Partida Rol por web

Walter se niega a creer lo que ven sus ojos, por momentos todo parece fruto de una mala novela pulp. Aunque al pisar las frías losas del monasterio se siente en un lugar fuera de la corriente temporal.

La lanza que nunca deja de sangrar... algo había leído, en alguna parte, pero también puede ser un recuerdo sugerido por todo lo que ocurre. Suspira y sus labios se mueven antes de que se sea siquiera consciente de ello.

-¿Cuánto tiempo llevan aquí, hermano? -pregunta, como si necesitara una confirmación adicional a la presencia de Ocon y quien decía ser, y de las figuras congeladas en el lago. Rostros que, siendo los mismos, habían visto centurias y hasta milenios distintos.

-Disculpe la impertinencia -se corrige al momento-. Gracias por ocuparse de nuestro equipo. Estamos fatigados y dos de mis hombres necesitan atención médica, sobre todo reposo. Después de ver a su superior, le pediría que los atendieran, y a todos nos vendría bien comida caliente... si hay tiempo -añade siguiendo los pasos del monje y se pone a su lado, tratando de tomar la delantera a Ocon. Está cansado de las medias palabras del hombre inmortal y tiene la esperanza de que ese superior les cuente algo más.

Lo que parecía que iba a ser un pequeño paseo sobre el lago helado, se convirtió en una caminata en toda regla. El que hubiéramos dejado las armas atrás y liberado de ese peso extra, no facilitó la tarea. Al contrario, nos hacía sentirnos desprotegidos, y quizás eso pesaba más que el propio equipo.

No obstante, llegamos. Y fue como… joder, no se ni que mierdas sentí. Pero fue algo así como… como llegar a una puta fiesta de congresistas y grandes empresarios… me encontraba fuera de lugar… fuera de… mi tiempo. Era una sensación extraña… pero no hostil. De hecho, casi reconfortaba. Lo siento… estoy divagando.

Mientras Ocon hablaba con uno de los frailes encendí el último pitillo que me quedaba. Quien sabe si ahí dentro permiten fumar y joder que necesitaba echar unas caladas. Vi como algunas capuchas se giraban levemente en mi dirección. Un movimiento casi imperceptible. Esperaba no haber herido ninguna sensibilidad y, ante la duda, bajé el cigarro y le quité la hierba incandescente con un preciso movimiento y guardé el resto del cigarro en un bolsillo de la guerrera, bajando la vista en señal de respeto.

Por fortuna, Walter intervino, desviando la atención. Y no pude por menos que reconocer su arrojo. Se estaba destapando como un gran líder. Y si además eso nos conseguía una escudilla de sopa, joder, tendría mi puto voto.

-No parecía que estuviera tan lejos el monasterio.- Comentó mientras caminaban sobre la superficie helada. De vez en cuando miraba las figuras congeladas sobre las que caminaban. -Con todos esos cuerpos que hay haí es extraño que no conocieramos la existencia de este lugar.- Era consciente de lo divino de su misión, de esa parte mágica que, en lo posterior, no podría explicar a nadie sin que le tomara por loco. Pensó que pronto todo se convertiría en un recuerdo compartido con sus compañeros y nadie más sabría lo que realmente habían logrado... si todo salía bien.

Aquel monje parecía hospitalario y las instalaciones iban mas allá de un simple monasterio, tantas armas y defensas no eran habituales en un lugar de culto. Saludó al monje con una sonrisa y un movimiento de cabeza. -¿A quien o que protegen aquí con tanto celo?- Se preguntó en voz alta. Y ya pensando para el mismo, ¿Podrían aquellas armas mundanas con un ataque de origen divino o... demoníaco?.

El habilidoso jugador y empresario, según algunos, observó con cuidado como los monjes regresaban con todo el equipamiento y pertenencias diversas del Kubewagen y su carro.

-¡Hey! Espera, eso es mío – dijo al ver a un encapuchado llevando sus cosas.

-Gracias. Toma esto- comenta al monje cuando este le devuelve sus armas y pertenencias. A cambio Vincent le regala una barra de chocolate.

El hombre religioso acepta el chocolate de buena gana y luego regresa a la tarea de acarreo.

Aaron jamás había pisado un sitio sagrado aparte de la pequeña capilla de su pueblo. Ni que decir de esas altas iglesias donde los blancos solían acudir los domingos. Aquí, en cambio, podía ser partícipe de algo mas grande.

-Sí señor. Un baño y una comida caliente necesitamos – añade el cocinero de campaña, coincidiendo con las palabras del doctor.

-La cruz Mike, la cruz ¿No es verdad? – responde a su compañero, quien había preguntado.

-Solo son por protección. Sepan entender. No es por agresividad hacia ustedes. – Responde a las palabras de Frank – ustedes son los primeros – termina por contestar a sus palabras.

-Por aquí. Síganme por favor. – repite el hombre a los soldados.

Saliendo del recinto abovedado un patio interno del monasterio fortificado es el siguiente espacio, el cual conecta con todas las alas de la fortaleza sagrada. Desde allí el grupo finaliza su breve recorrido en una capilla con altísimos techos. Es un sitio donde los habitantes del monasterio realizan las ceremonias.

-Luego de las presentaciones pertinentes podrán hacer todo eso. Curaciones, vestimenta limpia, alimentos y agua caliente. Esto es lo primero y es importante también. Les pido un poco de paciencia por favor. – comenta el monje a todos ante sus insistentes preguntas

Allí dentro un sacerdote muy anciano aguarda por el grupo. El octogenario se encuentra sobre un pulpito de madera en donde dos monjes le ayudan en sus tareas.

El anciano alza su mano para pedir un minuto de silencio, carraspea y luego habla.

-Bienvenidos, hijos de la luz.

Vuestra llegada ha reforzado nuestro espíritu y voluntad.  Durante más de mil años nos hemos preparado para este día, siempre expectantes, siempre en defensa de la reliquia sagrada, siempre en espera de este día.

Durante los últimos siglos los Nephilim han atacado frecuentemente el monasterio… más frecuentemente de lo que se esperaba. Así que era evidente que se preparaban para este día en que la espada estuviera en manos de un Grigori.

Como ustedes sabrán la espada está en la tierra y tenemos información que está en manos de esos demonios, de esos caídos de dios. Su próximo e inminente paso será venir aquí y dar con nuestro tesoro.

Muchos de los nuestros han caído. Y ahora somos pocos. Defender este sitio sagrado contra un Grigori que blanda la espada sagrada será una tarea difícil…muy difícil.

Pero nuestras oraciones han sido escuchadas y han tenido respuesta. Ustedes están aquí. Y ha llegado la hora de prepararlos para el desafío final – hace una pausa para toser y continua.

-Pronto conocerán algo que nadie del mundo exterior ha visto en dos mil años. Pronto recibirán la mayor bendición que nuestro creador puede otorgar. Deben preparar su espíritu para ello, para proteger la “vera cruz”... – finaliza y aguarda por los americanos y sus posibles preguntas.

Estaba imaginando que tendría que defender un puente, un fuerte, un castillo, pero estaba claro que la batalla se avecinaba, y que empezaría por defender el monasterio. Ahora, con el comentario de la "Vera Cruz" estaba maginando que vería los tarugos que sirvieron para crucificar a Dios Encarnado en la Tierra, así que, no esperaba ver gran cosa. Si, unas maderas imbuidas en su poder y manchadas con su sangre, pero, unos tarugos al fin y a la postre.

Sabía que era un paso protocolario, y que negarse y pasar a otras cosas, sería una falta de respeto, pero en su mente corría la intención de hacer un reconocimiento por la zona, buscar los vectores de ataque, los lugares por los que vendrían y los puestos donde poder iniciar el pararlos. Lo que llamaban la "Defensa Física" o "Protección Física", pero, además de ello, quería ver donde ponerse, lugares de retirada, puestos en los que poder dar apoyo a otras zonas o compañeros ....

- Me da que va a ser una dura batalla.

Entonces ofreció como iniciativas: - Pues vayamos pues. Y que Dios nos de tino para cumplir con su voluntad.

Steve no pudo dejar de pensar que probablemente estuvieran entrando a su propio cementerio, aquel milenario lugar sin duda había resistido al paso de milenios pero había dudas en las miradas de aquellos monjes, sin duda aquel ataque que esperaban no era uno más sino uno que podía resultar definitivo.

El francotirador no dejo de mirar las posibilidades de aquel monasterio para resistir, sin duda no había sido diseñado para resistir ataques pero cada piedra o posición defendible sería una opción a tener en cuenta.

Muchas preguntas rondaban en la cabeza de Franklyn en aquel momento. Demasiadas y no estaba seguro de querer conocer la respuesta  a todas ellas. Pero el estar allí, en aquel momento tan cerca de la vera cruz y con el deber sobrevenido de protegerla de una cohorte de demonios, le abrumaba. Y le aterraba. 

Tragó saliva antes de hablar. 

-Sea pues-dijo al fin-a Dios encomiendo mi espíritu. No soy digno de su gracia, pero habiendo sido convocado, haré de mí su voluntad. Seré su espada y su escudo y llevaré su emblema hasta donde haga falta.

Las palabras brotaban de su boca con una convicción poco propia de él; como si se tratase de una letanía estudiada, pero no era así.

Pues están ustedes listos... - murmuré, para mi mismo, cuando ese sacerdote que parecía el más venerable de todos, poco más que nos dijo que éramos la esperanza del mundo, de la humanidad - Joder, si yo ni siquiera era capaz de repetir el nombre de esas criaturas, Grigoris y Niphilimim... ¿cómo, en el nombre del Todopoderoso, íbamos a ser nosotros los elegidos? ¿Acaso habían perdido todos la cabeza?

¿Preparar nuestros espíritu? ¿Y cómo se hace eso? - dije, subiendo ya un poco la voz para que el anciano pudiera escucharme - con todo respeto, padre, ¿Cómo preparamos nuestro espíritu para tal cometido? ¿No estará pensando en ponernos a rezar, no?

Walter apoya la mano en el hombro.

-No lo tomemos tan literal, Blachowicz -no tenía sentido discutir-. Señor -se dirige al anciano con toda la tranquilidad que es capaz de reunir. Se pasa la mano por el rostro, como tratando de aclarar sus ideas-. Hemos visto y pasado cosas increíbles... De hecho, ni siquiera sé qué he visto: cadáveres animados, una lucha divina que se libra durante milenios, también hemos hecho actos de guerra que nos podrían valer un consejo militar o una medalla... Mírenos, no somos cruzados, no somos seres benditos, tan sólo humanos, con nuestras flaquezas.

Por favor, necesitamos algunas respuestas que podamos entender... e información práctica. Mis hombres están agotados, yo mismo no pienso con claridad, ¿de qué tiempo disponemos y qué tenemos a nuestro favor? Eso es algo que sí podremos comprender, señor.

.-Guau.-es lo único que pude decir tras escuchar tal historia por parte del viejo sacerdote. Lieber ya estaba con su retaíla religiosa:-No sabría ni por donde empezar, las cosas que he tenido que hacer para sobrevivir, han sido muchas. No sé si estaré a la altura pero, aunque no sea el más religioso de los aquí presentes, puedo decir que voy a proteger este sitio con uñas y dientes.-comenté ante la percepción que tenía a pesar de tener la cabeza saturada de información y no sabía muy bien qué hacer con ella. 

Acto seguido Walter sí hizo las preguntas que sí podíamos manejar, las preguntas militares. 

Mike tragó saliva después del discurso del monje. Todo indicaba que se avecinaba la batalla más difícil a la que se había enfrentado pero su determinación no hacía si no crecer. Por motivos del destino o lo que fuera, se había visto envuelto en una misión que trascendía a la guerra misma, una lucha oculta a la mayoría de mortales ¿habían sido elegidos, o todo era un golpe de azar?.

Además, según decía, les iban a entregar algo, de alguna manera pensaban prepararles para esa lucha contra seres de poderes inimaginables. Estaba claro que necesitarían esa y toda a la ayuda que pudieran darles si no la batalla sería corta.

-No se que se espera de nosotros pero pondré todo de mi parte para proteger este lugar.- Dijo decidido y a la espera de esa bendición divina.

Antes de responder a sus invitados el anciano desciende, con ayuda de los monjes, y señala con su mano temblorosa una puerta del fondo del recinto.

-Vuestro viaje ha sido largo y arduo. También sus energías y voluntades han mermado en esta empresa divina. Lo entiendo.  Y es por eso que no derrocharé el tiempo que disponemos. Los llevaré ahora mismo a que toda esa carga que llevan encima desaparezca. Por aquí es…- indica al salir por la puerta trasera con ayuda de otros.

Marcus y los demás soldados siguen al sacerdote anciano, al igual que los monjes que los acompañaban.

Luego de esa puerta una pasillo con direcciones a derecha e izquierda y perspectivos recodos indican un interior del monasterio laberintico. Solo que el siguiente destino es otra puerta, una de hierro.

Esa puerta, protegida por dos cerraduras antiguas, abre paso a una amplia escalinata que desciende a las entrañas del monasterio. Directo a sus catacumbas y secretos allí guardados.

Muchos escalones abajo una puerta rastrillo se abre ante la señal del sumo sacerdote. Allí un nutrido grupo de monjes con vestimenta de cruzados sale al cruce de los recién llegados al ver a los desconocidos junto al anciano.

-Bajen sus armas. Estos hombres están aquí para ayudarnos a luchar contra los Nephilim. –ordena el anciano y los monjes guerreros le obedecen. También les abren el paso.

-Estos cincuenta monjes son lo que se conoce como La guardia de hierro. Ha habido una Guardia de hierro en todo momento cuidando las reliquias por mil años – explica el hombre al reanudar el paso al interior del recinto abovedado.

El sitio es amplio. Tallado directamente en las entrañas de la montaña que rodea el lago y el monasterio. Es un sitio de techo curvo, similar a la arquitectura de las catacumbas de Roma, con muchas puertas de hierro a cada lado. Las puertas tienen enormes cerraduras y candados.

- Esto es la recamara de las reliquias. ¿Alguno de ustedes sabe lo que es una reliquia? Nuestra palabra “reliquia” viene del latin “reliquere”, la cual significa “dejar atrás”. Las reliquias en estas murallas son las más sagradas en la existencia. Los cristianos tienen reverencia por las reliquias, pero también otros, y por razones distintas.- explica al detenerse frente a una puerta y abrirla con sus llaves para iluminar su interior con una antorcha.

En el interior del pequeño cubículo un mueble de madera y vidrio protege el tesoro de su interior. Sobre un cojín todos pueden ver tres antiguos clavos de hierro.

-Los Nephilim temen a estas reliquias y esa es la razón por la cual las codician. Estos clavos, al igual que la lanza de Longinus, están manchados de su sangre por siempre – añade al permitir que los visitantes puedan ver de cerca los clavos sagrados.

-El tiempo a favor no es mucho. Solo el suficiente para que ustedes sean y estén preparados para la batalla final. No deben preocuparse, porque tendrán a su favor un regalo vetado a todos. Incluso a nosotros. Por aquí, síganme. – indica una puerta doble del fondo, protegida por otro rastrillo de metal.

El rastrillo se levanta y la puerta es abierta; donde una luz intensa barre con la penumbra de las antorchas. Una luz más poderosa que el sol radiante de la superficie. Es una luz que encandila a todos y es muy superior a la luminosidad del encuentro con Imperius y Tyrael.

-Ahora están frente a la madera empapada de sangre de nuestro señor. He aquí la Vera cruz. La existencia de la cruz ahora se ha vuelto una bendición y una maldición. Es la llama eterna de la cruz que los Nephilim tienen intención de usar para encender la espada angelical. –

En su interior, un recinto en principio amplio y circular, la Vera cruz se alza en el centro; ardiendo por siempre hasta el fin del mundo. Su llama blanquecina poco a poco acostumbra los ojos de los visitantes, pudiendo observar sus paredes cercanas, en donde el horror ha quedado grabado en piedra por siempre al igual que la llama eterna.

Decenas o cientos de figuras humanas yacen amontonadas contra las paredes, ahora convertidos en piedra por el poder de la vera cruz. En sus rostros se dibuja el dolor y temor infinito por haber intentado resistir al fuego sagrado.

-Arriba y a los costados de ustedes están los restos de los Nephilim que alguna vez llegaron al interior de estas catacumbas. Se dieron cuenta que no podían llevarse la cruz y en su lugar intentaron destruirla hasta ahora. Ahora que un Grigori empuña la espada celestial tienen la oportunidad de lograr su cometido.  Solo que ustedes podrán impedirlo si aceptan su destino y tocan la Vera cruz. ¿Podrán hacerlo? – invita el sumo sacerdote a los americanos a ingresar al interior de la recamara de la cruz y tocar la madera llameante.

Tras las debidas y cortas presentaciones el sumo sacerdote les acompañó a las entrañas mismas del monasterio, conforme bajaban las largas escaleras Steve pudo comprobar que aquel lugar guardaba mucho más de lo que aparentaba desde fuera, parecía un lugar abandonado y sin vida pero tras los muros se hallaba una comunidad altiva y consagrada a un único fin.

La determinación en los ojos de los soldados era absoluta, solo posible en aquellos que han sobrevivido a innumerables batallas, al entrar en la gran sala un escalofrió recorrió todo el cuerpo del especialista, aquellas reliquias y aquella cruz era con toda seguridad el mayor secreto guardado por la humanidad y cuya verdad y existencia había sido guardada por milenios.

Un aura divina rodeaba toda la estancia a bien seguro de que aquella cruz parecía la conexión definitiva entre la tierra y el cielo, entre el bien y el mal... en principio y el final de todo.

Steve miró fijamente a la cruz, todo aquello le sobrepasaba infinitamente y por un momento la muerte ya no parecía el final de un camino sino el principio de otro diferente, fascinado por lo que veía y sin más esperas Steve alargó su mano y toco la sagrada cruz. 

Franklyn seguía la ruta guiada por el castillo absolutamente estupefacto. Hacia sus adentros, recitaba de carrerilla las letanías que había aprendido en la iglesia hace muchos años ya. Se santiguó al ver los clavos pero no dijo nada. Era como si no quisiese estropear aquel momento con palabras innecesarias. Y al final les esperaba la Vera Cruz. Su sola visión le hizo experimentar un éxtasis mayor que cualquier otra cosa que hubiese sentido antes. 

Su sola contemplación le reconfortaba. Y sí, antes de que el sacerdote les conminara a hacerlo, sintió la necesidad de tocarla. Así que la respuesta a su pregunta, solo pudo ser una. 

-Podré-dijo mientras se acercaba-.