Partida Rol por web

Brannagh no es que pensase que pudiera o no. Habían sido todos ellos elegidos para ello, así que, pudieran o no, tendrían que hacerlo. No le impresionó gran cosa el tarugo en llamas, pero si le llamaba la atención esas figuras petrificadas, como sombras, en derredor.

- Igual habría que usar la Vera Cruz como arma, y defenderla no de los que esta pueda destruir, sino del que venga con la espada, y a ser posible, hacernos con ella.

La luz que emitía la vera cruz disipó cualquier atisbo de duda del corazón de Mike. Se sentía orgulloso y, por que no decirlo, feliz de haber sido elegido en una misión tan crucial (curiosa palabra si lo piensas). Al ver las figuras de piedra comprendió el poder de aquella reliquia, tal cantidad de estatuas solo confirmaba la ambición de los nephilim por destruir aquel objeto.

-Creo que al tocar la cruz seremos nosotros mismos las armas destinadas a defenderla.- Contestó a O´Connor y se acercó a la cruz y sin temor alguno levantó su mano para tocarla y se preparó para recibir los dones.

Walter está cansado, muy cansado. Las palabras y actos del monje... son demasiado para él.

Lentamente, se va rezagando hasta quedar el último de la fila. ¿A dónde he de guiarles, qué sentido tiene todo esto, cómo podré mantenerlos con vida? Las preguntas le atormentan y, al cruzarse con la guardia de hierro ¿mil años ha dicho el monje?, siente que sus miradas le horadan y desnudan todas las dudas que aturden su mente y empañan su corazón.

Inconscientemente, baja la cabeza y aprieta el paso, pues varios metros le separan del último de sus hombres, si todavía puede pensar en ellos como sus hombres. ¿Lo fueron alguna vez? Ahora, lo que parece un poder superior, les está llamando a defender ¿el qué?

Uno a uno, Sanders, Lieber y Doherty, tocan las llamas y por momentos desaparecen de la visión de Walter, está cegado por el resplandor pero sus dudas no se disipan... Ya la mitad de ellos han aceptado el bautismo de fuego espectral cuando, al escuchar rezongar a O'Connor, no puede evitar dirigirse al monje.

-¿Qué cambiará todo esto? ¿Cómo nos cambiará? -recuerda las lecciones del catecismo- Santo Tomás dudó de la resurrección, a pesar de lo que estaba viendo, ¿no podemos acaso dudar nosotros, meros soldados? ¿Hemos de aceptarlo, sin más?

En sus ojos se asoma la misma desesperación que sintió cuando vio la hemorragia incontenible de Lilian manchar las sábanas mientras acunaba en sus brazos una criatura que debería llorar y permanecía en un silencio mortal.

-¿Qué vamos a cambiar, padre, si llevamos siglos matándonos unos a otros?

Parecía que viajábamos atrás en el tiempo al ir adentrándonos en el monasterio. Nos atendieron un grupo de cruzados, el grupo de élite que defiende la reliquia, la Vera Cruz, el objeto que habíamos venido a defender. 

La situación parecía crítica por que no quedaba mucho tiempo, desconocíamos realmente cuanto pero el enemigo estaba cerca y listo para atacar el monasterio y destruir la cruz. Al ver la cruz realmente me sorprendió, la cruz en la que fue clavada Jesús ardía con un fulgor azul hermoso:-Hemos llegado muy lejos y perdido a muchos hermanos de armas como para renunciar ahora. No seré el más devoto de los aquí presentes pero voy a luchar hasta mi último aliento.-dije mientras me acercaba a la madera llameante. 

Levanté mi mano y la posé sobre las llamas. 

Me sentía abrumado por todo lo que estaba viendo... lo que estábamos, viviendo. Muy lejos quedaban ya las triviales luchas contra los germanos, pese a que hacía apenas unas horas que nos habíamos cruzado las armas. ¿Realmente fue necesario? ¿Acaso la muerte de Tala fue un acto fútil? Me resistía a creerlo, pero no podía evitar pensarlo. Pagamos un alto precio por las balas de hierro, y ahora, parecía que no importaban demasiado.

Y la duda se iba asentando en mi corazón con cada paso que daba.

No ayudaba el perenne cántico en murmullos de Lieber, es más, casi me ponía nervioso. No obstante, no hice ningún comentario. Eran momentos difíciles, cuanto menos, y si el necesitaba sus rezos para hacerlo más llevadero, ¿Quién era yo para oponerme?

Los clavos... de... Cristo... ¡¡santo cielo!! - murmuré, cuando el sumo sacerdote nos situó frente a los pequeños trozos de hierro sangrantes que una vez, casi dos mil años atrás, horadaron el cuerpo de nuestro señor Jesús. Oí como seguía hablando, pero fui incapaz de apartar la vista de las reliquias... 

Con gran esfuerzo logré hacerlo y me santigüé, pasando a seguir con nuestra "visita".

Y entonces la vimos. Tras atravesar el enorme rastrillo y acostumbrar nuestros ojos a la luz cegadora, la Cruz sobre la que murió Jesús. No tenía nada especial, no como estábamos acostumbrados a verla. Eran unos simples maderos cruzados. Lo importante era lo que representaba... era... ¡¿cuántas vidas se habían perdido desde entonces?! ¡¿Cuantas guerras?! 

Algunos no dudaron en tocar la cruz, como pidió el sumo sacerdote... tan solo Walter expresó sus reticencias... miré a ambos lados, sin saber exactamente que hacer. Notaba como una fuerza tiraba de mi... ¿debíamos confiar ciegamente? ¿O no? ¿Cómo... cómo se tomarían nuestras dudas la guardia de hierro? ¿Acaso teníamos elección?

Y sin pensarlo más me dejé arrastrar por ese influjo extraño. Alcé la mano y la posé sobre la madera de la vera cruz, mientras en mi imagen se dibujaba la cruz de San Andrés...

El contacto con la antiquísima madera de la santísima cruz es extraño. Es una sensación fría al principio, que abarca todo el cuerpo pese a las llamas eternas que rodean a la cruz. Luego, un palpitar después, el frio desaparece por una sensación arrolladora y cálida, similar al regalo de Tyrael.

El halito sagrado de la cruz borra las heridas, el cansancio y el hambre de los soldados al punto de sentirse satisfechos y descansados como si hubieran dormido un día entero luego de haber degustado un jugoso banquete. Simplemente estaban como nuevos.

Al regresar con los monjes y el reticente Sanderson notan que una parte de la llama eterna ahora anida en la palma de su mano hábil. Es una llama idéntica a la sagrada. Una que no quema ni daña en lo absoluto.

En realidad la llama brota de una pequeña astilla de la cruz, que ahora descansa en la mano. Es una astilla destellante.

-En sus manos llevan un fragmento de la vera cruz. Han pasado la última prueba, gracias a su reunión con el arcángel. Este don es el obsequio definitivo de los cielos para ustedes. – afirma el sumo sacerdote al comprobar la astilla flameante.

-Este don pondrá en equidad sus capacidades con respecto a los Nephilims. Físicamente no tendrán desventaja frente a ellos. Las dudas seguirán estando allí con ustedes, pues eso es trabajo de ustedes hallar la respuesta. – responde a Walter, quien es el único que permanece inmutable ante lo que sucede en sus compañeros.

Aaron aun no salía del asombro luego de haber tocado la mayor reliquia de la humanidad. En su mano derecha flameaba silenciosamente la astilla de la cruz.

-¡Pues si no estaba listo ahora si lo estoy! Hace meses que no me sentía tan enérgico ¿Y ahora qué? – pregunta al anciano.

Vincent parecía otra persona. Más sereno y equilibrado en sus emociones. Todo lo demás había pasado a segundo plano.

-Por el capitán Richards, por Jeremiah, Randall y Tala. Por todos nuestros compañeros que no llegaron hasta aquí. Vamos a patearles el culo a esos malnacidos si se atreven a venir aquí – afirma victorioso.

¿Y ahora qué? 

-Por aquí. El ojo de agua bendita de nuestro monasterio sellará la llama eterna en ustedes y consolidará la fuerza sagrada en sus cuerpos. – señala el anciano a un pasillo lateral en la sala de la cruz.

Es un pasillo zigzagueante entre las catacumbas donde descansan todos los monjes que han habitado el monasterio. Varios metros adelante una amplia caverna natural los recibe. En su centro un ojo de agua cristalino espera por los soldados santificados.

-Solo con entrar al agua y sumergirse en ella un momento será suficiente para cerrar el ritual – indica el sumo sacerdote.

Y poco a poco aquellos que han tocado la vera cruz van ingresando al agua hasta sumergirse por completo. Entonces, en esa unión con el agua templada se gesta la unión de la materia con lo divino, donde al emerger nunca jamás volverán a ser como antes los soldados.

Y tal como lo había prometido el sacerdote sus vejaciones físicas han desaparecido. Incluso las antiguas heridas, cicatrices y molestias del pasado ahora son parte de un recuerdo.

-El lazo esta completo. Las astillas de la verdadera cruz se han puesto bajo su piel y les permitirán resistir las intrusiones mentales de los Nephilim y Grigori. Incluso aunque sufran heridas graves podrán continuar luchando y eventualmente sanando. Solo vuestro espíritu decidirá cuánto daño podrá soportar sus cuerpos.- finaliza el sacerdote su explicación cuando todos han salido del agua.

Brannagh se quitó las botas y demás trastos, quedando nada más que con los pantalones, para entrar al agua. Su "renovación" era especial, pero aún seguía sorprendido por haber visto aquellos tarugos y el poder que emanaban. No se consideraba más fuerte, ni más resistente, ni más nada, excepto un tanto más afortunado, por la mera razón de haber podido contemplar la "Gran Verdad". La de que la Fe es real, y de que, como muchos creían, la Santidad existe por derecho propio, y no por las habladurías de curas, feligreses o un libro que simplemente estaba redactado por humanos, desde su punto de vista e ignorancia, y que no era más que tinta sobre papel. La verdad es cierta, y no hay vuelta a atrás. Ya eran conscientes de lo que existía, y eso no podrá borrarse jamás, ni de sus mentes, ni de sus almas.

- ¿Hora somos Soldados de la Fé? Preguntó inocente, sin siquiera saber que sus palabras habían sido pronunciada. Temía, no haber sido adoptado por un grupo, y formar parte de él; temía haber sido reclutado, por otro bando, por otro político, por otra bandera, y ser utilizado como estaban siendo usados, como chinchetas, por el USArmy y sus generales. Como sangre simplemente. - ¿Ahora qué somos Pater? Él ya era cristiano de por si, pero temía, tras esto, una gran decepción...y aunque su espíritu era fuerte, su inocencia también era grande.

Steve tocó la cruz con los ojos cerrados como si esperaba ser fulminado al instante, cuando los abrió poco a poco solo pudo ver la inmensidad de la luz hasta que esta cesó y pudo ver una pequeña astilla en la palma de su mano, tras seguir las instrucciones del monje, el especialista se introdujo en el agua bendecida para cerrar el ritual.

La astilla desapareció dentro de su propio cuerpo, pudo sentir como atravesaba su piel y desaparecía de su vista, la sensación era extraña pero pronto pudo notarse lleno de vigor, no sabía que es lo que había pasado a ciencia cierta pero sin duda podía notar como aquel ritual le daba fuerzas renovadas de alguna forma.

- Estamos listos para enfrentarnos a nuestro destino.

-Este don pondrá en equidad sus capacidades con respecto a los Nephilims. Físicamente no tendrán desventaja frente a ellos. Las dudas seguirán estando allí con ustedes, pues eso es trabajo de ustedes hallar la respuesta. – responde a Walter, quien es el único que permanece inmutable ante lo que sucede en sus compañeros.

-Creía que su deber era velar por nuestras almas -murmura Walter mientras observa a sus compañeros, uno a uno, cerrar el pacto.

Con un suspiro el doctor mira de hito en hito su mano y la vera cruz. Lentamente, los soldados se han ido haciendo a un lado, formando un semicírculo al lado derecho de la estancia. Walter ve algo en ellos, diría una luz interior, un resplandor sobrenatural, mientras siente que él permanece en las tinieblas.

¿Acaso puedo velar por ellos separado por ese muro intangible? Un muro de fe... perdí la fe ante una mancha de sangre que se extendía en una cama y con un cuerpo frío en mis brazos con el que murió toda posible alegría.

-Nada de esto cambiará el mundo -concluye-. Será una batalla más contra la muerte. No nos hará mejores. 

El sacerdote asiente, comprendiendo que Walter no habla por él ni por Aaron, Billy, Boris, Brannagh, Franklyn, Mike, Steven o Vincent, sino que se refiera a la humanidad que lleva hollando la tierra a sangre y fuego desde el momento en que Caín enarboló la quijada.

-Pero les dará una oportunidad de trazar su propio camino -responde-. Si esta batalla se pierde, la humanidad no tendrá esperanza, ninguna posibilidad de continuar adelante, con sus errores y sus aciertos. No habrá niños que jueguen ni que puedan cambiar el mundo -continúa como si leyera la mente de Walter.

-Libre albedrío, ¿no es eso, sacerdote? -Responde el doctor recordando, otra vez, lecciones del catecismo que creía olvidadas.

-Él murió por nuestros pecados, para darnos una oportunidad de salvarnos, de redimirnos -concluye el sacerdote haciendo un último gesto hacia la vera cruz, una última invitación.

Walter vuelve a mirar a sus compañeros, sintiendo el peso de la responsabilidad, de una obligación que no había pedido, que ni siquiera creía haberse ganado. Pero sabe que debe seguir con ellos, asegurarse de que vuelvan vivos a casa, con sus familias. Para eso está aquí.

No puedo hacer menos que ellos, decide finalmente.

-¿Qué es un simple gesto? -dice al fin extendiendo la mano hacia la cruz llameante-. Lleguemos al final.

Cegado por la luz, no ve la pequeña sonrisa del sacerdote que sabe más que él.

Mike miró absorto su mano después de tocar la cruz, aquella llama lo hizo sentir realmente poderoso, invencible. Entoces se metió en el agua tal y como indicaba el sumo sacerdote. Al sumergirse en el agua se sintió mejor inmediatamente, cualquier dolor o molestia desapareció. Además noto como crecía una fuerza en su interior y se borraba cualquier rastro de cansancio, estaba, en definitiva, listo para la batalla.

-Esto es... increible.- No sabía como explicarlo, no lo entendía pero no le cabía ninguna duda de que Dios estaba de su lado.

Walter hablaba y al final se había decido a imitarles, Mike le sonrió e hizo un gesto de asentimiento. 

Esa sensación de poder le aportó algo más, le quitó el miedo. No sentía temor por la batalla que se acercaba mas bien inquietud, impaciencia. Si era eso, estaba impaciente por poner a prueba su nuevo yo.

Tras tocar la llama, un fragmento se adherió a mi mano y penetró la piel para alojarse dentro de mi cuerpo, tras eso el anciano sacerdote nos guió hasta un manantial subterraneo en el que nos tuvimos que sumergir para que la unión con la vera cruz se completara. Al salir del agua noté un gran cambio en mi interior, me palpaba las manos y notaba como unas fuerzas renovadas fluian a través de mi cuerpo y me sentía más fuerte y capaz de resistir un combate contra el campeón de los pesos pesados del boxeo. 

.-Entiendo tus reticencias cabo. Yo también las tengo pero creo que podremos superarlas para cumplir con la misión..-comenté al final tras la retaíla de quejas y pullas que Doc vertió sobre el anciano sacerdote. 

Frank se deja embargar por aquella extraña sensación mientras la energía divina que emana de la vera cruz lo imbuye curando sus heridas, despejando sus temores, y renovando su espíritu. Se sintió por un momento como si estuviera flotando en el aire. Abrió los brazos de modo que su cuerpo describió una cruz y miró hacia arriba mientras recitaba de memoria Corintios 9:8

-Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para vosotros, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abundéis para toda buena obra...

Cuando terminó se encontraba en paz consigo mismo. En su interior notaba un calor que le reconfortaba como nada lo había hecho antes. Y en paz se dirigió siguiendo al sumo sacerdote hacia aquella piscina de aguas cristalinas. Frank se sumergió en ellas sin esperar un momento más. El agua estaba templada, agradable. Se sumergió y se regocijó en ella permitiendo que obrara en él cambios que no acertaba a comprender. Y cuando salió de ella se sintió un hombre nuevo. Con energías renovadas, libre de miedos y con un propósito claro y determinado. No se reconocía ni a sí mismo. Miró su reflejo en el agua como si fuera la imagen de otra persona que había quedado en aquella charca y a la que estuviese mirando a los ojos. No iba a echarla de menos. 

Vi como mis compañeros... hombres rudos, valientes y decididos, se iban sumergiendo en las aguas cristalinas sin más reticencias que las más básicas. Incluso Walter - Si, lo admito, tardó más de la cuenta en tocar la madera de la Veracruz, pero finalmente lo hizo. Y vi... mierda... vi como su rostro cambiaba. Como si... como si algo en su interior hubiera encontrado... algo... una... paz...

No podía ser malo...

Todos no podíamos estar equivocados...

Y luego... estaba esa sensación... la notaba en cada célula, en cada poro de la piel. La notaba en el corazón y en la mente. Jamás en la vida me había encontrado en una situación de comunión tan absoluta de cuerpo y alma.

Así que no podíamos estar equivocados. Esto era real. Tan real como... joder... como la muerte.

Todos se metieron en el agua completamente vestidos. Y, a mi, no se por qué, me dio la risa. Quizás fuesen los nervios. Quizás... 

El caso es que no pude dejar de reír. Me reía de mi, de los demás, de la vida, del gozo de la vida, de todo... y no había falta de respeto en ello. Incluso nuestro anfitrión mantenía una mirada amable. Éramos su gente. Ahora si. Lo éramos. Todos juntos por un bien común.

Así que me saqué la guerrera (no solo porque ese tejido era jodido de secar después, sino porque en uno de los bolsillos guardaba mi último cigarrillo, al que no estaba dispuesto a renunciar) y las botas y me lancé al agua. De cabeza. Como si en vez de estar en uno de los sitios más sagrados del mundo estuviera en la piscina de cualquier vecino después de ponernos tibios de cerveza.

Me sumergí y al volver a la superficie era... era un tipo nuevo. En el sentido más literal de la palabra.

Era nuestro momento. Estábamos preparados.

Estamos preparados...

- ¿Hora somos Soldados de la Fé? ¿Ahora qué somos Pater? - 

- Ahora son soldados de la luz, ahora son la brigada de la luz y mucho más. Son los salvadores de las generaciones venideras. De los no natos. – responde el inmutable anciano con total convicción.

- Estamos listos para enfrentarnos a nuestro destino.

 -Tiempo disponen para pasar la noche, dormir y hacer sus propios planes. Nosotros aquí tan solo somos fieles devotos pero ustedes saben del arte de la guerra como nadie en este monasterio. Sus propuestas mañana serán bienvenidas. – contesta el sacerdote.

Finalmente Walter decide seguir los pasos de sus compañeros y tocar la vera cruz. Después de eso el proceso del ritual es exactamente el mismo para él. Al salir del lago subterráneo el sumo sacerdote le dedica unas palabras.

-No hay un final. Solo un nuevo comienzo. – anuncia al persignarse luego que el doctor abandona el agua.

-Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para vosotros, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abundéis para toda buena obra...

 -amen – finalizan los monjes luego de las palabras de Frank.

Estamos preparados...

-Así es. Y ahora he de retirarme. Mis deberes reclaman mi atención para la jornada, que será larga. Si necesitan algo pueden hablar con cualquier hermano en el monasterio. Con permiso. – contesta a Billy y a los demás por igual el anciano monje, que luego se retira con paso endeble y siempre bajo ayuda de sus asistentes.