.

"En estos momentos la familia real se encuentra en su habitación. Si queréis, podemos ir a verles."

Sigues a Pendrais escaleras arriba y pasáis ante varios soldados que montan guardia en el pasillo. En la habitación de Felenia sólo se escuchan los sollozos del príncipe Adar, que llora desconsolado a los pies de la cama en que yace su hermana muerta. El Rey, de pie ante la ventana, mira con ojos perdidos la llegada del atardecer. Sentada en un apartado sillón, la otra princesa, Erazir, permanece en silencio, sin levantar la cabeza, sumida en su propio pesar. Tras dar el pésame al padre, te acercas al lecho y contemplas el rostro de la princesa Felenia. La bella muchacha yace como si dormitase, con los ojos cerrados y el semblante tranquilo.

No podia creerlo, el Abad me había despachado tan rápido y de tan mala manera que no lograba entender el por qué, daba la impresión de que me quería contar la verdad a cerca de Essir, pero mi intento de romper el hielo para que me contase más fue un absoluto fracaso. Mientras bajaba las escaleras escoltado fuera de la biblioteca me preguntaba si tendría alguna otra oportunidad de conocer la historia de la Elfa.

Llegado a palacio recibí una desgraciada noticia, la princesa Felenia había muerto. Me condujeron escoltado hasta la habitación en donde toda la familia e encontraba velando al cuerpo. Después de dar el pésame me acerqué a la cama en la que yacía la joven. Según me había contado el capitán, de camino a la habitación, esta se había puesto mala esa misma mañana, parecia un simple resfriado, pero había empeorado a la tarde y ya nada se pudo hacer por salvarla.

Parecía estar dormida. Tratando de no molestar ni de levantar suspicacias, me acerqué al cuerpo para tratar de averigüar que pudo haber pasado, con mis conocimientos de curación.

Al examinar de cerca el cadáver, descubres que la causa de la muerte fue el envenenamiento, ya que las pálidas marcas que tiñen los pómulos de la princesa así lo indican. Se trata de un veneno poco conocido, extraído de un hongo que sólo crece en lo más profundo de las cavernas y que antiguamente era utilizado por los elfos. Prefieres no decir nada sobre este descubrimiento, ya que puede acrecentar las sospechas sobre Miriel o sobre ti mismo.

Tras presentar de nuevo tus respetos, dejas la sala en compañía del capitán Pendrais, quien te acompaña a tu dormitorio.

-"Debido a la muerte de la princesa, el Rey ha ordenado aumentar la vigilancia en el palacio." Te explica el caballero ante la puerta. "Por ello, será mejor que permanezcas en tu habitación hasta mañana, cuando todo se haya aclarado un poco. En la situación actual, si encontramos a alguien merodeando por ahí, será detenido inmediatamente."

Dicho esto, el capitán y los dos caballeros se retiran por el pasillo hacia las escaleras. Entras en tu dormitorio y observas desde la ventana cómo el cielo se oscurece con la llegada de la noche. Pasan las horas y el palacio permanece en absoluto silencio, con excepción del resonar de los pasos de los soldados que montan guardia en los pasillos.

Tendría algo que ver Miriel con el asesinato de la princesa? Me negaba a creer culaquier relación de Miriel con lo sucedido.

Todo me conducía a la Abadía, era como si todo lo que sucedía viniese de allí. Esas leyendas sobre Essir, todo el malestar entre humanos y Elfos, es como si algún interés llevase a la Abadía a malmeter entre nuestras razas.

Arriesgarme a salir de la habitación podía ser una diana para cargarme el muerto así que me quedé descansando.

Duermes un sueño intranquilo, plagado de pesadillas en las que enormes flores de capullos rojos se abren en el techo de la habitación. Forcejeas tratando de liberarte, pero las hebras de la planta, gruesas como sogas, atenazan tus brazos mientras sus pétalos se abren en una monstruosa garganta repleta de colmillos. Despiertas envuelto en sudor, jadeando debido a la horrible pesadilla. Es entonces cuando captas un débil aroma que impregna la habitación.

Trato de luchar con esas flores, y los tallos que me atrapan. Esos pétalos dentados tratan de morderme pero me despierto empapado en sudor. De nuevo otra pesadilla. Trato de incorporarme por si otra culebra me trata de morder pero no, tan solo huelo un ligero aroma.

Súbitamente, empiezas a sentirte terriblemente mal; los pulmones te arden y apenas puedes respirar. Al inhalar la espesa fragancia que baña la habitación, las fuerzas te fallan, tus rodillas se quiebran y caes al suelo.

Ese olor comienza a dejarme sin respiración, cada intento de tomar algo de aire me provoca una quemazón en mis pulmones, comienzo a flaquear y mis piernas de doblan cayendo al suelo. Trato de aclarar mi mente entre tanto sufrimiento para tratar de recordar todo lo que sé de venenos para averiguar que es lo que me está ocurriendo mientras con mis escasas fuerzas, trato de gatear en busca de la pócima de curación por si fuese necesaria.

Reconoces el aroma como el peligroso veneno que emite la Etzua, una flor cuyas esporas son letales para quien las respira. Tomas medidas al instante para paliar sus efectos, cubriéndote el rostro con un pañuelo. Acto seguido, registras la habitación y no tardas en descubrir que alguien ha deslizado varias flores de pétalos rojos por debajo de la puerta. Al coger las plantas, compruebas que tu percepción era correcta, ya que se trata de Etzuas. Sin perder un instante, abres la ventana y las arrojas fuera. Entonces te quitas el trapo y respiras de nuevo con normalidad.

Nunca me había dado cuenta de lo importante que había sido mi instrucción con el sacerdote de mi padre, el Rey. Su conocimiento sobre venenos el cual me intentó transmitir estaba siendo primordial para salvar mi vida desde que me encontraba aquí con los humanos y nunca podré estarle mas agradecido por ello. Nunca me lo había planteado y aunque él comentaba que en la corte siempre había que estar muy despierto, pues nunca se sabía por donde llegaría el peligro, no me lo creía del todo, siempre pensé que debía morir a espada, pero según él comentaba la mayor parte de la realeza muere por venenos mas que por el acero.

Ahora lo entendía, mientras miraba por la ventana tratando de recuperar el aliento mil imágenes pasaban por mi cabeza. Traté de pensar que estaba ocurriendo, pero no lograba atar cabos aun, así que decidí buscar pistas por la habitación, ya que era la segunda vez que atentaban contra mi vida en el dormitorio y posiblemente algo pudiese encontrar.

Estás recapacitando sobre quien ha podido tratar de asesinarte, cuando oyes el débil sonido de una respiración al otro lado de tu puerta. Comprendes que se trata del asesino, y un leve chasquido te indica que está usando una llave para abrir la cerradura. Rápidamente alcanzas tu espada justo antes de que la puerta se abra y aparezca Gorto, el gigantesco criado de la abadía. El rostro del hombre se ilumina por la sorpresa al verte aún con vida pero, sin perder un instante, saca un afilado puñal y trata de terminar el trabajo que el veneno no pudo hacer. Blandes tu espada y haces frente al enorme bruto.

Mi temor se confirmaba, todo pasaba por la Abadía.

Mientras revisaba la habitación  y pensaba en que podía estar ocurriendo, una respiración detrás de la puerta y un ruido de llaves intentando abrir la puerta me alertó de que alguien entraba. Instintivamente tomé la espada en la mano y casi al momento apareció Gorto, el criado de la Abadía que se sorprendió al verme con vida. Había sido él el que había atentado contra mi vida y ahora no me cabia duda que con la serpiente y los pétalos, mas aún cuando tomó un puñal y trató de quitarme la vida con sus propias manos, por alguna razón que aun no comprendía, la Abadía me quería muerto y estaba seguro que también habían sido ellos los que habían raptado o asesinado a Miriel.

Esquivé el puñal de Gorto y lancé ataques en dirección a aquel gigantón, si le mataba tendría que explicar algunas cosas al rey, pero al menos estaba convencido de que me vendría bien a la larga y era posible que pudiese encontrar a Miriel, si es que aun estaba con vida.

Malherido, las fuerzas te abandonan lentamente, a medida que pierdes sangre por infinidad de heridas. Tus piernas flaquean y caes de rodillas, incapaz de ponerte de nuevo en pie. La muerte te abraza con su frío contacto. Tu último y amargo pensamiento es saber que morirás aquí, lejos de tus seres queridos.

- TU AVENTURA TERMINA AQUÍ -